30.
Harry Potter
Por las personas que amaba estaba dispuesto a hacer cualquier cosa; no importaba si eso me traía consecuencias o algo parecido, lamentablemente era un mal hábito que traía desde niño y con los años no se quito.
Siempre estuve dispuesto hasta a dar prácticamente la vida por mis amigos, eso quedó demostrado en los seis años de la escuela y creo que ahora después de los años también es igual. Siempre tuve una debilidad particular por Ronald y por Hermione, que se vió tocada en el momento en que ella se fue a prisión.
El día que me enteré se su situación no podía creerlo, no era posible que mi mejor amiga estuviera implicada en algo tan sucio y oscuro como el tráfico de niños.
—Joder, que no te digo que no fuí yo quien tuvo la idea; ni hizo la compra —mencionó molesta mientras esperaba su juicio.
Aquel delito no era de los más graves que habían en el mundo mágico, pero ella había ascendido a ministra y era inconcebible, por ende aplicaban otras causales a su condena y eso aumentaba sus años considerablemente y de igual manera iría a prisión.
—Todas las pruebas están en tu contra, Hermione.
—¡Fue Ronald, juro que no tuve nada que ver! ¡Pueden hacer la prueba del Veritaserum! Para eso es que somos magos.
Sin embargo eso no bastó, pues al parecer mi amigo había sobornado a medio tribunal con algo que debió de interesarles mucho y ninguno había abogado de manera correcta por Hermione.
—No puedo creer que le hayas hecho esto a Herms, tu esposa, nuestra amiga —le recriminé después del juicio —¡Estará en Azkaban por alto que inventaste Ronald! ¿Qué te hizo para que la odies tanto?
—Pues deberías saberlo, se perfectamente que durante años ha sido tu compañera de cama ¿No es así? Por eso es que te duele tanto, jamás pensé que sería ella la que terminaría por romper nuestra amistad, pero así fue.
Después de eso no volví a ver a Ronald nunca más, él no quiso volver a saber de mí y honestamente tampoco yo; en efecto con Hermione habíamos mantenido una relación paralela durante bastante tiempo, eso a Ginevra no le importaba pues también tenía un montón de amantes de los que no me interesaba saber, pero al parecer Ron sabía de lo nuestro desde hace mucho y había estado esperando la oportunidad de decirlo en el momento más dramático posible.
El escándalo fue en grande, pues él acudió a todos los periódicos habidos y por haber a contar su versión de los hechos y a victimizarse de todo el mal que había sufrido a causa de ella primero y después a causa de nosotros dos con nuestro romance secreto.
Manchó mi nombre en todas las instituciones legales, si bien mi carrera como auror no se arruinó debido a que en el departamento no le daban cabida a ese tipo de chismes y a mi jefe no le interesaba con quien dormíamos, mi palabra fue puesta en tela de juicio desde aquel momento. Ya no me consideraban una persona fiable o de confianza.
Si me había metido con la esposa de mi mejor amigo, pues era capaz de cualquier cosa a los ojos del mundo mágico.
No lo decían, pues todavía pensaban que tenían una deuda de gratitud conmigo, pero lo pensaban claramente.
Las veces en las que iba a ver a Hermione se limitaban a charlas en las que intentaba hacerla sentir mejor y después en las que ella me rogaba porque la ayudara a salir de la cárcel.
—Te prometo que hago todo lo que está en mi mano.
Y así era, hacía todo lo que podía y cada vez que tenía una posibilidad de hacer algo por ella lo intentaba hacer para liberarla. Moví cielo y tierra en busca de ayuda, sin embargo al parecer a todos les causaba gracia que ella estuviera en esas condiciones, las costumbres y creencias antiguas todavía estaban muy arraigadas, muchos jueces del Wizengamot todavía creían que una impura no debía ser ministra y menos una mujer, por ende no les interesaba en nada la situación de Hermione, si se quedaba presa el resto de sus días a ellos no les iba ni les venía.
Durante mucho tiempo evité ir a verla porque odiaba tener que llevar cada vez noticias estúpidas y ninguna cosa certera que pudiera ayudarle, así que hubo un lapsus de alrededor cuatro meses en los que le visité. Pero el día en que llegué allí fue porque había tenido una digna de cualquier desalmado que estaba dispuesto a todo con tal de conseguir lo que quería.
—¿Crees que eso va a funcionar realmente?
—No tiene porqué no hacerlo ¿Ya no confías en mí?
—Claro que lo hago, pero eso podría haber funcionado en el tiempo en que habían dementores y no carceleros—terció.
—Voy a hacerlo bien, Hermione —recalqué —Lo único que te pido es que tengas la mente abierta y no repliques nada.
— ¿A qué te refieres con aquello?
—Si consigues huír de la manera en que te digo, tendremos que irnos de inmediato del país; nada de intentar hacer justicia, de querer recuperar tu puesto o cualquier derivado —señalé —No habrá tiempo, no habrán motivos para quedarnos.
—¿Que hay de James? —cuestionó.
—Pues me lo llevaré conmigo, si es que quisieras criarlo conmigo —propuse.
La ví conmovida pues era un hecho que había estado enamorado de ella desde hace mucho, por lo que le propusiera sacarla de la cárcel y fugarnos con mi hijo era una propuesta romántica muy poco común.
—Claro que quiero, Harry—susurró.
Desde ese día me puse en marcha con mi plan, no era la gran cosa, sólo tenía que afinar detalles para tener todo listo para cuando llegara la hora de poner todo a andar. Claramente me hubiera gustado algo más dramático y digno de mis capacidades en la magia, pero no tenía el tiempo ni las ganas de tardarme, todo lo sucedido con Ginevra me tenía cansado mentalmente y quería escapar de todo aquello cuanto antes.
Lo primero en lo que pensé fue en un destino para irnos, debía ser un país lejano y sin una constitución legal mágica muy establecida o prácticamente desconocida, alguna isla en el caribe o en el sudeste asiático sería ideal; lo más probable es que a Hermione le gustara más la segunda opción, pues desde niña que ansiaba conocerlo según lo que recuerdo. Comencé a mover mis hilos y mis transacciones rápidamente, primero que todo fue robar cabellos de algunos muggles desprevenidos, luego conseguir una cámara para hacer las fotos, el pasaporte falso de Hermione tendría que hacerse en el momento, pero el de James y el mío estarían listos. También conseguí una libreta de matrimonio en el mundo muggle que Hermione firmó cuando se lo llevé de contrabando a la prisión.
Después estuve mucho tiempo consiguiendo un sitio en el cual vivir cuando todo estuviera hecho, eso fue un proceso lento, tuve que transferir todo mi dinero a un banco en un paraíso fiscal que fuera desconocido y eso tardó más tiempo del que esperaba, no contaba con que en Gringotts pusieran tantos peros, sin embargo lo conseguí después de amenazar a los elfos en que les lanzaría un maleficio asesino a todos si es que no me ayudaban.
Hice también mucha poción multijugos, cuando estuvieron casi todos los detalles listos, ese era prácticamente el último paso antes de lanzarme a las clases de tiro.
Clases de tiro ¿Para qué?
No pensaba usar la varita y dejar evidencias de mi actuar. Lo que tenía en mente prácticamente era un genocidio calificado y no podía ser tan ridículo de lanzar avadas para que después descubrieran que había sido yo cuando los aurores rastrearan el hechizo.
Lo que necesitaba era tiempo antes de que me descubrieran, no tener a todos los aurores tras de mí por dármelas de Lord Voldemort. Y las clases de tiro eran para eso, compré un arma de manera ilegal claramente; en el mundo mágico no estaban permitidas las armas de fuego que los no mágicos no tenían entre sus inventos, pues eran demasiado dañinas; un disparo en el lugar indicado y no había más que hacer.
Quizás nuestro maleficio asesino era similar, pero debías desearlo para poder conseguirlo, aquí sólo bastaba con apretar un gatillo y que la bala saliera del interior de la pistola. Tal vez la conseguí porque el maleficio asesino y yo jamás habíamos congeniado muy bien, en toda mi vida nunca lo había utilizado y no quería hacerlo.
¿Qué diferencia había con usar un arma?
Era más impersonal, no debías desear matar; solamente tener el instinto.
El día que escogí llegó, estaba soleado y el día anterior había visitado a Hermione para darle a conocer toda la rutina que haríamos; primero dejaría a James en un cuarto en un hotel muggle, no podía llevarlo claramente. Luego de eso le modificaría la memoria, un niño era fácil de engañar en caso de que las cosas no salieran como esperaba y le interrogaban en cualquier sitio. Después me dirigiría a Azkaban y ejecutaría el plan, donde si lográbamos llegar a la entrada burlando todos los guardias desapareceríamos, para llegar en el hotel muggle y de allí directo al aeropuerto.
Si no habían hecho las alertas de nuestra fuga en el mundo muggle todo estaría bien, de lo contrario teníamos la poción multijugos y los pasaportes falsos, donde llegaríamos a Palawan; nuestro nuevo hogar para una nueva vida.
Llegué a Azkaban y entré con toda la confianza que pude infundarme para no flaquear.
Al llegar a la celda de Hermione, le tendí el arma.
—Sólo debes apuntar al corazón o a la cabeza, en último caso a las piernas para incapacitar; pero lo mejor es matarlos a todos —señalé con decisión.
Ella no titubeó y le sintió el peso al revolver y una sonrisa escapó de sus labios, Hermione siempre fue así, valiente y temeraria; desde que la conocía jamás había cuestionado ninguna de mis decisiones aunque fuera el peor plan de la vida.
—¿Tienes claro de que si hacemos esto estaremos juntos por el resto de la vida?—me preguntó.
—Sí y es lo que más me gusta de todo esto. ¿Lista?
— Lista—declaró.
Una lluvia de disparos fue lo que continuó a nuestra salida de su celda. Era como el hombre que me las vendió había descrito, mucho ruido, sangre y cuerpos tendidos en el piso. Lo mejor era que Hermione estaba en el segundo piso y sólo eran ocho carceleros, lamentablemente todos tenían que morir.
Ella fue muy hábil y una especie de adrenalina la poseyó.
No nos fue difícil llegar a la entrada, fue cosa de unos cinco minutos y desaparecimos. Teníamos que actuar rápido para poder llegar al aeropuerto en consideración al tiempo que teníamos para llegar allí antes de que nuestra foto estuviera por todos lados o siguieran nuestro rastro con la aparición.
—Esta es una de las cosas más excitantes que he hecho en mi vida —mencionó cuando estuvo acomodada en el asiento del avión —Todo te lo debo a ti, Harry.
—Queda lo último, estoy seguro de que todo saldrá bien —le tranquilicé mientras tomaba disimuladamente un sorbo de poción multijugos.
En unas cuatro horas estaríamos en tierra desconocida y teníamos que prepararnos aún no estaba todo ganado, no si habían aurores camuflados en el aeropuesto muggle. Antes de arrivar nos tomamos otra dosis de poción, la última.
—Saldrá bien —dije como si de un mantra de tratara.
—Saldrá bien.
Y al llegar allí estaban, nuestra foto estaba por todas partes en el terminal y las personas estaban algo nerviosas porque nos describieron como extremadamente peligrosos, comenzó a ponerse nerviosa; sin embargo apreté su mano con fuerza para calmarla.
—Bienvenidos¿ señor y señora. .. ?
—Clearfields.
Observó los documentos durante varios minutos que parecieron horas.
—Bienvenido a Indonesia que tenga una buena estancia.
El oxígeno volvió a mi interior.
No estuve tranquilo hasta que sentí los brazos de Hermione rodeandome mientras dormía a mi lado en la noche. Con el pasar del tiempo dejarían de buscarnos, estábamos muy lejos de la capital, esta isla era casi desconocida.
Estaba en paz al fin.
Ya no existía ni Harry Potter, ni Hermione Granger.
Ahora éramos el señor y la señora Clearfields.
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