Capítulo 51. Sangre
Katherine Weber.
Estando ya en la puerta nos quedamos sin decir nada pues nuestros ojos lo confesaban todo, él no quería irse y yo esperaba que pudiera quedarse un poco más, encontrando alguna excusa para no tener que hacer esto. Tuve que intervenir porque uno de los dos tenía que dar el paso, tal vez resultaba mejor acelerar este proceso para no tener que atormentarnos con la dura despedida.
—Perderás el vuelo —susurré sin mucha convicción, seguro él lo pudo percibir pero fingió que no fue así.
—Sí —dijo con voz baja, hizo como que verificaba en el reloj de pared la hora pero solo fue un pretexto para levantar la mirada y verme. Su expresión se suavizó pero se endureció cuando se dio cuenta que no podía hacerlo, nada lo retenía a quedarse, no supo cómo hacerlo. —Adiós, Katherine, esta vez si es definitivo.
Un último destello en despedida se plasmó en sus ojos afligidos e indecisos, recorriendo mi semblante para grabarse con detalle lo que el día de hoy no volvería a ver jamás. No pude decir nada, me había congelado, su mirada, sus facciones, todo acabo por romper mi fuerza de voluntad cuando acercó la mano para tomar la perilla y abrir la puerta pero lo frené y acto seguido lo abracé, fue un simple abrazo de despedida aunque mi cuerpo no pudo mentir.
Se sorprendió de mi abrazo por unos segundos mínimos porque me respondió casi de inmediato, él no pudo ocultarlo, en verdad abrazó a mi cuerpo, sus brazos se ceñían más a mi cintura, incluso el calor de su cuerpo pasaba a través del mío. Cerré por un segundo mis ojos, memorizando al menos la sensación que embargaba a mi cuerpo justo ahora, no sabía que era pero me gustaba, no me molestó en absoluto, una carga muy grande sobre mí desapareció y sabía porque, las pases ya estaban hechas.
—Esto es por Lilian, gracias otra vez por ayudarla.
En primera respuesta recibí un apretón más de sus brazos alrededor de mí con emoción, lo escuchaba respirar con agitación cerca de mi cabello.
—No ha sido nada, no me lo agradezcas —añadió con la voz casi perdida por el dolor.
—Adiós, Damien.
Me separé de él poco a poco porque sus brazos no me permitían alejarme lo suficientemente rápido, al verlo otra vez apenas reconocí sus facciones, la tristeza inmensa hizo que lo desconociera, su rostro se estaba cayendo en pedazos, resistiéndose lo más que podía a no llorar delante de mí.
Volví a tomar mi distancia y él la suya, no me esperaba esto pero quería hacer algo para recuperar su emoción de hace un momento y sentirla una vez más, pero sabía que no estaba bien, no era más que mi poca fuerza de voluntad adueñándose de mí.
Acercó la mano a la perilla otra vez para abrirla pero entonces escuchamos unos pasos que se acercaba desde la cocina y aquello lo dejó inmóvil tanto cómo a mí.
—¿A dónde pensaba ir, señor Westermann? —preguntó la voz de un hombre con arrogancia, riéndose entre dientes. Nos giramos y lo vimos parado a unos cinco metros de nosotros, aguardando la respuesta.
Ese hombre, yo sabía que lo había visto en alguna parte, su voz la reconocía de un lugar, de un momento exacto, una corazonada me alertaba que este hombre no era conocido de ambos aunque conociera a Damien. Retrocedí dos pasos hasta pegar a mi espalda contra la pared, ¿Cómo había entrado este hombre? ¿Cómo sabía de Damien? ¿Quién era?
Quise hacer todas esas preguntas pero el hombre contemplaba a Damien solamente, yo le era indiferente.
—¿Creyó que podría salirse con la suya? ¿No me recuerda? —le preguntó con fingida preocupación, después pasó sus ojos hacia a mí para ver si yo decía algo, no dije nada y eso lo hizo enfurecer poco a poco, rompiendo a reír tan fuerte que me hizo saltar del susto —¡Oh sí claro cómo van acordarse! Si ustedes no pueden acordarse de mí menos de Miranda, nadie la recuerda excepto yo.
Miranda, recapitule, ese hombre fue el que gritó que haría justicia por Miranda, el que habían sacado del juzgado cuando le dieron la sentencia a Damien, lo recordé poco a poco, estaba furioso de que solo pudieran darle una sentencia por mi caso y no por las demás mujeres, todo conectó a la perfección.
Con ojos necios y frenéticos se fue acercando más a nosotros, lo único que pensé fue en Lilian y Nora que estaban arriba en el cuarto principal, si ese hombre intentaba hacernos algo tenía que evitarlo a toda costa. Observé a Damien con miedo hundido en mis ojos, mi pecho estaba exaltado, apenas pude respirar, estábamos petrificados pero él no estaba tan alterado como yo, conservó compostura.
—¿Qué desea? —le preguntó Damien con voz neutral, evitando alterar más al hombre que estaba perdiendo estribos porque no estábamos hablando.
—¿Me recuerda si o no?
Damien carraspeó con disimulo, ambos estaban tan quietos, esperando capturar los pasos que haría el otro, era una pelea silenciosa de miradas y revelaciones.
—Es el hombre del juzgado, usted me gritó. Si lo recuerdo.
—¡Oh pero que bien! —lo felicitó, alzando la voz tan fuerte y apreciando el esfuerzo por haberlo recordado con varios aplausos —Después de estos diez años no parece que haya olvidado las cosas, es muy observador señor Westermann, lo felicito.
Damien lo ignoró, yo seguía viéndolos a ambos con el cuerpo temblándome, ahogada en el miedo de estar corriendo peligro porque no sabía a qué enfrentamiento era capaz de hacer ese hombre, corría peligro no solo yo, también Lilian y Nora.
—Dígame señorita Weber, ¿Puedo preguntar porque lo ha dejado entrar a su casa? ¿Vino acaso a pedirle perdón o a rogarle de rodillas que volviera con él? Porque usted sabe que buen mentiroso es.
Rió otra vez entre dientes, como si fuese un chiste personal.
—¿Cómo entró a mi casa? —le pregunté, sin poder evitar un poco de mi desesperación y a él eso pareció sorprenderle.
—Por la puerta trasera claro está —explicó con mucha naturalidad —No vine a quedarme en su casa, señorita Weber, se que usted disfruta de una vida increíble por lo que he visto en estos días, solo quiero arreglar unas cuentas con el señor Westermann, supe que estaría en Texas y vine detrás de él, claro sin que se diera cuenta para no arruinarle su viaje pues esto era sorpresa.
—Entonces hablemos afuera.—sugirió Damien con rapidez.
Damien estaba a punto de tomar la perilla de la puerta para jalarla y salir pero el hombre rápidamente metió su mano por detrás del pantalón y sacó una pistola que cargó para amenazarlo a quedarse donde estaba.
—No se le ocurra irse, usted ya no va a volver a huir, ¿Me escuchaste perro mal nacido? Es hora de que arreglemos cuenta de una vez.
Damien poco a poco fue retirando la mano de la puerta, por primera vez me observó y nuestros ojos se encontraron, era increíble la tranquilidad que poseía, yo estaba sudando, no estaba segura por cuanto podrían sostenerme las rodillas, empecé a ver todo borroso y la cabeza me daba vueltas tan rápido que perdí el punto exacto de donde estaba el hombre, agité la cabeza lo más que pude para estabilizar mi visión.
—¿Creíste que te saldrías con la tuya? ¿Qué al salir nadie se acordaría de Miranda? ¿Ni de lo que hiciste? Pues te equivocaste, he esperado este momento durante años, no iba a perder esta oportunidad, si no hubo justicia para ella entonces lo haré por mi mismo.
Necesitaba correr hacia donde estaba Lilian y Nora, protegerlas de este hombre que justo ahora era una amenaza mortal. Levanté mis manos para dejarle en claro que no escondía nada que era inocente y que yo no tenía nada que hacer ahí, estaba involucrándome en asuntos donde yo sobraba, era la persona equivocada.
—Por favor, yo solo quiero...—me callé cuando sus ojos inyectados en una furia impenetrable se pusieron en mí —Quiero irme, por favor.
—Escuche...—Damien se fue acercando para tener toda la atención del hombre y por supuesto que mantuviera el arma apuntada hacia él —Ella no tiene nada que ver en lo que usted quiere, no la necesita, si viene a buscarme a mí aquí estoy, hablaremos de lo que quiera a solas y bajo las condiciones que quiera, pero déjela ir.
Me esforcé para no hacer ruido porque estaba a punto de llorar, los sollozos estaban escapando de entre mis labios, ya no pude ver nada, mis lágrimas cubrían toda mi visión. Logré percibir que el hombre estaba apuntando a Damien solamente, sacudiéndose porque el coraje lo estaba dominando al extremo, fácilmente podría perder los estribos, provocarle un colapso que lo haría cometer una desgracia, en este caso, dispararnos.
—Déjela ir —le volvió a pedir con voz cautelosa, baja y firme —Yo soy a quien quiere, desahóguese lo que quiera, haga justicia si lo desea.
El hombre no respondía, vi que se estaba sacudiendo, gruñía bastante alto, tenía la mandíbula apretada y su piel estaba roja, las venas le sobresalían de la sien, no tardaría en disparar.
—Acércate, maldito bastardo, acércate —gruño, con los dientes apretados —¡Quiero tenerte de frente!
Damien obedeció, con pasos cortos fue acercándose al hombre mientras que me iba dejando atrás poco a poco, entendí que podía deslizarme con lentitud por detrás de él y llegar a las escaleras, fue lo que hice, trate de no ser evidente que estaba yéndome a las escaleras, me tomé mi tiempo pero asegurándome de no tardar mucho. Llegue al pie de las escaleras, pude ver que Damien estaba de frente al hombre y él estaba perdiendo el control con por tenerlo tan cerca que ni siquiera logró notarme y menos si seguía esforzándome por mantenerme desapercibida.
Subí escalón por escalón, ellos parecían estar muy ajenos a lo que estaba haciendo, al llegar a los últimos escalones me agache y trepe para llegar al primer piso , corrí como un bólido hasta llegar a la habitación principal y al llegar Nora y Lilian estaba arrinconadas, estaban abrazadas porque Lilian lloraba, habían escuchado todo. Cerré la puerta con seguro y fui con ellas.
—¿Están bien? —respondieron rápido, acaricie a Lilian pero era difícil calmarla cuando yo no pude hacer lo mismo por mí. Vi a Nora que al igual que yo se sintió impotente, confundida y sin saber que hacer, lucía tan desorientada. —Vayan al closet, quédense ahí y no hagan ruido, por favor, nada de ruido.
Nora no quiso dejarme ir, me tenía tomada del brazo.
—Kate...
—¡Hazlo! —le pedí con un grito sofocado —¡Vayan al closet! Y cierren la puerta, rápido.
Rápido agarró a Lilian y corrieron a mi closet que era muy grande, de dos puertas de madera corrediza, al cerrar las puertas pude ponerle llave, la que escondí debajo del colchón de mi cama, desde ahí escuche que Nora le pedía a Lilian que no llorara, que yo estaría bien porque llamaría a la policía y eso hice.
La llamada duró menos de cinco minutos, les dije que un intruso había entrado a mi casa con un arma, que estábamos escondidas en el segundo piso, en la habitación principal, quisieron que estuviera en línea con ellos en lo que llegaban las patrullas y lo estuve mientras sacaba con manos temblorosas el arma que yo tenía guardada.
Nunca pude ser capaz de manejar el arma, no tuve los entrenamientos requeridos para usarla pero eso no evitó que pudiera sacarla y lo intentara, porque no iba a dejar que mi hija y Nora corrieran peligro, las protegería a ambas si eso ponía a mi vida en peligro.
—¿Señorita? ¿Está ahí? ¿Dónde esta el hombre ahora? —me preguntó la operadora del 911
Estaba en un rincón cerca de mi cama, no llegaba a escuchar nada, ni siquiera murmullos o pasos, todo estaba en silencio como si nadie estuviera abajo.
—No lo sé, no escucho nada.
—No se despegue de la línea telefónica, tampoco intenté salir, ¿La mujer y la niña aun están en el closet?
—Sí.
—Quédese con ellas, por favor manténganse las tres juntas.
—No...no puedo, necesito estar aquí por si llega a entrar.
—¿Acaso el hombre está cerca? ¿Dónde escucha sus pasos?
De nueva cuenta intenté escuchar pero no se oía nada, la frustración estaba matándome, sabía que era una idea estúpida acercarme a la puerta para escuchar algo, estaría cometiendo el peor error de mi vida pero aun así lo hice. Pegué mi oído a la puerta, agudizando mis sentidos para capturar el más pequeño y débil ruido.
Respiré entrecortadamente con la mujer de la línea telefónica escuchándome, ella también hizo silencio, hasta que entonces en medio de la calma se oyó un disparo que me hizo gritar automaticamente, el estruendoso escándalo del arma amortiguó mi voz, seguidos de dos disparos más que se hicieron escuchar por toda la casa, haciéndome soltar el teléfono.
Jadee de horror cuando supe que lo había hecho, lo había matado y ahora vendría por nosotras, no iba a querer testigos, nos haría pagar a todas. Ignoré que la mujer me llamaba desde la línea, aferré el arma en mis manos y apunte hacia la puerta por si pretendía entrar, mi respiración enloquecida me impedía concentrarme, no podía centrar bien el arma a donde quería.
Estuve por tres minutos apuntando, contando en mi cabeza el tiempo que llevaba y al pasar cinco perdí la cuenta, ni siquiera me di cuenta que acto seguido de los disparos un silencio muerto había reinado la casa. Volví a acercarme a la puerta para escuchar los pasos del hombre pero nada de los dos parecía existir, sus presencias se había desintegrado.
No quería hacerlo, abrir la puerta sería la más grande estupidez que haría, estaría poniendo en riesgo a Lilian y Nora pero era aun peor si yo dejaba que intentara hacerles daño. Abrí la puerta y sigilosamente asomé la cabeza para ver si lo veía subir, ninguna presencia, solo el vacío de la casa que me asfixiaba.
Camine hacia las escaleras y fui bajando escalón por escalón agachada pero con el arma por delante ya que estaba cargada, si deseaba atacarme yo tendría con que defenderme, seguí dando pasos tan cortos e imperceptibles hasta que vi una línea de sangre que corría por su cuenta en el suelo, dios mio, ¿Debía salir y enfrentar al hombre? ¿Habría herido a Damien y luego huido? No resistí más y baje las escaleras, en seco me detuve a medio camino cuando vi a Damien desplomado en el suelo boca arriba, debajo de un mar de sangre de donde salían las líneas que corrían por todos el suelo, en frente yacía el hombre inconsciente boca abajo con el arma tirada a un lado, siendo cubierto poco a poco en un charco de sangre que se mezcló con la de Damien.
Resbalé cuando quise bajar corriendo las escaleras para acercarme a Damien pero no pude tocarlo, quise examinarlo pero no pude porque no era necesario hacerlo, se veía de donde había sido herido, un disparo le había atravesado la cabeza y el segundo el pecho, la camisa roja que llevaba puesta estaba empapada y se había teñido casi de negro por la sangre.
Quise hablarle para ver si respondía pero mi voz estaba desaparecida, abrí la boca pero nada salía, estaba conmocionada, las emociones me bloquearon. Estaba frente a Damien, frente a su cuerpo sin vida, jurando que había dado su último suspiro que escapó de entre sus labios delante de mí a propósito para dar certeza a una última despedida.
—¿Damien? —pregunté esperanzada, podría lograrlo, hacer algo y salvarlo —¿¡Damien!?
Cruce el mar de sangre para llegar a su lado, empapandome de todos lados pero no me importó, eso era lo de menos, no sabía por dónde empezar pero lo toque de todos lados, buscando un signo de su presión arterial aunque fuera débil pero que estuviera ahí pero desafortunadamente no hubo nada, no había vida en ese cuerpo.
—¿Damien? —seguí intentándolo porque mi terquedad me lo permitió, de repente empecé a derramar lágrimas que se convirtieron en un llanto profundo y agudo que produjo sollozos retumbantes por la casa, no fui capaz de darme cuenta del escándalo que hice—¡Damien!
Me vi llena de sangre y rápido me aleje de ahí, acaba de arruinar la escena del crimen, del asesinato de Damien. Corrí escaleras arriba, fui hacia a la habitación donde aun permanecían Nora y Lilian, las saque del closet y ambas salieron llorando espantadas y alteradas, al verme llena de sangre gritaron a un más pero las abracé dejándoles en claro que yo estaba quien, que no había sido yo.
De repente tocaron a la puerta, nos congelamos las tres al mismo tiempo pero supe que se trataban de los policias, escuchaba sus radios desde el piso de abajo.
—Quédate aquí, no salgas —le ordené a Lilian, limpié sus lágrimas para intentar calmarla —No salgas, ¿Me oíste?
Asintió con la cara empapada, agarré a Nora y la lleve conmigo, cerré la puerta de la habitación, encerrando a Lilian porque no iba a arriesgarme a que bajara, no merecía ver a Damien ni a ninguna otra persona muerta, la estaba protegiendo de la peor experiencia de su vida, ver a su padre asesinado, muerto.
Nora no pudo terminar de bajar las escaleras cuando presenció la escena, su rostro se había quedado lívido, se derrumbó, cayendo sobre un escalón, tenía la mirada perdida, tenia una máscara inexpresiva en el rostro, las emociones se esfumaron de ella. Ni siquiera abrí la puerta, los policías entraron, descansé del todo al ver que rápido nos atendieron, nos pidieron alejarnos de la escena y preguntando si alguien más se encontraba en casa, más que todo se esforzaba por hacernos volver en sí, sacarnos del trance traumatico que estábamos viviendo.
Apenas iba a responder cuando vi que alguien corría por la calle para llegar a la casa, su melena rubia destellaba vaporosa con la luz del sol, bailando entre el aire, la imagen hubiera sido de fotografía si el rostro de Nina no hubiera estado deformada por el pánico y el horror al darse cuenta que estaba acercándose solo para encontrarse con una escena llena de atrocidad y brutalidad, con el hombre que amaba muerto bajo un mar de sangre con la que yo estaba empapada.
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