"Piensa en algo bonito" me dijeron aquel día, cuando comenzaba a caer el sol y éste pasaba el turno de vigilancia a las estrellas. Y eso hice.

Pensé en sus manos, que eran frías y pequeñas, pero al mismo tiempo eran las manos que más te podían arropar cuando lo necesitabas; pensé en su boca, fina y rosada; pensé en sus ojos, y en los pliegues que se formaban alrededor de éstos cuando se reía. Recordé su largo pelo castaño, que brillaba a la luz del sol como diamantes. Cientos de ellos. Cómo se lo tenía que apartar del rostro a todas horas.

Pensé en ella. Cuánto la quería. Cuánto la quiero.

Y me pregunto si algún día podré dormir sin la almohada empapada de lágrimas que lloran su ausencia. Lágrimas que extrañan a la niña que más he querido, y seguiré queriendo. Y se fue, como tantas personas se fueron de mi vida; como si mi corazón fuera el pozo en el que entras y caes al vacío de otro mundo. Y ya no vuelves. Nunca más.