Día para armar el arbolito o para fastidiar los sueños de Peter.

Peter sabía que la cosa pintaba mal, pero estaba decidido a fingir que el día anterior no había sucedido. No estaba seguro de qué fue lo que hablaron Tony y Harley mientras a él lo echó bajo la mentira de que fuera a buscar su celular, pero lo que sea, no fue bueno.

Así quisiera, no podía tragarse la idea de que fuera sobre trabajo. La actitud de Tony en el auto era errática y silenciosa. Mientras lo llevaba a casa estuvo muy callado y meditabundo, dándole muchas vueltas a un asunto que eligió no compartir con él, osea que lo involucra. Y eso nunca era bueno. Por no mencionar el comentario de doble sentido que le lanzó en la puerta de la casa de su tía. Peter temía que Harley hubiera visto lo evidente y le hubiera dicho algo. Pero no tenía forma de saber si eso era así o solo estaba sumamente paranoico.

Quizá, como insistía una voz en el fondo de su cabeza, lo único que había pasado era que Harley le dijo que quería algo con él. Notó su claro y obvio coqueteo y quizá Tony de verdad pensara que Peter no sabría qué hacer con un chico así. No es que fuera demasiado errado, pero Peter no era un superhéroe porque se dejara intimidar. No tenía mucha información, al menos no precisa, de Harley Kenner como persona, pero sabía lo suficiente del ahijado de Tony como jefe para saber qué, al final, podría controlar cualquiera de sus intentos de llevarlo a la cama.

Peter no era de subestimar al oponente y estaba seguro de que si la copia rubia y de ojos azules de su mentor se lo propusiera, no la tendría fácil en dejarle en claro que él no estaba interesado. Pero no creía que fuera a pasar. Es decir, Peter no llamaría la atención de un chico como él por más de unas pocas semanas. Mientras no se cruzara mucho con él, no debería haber problemas.

Una llamarada de esperanza vuelve a resucitar en su interior. Intenta sofocarla, pero Dios, no podía solo ser un delirio suyo, Tony en verdad parecía celoso. Muy celoso. La forma en la que intentó separarlos, no permitirles dar una vuelta juntos... Tenía que ser un indicador, mínimo.

Otra voz, más centrada y menos optimista, le ordena que deje de delirar idioteces. No tenía que perderse en esos carriles. Él tenía su plan y ese día ponía en marcha otra fase. Eso era lo importante. Lo que había pasado el día anterior era... Bueno, no sabía cómo catalogarlo, pero lo mejor que podía hacer era enfocarse en la tarea que tenía entre las manos.

Viendo el arbolito a medio decorar, aprieta los labios y suspira. Sí, lo mejor que podía hacer era ponerse con eso. Dum-E no tenía realmente idea de cómo hacerlo bien.

—Hum, eh... Dum, creo que deberías esparcir un poco más las decoraciones y hum, no... no poner todas en una misma zona...

El pobre árbol, ya de por sí ligeramente inclinado, se veía a punto del colapso. El robot había puesto lo que parecían tres cajas de decoraciones sobre un mismo punto y empezaba a desafiar la gravedad.

—¡Pero está quedando hermoso! —añade rápido al ver cómo la pinza se abre y cierra lentamente—. Solo digo que hay que esparcirlos un poco más.

Dum se anima al oír eso y empieza a colgar pequeñas pelotitas doradas y rojas por otra zona. Vuelve a cometer el mismo error, pero Peter no se detiene a señalarlo y más bien se planta en la zona problemática y empieza a descolgar las que están de más y suplantar otras tantas por moños, campanas y piñas secas.

El trabajo es lento, dado que Dum en verdad colgó mucho en poco tiempo y tiene que retroceder una buena cantidad de pasos para ver a lo lejos como va quedando. También, es verdad, se entretiene tomando de a sorbos pequeños el chocolate caliente.

No avanzan rápido, por más que Dum se esmera en ello. Peter decide esconder las cajas con las pelotitas que tienen tan divertido a Dum y se muestra sorprendido cuando la pinza se gira para buscarlo sin entender dónde fueron a parar las tantas cajas que Tony le había forzado a conseguir. Se enzarzan en una discusión sobre diseño hasta que una voz gruesa y divertida los hace sobresaltar. El coronel Rhodes entra cargando dos cajas grandes, Happy una bandeja que hace a Peter bizquear, pues huele en el acto el jengibre, la canela y el chocolate tibio. Vision, con una simpática vincha de cuernos de reno en la cabeza, entra cargando un robusto y majestuoso pesebre, que ya venía ensamblado en una base de madera oscura.

—¡Ese es el espíritu navideño que me gusta! —dice el coronel cogiendo las cajas en una sola mano, para alzarle un pulgar satisfecho—. De haber sabido que así se gastaban las cosas aquí, hubiera empezado a venir antes.

—Eso no es nada. En cualquier momento empiezan a golpearse —dice Happy—. Dum-E, haz espacio en la mesa que como me manche el saco nuevo Rhodey va a poder demostrar su habilidad de lucha.

—¿Dónde es correcto que deje el pesebre? —pregunta casi en simultáneo Vision.

Abrumado por no solo su repentina aparición, sino por la peligrosa implicación que tenía que estén allí, Peter agita la cabeza a ningún lugar en especial.

—¿Peter?

—¿Chico?

—¡Parker!

Saltando en su lugar al triple llamado Peter espabila y patea al fondo de su mente el doloroso significado que tiene verlos. No es el momento, o quizá lo era, no eran ellos los responsables. Unas ganas de ir a la empresa y degollar al jefe de proyectos lo recorre de pies a cabeza mientras desliza entre sus labios una sonrisa amable y afectuosa.

Le quita las cajas al coronel y a Vision en un mismo movimiento y ayuda a Dum-E a hacer espacio en la mesita ratona para todas las delicias que alguien metió en la bandeja. Mantiene la cabeza semi gacha y en silencio, dejando que los tres hombres hablen entre ellos y se gasten pequeñas bromas en lo que cada uno coge un par de adornos y empiezan a rodear el árbol. Peter se limita a no deci mucho, pero sonríe y es amable con todos, hasta que al fin siente la presencia de su mentor acercarse a su espalda. Peter le lanza una mirada rápida con un asentimiento a modo de saludo, antes de coger la muñeca de Vision con una telaraña y jalarla lejos del árbol.

—La estrella es a lo último, Vis —comenta dejando a la espalda a su mentor, que le lanza una mirada rápida de duda.

Peter estaba convencido de que el modo más incorrecto de conseguir la atención de Tony era ignorarlo. Tanto como sabía que era infalible, sabía que era efímero. Y estaba claro que él no quería eso, pero la verdad es que su maldito ahijado, como él, parecían existir en el mundo para desbaratar sus planes y le tocaba ir a la jugada más obvia.

Esquiva con cuidado la mirada de Tony y se mantiene trabajando en el arbolito, proveyendo a Dum-E personalmente de qué adornos sí podía y cuáles no podía poner en su árbol que poco a poco empezaba a verse hermoso y lleno de vida.

Los villancicos suenan en el aire cuando Vis pone a andar una vez más el reproductor, mientras que las risas de los amigos de Tony lo rodean. Su mentor intenta que Peter lo mire un par de veces queriendo claramente hablar con él, pero Peter está decidido a no caer en la treta y empujar a su terreno de juego. Se entretiene ayudando a Vision a poner una cinta mullida y aterciopelada alrededor de toda la circunferencia del árbol y media entre Happy y Rhodes por la ubicación correcta y centrada del pesebre. Tony se le acerca unas cuantas veces, pero Peter siempre encuentra un lugar mejor en el que estar y al cabo de un tiempo, cada vez que su mirada se cruza con la de su mentor, algo posesivo y peligroso destella en esos ojos avellana.

El juego es peligroso, pero tan sensual que Peter no nota que pasaron horas haciendo todo aquello hasta que Happy suelta un quejido y vuelve la vista a la bandeja que Dum-E había estado cargando con víveres navideños el último rato.

—¿Ya le metiste las luces? —le pregunta Happy, ya que dejó de fingir que le interesaba decorar.

—Sí, ¿no se notan? —pregunta preocupado, que por haber estado tonteando con Tony, lo hubiera hecho mal.

Su mirada se centra en el árbol, al que ahora que por fin ve sin distracciones, nota ya quedó perfecto. Busca las luces y las ve en su sitio, tal como debían. Que supiera su vista no estaba tan desarrollada como para ver tanto mejor que Happy

—No le hagas esas bromas, está a punto de babear, cierra el pico chico, están todas bien puestas. Tienes maña para esto. —dice el coronel, caminando a su encuentro también.

Peter sonríe tímidamente y cierra la boca. Happy hace un mohín aburrido y se deja caer en el sillón con la misma fuerza que el coronel deja caer uno de los brazos sobre sus hombros.

—Wow, ¿has estado entrenando? —impresionado por su observación, Peter, lo mira y niega suavemente—. Oh, qué horror, así de macizo solo por existir. ¿Qué es lo que ahora les meten en la leche?

—La evolución de la raza humana, históricamente... —empieza a decir Vision, al otro lado de la sala, acomodando un Santa de medio metro, que iba a juego con cinco renos y un trineo. Tony en verdad lo había forzado a llevarse muchas cosas innecesarias.

—Era una pregunta capciosa, no esperaba una respuesta, Vision. —gime Rhodes rodando los ojos—. Y a este no le competen las leyes de Darwin, dejó de poder ocuparlas cuando lo picó una araña radioactiva.

—Técnicamente, soy la prueba de la supervivencia del más fuerte —murmura meditando el absurdo comentario—. Podría haber muerto.

—No sabes eso —Peter se sobresalta al oír tan cerca de él la tensa voz de su mentor y tiene que aferrarse internamente a su determinación para no intentar sacudirse desesperadamente el brazo del coronel que seguía sobre sus hombros.

Busca sin pudor la mirada de su mentor, pero sea cual fuere el jueguito silencioso que se habían montado, ya era historia. Tony se deja caer en el sillón junto a Happy, sin mirarlo, sin perseguirlo para que lo mire. Se vuelve a mostrar frío y distante, como si los pocos pasos que los separaban fueran miles. Maldiciendo, sabiendo de sobra que aquello era lo único que podía esperar ahora que su burbuja idílica había sido rota por Happy y su comentario que lo atrajo a la frívola realidad, se queda viendo ausente como Tony se estira para coger una taza del montón y vertele café negro dentro. Peter cuenta los tres terrones de azúcar que le pone y las tres pizcas de chocolate en polvo que vienen después. Tiene que forzarse a dejar de ver como prosigue el ritual. El sonido de la playlist que Peter había programado hacía un par de horas vuelve a hacerse oír ahora que las charlas y las bromas se han apagado. De a poco, casi pudiendo ver cómo, todo el ambiente general de la sala se tensa.

Se imaginaba que su mentor tuvo que decirles algo para que fueran y se imagina que todos están pensando en ello, dado que Peter en los años que hacía que estaba allí jamás los vio una sola vez reunirse en época de fiestas. Por no mencionar lo más evidente: los tres gladiadores de Tony no habían aparecido sin más, respondiendo a un llamado poco específico o indirecto. Vision quizá sí, porque vivía allí, pero ¿Happy? ¿Rhodes? No, ninguno hubiera aparecido a "armar el arbolito" si no fuera porque Tony se los pidió y nunca lo hubieran complacido sin sonsacarle antes un motivo en específico para hacerlo.

Peter intenta no removerse, no arrancarse la mano que cada vez parece pesar más sobre su cuerpo, pero el deseo de hacerlo empieza a empujar desde debajo de su piel.

¿Sabían todos que le gustaba Tony? ¿Creían que lo sabían? La idea lo marea, lo hace sentir minúsculo y humillado. Tenía tiempo esforzándose duro para no ser el punto a señalar en el cuarto. Buenas e inmejorables notas, un trabajo destacable como Spider-Man, un récord nunca antes imaginado de buena conducta y lejos de todo lo que alguna vez pudo ser llamado inmadurez...

saber que ahora todos conocen ese secreto suyo y que todos estaban allí para... ¿Impedirlo? ¿Esa era la finalidad de todo?

—Ya que estamos todos aquí... —El coronel, colgado a su lado, los mira uno a uno. Peter despierta bruscamente del camino de sus pensamientos y le devuelve la mirada, cuando este la busca. La sonrisa que le brinda le eriza la piel de los brazos—. ¡Vision! —añade corriendo el rostro, para ver sobre su hombro—. Deja de atormentar a esos pobres renos y ven, hay una situación urgente que necesitamos aclarar.

El androide y el robot alzan sus respectivas cabeza y pinza, pues estaban juntos intentando que la distancia entre cada reno fuera la misma. Frente a ellos, en el sillón, Tony descruza las piernas y se inclina hacia delante, con la vista fija en su amigo. Happy sonríe escondiéndose tras una gran galleta de jengibre y glaseado. Peter sabe que nada bueno puede venir. No quiere ni pensar en qué quiere "aclarar" pero ese tipo de charlas jamás terminaron bien para él.

—Rhodes...

—Bah, cierra el pico Stark. Eres pésimo para estas cosas, deja que los adultos nos encarguemos.

El estómago de Peter da tal vuelco que hasta la vista se le nubla. Oh por todos los santos de Navidad...

—¿Sí? —pregunta Vision ya a su lado, estirándose para hacerse con una taza de chocolate.

—Bien, ya que aquí estamos... —cerrando la boca por unos segundos, alza la vista y la clava en el techo.

Eso definitivamente iba a ser demasiado incómodo si tenía que ponerse a buscar con tanto cuidado las palabras.

—¿Dónde está el muérdago? —pregunta de golpe el coronel y Peter da un respingo.

—¿Qu-Qué?

—El muérdago, el muérdago —repite soltando sus hombros, dándole así un respiro más que necesario—. ¿Cómo voy a hacer que beses a Happy y nos digas de los cuatro quien es el que besa mejor si no tienes muérdago?

Bien, la tos es involuntaria, un reflejo de haberse ahogado con su propia saliva al oír semejante disparate. Es que Peter esperaba algo descabellado, pero no esperaba algo así de ridículo.

—Ya te dije que salgo con su tía y no haré eso —dice Happy mirando el borde de sus uñas, mientras la mano grande y firme de Vis le da unas cuantas palmadas y le ofrece de su propio chocolate para que tome y se recomponga.

Con los ojos angelados de lágrimas y la glotis firmemente cerrada, Peter niega. No quiere ni pensar qué sería de él si añade líquidos a la ecuación.

—¿Qué demonios dices? —pregunta Tony y Peter se siente agradecido con el maldito por al menos traer un poco de cordura al momento.

Porque, sin entender la finalidad, esta demencia era culpa de su mentor y lo que sea que usó para traerlos allí ese día. Día que Peter ni siquiera planeó como uno ideal para ver a Tony. Peter solo quería decorar con Dum el árbol y luego de una película y chocolate ir a casa. Pero Tony, por culpa de su maldito y entrometido ahijado, lo había jodido todo.

—Bueno, es que ya todos besamos a Peter, menos Happy y te la pasas alardeando de tus habilidades, digo que acá tu chico puede decirnos de una vez por todas quién es el mejor.

Peter se endereza apretando su estómago con las manos y niega fervientemente.

—Y-yo n-no pu-puedo —intenta decir, pero la pelota en su garganta parece haber firmado el arrendamiento de su tráquea, porque por más que lo intenta, no puede coger aire.

Vision le coge el hombro y se inclina a su altura. Le pregunta entre gestos y susurros si está bien, pero Peter no lo está y la idea de volver a estarlo en un periodo corto de tiempo parece irreal.

—Oh, vamos. Es solo un beso, Tony dice que ya lo hiciste con casi todos los vengadores.

Herido, Peter mira a su mentor y este lo mira parpadeando con la boca abierta. Se sacude la mano de Vis y se endereza, sin poder creer que dijo eso de él. No solo no era verdad, sino que eso lo hacía quedar como... como, bueno, no sabía bien cómo, pero no muy bien seguro.

—¡Yo no dije eso!

—Sí lo hiciste —dice Happy inclinando el rostro, ahora sí interesado en la charla—. Dijiste que estaba haciendo un ranking.

—No, eso no es lo que yo...

—Exactamente lo que dijo es que creía que estaba empezando un ranking o solo estaba aburrido —dice Vis, intentando con muy mal timing arreglar las cosas.

Tony se endereza con el rostro retorcido de odio.

—No dije eso —le aclara por segunda vez, viéndolo directamente a los ojos—. O más bien, no lo dije así como suena. El contexto de la charla es relevante —especifica viendo duramente a Rhodes, pues a Vision nadie lo culpaba por no poder entender las miles de sutilezas que tienen las interacciones humanas.

Rhodes, impune, se encoge de hombros. Peter acepta finalmente el chocolate de Vis y lo mira agradecido pasando un pequeño sorbo tras otro. Le duele la garganta y le arden las fosas nasales. No menciona lo mucho que le queman las mejillas, porque hacerlo es aceptar que muere de vergüenza y eso es aceptar que está más allá del punto de salvación.

—Me da igual. Bueno, en fin, Happy no participa. ¿Quién besa mejor y porque soy yo?

Esta vez Peter escupe buena parte del trago que estaba intentando dar. Vision reprende con la mirada al coronel, volviendo a cogerlo de una mano para que no tire la tasa cuando el ataque de tos vuelve, ahora cortesía del chocolate que intentó escapar por su nariz.

—Puedes parar, vas a matarlo —suspira Happy—. Aparte, no tiene sentido esta discusión si yo no puedo participar. Todos sabemos que primero viene Tony, luego Vision y el tercer y cuarto puesto es mío y tuyo.

—Acepto lo de Vision, pero Tony no es el mejor de los cuatro —se queja escandalizado con ese resumen—. Ninguna relación le dura, no puede ser bueno en esto. Si tuviera un talento decente al menos una de todas sus parejas hubiera olvidado que es un engreído, caprichoso, maniático y obsesivo del trabajo, incapaz de entender lo básico de las interacciones sentimentales.

Peter mira escandalizado al coronel incapaz de creer que de verdad haya dicho eso en voz alta. Una mirada rápida a su mentor le dice que está igual de desencajado que él, con los ojos fuera de sus órbitas y sus labios absolutamente separados. Peter por un segundo teme que su mandíbula se haya desencajado.

El golpe de la garra de Dum-E en la parte posterior de su cabeza lo hace hacia delante, cogiéndose la base del cuello.

—¿Dum qué es lo que....? ¿Traes muérdago? —susurra Peter, con la voz perdiéndose en su propia garganta cuando las manos de Tony que lo habían atrapado para evitar que se caiga de bruces, lo empujan lejos de su cuerpo un segundo al otro.

Vision se mueve rápido y lo intercepta, más que lo sujeta. Peter cae en su pecho y suelta una maldición alejándose para volver a tener el control de su integridad.

La fogosa sensación de humillación lo vuelve a quemar. Su estupor se ve eclipsado por la vergüenza. Ni siquiera quiere mirarlos, no puede. Aprieta los dientes y las manos. La sangre que fluye revuelta por su cuerpo se escucha atronadora contra sus oídos.

Quizá sin el golpe que lo devolviera a la realidad no lo hubiera pillado, pues la impresión fue superlativa. Pero ahora entendía que el discurso de Rhodes no era inocente y hubiera funcionado, si Peter fuera el estúpido que todos ellos parecían ver en él.

Entendía perfectamente que Tony hubiera intentado no quedarse a solas con él. Le dolía, pero lo entendía. ahora, ¿esto? ¿Ese delirio colectivo? No, eso ya no lo entendía. Si le desagradaba tanto la idea, si le daba tal reputación, lo mínimo que podría hacer era decírselo. Era su mentor, pero Peter había, por error, creído que eran amigos antes que todo. Ahora veía que no. Ahora veía que era una idiotez por su parte haber supuesto que su infantil plan podría haber albergado un mínimo o ínfimo porcentaje de probabilidad de éxito.

—Dum-E, baja eso. No pienso besar a nadie —dice Peter, canalizando toda la frialdad que puede, irguiendo un muro de hierro entre el dolor que siente y lo que pensaba demostrar—. Si me disculpan caballeros, creo que toda la decoración de aquí ya está y debería ir a mi casa para poder cumplir con la otra parte de mi tradición para el ocho de diciembre: Chocolate y películas.

Los cuatro hombres y el robot lo mirara fijo por tanto tiempo que Peter empezó a sentir una punzada irritada en la base del cuello.

—Eh, necesito que me dejen mover —especifica, dado que todos lo rodeaban menos Happy que seguía sentado plácidamente en el sillón.

Todos despiertan de golpe y, pese a que intentan convencerlo de que no fue más que una broma, y Peter les jura que no está ni enojado ni ofendido, declina todas las ofertas para quedarse y termina mirando de mala manera a su mentor cuando este le dice que lo alcanzará a casa, pues la tormenta del día anterior aún no remitía del todo.

—No es necesario, señor —murmura impasible, mirando rápidamente a los tres amigos del hombre que estaban aún bordeando el gran sillón en medio de la sala—. No lo molestaré más —añade maliciosamente y disfruta de ver en la cara de su mentor un espasmo de dolor.

Coge la chaqueta y el resto de sus abrigos del perchero en la entrada y termina frenando antes de saltar hacia el cielo, listo para escapar de allí, por culpa del grito ahogado de Happy.

—Joder, cómo corres —resolla llegando a su lado.

—Mira Happy de verdad no nece-

—Cálmate chico, voy a ir a buscar a tu tía para cenar. Tengo una linda reservación y si no salgo ya no habrá quien la fuerce a estar lista para la hora. ¿Vas a seguir quejándote o dejarás que te lleve? Ella me pateará el trasero si sabe que pude traerte y dejé que fueras demasiado terco para conseguirlo.

No tenía opción, así que terminó sentado en el auto, mirando en obstinado silencio por la ventana. Nunca cuestionó, ni cuestionaría, las lealtades de Happy. Por más que ahora fuera parte de la familia Parker, Happy antes que nada era amigo de Tony, pero en el fondo, se sentía traicionado. No es que esperara que se negara y no fuera, pero un poco de ayuda, un segundo de compasión, hubiera estado bien. Una soga que lanzarle para evitarle la humillación o al menos aligerarla. Pero no hizo ninguna de las dos, solo se quedó allí alimentando el fuego mientras a él lo cocinaban en la hoguera.

Solo podía imaginar qué es lo que les dijo Tony, qué fue tan catastrófico que hizo que reaccionara así el tipo que cuando empezó a salir con May, le dijo que podía contar con él como otro tío. Carajo que debió ser fuerte, o Tony debía estar realmente asustado de tenerlo cerca.

—Sabemos lo que intentas —dice Happy sin retirar los ojos de la calle, mientras aparca el coche—. Ya sabes, usar los muérdagos para besarlo "accidentalmente" y conseguir que de una vez se fije en que ya no eres ese crío que saltaba en pijamas por todo Queens.

Peter, con la sangre huyendo de a litros de su rostro, vuelve la vista y la clava mortificado en él.

—Ah... pensaste que no lo notaríamos o que yo no te lo diría tan directamente —pregunta divertido.

—N-no es es-eso...

—El asunto es, a todos nos parece bien.

Completamente perdido, Peter menea la cabeza sin poder unir esos conceptos.

—Sé que no lo creerás, pero no eres el único haciendo movimientos. No te los explicaré, porque dudo muchísimo que seas tan buen actor, pero Rhodes también cree que eres una buena opción de pareja para Tony. No creo que crea que eres bueno, en el sentido que yo lo veo, creo que él más bien lo ve de una manera: Es demasiado problemático, mantendrá entretenido a Tony y eso nos dejará a nosotros espacio para hacer nuestras cosas sin tener que andar cuidándolo.

—¿Cuidarme a mí? —musita con fastidio.

—A Tony, por supuesto —se ríe agitando la cabeza con pesadez—. Todos nosotros cuidamos de Tony. Vemos que no haga algo estúpido como iniciar sin querer otra guerra mundial solo porque alguien quiere una patente que él no piensa entregar. En fin, lo que digo es que Rhodes no ve esto de una manera altruista, pero todos creemos que le harás bien y eres una buena y correcta opción.

—Pero hoy... hoy ustedes...

Happy menea la cabeza y agita la mano terminando de aparcar. Con la misma mano que desdeñó su comentario gira la llave y el silencioso ronroneo del auto termina de desaparecer. Por un segundo teme que el bombeo agitado de su corazón ahora sea audible, pero Happy no lo mira más extrañado que antes, así que le toca asumir que no escucha como el ritmo de este va a mil latidos por segundo.

—Bueno, si no vas a soportar un poco de bromas y presión, te digo que no creo que hayas pensado claramente este asunto. ¿Qué piensas qué dirán de ustedes la prensa, los políticos y cientos y miles de millones de personas en el mundo? —la mirada torcida que le lanza lo hace sentir más humillado e inepto que toda la idiotez que aconteció en la casa.

—Lo siento, no sé en qué estaba pensando —musita apenado.

—Lo entiendo, pero si tengo que recordarte con quién pretendes salir, ¿quiero que salgas con él? —Peter le lanza una mirada de súplica.

Siempre tuvo en claro que necesitaría la aprobación de los amigos de Tony. Pero jamás se planteó que le pusieran pequeñas pruebas o piedras, que debían demostrar su valía. Lo cual, ahora que lo piensa, fue un optimismo injustificado. Eran amigos de Tony por algo, no solo por casualidad.

—No me mires así —lo reprende suspirando con calma y amabilidad—. No digo que no lo intentes, solo no dejes que tu tía me despelleje por no mantenerte con un pie en la tierra. Tienes mi apoyo, el de Rhodes, el de Pepper y el de Vision, que eso no dice nada relevante, porque siempre da apoyo, pero... ten bien presente que no todos los que conocen a Tony van a hacértelo pasar bien y si no puedes tolerar una tarde de pullas de Rhodes, no podrás tolerar lo demás. Ahora sé bueno, ve y dile a tu tía que estoy esperando.

Peter se queda viendo su rostro y, cuando le guiña un ojo cómplice, se quita el cinturón y salta a abrazarlo. Happy se queja, se remueve e intenta sacárselo de encima, pero Peter aprieta con firmeza los brazos en torno a sus hombros y aplasta la mejilla en su hombro.

—Ya, ya. Quítate que me arrugas el traje —gruñe empujándolo firmemente.

Volviendo a su asiento, Peter se gira para tirar de la perilla. Necesita entrar a casa, poner una película y calentar chocolate. Estaba mentalmente agotado.

—Chau, Happy. Que lo pasen bien con May.

—Peter... —la duda en su voz lo hace tensarse un poco. Gira con lentitud la cabeza, sabiendo que lo que vendrá, no será agradable—. Te dije que sabemos lo que intentas, pero eso significa que también lo sabe Tony. ¿Ya pensaste qué harás al respecto?

El martilleo de su corazón salta por los aires y pasa saliva conteniéndose para no empezar a rascar la zona tras su cuello, que siempre se eriza cuando los nervios lo atacan.

—Tengo una que otra idea —dice quedamente, inseguro de todas y cada una de ellas.

—Espero que sean buenas, Peter. Porque él no lo hará fácil, no lo hará sencillo y Dios sabe que se esforzará mucho en joderlo hasta el final.

Eso le arranca una sonrisa. Un pequeño sentimiento de comodidad lo recorre.

—Eso lo tenía claro desde el principio —asegura.

—Bien, entonces, espero que machaques al maldito. 

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