17. Si Buscas Un Amigo, Bigotes Es El Indicado

—Y… listo. Aquí tienes a tu nuevo amigo. —Sonríe, tendiéndome la jaula con el pequeño gato adentro.

—Gracias, Jeff —le digo, tomándola con mucho cuidado—. Dudo que me arrepienta de esto.

—Siempre lo he dicho: Si buscas un amigo, Bigotes es el indicado —afirma, sin dejar de sonreír.

Le devuelvo la sonrisa mientras miro con curiosidad a mi nueva mascota. Admito que, al inicio, la idea de adoptarlo me aterró, ya que nunca había cuidado un animal, ¡ni siquiera puedo cuidarme yo solo! Pero cuando lo pensé mejor, me di cuenta de que esto era lo que quería y aquí estoy, observando de cerca al pequeño gato que, ahora, será mi compañía.

Miro a mi alrededor y noto algo vacío el lugar, sobretodo por no ver a cierta persona rondando por ahí.

—Oye, ¿dónde está tu amiga? —le pregunto, intentando no sonar demasiado entrometido. Después de todo, sólo es simple curiosidad mía.

—Nuestra.

—¡¿Qué?!

¿Pero qué? ¿Me leyó la mente?

—Digo que ahora es “nuestra” amiga —aclara.

Joder… otro susto de esos y me da un infarto.

—Eh… sí, claro, nuestra amiga —balbuceo, un poco nervioso.

Jeff sólo me mira con confusión, sin embargo, decide dejarlo pasar e ignorar el tema, cosa que en serio agradezco. No es que me cause algún problema ni nada, pero teniendo en cuenta el gran enredo que tengo en la cabeza desde antier, lo que menos quiero es que me relacionen demasiado con Madi y es que sí, lo admito, me incomoda un poco pensar en ella. Aún no he resuelto mi problema sobre lo que en realidad siento por ella y eso me asusta, porque… siendo honesto, la idea de que me atraiga una chica con TID, no me resulta del todo agradable.

—¿Eithan?

Regreso a este mundo al oír a Jeff, hablándome.

—¿Sí?

—No escuchaste nada de lo que te acabo de decir, ¿verdad?

«Te atraparon, genio»

«Tú cállate, nadie te preguntó»

«Pero yo soy tú, así que, en teoría, nos hablaron a ambos, listo»

¿Alguien sabe cómo librarse de esa voz que muchos tenemos en la cabeza? Porque, en serio, me urge saber cómo hacerlo.

—Bueno…

—Hombre, tú no tienes remedio —se queja Jeff, de forma dramática—. Te dije que Madi se tomó el día libre. Tenía que resolver un asunto.

—¿Y eso? ¿Pasó algo?

—¿Recuerdas las fotos que nos envió? —Asiento, recordándolas—. Bien, esas no eran para nada claras, pero las que tomó con su cámara, sí que lo eran, así que… las utilizarán como evidencia en el caso.

—¿Y eso significa que…?

—Eithan —dice mi nombre, mientras me mira como si dijera ¿No es obvio?—. La policía tiene la cámara de Madi.

Oh… creo que ya voy entendiendo.

—Entonces… supongo que eso significa que…

—Madi fue a averiguar cómo va la investigación y a saber si ya le pueden devolver su cámara. —Termina la frase por mí.

Admito que, por un instante, me siento mal por ella. Lo que yo más amo es mi cámara y no sé qué haría si un día me quedara sin ella, sin mi fiel compañera de fotografías, así que no imagino lo mal que Madi debe estarla pasando, sobretodo cuando ella ama tanto tomar fotos.

Sin embargo, también debo admitir que escuchar eso, me alivia un poco. Sé que sonaré como un niño infantil de trece años, pero en mi mente, agradezco el hecho de saber que no corro el riesgo de encontrármela por ahí. Es un poco inmaduro sólo huir de ella, pero mientras no sepa qué más hacer con lo que siento, creo que ésta es la mejor opción que tengo.

Mis ganas de retar a la mala suerte son nulas y no pretendo invocarla, así que me apresuro a despedirme de Jeff y sin demorarme ni un segundo más, abandono el albergue, yéndome a toda prisa en dirección a mi casa, llevando conmigo la jaula donde Bigotes descansa con tanta tranquilidad.

A medio camino, una extraña sensación me hace detenerme de golpe. Giro mi rostro sólo un poco para observar de reojo si viene alguien detrás de mí, pero lo único que encuentro, es un camino desierto y silencioso, sin embargo, el mal presentimiento no desaparece, sino que se intensifica, haciendo que una alarma comience a sonar en mi cabeza.

No sé por qué, pero siento que alguien me sigue.

Devuelvo mi vista al frente e inhalo un poco de aire para intentar tranquilizarme. No, seguro que sólo son ideas mías. ¿Quién podría estarme siguiendo, cuando todos en el pueblo saben que soy el nuevo que se mudó a la casa en la que no vivía nadie? Suena tonto, lo sé, así que decido tomarme un segundo para volver a respirar y entonces, continúo mi camino.

—¡Boo! —grita una voz femenina, proveniente de la chica que salta de golpe frente a mí.

Su acción me hace retroceder y, por accidente, acabo soltando un leve grito debido al susto, grito que la hace reír un poco. Mi corazón comienza a latir a toda velocidad y me toma varios segundos reaccionar y darme cuenta de que, es nada más ni nada menos que la loca de mi vecina.

Ruedo los ojos con desgano al confirmar que se trata de ella. En serio, ¿era necesario meterme tremendo susto? ¿Acaso quiere matarme de un infarto o qué?

—Mmm… eres tú —murmuro, con cierto fastidio en mi voz.

—Sip, sólo soy yo —afirma, para después, volver a reír.

Suspiro con pesadez e inhalo una buena bocanada de aire, mientras intento reponerme. Con algo de discreción, observo a Bigotes y me dan ganas de golpearme al ver que el condenado gato ni siquiera notó lo que pasó, pues sigue durmiendo como si nada. ¿En serio soy tan cobarde? ¿Aún más que un gato?

Suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo y vuelvo a concentrarme en mi vecina, quien, por alguna razón, no ha dejado de sonreír con plenitud.

—Pensé que no te vería hoy —le digo, intentando que mi “incomodidad” no se note tanto.

—Bueno… resulta que solo quería ver “al chico que salvó la empresa” —indica, de forma dramática, dibujando en el aire un pequeño arco con sus manos, cosa que me hace reír—. Dime, chico nuevo, ¿qué se sintió ser el héroe que evitó un robo?

Sus palabras y la emoción que éstas demuestran, logran que mi rostro se caliente un poco.

—Nah… no es la gran cosa —le quito importancia, con la esperanza de desviar un poco la atención de mí—. En realidad, todo fue gracias a tu amigo.

—¿Quién? —pregunta, con el ceño fruncido, cosa que incluso me confunde a mí.

—Jeff. Es tu amigo, ¿no?

—Oh… hablas de él. —Sonríe, de forma nerviosa, ganándose buena parte de mi atención— Bueno… no sé si en realidad pueda llamarlo “mi amigo”. Apenas si cruzamos algunas palabras de vez en cuando.

Su repentina confesión me da en qué pensar, ¿por qué Madi diría eso cuando Jeff es su mejor amigo?

Mi mente se ilumina y por primera vez desde que estamos parados aquí, me tomo un momento para observar la apariencia de mi vecina. Buena sorpresa me llevo al darme cuenta de que lleva un vestido color rosa pastel, combinado con unas zapatillas sin tacón. Además, no lleva tanto maquillaje como otros días; no obstante, es imposible no notarlo, sobretodo en sus ojos.

Sólo una de sus personalidades se viste tan bien. Y esa, es Madeline.

Al darme cuenta de mi error, de inmediato, busco una forma de cambiar el tema, para que así, no se de cuenta de que confundí su personalidad con la de Madison. Para mi mala suerte, soy malo en estas cosas, por lo que sólo se me ocurre una pregunta.

—¿Vas a algún lado? ¿O sólo dabas un paseo?

—De hecho, no. Voy a la estación de policía.

Las palabras de Jeff regresan a mi memoria. Dijo que “Madi” iría a ver si ya le podían devolver su cámara, ¿será que eso es lo que Made va a hacer?

Mis ganas de averiguarlo, se desvanecen cuando recuerdo mi situación con ella y la gran confusión que me ha causado desde hace ya dos días. No quiero agrandar el enredo que tengo en la cabeza, así que opto por dejarla continuar y no retrasarla más en su viaje. Sin tantas vueltas, me despido de ella, no sin antes desearle suerte y entonces, ambos nos separamos, por lo que yo continúo con mi camino, llegando a mi destino unos minutos después.

Apenas entro y cierro la puerta de un fuerte golpe, provocando un gran estruendo que se oye por toda la casa, sin embargo, decido ignorarlo y corro a toda prisa a mi habitación, lugar donde, al fin, puedo liberar a Bigotes de su pequeña prisión.

En cuanto abro la jaula, Bigotes se estira con toda la paciencia que un gato puede tener y comienza a caminar de forma lenta y pausada, mientras mira hacia todos lados y olfatea el suelo, como si intentara reconocer el sitio en el que está, pero vamos, ¿cómo lo va a reconocer, si nunca ha estado aquí?

Pensar eso me saca una sonrisa, la cual pasa a volverse una leve mueca cuando veo como el condenado gato se sube a la cama, para después, acurrucarse justo sobre mi almohada.

Tal parece que no fue mala idea comprar el cepillo para quitar de la ropa el pelo de las mascotas.

Mi breve concentración se ve interrumpida por el sonido de mi celular, así que lo busco con torpeza por mi habitación, para que al final, aparezca en el bolsillo delantero de mi pantalón.

Para no dejarme aún más en ridículo, me apresuro a responder la llamada y me encuentro con la voz de mi mamá al otro lado de la línea. Ella me pide que vaya a su trabajo y le lleve unas carpetas que olvidó esta mañana en su escritorio, así que las busco en su habitación y al encontrarlas, decido ponerme en marcha, no sin antes asegurarme de cerrar todas las puertas y ventanas de la casa, de manera que Bigotes no tenga cómo escapar.

Por suerte, llego más rápido de lo esperado y luego de recorrer varios pasillos y preguntarle a varias personas en dónde está la oficina de la gerencia, doy con la ubicación exacta y le entrego las carpetas a mi mamá en sus propias manos, para después, buscar a tientas la salida de aquel inmenso lugar.

No pueden culparme. Cuando estuve aquí, era de noche y ni siquiera sabía por dónde iba caminando. Fue una suerte que no me perdiera ese día.

Luego de dar mil vueltas por el edificio, al fin, llego a la salida y aprovecho para respirar tan profundo como mis pulmones me lo permiten. No puedo evitar sonreír al aspirar el dulce aroma que proviene del bosque, el cual, me recuerda que no fue tan mala idea mudarnos a vivir a este sitio.

O eso hace, hasta que vuelvo a tener el extraño presentimiento de que alguien me observa.

Mi sentido de alerta vuelve a activarse por segunda vez en el día y por instinto, me quedo quieto y sin siquiera respirar, lo cual surte efecto y me permite escuchar un extraño sonido; como el que produce la rama de un árbol al ser pisada por alguien.

Me giro de golpe, en busca de lo que sea que haya producido ese sonido y mi vista se enfoca en un inmenso y frondoso árbol, el cual es muy ancho. O, por lo menos, lo suficiente como para esconder a una persona.

Sin pensarlo más, corro hasta esa dirección. Y en cuanto la silueta frente a mí, hace el vago intento de huir, la tomo del brazo con algo de fuerza para evitar que escape.

—¡Auch! —se queja, con dolor—. ¡Eithan! ¡Me duele!

Pero claro, tenía que ser ella.

Lo admito, quizás sí la sujeté con demasiada fuerza.

—¿Por qué siento que me estás siguiendo? —pregunto, con seriedad, mientras voy aflojando poco a poco mi agarre.

—¿Estás loco? ¿Por qué rayos iba a seguirte, Eithan?

—Eso mismo pregunto yo, ¿por qué rayos me seguías? —interrogo, sin deshacer del todo mi agarre en su brazo.

—¡Que no es eso! —exclama, ya rendida—. No te estaba vigilando a ti. Sólo observaba los alrededores y me aseguraba de que no hubiera nadie “sospechoso” merodeando por aquí.

Bueno… si lo pienso bien… la verdad, tiene mucho sentido.

Suspiro con cansancio y mi vista es atraída por su ropa. Casi de inmediato, reconozco ese estilo simple y sencillo que siempre la caracteriza. La chica frente a mí es, sin duda, Madison.

Para no ponerme aún más en ridículo, decido cambiar de tema y a mi mente, viene el recuerdo de lo que Jeff me dijo ésta misma mañana. Quizás ese pueda ser un buen tema de conversación, ¿no?

—Jeff me contó que irías a recuperar tu cámara —inicio, cruzándome de brazos de forma “casual”—. Cuéntame, ¿cómo te fue con eso? ¿Te la devolvieron?

Su semblante se entristece en ese instante. No ha dicho nada, pero yo ya sé la respuesta.

—Creo que no me la devolverán en un buen tiempo… —murmura, sin entusiasmo.

—Tranquila, seguro que te la darán en unos días —la consuelo, porque aunque me cueste admitirlo, la verdad es que verla así, me hace sentir un poco mal—. Sólo espera y ya verás.

Madi me dedica una sonrisa tímida, pero antes de poder devolvérsela, un extraño sonido proveniente del bosque, me hace saltar del susto. Se oyó como si alguien hubiera pisado algunas hojas, pero se escuchó tan fuerte que logró meterme un buen susto.

La chica junto a mí, ríe de forma nerviosa al ver mi reacción, lo que me hace sentir ganas de meter la cabeza en la tierra y no tener que volver a salir nunca más. Es que hacer el ridículo delante de ella se me da pero de maravilla.

Aunque… tengo que admitir que me gusta oírla reír. Tiene una bonita risa.

La sonrisa que tenía dibujada en el rostro, se me borra de golpe al recordar lo que siento por ella. O bueno, lo que “creo” estar sintiendo, porque aún no sé bien qué sea. Lo único que sí sé es que me incomoda y no me gusta para nada la idea.

Recorro a mi vecina con la vista un par de veces. Ahí está ella, sonriendo como si la situación fuera la más normal del mundo, pero ese es el problema, que no lo es. Esto no tiene nada de normal. Y es que, siendo honesto, la idea de que me guste una chica con dos personalidades distintas, me resulta demasiado aterradora como para aceptarla.

No puedo. No puedo y no quiero aceptarla.

—Me tengo que ir —informo, para después, darme la vuelta y empezar a caminar.

Ni siquiera me tomo la molestia de esperar una respuesta de su parte, pues de inmediato, acelero el paso en dirección a mi casa. Seguro que mi rara vecina se quedó muy confundida por mi repentina actitud y en serio, no suelo ser así de descortés, pero la idea de que ella quizás sí me gusta, me sigue atormentado. No me agrada para nada el hecho de sentirme “atraído” por alguien así y, si soy honesto conmigo mismo, esa idea me inquieta demasiado como para no hacer algo al respecto.

Y sí. Si quiero dejar de sentir “esto” por ella, tengo que hacer algo al respecto.

Quizás, sea momento de tomar distancia.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top