Belleza

Me despertó un sonido extraño en la ventana entreabierta y las cortinas que ondeaban por el viento. Me levanté y caminé en cuclillas para poder ver o atrapar a la cosa que estaba haciendo ese ruido espeluznante. Era como ese sonido que Freddy Krueger hiciera con esos cuchillos en la madera del balcón. Cuando me asomé, no había nada más que el viento soplando, no había miedo solo que hacía mucho frío como para pensar que la larga noche llegaría pronto.

Mi pijama no ayudaba en nada, un short y una blusa ligera. Las agujas de los pinos silbaban así como en el interior de las cosas huecas. Las hojas caídas de los árboles volaban como si quisieran formar una especie de espectro fantasmal. Parecía una musa que danzaba delante de mi balcón y se acercaba. Al tenerla frente a mí, su rostro entero era espectacular, una hermosa mujer, hasta podía jurar que tenía pestañas largas y por un instante me miró con dulzura para después convertir ese rostro completo a la de una piraña al tener medio cuerpo fuera. Ella me tomó con fuerza del cuello, grité en seco, reuní todas mis fuerzas para sostenerme y no caer.

Al querer atajarla con la mano ésta se deshizo y volvió a su aspecto, a pesar de ser simples hojas tenía más fuerza que yo, luchaba por permanecer de pie pero sentía abandonar el piso de madera de mi habitación, antes de perdiera peleando contra unas simples hojas, la atajé nuevamente y al caer dando vueltas mientras esa cosa intentaba ahorcarme, miré el cielo que estaba de un azul violáceo convertirse en manchas rojas y ese era el único recuerdo que tendría antes de morir o al menos destrozarme uno que otro hueso.

De pronto, la presión sobre mi cuello desapareció. Sentí unos brazos fuertes atraparme antes de caer al suelo. Estaba medio inconsciente pero podía sentir que alguien me tenía en sus brazos cálidos y fuertes, escuché los pasos firmes. Y estaba en mi habitación, los pasos se oían por el piso de madera, el cerrar de la ventana, el recostarme en la cama, abrí mis ojos.

Él estaba a mí lado, cubriéndome con las sabanas, tuve una sensación extraña al verlo, su rostro parecía salvaje, había algo peligroso en su mirada, sus ojos otra vez de un azul intenso, como las aguas del océano en una tormenta, vestido de negro, con todos esos instrumentos de caza que cargaba detrás de su espalda, su cabello era lo único que me hacía saber que era él, no tenía miedo pero lo que me había pasado fue más extraño que verlo ahí, en mi habitación.

— ¿Qué demonios haces aquí? —Interrogué en un susurro, con la voz ronca por haber sido ahorcada.

Me fijé en el reloj de pantalla digital y los números en verde y me avisaba que eran 2:21am.

—No hagas preguntas —respondió en un susurro melodioso.

—Mi madre no le gusta que alguien éste en mi habitación.

—No soy alguien, soy tu amigo —dijo sentándose a un lado de la cama, mirándome como si yo fuese muy vulnerable.

—No somos amigos... ¿Qué era esa cosa?

—Shh —me silenció poniendo su dedo índice en mis labios y al igual que Demon él también tenía un anillo muy hermoso y antiguo, los pasó suavemente—. Después te responderé. Ahora te dormirás y no recordarás lo que pasó esta madrugada —declaró tocándome la frente y me dormí con esas palabras resonando en mi mente.

Al llegar al colegio y no solo ahí sino que desde que salí de casa hacía el frío más insoportable que la naturaleza podía darnos, estaba abrigada con mi cazadora negra, el gorro negro que había llevado el día anterior y esta vez para que mis manos no estuviesen congeladas me puse unos guantes de poliéster y por razones obvias; habíamos llevado las motocicletas, era eso aún más frío que estar una hora sentada en la cabina de una Chevy. Ambos nos gustaba la velocidad y habíamos llegado mucho más rápido con las motos que con auto. Greg siempre procuraba cuidar de mí, aunque yo no lo sentía necesario, sabía defenderme bien. Además, en ese momento estábamos compitiendo por quien llegaba antes en el aparcamiento y asegurar nuestras motos, y él también estaba abrigado con un jersey gris que encima tenía un chaleco negro de piel, y un gorro café, su cabello largo estaba pegado a su cuello, teníamos ambos la cara pálida por el frío. Dejamos nuestras motocicletas aseguradas, cerca de un árbol en el área de bicicletas y motos, cerca, había un flamante auto blanco que parecía ser una BMW Mi3 y una moto muy hermosa, mejor que la nuestra; era una Triumph Bonneville Street Twin negro. Eran los más nuevos y flamantes de Aberdeen High School, incluso el auto de Jane parecía cacharro.

—Deben ser hijos de "papi" —murmuró Greg observándolo bien mientras pasaba un brazo por mi hombro para entrar en calor.

—Quizás —repliqué yo recordando a mi padre. Pero también en algo que quizás en la madrugada había sucedido, sentía que algo había sucedido, algo mucho más extraño que todas mis pesadillas anteriores.

No recordaba.

—¿Pasa algo? —Me miró extrañado.

—No pasa nada —dije viendo el flamante auto blanco y la moto parecida a la de Ghost Rider—. ¿Te has dado cuenta de que la temperatura está disminuyendo aún más? —cambié de tema.

—Ajá, cierto, en la noche la temperatura desciende poco a poco —dijo mientras caminábamos hacia la entrada.

—Eres cálido. —Susurré mientras íbamos caminando.

—Qué novedad —contestó sarcástico.

Yo debía pasar por mi casillero y recoger unos libros, los materiales para la clase de Arte. No adivinaba lo que debíamos pintar ese día, la semana anterior teníamos que pintar el rostro de uno de nuestros compañeros con cualquier objeto sobre o a un lado de ella, yo dibujé el rostro de una chica y para cubrirle los labios llevaba una flor de azalea, según la profesora esa idea fue maravillosa –esperaba que al menos hubiera valido la pena venir temprano— quería un reto más difícil y fascinante. La profesora que impartía esa materia; Florence Benedetti, de origen Francés e italiano, tenía el acento y decía "bonjour, belle" al entrar y "¡merveilleux, merveilleux!" cada vez que le gustaba una obra, no tenía más de treinta años, cabello rubio cenizo, ojos grises, era esbelta y de corta estatura, al llegar a la puerta de su aula escuché atentamente música clásica: Vier Impromptus de Franz Schubert.

Entré al aula en silencio, casi toda la clase se encontraba ahí, solo faltaba yo, pasé a mi lugar de siempre. La profesora tenía puesto un letrero que llamaba: "señorita Sommer". Ella debía estar viéndome constantemente porque le gustaba verme pintar (además de tener una beca por hacer eso) y era gracias a la abuela que sabía cómo combinar los tonos, creo que todo lo que sabía era gracias a ella, cuando la profesora me vio dijo:

—Señoguita Sommer, pensé que no llegaría pgonto —acercándose a mí.

Nos tocaba pintar a alguien en cuerpo completo según me decía ella, aunque no me gustaba platicar tanto con los profesores, parecía que tenía una especie de imán que hacía que ellos me buscaran, creo que era una estudiante que no se quedaba atrás, excepto en matemáticas, siempre he odiado esa materia menos a los que la impartían. No obstante, para mí era el dolor de cabeza en toda mi educación, cuando todas hubimos ocupado nuestros lugares y preguntado a la profesora todo lo que usaríamos y al modelo –que todavía no se hallaba en el salón— ¿quién sabe? cómo ella había logrado convencer a un estudiante posar para pintores practicantes.

Me había quitado el gorro y estaba recogiendo mi cabello en una cola de caballo, todas las chicas empezaban a hablar con un vocabulario propio de chicas, una de ellas, a la que conocía como Amber decía:

— ¿Ya viste a ese bombón? Está como quiere.

O la chica que estaba a su lado, su mejor amiga, Hannah quien respondió:

—Está que arde.

—Es un ángel bajado del cielo —contribuyó una chica llamada Jocelyn, que no estaba del todo metida en la conversación de las dos chicas pero colaboraron en eso y soltaron risitas coquetas.

Mencionadas estas palabras miré a quien se referían, me encontré que, el modelo era él, el desconocido a quien debía comenzar a llamarlo por su nombre, Daniell Collingwood.

Me quedé sin aliento al verlo entrar, con aquella mirada intensa, recordé algo que había pasado esta mañana pero no estaba completa en mi memoria ¿Era una pesadilla? No lo sabía, algo había pasado, lo sentía.

—Muy bien —dijo la profesora aplaudiendo para que todas pusiéramos atención—. Ahoga, pongan atención chicas, éste chico, —creo se le había olvidado su nombre y se quedó por un momento en silencio—. Claro, discúlpame, suelo olvidar casi todo, Daniell segá el modelo, tendrán que retratarlo semidesnudo, arte al estilo de Michel Angelo, es decir, barroco. Ah, clago, como esta institución no es específicamente de Arte, él estará cubierto con una toalla.

Todas se sonrojaron y quizás a mí se me notó el disgusto, pero solo lo veía a él como si en ese momento lo que quería era ahorcarlo por haberse ofrecido como modelo solo para fastidiarme o hacerme sentir incomoda en una de mis asignaturas predilectas.

Sentí un escalofrío recorriendo toda mi medula espinal, él no tenía el atuendo de siempre, estaba vestido como un emperador Romano, y cubría toda su espalda, sus brazos eran fuertes, sus deltoides parecían duros, sus bíceps (en el cuello, brazo derecho por entre los deltoides hasta la muñeca y los dedos) tenía un tatuaje que nunca en mi vida, aunque haya ido a parar a las tiendas de tattoos había visto una igual, se trataban de signos como había en sus instrumentos que tenía o jeroglíficos o podrían ser símbolos o runas. Eran finas escrituras plateadas y doradas, parecía estar muy marcada a su piel, era demasiado extraño y lo por demás parecía que entrenaba por mucho tiempo en el gimnasio levantado pesas, porque todo su cuerpo era una escultura, su abdomen estaba bien trabajado, tenía la piel ligeramente tostada. Lo estaba recorriendo de pies a cabeza, no recuerdo si siempre hacia eso o simplemente fue la primera vez que alguien me atraía de una manera muy extraña que no podía imaginar siquiera porqué, mi mirada recorrió cada centímetro de su piel mientras él tomaba su lugar. De todos modos era mi trabajo estudiarlo cada centímetro.

La profesora le había pedido que él se posara encima de la chaise-longue para que se sintiera más cómodo, le pidió además que dejara los abdominales al descubierto cuando él se lo estaba cubriendo con esa fina tela blanca que usaba, posó su brazo derecho sobre su rodilla y tocándose el mentón, como si fuera El Pensador, viéndome directamente a mí, la profesora se dio cuenta las otras estaban teniendo un orgasmo con su simple presencia. Así que hizo que cambiara de posición para que todas tuvieran una mejor vista de él.

Él se recostó sobre la chaise-longue con la ayuda de la profesora y posó su brazo derecho sobre el posa manos de la butaca y se le acomodó las almohadas que le habían dado, pareciendo así como en La Creación de Adán de Miguel Ángel, su pierna derecha estaba simplemente recostada mientras que la izquierda estaba medio doblada, era casi como el como ella lo había dicho, él se parecía mucho pero al menos estaba cubierto.

Empecé observando fijamente y luego trazando líneas de su rostro, seguí con todo su escultural cuerpo, lo imposible era ver sus ojos porque cada vez que se encontraba los míos sentía como si me dieran un toque eléctrico. Él estaba viendo como si no viera a nadie más, parecía un modelo profesional, sus labios no se movían ni un poco, una estatua. Su brazo derecho posaba sobre el posa manos de la butaca, su tatuaje estaba a la vista así que lo dibujé, ahora parecía ser de un color azul plateado, como lo que había congelado al monstruo después de ser aniquilado con aquella espada. Entonces, fue cuando me imaginé que podría verse como un ángel y era un ángel hermoso en toda su expresión; empezaba a sentir un cosquilleo dentro de mi estómago —y no era de hambre precisamente— y en mi corazón un estremecimiento al dibujarlo. Creo que sus ojos; su mirada, para ser precisa, la cosa que me gustaba más de él, podría decirse que cambiaban constantemente, en la noche lo recordaba como el color azul del océano y ahora, estaba de ese color gris profundo y misterioso.

Hora y media después.

Terminé.

Me alegraba, de alguna manera dos horas viéndolo se me hacía fascinante pero al mismo tiempo una horrible sensación anduvo por todo mi cuerpo. La profesora quedó maravillada con mi trabajo.

Uff, sonaba horrible tener que hacer eso. Él había arruinado todo. Él tenía la culpa de que en mis materias favoritas ya no lo fueran tanto, al menos no estaba en la clase de literatura. Me alegraba eso.

Ella observaba mi obra diciendo:

—Comme un beau cadre ajoute â la peinture, bien qu'elle soit d'un pinceau très-vanté, je ne said quoi d'étrange et d'enchanté en I'immense nature —me parecía que lo hacía con gran suspicacia mientras decía eso, esperaba que todo estuviera bien, una buena nota en eso me haría no tener que dar tutorías.

—Eeh, sí. Eso —tratando de no rascarme la cabeza por entender muy poco de lo que había dicho—. ¿Algo está mal, profesora?

Pero no creía que hubiera una falla puesto que había dibujado su mirada en casa, a decir verdad ya lo tenía grabado en la mente, no sabía porque lo había memorizado. Pero había algo, algo en lo que según ella, fallé.

—Melinda. Preciosa flor, no hay un tatuaje en su brazo ni en su cuello —dijo en un tono casi maternal.

Lo decía con una voz cantarina, entonces él se giró hacia mí, con aquella mirada que se hizo más intensa, parecía querer matarme con eso, al mismo tiempo era como si tratase de adivinar mis pensamientos. No pensaba en nada en absoluto. Estaba estupefacta al oír que no tenía tatuaje, no existía tal tatuaje en tal lugar de su perfecta y bien esculpida anatomía ¿Cómo lo había hecho para que nadie lo notase? No lo supe. No lo había imaginado. Lo veía. Estaba segura de que estaba ahí... ¡Pero nadie lo podía notar!

Entonces él se levantó de la chaise-longue, haciendo caso omiso a las quejas de las chicas que aún lo dibujaban. Mis intestinos se volvieron a contraer y se puso a observar mi obra. No quería que él lo viera.

Y con esa voz musical le dijo a la profesora:

—Se ve bien. Creo que me haré una igual —guiñándome un ojo, lo que me hizo sentir hervir la sangre de coraje.

Una sonrisa burlona se asomaba por las comisuras de sus labios.

—Bueno. Si así le parece al modelo..., has aprobado señoguita Sommer —dijo ella aplaudiendo como una niña pequeña a la que le han dado lo que quería y me sonreía.

Había aprobado.

Estaba a punto de explotar de rabia ¿Cómo había podido hacer eso? ¡Nadie podía ver su maldito tatuaje!

Decidí dejar el aula antes que explotar frente a esas chicas y mientras caminaba me sentía aun enojada pero a la vez confusa ¿Cómo es posible que yo me haya imaginado un tatuaje? Ni en mis mejores grafitis podría inventar uno, fue lo que mis ojos vieron, aunque haya pasado esa materia no sentía que debía quedar como una que le agregó una mancha negra al lino blanco. Estaba completamente segura de que no estaba loca, estaba cuerda aun, pero casi parecía que todo lo que me quedaba de cordura la iba perdiendo día a día.

En el aula el ambiente era cálido pero al salir e ir a la cafetería todo era frío, eso era bastante extraño, no había nieve aun y casi deseaba que lo hubiera porque al menos tuviera sentido y habría quizás menos frío. Aun con eso no me quitaba lo enojada que estaba con el desconocido que, aunque debía llamarlo por su nombre. Me era molesto tener que llamarlo por su nombre.

¡DANIELL COLLINGWOOD!

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