19. La Chica De Las Aventuras Peligrosas

Continúo con mi rutina de dar vueltas por mi habitación, mientras la intranquilidad y el miedo hacen que mi tortura sea más difícil de soportar. Siento como las manos me sudan y sin querer, pego un brinco al sentir como mi celular comienza a sonar.

—¿Lo hiciste? —pregunto, apenas respondo la llamada.

—Sí…

—¿Y bien?

—Bueno…

Escuchar la falta de seguridad con la que habla, me da la respuesta que tanto temía escuchar.

—¿Estás seguro de que hablaste con todos sus conocidos?

—Sí, Eithan, lo hice, pero ninguno sabe dónde puede estar Madi. Nadie la ha visto en todo el día —afirma, mientras yo trago saliva con algo de dificultad—. Bueno, un chico la vio hoy, pero fue muy temprano en la mañana. Nadie más estaba despierto a esa hora, por lo tanto, nadie más la vio después de eso.

Una leve punzada de enojo me invade, aunque desconozco el porqué. Quizás sea por el hecho de saber que otro chico se encontró con Madison, cuando yo, sólo vi a Madeline. No es que esté siendo posesivo o algo así, pero se me hace injusto. ¿Por qué Madi no apareció ante mí? ¿Por qué apareció ante otro chico?

«Hombre, ¿no crees que estás exagerando?»

«¿Por qué lo dices?»

«Bah, por nada, sólo que sonaste a protagonista celosa en una telenovela»

Vale, eso dolió.

Consciente de que lo que siento no son celos, decido ignorar ese pensamiento y me concentro en lo que en realidad me importa. Y es encontrar a Madi sana y salva.

—Sigue intentando, Jeff. Alguien tiene que tener alguna pista de dónde puede estar —indico, con firmeza—. Yo me encargaré de buscarla en los alrededores.

Jeff acepta y después, cuelga la llamada, dejándome a mí a pocos pasos de sufrir un colapso nervioso.

Tiro de mi cabello con frustración, mientras obligo a mi mente a recordar cualquier cosa útil. Algo que Madi haya dicho… o hecho… no lo sé, cualquier cosa podría representar una pista que nos lleve a saber el paradero de mi rara vecina. Y si tengo que examinar cada una de las palabras que dijo cuando estaba conmigo, lo haré sin dudarlo.

«Tengo entendido que planeaban saquear otros negocios del lugar y el siguiente en la lista era la venta de motocicletas. Mi trabajo no era el único objetivo»

Las palabras de mi madre regresan a mi memoria de golpe, iluminando mi mente en un par de segundos.

¡Pero claro! Todos supimos que el siguiente negocio que robarían, sería la venta de motocicletas y Madi no es la excepción. Incluso, en los audios que me envió el día del robo, se escuchaba con claridad a uno de los hombres hablar del robo a la venta de motocicletas. ¿Será posible? ¿Acaso ese tipo no desistió de llevar a cabo su malévolo plan? Pero esa no es la pregunta que más me atormenta…

¿Y si Madi siguió a ese tipo y algo salió mal?

No quiero pensar eso, pero las circunstancias no me ayudan a pensar de forma “positiva”. ¿Y si Madi quiso averiguar más sobre el sospechoso que escapó? ¿Y si lo encontró y decidió seguirlo? ¿Y si en realidad, el tipo iba a robar la venta de motocicletas y Madi intentó detener sus planes?

Sólo hay una forma de averiguarlo. Y aunque no es mi favorita, ya no me quedan otras opciones.

Me apresuro a sacar algunas cosas y guardarlas en los bolsillos de mis pantalones. Y luego de llamar a mamá y avisarle que saldré un momento, cierro con llave la puerta y me echo a correr, en dirección hacia el sitio dónde Madi puede estar.

Al igual que el ladrón…

Intento mantener esos pensamientos alejados de mi mente durante todo el camino y sólo me concentro en seguir corriendo, hasta que, al fin, llego a mi destino.

Me detengo a recobrar el aire durante algunos segundos, mientras observo con fijeza el inmenso edificio que aparece ante mi vista. Es muy similar al lugar donde mamá trabaja, por lo que no me siento tan intimidado como pensé que estaría.

Una vez que he recuperado mi energía, comienzo a inspeccionar los alrededores. Está tan oscuro que apenas si puedo ver algo y ni hablar del silencio que hay, porque impide que cualquiera de mis movimientos pase desapercibido.

Las dudas no tardan en golpearme de repente. En las películas, siempre que el lugar está “en excesiva calma”, nunca es una buena señal y me preocupa que éste sea el caso. ¿Y si Madi estuvo aquí? O aún peor, ¿y si Madi sigue aquí? Pensar eso me inquieta, por lo que me dedico a buscar señales de su presencia en el lugar.

A tientas, me acerco hasta la puerta que está junto a los contenedores de basura y mi sentido de alerta se activa al ver que ésta está abierta, mientras que, tirado a un lado, hay un candado que fue golpeado hasta quedar destruido.

Mi respiración comienza a volverse más dificultosa al darme cuenta de lo que eso significa. Ninguno de los trabajadores dejaría la puerta abierta, lo cual significa que alguien tuvo que forzar el candado para abrirla. Y, lo más probable, es que ese alguien siga allá adentro.

Pero… ¿y si Madi lo siguió y también está allá adentro?

La parte lógica de mi cerebro hace acto de presencia, diciéndome que sería una completa locura entrar y averiguarlo yo mismo. Lo más oportuno sería llamar a la policía, pero… ¿cuánto tiempo puede pasar antes de que lleguen? ¿Y qué tal si Madi está en peligro y necesita ayuda ya?

La parte de mi cerebro que se las da de héroe, vuelve a aparecer, iniciando una lucha con mi parte lógica. ¿Qué se supone que debo hacer?

Sabiendo que me arrepentiré de esto luego, decido entrar por la misma puerta que utilizó el intruso.

Adentro, no hay más que oscuridad, una oscuridad tan densa que me impide ver hacia dónde voy, sin mencionar que aquí, hay más silencio del que había allá afuera, el cual me ayuda a percatarme de algunos sonidos que se escuchan de forma lejana. No sé qué sean, pero, decidido a averiguarlo, me concentro lo suficiente para poder seguir la dirección de la que provienen.

Creyendo que voy por el camino correcto, continúo avanzando con lentitud, hasta que mis pasos son interrumpidos por un objeto que se halla en el suelo, el cual me hace caer de rodillas. Suelto un leve quejido por la incomodidad que me invade y ahí entiendo que tropecé con lo que parece ser una caja.

Decidido a no repetir éste accidente, saco mi celular y enciendo la linterna, la cual, de inmediato, ilumina todo a mi alrededor, cegándome la vista por algunos segundos.

Aún con mi visión medio borrosa, no tardo en apreciar cada detalle del sitio en el que estoy. La sangre en mi cuerpo se hiela cuando me encuentro con lo que parece ser la oficina y, saliendo de ella, la sombra de un hombre se manifiesta.

Mierda, tiene que ser él…

Al verlo, intento apagar la linterna de inmediato, pero mi torpeza me lo impide y acabo tirando el celular al suelo, el cual se desliza a unos cuantos pasos de mí. Ni siquiera lo dudo y me arrastro hasta él, mientras mis dedos temblorosos hacen intentos patéticos por presionar bien los botones. El corazón me late a mil por hora y mi peor pesadilla se hace realidad cuando siento que aquel hombre se ha percatado de mi presencia en el lugar.

Hasta que, de la nada, aparece otra persona que me salva de la situación.

Alguien me tira el celular de las manos, pero estando a pocos centímetros del suelo, éste no sufre ningún daño y en ese instante, esa persona se encarga de cubrir la linterna con sus dos manos.

Levanto mi vista un poco y me encuentro con el rostro de la persona que menos esperaba ver. Y, al mismo tiempo, a la que más deseaba encontrar.

Mi sorpresa es tanta que no me percato de que estoy a punto de levantarme del suelo, hasta que Madi se me adelanta y me obliga a regresar a mi antigua posición, en cuclillas. Mi boca se abre con la intención de hablar, pero de nuevo, actúa más rápido que yo y coloca una de sus manos sobre ella, impidiéndome articular cualquier sonido, para después, llevar su dedo a sus labios, indicándome que guarde silencio.

Asiento y ambos volteamos a ver en dirección a la oficina, sólo para encontrarnos con la figura del mismo hombre de antes, quien mira a su alrededor con algo de prisa y regresa adentro, sin haberse percatado de nuestra presencia en el lugar.

Suelto todo el aire con exagerada fuerza, mientras Madi hace lo mismo, dando algunas respiraciones rápidas.

—¡¿Qué rayos estás haciendo aquí, Eithan?! —Aunque su voz sale en un bajo susurro, presiento que tiene ganas de gritarme con todas sus fuerzas.

—¡Eso mismo te pregunto yo! —exclamo, en el mismo tono—. ¿Qué demonios estás haciendo aquí? O mejor dicho, ¿en dónde has estado todo el día?

Vale, eso sonó a celos, ¡pero no lo son! ¡En serio!

—Escuché algunos rumores que decían que uno de esos tipos había escapado. ¿Y adivina qué? ¡Resultó ser verdad! —Su exagerada alegría me inquieta, pero aún así, continúo escuchándola—. Fui al bosque a dar una vuelta y lo encontré en ese punto, así que decidí seguirlo. ¡Y mira! No me equivoqué.

—¡¿Lo has seguido durante todo el día?! —Ella asiente, sin dudarlo.

Creí que nada de ésta chica podría sorprenderme más que lo de su enfermedad, pero vaya que me equivoqué. Y de gran manera.

—¿Por qué lo seguiste? ¿No hubiera sido mejor llamar a la policía?

Madi niega y luego, responde: —No tenía pruebas. Nadie me hubiera creído y al final, él hubiera quedado libre.

Chasqueo con la lengua al darme cuenta de que tiene razón. Si sólo hubiera ido a la policía, nadie le hubiera creído. Al final, ese tipo hubiera quedado en libertad y Madi, como la mentirosa del pueblo. Su extraño pensamiento parece tener algo de lógica.

Aunque… muy poca, la verdad.

—Va, si querías reunir evidencias o qué sé yo, ¿por qué no le dijiste a nadie? ¿Por qué viniste sola? ¿Sabes el riesgo que eso implica?

—Entiéndeme, Eithan, no quería involucrar a nadie —explica, con seriedad—. Mira lo que pasó la última vez. Tú y Jeff acabaron en peligro por mi culpa. No quería que eso volviera a suceder, por eso elegí venir sola.

—Tienes que estar loca, Madi…

Las palabras se me salen de la boca antes de que pueda detenerlas. Y la loca, digo… la “rara” de mi vecina, no tarda en verme mal al escucharme.

—¡¿Acabas de llamarme loca?!

Mal momento para quejas, Madi.

Antes de poder disculparme, el silbido de una persona consigue ponerme los pelos de punta, sobretodo al confirmar que se trata del mismo hombre de antes, quien deambula por toda la oficina como si buscara algo. O, en todo caso, como si no buscara nada.

Por instinto, me agacho hasta quedar oculto de su vista y Madi hace lo mismo, escondiéndonos detrás de lo que parece ser un escritorio, el cual basta para ocultarnos de quién sea. No es sino hasta ese momento que entiendo la realidad de la situación en la que estamos. Esto es demasiado peligroso para dos chicos de nuestra edad. ¿En qué rayos nos metimos?

—Tenemos que salir de aquí cuánto antes —sentencio.

Madi asiente, aunque algo dudosa, lo cual me desconcierta, ¿no debería estar deseando irse? Decidido a intentar entenderla, la interrogo al respecto.

—No puedo quedarme tranquila sabiendo que ese hombre se va a quedar aquí, con la venta de motocicletas en la palma de su mano —responde, con cierta intranquilidad—. ¿Qué pasará si no logramos pedir ayuda a tiempo? ¿Qué pasará si consigue lo que busca?

Esto no me suena para nada bien…

—¿De qué hablas? ¿Por qué presiento que estás planeando algo?

Su silencio me confirma lo que más temía.

—Hay un botón que activa la alarma silenciosa. Si logramos accionarlo, la policía estará aquí en cinco minutos —afirma, muy segura de lo que dice—. El problema es… que está debajo del escritorio de la oficina.

Tienes que estar bromeando…

—¡Ni siquiera lo sueñes, Madi! ¡Eso sería un suicidio! —exclamo, horrorizado.

No, no, no, ¡tiene que estar bromeando!

Siento que la cabeza me da vueltas con sólo escuchar su idea. De todas las que ha tenido, en definitiva, ésta es la más loca de todas. ¿Cómo rayos pretende que entremos a la oficina, activemos la alarma y salgamos como si nada? ¡Es imposible! Sería lo mismo que entrar a la boca del lobo y en serio, no quiero ser yo quien viva esa experiencia.

—Es la única oportunidad que tenemos de salir a salvo de ésta —explica—. Si salimos de nuestro escondite, lo más probable es que nos vea y entonces sí, estaremos en problemas. Por el contrario, si logramos activar la alarma, la policía vendrá y sólo tendremos que esperar a que lo capturen.

Su idea me parece de lo más ridícula e ilógica. Si el ladrón no se ha percatado de nuestra presencia hasta ahora, lo más probable es que ni siquiera se dé cuenta de cuando nos vayamos. No puedo decir lo mismo si intentamos seguir el plan de Madi, pues en cuanto nos paremos a un metro de la oficina, él nos verá y no quiero saber qué va a pasar luego de eso.

—Haré esto contigo o sin ti, Eithan —amenaza, ganándose una mirada de sorpresa de mi parte—, pero sin tu ayuda será más difícil. Tú decides.

Dicho esto, se va y corre en dirección desconocida.

Me quedo con la boca abierta durante algunos segundos, sin poder creer lo que acaba de pasar. El corazón me late con tanta fuerza que incluso lo siento en mi cabeza, provocando que sólo quiera salir corriendo de aquí, sin embargo, mi propia mente me detiene al recordar que Madi sigue aquí y el sentimiento de culpa no tarda en aparecer, más cuando me doy cuenta de que no puedo dejarla aquí, sola.

Suelto un bajo gruñido al no saber qué hacer, pero me escondo más en mi lugar al escuchar un ruido muy extraño. No parece provenir de aquí adentro, sino de afuera, pero es tan fuerte que basta para que el hombre asome un poco su vista para ver qué lo provocó.

¡Eso es! Si el ladrón escucha un sonido similar, pero que provenga de aquí adentro, lo más probable es que decida ir a investigar. Y en cuanto salga de la oficina, tendremos la oportunidad perfecta para accionar el botón.

Miro hacia todos lados y luego de respirar profundo, corro en la misma dirección que Madi, con la esperanza de encontrarla.

Sé que luego me arrepentiré de esto, pero, por ahora, lo único en lo que pienso es en encontrarla y salir de aquí cuánto antes.

Por suerte, para mí, la encuentro escondida detrás de otro escritorio, a varios metros de la oficina.

—Sabía que no me dejarías sola en esta —murmura, sin siquiera verme.

—No sería capaz de algo así —comento, despreocupado—. Ahora, escúchame, porque tengo un plan.

Junto con Madi, acordamos seguir el plan que ingenié. Yo buscaré la forma de distraerlo desde afuera y ella sólo tendrá que correr a la oficina, accionar el botón y salir de inmediato. A simple vista, suena como un plan fácil, pero no lo es, pues seré yo quién corra el mayor riesgo. Si el tipo me encuentra, estaré perdido.

Ambos inhalamos profundo y entonces, iniciamos con la primera fase. Tomo el primer objeto que encuentro en el escritorio que nos esconde y lo lanzo con todas mis fuerzas.

Para mi desgracia, no me percato de que sólo era un cuaderno. Y éste no produce ni el más mínimo sonido.

«¿En serio, Eithan? ¿Un cuaderno?»

«¡Fue lo primero que encontré! ¿Qué más querías que hiciera?»

«No sé, quizás… ¡usar un poco más el cerebro!»

«Vale, me estoy esforzando, ¿sí? ¡Me estoy esforzando!»

Antes de que Madi se burle de mí como lo hace mi conciencia, tomo otro objeto —el cual se siente mucho más pesado que el anterior— y lo lanzo con todas mis fuerzas, atinándole justo a un cuadro en la pared, el cual cae al suelo y se rompe, provocando el sonido de mil cristales quebrándose.

Al oír tremendo ruido, el hombre sale de la oficina con una linterna en la mano y camina con rapidez, dirigiéndose hacia el lugar del que provino semejante escándalo.

Madi ni siquiera lo duda y corre hasta la oficina, entrando de forma tan audaz que, por un momento, hasta me enorgullece. Y no es sino hasta que se agacha debajo del escritorio que la pierdo de vista.

Los segundos pasan y no hay señales de Madi o del asaltante. Ninguno de los dos aparece y eso me preocupa, por no mencionar la ansiedad que me provoca el no saber qué está pasando o el hecho de no poder hacer nada para apresurar el tiempo.

Por fin, mis súplicas parecen ser escuchadas cuando veo a mi vecina asomarse un poco por la puerta, para después, avanzar unos cuántos pasos en cuclillas, intentando pasar desapercibida.

Casi grito de la felicidad al verla abandonar la oficina, sin embargo, mi felicidad se transforma en horror cuando veo la sombra que se acerca a paso rápido hasta donde nosotros estamos.

Madi también se da cuenta, por lo que se queda estática, paralizada, sin moverse ni un sólo centímetro y quedando en pleno camino, donde cualquiera la va a ver sin mucho esfuerzo.

La sombra se acerca cada vez más y ni ella ni yo somos capaces de reaccionar.

No, no, no, ¡¿pero qué rayos hicimos?!

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