Abrir y cerrar

OUDE MAGIE (Magia Ancestral)

Autora: Clumsykitty

Fandom: DC/Marvel AU

Parejas: Stony, Superbat, Cherik, Winterlord, Halbarry, entre otras.

Derechos: pues a escribir sobre cosas que no me pertenecen.

Advertencias: esta historia es extraña como su creadora, angustiosa, cruel y salvajosa. La receta de siempre en un mundo inspirado por The Witcher. Avisados están.

Gracias por leerme.


***


Abrir y cerrar.

"Mejor que el hombre que sabe lo que es justo es el hombre que ama lo justo."

Confucio.




Steven esperó sentando en uno de los tronos de piedra grisácea que rodeaban el pozo donde dormían los Inquisidores que ahora estaban siendo despertados, todos al mismo tiempo. Tres docenas de Inquisidores que pronto recorrerían Tierra Santa para purgar de una vez por todas el continente, y, sí había escuchado bien, luego navegarían hacia Tierra de Arenas Infinitas para el mismo fin. Sus ojos se posaron en una figura que emergió del hielo, irguiéndose con mentón en alto antes de sonreírle, ignorando los lacayos que le tendieron sus armas, prefiriendo sentarse en el trono continuo junto a Steven. Una mujer de cuerpo atlético, cabellos rubios como todos ellos con sus ojos azules desafiantes recorriendo toda la escena antes de posarse en su viejo amigo.

—Karola.

—Steven, ¿qué es lo que pasa que todos hemos sido despiertos? ¿Es que en lugar de exterminar un monstruo reviviste a todos?

—Ojalá fuese así —Steven torció una sonrisa— Tenemos dos cosas importantes, una es la Cornucopia de Latveria a la que hemos sido invitados, la otra es la purificación de Tierra Santa.

—Iba siendo hora —ella sonrió ampliamente al ver otro de los Inquisidores acercarse a ellos— Saludos, Inquisidor Dzor.

Aquel Inquisidor era el más alto de los tres, fornido con cabellos largos que trenzaba en media coleta, una barba crecida con fieros ojos azules que buscaban la lucha todo momento. Dzor tomó asiento en el otro costado de Steven.

—Sea cual sea la urgencia, esto promete si estamos los tres de nuevo. ¿Hace cuánto que las estrellas no tienen el honor de admirar el poder de la Tríada?

—Hace ya bastante —respondió Steven.

—Tendremos que movernos o los demás Inquisidores nos robarán nuestras glorias —asintió Dzor.

—Dudo que todos juntos puedan igualarnos —Karola sonrió orgullosa.

Una vez que todos ellos estuvieron despiertos en sus respectivos tronos de piedra con los sirvientes vistiéndoles y entregándoles sus armas, apareció Lord Magnus. Los Inquisidores hincaron una rodilla en el pie inclinando su cabeza. No estaba solo, estaba con su esposa Lena Luthor y una chica que parecía estar sumamente nerviosa. Steven le miró discretamente, notando por sus mantos finos y sin decoraciones que no era de Tierra Santa, sino del Edén. De cabellos largos blancos que parecían de plata, se notaba una de las estudiantes del Maestre Xavier.

—Inquisidores, los tiempos de terminar lo que comenzamos se acercan —habló Erik mirando a Mystique luego a todos sus fieles Inquisidores— Antes de que comience la Cornucopia de Latveria es imprescindible que tengan control de toda Tierra Santa. Para ello, contamos con la preciosa colaboración de una de nosotros que ha decidido volver a sus cabales, Lady Emma nos ha compartido todo lo que ahora sabe se ha dicho en el Edén. Lo que sospechábamos, la existencia de monstruos escondidos en nuestro santo territorio, ayudados por humanos y algunos magos. Una herejía que no pasaremos por alto.

—Una traidora —susurró Karola a Steven, bufando apenas.

—Steven, Karola, Dzor, la Tríada de Inquisidores más poderosa que Tierra Santa ha visto —Lord Magnus se giró a ellos con una sonrisa— Para ustedes, tengo un desafío mayor. Deberán ir a Tierra de Arenas Infinitas a cobrar justicia por la injuria a mi esposa, Lena, a quien las Amazonas atacaron. No necesito todas las cabezas de esas salvajes, solamente de su reina.

—Obedecemos, Santo Líder —Karola respondió por los tres.

—Confío en que antes de la Cornucopia, viajaré a Latveria dejando en el Templo la cabeza de Hipólita. Sus armas han sido mejoradas y bendecidas. Pueden partir ya.

—No tengan piedad, Inquisidores —Lena se sujetó del brazo de su esposo— No misericordia.

—Así será, mi señora —respondió Dzor, golpeando su pecho con un puño.

Los magos se marcharon, dejando que ellos terminaran de prepararse. Steven estaba serio, pensando en la forma en que pudiera evadir aquello. Ya no tenía ningún deseo de obedecer las órdenes del Templo ni de los Meta Humanos, no luego de lo visto y escuchado. Sin embargo, sus dos amigos, o al menos así los consideraba por haber compartido bastantes aventuras con ellos, no iban a pensar así. Dzor notó lo callado y distante que estaba Steven, acercándose a él cuando fueron a los establos por sus caballos.

—Algo te mantiene alejado, hermano Steven.

—Es el viaje, solamente, hermano Dzor.

—Sé lo que piensas, es demasiado para los tres —una manaza palmeó la espalda de Steven— Pero no es así, los tres juntos no tenemos rival. Si deseas mayor seguridad en nuestra misión, puedo adelantarme para darles noticias sobre lo que sucede en aquel continente tan salvaje.

—Recuerda que Lady Lena nació ahí, Dzor —Karola se acercó— No hables mal de nuestra señora.

—Hablo sobre sus criaturas inferiores, no sobre sus regentes.

—Escuché que pretendes adelantarte.

—A Steven siempre le ha gustado tener un plan bien pensado.

—O improvisar sobre la marcha —la rubia torció una sonrisa— Pero estoy de acuerdo, mientras tanto, Steven y yo podemos hacernos de más armas y hechizos. Una Amazona es un reto, lo cual me recuerda, ¿no les parece que Lady Emma se tomó demasiadas molestias solo para decir algo de lo que ya se sabía?

—Seguro hay algo más —respondió Steven, poniendo su montura en el lomo de su caballo— Más no es algo que nos corresponda. Dzor, puedes adelantarte. Ten cuidado con las trampas del camino.

—Descuida, hermano. Mi arma y mi fuerza nunca han sido doblegados.

—Que la Ley te provea, hermano Dzor.

—Así sea también para ustedes, hermana Karola. Me despido entonces.

—Te veré luego.

Steven terminó de ajustar la montura, pensando en su amiga quien no iba a apartarse de él, menos si no tenía un pretexto lo suficientemente fuerte para ello. Quedaba improvisar sobre la marcha, tal como ella misma lo había señalado.

—Debemos pasar a una posada cercana al Templo.

—¿Tan pronto deseas el calor de un cuerpo?

—No, debemos ver a un bardo.

—¿A un bardo? ¿Con qué fin?

El rubio le miró, jalando las riendas de su caballo. —Improvisar.

Karola negó apenas, tomando igual las riendas de su caballo para salir del Templo rumbo a la ciudad que rodeaba la escuela de magia, buscando una posada donde estuviera un bardo con características muy especiales que la asombraron cuando al fin dieron con él. Ese rostro quemado como su inusitada alegría y cierta manera de decir las cosas le consternaron, sin comprender cómo era que Steven podría querer la ayuda de alguien así. Sobre todo, porque el Inquisidor Águila jamás había necesitado de algo así ni en sus más difíciles empresas. Dejó esas ideas para otro momento, escuchando como de pronto aquel extraño y cínico bardo comenzó a cantar una vez hechas las presentaciones.

—Nada para poner mejor las cosas que seguir un juego peligroso teniendo a alguien sumamente hermosa como letal, tal como dice la canción...



Hoy cada calle luce mucho mejor
Porque mi rumbo toma dirección
Apareciste y mi vida cambió
Para ti, para mí, para dos

Y vuelvo a verte con la misma emoción
Contigo late fuerte mi corazón
No me despierten si es un sueño de amor
Déjame, que dormir es mejor

Corro, vuelo me acelero
Para estar contigo
Y empezar el juego
Y encender el fuego del amor, fuego del amor
Corro para estar junto a ti, junto a ti



—¿Qué clase de rimas son esas?

—Las mías, mi señora.

—Ya te acostumbrarás —pronunció Steven con cierta diversión— Vámonos.

Wade se quedó mirando fijamente a la Inquisidora volviendo su vista hacia Steven, en un gesto de confusión y al mismo tiempo complicidad. No dijo nada en contra de ella, caminando entre los caballos cantando esas líricas que no hacían ningún sentido mientras dejaban el Templo y entraban en el territorio del Reino Santo de Timely, pasando apenas por el Bosque de las Dríadas que según habían escuchado también vería sus días contados. Cuando tocaron Namoria Atlantis, se detuvieron en un campo para esperar por los mensajes de Dzor, quien, sí había usado los portales mágicos ayudado por los magos consejeros reales y las naves de Black Manta, ya debía estar cercano al otro continente. Karola estaba intrigada por el bardo, su intuición le decía que ese curioso humano desfigurado poseía algo que no decía ni mostraba, razón por la que Steven lo quisiera a su lado.

—Si mi señora sigue mirándome de esa manera, voy a necesitar ir a esconderme tras un árbol para...

—Wade.

—Hace mucho que no llamo la atención de las mujeres.

—Quedan los hombres —bromeó ella.

—Esa posibilidad no la había contemplado, mi señora. Es usted muy sabia.

—¿Has viajado por toda Tierra Santa, bardo?

—Así es.

—¿Cuál es tu reino favorito?

—Asgard.

—¿Asgard? —Karola frunció su ceño, atizando los leños de una fogata que Steven ya había encendido— ¿Qué hay de bueno en un reino abandonado? Solo está el Senescal Mago... ¿cuál era su nombre?

—Beta Ray de Bill —respondió el rubio sin mirarlos.

—Cierto que está ese buen hombre con cara de perro —comentó Wade, afinando su cítara— Pero lo que me gusta de Asgard es su... destrucción.

—No entiendo eso.

—Verá mi señora, es que es como yo. Estoy horrible, la gente no suele mirarme y si lo hace es para burlarse. A menos que les de unas monedas de oro para...

—Wade.

—Cuando observó todas esas ruinas, incluso el ver la isla congelada donde dicen que estuvo una vez el Cónclave es como verme a mí mismo.

—¿Y qué ganas con eso?

Wade rió. —Saber que hay algo más jodido que yo.

—Asgard cayó porque insistió en obedecer a los elfos y proteger a los dragones Bor y su vástago Odín. ¿Tú caíste por razones similares?

—No, mi señora. Y no diría que caí, solo diría que... fui fiel.

—Realmente eres de pensamientos extraños. Quizá porque eres humano.

—Ya sabe lo que dicen...


Abrir y cerrar, volver a empezar
mi existencia maldita
es clavarme un dolor que palpita
mi mundo interior, mi ser anterior
con pasado perfecto,
insaciable y fugaz, se agita.


***



Playas del Gran Desierto

Tierra de Arenas Infinitas



Loki jadeó, escupiendo algo de arena húmeda con el cuerpo adolorido pero el espíritu ardiendo en furia contra aquel Meta Humano que le había lastimado tanto. Había llega a mitad del Gran Desierto cuando esa ráfaga lo azotó contra la arena caliente, llevándole así por todas las dunas y luego llevándole a las costas del Este del continente, aguas conocidas por ser calientes y ponzoñosas. Se apoyó sobre sus codos, sus cabellos húmedos cubriendo parcialmente su rostro al levantarlo para ver esas botas rojizas y ese manto amarillo con bordados de joyas incrustadas. Pero, sobre todo, ese rostro malicioso, perverso de Eobard Thawne quien sonrió complacido al verlo tan cansado luego de la feroz pelea que había presentado. Estaban solos en la playa, ese mago no necesitaba ayuda.

—Si hay algo que admiro de los monstruos del mundo antiguo, es su resistencia. Los que ha creado el idiota del Príncipe no presentan desafíos. Pero tú... oh, Loki.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Eobard rió misterioso. —¿Continuamos?

No había manera de poder seguir sus movimientos, se movía tan veloz que incluso el Naga tenía la sensación de que el mundo cambiaba a su alrededor cuando lo atacaba. Sus garras apenas si rasgaron las orillas de sus mantos, sus estacas de hielo se desvanecieron en esas estelas dejadas tras el mago. Volvió a caer sobre la arena húmeda, encogiendo su cola al sentir el agua tocarle. Para sus heridas era como aquel fuego helado maldecido que usaron tanto tiempo en Ciudad Oscura para torturarle.

—¿Sabes qué me divierte, Loki?

—Poco me importa.

—La forma tan... apasionada en que presentan pelea —Thawne rió para sí— Y cómo van a perder. Pero esa será charla para otra ocasión. Quiero hablar de cómo somos tan parecidos.

—¡Yo jamás seré igual a uno de ustedes! —Loki le escupió, azotando su cola.

—Claro que lo eres, después de todo... ¿no fue tu altivez la que trajo la muerte a tus hijos?

El Naga abrió sus ojos, jadeando ahogadamente. Se impulsó para atacarlo una vez más con el mismo resultado, cayendo pesadamente al agua del que salió a toda prisa entre siseos por su piel quemándose ante el contacto de ese mar. Eobard se carcajeó, caminando hacia él para sujetarle por sus cabellos, obligándole a que le mirara.

—Creo que no lo recuerdas bien. ¿Vamos?

Antes de que Loki pudiera moverse, todo giró a su alrededor tan rápido que cuando se detuvo, vomitó en acto reflejo. Tembló al darse cuenta que ya no estaba en la arena sino sobre una roca llena de musgo con un fuerte aroma a flores acuáticas. El Naga gimió, negando con sus ojos llorosos al encontrarse nuevamente en un sitio que recordaba como si fuera ayer.

Su hogar.

—Mira, el momento exacto.

Un enorme dragón encaramado sobre rocas con símbolos mágicos miraba hacia un Loki del pasado, escuchando una propuesta para ganar la guerra. La creación de monstruos iguales a los magos herejes que estaban derramando sangre de su especie. Galactus dijo que sabía la manera, lo tenía en su memoria y había probado con trozos de metal de las montañas Thanagarianas. Pero necesitaba del talento que vivía en la sangre del hijo de Laufeyson.

—El padre de tus hijos había muerto. Claro que deseabas venganza, no tanto por el resto de las criaturas o los elfos, era más por ti mismo —comentó Eobard con calma.

—¿Cómo...? Esto no es posible, esto no es posible.

—Ahí está la hermosa Jörmundgander.

Una joven Naga parecida a Loki salió de un hueco de una enorme piedra, llamando a su madre cuya mano tiró con fuerzas, negando asustada. No quería que hicieran más cosas, quería que huyeran. Que buscaran al Maestre Charles Xavier, él protegía a seres como ellos. Que dejaran la guerra.

—Y tú dijiste no —murmuró el mago, observando al estupefacto Loki, cuyas lágrimas cayeron al ver cómo empujó a su primogénita con palabras crueles antes de volverse a Galactus para aceptar su plan— ¿Cómo iban a viajar dejando tu madriguera buscando un mago si de ellos estaban escondiéndose? ¿Cómo ibas a mendigar ayuda si eras el gran Loki Laufeyson?

—¿Qué clase de hechicería es esta?

—Ninguna, mi fugitiva criatura, estamos en el pasado.

Loki se volvió, frunciendo su ceño, mirando la escena de él mismo subiendo a lomos de Galactus para marcharse, ordenándole a una llorosa Naga joven que cuidara de sus hermanos menores, ignorando que al haberlos dejado solos serían presos por los Injustos.

—No hay... es imposible.

—Sé que te encanta saber cosas, y necesito que sepas otras más. Ven, vamos.

De nuevo todo se volvió una serie de líneas multicolor girando a su alrededor con relámpagos, terminaron en otro lugar que jamás había visto pero que apestaba a magia sucia. Sobre un mirador, Loki observó entre jadeos una fortaleza, una ventana amplia le dio un vistazo de una mujer, una humana llorando mientras estaba pariendo con magos a su alrededor. Un elfo gritaba de rodillas, cubierto de sangre por tantas torturas y con lágrimas en sus ojos. La joven gritó, entre sus piernas una mancha de sangre salpicó las sábanas blancas, cayendo sin vida luego. Un pequeño grito de un bebé recién nacido se combinó con el del elfo quien aulló mientras un par de magos terminaban de sacar al bebé que observaron igual que se hace con un caballo a comprar.

—Las cosas que hacen los Santos por el poder. Al fin y al cabo, humanos de origen.

—¿Qué acaso tú no eres humano?

Eobard torció una sonrisa. El elfo quiso liberarse, terminando asesinado a los pies de la cama donde yacía muerta la humana. Los magos se llevaron al bebé, saliendo de aquella fortaleza con otro elfo corriendo tras ellos que Loki reconoció, jadeando al verlo de lejos. Era el Hechicero Supremo del Tiempo. Pero sus manos estaban deformes al haber sido hechas trizas, con grilletes pidiendo algo que no alcanzó a escuchar. Fue devuelto de regreso a la fortaleza.

—¿Qué es...?

—Mentiras, todos ustedes están llenos de mentiras, por eso son tan fáciles de vencer. Creo que podemos ver otros dos nacimientos.

—Espera...

Ahora aparecieron en un lugar que a Loki se le hizo familiar. Era el Bosque Rojo, antiguamente el hogar del Rey Agamemno. Lena Luthor estaba ahí junto a su esposo, mostrándole un huevo ensangrentado que habían arrancado del vientre de una mujer. Con una daga mágica, rompió el cascarón para mostrarle al Gran Maestre un bebé que lloró con fuerza. Sin duda el cascarón era de dragón porque había brillado mientras el bebé había estado dentro, perdiendo su color y resplandor dorado hasta hacerse cenizas, igual que el cuerpo de la mujer que se incineró. Lena entregó el bebé a Erik, quien lo levantó para llamar a los relámpagos. Loki se encogió al escuchar el grito del pequeño cuando un relámpago latigueó su cuerpo.

—Ustedes son capaces de todo, y al mismo tiempo son los más hipócritas. ¿Listo para la última parada?

Loki no reclamó, sujetándose a lo que fue ahora una gran rama de árbol. Su cola de inmediato se enroscó alrededor para no caerse por lo mareado. Otro llanto, muy diferente. Era de un Meta Humano, reconocía el timbre de voz. Sonaba exactamente igual que las dos mujeres anteriores. Un dedo de Thawne le indicó que mirara entre las ramas. Frente a ellos estaba un balcón de piedra lisa, de una habitación donde el Naga observó lo que jamás creyó posible. No lo conocía en persona, pero su descripción calzaba perfectamente con la persona de Charles Xavier. El mismo que estaba dando a luz a un bebé que cuando lloró, todo tembló con fuerza inusitada, incluso a un lado de ellos la tierra se fracturó. Loki palideció, mirando esa apertura en el suelo pese a la noche.

—Eres similar a él, en cuanto a ser dadores de vida, me refiero —murmuró Eobard muy tranquilo— ¿Alcanzas a percibir su esencia?

El Naga levantó su mirada al balcón. Un sudoroso Charles recibía a su pequeño en brazos.

—Hijo de sirena.

—¡Excelente!

—El bebé... —Loki tragó saliva, mirando al mago— El bebé...

—Como me encantaría decirte, ustedes han creado su propia destrucción, pero... —Thawne rió, tirando de los cabellos al Naga— Eso sería darles demasiado crédito.

Lo siguiente que supo Loki es que estaba siendo enterrado en la arena bajo el mar, de nuevo en esas playas de aguas ponzoñosas para una criatura como él. Cuando el puño de Eobard dejó de aplastarle el rostro contra rocas y arena, nadó lo más aprisa que pudo hasta tocar arena seca donde se dejó caer, gimoteando de dolor, confusión. El mago caminó tranquilamente hacia él, palmeando su cabeza como si fuese una mascota.

—Me pregunto qué harás ahora que sabes estas cosas. Bueno, si es que puedes sobrevivir. Desplegar tu poder de Gigante de Hielo te agotó, nuestra pelea te ha drenado energía y apenas si has soportado nuestros viajes. Si te quedas en estas dunas, sin alimento ni la humedad que tanto necesitas, morirás sin remedio. Ah, pobre Loki. Tanto pelear, tanto maquinar la muerte de sus enemigos para acabar siendo un esqueleto más en este enorme desierto. Mejor te hubieras quedado en Ciudad Oscura.

Eobard Thawne desapareció, dejando a Loki jadeando pesadamente. Tenía ya fiebre por las heridas, el cansancio, sed... Unas lágrimas cayeron por sus resecas y amoratadas mejillas.

Su piel se erizó, algo no estaba bien. Una presencia estaba acercándose a gran velocidad. Ya no podía pelear más ni tampoco quería hacerlo. Loki usó sus manos y cola para enterrarse en la arena, desapareciendo de la vista, por lo menos lo suficiente para ahogarse el mismo antes de que lo descubrieran. Sin embargo, la esencia que tocó al fin la playa de manera brusca, le hizo replantearse morir con honor. Era un mago... o algo similar. Podría brincarle encima, al menos poder lastimarle antes de que ese desconocido le asesinara. Una muerte más digna que solo quedarse ahí tendido sin poder hacer nada. Reunirse con sus hijos, quizá. Preparó sus garras y se arrastró debajo de la arena en una mejor posición para saltarle al recién llegado.

Perdónenme, hijos míos. No pude vengarlos.

Con un último pensamiento a sus petirrojos y a Pet, brotó de la nada cuando el supuesto mago dejó de moverse, aparentemente se tiró cerca de donde estaba sin percatarse de su presencia. La cola del Naga atrapó al extraño por sus piernas, empujando con todas las fuerzas que le quedaban el resto de su cuerpo mientras sus garras fueron directo a su cuello buscando cortárselo. Un par de fuertes manos sujetaron las muñecas de Loki, forcejeando con él. Cuando el monstruo vio el rostro de aquel hombre, abrió sus ojos sin poder evitarlo, dejando de pelear y murmurando lo primero que vino a su mente.

—Eres el hijo de Odín.

—¿Qué cosa...? —Dzor llamó a sus relámpagos, noqueando ese Naga que cayó inconsciente sobre su pecho.

El Inquisidor levantó una mano para llamar a su arma que brotó de aquella gigantesca manta raya en la que había viajado luego de una emboscada confusa, apenas si consiguiendo abrir un portal mal guiado. Su hacha martillo llegó con un arco en el cielo. Empujó el monstruo, invirtiendo los papeles, ahora siendo él quien sujetara su cuello. Dzor se quedó con su brazo en alto y el arma brillando a la luz del mediodía. Un tatuaje en el hombro del monstruo le había detenido, una casualidad sin explicación pues era el mismo dibujo de sus sueños en el hielo. Observó aquel rostro pálido y marchito. Ninguna de sus presas había presentado el lamentable estado de aquella criatura, que, pese a ello, por casi nada estuvo a punto de matarlo. De haber estado en mejores condiciones lo hubiera logrado, se dijo el Inquisidor Relámpago suavizando su mirada, viendo alrededor como si las arenas desérticas tuvieran la respuesta.

—Algo no está bien.

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