Capítulo 38. Llamado

Damien Westermann.

—¿Viste esto? No sé cómo se han enterado.

Nina arrojó con mucha cólera el periódico sobre la mesa, ella había llegado de una cita de negocios y no entendía que sucedía. Me acerque el periódico y leí en el encabezado que habían publicado mi salida de la cárcel gracias a la apelación de mi libertad condicional y lo peor de todo esto es que también anunciaban que estaba viviendo con mi abogada.

Suspiré, no había nada que arreglar, no podíamos hacer nada, teníamos que resignarnos aunque mi frustración comenzó a hacerse obvio.

—Ya no podemos hacer nada, Nina —traté de calmarla, ella gruñía, no pensaba con racionalidad, no quería que cometiera una locura —Sabes cómo es la prensa, ellos consiguen las notas a como de lugar.

—¡No lo entiendo en verdad! —gritó furiosa, tenías las venas sobresaltadas de la sien y sus ojos estaba dilatados, considerarla enfadada era poco, no faltaba mucho para que golpeara la mesa de cristal y pudiera romperla con el puño. —¡No quería que nadie lo supiera! ¿Sabes que van a empezar a decir en las noticias?

Al parecer aquí lo que le molestaba es que todos supieran que vivía con ella, lo comprendí porque todo el mundo hablaría mal de ella, era su trabajo lo que estaba en riesgo, esto estaba mal y no podía permitir que su carrera descendiera.

—¡Maldita sea, joder, joder! —gruñó más fuerte, yendo de un lado a otro —¡Cuando se enteren los del despacho!

—Será mejor que me vaya —intervine en su berrinche, por supuesto que cesaron de inmediato —No vale la pena que esté aquí, te lo advertí. Debo irme.

Pero en realidad no quería, ni siquiera sabía porque lo había dicho, quise retractarme porque nada de eso era verdad. Apenas cumplía un mes de estar viviendo con ella y con esta noticia todo se había vuelto un caos, recién disfrutaba un poco de tranquilidad, me acostumbraba a la rutina de tener una vida.

—¿Qué? —su mandíbula se desencajó, sus ojos enfurecidos sufrieron un cambio rotundo, estaba triste, confundida y perturbada —¿Estás hablando en serio? ¿Por qué quieres irte?

—Porque no te convengo, no sacarás nada conmigo, estoy arruinando tu carrera, tu no puedes vivir así.

Estaba inmóvil, se quedó escuchando mis palabras sin decir nada, me contempló con un extraño gesto en el rostro, parecía que me desconocía, que no tenia idea de con quien estaba hablando. Luego de largos minutos en silencio, soltó una risa seca, sin pizca de gracia.

—No puedes estar hablando así, no puedes —negó con la cabeza, su histeria comenzaba a apoderarse de ella —Sabes que no puedes dejarme, Damien, admítelo. Dime si vas a poder o no dejarme. Quiero escucharlo de ti, directamente.

No podía hacerlo, no estaba preparado, ella me obligaba a decírselo en la cara, incluso se acercó a mí y me encaró, debía decírselo porque en el fondo el estar conmigo no le iba a beneficiar, yo era toxico, no era nadie que pudiera darle una buena oportunidad en esta vida, solo traería problemas.

Su respiración estaba agitada, su cuerpo tembló y sus labios estaba apretados en una línea recta, me di cuenta que tenía las manos hechos puños y que antes de responderle ella soltó un bufido. Se dio la vuelta para ir hacia las escaleras dispuesta a irse. Como no le di respuesta ni dije nada, para ella mi silencio era mi confirmación.

—Es lo mejor —musité en lo que ella subía las escaleras, haciendo resonar sus pies contra el piso. No sabía si me había escuchado o no aunque era seguro que sí, mi voz era alta entre tanto silencio.

Escuche el portazo de la puerta de su habitación, la verdad es que ya estaba arrepintiéndome de esto pero debía hacerlo, quisiera o no, en la vida hay cosas que debemos hacer aunque no nos gusten y dejar a Nina era una de las cosas que no quería hacer, era difícil, más de lo que pensé, era como dejar una parte de mí con ella, yo no podía estar dividido, o me obligaba a llevarme esa mitad conmigo o me quedaba aquí y me permitía ser egoísta otra vez y obligar a Nina a ir perdiendo su vida por mí.

Prometí solo una cosa, no lastimarla, no iba a hacerlo y esto nos lastimaba a los dos, ¿Qué podía hacer? De todas maneras estando aquí o no, le estaba causando daño, 

Una, quedarme y hacerla perder todo, 

 Dos, irme y romperle el corazón en mil pedazos. ¿Qué era lo que me correspondía hacer?

La decisión estaba hecha, el sufrimiento y la frustración que nacía debajo de mí estaba pidiendo a gritos salir, yo tampoco pude evitarlo, apreté el tendedor de plata que era el que utilice para comer y fue tan descomunal la fuerza que el dolor le dio a mi cuerpo que lo doble y hasta llegue a encajarme las puntas filosas, perforando la piel de la palma de mi mano pero el dolor exterior era menos comparando con el interno.

El superficial era pasajero pero el de mi corazón me estaba sepultando vivo.

Katherine Weber.

Tenia un paño frío en la frente de Lily, había faltado a la escuela tres días completos, le había dado fiebre y además tenía mucho dolor en el estómago, sabía que todo esto era por la comida que habíamos tenido días anteriores, hicimos una parrillada por el cumpleaños de Rebecca en el jardín trasero de su casa. Seguro algo le había hecho daño.

Al principio los síntomas eran solo sudoración excesiva y dolor de cabeza pero ayer en la tarde empeoraron y lo que también note fueron sus hematomas, ahora no solo estaban en sus piernas, también en sus manos y uno pequeño cerca de su pómulo.

—Déjame verte bien —le pedí, quitándole la sábana más ligera que pude conseguir, ella de todas formas se la quitaba de encima pues la fiebre la hacia sentir acalorada —Pero...¿Cómo te han aparecido tantos?

Le examine los brazos y con delicadeza el que tenia en la cara, le dije que si le dolían y dijo que sí pero solo si presionaba fuerte.

—Esto no me gusta para nada —me dije para mi misma en voz muy baja —No es normal.

Lily estaba adormilada pero se movía por la incomodidad de la calentura, Luke llegó con otro paño frío para Lily, al igual que yo estuvo al pendiente de la enfermedad de mi hija, le comenté de los hematomas y sugirió que debíamos ir al médico para descartar si era algo grave.

—¿Cómo esta?

Me entregó el paño, hice un gesto con la boca, no mejoraba y yo me preocupaba tanto porque cómo madre quería quitarle el dolor, que se sintiera bien, era la primera vez en años que ella se enfermaba así, nunca fue una niña que me diera ese tipo de angustias, a excepción de bebé cuando necesitó tratos especiales por ser prematura.

—Tiene fiebre, le di un poco de analgésico para su dolor de cabeza y también para la temperatura. —suspiré frustrada —No me gustan esos hematomas, Luke, tiene casi el mes y no se quitan, al contrario, salen más.

Él tenia la vista fija en Lily con esa expresión de curiosidad y preocupación y se volvió sin quitarla de encima.

—Lo recuerdo, me lo dijiste hace casi un mes, ¿También recuerdas  cuando fuimos al parque y ella sangró por nariz pero pensábamos que era el calor? ¿No será alguna...?

Lo frené cuando mis ojos angustiados lo hicieron reconsiderar sus palabras.

—¿Qué? —lo presioné a responder —¿Qué crees que sea?

Luke no quise decirlo claro para no preocuparme pero era muy tarde para eso, necesitaba escuchar lo que tuviera que decirme.

—¿Alguna clase de anemia? —respondí tímido, no era nada que podía dar por cierto porque lo dijo inseguro, fue solo una suposición.

Lily no tenia los síntomas de anemia, yo sabía que no era así pero igual como madre uno debía considerar estas cosas aunque fueran lo peor.

—No lo creo, no es así —dije con firmeza, estaba segura porque yo lo sentía, era mi instinto de madre —De todas formas iremos al médico mañana mismo, no voy a permitir dejarla así otro día más si los medicamentos que le di no le surgen efecto.

Pero luego recordé lo de Nora, su vuelo llegaba mañana, dios, habíamos pasado tanta semanas planeando su vuelo, Lily estaba tan feliz de que pudiera estar ella aquí, lo habíamos planeado por años y  cuando pudo liberar espacio en su agenda de trabajó, todo encajó perfecto, era algo que hicimos juntas para también darle la sorpresa a Lily.

—Olvide lo de Nora —mascullé, cerrando los ojos, alguien debía ir por ella al aeropuerto —Por dios, necesito que vayan por ella.

Estaba tan impaciente, tenía que encontrar la forma de que las dos cosas se llevaran a cabo sin que nada saliera mal, fue otra preocupación que se acumuló sobre mi espalda.

—Puedo ir yo, abriré más tarde la florería o puedo decirle a Rebecca que abra —sugirió con mucha tranquilidad —No te preocupes.

Era tan considerado que quisiera encontrar la manera de ayudarme pero Rebecca no iba a poder, tenía un festival en la escuela de Abby, no iba a poder abrir la florería.

—No puedo pedírtelo, necesitas abrir la florería, Rebecca no podrá, veré como puedo organizarme.

—Yo lo haré —me aseguró, obligándome a mirarlo, lucía firme, muy dispuesto, a este grado ya no iba a poder discutir con él porque no cambiaría de idea —Iré por ella al aeropuerto y después te alcanzamos en el hospital, se que tardarán en darte una consulta y no podemos dejar pasar otro día.

Esbocé una sonrisa ancha, no pude resistirme y lo besé, no se que haría si no me estuviera apoyando tan incondicionalmente, seguía sintiéndome increíble cada vez que se ofrecía a ayudarme, era como la primera vez, nunca perdía esa magia.

—Te lo agradecería mucho, en verdad.

Me regresó la sonrisa y me dio un beso en la frente, era incapaz de pagarle cada favor que me había hecho a lo largo de estos años, la atención y los cuidados con los que me trataba a mí y Lilian, eran únicos.

—No agradezcas.

Me abrazó luego seguimos cuidando de Lilian, ella despertó y al menos tenía un poco de ánimo para hablar y pedir agua, no la dejamos sola, la cuidamos todo lo que pudimos por lo que quedaba de la tarde hasta llegar la noche.

Ella saldría de esto, era fuerte, resistente, desde que nació supe que estar conmigo era uno de sus propósitos en la vida porque si no fuese así, ella simplemente no hubiera sobrevivido a nada.


Damien Westermann

Empaque lo poco que tenía, la ropa que Nina me consiguió y la antigua que conservaba, no había nada personal que pudiera llevarme ni de valor por lo que mi  maleta era algo tan sencillo y fácil de hacer y aun así me tardaba más de la cuenta a propósito. Contemple mi maleta a medio terminar, estaba abierta y la poca ropa que me faltaba por empacar estaba a un lado, mis ojos estaban puestos en un punto fijo y me puse  a pensar, si me iba, ¿Qué sería de mí? No se trataba solo de quedarme con ella porque me estuviese manteniendo, era porque sin su presencia yo no tenía nada.

Me enfrentaba a una vida solitaria, vacía, con ella me sentía nuevo, con motivación, diferente y con la capacidad de lograr algo. No podía hacerlo, no podía dejar esta dependencia, ni un adicto podía dejar su droga de la noche a la mañana. Esta costumbre a Nina ya lo era todo para mí, verla, sentirla, hablar con ella, escuchar su voz, necesitar su presencia, una y otra vez por el resto de todos los días era mi adicción.

Tiré la maleta hacia el suelo, fui a la puerta y la abrí de un jalón, solté un jadeo del susto al toparme con Nina, al parecer ella quiso entrar a mi habitación justo cuando yo salía. Nos sorprendimos, intercambiamos miradas, la suya desbordaba impaciencia, miedo y exaltación.

Se puso emotiva, sus ojos se fueron empapando de lágrimas y tuve que hacer algo.

—No puedo irme —confesé, con un hilo de voz, prometí no herirla y esto era lo peor que podía hacerle, irme por siempre.

Sonrió de inmediato pero con los labios temblándole, derrochó unas cuantas lágrimas pero sabía que ya no eran de melancolía, eran de otra cosa.

—No lo hagas —me suplicó con voz ligera, casi en un susurro —No me dejes, por favor.

Había hecho tanto por mí, no podía pagarle de esta manera, no podía hacerlo, si yo era lo que quería entonces me quedaría hasta que lo quisiera. Menee la cabeza con delicadeza, nuestros ojos entrelazados podían decir más que palabras, lo gritaban todo pero no se podían comparar al hecho de poder demostrarlo.

—No lo haré —susurré, era tan vulnerable ante ella y a como me hacía sentir ahora.

Me acerqué tan rápido a ella que no lo vio venir, la asalté con un beso que aunque no se esperó si pudo responder con la misma velocidad, aspiré con la boca el perfume de su aliento a gran cantidad, ella me regalaba más de sus labios, me permitió hacer lo que quisiera con ellos, me dio acceso y control total de su cuerpo, lo dejó a mi merced.

Caminamos en retroceso para entrar a mi habitación, no nos despegamos uno del otro, ella estaba anclada a mi cuerpo pues tenia sus brazos alrededor de mi cuello, hasta que no toque la cama con los pies pude dejarla caer sobre el colchón. Esto era de rutina, nos quitamos la ropa en tiempo record y ya desnudos de todos modos quisimos aprovechar el tiempo de poder explorar nuestros cuerpos, yo aun quedaba fascinado acariciando cada espacio de su piel, de la  fragancia que cubría a su piel y que también me envolvía a mí.

Sus besos, sus caricias, sus ojos, su piel, todo en ella siempre era de ensueño cuando hacíamos el amor, era viajar a una nueva era, algo que nunca terminas por descubrir, nunca era igual, siempre era diferente. No conté el tiempo y seguro ella tampoco, solo comenzó, la penetré con esas ganas que ella estaba aclamando, gritó embriagada de placer, fui entrando y saliendo con fuerza, sentía su gloria a través de esa vibración dentro de ella, lo gozaba, lo quería.

De repente ella me tomó de los brazos, jalándome más hacia ella pero el movimiento que hizo fue nuevo, fui yo quien cayó en su lugar y ella encima de mí y meneando sus caderas se apoderó del control, sujete su cintura, sintiendo su movimiento, gozando desde esa vista que ella me daba el encanto, la perfección y el deleite de su cuerpo.

Sabía cómo hacerme venir rápido pero también lo suficiente para que lo disfrutara, la sujete bien fuerte de la cintura porque el orgasmo me estaba recorriendo por las venas, la apreté, esto era un aviso para que lo supiera y luego me vine en segundos. Jadeó junto conmigo porque seguro sintió todo con total claridad. Dio brincos leves para después ir aumentando la velocidad, meneo las caderas con rapidez y ahí fue cuando le llegó el suyo. Se corrió, ignoré que parte de su flujo se fuera por todos lados.

Al terminar ella ardía por todos lados, de adentro hacia afuera, se quitó de encima de mí con cuidado y cayó boca abajo rendida, echando su cabeza contra la almohada. Dibujé  con los dedos líneas  sobre su espalda desnuda como  un lienzo que  me tentó a pintar sobre el.

—Es agradable que hagas eso —aceptó, moviendo su cabeza para mirarme, sonreía con diversión, adornando mucho más su rostro atractivo —Me gusta, es delicioso.

Podría hacerlo por el tiempo que quisiera porque lo valía todo, ver su rostro tan cargado de emoción y al mismo tiempo verla gustosa era para lo que podría estar ahí acostado a su lado todo el día.

—Se ha convertido en una de mis cosas favoritas también —repuse, no solo por dibujar sobre su piel también estaba  fascinado por su belleza natural.

Sus ojos deslumbraron potentes como respuesta definitiva, se acercó y me besó por un largo rato, resguardando o protegiendo el momento.

—Debo ducharme, en verdad muero de calor —saltó de la cama desnuda y se fue al baño.

Pensé que debía seguirla porque yo también moría de calor, necesitaba refrescarme. Camine hacia el cuarto de baño, ella vio que intentaba tomar una ducha y no puso ni un pero, me dejó entrar con ella a la regadera y los dos compartimos el baño. El agua tenía la temperatura perfecta, estaba templada y no queríamos salir de ahí por lo que la única forma de no salir era encontrar algo que hacer además de enjabonarnos.

Lo hicimos de nuevo pero esta vez en el baño, aquí no habría oleadas de calor que nos dejarían exhaustos, duramos un tiempo más hasta que acabando de bañarnos salimos dispuestos a cambiarnos. Ella se quedó conmigo en mi habitación pero duró poco su presencia ya que el teléfono de su casa estaba sonando.

—No te preocupes lo tomaré aquí —añadió con un guiño en el ojo al darse cuenta que yo empecé a sentirme poco resignado de que se fuera.

Descolgó el teléfono inalámbrico que estaba sobre mi mesita de noche y respondió, le di la privacidad de hablar yéndome al baño a ponerme mi colonia y arreglarme el cabello, no supe cuanto tiempo duró hablando y ni tampoco lo quise contar. El hecho es que me llamó la atención que justo al colgar no se acercara a donde yo estaba, una premonición me decía que algo estaba pasando que había dejado mal a Nina.

Salí del baño y ella estaba dándome la espalda, el cabello aun le escurría y las gotas corrían por su espalda. Sabía de mi presencia pero aun y así no me dio la cara.

—¿Qué paso? ¿Nina?

Giró el cuerpo, su rostro se había quedado sin expresión alguna, estaba endurecido pero no porque algo la molestara, era un entumecimiento de sorpresa, era algo que no podía creer, la tenía en shock. Me asustó, mi corazón se aceleró, empecé a temblar.

—¿Nina? —pregunté para ver si respondía, ella me observaba pero no sabía estaba en sí.

Cuando ella abrió la boca para hablar creía que se desmayaría, la sangre le había bajado del rostro.

—Encontraron información de Lilian y Katherine, saben dónde están.

Y repente era yo de quien estaba seguro iba a desvanecerse.


AHHHHH!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Se prendió esta mierda!!! Y si volví a hacer maratón!!!!

Doble festejo, no se que decir, no tengo palabras, disfruten el capítulo, no tengo palabras, gracias por todo y ojala lo disfruten y les guste a montón. 

Besotes enormes desde su computador y desde donde me lean mis queridos y preciosos lectores que son cada vez más fantásticos.


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