Capítulo 35. Libertad

3 años después.

Katherine Weber.

—Te ves increíble, el color te sienta muy bien.

Me había ruborizado, tenía que admitir que este cambio de look era una forma de hacerme sentir diferente, dejar un ciclo muy largo atrás, había tenido la misma apariencia de siempre por lo que pensé que en verdad me urgía un cambio, además lo ameritaba, diez años desde que paso lo que paso, obvio tenía que celebrarlo.

Luke seguía estudiándome con esos ojos tan penetrantes en lo que yo me miraba en el espejo, me arreglaba porque iríamos todos juntos a unos días en el bosque, era una buena temporada, era septiembre así que queríamos ver las hojas caer y beber chocolate caliente gracias a una hermosa tarde de otoño.

—¿Lo crees? —pregunté aunque no hacía falta, su sonrisa de oreja a oreja y sus ojos ardientes y brillantes puestos en mí lo respondían.

Asintió.

—Sin duda, luces hermosa. —susurró con dulzura y al mismo tiempo lleno de picardía, analizándome de pies a cabeza.

Solo había hecho un corte a mi cabello y lo había cambiado de mi café chocolate a uno casi rojizo, nada del otro mundo pero al menos a todos les gustó el cambio de look. Pero a mi solo me importaba una cosa de este cambio.

—¿Crees que me veo diferente? Quiero decir, ¿Ya no luzco como la Katherine de antes?—le pregunté, ya no viéndolo desde el espejo, ahora lo encaré, esperando grabarme su reacción.

—Claro que luces diferente —coincidió con una extraña risa —¿Por qué no lucirías diferente?

Me encogí de hombros, creí que un corte no iba a hacer suficiente pero me equivoque.

—Quizá porque en verdad quiero lucir diferente y pensé que necesitaba de algo más.

Rió entre dientes, sabía que no se burlaba de mí sino de la idea.

—¿Cómo una operación plástica? —bromeó, esperando hacerme sonreír, al hacerlo se acercó y me acarició los hombros, se inclinó para depositarme un beso en la frente y juntar nuestras frentes —No lo necesitas, desde antes de este look ya lucias diferente, seguro debiste haberlo notado, a poder diferenciar a esa Katherine que llegó y a la que es ahora. Ya han pasado diez años, Kate, diez años.

Me estremecí por dos razones: El tiempo que había transcurrido y el sobre nombre, Kate, Kate, como acto reflejo me aleje dando un paso hacia atrás y Luke se desconcentró, me apreté el abdomen porque el estómago se me revolvió, era un calambre horrible, desgarrador, eran golpes de dolor que me azotaban la espalda baja, incluso tuve que agacharme un poco y me senté sobre la cama.

Luke se arrodilló frente a mí, no sabía en que estado me encontraba pero seguro en no uno bueno, su expresión de pánico lo delataba.

—¿Qué pasa?

Me apreté los labios resecos, un sudor frío recorrió mi nuca, era esa sensación gélida del recuerdo y de la voz de Damien, chocando en mi cabeza.

—No me digas así, por favor —le pedí con dificultad, el dolor me detenía al hablar —No lo hagas.

En diez años, Luke nunca me había dicho Kate, jamás lo hizo, siempre fue Katherine, creí que sería así por siempre, no se porque ahora había optado por cambiarlo, nunca le dije como me llamaba Damien, no lo encontré necesario además recordarlo me provocaba un nivel de ansiedad poco favorable.

—Perdón, perdóname, no quise hacerlo —me frotó las manos contra las suyas, podía jurar que había empezado a sentir un frío invernal en la habitación.

Se sentó a mi lado y me pasó un brazo por los hombros, no sabía si él podía sentir ese mismo frío, seguro que no pero al ver que temblaba quiso brindarme calor.

—Perdóname —se disculpó de nuevo, acurrucándome en su pecho. —¿A si te decía...él?

El ritmo de mi corazón aumentó de un segundo para otro, me acurruque más en su pecho, me esforcé por todas las formas posibles a que los recuerdos no me invadieran en automático, no era fácil pero pude resistir a no revivir aquello otra vez.

—Sí, él lo decía. —musité con voz inexpresiva, ausente.

Me apretó más fuerte hacia su pecho y frotó mi hombro, luego de unos minutos sin decir nada y de sus cuidados pude sentirme mejor y ser yo quien pudiera disculparme también. Me incorporé para observarlo con una sensación de culpa, en verdad debí habérselo dicho, se hubiera evitado este tipo de cosas muy desagradables.

—No es tu culpa, debí habértelo dicho —él negó pero yo quise continuar —No pensé que iba a hacer necesario porque jamás vi que fueras a llamarme de otra manera, siempre fue Katherine en todo este tiempo.

Siguió negando, obstinado.

—Debí preguntártelo.

—Yo debí habértelo contado.

Nunca terminaríamos de dar la razón a ninguno de los dos, solo nos miramos y sonreímos, puso con delicadeza un dedo debajo de mi barbilla y con más insistencia puso sus ojos profundos y llenos de cariño sobre los míos.

—No volveré a cometer el error, te lo prometo, no haré pasarte malos ratos, esto fue mi culpa.

Iba a refutar pero puso un dedo sobre mis labios, depositó un beso en mi frente y uno último en mi boca.

—Puedes llamarme como quieras —admití, sin alejarme de su rostro —Ya no le pertenece a nadie.

Sonrió, sus facciones se suavizaron y mi corazón siempre bombeaba bajó la presión de su atractivo.

—Creo que me acostumbré más a Katherine pero no se porque quise hoy tomar la iniciativa de llamarte de otra manera.

—Mi madre y mi mejor amiga me llamaban Kath, puedes llamarme así —le sugerí, era lindo que pensara en tenerme un sobre nombre era algo normal entre parejas.

En cuanto lo escuchó, sonrió complacido, noté de inmediato que le había gustado, detecté esa alegría en sus facciones.

—Me agrada, Kath, me agrada mucho. —sonrió todavía sosteniéndome la mirada y se inclinó para darme un rápido beso en los labios —Sería lindo llamarte como las personas que tanto querías lo hacían.

Echó un vistazo a su reloj de mano y sus ojos se sobresaltaron, seguro ya íbamos tarde.

—Debemos irnos, no querremos llegar al anochecer —nos levantamos rápido de la cama, agarré lo necesario para irnos a la camioneta que había alquilado para irnos todos a la cabaña en el bosque y fuimos por las niñas.

Ya todos nos esperaban afuera con las últimas cosas dentro de la camioneta, las niñas se irían atrás junto con Rebecca y Luke y yo iríamos adelante. Partimos a las nueve de la mañana, fuimos dejando poco a poco las calles de la ciudad para después pasar a la carretera.

Damien Westermann

—¿Estás nervioso, verdad? Lo puedo ver.

Tenía las manos debajo de la mesa, no podía creer que Nina se hubiera dado cuenta de que en efecto estaba nervioso, ella ni siquiera me miraba, tenía los ojos puestos en el juez que estaba analizando todos los papeles que ella reunió para apelar mi libertad condicional. No había muchos en el juzgado, nadie de la prensa se había enterado y así era mejor, las únicas personas que estaban aquí era las necesarias para dar legalidad a este trámite, incluyendo a Scott que por mi petición le dije que estuviera aquí, lo necesitaba, era mi respaldo, mi apoyo.

El sonido en la sala era silencioso e inquietante, a un grado de tanta calma que me llenaba de impaciencia, eso era evidente, movía los pies, me frotaba las manos bajo la mesa, me sacudía de vez en cuando porque mi presión sanguínea era alta que era una reacción natural que sufriera de movimientos involuntarios.

—¿Y si no lo acepta? ¿Qué voy a hacer? —me incliné para susurrárselo a Nina, también yo tenía en la mira al juez.

Nina estaba mucho más tranquila que yo, lucía muy profesional, ni siquiera parecía que la situación la tuviese tan preocupada como yo, me pregunté que era lo que la tenia tan segura.

—Te lo darán —susurró, inclinando la cabeza pero sin mirarme —Has hecho todo, cada mandato a sido cumplido, no tiene porque fallar.

Para mi era imposible entenderlo, siempre existía la posibilidad de fallar ante esa probabilidad pero traté de confiar en ella. Al cabo de unos minutos agonizantes el juez pidió que nos levantáramos para dar el veredicto. Yo llevaba un traje de saco y corbata azul, ella logró conseguírmelo, la situación requería algo muy formal, estaba bien peinado y también afeitado.

—Al parecer todo ha quedado en orden, señorita Schiffer, él ha cumplido con todo, el tratamiento, el buen comportamiento. Solo una cosa y quiero que el señor Westermann la responda. ¿Qué pretende hacer si se le concede la libertad?

No supe que decir, claro que tenia muchas razones para desear la libertad pero solo una era la que necesitaba decir sonar lo más sincero posible.

—Quiero rehacer mi vida, señor juez —trague saliva, nervioso o no ya no importaba, solo quería decir la verdad —Empezar desde cero y buscar una forma de remediar el daño que hice, ser otra persona, dejar el pasado atrás.

El juez me miró con cautela, no sabía si dudaba o no, era difícil leerle la expresión, lucía neutro, tal y como debía aparentar, me evaluaba y yo al final me intimide y baje los ojos.

—¿Sabe que al darle la libertad condicional no podrá volver a hacer nada indebido? ¿Qué el más mínimo crimen podría volver a traerlo aquí?

Asentí.

—Estoy consciente de ello, señor juez, todo me ha sido informado.

—Espero que haga algo con su vida, señor Westermann, algo que en verdad valga la pena.

—Si, señor. —carraspee, levemente. —Es lo que haré.

Tuve la mirada en el piso, con los ojos de Nina de vez en cuando puestos en mí para obligarme a mirarla. Luego de diez minutos más la sesión fue levantada, declarándome en libertad condicional. Nina y yo nos miramos, respectivamente nos dimos la mano pero no pudimos resistirnos, nos abrazamos, la tomé con fuerza y ella hundió su rostro en mi hombro.

—Lo hicimos —me susurró al oído.

Cerré los ojos, apretándola más fuerte, su cabello rubio cayó en mi rostro, inhale su aroma, los dos habíamos hecho esto, los esfuerzos de año tras año había surtido efecto, le agradecía todo, ella lo había logrado.

—Tú me ayudaste en esto, tú me sacaste —aclaré en voz baja, cerca de su oído, sentí su cuerpo estremecerse bajo mis brazos como respuesta, no se esperó mi agradecimiento, el aprecio que tuve hacia ella por haber hecho todo el trabajo.

Me soltó para contemplarme, sus ojos sumergidos en una luz tan gentil y angelical me atrajeron hacia ellos por largos y duraderos minutos. Sonrió tan fuerte que los hoyuelos de sus mejillas (que pocas veces se veían) se acentuaron.

—Gracias por decirlo, es importante para mí que lo hicieras.

Le acomodé un cabello que tenía cerca de la cara, lo puse detrás de su oreja, el gesto la hizo sonreír más y hacer destellar con más potencia a sus ojos.

—No hay nada que agradecer —admití, sin dejar de mirarla, volví a abrazarla fuerte. Después me fui hacia Scott que estaba muy cerca de nosotros, como único testigo en la corte.

Me acerque para darle también la mano y nos dimos un afectuoso abrazo, no volvería verlo en un tiempo largo, no sabía cuando volveríamos a tener otra sesión pero al menos nuestros encuentros serían de amigos, aunque nunca dejaría de ser mi terapeuta porque tenía pensando algún día ir a verlo para asegurarme que todo seguía andando bien conmigo.

—Mucha suerte, Damien, te deseo lo mejor —me apretó otra vez la mano, su sonrisa familiar era la que iba a llevarme en la cabeza todo este tiempo que estaríamos separados. Era impresionante como una despedida podía hacerte sentir tan extraño, tan sentimental, faltaba poco para pedirle que se uniera a nosotros pero nuestras vidas debían seguir separadas. —Haz lo que debas.

—Gracias, Scott, nunca te olvidaré, te llamaré cuando pueda.

—Hazlo, me gustaría que lo hicieras.

—Seguro que sí —sonreí con inocencia.

Finalmente era un hombre libre, podía empaparme con la luz del sol, inhalar el viento, sentirlo entrar a mis poros, tocar al mundo otra vez, era una victoria que valdría la pena por completo, no desperdiciaría mi oportunidad, haría algo de mi vida, esa era mi siguiente meta, buscaría la manera de remediar los daños, no iba a poder arreglarlos pero si darles un final definitivo.

(...)

—Te preparé una habitación, esta al final del pasillo. Ve y ponte cómodo.

Estaba muy cohibido, no quería hacer el más mínimo desastre en la casa de Nina, me había traído aquí porque claro no tenía a donde ir al haber salido de la cárcel, no tenía casa y ni dinero suficiente para comprar otra o rentar un departamento. Su casa era enorme, amplia y sobre todo moderna, había ventanales en lugar de paredes de concreto como lo tendrían las casas normales, todo estaba tan iluminado, era difícil sentirse en privado con una casa así, era exponer mucha intimidad.

—Son vidrios cromados —me explicó cuando me quedé parado frente a una pared de cristal y lo tocaba para ver cuán delgado era. —Nadie ve el interior de la casa pero si se puede ver el exterior.

Me sentí como estúpido, seguro debían ser cromados, ella no iba a permitir que nadie la viera y menos viviendo sola, al menos eso creía, no sabía si vivía sola.

—Es muy bonita —coincidí, observando a todos los rincones, era una decoración moderna como había dicho y femenina también, había flores en todas las mesas de la casa, claveles blancos que hacían juego con los muebles.

—Gracias, trato de que luzca bien.

—¿Tu padre...? ¿Vive contigo? ¿Sabe que estaré aquí?

Tenía que decirlo, yo sabía que aunque era mi ex abogado no debía agradarle para nada la idea de que yo viviera con ella, incluso  él no quiso que Nina tomara  mi caso pues había tratado de evitarlo, menos iba a desear que su única hija viviera con un sociópata rehabilitado y peor  con la fama que me perseguía.

—Oh no, él no vive conmigo —me explicó también un poco incomoda —Yo vivo por mi cuenta, él no sabe nada, al menos no pienso decirle nada porque...

—Porque estaría en contra —completé su frase con voz neutral.

Se mordió el labio con leve disgusto, aunque no lo reconociera se podía ver que era verdad.

—Ya no soy una niña a la quien deban cuidar, Damien, soy una mujer adulta, puedo traer a quien yo quiera. Es mi casa.

—Y él es tu padre.

—Me lo dices como si debiera pedirle permiso —replicó, colocando una mano sobre su cintura, eso se debía a que se interponía en mi idea —Te lo digo de nuevo, soy una mujer adulta, él tiene derecho a estar en contra pero no puede poner reglas en mi propia casa.

—De acuerdo —acepté dispuesto a no discutir más, tenía razón —Es tu casa.

Me dirigió una mirada más tranquila ahora que le había dado razón, la verdad no quería verla molesta por mi culpa, recién llegábamos y ya la estábamos pasando mal.

—Sube por las escaleras y al final del pasillo del lado izquierdo esta tu habitación. —me explicó haciendo señas para tratar de guiarme —Te deje ropa en el armario, conseguí un poco de la antigua que tenías y otras las compré yo, también te deje loción, espuma para afeitar y rastrillos, gel para el cabello, en fin, todo está en el cuarto de baño, si quieres puedes darte un baño. Yo iré a la cocina a hacer la cena.

Como no tenía maletas ni nada que pudiera llevar hacia la habitación me dispuse a ir hacia las escaleras sin nada en las manos pero antes de subir me detuve para agradecerle todo lo que estaba haciendo por mí, me estaba dando todo.

—Gracias, Nina. No se cómo pagártelo.

Frenó a medio camino y se volvió hacia a mí, curvando una pequeña sonrisa.

—No es nada, ¿Bien? Por cierto tómate el tiempo que necesites. —se quedó unos segundos más mirándome y después se dispuso a ir a la cocina.

¿Cuántas veces más Nina sería mi salvación? Me apreciaba, me quería demasiado y no lo merecía, yo no era el hombre que debía estar con ella pero me amaba mucho que lo peor que podía hacerle era alejarme de ella.

Y yo no iba a lastimarla, no iba a hacerle eso, además yo tampoco quería irme pero tampoco podía estar aquí por siempre, había cosas que debía hacer y el tiempo se acababa.


Y regresé ¡Con maratón otra vez! Sí, ya me agarró la loquera de andar subiendo dos capítulos jaja, se me hizo costumbre de la buena.

Ay diosito Nina y Damien están juntos, osea él vive bajo su techo ¡Por dios! Yo no se pero esto me pone emocionada.

Me encanta esto, tengo sentimientos encontrados. No me culpen. 

Espero les guste el capítulo, nos leemos en el siguiente :) 


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