26.
Hermione Granger
Mi vida es perfecta.
Nadie puede decir lo contrario.
Desde que estuve en Hogwarts hasta ahora.
Ser la heroína del mundo mágico me ha hecho obtener lo que quiero y no estoy acostumbrada a perder, eso no está en mi vocabulario; todos aquellos que creían que era incapaz de hacer ciertas cosas estarían demasiado asombrados al enterarse en el tipo de situaciones en las que me he visto envuelta.
No sucede nada, siempre y cuando sea cuidadosa.
Jamás pierdo el control en público, jamás me han visto mal vestida o hablando de mala manera ante la opinión pública, por ende jamás podrían reprocharme de una mala acción.
Eso hasta que mi trabajo en el ministerio comenzó a peligrar por la desagradable presencia de Arcturus Yaxley.
Él era un año mayor que yo, salió de Hogwarts en la generación anterior y pues era un plomo.
Tenía todo lo que quería y era el típico engreído al que tenía muchas chicas babeando tras él en esa época. Nosotros jamás tranzamos palabras pues asumo que yo era demasiado impura para él.
Sin embargo cuando llegó al ministerio a trabajar para mi departamento no noté la hostilidad típica que tenían los slytherin hacia mí, de hecho hasta percibí caballerosidad y algo de admiración. Obviamente no bajaría la guardia, pues todo podía ser un plan para dejarme en ridículo con mis colegas de trabajo.
—La verdad jamás pensé que estaría trabajando codo a codo contigo algún día, Granger.
Él solía ser conversador y agradable, era yo la que siempre tenía un pero o una aprehensión.
—Lo que pasa es que eras un prejuicio.
—También lo eres, o de lo contrario no estarías allí sin levantar la cabeza del papeleo.
Era verdad, era muy desconfiada de todo y de todos, para mí cualquier paso en falso podía dejarme fuera o alineada unos metros detrás de donde yo había querido estar siempre.
El ambiente de trabajo no era hostil, pero sí muy competitivo, competitivo en extremo. Hace poco nos habíamos enterado de que Kingsley iba a dimitir y que estaba pensando en quien ascendería al puesto de ministro, eso me ponía de los nervios; sin duda era quien tenía todas las competencias y conocimientos, pero no podía confiarle debido a que todos los que de cierta forma aspirabamos a sucederle estábamos capacitados para la labor, incluso Harry.
—No entiendo qué es lo que te preocupa —mencionó Ronald mientras dejaba un café en mi escritorio —Es obvio que la pelea está entre tú y Harry, pero él no dejará el puesto en el departamento de aurores, relájate.
—Puede ser cualquiera; Nott es muy astuto y tiene mucho dominio con la prensa, Harry es el favorito de Kingsley e incluso ahora Yaxley.
—¿Qué? No Herms, tú tienes talento e inteligencia de sobra para ser la ministra, entraste a este trabajo por tus méritos, por tu sabiduría y por ser una excelente bruja —dijo antes de darme un suave beso en los labios.
Sí, con Ron habíamos intentado tener una relación después de la guerra.
Según él iba todo viento en popa.
Según yo no era del todo cierto.
Él se esmeraba en hacerme feliz en todos los sentidos e incluso estábamos comprometidos para casarnos en seis meses, pero habían ciertas cosas que no podía dejar pasar. Yo trataba de tener mi espacio y él trataba de atosigarme en todo momento, él estaba siendo demasiado empalagoso y yo quería tener adrenalina, siempre quería que al tener relaciones fuera prácticamente una oda al amor y yo quería tener sexo asqueroso e indecente.
Y aunque sonara una desgraciada, jamás podríamos tener niños.
Quería a Ron, pero no estaba enamorada de él y en mi mundo perfecto una familia sin hijos no tenía mucho lugar, sin embargo estaba tan acostumbrada a su compañía que tampoco quería estar sin él y tenía la certeza de que él estaba enamorado de mí y no quería a nadie más.
Por lo que después de todo no era tan malo, haciendo la ecuación salía ganando.
—Creo que me estás tirando demasiadas flores, no tengo el puesto seguro.
—Se me olvidaba lo último, eres la mujer más hermosa del mundo.
En ese momento me besó de lleno y yo me aproveché del momento para ponerme algo más intensa.
—Hey, puede venir alguien.
—No me importa, sólo déjate llevar; por favor.
Me apartó y luego de eso me besó en la coronilla.
—No mereces que vayan a vernos, no quiero exponerte.
Si si, claro; yo sólo quería tener sexo en el escritorio.
No entendía la psicología masculina, si eres tímida te ponen los cuernos, si eres atrevida se espantan.
Un día nos enviaron a Arcturus y a mí en una misión y desde ese día que nos hicimos bastante cercanos, conversábamos seguido y mi visión sobre él cambió bastante sobre todo cuando me dí cuenta de que realmente tenía conocimientos en la materia de seguridad.
Pero mi mente controladora no me dejaba tener una amistad normal, si el tenía tantos conocimientos podía dejarme atrás en la carrera para el reemplazo de Kingsley y eso no me dejaba acercarme y charlar con él de manera tranquila, siempre lo veía como una potencial competencia.
—¿Cuánto tiempo llevas con Weasley? Se ve que él te quiere bastante.
—Oh, llevamos dos años; nos hicimos novios después de la guerra —mencioné enseñándole el anillo.
—¡Pues felicidades, pronto serás una Weasley más a la manada!—rió y eso de verdad me hizo gracia —Creo que el número de Weasleys ha aumentado considerablemente.
Kingsley solía enviarnos juntos a todos los encargos principales y más importantes y puede que por eso me empecé a fijar en él de otra manera, pero no fue hasta que lo ví en una situación bastante comprometedora que no pude apartar mis pensamientos de él por bastante tiempo. Una tarde estaba buscándolo por el departamento de seguridad para hacerle unas consultas y lo descubrí dentro del despacho de una de las asesoras del ministro, lo normal hubiera sido dejarlo pasar y hacerme la desentendida, pero allí estaba; ajeno a mi mirada y sin saber que la puerta había quedado entreabierta, estaba en el sofá cogiendo con Emily Abbot de una manera tan fogosa que me fue imposible no correr al baño para tocarme instantáneamente.
Mi mente divagó y su imagen apareció en mi mente mientras me daba placer, pensando que era él quien me causaba todas esas sensaciones. Los siguientes días cuando le veía sentía una mezcla de vergüenza y otra de celos, porque sabía lo que hacía cuando se encerraba en el despacho con ella, mientras en casa yo tenía sexo monótono y aburrido con Ron.
Hasta que un día no aguanté y se lo comenté cuando le llevé unas carpetas.
— Creo que deberías ser más cuidadoso, sabes que no se pueden tener amoríos en el trabajo.
Él captó de inmediato el tono en que se lo decía, a esas alturas ya éramos amigos por así decirlo.
—Tú estás con Ron y no tienen problemas —respondió sin observarme.
—Nosotros éramos novios desde antes de entrar a trabajar —señalé mientras me acerqué a su silla —Y definitivamente no lo hacemos en las oficinas con los trabajadores todavía aquí —comenté con un tono seductor que no pude evitar.
Él me miró y se relamió los labios mientras sus ojos se clavaron en mi falda.
—¿Qué es lo que te preocupa? —preguntó directamente —¿Que puedan despedirme o que no haga contigo lo que hago con Emily?
—Quiero que me cojas ahora, Arcturus o de lo contrario —dije sentandome sobre él —Te delataré con Kingsley.
Me acomodé sobre sus piernas y lo besé de manera desaforada mientras el correspondió al beso, tomando la varita para cerrar con un hechizo e insonorizar la sala. Sus manos vagaron por mi cuerpo y después se quedaron en mi trasero.
—Te he deseado desde siempre, Granger —susurró mientras masajeaba mis glúteos y yo le besaba el cuello.
Después me quitó la blusa para tener acceso directo a mis pechos, no tardó tampoco en quitarme las bragas y en empujarse en mí.
—Merlín, Yaxley; no vayas a detenerte —exigí mientras me movían sobre él de forma rápida y frenética.
Ese sin duda había sido el mejor sexo de mi vida.
Arcturus Yaxley había cumplido con creces mi fantasía de tener sexo en la oficina y me había hecho correrme todas las veces que en los últimos meses no lo había hecho. El sexo con él era tan adictivo que nos convertimos en amantes, lo hacía tan bien que no me dió tiempo para sentir culpa de lo que hacía.
Siempre hallabamos un espacio para tener relaciones, ya fuera llegando antes a la oficina para encerrarnos en el sanitario, quedándonos hasta más tarde para hacerlo sobre mi escritorio o terminando rápido una misión para irnos a un motel que estuviera por el camino.
—Eres una perra mala —me susurró mientras me daba una nalgada.
—Dilo de nuevo —supliqué.
De verdad que hubiera roto con Ron para quedarme con él.
Si bien tampoco estaba enamorada de él, cogía como los dioses, así que podría decir que sí no llegaba a amarle, pues tendría orgasmos de manera ilimitada. Me sorprendí a mi misma lo rápido que había priorizado mi placer antes que el sentirme amada, antes jamás hubiera pensado en algo así, pero cuando estaba haciéndolo con Arcturus todo se me olvidaba, no necesitaba que alguien me amara si tenía a alguien que fuera tan hábil con su lengua y que estuviera tan bien dotado.
Juro que podría haberme enamorado de él.
Podría haber sido si de pronto Kingsley no hubiera comenzado a considerarlo.
—Debo irme, ayer el ministro dijo que necesitaba pedirme un favor —murmuró mientras se incorporaba para vestirse.
Eso llamó mi atención de manera inmediata.
— ¿Qué cosa?
—Es secreto, curiosa —rió —Además creo que tu novio te espera en casa.
No podía dejar pasar aquello, por lo que le seducí para hacer que volviera a la cama, lo coloqué debajo de mí y me monté nuevamente sobre él.
Sólo teniendo sexo podría olvidar ese desaire que Kingsley había hecho en mi contra.
Los días siguientes pasaron y cada vez veía que Arcturus se hacía más visible a los ojos del ministro.
¿Qué había hecho todo este tiempo?
Mediante sexo y cogidas extravagantes había conseguido distraerme y no pude evitar pensar que se había metido en mis pantalones para distraerme de mis deberes.
—¿Nos vemos hoy?
—No creo, debo hacer un encargo de Kingsley; pequeña bruja insaciable—me dijo mientras me dió una nalgada en el salón —No crees que estamos siendo algo evidentes.
—¿Tú crees?
—Creo que estar tan cerca y encerrarnos en tu despacho no es tan disimulado.
Arcturus jamás se había quejado por tener demasiado sexo, esa era la prueba de que ahora me veía como su competencia y que de cierta forma encontró en tener relaciones un espacio para disfrutar y así tenerme alejada y escalar.
Y eso me dolió en el orgullo.
Nadie me usaba y para escalar.
Por eso no dudé ni un sólo segundo cuando luego de unas semanas lo ví de espaldas mientras investigaba algo frente al arco de la muerte. Un impulso psicópata me poseyó y no ví nada más.
Entré sin pensarlo y con todas mis fuerzas me empujé, no sufriría; sólo dejaría de existir.
No quería causarle daño, él me había causado los orgasmos más gloriosos que había tenido en mi vida, sin duda extrañaría el tener su cabeza entre mis piernas y el cómo nos acoplabamos tan bien.
Todos lamentaron el terrible accidente de Arcturus.
Seis meses después cuando Kingsley Shacklebolt se retiró me nombró su sucesora.
Por primera vez en la vida la ministra de magia de Inglaterra era una mujer, una impura y una chica joven.
Me había convertido en ministra y la celebración que me hicieron el la madriguera fue gigantesca, fijamos fecha para mi boda con Ronald.
Pero sin duda extrañaría esa noche las manos de Arcturus recorriendo mi cuerpo para celebrar.
Lamentablemente ya no estaba aquí.
Porque de no ser así no estaría celebrando, así que tendría que conformarme con una noche más calmada y pasiva.
No se puede tener todo en la vida.
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