Una misión inesperada, ¿Navidad separados?

—¿Entiende la misión, entonces?

Peter mira el mapa que el jefe S.H.I.E.L.D. había extendido en la pequeña sala de espera para abordar el jet y agita la cabeza asintiendo con la frente arrugada.

—¿Solo tengo que hacer eso? —pregunta aún confundido.

—¿Solo eso? Esa central está altamente vigilada y tiene cinco anillos de seguridad. Me preocupa que diga solo eso, señor Parker.

Peter se sonroja ligeramente.

—Lo siento, es que... ya he hecho prácticas de este estilo. El señor Stark se asegura de que mi entrenamiento sea completo. El coronel Rhodes ha supervisado muchos de mis trabajos por fuera de la agencia.

El hombre lo estudia detenidamente y Peter se agita un poco. No le gustaba mucho el presidente de S.H.I.E.L.D. pero Tony trabajaba siempre con él y a la fecha no lo había escuchado quejarse excesivamente de él. Y eso que a su mentor parecía darle años de vida quejarse de las personas. Decía cosas como que era un viejo engreído y un estúpido de remate, pero no es que dijera algo mejor del presidente de los Estados Unidos.

—Bueno, entonces cuento con que la misión esté completa antes de que pasen las 72 horas que se le brindaron de ventana —comenta mirándolo atento a su reacción.

Peter esperaba silenciosamente que la misión esté completa en mucho menos de eso. No le gustaba nada estar haciendo eso en épocas navideñas, pero no es como si pudiera decir mucho. Cuando lo llamaban no tenía permitido negarse. Lo que más le extrañó es que la llamada viniera de manera tan directa. Tony era el que solía darle sus misiones, pero como Tony tenía algo así como diez días, trece horas y... veinte minutos de no hablarle... Conteniéndose para no suspirar con fastidio, sabiendo que ya había quedado como un arrogante sin querer y no pretendía encima dar la imagen de un maleducado, Peter asiente.

—Cuento con ello, sí —dice solemne y el hombre de edad que frente a él lo estudia, asiente con lentitud.

—El equipo de respaldo estará atento por si surge algún inconveniente. Uno de extracción esperará por aquí —dice señalando una de las unidades más lejanas del bloque de edificios que bordeaban la bahía donde la central nuclear hacía base en medio del atlántico.

—Bien —murmura Peter, pues esa era información que ya le había brindado la noche anterior cuando lo llamaron y le dijeron que en media hora lo pasarían a buscar para llevarlo a una misión.

El hombre que lo esperaba en la acera junto al auto tintado lo miró de arriba abajo unas diez veces antes de abrir la puerta de la parte de atrás del coche y tomar su puesto como chofer. El agente de Control de Daños que lo esperaba en la parte trasera le dio una idea general de la misión y para cuando entró en la sala de comando, tres marines y dos agentes especiales de S.H.I.E.L.D. terminaron de explicarle al detalle todo lo que esperaban de él.

—Deberá comprobar cada dos horas su ubicación para que los equipos de espera puedan reorganizarse si algo va mal.

—Seguro —murmura torciendo un poco la vista, para ver sobre el mapa. Ya sabía de memoria las ubicaciones y los tiempos, pero quería dar la imagen correcta.

No sabía si Tony estaba detrás de algún vidrio estudiando. La idea era un poco descabellada, pero no tan improbable como podría parecerle a alguien que no tuviera años de eso encima. Quizá la prueba no era propiamente para él, sino para su mentor. Eso también tenía mucho sentido y por más que Peter empezaba a sentir deseos de estrangular al susodicho por su terquedad, no iba a hacerlo quedar mal con un superior.

El general Ross lo mira detenidamente antes de darle un golpe a la mesa y cerrar el plano. Peter lo mira sin saber qué esperar, pero el hombre se endereza y sonríe cogiendo el bastón que había acomodado sobre la mesa al sentarse en la silla frente a Peter.

—Bien, señor Parker, esperaré atento su reporte.

Peter asiente con una pequeña reverencia y el peso de su mochila hace que la misma se deslice por su espalda hacia un lado.

—¿Tiene su traje?

—Me lo dieron anoche, señor. —asiente agitando la correa de su mochila.

—Bien. El despegue está programado para cuando pase la primera hora de la tarde. Puede ir a descansar a la sala de arriba o ir directamente a la pista y familiarizarse con su equipo.

—Muy bien, gracias, señor.

El general lo mira antes de sonreír de lado y extender la mano.

—Un placer contar con usted, señor Parker. No solemos llamar a nadie más que al señor Stark para misiones en estas fechas, pero este año resultó ser que sí tiene planes para Navidad.

—¿Los tiene? —pregunta pillado con la guardia baja.

La mano del coronel suelta la suya y lo mira curioso antes de empezar a andar. Su mente se queda en esa idea por unos segundos, pero como ve que el hombre a su lado no lo espera, tiene que apurarse antes de quedar irrespetuosamente rezagado. El instinto le dice que ese comentario fue dicho de manera muy intencional y demasiado evidente, pero no entiende qué espera que Peter acote.

No hay forma en la tierra o en el cielo de que el mismísimo presidente de S.H.I.E.L.D. que supiera que Peter estaba... y eso no explicaba que Tony tuviera planes para navidad. La cena que él mismo programó aún estaba en la lista de pendientes a informar a su mentor, así que eso tampoco podía ser algo que Ross intentará sonsacarle o que el mismo Tony pudiera interponer como una excusa.

—Sorprendente, ¿no? —sonríe Ross, acompañando a Peter a la zona de descenso a la pista. Obviamente no estaba bien que decidiera echarse una siesta así se lo ofrecieran—. Cada Navidad durante años ofreciéndose una y otra vez a misiones y este año cuando le dije de esta me dijo que al final tenía planes.

Peter fuerza una sonrisa. Quizá solo era una excusa para no llevar a cabo una misión que tenía el riesgo potencial de extenderse por tres días. Peter estaba seguro de que Tony preferiría misiones menos basadas en la paciencia. Una vez más la punzada en su nuca trina y como cada vez en esos días, le cuesta muchísimo no hacerle caso. Su mentor era el que repartía las misiones entre los Vengadores y los héroes bajo el mando de S.H.I.E.L.D. y desde que a Peter le dieron el informe completo de la misión, intentaba entender cómo es que se la asignaron a él: tenía que mantenerse encerrado en una claustrofóbica caja a la espera de que el personal de seguridad bajará la guardia y le permitiera escurrirse sigilosamente en la base. Dentro, tenía que sortear el camino hasta la sala de mandos y una vez allí, implantar un virus en la IA que controlaba la seguridad y las rotaciones de los empleados.

No era nada que de verdad no hubiera practicado de ante mano y no había diferencia real entre esa misión y lo que significaba para él colarse en el despacho del coronel Rhodes en el pentágono y Peter se metió cinco veces en aquel lugar sin que lo detecten, pese a que el pobre coronel Rhodes luego de la segunda incursión jamás volvió a descuidarse.

Dentro esa base, la única forma de salir era por donde entró y no habría forma de que use o se valga de una distracción. Si el guardia llegaba a activar la alerta sonal, en menos de dos minutos el lugar quedaría sellado y nada impediría que la agencia Rusa lo atrape. No es que corriera riesgo de morir, o alguna cosa así, pero desde, ya que el coronel Ross iba a aplastarlo como tuvieran que ponerse a sacarlo del calabozo en el que lo iban a meter. Tenía solo una forma de salir y era una vez más mantenerse agazapado en la oscuridad hasta que se abriera la brecha y pudiera escapar.

La idea de la misión era fácil y si perdió tantas horas hablando y cruzando información fue para tener la seguridad de que ninguno de los movimientos que hiciera el personal de la planta fuera un misterio o algo que no pudiera capitalizar. Peter podía repetir de memoria los horarios, los cambios de guardias y las cinco rotaciones de técnicos que iban a sucederse en las 72 hs que le dieron. Todo trabajo aburrido, rutinario y logístico. Por no mencionar que de una paciencia que jamás lo caracterizó. Ese era el motivo por el cual Peter más desconcertado se sentía. No solo porque en años esa era la tercera misión que le daban, sino que el tipo ni siquiera se ajustaba a sus capacidades: vigilar, ser sigiloso y paciente.

Pero, nada de eso era tan sorprendente como era que Tony tuviera planes y rechazara una misión cerca de Navidad. Una parte de su mente le recuerda que Tony no era el sujeto honesto y sin filtros que era Vision. Vis no diría algo así si no fuera verdad, pero su mentor era más que capaz de inventar cualquier excusa para no ir.

Peter maldice para sus adentros y mira el piso queriéndose dar patadas a sí mismo.

—¿Tú no sabes de casualidad quien es la chica?

—¿Pe-perdón? —dice alzando abruptamente la vista

—Bueno, voy a confesarte la verdad, porque quiero demostrarte que no subestimo tu inteligencia —valiéndose de la punta del bastón que había estado chocando contra el suelo, Ross abre una de las puertas de cara al exterior y Peter parpadea intentando contrarrestar la luz que repentinamente lo encandila—. Cuando le pedí a Stark un posible respaldo para esta misión y me dio tu nombre, pensé que valía la pena llamarte. Sé que no es tu estilo de misiones, pero si tu mentor cree que eres capaz yo no me quejaré.

—¿Él le dijo que me llame?

—¿Te extraña o te molesta? —pregunta inclinando ligeramente el cuerpo para poder verlo a la cara—. Empiezo a pensar que no tienes la relación que yo creía con él.

Peter se tiene que esforzar fuertemente para no dejar que esas palabras que tanto le laceran transmuten su rostro. Componiendo una sonrisa de disculpa, encoge los hombros y sonríe.

—Si me hubiera preguntado le habría dich-

—Si te hubiera preguntado, hubiera esperado que mintieras —lo corta sin inmutarse ante la muy factible probabilidad de que Peter le soltara cualquier mentira—. Pero, la cosa es: Rhodes no habla conmigo de Tony. Hace años decidí que no era una fuente segura, luego está Happy que es igual de improductivo que Rhodes y Vision...

—Ya, Vision no es de mucha ayuda —apuntala, casi queriendo sonreír de solo pensarlo.

Ross agita con una pequeña mueca de repulsión el rostro y Peter resiste el impulso de decir algo. Vis no tenía idea de lo que era un chisme, ni como dar información sutilmente. Mucho menos entendía la intrincada diferencia entre ser un soplón y ser un enlace bidireccional entre dos facciones opuestas en una asociación, como bien lo eran los Vengadores y todo S.H.I.E.L.D. en general. Los problemas internos de la agencia no hacían si no empeorar y Peter más de una vez tuvo serias peleas con los chicos de Control de Daños, cuando estos se metían demás en su territorio o cazaban indiscriminadamente a los que eran como él. Pero tenía que existir un enlace que asegurase una vía estable e imparcial de comunicación. Era claro que él estaba demasiado implicado para poder serlo, pero era interesante en sí mismo que Ross pensara que Peter podía señalar a alguien para el puesto.

—Pepper era buena, pero dejó el trabajo —prosigue el hombre bajando la rampa que, como toda la pista, está completamente libre de toda la nieve que se acumula en cada superficie más o menos sólida—. Eso me dejó sin opciones y como imaginarás, no puedo esperar que Tony Stark se controle a sí mismo y a los superhéroes más importantes del planeta sin echarle un ojo encima. Si está por explotar, me gustaría saber a qué lado apunta.

—Hum. Sí entiendo. ¿Pero, para qué me quiere a mí?

Ross se detiene a pocos metros de los hombres que trabajan subiendo y bajando de un jet, cargándolo con cajas muy imponentes y bajando otras no tan imponentes de adentro. Imagina que su viaje no es el destino final y la pequeña mochila que descansa junto a las inmensas ruedas tiene mucha pinta de ser el paracaídas que evitará que la presión del agua le explote los pulmones al caer desde demasiados pies de altura.

—No serías jamás mi primera opción, pero tú... ¿mentor?

—Correcto, mentor —dice saboreando en el fondo del paladar la amargura que eso le genera.

—Mentor —asiente—, está empezando una relación y la última vez que eso pasó las cosas no salieron bien para mí.

Peter siente como su estómago se endurece y cae hasta el fondo de su abdomen.

—¿Relación?

La mirada de Ross es impaciente y poco agradable. Es claro que cree firmemente que Peter solo está haciendo el idiota y nada, nada, desearía más que eso, pero por desgracia no es el caso.

—Tengo las pruebas y nada me interesa menos que inmiscuirme en su infinitamente irregular situación sentimental, pero si va a dejar que su pareja vague por las instalaciones sin supervisión, tengo que hacerlo.

No quiere coger el sobre que le tiende. No quiere porque el sobre es grande y se ve abultado. El sobre tiene el tamaño que tienen los sobres que van a darte malas noticias o arruinarte la vida. Pero Ross se lo sacó de dentro del saco y ya lo agitó tres veces frente a su nariz, impidiéndole fingir demencia. No puede escapar de esa situación, tanto como no puede escapar del dolor que empieza a rodearlo y aferrarse con garras mortales a su corazón.

Como sopesó, en el sobre hay, ¿30? ¿50?, imágenes de Tony en el complejo. Peter le daría el beneficio de la duda, porque así era él, pero en una de las que lo capturaron, puede ver a Dum-E asomar por los amplios ventanales del taller y trae el gorrito que él mismo le confeccionó y puso. No estaba seguro por qué su mentor no se lo sacó, pero ahí estaba. Justo ahí, para restregarle en su cara que mientras él pasó diez malditos y largos días esperando el momento oportuno para volver a pisar la Sede y dar pasó a la fase siguiente de su plan, Tony tenía "citas" o la mierda que sea, con una mujer.

—Entiendo que la conoces —dice Ross, pinchando con ese tono firme e inalterable—. Sé que lo haces, así que no necesito que me des detalles que no me importan, pero, ¿alguna vez te dio mala espina? ¿Te ha hecho preguntas que encontrarías "curiosas"? ¿Sabes si va en serio con ella o es otro ligue?

Peter había notado que las imágenes eran de varios días porque Tony, así nadie lo creyera, no vivía cambiándose el atuendo. Usaba una remera y pantalón distinto cada día, pero no se cambiaba tres o cuatro veces a menos que fuera a salir. Cosa que no parecía haber hecho, pues Peter estaba seguro de que su alerta en google hubiera saltado como loca.

—No sabría decirle, señor. —grazna incapaz de dejar de mirar las fotos, estudiando sin clemencia la prueba irrefutable de su optimismo y estupidez imperdonables—. No estuve yendo estos días a la Sede. Te-tenía trabajo pendiente en casa y en la empresa.

Ross le lanza una mirada directa y abierta de: Sé que mientes. Sí era verdad. Peter no podía ir a la Sede porque su pase saltaba como "acceso denegado hasta después de las vacaciones por fiestas" Era idiota, Tony sabía que era idiota hacerle eso, pero Peter entendía que luego de su último encuentro, su mentor requiriera unos días de aire. Y todos sabían por las comedias románticas que si dejabas que los días pasen con una idea bien clara en la mente del coprotagonista, lo único que hacías era aumentar el interés.

Como un maldito e idiota niño, Peter pasó días en su casa imaginando las fantasías que molestas e irruptoras asaltarían la psique de su mentor cuando menos se lo viera venir. Vería su silla vacía en el taller y recordaría las risas o incluso quizá alguna que otra mirada furtiva que compartían; siempre desde un nuevo prisma mucho menos alumno/mentor, mucho más hombre a hombre. Esperaba sabiendo que Tony en cualquier momento entraría en ese juego obsesivo de revisar el celular cada rato para ver si le escribió, o si en su caso había vuelto a intentar usar el pase de acceso.

Días perdió siendo un maldito idiota, cuando su mentor lo único que hacía era tirarse a la jodida mano derecha de Happy. Una sensación amarga, ácida o agria empezó a inundar su boca. Sus ojos se desenfocan en las siluetas que nada hicieron por esconderse. Los habían pillado en cualquier ventana en el sector de la casa de la Sede, en los alrededores, en su maldita pista de patinaje, lo que era un golpe aún más bajo, y en el taller.

Peter sabía por qué, sabía a cuento de qué venía. Tony se lo dijo, le advirtió claramente lo que sería en su vida si Peter no paraba el juego y Peter lo siguió, sin miedo al éxito, continuó empujando, acariciando su piel, tentando al diablo. Se sabía que era idiota, pero jamás creyó que aparte fuera un ciego rematado.

Claro que Peter conocía a la despampanante morocha. Claro que la conocía porque era imposible pasar por alto su hermosura o su porte. Es decir, era como intentar no ver a una Amazona. Tenía en claro que si ella quería, y Peter se lo permitía, en una sesión de entrenamiento le podría partir al menos cinco huesos antes de que él la venciera. Nunca había sentido celos de ella, porque ella no parecía ser del tipo de Tony, pero sobre todo Tony no parecía su tipo.

Lástima que las imágenes que ahora quemaban sus dedos como si estuvieran embebidas en ácido dejaban en claro que sí era de su agrado. O al menos, le agradaba tener la lengua de Tony haciéndole una amigdalitis, o sus manos sujetándole con firmeza el trasero.

—No estoy mintiéndole, señor —dice al fin, entendiendo que el general Ross no iba a volver a emitir sonido en lo que Peter no dijera la verdad—. Conozco a Antiara, trabaja con Happy desde la época del blip y siempre que la he visto en la Sede me ha parecido una mujer muy profesional y amigable.

Ross lo mira un poco más, quizá queriéndolo forzar a decir más con su silenciosa espera. No lo hará. Sacar esas palabras ya había sido cosa de un esfuerzo titánico. Peter sentía que se le partía el corazón y lo único en lo que podía pensar era en el pase que iba a tramitar con el propio Harley lejos de la Sede y lo mucho que deseaba estar metido en aquella maldita base militar Rusa. La ansiedad por prestar batalla era lo único que protege a su corazón de caer en mil pedazos a sus pies. Necesitaba tener todo bajo control si pretende entrar y cumplir su misión. Quizá una parte de él estuviera pensando en lo bien que hizo Tony en recomendarlo para algo que iba a ser un fracaso rotundo. Se le ocurre que el hijo de puta esperara que le dieran justo allí esa noticia y Peter pudiera aprovechar la misión para limpiar el dolor que empezaba a calar en cada célula de su cuerpo.

—¿Amigable? —dice Ross al fin, con un tono que ya evidencia que no va a seguir fingiendo que Peter o la misión son relevantes.

—Me dice buenos días cada vez que me ve y saluda a todos en la sala cuando se va —explica sonriendo y con franqueza.

La mujer nada le hizo, ella no tenía la culpa de que su men-Tony, fuera una mierda de ser humano, incapaz de actuar medianamente normal.

Los ojos azules de Ross se tornan fríos como un glaciar escrutando su rostro.

—Si fuera tan profesional no estaría teniendo sexo con su jefe.

El desprecio por Tony baña cada palabra. Peter lo mira y se encoge de hombros, reprendiendo a su mente por en un entumecido segundo darle la razón. Aplacando el dolor, no permite que Ross venza su integridad moral.

—El señor Stark no es su jefe. Él solo es el jefe del jefe de ella. Y en Stark Industries esa distinción es de suma importancia. —recita necesitando creer con todo lo que es que fuera correcto.

Si Harley no estaba distorsionando la verdad y por política de la empresa solo tu jefe directo tiene autoridad sobre ti, iba a conseguir mantener su puesto así Tony decidiera no permitirle huir de lo que les hizo.

—Admiro la lealtad, pero te diré que desde que perdimos a la señorita Romanoff, la fiabilidad de tu mentor pende de un hilo muy fino. No es bueno aceptando las ramas de olivo cuando uno se las tiende y es un experto en quemar los puentes de comunicación que tan pacientemente he creado —Peter no deja que la fuerza de su mirada o el porte de su cuerpo ahora que se enderezó y se cierne ligeramente sobre él le haga retroceder ni un minúsculo paso—. Él necesita una correa y podría encontrar la forma de que la señorita Do Santos se sintiera proclive a brindarme la pequeña información que pido, pero, una vez más, estoy intentando respetar la privacidad inmerecida que le he otorgado al señor Stark.

Cogiendo cuidadosamente aire, Peter asiente sin romper el contacto visual.

—Mi traslado a las instalaciones de Stark Industries me tuvo fuera de la Sede esta semana —reitera pasándole las fotos que no hacen sino provocarle arcadas—. Como seguramente su informante ya le advirtió. Conozco a la señorita Do Santos. Es una buena empleada, pero como notó, el señor Stark y yo no tenemos ese tipo de intimidad. No me cuenta sus cosas y no pido explicaciones al respecto —aclara cuando el general abre la boca—. Y en lo referente a lo de su enlace, no tengo idea a quien puede elegir. Quizá si habla con Vision, u es muy específico, el podría...

—Pretendía que fuera usted, señor Parker. Pensé que eso era claro.

Peter da un respingo y mira al hombre sin entender. Tiene que repetir mentalmente esas palabras un par de veces antes de soltar una risotada que parece avivar el fuego que quema en sus entrañas.

—¿Yo? ¿Usted creía que podría usarme a mí para hacer eso?

El general no lo mira con buenos ojos, pero lo cierto es que tampoco se muestra tan indignado con su nivel de osadía al reírse tan descaradamente de su oferta. Debía estar en verdad acostumbrado a la gente de Tony.

—No esperaba que lo hiciera a la primera. Pero espero que lo considere. La misión es importante, así que espero que la cumpla siguiendo los márgenes estipulados.

Peter entrecierra los ojos. No le gusta cómo suena eso. El tinte tajante en su declaración le hace pensar que la charla terminó, pero no terminó en realidad.

—No lo haré —dice más claramente, por si la risa no bastó como indicador.

—Eventualmente entenderá que esto es para ayudarlo y estaré complacido de escucharlo admitirlo.

Aferrándose a su educación, muerde el interior de su mejilla para no responder nada de lo primero que viene a su mente.

—No traicionaré al se-

—Ya —lo corta el general cuadrando dignamente los hombros—. Pero tampoco creo que lo abandones a su suerte con la agencia.

—Quizá crea que él solo puede encargarse de la agencia.

—Entonces sí que eres mucho más idiota de lo que cualquier informe deja entrever.

Peter no cae en la trampa. No se cree ni por un segundo que alguna vez un informe de Tony dijera eso de él. Esa era la lectura que el general quería hacer, si es que lo era y no eran simples palabras diseñadas para hacerlo enojar y brincar al barco sin mirar atrás.

—Muy probablemente eso sea cierto —acepta pensando en que para él, cuando Tony salió de su apartamento, lo hizo por el terror que le producía la cercanía que Peter no paraba de forzar.

—¿Señor Ross? El equipo está listo, señor.

Ambos se giran para ver a uno de los chicos que habían estado haciendo toda la revisión. El corazón le da un pequeño traspié. Había olvidado la misión y maldice. Dentro del jet iba a tener que volver a revisar todo. Con las ideas licuadas como las tenía, no podía ni recordar el número de guardias de seguridad que había en el turno noche, turno que iba a usar para infiltrarse.

—Bien. Señor Parker, hablaremos un poco más a su regreso.

Peter lo ve alejarse con su bastón maldiciendo muy fuerte para sus adentros.

—¿Tienes todo en esa mochila? —le pregunta el técnico alzando la ceja.

—Sí. Vamos.

El hombre, que parece tener la misma edad que Tony, lo mira estrechando los ojos.

—¿Nervios o solo fue Ross siendo Ross?

—El general Ross no dijo nada que debiera molestarme.

El técnico abre automáticamente la boca y empieza a reír. Peter siente que la piel de su cuello se eriza, pero se limita a menear la cabeza. El técnico a su lado le da una palmada antes de girar su propio rostro y gritar a su compañero, el piloto, mientras este terminaba de ajustar unas correas dentro del Jet.

—¡Carne fresca, Ben! ¡Novato reportándose!

—Luché contra Thanos. Las dos veces.

Ambos hombres cortan las risas y Peter los mira alternativamente antes de empezar a andar hacía el Jet. Pasa junto al piloto, que lo mira de arriba abajo, quizá evaluando quién era él realmente y qué papel tuvo en aquellas peleas. Seguramente intentaba entender qué héroe no tenía rostro. No fueron muchos los que pudieran decir que pelearon contra Thanos dos veces. Todos sabían que los que pelearon contra Thanos eran héroes de élite, así que ninguno volvió a intentar mofarse de él.

—Bien señor que luchó contra Thanos, abroche su cinturón. —avisa el piloto, con la voz distorsionada por los cascos que le habían colocado—. ¿Quieres una vuelta de reconocimiento por la base o solo te dejamos caer?

Peter, sin querer a mala hora, piensa en la charla con Ross y aprieta los dientes.

—Déjame caer.

El piloto hace silencio por unos segundos pero luego parece de acuerdo porque al momento despega y no dice nada más, hasta que al cabo de media hora, le informa que están llegando a la zona de expulsión. Peter se cambia sin vacilar, agradeciendo su equilibrio y capacidad de adherencia. Sella su traje negro con la máscara del mismo color y se sobresalta al sentir como alguien le toca el hombro y le hace señas para que levante la máscara sobre su frente.

El ayudante del piloto le tiende un rudimentario chaleco que le ayuda a pasar por debajo del paracaídas.

—Pueden lanzarte con un misil que esto lo parara —informa cerrando las hebillas que rodean y protegen sus costillas. Le quita los auriculares y le pasa un pequeño dispositivo de audio, que le ayuda a ubicar en la parte interna de su oído con una pinza fina y larga—. Parte de este material se disuelve con el calor. Asi te lo arrancarán con una pinza, la parte que necesitas se quedará ahí adherida hasta que yo la despegue.

—O viviré para convertirme en un cyborg, olvidaré mi pasado como humano y lideraré la rebelión robótica.

El ayudante lo mira y Peter está muy convencido de que su rostro debe transmitir algo de esa furia fría y líquida que corre por sus venas.

—Si sales vivo de allí, no permitiré que eso pase.

—¿No tienes fe o solo motivas así a todos?

El sujeto le baja la máscara, le revisa el chaleco y los lanza telarañas. Peter se incómoda un poco al sentir los dedos ágiles registrar la carga.

—¿Llevas suficiente para una semana?

—Pensé que el máximo de tiempo que tenía antes de que cierren inexorablemente las puertas para una revisión de control eran tres días.

—¡Bueno, Ben, Dios, apuesto el doble!

Peter rueda los ojos bajo la máscara y se sacude las manos que le tenían rodeadas las muñecas. Da un pasó hacia atrás y esquiva la mirada divertida del ayudante.

—Tranquilo vaquero —se ríe sujetándolo del chaleco para volver a quedar frente a él—. Solo nos reímos para descontracturar. No pienso salir del radio de esa base hasta que me den el aviso de que tengo que sacar tu trasero del agua. A la mínima señal de que algo pasó, no ataques, escóndete y dame la señal. Estaremos ahí con el grupo de extracciones o con la artillería para hacerlos salir. ¿Bien?

Peter inspira y alza el puño, para chocarlo contra el que el ayudante le brinda.

—No dejaré que eso pase.

—Te deberé unas cervezas si cumples esa promesa.

Peter sonríe y asiente volviendo la vista a la compuerta del Jet que lentamente empezaba a abrirse y despresurizar el espacio.

—Bien soldado, suerte.

—No soy soldado, solo un Vengador.

El hombre lo mira entendiendo que esa aclaración no era falsa modestia y le da una palmada fraternal en la coronilla del traje táctico mientras le acomoda la máscara sobre el rostro.

—Todos bajo mis órdenes lo son para mí. Ve.

Peter asiente y alza la mano antes de acercarse al borde y ver. Le daría más miedo si no hubiera caído hacía años de esa nave espacial. Instintivamente recuerdo aquel momento de su vida y la fría calma de saber que nada podía ser peor que de verdad morir en el espacio, lo llena.

Se deja caer sin vacilar. La gravedad lo atrae furiosa al agua y cuando la puerta del Jet vuelve a cerrarse, pierde en el acto la noción de dónde puede estar, ya que los paneles de invisibilidad al momento se tragan la pequeña compuerta por la que saltó. Lo más seguro es que ya se hubiera alejado millas a máxima velocidad.

Peter abre el paracaídas luego de contar correctamente hasta cincuenta y se hace una pequeña bola para que al caer, no se le fracturen la punta de los dedos de los pies. El tiempo pierde forma y cuando el agua inunda toda si consciencia, Peter desactiva su mente y se pone en ello.

****

Lo bueno es que la cagó, pero la cagó tan jodidamente que era como si en vez de cagarla, lo hubiera planeado.

Un disparo resuena en el costado de su cabeza, pero está lo suficientemente lejos como para asustarlo. El intercomunicador plantado en su cerebro ya no recibe y sospecha que no envía nada. Hacía quince horas la cosa era diferente, pero Peter era bueno en hacer magia con el tiempo y la rutina. Ahora, parecía que su inhabilidad para hacer algo le iba a dar la capacidad de conseguir otra cosa, totalmente más útil. Peter se logró deslizar dentro de la base, pero no consiguió llegar a la sala de controles a tiempo y por eso cuando entró, un tío estaba allí esperando a los demás.

Otro disparo suena, pero está vez lo hace demasiado cerca y tiene que aplastarse contra el suelo para evitar que el siguiente atine.

Intenta pensar rápido, necesita llegar a la salida exterior. Estará sellada como ya le informaron que estaría, pero Peter era un chico con recursos, ideas y muchas películas en su arsenal. Home Alone era escuela suficiente para cualquiera de su generación, así que siguiendo las ideas ingeniosas del pequeño Kevin, Peter se estira y acciona con una telaraña el plan en cadena que pondría a toda la seguridad de la central a cazar a un fantasma. O en ese caso, a la silueta de uno.

Los disparos se calman cuando desde el otro lado de la sala de control, un estruendo parecido al de una bomba detonando hace estallar una de las paredes laterales de la oficina. Peter vuelve a saltar al conducto de aire ahora que la distancia entre el piso y el cielo raso no es un campo de balas dispersas.

Se arrastra rápido por la tubería, avanza un tramo, volviendo sobre sus pasos para patear fuertemente al otro lado, antes de retomar. La alarma descontrolada del sistema de seguridad chilla cuando Peter acciona los detonadores sónicos y puede escuchar como los pasos apurados de los hombres de seguridad se dispersan en dos direcciones. Retoma el camino que había memorizado y cruza los dedos para no estar confundiendo la dirección que elige en una bifurcación que poco recuerda.

Estudia la pequeña pantalla en su antebrazo. El contador del virus que empezó a descargar hacía media hora estaba por llegar a su fin. Debería haberse descargado en un minuto, pero como tenía un diseño inteligente para que pudiera combatir en un segundo plano a la IA si intentaba detenerlo, su tiempo de espera se dilataría hasta el punto del coqueteo con la muerte.

Peter sigue avanzando y cuando se traba con una pared mucho más gruesa vuelve a cruzar los dedos. Patea el conducto de la ventilación y cae de lleno en el intrincado corrillo de los servidores. La central de mando era una nimiedad comparado con lo que veía allí.

—Bien, hora de trabajar.

Peter saca un pequeño cable del lateral de la pantalla en su brazo y mira con impaciencia la terminal a la que debería poder acceder. Le toma un par de intentos. Se insulta por ello, pero tras otros temblores más fuertes, consigue puentear la conexión.

El intercomunicador pita de golpe y Peter se tambalea ligeramente cuando el grito uniforme de Tony lo ensordece.

—¡¿Qué demonios está pasando allí?!

—Estoy atrapado, necesito que frenen los equipos de extracción. Se cómo salir de aquí sin arruinar la misión.

¡Saca tu trasero de dónde lo tengas y llévalo al punto de encuentro con tu pelotón de extracción en este mismo momento!

Peter maldice al bastardo. El sudor le cae por la frente. Se arranca la máscara y vuelve la vista a la pantalla mientras toca y selecciona lo que va necesitando sobre la marcha.

—En cinco minutos estaré listo, pero necesito que mantengan al margen a los grupos de extracción. Dígale a mi piloto que pase por el punto acordado en cinco minutos. Cambio y fuera.

—¡Parker! ¡Parker ni siquiera se te ocur-!

Peter vuelve a cortar la transmisión, sellando una vez más el campo electromagnético de interferencia de onda que había atravesado para su alerta. Con la vista fija en los controles pone a andar la parte que sigue a su adaptación al plan Kevin3.0 y en cada una de las salas inferiores las terminales 3D se encienden y empiezan a reproducir las últimas conversaciones que se almacenaron en la base de datos. Les tomará un tiempo chequear cada una y asegurarse de que no hay nadie allí.

Se darán cuenta más rápido que tarde que Peter es solo un infiltrado, que Peter no era un comando terrorista que intentaba a robarles la fórmula con la que estaban practicando para sintetizar el riesgo de fusión nuclear, pero para cuando eso pasara, Peter ya estaría lejos y el virus que había conseguido modificar a último minuto, mientras su buen amigo el técnico se dejaba buena parte de sus energías en intentar despegarse de la silla a la que lo amarró.

Por suerte su traje le había dado experiencia por años en eso de modificaciones de última hora a IAs especialmente diseñadas para espionaje. Peter aprendió de Tony y sus mañas, atajos y trucos para esconder en lo más profundo de cualquier servidor la presencia de una IA. En su último traje le tomó cinco meses encontrar a la maldita y requirió casi la misma cantidad para poder arrancarla ficticiamente del sistema central de controles. Ahora Tony tenía muchos registros de nada. Los datos eran enviados luego de pasar los filtros distorsionadores de Peter, en especial el que emitía la señal de rastreo.

Estaba seguro de que Tony recién se estaba enterando de ese detalle, pero menos no podía importarle.

La pantalla en su brazo expulsa completamente de la vista principal lo que estaba viendo y le informa que su modificación del virus había conseguido su cometido. Aprieta con felicidad el puño y gime victorioso. Taladra la pantalla en busca de los controles de aire y activa la última fase. Las alarmas vuelven a sonar por todo el recinto.

El sobrecalentamiento en la parte superior del edificio flotante alejará a todo el mundo de esa zona y Peter así lo necesita. Con el virus en reposo hasta que se lo active remotamente, Peter abre la pestaña de las cámaras y analiza el exterior agazapado entre el zumbido y ronroneo de los servidores centrales. El calor sigue haciendo que su cuello gotee, pero limpia con el dorso de la mano su frente y sigue.

Los guardias se dividieron estratégicamente en los cuatro lugares que Peter les fue marcando. Dejó todo rastro probable tras de él y cada uno de los grupos de élite que custodiaban ahora lo estaban cazando en diferentes lugares. Chequea una vez más al técnico que había tomado de rehén y le complace ver qué aún intentaba escapar del dispensario de limpieza en el que lo metió.

Bajando la mano suspira intentando que su respiración alterada no se descontrole más de la cuenta. El corte lateral en el muslo no pierde sangre desde que consiguió cauterizarlo y vendarlo, pero tiene que solucionar eso del ADN antes de emprender la salida final.

Baja la vista, tres minutos. Con un suspiro separa el cable de su pantalla a la central y vuelve a meterse en el camino sinuoso de los tubos de aire. Toma dos atajos a la sala de control y vuelve a caer sobre el pequeño charco que dejó el brillante momento de reacción del técnico. Peter estaba acostumbrado a las balas, no a los cuchillos. Lección aprendida. Busca por ahí algo que usar y gime feliz al ver un ugly sweater tirado en el piso. Bendita Navidad y sus horribles sweaters. Usando ambos, suéter y máscara, Peter limpia el piso y se da medio minuto más para repasar todo. La lana absorbe al triple de velocidad y la ampolla de limpieza de rastros de ADN que traía en la cinturilla del mono termina de liquidar el asunto. Si una gota se le pasó por alto, el más peligroso de los inventos salidos de Stark Industries iba a culminar su trabajo de limpieza.

Muchos creían que era el remedio para una enfermedad, muchos creían que era un arma tan peligrosa como la bomba atómica. Un pequeño aerosol que con un segundo de rocío podía alterar la cadena de ADN hasta volverla nada era un arma de doble filo afilada al extremo. Peter sabía que en las manos equívocas era la respuesta al crimen perfecto, pero nada que hiciera bien, no hacía mal en las manos incorrectas. Y mientras se volvía a escapar por la tubería, rociando una y otra vez su pequeño y hermoso aerosol, decidió que el invento le gustaba. Lo último que quería era que una prueba de ADN empujara al gobierno Ruso a señalarlo.

Escucha el griterío a un lado de la ventana de aire que iba a patear y su pie se congela en el aire a milímetros de la rendija. Agudiza el oído, intenta escuchar por sobre el bombeo loco de su corazón. Mira el reloj y solo tiene un minuto. La coraza superior se mantendría abierta pero no por mucho. Cuando los controladores de temperatura terminasen de registrar las válvulas, el sistema entendería que no había un incendio como él le hizo creer y volvería a sellar todo hasta nuevo aviso. Maldice y se concede un par de segundos toqueteando su pantalla. Sin el acceso maestro a las instalaciones, el maldito plan se ve atravesado por una falla estructural, pero está tan determinado a salir de allí por sus propios medios que baja la mano y coge la bomba de gas que trae colgada del cinturón. No va a permitir que sea Tony el que lo salve. No ese día. No en esa misión de mierda que le encomendaron y mucho menos cuando si no hubiera sido por culpa del mismo Tony y su mierda que fue que falló.

Estaba tan concentrado en no pensar en lo que había pasado en la base que había olvidado constatar que estuviera completamente vacía la sala de comando. Error de un puñetero principiante.

Tapa su nariz con la máscara embebida en su propia sangre y rompe con la mano la bomba. El aire que corre a su alrededor inmediatamente trasporta por la ventila el gas y los gritos del personal de seguridad que había logrado detectar en pocos segundos se apaga. Cuenta tres cuerpos y decide que pase lo que pase fuera no tiene tiempo para esperar. Patea la rendija, los cuerpos inertes amortiguan su caída y Peter los esquiva lo mejor que puede tragándose el dolor de pisar con la pierna herida y estar tragando cantidades indebidas del gas.

El pasillo final que debe recorrer hasta las escaleras de emergencia que dan al tejado están libres de moros, y salta a las puertas con los ojos apenas abiertos. El ardor es insoportable, el aire frío y salado le hacen peor, pero cogiendo con firmeza el suéter navideño y su máscara contra el rostro se lanza al océano. Su cuerpo se estremece por culpa del frío, pero se las arregla para nadar al mismo punto donde había caído. Se queda sumergido, tal como le dijeron, contando con que el tal Ben y el otro que jamás le dijo su nombre no fueran a fallar.

Una fuerte correntada de aire hace que el agua turbia a su alrededor se agite, Peter suelta un gemido que hace que su alrededor se llene de burbujas y patalea hacia arriba, empujándose con dolor a la superficie del agua. El Jet, con solo tres paneles visibles se abre y una soga con arnés cae sobre su cabeza.

El ayudante del piloto grita y le hace señas, Peter extiende una mano sin fuerza, agotado, y en el fondo asustado, y se permite cerrar los ojos doloridos cuando la mano del hombre se cierra sobre su muñeca.

Desaparecen del cielo en el mismo instante en que lo tiran sobre el suelo del Jet. Los gritos de Tony se vuelven a escuchar y Peter vomita una no despreciable cantidad de agua a los pies del tipo que le palmea la espalda y revisa su pierna herida.

—Eres sin dudas un Vengador —le dice el hombre mientras le aplica primeros auxilios—. Solo uno de ustedes armaría todo este jaleo en una misión.

Peter sonríe y se golpea el oído que duele gracias a los alaridos incoherentes que Tony le suelta.

—El intercomunicador —gime Peter, sujetando la mano del hombre, cuando este intenta ver sus ojos.

—Oh, sí. Imagino que está por dejarte sordo. Bien deja que... —cogiendo las mismas pinzas, siente que se las mete en el oído y Peter puede respirar en paz una vez que el calor corta los circuitos antes de despegarlos de su oído.

—Gracias —musita antes de dejarse caer contra la pared del Jet.

—Un placer. ¡Ben, vamos a casa! Creo que va a vivir. Sí, sí, ya te daré el dinero cuando lleguemos a casa. Bueno chico —dice soltando el comunicador en su cuello, sentándose a su lado—. Me has hecho perder una pasta, pero la buena noticia es que la agencia ya tiene acceso a esos computadores y que todos pasaremos Navidad en casa. Las apuestas decían que ibas a joderla y nos tocaría brindar mientras veíamos cómo liberarte sin desatar una guerra mundial.

—Suena a un plan exitoso para mí —grazna con la voz rota por el gas inhalado.

—Hum. Suena a que tú quizá lo pases en la sala de recuperación de un hospital.

Peter apenas puede ver la silueta del hombre entre sus pestañas húmedas y ardientes. Eso también sonaba a un buen plan para él. Sin dudas Tony no podría aplastar y desoír la orden médica de reposo que iban a darle hasta que lograra recuperarse.

—¿Volvemos a la base? —pregunta dejando caer la cabeza contra la pared del Jet.

—No, volamos hacia el centro médico más cercano. La herida en la pierna es profunda. Cauterizarla fue astuto, no lo fue así el hacerlo sin quitarte el mono. Está pegado a la piel, no imagino que harán para quitarlo.

Peter se encoge de hombros y reserva sus pocas fuerzas para soportar consciente el viaje. No lo logra. Su cuerpo sucumbe a la fatiga a la mitad del recorrido y cuando despierta hasta arriba de fármacos, lo hace en una cama de hospital, con la mano de May rodeando la suya.

—Ey... Buenos días, dormilón —lo saluda amorosamente.

Peter sonríe, no tiene dolor, pero la mueca de su tía y las marcas violáceas bajo su rostro le dice que se debe ver cómo la mierda.

—¿Cuánto pasó?

—Tres días —dice May estirando la mano para quitarle el pelo de la frente—. La quemadura en la pierna necesitó dos intervenciones y un injerto de piel.

—Suena a que me quedará una cicatriz que presumir.

Con una sonrisa May asiente, dudando. Acerca presta un vaso de agua a sus labios y Peter bebe del popote que choca contra sus labios. El dolor que había experimentado culpa del gas aún persiste, pero solo es una pequeña molestia en comparación con lo que había sido sentir en carne viva la garganta.

—Eso me han dicho.

—Lo siento, tía. Se suponía que iba a ir mejor.

May no lo reprende. Se limita a volver a sonreírle y darle un cálido apretón de manos. No era la primera vez que despertaba en un Hospital y estaba seguro de que no sería la última.

—Al menos no te perderás la Nav-

Su voz muere bajo el ruido seco de la puerta abrirse de golpe y ambos miran al individuo, con la mirada enloquecida de ira, parado bajo el marco de la puerta.

Recién en ese momento Peter repara en que el cuarto tiene decoración navideña. Un pequeño muérdago se suspende sobre la cabeza de su mentor y la baranda que separa su cama de la silla de May está rodeada por una colorida guirnalda.

—Hum, creo que iré a avisarle a todos que despertaste. Luego —añade casual y ligera—, volveré diligentemente para poder reprenderte como es debido.

Peter no sabe si Tony entiende el mensaje de: No te lo dejaré por mucho tiempo, así que apúrate; pero él sí y sonríe agradecido.

—Me parece bien. Manda besos a Happy.

—Claro que sí, tesoro.

May se endereza y le da un rápido beso en la coronilla.

—Oh, Peter, si puedes desenredar estás luces... —dice tendiéndole una pelota de cables y luces en el regazo que saca del bolso gigante que traía consigo—. Dios sabe que no tengo paciencia y este cuarto necesita luces. Es tan triste para todos sin ellas... —suspira tristemente.

No le pregunta en qué momento ella se dio tiempo de ir a comprar decoración ni qué hizo para convencer al personal médico de que la dejen hacer aquello. Se limita a poner una mano sobre las luces y asentir.

—Sin dudas. No es Navidad sin luces de colores.

—Lo mismo dije yo —sentencia lanzándole una mirada a Tony que apenas parecía ser capaz de contener la furia entre sus labios apretados—. No deberían darte misiones de riesgo en esta época si no pueden soportar un poco de decoración en el hospital.

La mirada furibunda de Tony se apaga ligeramente y hace una mueca cuando le deja paso a su tía, que le acaricia cariñosamente el brazo al pasar.

—¿No lo cree, señor Stark?

Peter ve como su mentor se esfuerza por sonreír. La mueca es grotesca, como por decir algo.

—Siempre repito lo mismo, pero no siempre escuchan lo que digo.

May suspira y le da unas palmaditas antes de desaparecer por la puerta, guiñándole un ojo a espaldas de Tony.

Peter le sonríe, realmente incrédulo a la suerte de tenerla. Tony da un pasó hacia adelante y el portazo que le pega a la puerta para cerrarla, sorprendentemente, no la saca del marco.

—Parker.

—Señor —asiente bajando la vista a las luces, empezando a buscar con la punta de los dedos el inicio en medio de la maraña.

—Suelta eso y mírame a la cara antes de que te mande amputar las manos.

Peter coge aire. Lo último que quiere es ver su maldita cara, pero es su jefe y es su mentor. Era una cosa inevitable que mientras más rápido afronte, más rápido terminará y, con suerte, conseguirá que May lo saque de allí antes de que sea necesario colgar las luces.

Sin quitar de su regazo las luces, saca de ellas las manos y mira fijamente a su mentor.

—Tienes dos segundos para explicar qué demonios es lo que pasó allí. Dos, ¿entiendes? Sin irte por las ramas y sin darme excusas de mierda.

—¿Necesitabas decirme por medio de Ross que yo no era una opción porque estabas follando con Antiara?

Las aletas de la nariz de Tony aletean duramente cuando coge aire. Peter lo imita, sintiendo como el dolor corporal que había sentido en el Jet empalidese contra el dolor de que Tony no niegue en el acto sus palabras.

—No se suponía que asignaran a nadie esta misión hasta principios del año que entra —es la única respuesta que le da y Peter le sostiene la mirada un segundo antes de bajarla y centrarse una vez más en las luces.

—Perfecto. ¿Quiere ya mi reporte, o solo que diga cuando salió todo mal?

—Reporte completo —masculla su mentor con dientes apretados.

La tensión tiene cuerpo entre ellos, pero Peter no le presta atención y empieza a hablar mientras sus dedos empiezan a trabajar en las luces navideñas.

Ese reporte, así como el trabajo con las luces, sería largo. 

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