Malos presagios
Me había dormido de nuevo y eso solo había sido un sueño o una pesadilla.
—Estas muy pálida ¿Te sientes mal?
—Oh no, joder, me quedé dormida. Lo siento —musité bostezando y observando el colegio que estaba igual, con esos árboles intactos.
— ¿Te disculpas por dormir? Yo lo hago todo el tiempo y no me disculpo. Me di cuenta. Y creo que estabas soñando ¿o era una pesadilla? Gritabas "Greg, Greg...".
—Eso creo, no sé porque estoy soñando con esas cosas...
— ¿Hablas de los monstruos? ¿O de mí? —Me interrumpió.
—De los monstruos. Hoy sentí que perdía a Josh, es extraño.
—Creo que es un trauma o algo así, deberías ir con la psicóloga.
—No estoy loca —dije de inmediato.
Hubo un tiempo en que mi madre me estuvo llevando a sesiones con una psicóloga, no lograron hacer gran cosa conmigo más que darles dolor de cabeza y hasta migraña si era posible. Siempre le daba la contraria a la psicóloga, que por el tiempo que llevaba ya no tenía más paciencia de lo que aparentaba tener y eso me alegraba en algún sentido, no quería que alguien, además de mamá, supiera que estaba más herida de lo que aparentaba, me procuraba estar bien solo por Josh.
—Ya sé que no estás loca, solo que, bueno, te veo algo apagada, como que te falta algo o no sé, desde aquel día todo ha cambiado, lo siento y sé que tú lo sientes más. Por lo que tío Cedric dijo, y los psicólogos no son solo para los locos.
Había profundizado, no me sentía tanto así, pero debía ser cierto si lo decía él, ¿Cuándo pasó? ¿Cuándo había comenzado todo esto?, en mi vida jamás tenía pesadillas de ese tipo y era extraño que desde que viera a esos monstruos empezara a tenerlos. Él tenía toda la razón y yo no quería admitirlo.
Bajé del auto.
La clase de Literatura era una de mis materias favoritas además de la Filosofía y el Arte; y mientras caminaba hacia el aula me topaba con muchos compañeros que evitaba conocer sus nombres o al menos evitar hacer amistades aunque me saludaran por los viejos tiempos. Pasé por mis libros en mi casillero 102 en el que tenía bien ordenado y limpio, saqué el libro de Shakespeare.
Apenas cerraba mi casillero cuando vi que a lado estaba una chica de mi edad, vestida de tonos oscuros; su cabello de un color caoba que le llegaba a los omoplatos y las puntas estaban cuidadosamente arregladas, de piel blanca y sus mejillas ruborizadas naturalmente, con ojos marrones y el brillo labial de un color salmón, era alta y de cuerpo esbelto, parecía una modelo salida de alguna revista de moda.
Me sentí invisible ante su presencia, pero eso no iba a demostrarlo.
—Hola —me saludó sonriente, tenía una voz agradable y sonora.
—Hola —devolví el saludo exceptuando la sonrisa, tenía cierto parecido a alguien que había visto pero no recordaba a quien.
Por encima de los hombros de ella —que parecía que hacía mucho ejercicio— alcancé a ver, entre la multitud, a un chico de un cabello avellana claro y dorado inconfundible, vestido de negro que se dirigía al lado contrario. No le vi el rostro, pero apostaría a que era el desconocido ¿Qué hacía él ahí?
—Me llamo Claire Collingwood —se presentó.
—Mucho gusto —dije aunque lo que hubiera dicho sería algo así como «me importa una mierda como te llames Barbie» y ella esperaba a que también dijera mi nombre entonces le repuse—. Oh, Melinda... Melinda Sommer —poniéndole atención y dejando de ver a la persona que creí conocer.
—El gusto es todo mío. Amm —titubeó— Bien, soy nueva aquí y me dieron esta lista de horarios de clase y se me hace complicado traducirlos. A decir verdad no entiendo —me explicó sonriente, lo mismo me había pasado y, también me hubiera gustado que alguien me ayudara en el momento; no hubo nadie y por eso aprendí a ser ruda con todos los que me tratasen mal, era como la versión barata de Snape.
Era S14AHL.
—Es el salón catorce con Arthur Hawthorne, Literatura —traduje—. Esa es la clase que me toca, si quieres podríamos ir juntas para que conozcas mejor las instalaciones —propuse y hasta me sorprendió proponer algo como eso a una desconocida.
—Ya había adivinado lo de la L, pero de la AH no, bueno es que hay dos casi iguales, la S20AHF —explicó de nuevo mostrándome su itinerario, íbamos a tener muchas clases juntas.
—Es Allan Hope, de Filosofía.
Y comenzamos a caminar hacia el salón que nos tocaba a primera hora, las comparaciones en nuestro horario era que tendríamos; Historia, Literatura, Biología, Geometría Analítica y la clase de Lenguas Extranjeras.
Nunca había congeniado con una persona tan rápido como con aquella chica, aunque no hablaba con facilidad como ella lo hacía en aquel momento, yo no confiaba en decir las cosas al conocer a una persona. Me contaba que acababan de llegar de una ciudad de Inglaterra, que en su familia eran seis; su padre y madre, su hermano, su hermana y ella que era la menor, tenían a un joven adoptado y que ya era su novio. "Sorprendente que una hermana se enamore de su hermano adoptado, ¿verdad?" me decía y yo pensando "más bien sería incesto". Su hermano, que estaba ya en su último año, debía ser un año o dos años mayor que yo, "tiene diecinueve años" decía de nuevo al hablar de él y que podría estar en cualquier lado y sí, era casi un año mayor que yo. Tanto que ya quería conocer al famoso hermano que tanto idolatraba.
Cuando llegamos al aula de Literatura, la puerta estaba entreabierta. Era un salón con enormes ventanas circulares, estaba hasta el último de todos los salones. El profesor estaba ordenando sus papeles en su escritorio, casi estaban ya todos los compañeros. Él era un hombre con unos cincuenta años de edad; alto y esbelto, estaba quedándose sin cabello, tenía la frente calva, usaba anteojos de media luna, a todos de la clase nos había puesto a leer Las Cumbres Borrascosas y la clase pasada terminamos con eso y lo que más temía en ese momento era que se le ocurriera hacer una obra de teatro con la tragedia de Romeo y Julieta.
Al entrar me encontré a esas tres chicas, sentadas juntas, como lo hacían siempre. Esperaba a que empezaran a ofender y yo a insultarlas. Pero no sabía porque se veían cadavéricas, con las miradas pérdidas y sombrías. Se veían diferentes a lo que eran y al que recordaba; no reían ni cuchicheaban entre ellas, sus ojos parecían ser negros como el carbón «lentes de contacto nuevos» me dije, y si fue idea mía, que espero que lo haya sido, sus ojos desprendieron un color rojo cual brazas del carbón, y sentí que mi alma se desprendía de mi cuerpo, creo que me detuve y porque chica llamada Claire me lo preguntó.
— ¿Qué pasa? —Y entonces volví en mí, ellas seguían con ese aspecto, pero sin los ojos rojos, ya eran del negro carbón. ¿Acaso querían ser góticas o algo por el estilo?
—No pasa nada —dije. Tomamos nuestros asientos, que era en la segunda fila, delante de ellas, de ahí entonces Claire empezó a verse diferente, como si algo le doliera, parecía sufrir un dolor insoportable, se puso pálida, casi como si la luz de la luna le diera directo a la cara, y yo era quien hacia la pregunta.
— ¿Te sientes bien?
—Sí, estoy perfectamente bien —respondió afable, pero su mirada decía prácticamente lo contrario.
Toda la clase se la pasó de la misma forma. Incluso el profesor pensó que ella no estaba poniendo atención así que le preguntó. Pensé que por cómo estaba no respondería correctamente, pero se dispuso a responder las preguntas o decía algunas frases de la que Julieta le decía a Romeo cuando llegaba a su balcón. En cambio, las chicas, las tres que estaban detrás de nosotras no hablaban como siempre acostumbraban, en vez de eso solo se reían y se miraban con rostros de complicidad.
Al terminar la clase, ellas salieron mirando con altivez a Claire, la veían como si quisieran aplastarla, cuando abandonamos el aula ella parecía mucho más relajada. Fue demasiado extraño ver alguien que estaba mal y en un rato ya no.
Era la hora del almuerzo.
—Mi abuela me mandó el almuerzo.
—Qué lindo —dijo ella—. Bueno, debe ser lindo tener una abuela que te prepare el almuerzo —repuso.
— ¿Tus abuelos no viven? —Pregunté mientras íbamos por los pasillos a los casilleros.
—No. Ellos murieron, mucho antes de que nosotros naciéramos —me comentaba, entonces alguien la llamó por teléfono.
— ¿Me disculpas? —Pidió cuando tomó la llamada.
—Sí. Claro.
Al llegar a los casilleros ella tuvo que irse por el aviso de su hermano, se despidió yéndose al lado opuesto del comedor, y yo me quedé por un rato, no quería ser la primera en llegar de nuestro grupo. Después de unos minutos me encontré con Greg sentado al extremo del comedor largo y ancho, todos se sentaban en mesas con etiquetas invisibles. Bueno, a diferencia de las chicas que se sentaban ellas tres nada más y quien sabe, yo me sentaba con los amigos de Greg, así, creo que éramos como los extraños o quizás yo sola era la extraña, por ser la única chica que se sentaba con ellos, Greg y yo éramos los únicos que comprendían a estos par de locos por sus pésimas bromas.
Toda la hora del almuerzo me la pasé observando en dónde se encontraba la chica que parecía ser igual de extraña que yo, no estaba. Ni siquiera pude identificar a sus hermanos que debían estar con ella pero no tenía ni idea de cómo podían ser. Josh y yo no nos parecíamos tanto, él había sacado los ojos al igual que yo de nuestro padre, yo la piel albina más clara que de mamá y Josh la piel ligeramente tostada de papá, se veía como él, se reía como él, un recuerdo vivo de mi padre en su rostro.
Según había entendido ellos vendrían a tomar el almuerzo en el comedor, pero no estaban, y eso me intrigaba, demasiado.
Había pasado las siguientes horas de clase mientras, pensé que las horas de clase serían lentas como sucedía a veces, ahora ya había llegado la hora de música, el taller que Greg y yo compartíamos. Me sentía algo nerviosa mientras él afinaba su guitarra y todos estaban sentados en el gran auditorio, el taller era el más lleno. Yo simplemente busqué eso por estar con alguien a quien conocía y ese era Greg y conocía a algunos de sus amigos, pero aún faltaban más por llegar.
La demostración iba a ser tardía, en el escenario iban pasando un dúo de chicos de piel morena, al terminar nosotros seguíamos y cada vez me sentía más y más nerviosa, Greg ya había elegido la canción que tocaríamos; "Stay Still" de una banda de post-hardcore, Bless The Fall; así que cuando los chicos terminaron, salimos. Me senté en un taburete, al igual que mí compañero, era preferible hacerlo con él que hacerlo yo sola, entonces me concentré en las letras mientras él ya tocaba y comencé a cantar.
Al estar por terminar la canción, miré ante los compañeros, fue cuando vi de nuevo a un chico al que parecía conocer, por el inconfundible cabello y esa vestimenta negra. No conseguía verlo por completo, así que seguía cantando. Había llegado a la conclusión de que se podía tratar del desconocido del bosque, pero ¿Cuántos de cabello castaño avellana claro y dorado como el fuego había en Aberdeen High School? No muchos, en cuanto hube terminado la canción todos se pusieron de pie y aplaudieron, bajé del escenario tan rápido como pude, Greg se había quedado junto a sus otros compañeros para una segunda canción en la que yo ya no participaría, fui a por mí mochila y comencé a correr por los pasillos. Intentaba seguir al chico del cabello inconfundible, pero se había mezclado entre la multitud, justo cuando todo el pasillo estuvo lleno de estudiantes que salían de diferentes clases, choqué contra ellos sin poder avanzar, maldiciendo sus enormes traseros. Así que nunca supe si era él o no el desconocido.
« ¿Pero qué coño hago buscando a un chico que parece no existir?»
No sabía porque me intrigaba tanto saber si era él o no, me comenzaba a dar un dolor de cabeza al pensar en él.
Cuando llegué a casa me sentí extraña de nuevo, en la escuela no recordaba nada sobre esos monstruos, sobre la profecía del tío Cedric, nada sobre mi horrible sueño y, no tenía la intención de compartirlo con nadie. Ayudé a Josh con la tarea en la tarde mientras estábamos en la sala sentados en el piso de madera y la abuela leía un libro de Gabriel García Márquez: el amor en los tiempos de cólera sentada en un sillón de descanso, después de terminar ayudé a la abuela a preparar la cena.
En la noche me tocó a mí estudiar un poco, hacer la tarea de mi gran dolor de cabeza ¿Por qué a Pitágoras se le ocurrió ese teorema? Eso era algo fácil y ¿Quién sería la persona que no sabría que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta? Esa persona era yo, las matemáticas eran fáciles para algunas personas y para mí era el gran dolor si no comprendía.
Terminé la tarea y como por costumbre casi nunca cerraba la ventana de mi habitación por el calor. Y Aris me esperaba acostado, estaba muy limpio y con una fragancia a talco que la abuela le había traído exclusivamente para él, sus ojos como caniquitas negras brillaban entre las sombras, y me metí a la cama.
Estaba en el cementerio, era de noche y de nuevo la luna llena estaba deslumbrante sobre firmamento de estrellas brillantes con las nubes intentando ocultarla, parecía un círculo rodeándola, «juraría que era menguante hacia una hora» pensé al observarla. Todo el cementerio se encontraba en silencio, ni búhos cantaban y se suponía que habría uno al menos, esto no era como lo pintaban en las caricaturas, ni el suave canto de los vigilantes de la noche; los grillos o luciérnagas que brillarían, no había nada. Por la luz de la luna alcanzaba a ver los monumentos que habían en las lápidas; mujeres que se apoyaban en ellas llorando, otros con cruces grandes, hombres de barba abundantes y vestidos de profetas griegos con un libro en la mano derecha o los típicos ángeles alados con un arpa o balanza en mano.
Era una noche muy fría y estaba sola de nuevo. Caminaba por suelo mojado por el rocío en busca de la salida del cementerio. Sin intención de buscarla, me encontré con la lápida donde yacía el cuerpo de mi padre y de ella llamaba:
James Sommer Edison 09 de diciembre 1965-06 de junio 2008.
"Nuestro hermano volverá a oír la gloriosa voz del Padre
No olvidemos que nunca venceremos pero tampoco seremos vencidos,
Porque nunca olvidamos de dónde venimos y para qué fuimos creados.
El que le tiene sentido de miedo a Dios, seremos perdonados, a
Nosotros los Vigilantes, a nuestro hermano James."
Esta era su creación, un pensamiento escrito por él, mucho antes de que muriera, aunque no era su nombre al que estaba. Estaba sobre la tumba y fue ahí, al fondo de los frondosos árboles viejos donde salía Josh, tenía la misma mirada vacua y perdida, estaba descalzo, y se dirigía hacia mí, me puse de pie para ir a su encuentro, me sentí extraña al verlo, tenía miedo de nuevo, presentía el peligro.
A mi derecha, algo se movía entre los arbustos de las tumbas más antiguas, donde las imágenes de ángeles alados, santos y vírgenes ya estaban prácticamente cubiertos de musgo o destrozados, agudicé mis oídos para escuchar perfectamente el sonido para saber lo que nos acechaba, entonces la voz de papá surgió diciendo en un susurro:
—Recuerda que no debes creer en lo que tus ojos ven sino lo que tu corazón sienta —lo escuchaba tan cerca de mí que creí que me hablaba desde su tumba.
Y mi corazón decía que debía correr, Josh estaba a dos metros de mí y el mismo monstruo que lo había atacado volvió a hacerlo, se lo llevó de nuevo, pasando tan cerca de mí que me dejó salpicada de la sangre.
Desperté empapada de sudor en la negrura de mi habitación, llorando de nuevo, mi corazón se sentía tan débil, lo había sentido tan real que despertar fue un alivio y un dolor. Me hallaba sentada en la cama cuando el picaporte de la puerta giraba, no tenía miedo. Aris estaba plenamente dormido, dirigí mi vista hacia lo que sentía algo muy extraño; algo me atraía hacia la mecedora que había cerca de la ventana, algo oscuro se encontraba sentado ahí, me levanté de la cama para ir a ver que era..., fue entonces que la puerta se abrió, miré y ahí estaba él; Josh con su peluche Robby, con esa mirada que tenía cuando se asustaba por una pesadilla, le había ocurrido lo mismo que a mí y en ese momento yo debía de ser valiente para poder calmarlo. Dejé el asunto de la esquina y fui hacia él, sintiendo que alguien me observaba.
— ¿Fue una pesadilla? —Pregunté y él asintió abrazando fuerte a su peluche, sus ojos verdes estaban tan cristalinos que en cualquier momento se pondría a llorar.
— ¿Puedo dormir contigo? —Me pidió.
—Claro, ven —dije conduciéndolo a que se metiera a mi cama, entonces Aris despertó y se puso a un lado para que él entrara. Me acurruqué con él, lo abracé para que se sintiera mejor—. Duerme.
Esperé hasta que él conciliara el sueño, mientras esperaba casi me dormía, sino fuera porque sentía que algo o alguien se acercaba a mi cama y me observaba.
Estaba nerviosa, me hacía estremecer y experimenté una sensación que me helaba la sangre y el corazón, me hice la dormida, y cuando decidí abrir mis ojos para ver; no había nada, recorrí toda la habitación en busca de ese algo y no había nada, simplemente las cortinas ondeaban como si fuesen movidas por el viento.
¿Por qué sentía una presencia extraña ahí? No lo sabía, esa sensación era la que me informaba, pero no tenía miedo en lo absoluto, quizás llegué a pensar que se trataba del alma o fantasma de mi padre. Porque de alguna u otra manera me sentía segura ante esa idea.
Pero lo mismo pasaba en las noches siguientes y las que venían con ella, siempre que me dormía a la primera; soñaba estar corriendo por salvar a Josh de las garras del mismo monstruo; corría por el bosque escuchando sus gritos de auxilio, sentía una gran impotencia al no poder hacer nada, un dolor agudo en el fondo de mi pecho, la sensación de irritabilidad provocada por no poder hacer nada iba en aumento cada día y noche en la que me despertada empapada de sudor frío, el desconsuelo de pensar que a mi hermano le pudiera pasar algo sin yo poder evitarlo.
Me dolía verlo.
Me dolía no poder hacer nada en sueños.
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