Forzada invitación

Mi corazón parecía aliviarse por un momento al tener comidas como las que empezamos a tener luego de la llegada de Nina, decidí que mamá no tenía la culpa de nada y que yo no tenía ninguna responsabilidad. Sin embargo, había algo que me hacía pensar que yo debía protegerlos, que debía permanecer con ellos siempre, sin importar qué.

Al dormir, todo fue espeluznante, otro sueño, más bien otra pesadilla en el que ellas me seguían por todo el pasillo del baño, con esos ojos rojos y colmillos larguísimos, afilados como cuchillas, cuando casi me atrapaban, Daniell Collingwood aparecía, pero todo él me resultaba una especie de fantasma, se veía traslucido y vestido de rojo y dorado y todo él ardía en fuego. Ya sé, suena algo extraño, pero así lo veía y quizás estaba obsesionándome con él sin querer aceptarlo, pero ¡Joder! Él era mi salvador en la realidad y en sueños extraños. ¿Por qué? No lo sabía y no quería saber, podría tratarse de un pacto que tenía con el diablo para tener a chicas rendidas a sus pies.

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Al día siguiente decidí quedarme sola en casa mientras mamá, Josh y la abuela se iban a misa. Me encontraba escuchando música en mi habitación, era las diez de la mañana cuando cogí mi mochila y tomé el camino para irme al río. Al salir por la puerta de atrás, cerrando bien la puerta, mi móvil sonó dentro de mi bolsillo y era un número desconocido, me devané los sesos para responder.

— ¿Hola? —Contesté.

—Mila. Soy Bella, ¿estás en casa? —Preguntó, su voz sonaba divertida.

—Oh. No, justo estoy alejándome de ella —dije viendo hacia atrás.

—Por fis, regresa, voy para allá.

— ¿Estás conduciendo? —Era de esperarse, pero ¿Cómo podía? Si yo fuera ni siquiera me subiría a un auto después de un accidente como ese.

—No. Convencí a mi papá que viniera de dejarme, tenemos muchas cosas que hablar.

Tomé un largo y hondo suspiro, tenía que ir otro día al río o llevarme a Bella conmigo.

—Ok. Te espero.

Y ambas colgamos, regresé a casa, dejando mi mochila en la repisa de la cocina, sonó el timbre y fui a abrirla para encontrar a Bella plantada en la alfombra de "Dulce es mi hogar, no la amargues" que tenía mamá al pie de la puerta, su padre estaba a un lado de ella. Algo en su mirada hacia que yo comenzara a recordar algo, sabía que él y papá eran buenos amigos, pero..., no solo se trataba de eso y quería llegar más hondo a mis recuerdos, perdiéndome en ellos, sin lograr saber qué era.

Bella me dio un abrazo de oso.

— ¿Cómo estás?— le pregunté cuando ella me soltó.

—Bien, no siento casi nada, pero tengo que usar éste collarín por si acaso —comentó ella mostrando irritación al usarla.

—Hola, Melinda, Bella quiso venir a darte una visita, espero que eso no moleste —excusó el señor Jones.

—Claro que no —dije casi ofendida.

—Bueno, me tengo que ir, paso a recogerte luego —le dijo a Bella dándole un beso en la frente—. Se portan bien —y salió.

Preparé limonada. Estuvimos en mi habitación, ella había traído una bolsa de marcas económicas y famosas en Phoenix (Outlets at Anthem, Kmart y Target), ella era un poco más social que yo ahora o simplemente había ocupado su tiempo de soledad en compras de maquillaje, ropa y zapatos. No lo creía así, ella era bella como su nombre, con una cara bonita, una actitud envidiable y un cuerpo de Beyoncé y aunque no niego que yo tenía un tanto de atractivo, hombros fuertes, hermosas piernas; ella me sobrepasaba con unos kilos (tenía curvas) y centímetros, era un tanto más alta que yo.

—Entonces... ¿Phoenix es fabuloso? —Pregunté mientras me sentaba en la mecedora y ella estaba en mi cama.

—No niego que es fabuloso; chicos, sol, bikinis, compras y fiestas en la playa. Pero todo eso no es tan fabuloso si no tienes con quien disfrutarlo —explicaba dándole un sorbo a su limonada.

— ¿No tuviste algún amigo o amiga?

—Ajá, lo tuve, pero mamá decía "esos no son buenos amigos" y en efecto, no lo eran — haciendo un ademan.

— ¿Y qué es lo que hizo que se mudaran de nuevo? —Pregunté.

—Papá consiguió un empleo bueno, nunca le agradó estar en Phoenix, ¿Sabes? Y a mí tampoco.

Quería preguntarle algo que me carcomía por dentro y finalmente me armé de valor al soltarlo, sintiendo una punzada de culpa al no querer conversar sobre Phoenix sino de eso. Maldita sea mi curiosidad.

—Oye, amh, cuando sufriste el accidente, ¿estabas totalmente inconsciente? —Cuestioné sin un rastro de esperanza de escuchar sobre él.

—Hmm, a decir verdad creí que ya estaba muerta, pero vi que una luz estaba cerca de mí —se rio de ello, pero continuó—, haciendo todo lo posible para que no me desprendiera de mi cuerpo, creí ver un "ángel"... —se rio nuevamente de su propia conclusión pero yo... no supe qué pensar, él estaba ahí a su lado ¿él era un ángel? Ellos no existen ¿o sí? Entonces él era... ¿un ángel?

Imposible.

No quise esperanzarme, quizás era el halo de uno de los paramédicos, siempre hay uno de esos que hacen todo lo posible por salvar una vida, porque ese era su vocación y su papel como paramédico, no dejar que un paciente pierda la vida. Sí, eso era. Pero en mi sueño, el extraño sueño en el que él aparecía pareciendo un fantasma, o algo como a... un ángel.

—Hablando de ángeles, debes tener un ángel de la guarda —continuó ella.

Me volví de mi profundo pensar.

— ¿Eh?

—Greg me contó que te perdiste en el bosque, al límite del sur, oye ¿casi llegaste a Cosmopolis? Es increíble.

Era de esperarse que alguien haya anticipado la noticia. «Greg. Que los siete infiernos se lo trague.»

Ya casi me había olvidado del incidente, pero el misterioso Daniell Collingwood era la prueba de lo que había sucedido, aunque realmente no quería hablar de eso, tuve que hacerlo.

—Hmm. Sí, pero no se trata de un ángel, se trata de un ser humano, de carne y hueso —le dije e inmediatamente me di cuenta de que le brillaron los ojos ante tal noticia.

—Cuenta, cuenta... —pidió poniéndose cómoda como cuando los niños esperan a que les cuentes un cuento de aventura.

Le conté como conocí al desconocido, omitiendo a las bestias, pero parecía que tenía el mismo pensamiento que Greg, aunque la historia la hacía poner más atención y me decía sus conclusiones acerca de mi salvador.

— ¿Y era guapo? —me preguntó al terminar.

—Eso es decir poco —dije sonriendo, al pensar en él me daba ganas de verlo, era inevitable sentir esa horrible sensación, me frustraba tener que hacerlo, dejé de verlo en mi habitación hacía dos o tres días, pero nunca lo atrapada al prender la luz de la lámpara, o bien porque cerré bien la ventana hacía tres días.

Me reí ante eso.

—Mmm. Que se me hace que te he pillado pensando en él —confirmó ella con una sonrisa de oreja a oreja.

¿Yo? ¿Pensar en ese cretino? Tenía que dejar de pensar en él y... ¿Qué demonios hacia yo pensando en un maldito chico que me atormentaba? Debí haber perdido la cabeza. Debería cambiar de tema.

—Oye, Bella, ¿Greg te ha dicho que el fin de semana que haremos un viaje a la comunidad Ocean Shores? —Pregunté para que no siguiera con la conversación.

—Ah, no —dijo ella con un rastro de decepción en su voz.

—Creo que planea invitarte mañana, en el colegio —dije para animarla.

—Eso espero —con una sonrisa pícara—. Ah por cierto, casi lo olvido, te traje regalos, por todos los cumpleaños no asistidos.

Me apareció una punzada de culpa en el costado. Ella se había tomado la molestia de traerme regalos mientras yo me olvidaba de su amistad, Me sentí un monstruo aquella tarde.

—Oh, Bella. No tengo nada para ti... —me sentí conmovida y sin saber que más decir.

—Descuida. No necesito nada —dijo un gesto con la mano de "me halagas".

—Soy una mierda de persona, no te merezco.

—Yo decido quien me merece y quién no. ¿Está bien? Y ahora, quiero que te pruebes esto.

Era una playera de una banda de rock Pierce The Veil (autografiado por el vocalista y líder; Vic Fuentes), unos guantes de piel y un estuche de maquillaje.

—Realmente no es necesario. Además, mi cumpleaños es hasta dentro de cuatro meses —mencioné un tanto apenada y otro tanto sorprendida.

—Por los años de amistad —dijo sincera y yo admiraba que aun recordaba esos momentos de diversión.

—Te extrañé mucho.

—Y yo a ti, pero no fue nuestra elección. Y ahora, aquí estamos, juntas de nuevo. Seré tu confidente, tu cómplice si tú lo quieres. Incluso seré rebelde como tú aparentas ser —dijo esperándome ver mi reacción, realmente iba a ahorcar a Greg.

Terminé aceptando sus regalos, pero no por eso dejaba de sentir culpa de no tener un regalo para ella.

Finalmente terminamos siendo como las mejores amigas que nunca se separaron y cuando el señor Jones llegó para recogerla ella me invitó a ir a su casa cuando quisiera al igual que estaba invitada a la mía, no me contó muchas cosas sobre lo que sentía por Greg, pero yo presentía algo, no es que yo fuera una experta pero que mis mejores amigos estuvieran juntos me llenaba un pequeño vacío en el rincón de la soledad.

Mamá, la abuela y Josh regresaron a buena hora y no tuve tiempo para aburrirme con la compaña de Bella, era mejor que estar sola en un domingo como ese.

—Te trajimos gomitas —comentó mamá cuando bajé los escalones de dos en dos.

Agradecí

Al ver a mamá, algo despertaba dentro de mí, como un vago recuerdo de mi padre y ella en la blanca nieve. Yo entre ellos, pero mamá lloraba, verla así a veces me causaba más enojo que tristeza, pero aquella vez me causó tristeza y una punzada en mi pecho. Como si debiera protegerla de lo que venía, lo cual sonaba absurdo.

— ¿Acaso era Patrick el que topamos por la carretera? —Me preguntó ella, causando que saliera de mi ensoñación y tomara en cuenta a Aris que rogaba por ser cargado.

—Ah, sí, llegaron desde hace unos días. Tuvieron problemas, Bella se accidentó —respondí y ellas se puso una mano en el pecho, me apresuré a añadir—. Pero ella está bien ahora, en cuanto terminen de instalarse Kate vendrá a visitarte pronto según él me dijo.

—Oh, qué bien —dijo ella un tanto desconcertada.

—Querida —la abuela se dirigió hacia mí—. ¿Podrías poner estas cosas en la alacena por mí? —me pidió la abuela entregándome unas bolsas del supermercado.

—Claro —dije tomándola y dirigiéndome a la cocina mientras que la abuela y mamá se veían de reojo, no sabía realmente lo que estaban a punto de decir pero no creí que fuera de mi incumbencia, sabía que era malo oír detrás de la puerta o detrás de la pared, siempre eran malas noticias las que albergaban una conversación así, como el que había oído en el baño de chicas, por ello, había tenido muchas pesadillas en una sola noche.

«Prometo nunca volver a escuchar conversaciones privadas».

Lunes en la mañana, Bella y yo estábamos en el aparcamiento, Greg había traído la Chevy, por ese día Aaron no lo usaría, él se había adelantado y nosotras estábamos esperando hasta que nos tocara la hora de entrada, una hora libre pero debía aprovechar el aventón.

— ¡Oh por Dios! es un verdadero Playboy, sexy y hermoso, si Dios perdió un ángel llámalo ahora para decirle que ya lo hemos encontrado —decía Bella al ver a Daniell que estaba al otro lado de nosotras, él era el dueño de la flamante motocicleta Triumph Bonneville. Su mirada había encontrado la mía y eso me hacía sentir mareada en un sentido extraño.

—No es para tanto —solté dejando de verlo, pero sabía que ella tenía razón. Él era hermoso y miserablemente atractivo.

En la clase de tecnología tenía planeado entrar al salón de computadoras e investigar sobre los ángeles, ¿pero realmente tenía que hacerlo? Él no tenía nada de especial, solo quizá estaba obsesionada con un chico que entrenaba deportes extremos y peleaba con bestias mutantes de los experimentos de las bases militares y que debía ser un agente especial que tenía una misión de matar a esos mutantes que el gobierno había soltado sin querer.

Había llegado a esa conclusión.

—Oh, oh. Atención, atención torre de control, objetivo acercándose a la base —decía ella mirando hacia al otro lado del aparcamiento, con ese aviso sabía que alguien estaba acercándose y por el "oh, oh" podría explicarlo con Daniell acercándose.

Al darme la vuelta él ya estaba cerca, Bella estaba viéndolo y no podía disimular siquiera un poco. Maldita sea.

—Hola —saludó él con gran cortesía y amabilidad, por el cual pensé que era una de esas tácticas moja bragas.

—Hola —dijimos al unísono Bella y yo. Ella dándome un codazo disimuladamente entre los costados, eso me obligó a verle con rudeza, había actuado como una niña tonta. No quité mis ojos de los suyos y puse mi mandíbula rígida.

—Amh, finalmente decidí por la tutoría de filosofía —me dijo a mí.

Me quedé sin habla. ¿Por qué a mí?

—Ok.

¿Ok? ¿Acaso no había otras palabras que solo "ok" en mi diccionario de vocabulario para aceptar chicos lindos? Y creo que lo mismo pensaba Bella ya que me veía con un rostro estupefacto, me lanzó una mirada de "¿qué te pasa?, ¡es el chico más guapo, di algo!".

— ¿Cuándo empezamos? —Pregunté sin que mi voz sonara diferente, tenía que ser fría y calculadora.

Me tomó la mano y pensé que había escrito su número telefónico en la palma y se fue sin decir nada más que dedicarme una de sus sonrisas oscuras y sexys. Pero no era eso, sino que decía con una perfecta y asombrosa caligrafía:

Te espero en la cafetería, cuando salgas de clase, no seas una chica mala.

Antes de que llegara a su motocicleta, Bella tomó mi mano y dijo:

—Realmente es un... Dios, es todo un casanova, él sabe cómo hacer que se mojen las bragas con solo rozar la punta del bolígrafo en las manos, ooh, sino tomas esa invitación yo, lo haré por ti, lo malo es que no soy una chica A como tú.

Volqué los ojos.

—Necesito estos puntos extras, geometría analítica —especifiqué—. Y yo no me mojo por un simple roce de bolígrafo, tonta.

Ella se rio por lo último.

—No me compadezco de ti, nena, ese es el mejor castigo que has tenido en toda tu miserable vida —dijo mordiéndose el labio al verlo y yo rodé los ojos.

Suspiré profundo, sabiendo que no era tan terrible para él, pero para mí... ni siquiera me concentraría dándole la tutoría a él. Sin conocerlo bien podía adivinar que era arrogante, como todo chico con ese aspecto, quien pensaba que podría ser el rey del mundo y que el mundo giraba en torno a él.

Estuvimos trabajando Claire y yo juntas en el aula de biología, ella no me miraba como lo hizo cuando estaban cerca del auto destrozado de Bella, ya se portaba más amable, al igual que Demon, solo parecían no recordarlo, y eso me causaba dolor de cabeza, porque aunque ellos negaran todo, mi memoria lo tenía como los Eventos Más Importante De Mi Vida, nunca había visto tantas cosas irreales en unas cuantas semanas, cuando todos los años anteriores no había pasado ni una sola actividad extra-normal, nada.

Al entrar a la cafetería me iba a reunir con él, aunque no quisiera, había aceptado con mis propias palabras de darle la tutoría pero un solo "ok" no era tan una prueba contundente para mostrarle al profesor Allan Hope. Sin embargo, Bella y Greg estaban ahí al frente mío, ella me llamaba con la mano con una sonrisa de oreja a oreja, parecía que ellos estaban mejor sin mí, pero no tenía la culpa de que Greg la observara de esa forma, ella era hermosa. Estaba yendo a su lugar cuando Daniell me interceptó, miré a Bella por encima del hombro de él y ella me dedicó una sonrisa pícara y de aprobación.

—Pensaba ir a buscarte —mentí.

—No. No lo ibas a hacer —me contradijo y eso me hizo estremecer—. Eres una mala mentirosa ¿lo sabías?

— ¿Puedo ir al menos a saludar? Te buscaré dentro de unos minutos —pedí.

—Ellos necesitan algo de espacio ¿no crees?

¿Qué? ¿Qué sabia él sobre ellos? Yo sabía que Greg y Bella serian algo más pero él no tenía derecho de decirme que era una tercera en discordia, sabía que lo sería, que me dejarían atrás, pero Bella siempre estaría conmigo, que había una ley inquebrantable de NAAC (Nuestra Amistad Antes que los Chicos).

—Púdrete —espeté intentando tomar otro camino.

—Solo las frutas pueden podrirse.

Justo cuando pensé que solo haría ese pésimo chiste decidí que era buen momento para dejarlo plantado, pero él tomó mi mano y yo le lancé una mirada mordaz, eso hizo que él solo sonriera. Lo odié.

—Bien —dije ocultando mi molestia—. Si te acompaño ¿me dirás algo que yo quiero saber? —Propuse.

—Hecho.

No lo pensó ni un segundo.

Luego me condujo hacia la mesa de comida, Claire y Demon no estaban, ni aquí ni al otro lado. Además de eso me invitó el desayuno, eso era demasiado incómodo. Pero no más que las miradas clavadas en mí y en él. ¿Estaba bien o no? Greg y Bella estaban viéndonos también, desvié la mirada de los demás y centrándome en que iba a tomar, decidí por una ensalada, papas fritas y un jugo de naranja al igual que él.

Cuando llegamos a una mesa él me apartó la mesa como un caballero, eso fue el cubo de todo lo que había sumado de incómodo. Nos sentamos frente a frente.

—Y bien. ¿En qué quieres que te ayude? —Dije metiendo una papa frita en mi boca.

— ¿Me invitarás a Ocean Shores? —Preguntó y yo casi me atragantaba con eso ¿Cómo lo supo? Se suponía que solo era el plan de Craig, Greg y Ronnie.

— ¿Cómo...cómo sabes eso? ¿No se supone que estoy aquí como tu tutora? —Pregunté, haciendo como si eso no me hubiera tomado por sorpresa pero sabía que había fallado.

—En parte —dijo acercándose más a mí, sus codos se posaban sobre la mesa, mirándome fijamente con aquellos ojos grises, tan profundos, tan peligrosos. Y luego bebió con gran modestia su bebida.

— ¿Usas lentes de contacto? —Pregunté tontamente parpadeando para que sus ojos no me hicieran daño. Pero no quería dejar de verlos, eran adictivos.

—No.

— ¿Cómo explicas el azul y el gris?

—Un verde como el tuyo —una sonrisa juguetona se curvó en la esquina de su boca, de sus labios. Unos labios suaves, con sangre en pequeños capilares, deliciosos...— ¿Quieres probar?

Sin palabras. Me veía fijamente. No pedí la combinación de un azul con un gris ni mucho menos "probar", lo estaba pensando sí y eso me hizo sentir terrible, pedí la explicación de porqué él tenía diferente en el día y otro en la noche. Además, ese no era el resultado de esas combinaciones ¿o sí? Ya ni siquiera de mi clase de pintura recordaba cómo hacerlo. Desvié la mirada. Ya no sabía que decir. Me había ganado al adivinar mis pensamientos, quizás estaba viendo sus labios, ¡Dios!

Volví a mirarlo para decirle:

—No son las únicas preguntas que tengo para ti ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Por qué te veo en mi habitación? Y...y...y ¿Por qué necesitas mi tutoría?

Pude haber hecho una lista larguísima pero esas fueron las únicas que se me ocurrieron en el momento, lo hubiera formulado antes y no tendría esa sensación de incomodidad ahora al tenerlo cerca, trataba de dominar todo lo que me invadía.

—Soy Daniell Collingwood, humano, ¿Quieres que esté presente en tu habitación? Lo haré, me gusta verte directamente a los ojos y hacerte sentir incomoda como ahora. Que no te desconcierte, esto es lo que les pasa a las chicas cuando me ven, soy atractivo y entiendo que estés nerviosa, pero esto es lo que quiero saber, ¿Me invitarás a Ocean Shores?

Rodé los ojos, poniendo mis manos sobre mi sien izquierda, como si esa información no lo supiera ya. Además de que me era totalmente insoportable tenerlo cerca, fue arrogante y en la manera en que se creía el centro de atención me hizo enfadar y veía esa sonrisa de satisfacción en sus labios al haber logrado hacerme sonrojar, pero ¿Debía sentir miedo, enojo o sentirme insultada? Me removí el cabello hacia atrás por el calor que sentí. Y justo cuando iba a decir algo, él alcanzó a notar algo que nadie lo había hecho.

— ¿Es un tatuaje de...?

—Qué te importa.

—Interesante —sus ojos esculcaban los míos—. No había oído de ella, pero veo que tiene una forma como esa, vaya. Es hermosa.

Mi tatuaje, a un lado de detrás de mi oreja, un triskel. Oculta debajo de mi cabello, aun teniéndolo oculto él lo había visto sin estar detrás.

Pude haberlo dejado ahí solo, pero no iba a darle el gusto de hacerle saber que todo lo que había dicho me había hecho erizar los vellos de mi nuca, que había logrado que todo mi cuerpo se sintiera temblar, que había logrado que mi sistema sanguíneo se calentara y que mi corazón bombeara con rapidez haciendo que me sintiera dar vueltas por toda la cafetería.

—Esto no es gracioso. Además, tengo muchas más preguntas que hacerte —dije sin una pizca de temblor en mi voz por lo que había dicho, más bien comenzaba a estar molesta con él.

—Si dejo de hacerlo ¿me invitarás a Ocean Shores?

—No —dije con firmeza.

"Lo harás" me dijo una voz interna, por supuesto no era mía, era la voz de él... en mi cabeza.

Mi corazón cayó hasta mis pies, no sabía cómo reaccionar, el miedo se había apoderado de mí, todo esto resultaba como un síntoma de esquizofrenia. Y temía que esto sucediera alguna vez. ¡No podía caer hasta eso!

— ¿Cómo haces eso? —Dije con una voz que no era mía.

— ¿Hacer qué? ¿Dejarte verme? Disfruta de mi compañía, muchas desearían estar en tu lugar justo ahora —respondió inocentemente.

—Deja de hacerte el gracioso, deja de evadir mis preguntas. Además, eso no es lo que quise decir, es que puedes hablar en mi mente —dije y mi voz volvía, pero mi confianza se había ido de vacaciones.

Sentí ponerme rígida, con todo mi cuerpo sintiendo un escalofrío, todos mis nervios circulando rápido dándome toquecitos al pasar por los cables que llegaban hasta mi cerebro.

—No sé de lo que me hablas —dijo sin dejar de verme.

— ¡Lo hiciste! —mascullé

—Creo que necesitas descansar —comentó, cambiando el tono de su voz de seductor a uno serio.

—Sigo creyendo que esto no es nada gracioso —reñí en tono molesto.

— ¿Tenemos un acuerdo...?

No había forma, él estaba mirándome con esos ojos y algo me estaba obligando a ceder.

— ¿Quieres ir a Ocean Shores conmigo el sábado por la mañana? —No sentí como había salido esa propuesta por mi propia voz.

—Humm. Tenía planes pero gracias, acepto ir contigo. No puedo negarme a lo que me pides, ¿paso por ti?

—No. Nos vemos allá —dije sin más. Estaba claro que esa no era yo, había un poder mayor que hacía que mi fuerza de voluntad cayera hasta lo más bajo, que hacía que yo no tuviera mi propia voz y pensamiento.

—Te aseguro que no te arrepentirás, hasta no querrás despegarte de mí —me aseguró dándole de nuevo otro sorbo a su bebida.

—Lo lamentaré —expuse molesta.

Él solo sonrió y era una de esas sonrisas devastadoras, quizás ya estaba acostumbrado a hacer esto, pero yo, yo no tenía experiencias en como evadir ese sentimiento, su mirada simplemente era una especie de artilugio, que me hacía sentir fuera del plano y me enviaba a otro lugar, un lugar donde solo existíamos él y yo, como si estuviera frente a una enorme serpiente.

Se fue al terminar el almuerzo conmigo, no probó siquiera las papas fritas.

Las veces que nos reunimos para hablar o hacer algo de filosofía era una tortura, no podía verlo por más de diez segundos sin sentirme aturdida, me encantaba en la forma que él se expresaba en las clases, sin miedo de sus equivocaciones, y verme de esa manera que me hacía sentirme cohibida hasta el interior de mí.

Además de que siempre se presentaba en mis sueños como un señuelo en que me llevaba a cosas extrañas, imágenes, voces que jamás había soñado en mis diecisiete años.

Algo me hacía olvidar todo lo que tenía que ver con ellos cada vez que quería investigarlos, era como si me dijeran que no quería saber, que no debería saber. Esto no era uno como esas novelas en las que la chica descubre el lado malo del chico misterioso. Daniell Collingwood no era un vampiro ni esas cosas.

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