Capítulo 50
Todo había pasado tan rápido,el partido, las fotos, la blugger, Bellatrix, los primos, Rose, Scorpius.... LA CAÍDA.
Por un segundo, la multitud guardó silencio plasmada por todo lo que había ocurrido hasta que el primer grito fue secundado por otro y muchos más después de ése, las caras de horror y las exclamaciones llenaron cada centímetro del campo de Quidditch, no habían palabras concretas para describir lo que había sido lo peor de todo.
En el piso estaban tendido Rose y Scorpius, y cómo él lo había prometido le había servido como colchón a la jovén para amortiguar su caída y cualquier lesión. En el momento en que la vio caer, Scorpius había decidido dar la vida por aquella pelirroja. Y, aún cuándo la Directora McGonagall intento poner un hechizo alentador no sabían si había sido suficiente.
Los profesores corrieron a ayudarlos, los jugadores ahora mismo sobrevolaban sobre sus escobas, incluso los Slytherins había dejado de jugar, estaban confundidos e impactados. Era demasiado para tan poco tiempo.
Todos observaban como se llevaban a la pareja con urgencia, Rose que hasta hace unos segundos se había mantenido sobre el pecho del rubio con los ojos cerrados, apenas presentaba algunas cuantas heridas, sin embargo, en Scorpius la situación era diferente, sus heridas eran más profundas y un hilo de sangre bajaba por su cabeza.
—Jugadores, abajo. El juego se cancela. — gritó Madame Hooch haciendo silbar su silbato.
Allí, otro problema sucedió, sólo bastó con que los pies de los jugadores tocaran el césped del campo para que Fred Weasley se avalanzará sobre su primo.
—Dime, ¿esta imágen es real? — preguntó Fred serio, sujetando el pedazo de papel mágico con una mano. — ¿Eres tú y mi novia?
James quiso negarlo todo, decir que era una mentira o una broma, de hecho, James también quería que lo hiciera. Por Merlín, eso era lo que más deseaba. Sin embargo, algo en su consciencia se lo impidió.
—Es verdad, Fredie, yo los ví. — llegó corriendo Agnes Lee.
Los gryffindors la miraron amenazantes, haciéndola tragar un poco de saliva. Pero ella era una ravenclew, un águila con inteligencia.
—Yo no tome la foto, ni tampoco sería tan cruel para hacer eso.
—No te creo. — se acercó James, con un solo paso.
—¿Entonces, es verdad? — volvió a intervenir Fred.
—Agnes dice la verdad, ella no fue, estuvo conmigo todo el tiempo. — mintió Roxanne, ella era su amiga, además si era cierto, quería decir que Bellatrix había traicionado a su hermano, no lo merecía.
—James. — exigió Fred.
Él era su mejor amigo, su compañero de bromas, él confiaría en sus palabras aún cuándo la prueba era mas que obvia, y el mayor de los Potter lo sabía, entonces, debía decir la verdad.
—Si, soy yo...— antes de que pudiera terminar, sintió el ardor de un puñetazo sobre su mejilla. Se escuchó el sonido de los huesos crujiendo con el impacto.
—¡Sabes que es mi novia! ¡Sabías lo que sentía por ella! ¡Que yo la quería! — le gritó, propinando otro golpe —. ¿Cómo pudiste? Tú me dijiste desde el año pasado que ella ya no te interesaba, ¡Eres un...!
—Fred basta. — intentó interponerse Louis, pero su primo lo hizo a un lado, tomando el Jersey de James, su mirada dura y dolida.
—Fred, deja a James. Tú zorrita, seguramente lo sedujo. — se interpuso Dominique.
—¡Cierra el maldito pico! — gritaron ambos.
—¡Eres un traidor! — regresó Fred.
Los alumnos que quedaban los rodeaban mientras apostaban, antes de que Fred pudiera propina un nuevo golpe a su primo, la pelinegra llegó corriendo hasta ellos, abriéndose pasó escuchando algunas desagradables insultos dedicados a ellas, cómo: zorra, perra, put*. Bellatrix los ignoró y miró la pelea, bueno, técnicamente a Fred golpeando a James, y James aceptandolos sin ninguna intención de defenderse.
«¿Es idiota o qué? ¿Por qué no se defiende?»
—¡Fred, basta! — gritó Bella, logrando que el chico se detuviera. — No lo hagas.
—¿Por qué? Dime, ¿estás feliz?
Esa mirada llena de dolor y enojo, la mató. Estaba tan acostumbrada a las miradas de amor de Fred que aquella la hizo sentir como una mierda.
—¿Eres tú? — le preguntó a la chica, — Creeré solo en lo que tú me digas, Bellatrix.
La joven mordió su labio, por un momento sintió nervios, experimentaba una sensación completamente nueva y desagradable, le dolía, dolía ver a Fred II Weasley así.
Pero, ella era Bellatrix Letrange, no podía dar muestra de debilidad.
Así que, clavando un puñal en su pecho, lo miró con la cabeza en alto, sus labios rojos entre abiertos, con el aire su cabello rizado de levantaba, sus ojos grises se mostraron fríos, entonces dijo con la voz más segura:
—Soy yo. — por dentro algo se derrumbaba. — Y antes de que pienses otra tontería, él no me hizo nada, lo bese solo para molestarlos. Los utilice, pero a decir verdad, ya me aburrieron.
Una extraña sensación parecida al llanto se instaló en su pecho, la cara de decepción de Fred fue más de lo que pudo soportar. Antes de que alguna lágrima la delatara, la joven se dió la vuelta, y empezó a caminar orgullosa, tal como se caracterizaba. Pero, entre más se alejaba, sus pasos se volvían más grandes. Entonces, cuando estuvo lo suficientemente lejos de ahí, y segura de que nadie la vería, se dejó caer, abrazo sus piernas y lloro.
¿Por qué se sentía como una estúpida adolescente enamorada? Ella ya había pasado esa etapa en su vida pasada, sin embargo, ahora mismo estaba en ese aprieto. Quería reconfortarse diciéndose que todo había sido culpa de ellos, de Fred por iniciar su relación y con James por aferrarse a ayudarla, aunque eso no cambiaba como se sentía. Se odio por llorar, quiso mandarse mil crucios, ¿no se supone que ella estaba demente? ¿Que era una perra?
Entonces, sintió a alguien a su lado. Paso su brazo detrás de los hombros de la pelinegra en un intento de reconfortarla, acercándola más a él.
—Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo. — le dijo una voz masculina.
Bella alzó la mirada encontrándose con un castaño irritante. Matt Fawley.
Ella no dijo nada, siguió llorando, mientras el chico seguía ahí a su lado en silencio.
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DÍAS DESPUÉS
Sintió su cuerpo más pesado de lo normal. A lo lejos, pudo escuchar muchos murmullos a su alrededor, a comparación de otras veces, estos fueron acercándose más, y para su sorpresa, una cálida caricia sobre su cabeza fue lo que la hizo despertar.
—¿Rose? Charly, Ron, llamen a Madame Promfey, creo que está despertando. — aquella voz era una mezcla de alegría, preocupación y podía jugar la pelirroja también de llanto.
Se alegraba por verla, o al menos eso le pareció.
—¿Mamá? — preguntó la joven.
Lentamente, Rose empezó a abrir los ojos, todo daba vueltas, su cabeza dolía más que nunca antes y todo lo que estaba a su alrededor daba vueltas. Entonces, aquello que miró distorsionado, empezaba a tener forma concreta, lo primero que visualizó fue una cabellera castaña y esponjada, unos ojos castaños que la miraban con añoro, preocupación y un par de lágrimas se acumulaban a su alrededor.
—Rose— la abrazo con fuerza. Justo antes de juntar su frente con la de ella, y besar su frente —Despertaste, gracias a Merlín lo hiciste, estaba tan preocupada.
—¿Dónde estoy?
—Estas en la enfermería del colegio, en el último partido una bludger te tiró de tu escoba. Creí que...— se trabo un poco, pensar en ello la hicieron sentir una opresión en el pecho —, creí que te perdía. Lo siento tanto, Rosie, perdón por todo.
Si madre. Hermione Granger, siempre le había parecido una mujer muy objetiva, pero ahora la sentía como una niña pequeña. Quizás Rose no lo sabía, pero ella había estado allí desde el primer día, cuidándola y descuidandose así misma, no saber lo que pasaba con ella la mataba, había sido una mala madre antes, no quería seguir repetir sus errores, así que, nunca se fue de lado de Rose. Cosa que hizo que Charly Weasley le permitiera quedarse ahí, aunque en un momento se arrepintió al ver qué Hermione no quería separarse de su hija ni siquiera para comer.
Rose, no supo que decir, solo acarició suavemente su cabello.
—Intente que te llevarán a San Mungo pero esos idiotas dijeron que no podían porqué — quería decir que el hospital mágico estaba lleno desmemorizando a muchos muggles que habían visto actos de magia de los presos que escaparon de Azkaban, pero no quería provocarle una preocupación a la chica, así que dijo — las habitaciones estaba ocupadas, pero mandaron a especialistas.
Entonces, algo en la mente de la pelirroja se aclaró, de pronto, ella se vió cayendo de su escoba, Scorpius siguiéndola, y cambiando de lugar con ella hasta que de pronto todo fue oscuridad y crujidos.
Abrió los ojos grandemente, — Scorpius. ¿Dónde está Scorpius? — quiso saber la joven.
Sintió una opresión en su pecho, cuando su madre rehuyo de su mirada.
—Rose. — Hermione, acarició su rostro, igual cuando una madre intenta decir algo difícil pero suavizando las cosas. — No fue tu culpa, alguien hechizo esa bludger y ...
—Él... — rogaba que no fuera eso. —¿dónde está? Por favor, mamá, dímelo.
—Scorp, recibió el mayor impacto al intentar protegerte. No ha despertado, y no creen que lo haga. Está en coma.
Al escucharlo, la pelirroja soltó un sollozo. Él la había protegido, y ahora por su culpa.
—Necesito verlo, por favor.
—No, Rose, tú apenas despertaste, han pasado cinco días. Los medimagos siguen trabajando aquí y...
—¿Él está aquí?
La mujer asintió.
—Draco ha estado aquí también, está con él.
—Por favor, necesito verlo.
—Rose, es peligroso. — llegó su tío Charlie acompañado por la enfermera y una medimaga.
Habían operado que los chicos recibieran un tratamiento en el castillo, por dos razones, la primera debido al escape masivo de Azkaban los ataques a los pueblos muggles habían aumentado, los habían embrujado con maldiciones oscuras y además debían encargarse de borrar aquellos malos recuerdos a la mayoría de los habitantes, aunque Harry y otros aurores lograron apresar algunos, la verdad, es que la guerra mágica estaba más cerca de lo que creían. Y, la segunda, no querían que los medios periodísticos del mundo mágico tratará de inmiscuirse a las habitaciones de sus hijos, por lo cual, la ministra trajó los instrumentos y personal necesario para atenderlos.
Rose miró su reflejo, habían algunos hematomas en su rostro, sus labios resecos y su cabello pelirrojo más alborotado. Después de ser revisada, la enfermera junto al medimago decidieron que no era momento de abandonar la enfermería. Así que Rose, no dudo en pedir permiso para ver a Scorpius, aunque en un principio se lo negaron, gracias a la ayuda de Hermione lo logró.
Charly y Delphine miraron de reojo a Hermione y a Rose, sin duda eran muy parecidas, exceptuando el color de ojos y cabello, que eran iguales a los de Ron, quién se había mantenido atrás con ellos. Los prometidos habían visto el comportamiento de ambos, quienes junto a ellos se quedaron día y noche velando por la joven, Hermione la bañaba y trataba de tenerla aseada, mientras junto a Ron le leían.
Si tan sólo así hubieran sido antes.
Hermione arrastró la silla donde la pelirroja iba sentada, al otro lado de la habitación, abrió las cortinas y miró al chico tendido en la cama, sus ojos estaban cerrados y sí ella pensó que tenía hematomas en el rostro, el chico lo superaba. A lado de él, un hombre bastante parecido pero mucho mayor lo miraba preocupado, se veía agotado, al igual que a su madre se le veían las ojeras claramente pronunciadas.
—Yo..., Yo...— murmuró la joven, llamando la atención del hombre —Lo siento mucho, no quería que esto pasara. Perdón.
Draco alzó la mirada, sonriendo un poco, la verdad, sentía todo su mundo caer, pero él mejor que nadie sabía que Rose no era la culpable y tampoco le diría que lo contrario.
—No te culpo, señorita. Mi hijo, habría hecho todo por protegerte. Scorpius, así lo quiso.
La pelirroja sintió una lágrimas caer por sus mejillas. De no haber sido por el rubio, seguramente ella estaría en su lugar o en una condición pero.
Por otro lado, en alguna otra parte del castillo, específicamente en la torre de Gryffindor, una pelirroja no dejaba de caminar de un lado a otro, mordía su pulgar desesperada, éste no tardaría en sangrar en cualquier momento.
«¿Por qué?» ese fue el primer pensamiento que pasó por su mente.
No se suponía que las cosas fueran así. Scorpius no tenía que arriesgarse, la que se supone debía estar en estado deplorable era la mosca muerta de su prima no él, aunque una parte de ella sentía que se lo merecía por haberla traicionado, pero otra deseaba saber de su estado. Lily lo amaba, lo amó porque pudo arrebatarselo a su prima y por quien era, un chico dulce capaz de hacer cualquier cosa por la chica que amaba.
¿Por qué ella?
¿Acaso se olvidó cuando Rose lo lastimó? ¿Cuando la lastimaba a ella? ¿Cuando se burló de Scorpius con Lorcan? Rose era mala para Scorp, para toda su familia. Desde su llegada todo se había ido al carajo, sus tíos se pelearon, su tío Ron y Hermione se divorciaron, sus primos ya no se hablaban, en especial Fred y James.
Ahora, su tía había mandado a investigar lo ocurrido con esa estúpida pelota, tenía la suerte de contar con una de las mejores coartadas, ella era una de las jugadoras de aquel día, ¿cómo podría hacer algo? Pero, claro, esperaba que esa tonta no la delatara, aunque tuviera el hechizo aturdidor.
—Maldita seas, Rose, arruinaste a mi familia. — se dijo así misma.
Ahora todos hablaban de Rose y de Scorpius, estaban aquello que le tenían lástima a la trágica enamora, pero también — y para suerte de Lily— estaban aquellos que aún la protegían y culpaban a su prima, después de todo fue Rose quien se interpuso en su relación con el rubio.
«Bendito juzgado público. » pensó la joven.
Pasaron los días, Rose había progresado bastante bien, sin embargo, Scorpius no parecía dar signos de algún día despertar, las esperanzas cada vez eran más nulas y eso hacia en la pelirroja que el remordimiento junto a un vacío en su interior.
Aún así, la pelirroja no se separaba de su lado, ni siquiera por petición de su madre o su tío Charlie, cada tarde le leía a un libro, a veces del mundo mágico y otras veces muggles, aquel día, leía algunos fragmentos de Historia de Hogwarts.
—Lo siento, sé que un libro académico es lo que menos te apetecería escuchar, — paró, soltando una suave risa que sin darse cuenta acompañaba con un par de lágrimas.
Miró los ojos cerrados del rubio, sobre su pálida piel poco a poco comenzaban a desaparecer los hematomas. Rose acarició suavemente su mejilla.
—¿Recuerdas cómo tú y yo leíamos este libro cada viernes después de clases? Al, nos decía que estábamos locos. — rió un poco.
Sintió un trago amargo atorado dentro de su garganta, tenía una sensación que lastimaba su pecho.
No entendía que era lo que había ocurrido, ella no quiso hacer que Lily se cayera, ahora todos creían que lo habían hecho.
James estaba muy molesto, no era para menos, su pequeña hermana se había roto el brazo, pero por Merlín, ella no lo había echo a propósito, intento sostenerla pero incluso con su fuerza no fue suficiente, u en el momento menos esperado, Lils resbaló.
—¿Por qué nos ocultamos aquí? — escuchó una voz a su lado.
Rose se limpió las lágrimas y miró a su nuevo acompañante.
—Scorp, ¿que haces aquí?
—Hoy es viernes, Rose. — le recordó en tono obvio.
La pelirroja asintió, pero el rubio sabía que algo le pasaba, algo había oído en los pasillos mientras la buscaba.
—Tranquila, Lily está bien, la enfermera le dió una opción para curar huesos.
—Si, pero he escuchado que esa posición sabe a sesos de troll. Yo no quise lastimarla, todos están enojados conmigo, te juro que no entiendo que fue lo que pasó...— el chico le coloco un dedo sobre sus pequeños labios y le sonrió.
—Fue una accidente, te creo Rosie. Además, yo no estoy enojado contigo y estoy seguro que Al tampoco.
—Tú no vistes sus expresiones...
—No, pero veo la tuya. Y si dices que fue un accidente, yo te creo. Siempre creeré en ti.
Inmediatamente, Rose sintió sus mejillas sonrojarse, una cálida sensación invadió su interior.
—Gracias, Scorp.
—No tienes que darme las gracias, no he echo nada.
—Lo hiciste. — le sonrió ella, haciendo está vez sonrojar al chico, cosa que la hizo reír — ¿Estás sonrojado, pequeño Malfoy?
—No. — mintió, volteando hacia otro lado.
—Lo estás. — dijo ella.
—No, mejor vamos al lago, aquí está muy oscuro como para poder leer.
La niña asintió con un movimiento de cabeza, y tomó la mano que el rubio le tendió ayudándola a levantarse.
Al sentados alrededor del lago, Rose recostó su cabeza en las piernas de Scorpius, mientras él leía entre líneas el libro muggle que Rose le había regalado. Los cuentos de los Hermanos Grimm.
—Albus no sabe de lo que se pierde. — susurró Rose, sin perder la vista del lago.
Scorpius, le sonrió y acarició su cabeza pelirroja.
—Si. No le gusta adquirir conocimiento muggle.
—Scorp, son solo cuentos. — se rió la joven.
—No son solo eso. Significan que puedo estar un rato compartiendo mi tiempo contigo, eso lo hace más especial.
—Tienes que despertar, Scorp, tienes que hacerlo. — las lágrimas caían sobre sus azules ojos. — No debiste salvarme, de no haberlo hecho tú no estarías así ahora mismo. Perdón.
El sonido de la puerta, sobresalto a la pelirroja, seco sus lágrimas de su pecoso rostro y se giró. Impresionada, contempló a Tom entrando con unos frascos, que dejó sobre la mesa de la enfermera.
—Tom, ¿que haces...? — dejó la pregunta inconclusa al ver al azabache enarcando una ceja, era más que obvio a qué iba. Así que la ojiazul, decidió reformular, su interrogante — ¿Esas pócimas...
—He estado ayudando al profesor Slughorn, hemos usado algunas con Scorpius.
—¿Lo has ayudado? ¿Cómo medimago?
—Si, Granger— cortó a la chica —¿Acaso crees que no porque soy un mago tenebroso no puedo ayudar a Malgoy? — cuestionó brusco.
—No, yo no..., Quise decir eso.
—Eso pareció, Granger.
—Olvidalo, me voy. — antes de irse, se acercó a Scorpius, abrió un poco su boca y echó unas cuantas gotas. — Me voy.
Rose quiso detenerlo, en cambio, se abstuvo. Comprendía que él lo había herido de la peor manera. Bellatrix tenía razón con respecto a ella. Sus lágrimas cayeron con más intensidad, mordió sus labios, siempre creyó que el odio no era un sentimiento que pudiera sentir, sin embargo, lo hacía, se odiaba así misma por haberse portado por lo que hizo.
En ese momento, todo lo que ella creyó era verdad se esfumó, cayendo en miles de pedazos muy pesados. No podía creerlo, ¿cómo Lord Voldemort, Tom Riddle, podía estar con vida?
Todo en la cabeza de Rose era una caos. Debía pararse y seguir, no hundirse en un abismo sin retorno, pero parecía que más se hundía. De pronto, estaba ella dentro de un mar infinito, ahogándose, pidiendo ayuda y cuando un salvavidas le era lanzado le daba la espalda. Rose no quería ser ayudada, por mucho que lo deseaba, sabía que a veces en las tormentas todos podrían —inconscientemente — ir hacia una ola más grande, que nadar hacia la calma.
Cuando sintió que se ahogaba definitivamente en el fondo de ese mar eterno de tristeza, melancólia y ansiedad, miró cómo una mano la tomaba y llevaba a la superficie.
Entonces, salió de sus propios pensamientos, sintiendo una suave caricia en su mejilla.
—¿Sabías que tus hermosos ojos no fueron hechos para llorar? — preguntó aquella voz débilmente, con una expresión adolorida.
Todos su huesos crujen, estaba muy adolorido y entumido que moverse le causaba mucho dolor. Pero eso no le importaba, él sólo quería que Rose quitará esa expresión. Cada vez que la veía sufrir, algo en él dolía.
—Scorp. — apenas pudo decir.
Estaba muy sorprendida y pasmada, durante unos segundos el tiempo se detuvo a su alrededor, solo eran ellos dos en un pequeño mundo.
Scorpius miró más preocupado a la pelirroja, cuando sus lágrimas en lugar de desvanecerse sólo aumentaron. Rose se abalanzó sobre él, abrazándolo con mucha fuerza antes de golpearle fuertemente el pecho.
—Eres un imbécil, no sabes lo preocupada que estaba, oxigenado. No debiste poner tu vida en riesgo, menos por mi culpa.
El chico hizo una mueca de dolor, antes de mirar a la joven con cariño.
—Mi cabello es natural, no soy oxígenado. Además, Rose, tú eres mi razón, no podía simplemente dejarte caer, tú tenías que vivir. Aquel dolor que te hice sentir, desearía poder quitártelo, tener un giratiempos y volver para no hacerlo. Lo siento.
—Eso es pasado. Creo que el hecho que tú hayas salvado mi vida, lo convierte en eso.
—Es ilógico e irracional quererte como te quiero. Pero no puedo controlarlo. Está fuera de mi voluntad, créeme que la única razón de mi existir ahora mismo eres tú, Rosie.
La pelirroja, relamió sus labios y paso su mano sobre el rostro y cabello del rubio.
—Estás loco, Malfoy. — su corazón latió a mil por hora, su mirada se cruzó con la de Scorpius formando una sintonía de latidos tan magnífica, que ambos pudieron notar como el bombeo de su sangre subía a sus mejillas.
—Tienes que buscarlo, Rosie.
—¿Qué?
—A Riddle, — le dijo él — has las pases con él, no tengas miedo.
Lentamente, el rubio jaló a la chica hacia él, Rose sintió que su corazón se saldría de su pecho, azul va gris, gris vs azul, sus respiraciones se combianaron en una sola. De forma instintiva, Rose cerró sus ojos, y entonces Scorpius besó su frente.
Una parte de la pecosa se sintió decepcionada, pero el otro lo comprendía.
—Quiero que seas feliz. Y Riddle, forma parte de tu felicidad. Te amo, Rose. Amor, es sobre todo desear la felicidad del ser amado, aunque eso implique no volver con ella.
—Scorp...
No tuvo oportunidad de decir más, en ese momento, entraron Draco, Hermione y la enfermera.
—Gracias por estar conmigo. Ahora ve. — le susurró el rubio antes de ser rodeado.
Rose asintió, y corrió para buscar a Tom. No quería dejar a Scorpius, quería quedarse con él, aunque otra parte de ella, sabía que necesitaba hacer lo correcto.
Anduvo por los pasillos, llevándose la vista de algunos alumnos, quizás habría tenido que ponerse una túnica y no andar solo con esa ropa blanca de paciente. Quiso girar para la derecha, no sabía si bendecir o maldecir que el timbre sonara para las clases.
Por una parte, le gustó que los alumnos se dispersaran, pero por otra temió no encontrar a Tom.
Y, sin más, chocó con alguien.
Rose miró a la persona. Su cabello liso y pelirrojo- naranja, sus ojos castaños y esa piel de terciopelo, usaba su uniforme escolar, una bufanda con los colores de Griffyndor. Lily Potter.
La pelirroja Granger, optó por darse la vuelta, pero la suave y tímida voz de su prima la detuvieron:
—Rose, ¿podemos hablar?
—No tengo tiempo Lily.
—Por favor, es importante.
Rose la miró de arriba a abajo. Podía negarse, de hecho, iba a hacerlo pero luego de unos segundos meditando, decidió que era el momento de dejar el miedo y cortar el asunto de raíz.
—Bien. — suspiro ella.
Todos caemos alguna vez en la vida. No tiene nada de malo hacerlo, ni tampoco tener miedo. El problema es cuando permites que aquel no te levanté.
Sé qué es difícil, pero la única persona que hará que sigas adelante, eres tú misma.
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