Capítulo 9. Revelaciones
A D V E R T E N C I A: Esta novela puede contener lenguaje fuerte, escenas violentas así como contenido sexual explicito.
No estoy a favor de este tipo de relaciones y tampoco las promuevo. Todo lo que se lee es simple ficción
Katherine Weber.
—No vayas a dejarme sola —murmuré hacia el oído de Nora, la idea de tenerla lejos no me iba a permitir estar en la misma habitación que Damien —Me quedo solo si tú también.
Por supuesto que Nora aceptaba quedarse conmigo y Bruno también, si Damien quería que me quedara entonces tendría que aceptar mis condiciones.
—Ella puede quedarse siempre y cuando nosotros también —anunció Nora, en voz pacifica, cordial.
Nina en seguida quiso ver la reacción de Damien a quien se le ensombreció el semblante, acumuló el sentimiento de total desacuerdo, inhalando con fuerza y manteniendo el aire dentro de sus pulmones, conocía a Damien, estaba resistiéndose en contradecir a Nora.
—Me gustaría algo de privacidad —confesó Damien, dirigiendo sus ojos hacia mí, todavía reluciendo aquella extraña calidez en sus ojos.
Su voz hizo que me estremeciera, sentí una punzada en la espalda tan fuerte que me contorsione, el escalofrió era tanto que la piel se me erizó, solté un pequeño jadeo cuando percibí una patada en el vientre, el bebé estaba inquieto, se movía tanto que no pude ocultar el malestar.
Miré a Damien con brusquedad, dejándole saber que no me gustaba la excesiva atención que me daba pero no funcionaba, ignoraba mis intentos de distanciamiento con mucha facilidad. Solté un suspiro, las patadas era más constantes.
—Solo si ellos están aquí —logré responder con voz estrangulada, el dolor era más insoportable.
—Necesito hablar contigo, a solas —remarcó, la firmeza en su voz decía que no iba a haber manera de hacerlo cambiar de opinión, sus ojos tan clavados en mi rostro eran la manera de comprobarlo.
Rápidamente le eche una hojeada a la habitación, podían estar Nora y Bruno en el mismo lugar que yo pero sentados en el sofá contrario, si quería hablar conmigo en privado entonces también lo haríamos a mi modo. Tenía tanta urgencia por acabar con esto que me las ingenie para proponerle una opción.
—Solo si aceptas que ellos se queden —volví a decir, con voz arrebatada —Ellos estarán sentados en el sofá del otro extremo y nosotros en el otro, no voy a estar en una habitación a solas contigo, tú decides. Aquí mismo podemos hablar.
Lo pensó unos segundos, Nina examinaba a Damien, no sabía si ella quería que yo me quedara o me fuera pero al igual que yo estaba tan ansiosa por una respuesta.
—Está bien, no importa quien este mientras podamos hablar. —suspiró derrotado, sus facciones decayeron un poco.
—Pero no compartirás sofá conmigo —aclaré de inmediato, antes de que se acomodara —Tú estarás en el más pequeño y yo en el más grande, no quiero tenerte tan cerca.
Esbozó una sonrisa, confundido, haciendo una ligera mueca con los labios.
—¿Y cómo podrás oírme?
—Acércate al borde del sofá pero no intentes levantarte —le advertí.
Después de eso tomé mi lugar en el sofá en lo que Nora y Bruno se iban hacia el otro, estábamos separados por al menos unos tres metros pues la habitación de estar era grande, había al menos tres sofás y yo estaba en el principal, en el del centro. Di gracias al cielo que pudiera sentarme porque comenzaba a dolerme mucho la espalda baja y el bebé estaba pateando mis riñones, era un dolor que me hacía exhalar las veces que fuera necesario, no sabía que lo tenía tan incómodo.
—¿Podrías dejarnos a solas? —murmuró Damien en voz baja hacia su abogada que todavía estaba cerca de nosotros con los brazos cruzados, era la única persona que todavía no tomaba asiento con los demás.
Resignada, bajó la mirada y se fue hacia donde estaba Nora y Bruno, la vi alejarse y cuando finalmente se sentó me regresó la mirada, asustada de que me hubiera descubierto desvié los ojos tan rápido pero no lo suficiente para que no se diera cuenta. Estando frente a frente con Damien los calambres en mi vientre fueron más constantes, sus ojos eran tan suplicantes y no había forma de huir de ellos ni aunque lo intentara.
—Te agradezco que hayas venido —susurró con tono mortecino —Se que debió ser difícil para ti regresar.
Trague saliva con dificultad, una opresión en mi pecho me impedía hacerlo.
—Todo fue condicional, no lo hice para volver a verte —le recordé, hundiendo mis ojos a los suyos, por ese lapso de segundo perdí concentración, tuve que obligarme a despertar porque ni siquiera pude moverme —Que es lo que quieres ahora.
Se acomodó un poco sobre su asiento, no se que trataba de explicarme pero debía ser algo que lo puso un poco nervioso.
—Yo hablé contigo y te dije que recordaba algunas cosas, pude lograrlo gracias a mi terapeuta, mediante la hipnosis, no fue fácil pero pude recordar lo que paso en esta casa, no lo suficiente para saberlo todo pero si un poco —sus ojos se marchitaron al igual que su rostro, ahora lucía avergonzado. —Vi lo que te hice, Katherine y realmente me sentí mal, esta vez la furia que sentí fue por mi mismo, quise destruirme con mis propias manos, nunca me había sentido más impotente como en ese día y quiero que sepas que busco tú perdón y tú confianza.
Nos miramos el uno al otro en silencio, estupefacta lo contemplé sin decir nada, de lo único que fui consciente más tarde fue de mis sollozos atascados en mi garganta y de varias lágrimas que se habían escapado de mi ojo. ¿Cómo podía tener el descaro de pedirme confianza? Si esto era un maldito juego era pasarse del límite, siempre jugaba con mis sentimientos pero esta vez era demasiado.
—¿Estás pidiéndome perdón y confianza? —repetí con voz entrecortada, estaba atónita, me limpie con brusquedad las lágrimas de la cara, había tanto que decirle pero no sabía por donde empezar, todo quería salir al mismo tiempo. —No puedo creer que seas tan hipócrita, tú mismo lo has dicho, me destruiste, me hiciste daño, me lastimaste, no puedes pedirme perdón, jamás en la vida vuelva a hacerlo, ni mucho menos confianza. ¿Qué necesito hacer para que me dejes en paz? Para que te olvides de mí y me dejes vivir.
—Katherine, por favor —me rogó con voz firme pero ligera —Te necesito y no me cansaré de repetírtelo, quiero tu confianza, quiero que me ayudes a cambiar y se que no podré hacerlo sin tu ayuda. Estoy enfermo y lo sé, aquella persona que conociste no siempre fui yo y ahora que estás aquí puedo sentir que se va y que puedo ser yo con toda naturalidad.
Hice la cara hacia un lado, no quería tener su contacto visual, distrayéndome, confundiendo mis pensamientos, fruncí el ceño en disgusto, ¿Por qué sentía que todo lo ponía tan difícil? Ahora sentía que no podía simplemente negarme e irme, una parte de mí decía "escúchalo" pero la otra decía "no puedes dejarte engañar"
Oculté mi cara con un mano, no quería que me viera llorar aunque ya lo hubiera hecho, solo que esta vez era una lucha interna conmigo misma.
—No puedo ayudarte, lo único que siento por ti es lastima —alcé la cara para encontrarme con la suya, tenía las cejas fruncidas en gesto melancólico, el brillo de sus ojos se iba apagando como la flama de una vela casi extinta. —No voy a ayudarte, no necesitas de mi ayuda, solo quieres retenerme para seguir destruyéndome la vida y si quieres la verdad estoy mucho mejor sin ti.
Sus ojos bajaron de mi rostro hacia mi barriga donde tenía ambas manos puestas para tratar de calmar el dolor de las patadas que seguían siendo constantes y que apenas podía ignorar.
—¿Y que hay del bebé? Es mi hijo —afirmó de manera asusta, como si quisiera demostrarme que no solo se iba a tratar de mí. —Piensas alejarlo de mí y llevártelo pero tarde o temprano sabrá quién es su padre.
—No va a saberlo jamás —objete entre dientes, manteniendo una postura desafiante porque no tenía derecho a incluir al bebé en la conversación, no era tema de discusión —Es mío, no tuyo, no te atrevas a siquiera mencionarlo porque no tienes derecho sobre él.
—No pienso quitártelo —aclaró en tono apacible —Sé que no me permitirías acercarme a él pero algún día espero poder conocerlo.
—Estarás muy lejos de nosotros—dije con prisa, quitándole las esperanzas que se estaba creando él mismo. —Y por supuesto tras las rejas.
Parecía hacer caso omiso a lo que le dije porque sus esperanzas no se derrumbaron.
—Algún día —añadió con tranquilidad.
Le dirigí una mirada arrogante.
—Algún día suele ser nunca —replique.
Recibió un golpe bajo, descendió un poco la mirada, parecía que sufría por varios segundos y que se recuperaba lo más rápido que podía.
—Eso quiere decir que ni siquiera porque me tienes lastima podrías darte cuenta que estoy rogándote para que me ayudes.
—¡¿Y que quieres que haga?! —exploté, ya estaba cansada de esta misma discusión, del tema en general —¿Qué esté contigo y que te aliente a seguir recordando lo que me hiciste? ¿Qué te perdone e ignore todo? ¿Qué no mataste a mi madre y a nuestro primero hijo? ¿Qué me trajiste a este lugar con engaños y que después casi me matas? No sé porque sigues esforzándote en hacerme cambiar de opinión porque solo estás perdiendo tú tiempo, vine aquí por el compromiso y la obligación que habían acordado nuestros abogados, ya recibí tu carta y ya he venido a discutir contigo lo que querías que supiera. Se acabó.
Decidida a levantarme a como pudiera ya que la gran barriga y el dolor no me daba la posibilidad de hacerlo rápido logró frenarme justo en el inicio del proceso con tres simples palabras, las cuales me torturaron sin piedad, me quedé sin aliento, petrificada, lo había escuchado antes pero algo era diferente, la esencia, el cuidado de la palabra, lo sensibilidad que me produjo.
—Te amo, Katherine —declaró con voz dulce, me volví para observarlo y el brillo de sus ojos no solo iluminaba su mirada, también su rostro.
Intenté de todo para encontrar el desperfecto en su rostro, cualquier cosa que me pudiera decir que no era más que una mentira, un juego, pero en todo el tiempo en que estuvimos hablando su transparencia era real y me asustó darme cuenta que también lo eran sus palabras.
—Ya lo he escuchado antes —susurré con desgana, apretándome los labios para luchar contra el pánico que me provocó su sinceridad
—Lo sé, supongo que te lo he dicho antes pero esta vez no es solo por decirlo, quiero demostrártelo.
Sus ojos soltaban chispas, centellaron hacia como en una clase de hechizo difícil de romper. Traté de levantarme otra vez, aprovechó para levantarse él primero y brindarme su mano para ayudarme, perpleja me quedé observando su mano extendida, estaba tan cerca de mí que pude oler su perfume penetrando en mis fosas nasales, ese aroma me traía hacia los recuerdos más remotos y los más horribles, dolorosos y catastróficos de mi vida, me traían al día y momento exacto en que lo conocí.
—¿Me darías una oportunidad de demostrártelo, por favor? —me suplicó en tono dulce, afectuoso.
Examine su mano que todavía estaba extendida hacia a mí pero sabía que no debía tomarla, no iba a hacerlo porque podría interpretarlo como una afirmación y yo no quería que se siguiera haciendo esperanzas a nada. Con mucho esfuerzo logré levantarme por mi cuenta pero de todas maneras tuve que aferrarme a lo que fuera para no caer de nuevo en el sofá por lo que en acto reflejo tomé su antebrazo para recuperar mi equilibrio.
Aprovechó el tacto para acercarse a mí pero de inmediato retrocedí aunque de todas maneras nuestros ojos se encontraron, había olvidado lo cautivador que eran sus ojos de cerca, lo vulnerable que podía sentirme y al mismo tiempo lo poderosa y mágica que era la sensación magnética.
Seguía acercándose, quise alejarme pero mis piernas no respondieron, al menos no con rapidez y aprovechó de nueva cuenta nuestra cercanía para tener nuestros rostros más juntos, pude ser más consciente de su aroma ahora rodeándome, girando por todos lados y nublando mis ideas claras. Sentí que me encogía, vi lo largo de su cuello hasta sus labios que dejaban escapar su aliento que chocaba contra mi frente, la calidez de su aliento logró empañar la piel de mi frente provocando pequeñas gotas de sudor y entonces el bebé pateó tan fuerte que logró hacerme retroceder en un solo paso.
—Aléjate de mí, Damien, te lo advierto —mascullé, deteniéndolo con una mano, estaba enfadada conmigo misma por dejar ir esto tan lejos, no quería ser yo quien se llevara la derrota. —Crees que no me doy cuenta pero se con quién estoy tratando, sigues siendo el mismo que usa su imagen para conseguir lo que quiere y yo soy la única que lo sabe.
Simuló que la distancia no le molestaba porque aunque quería dar un paso para acercarse se frenaba todo lo que podía.
—No quiero otra cosa más que a ti, Katherine, no me importa nada más, créeme, ni mi libertad, ni el dinero, ni la imagen, eres lo único que me queda y trató de recuperarte.
—No todo lo que quieres es lo que en verdad necesitas. Realmente quisiera regresar al día en el que no sabía quién eras porque de ser así nunca hubieras podido destruir mi vida.
Me di cuenta que sus ojos se cristalizaban por la aparición de nuevas lágrimas que iban tomando grosor justo cuando me giré para irme hacia donde estaban los demás, su imagen justo ahí paralizado, congelado, con sus ojos desdichados y su rostro inexpresivo también habían hecho pedazos a mi corazón.
Damien Westermann.
Nina y yo hablábamos en mi oficina después de que Katherine se fuera, ella al principio no pretendía discutir conmigo de lo que acababa de pasar pero de todas formas no lo pudo evitar y lo hizo, terminó usando ese tono de voz irritado y desesperado, logrando que sus ojos se abrieran de par en par y subiéndole la sangre de su cuello hasta la cabeza.
—Para eso le diste tú declaración por escrito? ¿Para esa clase de desplante? —rió con sarcasmo —Sí, en definitivo valió la pena, Damien. Te condenaste para tal humillación.
No iba a soportar sus reclamos, lo que menos necesitaba era que siguiera poniendo la situación más tensa, por supuesto que me había dolido la indiferencia de Katherine, su rechazo, aún conservaba mis esperanzas y Nina lo único que esperaba era deshacerlas.
—Esta decisión fue mía, ¿Lo entiendes? No sé en que te molesta que lo haya hecho, ella esta en todo su derecho de rechazarme.
Nina cruzó los brazos, parecía encontrar la manera de escudarse para así no dejar salir su furia.
—¿Acaso esperabas otra cosa? ¿Esperabas que ella pudiera perdonar algo de lo que hiciste?
Había imaginado que así fuera pero no debía subestimarla, ella era demasiado perseverante, su odio hacia mi era fuerte, nada iba a desaparecerlo tan fácil, mi primer sacrificio había sido en vano pero este era el primero de muchos que intentaría para recuperarla.
—Creí que iba a poder hacerla sentir algo —comenté en tono reflexivo, había imaginado algo completamente diferente —Que se diera cuenta que en verdad me importa.
Se acercó varios pasos para quedar cara a cara conmigo, cuando nos miramos ella lucía bastante desanimada, sus grandes ojos lucían más pequeños a causa de una ligera melancolía.
—¿Cuándo te darás cuenta de que debes dejar ir a Katherine? A ella ya no le importas, no quiere saber nada de ti, ¿Por qué insistes tanto en recuperarla si sabes que es en vano?
Sus palabras me acobardaron, bajé la mirada hasta el piso, tenía razón, todo el mundo aceptaba la verdad menos yo, era la única persona obstinada a creer que la posibilidad de hacerla regresar a mis brazos estaba vigente.
—Ella es lo único que me queda, nadie se preocupa por mí, sé que no existo para nadie más y se que ella es mi única salida a este infierno —murmuré en un hilo de voz, sin subir la mirada
—Eso no es cierto.
Alcé los ojos para verla y me sorprendió lo excesivamente cerca que estaba de mí, podía grabarme los rasgos de su rostro con un simple recorrido, con un tacto, una fuerza interna me obligaba a quedarme quieto para contemplar sus pupilas radiantes, con ese brillo que danzaba para mí.
—A mi me importas, Damien, soy la única que esta aquí para ti.
Estaba inerte, tuve que obligarme a frenar la tentación de tocarle la mejilla, al parecer aun podía tener control sobre mí, eso era buena señal.
—Es tu obligación, Nina, eres mi abogad. Debes estar aquí conmigo.
Negó con lentitud, se paró de puntillas para afianzar nuestras miradas, intentaba a toda costa tenerlas muy de cerca, podía aspirar su aroma a vainilla, rosas y jazmines, adentrándose en mi cabeza.
—No siempre fue así, mi padre iba a conseguirte al segundo mejor abogado del país pero yo me ofrecí a tomar tu caso. Mi padre no quería dármelo porque yo recién terminaba de cerrar un caso importante pero yo sabía que intentaba protegerme y aun así luche para conseguirlo.
Deslumbrado por su acercamiento me quedé con la cabeza en blanco, no supe que hacer, por lo que simplemente dejé que lo hiciera. Todavía parándose a un más de puntillas alcanzó mis labios y me besó, al principio con un roce delicado y discreto, dándome la paciencia para que pudiera reaccionar. Mi corazón palpitaba y creí que lo sería por el asombro de su beso que seguía todavía sobre mis labios pero no fue asombro lo que empezó a crecer poco a poco dentro de mí, detecté emoción, creí que era algo engañoso pero no lo fue y lo supe cuando le regresé el beso, quería saber si podía corresponderle con la misma emoción con la que ella se entregaba y a los pocos segundos la respuesta fue sencilla, fue una revelación...
¿Cual revelación creen que tenga Damien? ¿Él de si responderle a Nina o no?
Esto se va a poner muy intenso ¡Super intenso! Vienen cosas que las van a volver locas, por cierto, perdón por subir capítulos muy tarde, se que mis actualizaciones tardan pero recién termino el capítulo y lo subo por eso me tardo.
Quería felicitar a Yazmin que en el grupo de Whatsapp de Oscuros Encantos me dijo que cumplía años, ¡¡¡FELICIDADES!!! 17 Años, amo su inocencia, 17 años, su primer amooooor Ok, solo los de México entenderán la canción jajajaja. No te pude dedicar el capítulo porque no se cual es tu usuario :( pero en el siguiente te lo puedo dedicar con gusto.
Besotes enormes a todas chicas, espero que el capítulo les haya gustado pero de verdad espero estar compensando la tardanza con el largo del cap.
Nos leemos prontito.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top