Desenredar las luces y los malentendidos.

La lista de cosas que debía hacer y decirle a Peter una vez que el hijo de puta se levantara, parece haberse borrado de su mente. Tony tenía la real intención de entrar calmado y armado de paciencia a ese cuarto. Las cosas no salieron tal como esperó, pero eso le enseñaría ya de una vez a parar de subestimar a Ross. Ese viejo mañoso podía necesitar un bastón, pero su puntería era lo suficientemente certera como para dañar su entorno si no se iba con cuidado.

Pero no estaba listo para escuchar la voz ronca y lastimada de Peter. Tampoco esperó que sus ojos aún tuvieran venas rojas y derrames en ellos. Sí sabía exactamente la extensión de la quemadura en su muslo que lo recorría de un lado al otro. Sabía que le tuvieron que arrancar capas de piel para separarla del maldito mono que se adhirió a él. Tony mismo supervisó el trabajo en el laboratorio que hicieron los dos especialistas que mandó traer para generar el pedazo de implante que iban a ocupar.

Pero todo aquello era secundario. Sumamente secundario. Tony no imaginó que el alivio que sentiría al ver su rostro consciente y oír su sonrisa lo desarmaría en un millón de pedazos. Y aun así, aun así, nada superaba el martirio que fue vivir esas malditas horas donde perdieron toda comunicación. No. Mierda nada podía eclipsar el miedo, la ansiedad, la angustia y la frustración. Ross no le permitió cancelar todo en el momento en que falló. No le permitió irrumpir en la base y sacarlo de allí por sus propios medios. El muy hijo de puta le dijo que ese no era el protocolo, que Peter tenía una forma remota de hacerles saber que la misión estaba más allá de toda salvación y que el reglamento les impedía hacer nada hasta confirmar riesgo de muerte o recibir la alerta.

El muy bastardo lo miró intrigado cuando le juró que lo mataría si algo le pasaba a Peter.

—¿Para qué lo recomendaste para esta misión si no creías que lo podría hacer así saliera mal?

Tony no tuvo respuesta a eso. Tenía una idea medianamente teórica. La misión se la pasaron hacía cosa de dos meses, cuando la posibilidad de al fin ingresar en la base fue mínimamente viable; pero cuando Ross le pidió su concepto para un elemento que pudiera hacerla bien Tony pensó en Peter y la cantidad de veces que le pidió que haga lo mismo solo para ver la cara crispada de Rhodes entrar por la puerta de su oficina, cargando una caja de juguetes sexuales de lo más macabros que hacía que Peter deje en su escritorio (sellada y sin tener la menor idea de qué era lo que entregaba), bajo el brazo.

Pero no era como para que Ross se lo tomara en serio ni era para que lo mandara en la jodida Navidad a hacerlo. Si hubiera sabido que eso era lo que pretendía cuando lo contactó hace unos días, le hubiera dicho que sí y lo hubiera hecho él mismo. Ni en sus peores y más paranoicas ideas entró en criterio que se salteara la cadena de mando y contactara por sus propios medios a Peter. La pregunta que Peter le había hecho hacía diez minutos, justo antes de que empezara a repasar el maldito plan que estaba destinado al fracaso, explicaba a la perfección la pregunta que Ross esquivó cada vez que se la formuló.

Tony sabía que no había llamado a Peter porque el tiempo era el ideal y dado que los rumores de que en esa base estaban cociendo la próxima gran arma nuclear no hacían más que crecer y solidificarse, esperar se volvió imposible. No, lo hubieran llamado. Lo hubieran llamado antes de que las comunicaciones fallaran y Peter hubiera sido devorado por esa maldita base.

Tenía sentido que todo hubiera partido de un par de jugadas atrás en el tablero. No era solo una pelea entre Ross y él por ver cuál de los dos realmente tenía el poder, era Ross buscando extender los hilos en su dirección. Peter era la respuesta y la clave. Era conocido por ser su pupilo, pero nadie entendía la intimidad y la forma de su conexión.

Claro que si el tono plano, carente de cualquier tipo de emoción fuera indicador del mismo, todos podrían decir que apenas se conocían más allá del trato laboral y muy poco ocasional.

Tony se mantiene con los brazos cruzados, sosteniendo la mirada dura e inflexible que le lanza, pero por dentro desea estirarse y cogerlo para atraparlo entre sus brazos y pedir perdón mientras se asegura que estaba bien, sano y al fin a salvo. Nada debió suceder de esa manera. Estaba seguro de que Ross intentaría saber por medio de Peter, el único peón en su tablero de ajedrez que nunca había intentado comprar, si se enteraba de que tenía una "relación" con alguien que frecuentara la Sede.

Sí, fue cobarde. Le daba lo mismo. Para Tony en el pasado el orgullo había significado muerte y destrucción, así que ya no le daba lugar a esas cosas. Tenía que alejar a Peter, necesitaba ponerlo a millas de distancia y entre las vacaciones forzadas y esa noticia, cuando el chico terminara de quemar la frustración, lo único que quedaría en su interior era el saber que Tony era eso. Tony no era bueno para ser pareja de nadie. Evidentemente podía ser un buen amigo, un gran compañero y un, creía, respetable mentor; pero una pésima, pésima pareja. No era capaz de tener relaciones sin joderla y destrozar las esperanzas de Peter de la manera más "Tony Stark" posible era parte del requisito primigenio del plan.

Pero Ross combinó asquerosamente sus propósitos y expuso a un peligro inadmisible a Peter y ahora con lo cabreado que estaba, Tony no podía reprenderlo por ser un idiota irresponsable por, primero que nada, aceptar una misión que una vez explicada evidenciaba no ser para él y, segundo, entrar sin ver a la jodida sala de comandos. No era tan malditamente difícil hacer bien la primera y única parte importante de la misión.

No tenía ese privilegio, luego de todo no los tenía o, bueno, no debería, pero él era Tony Stark y darse privilegios era su forma natural de vida.

—Entonces todo se fue a la mierda porque no miraste para ver si todos los técnicos, cuatro personas, se habían retirado a la zona del comedor.

Sin sacar los ojos de las luces, que realmente empezaban a ser algo más que un nido brillante, asiente.

—Un error idiota, sí —le da la derecha demasiado rápido, demasiado impaciente por que se vaya. No tiene derecho a sentir la punzada de malestar que eso le provoca, pero la siente y eso le recuerda por qué era tan importante hacer todo aquello—. Sí miré la verdad, pero no me fijé en ambas direcciones. Noté los asientos más cercanos vacíos y como el registro decía que los horarios eran muy estrictos y el personal solía apegarse a ellos...

Solía... sí sabes que esa palabra no es más que un sinónimo elegante de "no siempre".

Peter alza la vista y lo mira sin ver. Sus ojos se ven espeluznantes tan desprovistos de toda chispa o emoción. No parecía ser él, era antinatural que el libro abierto que era su pupilo ahora estuviera cerrado a cal y canto, pero esa era una habilidad que él mismo le enseñó. No le extraña notar parte de su arrogancia escondida en el movimiento de asentimiento que le da cuando el silencio amplifica sus palabras.

—Entiendo esa parte, señor —murmura secamente—. Por eso dije un error idiota.

—Uno que no me explico cómo después de años fuiste a cometer.

La mirada café se llena de emoción, pero no le gusta ver el cinismo explícito y vulgar que salta de sus ojos a la sonrisa inclinada que le da. Siempre usaba esa sonrisa torcida a modo de disculpa y como carta para salvarse. Jamás, hasta ese momento, había reparado en lo dulce y cargada de ternura que estaba. No fue hasta que vio esa nueva fría y distante sonrisa que terminó de entender por qué era que la otra accedía a una parte olvidada de su corazón.

—No tenía la mente en la misión —asiente con aire pensativo—. Otro error típico de idiota.

Tony lo mira fijo y Peter le responde con el mismo vacío en el fondo café. La parte racional de él quiere asentir e irse. Ya no iba a sacar más nada de allí y nadie se odiaba más que el mismo Peter por fracasar. Ambos sabían por qué Peter no estaba concentrado. No hacía falta indagar. Hacerlo solo era alimentar aquella cosa desesperada por mantenerlos lejos a miles de kilómetros. Tony no quería eso. Entendía que era necesario, pero no deseaba joderla al punto donde sería imposible volver atrás

—Bien, intentaré que te quiten de aquí antes del 24 así puedes pasar las fiestas en tu casa.

—Lo agradecería muchísimo. ¿Sabe qué hicieron con mi celular?

Ligeramente sorprendido por el cambio brusco de tema, Tony palmea el bolsillo interno de su chaqueta y roza el borde del mismo con la punta de sus dedos. Desliza la mano lejos del equipo y se da el impune derecho a soltar una mentira más. No le gusta que quiera su celular, pero no sabe explicar por qué. Está lo suficientemente acostumbrado a joderla para saber cuando alguien quiere joderlo y de alguna forma la pregunta soltada al pasar le dice que aquello tiene un fin oculto que hasta no entender, mejor no arriesgarse.

—No. No pregunté —miente descaradamente y sin culpa—. ¿Necesitas algo?

Peter sonríe y pese a que el cinismo ya no se vislumbra en sus ojos, aún no hay en ellos ni una sola de las mil emociones que hacían que Vis se maree un poco al verlo.

—No, señor. Ya me arreglaré cuando me lo den. Gracias.

Todo muy recto, todo muy normal. Una mierda absoluta. Peter, su Peter, estaría peleando a esa altura. Estaría recriminándole algo de todo, todo, lo que a posta parecía haber hecho mal. El chico no sabía, ni tenía que tener idea de que no fue su intención que toda esa mierda explote sobre su cabeza, al mismo tiempo que lo soltaban en una misión de riesgo. Pero aun así, aunque se lo merezca como nada en mucho tiempo, no le dice nada. No pide más explicaciones de ningún tipo. Un Peter callado era el mayor indicador que conocía para saber que estaba enojado a un nivel que no podía expresarse en palabras.

Evalúa las disculpas. Claro que lo hace, pero eso sería echarle leña al fuego y si Peter está comprometido con tratarlo bien, ser cordial y fingir, mientras no hablaran de eso, ¿qué derecho tenía él a hacerlo? No es como si su pupilo le fuera a creer. Tony no lo haría. Era difícil hasta para él entender que todo se había alineado de aquella manera y por más que todo el asunto con la segunda de seguridad de Happy fue fríamente planeado, claramente subestimó lo mucho que le desgarraría ver el dolor matar las ilusiones del chico.

—Bien, entonces... ¿Te dijeron dónde estás? —pregunta como un crío idiota que se aferra a cualquier excusa para no irse. No se le escapa que parecían haber cambiado de papeles, él forzando una charla que claramente ya había muerto y Peter respondiendo con monosílabos.

El chico niega sin mirarlo, aun concentrado en desenredar esas malditas y puñeteras luces. No podía jurar que su tía se las dejó con la única esperanza de que Tony perdiera la maldita cordura, pero sí que lo parecía. No había forma de que todo aquello fuera casual. Así entendiera bien el asunto serio que tenían los Parker con Navidad, eso era el colmo.

—Supuse que en alguna parte de la costa —dice Peter, ya que su silencio no motiva a Tony a tomar la decisión más sabia y adulta: irse—, por la ubicación de la base. Y May huele a playa. Dudo que haya ido de paseo, pero quizá ¿Florida?

—Las Bahamas. Hace un sol que pelas afuera. —se ríe señalando la camisa suelta que traía puesta, pero al chico en la cama no parece interesarle en lo más mínimo su atuendo. Sin verlo menea de lado la cabeza con las cejas apenas alzadas y los labios firmemente cerrados—. Adiós a la blanca Navidad —agrega, arañando demasiado cerca de la humillación.

—Entonces espero que May vaya a dar un paseo por la playa.

Odia sentirse incómodo, pero más odia tener que irse sin más. Le produce dolor físico coger el pomo de la puerta tras él, pero si quiere aún poder tener una oportunidad de volver al pasado con Peter tiene que hacerlo. Sin olvidar que está comportándose como un idiota y su orgullo podía entender de prioridades, pero mostrarse de aquella forma tan patética era inadmisible.

—Bien, me voy —avisa, empujando más su suerte.

Su pupilo no pierde tiempo en despedirlo, más bien se revuelve en su cama y se sienta más recto, dejando caer la ya larga cola de luces desenredadas por el costado del colchón hasta el piso.

Con un suspiro, Tony sale y deja caer la espalda sobre la puerta firmemente cerrada. Maldice su propia mierda, su propia estupidez y la mala hora en la que se le ocurrió que todo aquello era una buena idea. Como bien sabía qué pasaría, Peter no quería ni estar cerca de él. La idea le causaba el mismo dolor que esperó, solo que mucho más fuerte e intenso. No se parecía en nada a lo que fue verlo morir. Era, solo Dios sabría el por qué, peor. Diferente, obvio, pero también peor. Ver que utilizaba su libre albedrío para elegir darle la espalda, para no verlo, no intentarlo...

La había jodido.

En silencio, golpea una y otra vez la cabeza contra la palma de su mano. Joder, es que... ¿Cómo iba a actuar? ¿Cómo? La última vez que lo vio Tony supo más allá de toda duda razonable que sería capaz de hacerlo si Peter se lo proponía y lo buscaba activamente. Porque Peter, aparentemente, era bueno en esa jodida mierda de juegos de seducción y si cerraba los ojos, aún podía oler y sentir la respiración sobre su rostro, la caricia de sus labios sobre la esquina de su boca, el calor y la firmeza de la mano sobre su cuello. Y lo que era peor, también podía sentir el deseo pujar en su interior porque la mano se deslice más abajo en su cuerpo y delinee perfectamente su espalda, la arañe y aferre a ella...

El grito dolorido que suelta Peter al otro lado de la puerta lo arranca de la hilarante fantasía. Gira y abre la puerta en un mismo movimiento, todo para ver a Peter tirado en el suelo, cogiéndose la pierna con ambas manos.

Tony ve la piel desnuda de su pierna contrastar contra las tiras finas y blancas de los vendajes en su muslo. Busca destellos rojos, pero no hay sangre de la que ocuparse. Con una maldición cierra la puerta y se precipita al suelo donde Peter mordía el colchón junto a su rostro, tragándose el dolor.

—Pensé que tenía puesto muchos calmantes en el suero —gime limpiándose las lágrimas contra las sábanas—. ¿Por qué no tengo calmantes en el suero?

—No te hacen efecto de una manera que podamos predecir —le explica extendiendo la mano para cogerlo de la cintura y poder usar su propia fuerza para alzarlo— Ni vieras todo lo que fue intentar que la anestesia te mantuviera dormido mientras operaban.

Peter se tensa y alza la vista, clavándola en él. Tony puede decir que no se había percatado de quién había acudido a su rescate hasta ese momento, donde lo ve y el rictus dolorido de su rostro se transforma en una mueca ártica.

—Parker...

—No necesito tu ayuda. Vete. —le espeta, aparentemente olvidando el dolor.

No puede hacerlo, Tony vio el corte largo y profundo que casi alcanzó el hueso. Eso debe doler como la mierda, en especial con el plus de la quemadura y el injerto de piel.

Jamás dio gala de ser paciente, pero con el maldito lastimado frente a él, ponerse a probar su tolerancia a la idiotez era digno de reconocer. Lamentablemente, Peter no está haciendo aquello solo por buscarlo y tocarle las narices, la mueca de desprecio que tuerce sus labios no es una puesta en escena fríamente calculada. Peter en verdad no lo quiere a esa distancia, y se arriesga a suponer que a ninguna otra.

—Deja de ser idiota —lo reprende fingiendo que no ve, ni se entera, de su enojo—. Vamos. Costó demasiado pegarte eso al cuerpo como para dejar que ahora lo arruines por ser incapaz de estarte quieto.

Pero, ¿cuándo Peter estuvo en la misma barca de la racionalidad? Una mano amplia se pega en su pecho y lo empuja con firmeza y suficiente fuerza para hacerlo caer sobre su trasero, si no fuera que estaba listo para impedir justamente eso. El chico, ni con todo ese odio caldeando su humor aplicaría una fuerza que no pudiera contrarrestar. Como siempre, tomar consciencia fehaciente de lo poco que merece su respeto y compasión lo abofetea.

La parte interna de los dedos que insisten en alejarlo está toda quemada. Explotar a pulso la granada del gas no era el método aconsejable de usarla. De hecho, era el método más desaconsejable de hacerlo. El gas era altamente corrosivo en contacto directo con la piel y la exposición directa dejaba quemaduras de segundo o tercer grado. El traje táctico estaba diseñado para evitar esos ataques, pero no se había concebido con la idea de que uno de los elementos intentaría esa jodida jugada a mano propia. Eso hablaba del tiempo que Tony tenía inactivo en una misión de alto nivel o no hubiera olvidado que a momentos desesperados, cualquier medida era oportuna. Los ojos inyectados en sangre se clavan en él determinados, pero el maldito crío sueña si cree que bastará tan poco para hacerlo retroceder mientras está herido y tendido en el suelo lleno de dolor.

Le perdona el lapsus de idiotez solo porque Ross y su mierda le dieron la idea equivocada de lo mucho que le importa, pero en el fondo le toca los cojones que una simple acción le permita olvidarse de todo lo que significaba para él y la cantidad de veces que dio muestra innegable de eso.

—Dije que me sueltes —insiste tercamente—. Me caí solo porque no tuve en cuenta que no estaba tapado de narcóticos.

—Eso solo me da más razones para creer que no eres nada capaz de vigilar tu integridad. Deberías poder notar si estás drogado o no.

—Disculpa estar demostrando todas mis falencias en una misma misión —le espeta molesto.

Tony aprieta los labios y le sonríe sin ganas a ese tonito sobrador. Aprieta con firmeza el brazo que aún le rodea la cintura, pero no llega a intentar enderezarse que Peter gime dolorido y la mano que lo intentaba alejar se cierra en un puño.

—Maldita sea, Peter, deja de pelear conmigo —pide en verdad crispado por saber que estaba sufriendo y le impedía hacer lo correcto por una puñetera vez.

—Vete. De verdad te lo digo, vete. —gruñe inspirando secamente para contener el dolor.

Tony lo mira impotente y las palabras se escapan de entre sus labios sin control alguno.

—No puedo hacerlo, Peter. No puedo dejarte.

La mirada chocolate con tintes granate se fija en su rostro y Tony puede saborear el dolor que lo está consumiendo. Sabe bien que la mayor carga de este no tiene nada que ver con su cuerpo magullado y eso solo hace que su pesar aumente.

—Te dije que me odiarías, Peter —susurra impotente—. Te advertí lo que pasaría si no dejabas esta estupidez.

—¿Me vas a culpar? —gruñe dando un respingo que aleja sus torsos—. ¿De verdad? ¿Vas a decir que es mi culpa estar en esta maldita situación?

—Es todo culpa tuya.

El chico se carcajea con amargura y menea la cabeza apretando los labios, incapaz de decir nada. Tony sabe que es descarado y descabellado ponerlo en esos términos, pero eso era exactamente lo que pasó. Le explicó que era estúpido y que terminaría en desastre, pero Peter se aferraba a algo mundano como lo era el deseo para aseverar que era viable. No era culpa de Tony que el chico fuera un crío inocente. Tony sentía deseo por cualquier cosa que se lo pusiera mínimamente interesante y Antiara era la muestra más gráfica de ello.

Una mujer que jamás miró más de dos veces hasta que una tarde en el complejo aprovechó el momento oportuno luego de que ella le hiciera un chiste sobre ligues. Tony vio la oportunidad de asegurarse de que Peter entendiera la verdad universal sobre él. También le vino bien valerse de ella para palear la frustración sexual en la que se estaba ahogando desde que la boca de Peter y su cuerpo desnudo sobre el sillón de May atormentaban sus sueños.

—Váyase, señor Stark. Estoy seguro de que cualquier enfermera del hospital puede venir a ayudarme. Incluso puedo esperar a que May vuelva.

—No voy a dejarte aqu-

—¡No quiero que me toque! —ladra humillado—. No quiero verlo, no quiero ni tener que soportar tenerlo cerca. ¿Eso era lo que quería? Lo ha conseguido. Ya pillé que no vale ni un poco de mi esfuerzo —dice lleno de veneno y fragilidad—. Tenía razón, yo no sabía quién era hasta ahora. Ahora ya puede quedarse tranquilo, no volveré a molestarlo. Y ¿sabe qué?, de paso que estamos, quiero el traspaso a las oficinas centrales. No quiero seguir trabajando en la Sede. Y si eso es mucho problema, puedo arreglarlo yo mismo con Harley o renunciar e irme a otra maldita empresa.

Tony, congelado por el peso de sus palabras, se queda quieto estudiando las lágrimas contenidas en los ojos frente a él. La perspectiva de que sus palabras sean una condena a futuro le dejan sin aire.

Esperó... es decir, jamás se atrevió a esperar que Peter no quisiera asesinarlo pero ¿irse?, ¿dejarlo?, ¿abandonarlo?

—Váyase —vuelve a decir, pero su voz sale rasposa, baja y suplicante.

—No sabes lo que estás diciendo —murmura recuperándose de la impresión—. Estás enojado porque las cosas no salieron como tú querías, pero te dije que...

—Me importa muy poco lo que me dijo —lo corta desafiante—. Me importa lo que me hizo. No me merecía esto. Jamás me merecí una humillación tan grande.

Tony desprende la mano de su cintura y se aleja, sin pararse. Se queda agazapado en el suelo, evaluando el cuerpo de Peter y la postura rígida de su espalda.

—¿Esa es tu última palabra? —pregunta y hasta él escucha en su voz la nota vulnerable y perdida.

—Lo es.

Asintiendo con frialdad, Tony mete la mano en la chaqueta fina que tenía sobre la camisa y coge el celular de Peter.

—¿Para eso lo querías? ¿Para llamar a Harley?

El chico lo mira más indignado que antes al ver que tenía su celular guardado y se lo arrebata de las manos sin vacilar.

—Muy lindo. ¿Seguirás mintiéndome por mucho más?

—Evidentemente no —dice—. Creo entender que me estás diciendo que ya no tendré la oportunidad.

La mirada café se detiene un poco en su rostro al registrar su dolor, pero Tony no le da chance de decir nada y se endereza sin volver a intentar tocarlo.

—Bien. Llamaré a alguien para que te ayude y veré que te den el alta. No llames a Harley, programaré tu traspaso para que una vez que te den de alta, te tenga un mesón en las oficinas.

Peter no le responde, se queda mirando el celular con la frente arrugada y los hombros caídos.

—Buenas tardes —le espeta girando para salir de allí de una puñetera vez.

Una parte de su mente se queja indignada. No puede irse. Debe quedarse y zamarrear su jodida cara hasta que entienda que la respuesta no era, ni iba a ser jamás, escapar de él. No podía permitir que así terminara todo. Entendía que tenía que darle aire, pero no podía darle demasiado si es que pretendía no perderlo; pero no puede hacerlo. Su mente está demasiado perdida en la idea de que Peter quería irse, que... que lo que sea que tenían era así de frágil.

Porque mierda, Tony la iba a joder más en el futuro. Así era, pensar lo contrario era ser demasiado optimista. Y él era demasiado aferrado a su realidad como para venir a negarlo. Pero Peter, su Peter, jamás lo dejaría por ser idiota. Así no funcionaban las cosas entre ellos. Tony la jodía y Peter lo entendía. Siempre lo entendía. Y se lo prometió. Le prometió que no permitiría que si todo salía mal se separarían.

Creyó en su palabra. Creyó tanto en su palabra que por eso hizo lo que hizo. Porque sabía que Peter era honesto y al final lo perdonaría por romperle el corazón. Tony solo apuró el final más inevitable de todos. ¿Por qué dilatar las cosas? ¿Por qué darles meses para torturarse y hacer que crezcan inconvenientes expectativas? Mientras más Peter se convenciera de que podía funcionar, más riesgo corría a que algo lo lastime de una forma irreparable. Tony solo saltó al vacío y confió en que si lo hacía de forma rápida y contundente Peter podría perdonarlo mucho más rápido que de cualquier otra forma.

No contó con Ross. No se suponía que tenía que controlar que Ross no arruinara su magistral estrategia y esa variable lo había jodido todo. Porque así se sintiera traicionado y dolido, no podía no entenderlo. Es decir, era su pupilo al fin de cuentas. Le enseñó bien a respetarse a sí mismo, a valorarse por encima de los demás. Peter no se merecía quedarse al lado de una persona que era capaz de hacerle aquello. Peter no tenía que hacerlo.

Visto desde su prisma, Tony había agotado hasta la más mínima pizca de confianza y respeto. Tony liquidó todo lo bueno entre ellos y Peter lógicamente iba a mandarlo a la mismísima mierda. No podía pedirle, ni esperar, que se humille. En casa de su tía se lo dijo, no iba a hacer eso. Peter no era un trapo viejo que Tony podía usar para trapear la mierda y esperar que el pobre se limpie a sí mismo y vuelva a estar listo a la espera de que él decida ponerse a limpiar otra vez el suelo con él.

Visto lo visto, la idea de Antiara era tan idiota como cruel; el acto de un hombre desconsiderado y superficial, que desechaba impunemente los sentimientos de quien lo rodeaba en pro de sus propias necesidades. Él necesitaba que Peter se olvide de él y no vaciló a hacerlo de la forma más mezquina. Rhodes lo dijo y Tony se dio el lujo de sentirse indignado con sus formas. Pero qué había dicho sino la verdad más absoluta de todas, porque a ojos de Peter, Tony no hizo ni más ni menos que eso.

Podría decirle que las cosas no tenían que ser así, pero ¿en serio no fue así que lo hizo? Ross solo lo jodió todo un poco más, porque la misión caldeaba sus ánimos y le daba un prisma más frío del que debería, pero no restaba en nada que Tony empezó a enrollarse con la segunda de Happy para dejarle en claro a Peter que no tenía chances.

—Tony, espera. Yo... perdón —musita Peter enviando una descarga de sorpresa a lo largo de todo su sistema—. Lo siento, yo... maldita sea —gime soltando un suspiro cansado—. Maldita sea, solo tenías que hablar conmigo. Solo eso. No puede ser que de verdad...

Tony se gira para verlo y se queda pasmado cuando lo ve limpiarse el rostro de dos fuertes manotazos.

—¡Maldita sea! —vuelve a quejarse, desistiendo de limpiar las lágrimas que caen impotentes por su rostro—. Qué otra cosa puedo hacer, ¿eh? ¿Dime? ¿Crees que quiero volver a la Sede para ver como te enrollas con ella? ¿Merezco eso?

La respuesta se forma en la punta de su lengua, pero no puede hablar, porque Peter planta las palmas de sus manos en el suelo y se impulsa hacia arriba. Su cuerpo se mueve solo y se estira para ayudarlo, pero logra enderezarse antes de que se acerque un paso y la mirada desprovista de firmeza y consumida por el dolor lo detiene.

—No lo merezco. Sé que no... Mira no puedo hacer esto ahora, lo siento. Necesito irme para perdonarte. No puedo hacerlo si tengo que verte... si tengo que soportar... —su cuerpo se estremece y Tony solo puede pensar que está imaginando lo que le tocaría soportar si volviera en ese mismo momento con él a la base—. Sé que no es tu culpa que no te interese lo más mínimo, pero no puedo... no soy tan evolucionado. Lo siento.

Dejándose caer sobre la cama, el chico extiende la pierna y la masajea con la vista perdida. Lo conoce lo suficiente para decir que está trabajando desesperadamente por encontrar las palabras para explicarse, pero aún así es imposible para él entender su abnegación, en nivel y la profundidad de su amor.

—No quiero irme, solo necesito tiempo. ¿Bien? Necesito quitarme esto del pecho y... haz el traspaso de manera temporal y ya... Cuando todo pase volveré. No quiero dejar de ir a la Sede. No pensé antes de hablar. Solo... solo necesito tiempo. Un poco de tiempo —pide con una mueca torcida.

—¿Vas a perdonarme? —pregunta aturdido.

Peter coge aire y alza la vista para clavarla en él.

—Te lo prometí, ¿no es cierto? Juré que no iba a dejar que esto arruine nada. No lo haré, pero... no puedo dejar de pensar en lo que piensas de mí, en lo que de verdad piensas al respecto de que... Supongo que me equivoqué y tú tenías razón —sentencia con una humildad que lo desarma—. Es decir, si tuviste que llegar a este extremo para dejarme en claro que no tengo ni la más mínima oportunidad... Joder, en serio debes despreciar la idea.

Pero Tony no lo escucha, solo se lo queda viendo intentando entender y procesar sus palabras, sus sentimientos.

—Sé que no lo parece, pero también tengo mi orgullo y...

—No, no tienes nada de orgullo.

Peter da un respingo y estrecha los ojos removiendo incómodo en la cama.

—Ya, sí lo tengo. Solo que puedo manejar mejor que usted el rechazo.

—No lo haces, acabas de decir que quieres irte —lo acusa.

—¿Quieres que te mande a la mierda o no? —espeta impaciente, mirándolo sin entender qué intentaba con sus palabras y Tony no puede darle una pista porque él mismo no entiende qué hace atacando, cuando Peter... cuando Peter...—. Acabo de pasar, o bueno, hace tres días, pasé quince horas en una jodida base Rusa. Perdona si estoy demasiado enojado y desorientado para comportarme a la altura de tus expectativas. Si no quieres que te perdone, entonces fingiré que no te perdono. Si quieres que lo haga, y quiero hacerlo, solo que quiero pasar un poco de tiempo lejos tuyo, haciéndome a la maldita idea de que llevo tres años soñando con una idiotez que jamás se concretará y que por más que... que esto tiene bases, no tiene futuro —sus palabras se empiezan a atropellar y sin dudas por culpa del gas en lugar de seguir y seguir hasta hacer que Tony se desmaye intentando entenderlo, se frena y coge aire—. ¿Es mucho pedir que por una maldita vez te compadezcas de mí? Porque no es como si no hubieras hecho algo muy rastrero. Tienes todo el derecho del mundo a hacer lo que quieras, pero podrías... podrías solo haberme dicho que estabas... que tenías algo con...

Corriendo la vista, Peter aprieta los labios y vuelve a respirar. Busca calmarse, busca no volver a ceder a todo el enojo que está sintiendo. Tony lo mira incapaz de entender cómo puede, cómo es capaz de pensar con calma mientras todo eso lo ataca, mientras él no ayuda en nada a que las cosas se calmen.

—Siento que las cosas hubieran llegado a este punto. Siento haberte empujado a hacer esto. Sé que me lo advertiste y sé que... imagino que lo hiciste por qué sabías que no te tomaría en serio si solo me lo decías. Digo, lo hiciste y no te creí. ¿No?

No. No hizo eso, pero no tiene pensado admitirlo. Peter suspira, las lágrimas ya no caen por sus mejillas, pero el rastro húmedo le impide olvidarse de que lo hizo llorar y que pese a eso, se estaba disculpando con él.

—Debería irse, señor. No llame a Harley, yo... no volveré a intentarlo. Siento si me propasé. Solo... desearía tanto no sentir esto. Sería mucho más fácil para los dos. Espero que... espero que podamos volver a poner todo en su lugar.

Sin poder sostener más su mirada, Peter gira el torso en la cama y vuelve a mirar las luces que regadas en el colchón lo esperan a que termine de desenredarlas.

—Si puede hacer que alguien traiga algo para enchufar esto... No sé en qué estaba pensando May al traerlo aquí —musita estirando el cable—. Menos mal le compré un regalo increíble, debió asustarse mucho cuando la fueron a buscar porque yo quedé incons- ¡¿Qué demonios?!

Su boca interrumpe la pregunta, cortándola a la mitad cuando le coge el rostro entre sus manos. Peter no intenta alejarlo, aferra con ambas manos el cuello de su camisa y lo pega más a su pecho, respondiendo a su beso. Sus bocas se amoldan desesperadas una contra la otra y siente como la sal de sus lágrimas se cuelan entre los pequeños espacios que quedan cuando separa sus labios antes de volver a juntarlos, casi temeroso de recuperar la cordura si se separan por más de un segundo.

Porque la única respuesta que puede dar para justificar sus actos es que Peter es demasiado bueno para ser cierto y demasiado perfecto para dejarlo ir. De la misma manera que sabía que era listo y no pensaba permitir que la competencia se lo robara, esa muestra de total entrega le dejaba en claro que no podía dejar que otro ser, así fuera mucho menos egoísta que él, lo tome.

Esa cosa que se volvía loca de solo pensar en Peter sufriendo cualquier mal le decía que sacando May, nadie jamás velaría y cuidaría como él de Peter. Si ya Peter estaba listo, era capaz de... de dar todo a ese nivel, Tony no podía arriesgarse a que alguien, sin las condiciones indicadas para mantenerlo a salvo de su propia estúpida forma de querer, lo coptara. Si tenía que aprender a controlar sus demonios para asegurarse de mantener a salvo a Peter, que así fuera.

Tony lo alza cargando el peso de su cuerpo contra el suyo. Profundiza el beso, desliza la lengua por su labio inferior y si bien no sabe a chocolate o menta, no tiene un toque de regaliz o algo dulce, sigue siendo perfecto, porque sabe a Peter, sabe a Peter llorando porque no puede seguirle el ritmo a su mente bipolar.

—Vas a volverme loco —gime el chico, colocando la mano quemada en su rostro, persiguiendo el movimiento involuntario de sus labios al gemir contra su boca.

—¿Cómo puedes perdonarme? —pregunta angustiado, roto y sin fuerzas para luchar contra aquella estupidez. Aceptando que hace tiempo perdió la batalla contra la racionalidad de Peter—. ¿Cómo puedes pedirme perdón después de todo esto?

Peter se aleja un poco de su rostro y lo mira con una mueca igual de atormentada.

—Porque tengo tanto tiempo amándote, que ya no recuerdo como era cuando no sentía que podría morir por ti.

Tony niega, sujeta con más firmeza su cintura y deja caer la cabeza contra su frente. Tiene una ligera corazonada, aquello va a ir mal, pero el cuerpo de su pupilo se ajusta perfectamente al suyo, la caricia de su mano le eriza la piel y lo hace estremecerse. El deseo que siempre supo no le costaría nada sentir y saborear en el paladar susurra en su oído que aquello es algo que disfrutará hacer, tomar y conquistar. ¿Todo aquello tenía que significar algo bueno, verdad? ¿Aquello tenía que ser una maldita señal de que esa vez podría ser diferente, no? Porque Tony en verdad no deseaba lastimarlo. Jamás deseaba hacerlo, pero era mucho más consciente del dolor de Peter de lo que había sido del de cualquier otra persona en su vida. Con suerte, con mucha suerte, Tony podría, así las pruebas no lo evidenciarán, no herirlo demasiado.

—No sé si lograré dejar de lastimarte, Peter —susurra estremeciéndose al oler el asqueroso aroma a hospital en su cabello cuando el chico se aprieta más contra su pecho.

—Ya dije que no dejaré que todo se vaya a la mierda si no logramos hacerlo funcionar —le recuerda y nada le duele más que oír la esperanza en su voz.

La última vez había confianza férrea en su tono, ahora se aferraba a una quimera.

—No planeé que las cosas pasaran así. No tenías que ir a esa misión. No te recomendé oficialmente a ella y jamás pensé que iba a soltarte esa bomba antes de que tuvieras que embarcarte.

Peter se aferra a sus hombros y salta sobre la pierna buena para acomodarse mejor contra su pecho. Siente el agarre de sus manos flaquear, pero los dedos se cierran con firmeza a su cuerpo antes de que pueda atinar a depositarlo en la cama.

—¿Vas a...? ¿Qué significa esto?

—Que no tiene ningún sentido que te siga gustando a pesar de todo lo que te hice pasar estas semanas.

El chico se ríe. Su cálido aliento cosquillea en su cuello. Tony se estremece y lo aprieta más contra si. Era veneno para su sistema. Eso era. O un narcótico. Mierda, uno adictivo. Ese nivel de entrega, ese nivel de abnegación... Tony era un ser codicioso y Peter no tenía idea de lo que le ofrecía tan libre y a sus anchas...

—Ya establecimos hoy que soy un idiot-

—No lo eres. Solo tienes muy mal gusto —lo reta mirándolo a los ojos.

La mirada de su pupilo se desliza por su rostro y cae por su cuello, a donde la camisa con un par de botones abiertos mostraban su pecho.

—Tendré muchas cosas, pero no mal gusto.

—Por dentro corre el problema. —le recuerda con una mueca torcida.

Peter, contrariado, lo mira. Tony lee el miedo y la incertidumbre. No sabe qué esperar y es lógico. Hasta antes de caer rendido a sus pies, Tony técnicamente lo estaba echando a patadas de su vida, asegurándose con cada uno de sus actos hacer imposible que Peter sostenga su palabra se antepone ante todo la relación que tenían.

—No salgo con ella. Solo... bueno, ya sabes qué era.

—Muy pronto para hablar de eso —se queja arrugando la nariz.

—¿En verdad quieres arriesgarte conmigo? —pregunta serio, intentando con toda la fuerza de su ser no empezar a decir o hacer cosas idiotas que terminaran echando por tierra el trabajo de Peter por tener una maldita y sana conversación con él—. ¿En verdad estás dispuesto a que todo salga mal y no huir de mí? No puedo perderte, Peter. No entiendes... no entiendes lo mucho que te necesito en mi vida. Tampoco puedo explicártelo, lo siento, pero... pero te necesito.

—¿Intentas convencerme o desilusionarme? —pregunta riendo nervioso—. Eso suena más a lo primero que a lo segundo.

—No lo haría si dejaras de ver el lado romántico de lo que digo y te enfocaras en que de verdad necesito tenerte en mi vida, así eso signifique hacerlo a expensas de lo mucho que te duela.

La risita que había compuesto cae en picada y al fin entiende que aquello no era algo como esas historias con las que sueña la gente. Tony no era ese tipo de pareja.

—¿No será como un romance de cuento, no? —pregunta con un suspiro.

—No soy un príncipe azul —reconoce.

Peter se ríe de ese comentario. La mano quemada se desprende de su hombro y se desliza a lo largo de su cuello, hasta posársele en la mejilla.

—Y yo no soy una princesa encerrada en la torre más alta del castillo —comenta con un tono ronco que le eriza la piel—. Soy el guerrero que se enfrenta al dragón, señor Stark. —musita acompañando con un movimiento circular de la yema de sus dedos en su boca.

Tony sonríe y muerde la punta del dedo. Mierda, tenía que haber una posibilidad para ellos. Tenía que haber una forma de hacer aquello funcionar, así fuera por un tiempo, el justo para que a Peter se le pase la fiebre infantil que sentía por él y lo dejara sin resentimientos. La idea de que Peter lo mire y le pida terminar lo que sea hubieran alcanzado a tener lo hace sentir que las entrañas se le enredan, pero eso estaba bien. Tony solo tenía que hacer que aquello funcione el tiempo necesario para que Peter vea y entienda que ligar su vida a la de alguien como él sería un disparo al pie.

—¿Eso es un desafío? —pregunta aferrándose a sus palabras, a su firmeza, a su determinación.

Peter sonríe y lo mira ladinamente antes de estirarse y depositar un beso lento contra sus labios.

—No, señor Stark, esa es otra promesa.

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