PRÓLOGOARCO II


El sentimiento era incontenible, tras aquellas gafas oscuras lo vio.

Y lo más triste de todo es que parecía otro...

Y ella debía continuar con las órdenes.

POKÉMON XY&Z

OTHER WAY TO BATTLE

PRÓLOGO

ARCO II

—No... no hay nada... todo está libre por este lado también... —los labios pálidos, hablaron por el intercomunicador que llevaba enganchado al cuerpo y desembocaba en un micrófono minúsculo apoyado en su mejilla.

Los ojos azul cielo temblaron tras el visor oscuro, para luego cerrarse con seriedad. Tenía al objetivo de la misión justo en frente, un par de metros más adelante, a su entera disposición, apuntándole con aquella arma inmovilizadora, que tembló entre sus manos, como pasaba en aquellos primeros días en que se vio forzada a aprender a usarla. Entonces la bajó y la guardó en la parte trasera del cinturón de artículos que llevaba a la cintura, sólo para quedarse contemplándolo por unos momentos más. Sin duda se trataba de él...

Le daba tanta felicidad que estuviera bien... a pesar de todo lo que había tenido que pasar para conseguirle esa paz... aunque fuera por medio del dolor que le propició. Se veía más alto y aún más fuerte de lo que lo recordaba, hermoso... pero... Tomado de aquella mano a la que una vez le encargó su cuidado. Entonces su mirada se endureció, nada que le decía que aquello no pudiera pasar.

—Retirada... —murmuró nuevamente.

—¿Qué? ¿Está segura agente Y? —Una voz masculina respondió a sus palabras por el comunicador.

—¡Dije que nos vamos! —cerró el canal y tras un último suspiro al mirarlo desde lejos, la figura con vestimenta de traje y botas negras como sus cabellos, se giró sobre si misma para emprender la salida. Con sus pasos, una pequeña T en la esquina superior derecha de su pecho se distinguió.

—¡Ay, que genio! —replicó contra el comunicador el Pokémon gato, a varios metros de la agente.

—Ya...no vale la pena... cerró la comunicación, Meowth —se encogió de hombros James. Quien llevaba un traje negro del mismo tipo.

—Esa chica tonta, se cree la gran inteligente y hermosa, cuando la más hermosa soy yo, definitivamente yo... —se cruzó de hombros Jessie. —¡Debemos hacer algo para sacarla! ¡Y Devolvérsela al torpe, ahora que ha vuelto!

—Eso dices... Pero ahora es miembro de la división de Terminal... El jefe la colocó específicamente ahí... es como si fuera otra persona... —explicó entristecido James.

—¿Y por qué pones esa cara? ¿Te duele la pancita? —le colocó la pata en el hombro su amigo Pokémon.

—No... es solo que yo... era fan del AshSere también... ahora de eso no queda nada... —los miró con lágrimas en los ojos.

—Ahora que lo dices... todo esto es tan raro... porque hasta el concurso Pokémon de Tripokalon ya no es lo mismo desde que esa chiquilla se fue. —ladeó la cabeza la peliroja. —Es como si ahora ya nadie quisiera competir... por el título, van tres años desde que esa chiquilla odiosa de Emilia se coronó.

—¿Qué habrá pasado entre los torpes para que se separan así? ¿No les da curiosidad averiguar? —los mira intrigado Meowth.

—Bueno... si eso me quita a esa chiquilla tonta de jefa, estaré de acuerdo en hacer algo al respecto. —asintió Jessie

—¡Wobbuffet! —salió de su pokébola

—Según las órdenes que teníamos... ese bobo llegaría a Kalos el día de hoy, aunque nos hayan pedido retirarnos... —miró cómplice a sus amigos, James.

—¡Vamos a buscar al torpe! —levantaron los brazos felices, mientras gritaron sus planes.

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—¡Tenía tiempo de no comer uno de estos! —le ofreció postre, extendiendo una de sus manos hacia él. Recién habían regresado a la ciudad Lumiose, como todos los años hacían para defender su título de campeón de Kalos y mientras caminaban por la plaza rosa, una carroza de postres ambulantes, pasó a su lado.

No pudo evitar fruncir el entrecejo y desviar la mirada. —No me gusta eso.

—¡Vamos Ash! ¡Un pedacito! —le arrancó un trocito al pokélito y se lo colocó frente al rostro. —¡Que no! —le tomó la muñeca y bajó con brusquedad, tirando al sueño el turrón que tenía untado en el dedo.

Ella al ver su reacción, lo miró asustada y dio un par de pasos hacia atrás.

—¡Oiga! ¡No sea patán! —salió a la defensa de la joven coordinadora el vendedor.

Al reconocer que era contra él el reclamo, se asustó de si mismo, por lo que miró sus manos en un par de parpadeos, tratando de reconocerse. —Dawn... —levantó la vista entonces hacia ella. —Lo lamento... —dijo sin más.

Cada día que pasaba se controlaba menos, su actitud era un caos, sobre todo en el terreno de batalla, se conocía, sabía que todo aquello no era más que la mala cicatrización de las heridas de su alma, que una y mil veces se había jurado a si mismo y a ella, tras esos tres años juntos, de su apoyo y comprensión, que poco a poco superaría, pero nada servía... sentía como si su sangre estuviera contaminada de desesperación y la tormenta de su corazón no se desvaneciera jamás.

Aunque lo intentara...

Se había convertido en un mendigo de lo que antes solía ser, como si se hubiera borrado todo lo que una vez fue y ahora por más que tratara de recordar como se sentía cuando era feliz... le fuera imposible. Como si la única forma de ocultar el dolor por perder a Serena, fuera la amnesia de si mismo.

—Lo siento yo... —entendió al ver el Pokélito derribado en el suelo. —No me di cuenta... perdóname... —se acercó despacio a él y colocó su mano en la mejilla del campeón.

Por la reacción de la chica, el vendedor, los miró extrañado y poco a poco movió su puesto para seguir recorriendo la ciudad.

—Estas niñas de hoy no se dan a respetar...

—No sé qué me pasó... —cerró los ojos para ella. —Que es sólo un triste pastelito...

—Ya no pienses en eso... ¿mm?... —le colocó la otra mano para tomarle por completo el rostro y lo haló hacia abajo para cerrar la distancia entre los dos, para brindarle un pequeño beso en los labios, que si bien no fue correspondido, no fue evitado.

Lo habían hablado hace relativamente poco, esos días, antes de regresar a Kalos por tercera vez luego de todo lo que ocurrió. No lo dejaría solo... ya era tiempo de retomar su alegría y si ella podía contribuir a su felicidad, con gusto lo haría.

Aunque no se sintiera igual... había rosado sus labios con los de ella algunas veces desde entonces, pero no sentía para nada... la necesidad que le despertaban los labios de Serena por continuar besándola, probarla hasta sentirse satisfecho, por lo que solo respondía con aquella sonrisa falsa a la peliazul.

No sabía si era justo... había sido claro, él aún amaba a la ex reina... Pero su amiga ahora novia, explicó que sería ella la encargada de solucionar eso, que el deber de él ahora sólo era recobrar su felicidad.

Lo que ella no entendía... era que la felicidad de Ash tenía olor a vainilla y cabellos de miel.

—Ven, vamos —lo tomó por la mano izquierda, misma en que en el dedo meñique, lucía el pequeño anillo de compromiso con el que le pidió matrimonio al amor de su vida hace años atrás. Lo cargaba consigo como tesoro.

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Bajó la cremallera de su chaqueta negra, tan rápidamente que el sonido se escuchó en medio de la tranquilidad de la habitación de casilleros donde se encontraba. Abrió la puerta del que le correspondía y se miró al espejo.

Los cabellos ondulados oscuros, crecidos hasta un poco debajo de los hombros, el flequillo de lado, recogido tras su oreja por lo mucho que había crecido y sin darle mantenimiento, evidenciado por las raíces rubio miel que sobresalían de su cabeza. Mientras sus ojos azul cielo, miraban consternados lo que tenían en frente, aquel reflejo que no era ella... que no reconocía. Como si el haberlo visto le hubiera recordado lo que solía ser. Aquel rayo de sol que sonreía con el alma y que ahora se escondía tras las nubes en su propio eclipse.

—Hola...Ash... —habló despacio y cual saboreara las palabras hacia su reflejo, para terminar sonriendo, pero sin poder mantenerlo por mucho. —¡Hola Ash! —volvió a intentarlo, pero el recuerdo de haberlo visto de la mano de su amiga, la llevó a cerrar los ojos con fuerza.

Ese saludo que estaba ensayando nunca llegaría, porque nunca se encontrarían nuevamente. Pudo soportarlo, controlarse a si misma para no salir corriendo a su recibimiento y mostrarle que ella estaba ahí. Ya no tenían que ver... o al menos...no de la manera en que ambos se amaron.

—Es igualito a ti... —pensó entonces, aún con los ojos cerrados, su gesto se suavizó y la sonrisa verdadera se apoderó de su rostro.

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¡Hola! Bueno, empezamos con esta nueva y última parte de la historia, ¡Muchas gracias por todas sus apreciaciones!

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