Kiss #8: Seductivo
Se miró frente al espejo con un notorio sonrojo en su rostro y vergüenza mezclada con sorpresa en su mirada.
Odiaba eso.
Su cuerpo estaba prácticamente sin ropa. Llevaba un top y unos shorts bastante ajustados. Para rematar, unas orejas de conejito decoraban su cabello antigravitatorio.
—No. Voy. A. Salir. Con. Esto.
Miró a Chrome, quien sonreía burlonamente.
—¿Qué no? Ya te digo yo que sí.
Y le empujó hacia la puerta.
La gente que se encontraba en el local le miró atentamente. Los chicos incluso se ruborizaron al verlo, las chicas sentían más envidia que otra cosa y Tsuna quiso desaparecer.
Era el festival escolar, y a su curso le había tocado una atrevida temática:
«Un club de strippers».
Ni más. Ni menos.
¿Adivinen a quién le tocó el papel de una stripper? Oh, sí, al afortunado Sawada Tsunayoshi.
Por suerte, dado su torpeza innata, no le tocaba bailar, pero debía atender mesas de una manera... amable.
No sabía qué era peor.
—Oye, Sawada, parece que has nacido para esto —le comentó uno de los chicos de otro curso.
Frunció los labios mientras se ruborizaba violentamente y soltó de mala gana la bandeja encima de la mesa.
—Te callas, que según sé tienes novia.
Ladeó la cabeza, señalando una rubia que hablaba con sus amigas. Era una de las chicas más populares del instituto.
El muchacho rodó los ojos y sus amigos rieron.
—No me parece que le importarse cambiarse de acera por ti —comentó pícaro uno de los chicos.
—Hmm, me parece muy bien, pero no estoy disponible. Lo siento —dejándoles con la palabra en la boca, se fue.
Solo esperaba que él no viniera a ese maldito lugar. Se moriría de la vergüenza.
Detestaba los festivales escolares. Había un montón de gente desconocida que le miraban de arriba abajo, y el rumor se iba corriendo...
Al final, incluso había una hermosa cola en la puerta del aula.
La cuestión era que tanta expectación le había llamado la atención a cierto presidente del comité disciplinario, que vigilaba que todo fuera en orden.
Y había rumores que empezaban a enfadarlo seriamente.
Unos comentarios tales como «dicen que está más bueno...» o «tengo que ver esas piernas de nuevo».
—¿De quién habláis?
Una bonita tonfa amenazó con cargarse sus cráneos si no hablaban.
—Hi-Hibari...
—Na-nada...
—¿Queréis ser mordidos hasta la muerte?
Negaron con fervor.
—¿Y bien?
—E-están haciendo u-un club... en... el salón... y Sawada...
No necesitó más explicaciones para morderlos hasta la muerte. Nadie hablaba así del castaño en su presencia.
Todos se retiraron para dejarlo pasar. Porque no le iban a impedir el paso con la mala leche que se cargaba.
Se sentó de mala gana en el único asiento disponible, y hojeó la carta para luego pedir tan solo un vaso de agua.
Entonces lo vio, con su ligera vestimenta y su rostro sonrojado pero molesto, atendiendo a unos "clientes" que le comían con los ojos.
—Vete a la mierda —le espetó el castaño a uno que trataba de sobrepasarse.
Sonrió. Ese herbívoro tenía garras cuando quería. Quizá se había molestado por nada.
Pero no es como si pensara permitir que se exhibiera así en público.
Frunció el ceño al ver como unos herbívoros llamaban la atención del castaño, quién fue a verles con el insulto preparado cuando, de repente, uno sacó una pistola de agua y apuntó a su boca.
El joven Sawada bebió algo desconocido, a primera impresión parecía un refresco. Sí, una Coca-Cola...
—¡Tsunayoshi!
Hibari tan sólo logró atraparlo antes de que cayera al suelo.
»◦✿◦«
Media hora había pasado.
Tsunayoshi seguía en la enfermería, y Kyoya se había encargado de sancionar a ese grupo de chavales que habían admitido mezclar un tipo de éxtasis con la bebida después del golpe cincuenta.
El azabache se encargó de ellos y luego fue a ver al castaño, quién seguía durmiendo.
—Kyoya... —murmuró el joven, abriendo los ojos con una sonrisa.
El prefecto se sorprendió. No le llamaba por su nombre, era muy tímido para ello.
—¿Estás bien? Te han...
No pudo terminar su frase cuando el castaño, de un rápido movimiento, se sentó sobre el colchón y le tomó la camisa, uniendo sus labios en un lento e intenso beso que le seducía e inducía a más que solo eso.
—Estoy perfectamente... —cuando se separaron, el menor rodeó con sus brazos el cuello del prefecto y unió sus frentes—. ¿Quieres comprobarlo?
—Tsunayoshi, no está bien, estás...
—Estoy bien, me siento bastante libre ahora mismo —sonrió—. Y sinceramente, si no quieres tú, estoy seguro que tendré una bonita fila de candidatos.
No, ese no era su Tsunayoshi.
—No te vas a mover de aquí.
—¿Eso quién lo dice? ¿Tú? —rió—. Espero que sepas retenerme entonces.
Kyoya sonrió y tomó los brazos del castaño, poniéndolos en la cabecera de la cama mientras se posicionaba sobre él.
Tsunayoshi sonreía, dando por supuesto que el azabache había cedido a sus caprichos, cuando sintió algo frío en sus muñecas.
Miró hacia arriba y distinguió el metal de las esposas.
Hibari había atado sus muñecas a una de las rejas que había en la camilla de la enfermería.
—Espero que así aprendas modales, Tsunayoshi.
Bajó al suelo ante la incrédula mirada del castaño, que se removió con violencia para tratar de desatarse, sin éxito.
—Te quedarás ahí hasta que el efecto de la droga se te pase.
Y se fue, ignorando los gritos e insultos del castaño mientras jugaba con la llave de las esposas, sabiendo que el castaño le guardaría cierto rencor.
Sería divertido ver cómo se vengaba ese chico.
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