Compras Navideñas o que muera el buen gusto.

F.R.I.D.A.Y.... Dime, ¿por qué tengo este presentimiento de que está por suceder una catástrofe?

—Quizá sea debido a que el señor Parker y Dum-E están revisando el ático, señor.

Cuando la voz se pierde en las esquinas de su oficina, Tony alza la mano y se aprieta la frente. Había una lista problemática de cosas que atender en esa oración.

—¿Señor Parker?

—Como el señor Parker ya es mayor de edad, me pareció inapropiado seguir tratándolo de chico, señor.

Tony frunce el ceño y alza la vista de los papeles que durante la última media hora había estado mareando de un lado a otro muerto de aburrimiento. La verdad es que nunca lo había pensado desde esa perspectiva. No diría que "señor" fuera un término apropiado, pero Peter ciertamente no era más ese pequeño enclenque alborotado con desorden de atención que conoció. Tampoco era un señor. El término en sí mismo era demasiado estirado y recto para la personalidad tipo Peter Pan de Parker.

—Dile de otra manera, ese título sigue sin ir con él.

—Joven Parker, ¿entonces?, señor.

A él, por su parte, le quedaba pintado.

—Si no queda de otra... —suspira pensando que "chico" seguía estando bien—. Pero, sigamos, ¿tenemos un ático?

—Algo que se le acerca bastante, sí.

—¿Se le acerca? —pregunta suspicaz—. Estoy casi seguro que yo mismo diseñé los planos...

—Uno de los contenedores superiores del exterior lo ocupa Dum-E para guardar las decoraciones, señor. Hace las veces de "ático".

—¿Dum-E tiene un maldito contenedor para él? ¿Cuándo pasó eso?

—Hace unos años cuando empezó a encomendarle que se encargue de las decoraciones, señor.

—¿Qué demonios? ¿Pasan más cosas sin que yo lo sepa?

—Algunas, señor.

—Suenas muy satisfecha al respecto, querida —se ríe recargándose en su silla, mirando el cielo raso de su despacho.

No soy capaz de tener emociones, señor.

Tamaña mentira que se decían una y otra vez para no tener que ponerse a averiguar cómo era que su IA y su robot personal eran capaces de tener emociones y sentimientos.

No necesitaba preguntarle desde cuándo Peter parecía ser amigo de su robot. La respuesta era intrincada y profunda, y Tony no deseaba admitir en voz alta que todo inició como un experimento. Le generaba curiosidad saber si su robot era capaz de generar lazos con alguien aparte de él. Happy solía ignorarlo, tratándolo como una máquina más; y Rhodes estaba decidido a no ser parte del "inicio del apocalipsis robótico" que juraba Tony estaba por propiciar.

Peter era la única alma noble que sería capaz de ver atreves de Dum-E y crear una relación. Terminó pasando tal cual y Tony no tenía en claro si estaba feliz o preocupado. Pero era algo digno de ver. Por no mencionar que era relajante para su sistema espiarlos y verlos interactuar. Su vida estaba llena de cinismo, de vueltas complicadas y dobles palabras. Peter por si solo era un antídoto, Peter con Dum-E eran una esperanza que pocas veces se permitía tocar.

—Quizá quiera ir a ver lo que están haciendo... —sugiere su IA—. Están volviendo y traen muchas cajas con ellos. El joven Parker dejó unas al llegar en seguridad para que las revisen y por más que los guardias no detectaron nada peligroso en ellas, creo que usted diferirá.

Maldiciendo, Tony se endereza y deja atrás los papeles. No comenta en voz alta, e intenta no pensar en qué F.R.I.D.A.Y. leyó y entendió perfectamente sus pensamientos, así fueran complejos. Tenía que terminar aquel trabajo, no podía darse el lujo de ignorarlo y su IA no solía dejar que lo esquive, pero había días, o momentos como ese, donde ella entendía que eso era lo que necesitaba.

Sus pies se deslizan por los pasillos hasta la sala de juegos, donde la voz de Peter resuena mientras da órdenes y contra órdenes a Dum-E. El chico está sentado en medio de la sala, rodeado de al menos diez cajas. Su mirada va y viene a Dum-E, mientras abre las cajas y estudia el contenido. Si la caja pasa su aprobación, la corre a su espalda y coge otra, si no lo hace, llama a Dum-E para que la corra y se la lleve a la otra punta del cuarto. Dum-E se queja un par de veces, como si no le gustara que la caja en cuestión no fuera aprobada. El chico le sonríe compasivo, una mueca que Tony vio de frente muchas veces, en especial cuando él parecía ser incapaz de "entender" la suma necesidad que tenía Parker por modificar una vez más su traje.

Su robot, que tenía orgullo cuando él no andaba cerca, se gira dándole la espalda a Peter. El chico, con las piernas cruzadas dando muestra de su perfecta elongación, pasa la mano por su cabello y tuerce el cuello intentando hacer que Dum-E vuelva a su lado usando un tono dulce y amistoso. La luz del mediodía entra a raudales por los amplios ventanales que rodean toda la zona. Toda ella choca de lleno contra las hebras cafés de su pelo, volviéndolo más claro, revelando capas claras y caobas de color.

Peter se para, y se inclina junto a Dum-E. Tony los estudia sintiendo esa cosa retorcerse maravillada en su interior. Peter se pone de cuclillas para hablar directamente a la pinza, la acaricia y le explica algo que Tony no entiende sobre la caja y su contenido. No es eso lo importante en el cuadro. Peter sonríe radiante cuando Dum-E deja el capricho y alza hacia arriba y abajo su pinza. El chico se endereza, le da un golpe cariñoso a Dum-E y le pide que recoja las cajas que había separado y las lleve cerca del árbol.

Tony lo estudia cuando se cruza de brazos y, como la primera vez que lo vio usando aquel feo y desagradable suéter navideño, repara en lo amplio de su pecho, lo fornido de sus brazos y lo firme de sus hombros. F.R.I.D.A.Y. tenía razón en decir que no era un chico.

No tenía idea cuándo pasó. Estaba seguro de que la última vez que revisó, Peter no era más que un crío de metro sesenta y cinco con problemas típicos de un adolescente que no era popular. Ahora, era un ingeniero junior, que trabaja para él a tiempo completo. Entendía conceptualmente que pasar todos los días con él, más de nueve horas diarias era el motivo por el cual no notó que ya no era un niño, pero descubrirlo significó una sorpresa.

Odiaba las sorpresas.

Por eso odiaba haberlo besado el día anterior. Peter salió disparado y lejos suyo luego de eso. Tony tenía experiencia de sobra para saber que había sido porque le gustó, no porque lo odió. Y eso era un problema. Se pasó toda la noche martirizándose por ser tan idiota. Había sido un arranque infantil y desprolijo besarlo. ¿Qué más le daba si Peter intentaba hacer un ranking extraoficial de cuál era el Vengador que mejor besaba? Ninguno de ellos tenía que pasar horas de su vida encerrado con él en un taller, ninguno de ellos podría enviarle mensajes extraños sin querer.

Ahora, como anoche, llegaba a la única conclusión que se le ocurría como válida: Tony necesitaba sexo. Estaba demasiado ensimismado en la Sede, en el trabajo no honorífico de líder silencioso de los Vengadores. Cualquiera creería que salvar al maldito universo daba vacaciones, pero Steve murió por la causa y Tony no pudo retirarse así lo quisiera. Por eso no tenía maldito tiempo para follar y por eso que su pupilo estuviera besuqueándose con todo el mundo le despertó celos. Ah, como quisiera volver a esa época de su vida donde podía besarse con todo el mundo sin reparar en las consecuencias...

Una voz hastiada en el fondo de su mente le recuerda que Peter no era "todo el mundo" y que más le valía remediar la idiotez del día anterior antes de que fuera demasiado tarde. ¿Debía sentarlo y hablar con él? ¿Debía dejarle en claro, de forma explícita y categórica, que jamás volvería a pasar? Quizá lo mejor fuera...

Un estruendo suena y se sobresalta. Peter y Dum-E estan parados, viendo como todo el contenido de una de las cajas se desparrama por el piso. Tony se queda como ellos, viendo el desastre, pero su mirada se queda fija en algo más arriba del piso. En algo que no podía ser, en algo que para nada estaba dispuesto a permitir.

—¡¿Por qué demonios hay una caja del ejército de salvación en mi jodida sala, Parker?!

Su pupilo suelta un grito de sorpresa, pero se recompone en el acto. Dum-E es valiente y leal, pero tiene instinto, así que en vez de interponerse entre su furia y Peter, se queda firme a su lado.

—Y-yo pu-puedo ex-explicarlo...

—¿Intentas volver mi casa un tiradero? ¿Quieres que te saque tu pase y te mande a trabajar a las instalaciones centrales de Stark Industries? ¿Intentas morir y el suicidio te parece de cobardes? Explícame, porque me muero por entender qué te hizo pensar que podías meter basura de otros en el centro de mi sala.

No logra convencerlo. Le pone empeño, lo reconoce. Algo sobre que las cajas serán tiradas porque obviamente que los pobres no tienen árboles que decorar, algo sobre reutilizar y que él era filántropo... buenos argumentos, pero Tony se endereza y lo mira entrecerrando los ojos.

—¿Crees que debo vivir en la basura solo porque me preocupa el medio ambiente, o piensas que soy un hipócrita por no querer hacerlo?

El rostro del chico pierde todo el color y niega fervientemente. Dum-E, retrocede un par de centímetros, ubicándose estratégicamente a la espalda de Peter.

—Dime —gruñe molesto con toda aquella idiotez.

Ni siquiera le gustaba la Navidad y Parker solo parecía ser capaz de empeorar la aversión que esa maldita festividad le despertaba.

—No, señor. Lo siento.

Intentando controlar su genio, recordando que Peter no merece que pague con él el agotamiento que tiene y lo molesto que está por haber caído en su propia trampa de besarlo de aquella manera solo para demostrar un punto a sí mismo que hasta la fecha no se había percatado que quería probar, suspira.

—¿Por qué no usas las que había del año pasado? —pregunta retrocediendo un paso, esperando que el aire vuelva a centrar su mente—. ¿Tienen algo de malo?

Lo ve morder su labio inferior y Tony desliza la vista a las pocas cajas que estaban en la zona de "aprobado".

—¿Qué tienen? —pregunta más fríamente.

—No... eh... ¿No combinan con la decoración?

Tony entrecierra los ojos y estudia la sala. Su gusto minimalista e industrial estaban bien equilibrados. El árbol en sí mismo desentonaba, claro, pero ¿tanto más lo haría decorado? Ni siquiera recordaba cómo eran los malditos adornos. No estaba seguro de haberse acercado a esa zona el año pasado por esas fechas. Se las había arreglado para irse en una misión y volvió justo cuando todo había terminado. Era el plan de ese año, pero claramente las cosas no iban a ir de esa manera. Tony podía ser el líder de los Vengadores, pero no el presidente de S.H.I.E.L.D. y como ya habían notado que le gustaba irse de misión en las fiestas, ese año no se lo iban a permitir.

—¿No combinan? —insiste.

—Deje que le muestre.

Tony lo estudia concentrado y cuando le tiende una caja para que vea con sus propios ojos lo que contiene, una explosión de colores chillones y discordantes lo ciega. Dorado, azul, violeta, rosa neón, plateado y blanco.

—También está esto... —la siguiente caja vuela a ellos con el tirón de una telaraña.

Cuando la abre, la caja parece vomitar un sin fin de moños, cada cual más grande, más horrible y más colorido.

—Y las luces...

—Ya, ya. Entendí. ¿Esto quiere decir que llevas años decorando de esta manera mi casa?

Dum-E se agita asustado y Peter mira alarmado en su dirección.

—¡Por eso es que traje esto! Dum solo es un robot, no tiene sentido de la moda o la estética.

Tony cree que es gracioso que eso salga de la boca del tipo que usa un suéter verde con un reno tejido, cuya nariz es una borla roja que sobresale.

—¿Y pensabas usar basura de otros para ello? ¿Se te ocurrió siquiera ir a comprar otros?

No está seguro por qué esa idea hace a Peter enrojecer y agachar la vista, pero lo hace.

—Bueno sí, lo pensé es que... yo estaba juntando para poder comprarle a May una casa y hace dos días pagué el enganche, así que eh... me... quedé sin liquidez.

Tony alza la mano, horrorizado. Una cosa viscosa y sanguinaria se retuerce violenta en su interior.

—¿Por qué demonios crees que esperaría que pagues de tu bolsillo algo que es para mi casa? Y ya que estamos, ¿por qué no me pediste ayuda con el dinero? Te dije mil veces que podría mejorar tu paga si solo dejarás de tocarme los cojones con eso.

Peter suelta un suspiro y le lanza esa mirada de pena y cariño. La odia tanto como le encanta. Le hace recordar cosas que no tiene, pero que en algún momento tuvo. Le recuerda a su madre, que siempre intentaba recordar que lo amaba más de lo que deseaba darle una bofetada por su terquedad.

—Mi sueldo es más que acorde al de cualquier pasante en cualquier empresa.

—Tu sueldo es una maldita limosna que no es acorde ni para el estado —estalla con resentimiento.

—Cobro mucho más que el mínimo salarial reglamentario.

—A los adornos y el departamento, Parker —gruñe impidiendo que vuelvan a tener esa pelea, sabiendo que su paciencia y esa charla estaban diametralmente opuestas en el espectro de la razón.

Tony no entendía por qué se empeñaba en ser pobre. Menos entendía por qué lo forzaba a él a colaborarle. Entendía que quisiera ganarse su lugar. Suficiente fue hacer que acepte trabajar directamente con él, en lugar que como cualquier junior de su empresa en las amplias instalaciones del taller general. ¿Pero la paga? Jamás se le permitió darle un dólar más de la cuenta.

—Es una casa —dice Peter, achicando apenado la boca.

—Bueno, me parece aún mejor —lo apremia impaciente—. ¿Por qué no me pediste ayuda?

¿Era idiota que se sintiera herido por eso? Porque así se sentía. Le molestaba saber que si no hubiera sido forzado por unos malditos adornos de mierda, no le hubiera dicho la verdad.

Rascándose la nuca, Peter esquiva sus ojos. Tony sabe que no le gustará lo que sea que estuviera pensando decir.

—Quería hacerlo por mi cuenta. Ya sabe, para ella de mí. Saber que es mi regalo.

Lo respeta, así lo exaspere. No quiere discutir más al respecto, así que decide ir por el camino de la paz. No está seguro de que sea correcto sentirse tan herido y no cree que sea inteligente dejarle ver eso al chico. En especial sí se tiene en cuenta la idiotez del día anterior. Le molestaba tener que apretar los labios en una discusión, pero mejor era no enviar un mensaje que Peter en su inexperiencia pudiera malentender.

—Bien, lo que sea. Deja que al menos revise el contrato y me asegure que no te están estafando.

—Oh, hum... la señora Potts ya revisó el papeleo. Me dijo que estaba bien. Ella me recomendó la corredora de vienés raíces.

—¿Dejaste que ella te ayude y yo no? —se queja sin recordar que no iba a hacerle una escena al respecto.

Esa vez Peter le sonríe arrugando la nariz. Tony ve el viejo rastro de su rostro infantil en el gesto, pero los rasgos más adultos y maduros en su expresión hacen que se vea ligeramente más atractivo que tierno. El pensamiento llega solo, sin aviso y lo desconcierta lo suficiente para que tenga que reconocer que en el fondo, es verdad. Se ve atractivo. La idea le pica en la piel. No le gusta pensarlo, pero tampoco entendía por qué lo incomodaba. Tony era objetivo en el 90% de los casos respecto a la apariencia de las personas.

—Ella no se las arreglaría para pagar la casa por mí. Usted sin dudas lo hubiera hecho.

Dando un respingo, eyectado de sus pensamientos, Tony resopla molesto. Decide no empujar más el tema. Era verdad, al fin y al cabo. Así entendiera qué movía a Peter a hacer eso, más claro tenía que no hubiera podido permitir que todos sus ahorros se fueran a parar a una hipoteca que cargaría quién sabe por cuantos años.

—Eso nos lleva a los adornos —dice, sabiendo que esa parte de la charla sí iba a salir a su favor.

Peter decide con inteligencia llamarse al silencio y mirar al suelo.

—Parker...

—Sé que no le gusta la Navidad, no quería pedirle dinero para comprar adornos.

Tony no está convencido de esa excusa, pero no parece que Peter fuera a soltarle otra. Lo mira sin saber bien qué hacer, o mejor dicho, sabiendo exactamente qué, solo que odiando con cada fibra de su ser el estar por hacerlo.

—Ven, nos vamos de compras.

Peter se queda tieso en su lugar y Tony le alza una ceja.

—No pienso permitir que decores con eso —masculla apretando los dientes, señalando lo que en el piso aún desperdigado eran los adornos más horribles de la historia—. Vamos a comprar todo nuevo. Dum-E, desaparece esto. Si encuentras un incinerador, tanto mejor. Si no, asegúrate de al menos meterlo en la pila correcta de reciclaje.

Ninguno de los dos registra lo que dice. Ambos lo miran quietos y aturdidos.

—¿Necesito aclarar que esto es una orden? —gruñe con los dientes apretados y ambos se ponen en marcha.

Tony coge el celular en su bolsillo y le manda un mensaje a F.R.I.D.A.Y., mientras Peter empieza a corretear tras él, bajando las escaleras en dirección al garage. Elige otra vez el pickup rojo, ya que no está seguro de cuantos adornos termine haciéndole comprar a Parker. Se imagina que intentará gastar lo menos que se pueda. Una sonrisa perversa se extiende en sus labios y abre la puerta del pasajero. Peter se detiene inseguro alternando la vista de él a la camioneta.

—¿Qué es tan divertido? —musita receloso luego de sentarse.

Tony le cierra la puerta y se inclina sobre la ventanilla baja, mirándolo exultante.

—¿Para ti?, no sé. Para mí, lo que viene.

Con una expresión preocupada, Peter se pone el cinturón y Tony se ajusta la chaqueta que había cogido en el camino.

La tienda, como cabría de esperarse, fue cerrada para ellos. Parker lo miró curioso cuando entró por la parte trasera de la departamental y receloso cuando Tony cogió el elevador de empleados. Cuando entraron en el inmenso y descomunal espacio, fue como si la Navidad los engullera de golpe.

—Este lugar es muy costoso —masculla de lado Peter, intentando alzar la mano para que los tres vendedores no corrieran hacia ellos.

—Eso es lo divertido. Ve a elegir.

Peter lo mira mortificado cuando lo entrega a los tiburones y él se limita a dar vueltas por ahí, sonriendo maliciosamente cada vez que un desesperado Parker se gira pidiéndole clemencia.

Su vista va aburrida de un lado al otro. Pasando sin que le importe ni un poco lo que ve. Todo le parece estúpido, feo e innecesario, pero era divertido ver las muecas de Peter cada tanto.

Claro que su recorrido dura poco y en menos de diez minutos tiene que plantarse frente al maldito y forzarlo a cooperar.

—Dennos un momento.

Los tres vendedores se retiran discretamente y Peter suelta un suspiro agotado cuando lo coge del brazo y lo arrastra al otro extremo de la tienda.

—¿Me quieres decir qué es lo que está mal contigo? —masculla molesto con que arruine así su salida—. Llevas días atormentando mi vida con la maldita Navidad y ahora te niegas a comprar algo.

Quería que pase un momento incómodo, no que tuviera esa cara desencajada y miserable. Maldita sea, era solo dinero.

—Esto es todo muy caro... Podríamos ir a...

—Peter, mírame —renuente, el chico voltea el rostro y lo ve—. Voy a dejar esto en claro una última vez y no quiero tener que volver a repetirme. ¿Sí? —espera hasta que asiente y solo recién continúa—. Ahora mismo, si me decidiera a comprar todo lo que hay en este local. Incluido todo lo que tengan en el depósito, no me afectaría en nada. Podría decidirme a comprar la firma, las fábricas y a todos sus empleados y aun así no arañaría el 0,05 porciento de mi fortuna. De hecho, añadiría millones a mis cuentas en pocas horas, porque esta es una tienda de vanguardia y su firma tiene una buena cotización en bolsa, porque es una empresa conocidamente verde. ¿Entiendes?

La mirada desorbitada se clava en él, en los escaparates y otra vez en él.

—¿Ni el cinco porciento?

—Ni el cero coma cero cinco por ciento, Parker —especifica—. Soy así de rico, niño; no lo olvides. Ahora, harías el maldito favor de elegir algo que combine... —estudiando el carrito que le habían dado y en el que los vendedores metían lo que sea que Peter con dientes apretados aceptaba—. ¿Rosa? ¿Y te atreves a criticar el gusto de Dum-E?

Eso hace que se relaje más, que incluso se ría. Tony se remueve un poco cuando ve que su sonrisa le trae paz. Sabe que no le conviene que su felicidad y su calma estén en manos de otro. Jamás fue bien cuando se dio esos lujos, pero Peter era su pequeño talón de Aquiles.

—¿Puedo dejar todo y volver a empezar? —le pregunta el chico empequeñecido.

—Por favor —suspira apresurándose a dejar todo en los anaqueles indicados.

Esta vez, Tony no se aleja. Se queda quieto viendo que Peter agarre muchas cosas. Demasiadas. El chico ya no se queja por el precio, se queja de su ostentosidad. Pero Tony está decidido a mostrar su punto y cuando consigue llenar el quinto carrito, Peter se ríe a mandíbula abierta y empiezan una competencia ridícula. Los vendedores los aplauden y los motivan. Peter y él corren por toda la tienda, cogiendo la mayor cantidad de cosas en un tiempo determinado y el que más se acerque al precio, gana. ¿Qué gana? Ser mejor que el otro. Nada más, tampoco nada menos.

No estaba seguro de que alguna vez en su vida hubiera hecho algo parecido, pero cuando al fin terminan de saquear el lugar, Peter está sonrojado y con el cabello hecho un desastre. Su cara de sorpresa no es nada contra la que compone al enterarse de que no tienen que esperar a que nadie les pase por la caja cada elemento y que de hecho, mientras ellos jugaban, los empleados habían empaquetado todo y ya los esperaba en la parte trasera del pickup.

—¿Así es siempre? —murmura arrastrando asustado el carrito por la fila de las alarmas, temeroso de que empiece a pitar.

—Siempre.

—¿Cómo saben que se llevará?

—No lo saben.

—¿Oh?

—No interesa. Ven, vamos. Aún tengo que asegurarme que Dum-E tiró todo donde le dije.

Peter se detiene con su changuito junto a la camioneta y mira desconfiado las bolsas y cajas que habían sido apiladas mientras jugaban.

—Pon lo último y vamos —se queja rodándole los ojos, dándole un toque con la cadera en la parte baja de la espalda.

Saltando ligeramente, Peter se pone en marcha y Tony aprovecha para entrar en el auto y echar a andar la calefacción. La música se activa automáticamente y rueda los ojos al oír los villancicos. Música que detesta. Su madre siempre le había hecho tocarlos en las vísperas de Navidad de su niñez. La vieja punzada de malestar trina y cuando está por tocar el botón para sacar de una vez la radio, Peter entra a su lado y se pone a canturrear la canción.

Sin decir nada pone en marcha el auto y escucha sin creerse como Parker se canta de arriba a abajo todo el repertorio que la radio tiene para esas fechas. Cuando coge la ruta que los llevará a la Sede, Tony se acomoda en su asiento y mira curiosamente como el pequeño show de su pupilo termina convirtiéndose en un espectáculo donde, aparte de cantar y bailotear en su asiento, cuenta con un acto de percusión. El sonido de sus manos golpeando sus muslos se acomoda perfectamente a la melodía, sin errar en el más mínimo compás.

—Eres un chico muy extraño, Parker.

Peter se sobresalta y Tony lo mira alzando arrogante una ceja. ¿Olvidó que estaba ahí?

—¿Hum?

—La Navidad. Es una fiesta de niños o viejos. ¿Cómo es que a un chico de tu edad le interesa tanto?

Peter se queda mirando pensativo el salpicadero del auto antes de dejar caer la espalda en su asiento.

—Ben amaba la Navidad. El primer año que me trajeron a su casa, compró este gran árbol, todos esos hermosos adornos, me dejó elegir las luces y la estrella. Era inmenso, May casi lo mata al verlo, pero... lo había elegido yo. No me di cuenta de que era demasiado árbol para el pequeño apartamento, pero él no me corrigió y una vez que lo dejamos listo May nos dio chocolate y vimos algunas películas. May tocaba villancicos en el piano, él me contaba historias... Hacía una gran cena, para el 24 y un almuerzo aún más escandaloso para el 25. Él... él amaba disfrazarse de Papá Noel para los niños de los centros que había cerca de casa... era un gran tipo. Cuando murió, hacía poco me había picado la araña y entre su muerte y los poderes... no sé, no tenía cabeza. Ni siquiera me había dado cuenta de que era el día de armar el arbolito. Llegué al apartamento y el olor a pino fresco me despertó del entumecimiento. May tenía chocolate caliente, malvaviscos, villancicos, adornos y luces. Jamás me permití olvidar lo importante que era la Navidad, lo fundamental que era para mi familia, para el recuerdo que teníamos de Ben.

Tony aparca en el garaje interno y se queda viendo como Peter le sonríe de lado y se baja de un salto para empezar a subir todas las compras. Iba a estar un rato, así que Tony coge el celular y le envía un mensaje a F.R.I.D.A.Y. para que le mande a Dum-E para ayudarlo.

Los ve trabajar recargado contra la camioneta, analizando y repitiendo las palabras de Peter. Lo único que sacaba en limpio es que ahora iba a tener que esforzarse en hacer de esa una maldita y buena Navidad. ¿Cómo iba a siquiera pensar en lo contrario, luego de esa historia?

Tony tenía sus propios demonios para odiar unas fiestas que jamás significaron familia, amor y unión. Sus padres rara vez pasaban con él la Navidad y menos que menos nochevieja. Para él era una mentira más que había construido el capitalismo, donde algunos se llenaban de millones vendiendo la idea del amor, la unidad y la familia. Pero Peter, si Peter que sí tenía motivos para que esa fuera una fiesta llena de miseria y dolor se aferraba a ella recordando el amor y la esperanza, ¿cómo se iba a convertir en la piedra de su zapato?

—¿Señor?

Tony da un respingo y se endereza viendo como Peter, cogiendo una pequeña caja lo mira seriamente.

—Ya terminamos, hoy no es el día de armarlo, así que dejaremos todo en la sala y yo vendré el día que haya que armarlo.

—¿Hay un día?

Peter se ríe y agita la cabeza mirándolo con la misma dulzura que uno miraría a un niño particularmente lento.

—El 8, señor.

Picado, no le pregunta por qué ese maldito día. Ya iba a ponerse a estudiar él todas las jodidas tradiciones de la maldita Navidad. Si el chico quería alguien con espíritu navideño, Tony iba a vomitar Navidad para él.

—Voy con Dum-E. ¿Viene?—pregunta Peter, girando lentamente. Tony hace un movimiento indefinido con la cabeza y el chico solo asiente, regalándole una última y esperanzada mirada sobre su hombro, cuando se pierde tras las puertas del elevador.

Sacudiéndose la sensación molesta que crece hasta enroscarse en la parte baja de su abdomen, se apresura a entrar y supervisar lo que queda de la eliminación y desaparición de los horripilantes adornos.

Peter no se le vuelve a acercar en toda la tarde. Casi no repara en su existencia, de hecho. Estaba demasiado compenetrado en mostrarle todas las compras navideñas a Dum-E; pero Tony es incapaz de quitarle los ojos de encima. En especial cuando empieza a reírse de la forma ridícula en la que Dum-E intenta comparar sus adornos con los que Peter eligió.

Una parte de él, la que está tirada en el sofá, despreocupada, con una taza de café y criticando los gustos cuestionables de su robot, entiende por qué todo aquel cuento era especial para Peter. Su pupilo defiende a Dum-E y le lanza miradas de reproche cuando Tony hace comentarios demasiado hirientes. Las horas pasan sin que lo note y cuando cae la noche, se sorprende ofreciéndole a Peter llevarlo a casa.

Ambos se quedan sorprendidos de la oferta, pero Tony finge que es lo más normal del mundo y Peter se apiada de él siguiéndole el juego. Meten en el pickup las decoraciones que no se le permitieron tirar, ya que Peter las llevaría al orfanato que la fundación de su tía apadrina y el viaje transcurre en un cómodo silencio. De esos que empezaron a tener a medida que Peter crecía y aprendía que no necesitaba usar cada segundo despierto para hablar.

Cuando frena la camioneta frente al apartamento de May, Tony está por bajar para ayudar a cargar las cosas, cuando siente la mano de Peter cerrarse sobre su muñeca.

—No hace falta, puedo llevarlo todo —le explica con una sonrisa incómoda—. Hum... ¿Señor? Yo... esto... gracias —dice luego de un considerable esfuerzo—. Al final la pasé muy bien hoy. Me divertí. Gracias por obligarme a hacerlo.

Tony lo ve en cámara lenta. Peter se acerca y su boca acaricia con firmeza y rapidez la piel de su mejilla. No cerca de su boca, obvio que no, pero cuando se aleja unos pocos centímetros, Tony ve que humedece sus labios y muerde ligeramente el inferior.

El mismo instante de sorpresa de la tarde anterior lo invade. El olor a su shampoo almendrado los rodea, así como el brillo dulce en sus ojos. Su boca desprende un suave e hipnótico olor a chocolate y Tony siente un jalón en el fondo de su mente: un llamado o un pedido de auxilio. Es difícil entenderlo, pero es algo que está ahí, escondido, en alguna parte de sí que hace mucho tiempo dormía.

Extrañamente quieto, Tony se queda viendo la espalda de su pupilo desaparecer cuando sale sin esperar un solo segundo más.

Un ligero calor aletea en la parte de su rostro que había sido besado, como si la huella estuviera latiendo y le toma unos segundos darse cuenta de que eran la punta de sus dedos, recorriendo la zona. 

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