Capítulo 22. Imposible

Katherine Weber

—¿En serio tienes que irte, Katherine? Ya sabes que mi departamento siempre será un hogar para ti.

Sonreí a mi vez al seguir escuchando los ruegos de Robert por quedarme en su departamento pero ya habíamos estado por más de seis meses, era hora de irme, de empezar de verdad por mi cuenta, buscar un futuro, un comienzo donde el pasado fuera eso, el pasado.

—Sabes que ya he pasado suficiente tiempo aquí, Robert y me gusta estar aquí pero es hora de buscar algo para mí y Lilian.

—Pero me gusta tenerte aquí, ya me acostumbre a ti y a Lilian —suspiró muy desganado —¿No puedes quedarte aquí un poco más?

Sonreí, era lindo ver como demostraba interés en las dos pero no podía seguir, era hora del cambio.

—Necesito  hacer esto por mi, Robert, fuiste una gran ayuda, nunca voy a poder pagarte lo que has hecho por mí pero debo explorar el mundo por mi cuenta.

Tenía que atreverme a hacer algo diferente, a valerme por mi misma y a tener el tiempo para mí que tanto necesitaba. Todos habían sido increíbles conmigo, Nora, Robert y Bruno, desde que dejamos Grecia, Bruno vino conmigo a Nueva York para volver a su oficio de abogado en su despacho, por supuesto le pague por su servicio aunque se negó, le di aunque fuera algo de lo que Hugo Westermann me había dado, me quedaron 16 mil dólares que usé para alquilar una casa en Houston, Texas, ahí fue donde decidí empezar mi camino.

Todavía seguía registrando en el semblante de Robert esa melancolía que caía por sus facciones, me hacía sentir mal, de verdad me producía un hueco en el pecho que me ponía sentimental, no quería dejarlo pero estos sacrificios dolorosos eran parte de este comienzo. Nadie dijo que sería fácil.

—Te irás muy lejos, Katherine —murmuró con un tono de voz calmado, disfrazando su tristeza inmensa —Y sabes que no soportarte tenerte lejos, ¿Recuerdas de lo que hablamos? Entre tú y yo, creí que podríamos intentarlo.

Dejé un momento la maleta que estaba empacando, intenté luchar con la ansiedad que me golpeó, habíamos hablado de eso cuando llevaba un mes en su departamento, no le dimos mucha profundidad al tema y no quería creer que quisiera hacerlo cuando tuviera que irme.

—¿Quieres hablar de esto, ahora? —clavé mis ojos a los suyos, de verdad esperaba que no fuera así —Robert, es que...

—Lo entiendo —me detuvo a media frase, alzando una mano, se mostraba comprensivo pero yo trataba de ignorar que en verdad quería hablar de esto, no quería. —Solo dime algo, ¿Crees poder darme una oportunidad?

La cabeza empezó a darme vueltas tan rápido que juraba que perdía el equilibrio, oh por dios, ¿Qué iba a responderle? Quería a Robert, era el amigo, el hermano que siempre había querido tener pero no podía asegurar enamorarme ni mucho menos amarlo como él quería. No sabía si con el tiempo podía hacerlo, podría existir una posibilidad pero no sabía si él sería capaz de esperar.

Nuestras miradas se encontraron con mucha intensidad, quise desviar la mirada pero sabía que eso iba a lastimarlo.

—Ya conoces mis sentimientos por ti, Robert, sabes que eres importante y que tampoco quisiera irme pero debo hacerlo —hice una mueca pequeña con la boca, darle esta ilusión, no sabía si hacía lo correcto o no. —Pero el tiempo, sabes que es importante y que si pudiera, me quedaría contigo por siempre.

Sus ojos torturados me hacían sentir horrible, avergonzada y muy culpable, quise exigirme a darle más pero no pude hacerlo, no pude fingir.

—Entonces quédate y dame una oportunidad —me suplicó, sus ojos eran insistentes, no me dejaban escapar, me comprometía demasiado.

Negué con la cabeza, no podía más con esta ansiedad, no quería colapsar y llorar frente a él pidiéndole mil disculpas por no darle suficiente, por no esforzarme a darle lo que quería pero no iba engañarnos a los dos, podía odiarme o quererme aun pero la verdad era indiscutible.

—No puedo, Robert, ahora no solo soy yo. Ya no soy la única, tengo a Lilian, busca a alguien que te convenga, a alguien mejor, es lo que mereces, no puedo ser yo quien te de lo que mereces. Quiero que lo veas de esta manera, no solo tendrás que cuidar de mí, ahora tengo una hija, ¿Acaso estás listo para ser padre? Esto no es para ti, tienes una vida larga por delante.

Enmudeció, se quedó callado, sin movimiento, probablemente negándose a gritos internamente el poder dejarme ir, sus ojos fijos llenos de impaciencia eran fáciles de leer, lo decían todo, su descuerdo e impotencia.

—¿No quieres que lo intente? No me has dado la oportunidad de demostrártelo.

 En estos seis meses había sido una increíble persona con Lilian, notaba que le agradaba tanto y que en su compañía ella también estaba muy cómoda, eran un gran complemento, no podía negarlo pero también en esos meses al igual que con Nora cuando Lilian lloraba de hambre o de cólicos, Robert estaba un poco aturdido, no sabía que hacer, lo notaba desorientado y cuando pedía que la cuidara un momento los nervios lo comían vivo.

No estaba listo ni yo tampoco pero era mi deber, mi obligación, en cambio para él no era su momento para cargar con esta responsabilidad.

—Sabes que será difícil cargar con todo esto, Robert, nada de esto es fácil ni siquiera para mí. Por favor considera lo que te he dicho, empecemos desde cero, eso es lo que necesitamos. Yo no te dejaré, siempre hemos estado juntos a pesar de la distancia, sabrás de mí todo el tiempo, te lo juro.

Iba a decirme algo pero se detuvo, lo mejor era que no dijera nada, no iba a hacerme cambiar de opinión y aunque a mi también me dolía mucho romper sus ilusiones no podía quedarme aquí para darle simplemente una falsa promesa de amor. Cerré mi maleta, se acercó para ayudarme estando callado, no se mostraba indiferente, solo inexpresivo y reservado.

Me encaminó hacia la puerta, llevaba a Lilian en brazos ya con seis meses de edad, ya era más difícil cargarla por el peso que estaba ganando y poco a poco iban construyéndose sus rasgos faciales que cada día se figuraban más a los de Damien que a los míos, su cabello lucía casi rubio, perdía el tono castaño que era igual al mío y sus ojos se aclaraban también a un verde intenso y profundo igual a los de su padre, todo lo que la hacía parecerse a mí se estaba desvaneciendo.

—¿Me llamarás en cuanto llegues, verdad? —me preguntó con tono afable, dejando escapar una sonrisa amistosa, al menos ya empezaba a recuperar su humor.

Le sonreí con fuerza y asentí.

—Por supuesto que sí, eres la única familia que tengo, no pienso huir, solo me mudaré, es menos difícil si lo piensas así. Es hora de madurar.

Esa sonrisa de hace un momento se incrementó, una alegría se agrupó en mi corazón porque desde hace mucho no le había visto una sonrisa tan larga, divertida, siempre intentaba hacerlo reír ya que él siempre lo intentaba conmigo, quería regresarle lo que me daba.

—Ten cuidado y mucha suerte, Katherine —me abrazó, aun con Lilian en brazos, aprovechó así en abrazar a ambas, se despidió de ella acariciándole su cabeza y haciéndole mimos. —Sabes que siempre estaré aquí para lo que necesites.

Lo abracé también y le di un largo beso en la mejilla, los dos estábamos igual de rotos por la despedida, no queríamos esto pero no se podía hacer nada en contra. Al menos logré resucitar el brillo de sus ojos con mi beso, le dio una esperanza, algo a lo que aferrarse, a mi pronto regreso.

—Adiós Robert y gracias por todo lo que has hecho por mí y Lilian —tomé el asa de la maleta para hacerla rodar y camine por el pasillo hasta alejarme poco a poco. Me dolía, me estaba rompiendo el corazón, quise reprimir esta incomodidad acelerando el paso pero verlo a él contemplándome poco a poco más lejos quería obligarme a quedarme.

Antes de girar hacia el otro pasillo me detuve y me despedí con la mano antes de verdad irme. Solo quería que esto no fuera tan difícil, cuando lo imagine sabía que lo sería pero ya al vivirlo fue más duro de lo que creí, toda la preparación para hacerlo menos cruel y tormentoso no sirvió de nada porque nada te podía preparar para la despedida de un ser amado como Robert que había dado todo para salvar mi vida y la de Lilian.


Damien Westermann

La soledad y el tiempo muerto no eran para nada buena compañía, me dejaba tan sumido en mis pensamientos y la mayoría de mis pensamientos justo ahora estaban concentrados en Nina, maldita sea, no se porque no podía quitármela de la cabeza, sobre todo en nuestro último encuentro. Ella había logrado que nuestras platicas fuesen en un lugar privado a como yo se lo había pedido.

Y eso solo logro que entre nosotros existiera una tensión pero no era cualquier tensión, era una muy sexual, lo pude percibir, estando realmente solos pudimos sentir como la atracción hacia los dos nos atravesaba sin piedad, nunca me había puesto a notar en las curvas de su cuerpo, en su silueta bien definida, el largo de su cuello y la textura suave de su piel cuando se erizaba cuando la tocaba.

¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Me estaba convirtiendo en un hijo de perra como Jeff? No, claro que yo no era así, yo podía al menos mantenerme controlado pero cada vez ese control se iba hacia un camino de perdición, el tiempo estaba haciendo lo suyo y yo no podía hacer nada para detenerlo, era la naturaleza, era la atracción que estaba creciendo a un paso muy acelerado.

Cerré los ojos y recordé el beso que al final nos habíamos dado al momento de despedirnos, fue ardiente, explosivo, no nos habíamos restringido porque estábamos solos, eso lo sabíamos, la agarré tan fuerte de la cintura que la alcé del suelo y ella rodeo mi cuello con sus brazos, encajando en mi cuerpo, pegándose a él para llenarse de mi calor. No se por cuánto estuve memorizando el sabor de sus labios sobre los míos, el dulzor, la elocuencia de su lengua al enredarse con la mía, fue tan increíble que sin haberlo esperado una erección llegó.

La fogosidad de Nina la podía sentir todavía en carne viva, debí esperarme esto, el bulto en mi pantalón lo decía por si solo. La sangre que corría a velocidad rápida se acumuló en mi miembro y cómo estaba solo no fue difícil masturbarme. Todavía tenia los ojos cerrados cuando saque mi pene y con una mano fui jalando a mi miembro duro y bien erecto, entre más tenía a Nina en mi cabeza jalaba más rápido, fui reproduciendo también el sonido de su voz, la dulzura con la que susurraba mi nombre sobre mi oído.

Froté más a prisa porque ya lo sentía venir, mi corazón vibraba al igual que mi cuerpo, su amor, me estaba volviendo loco. Si, lo admito, por un momento fui un hijo de puta al igual que Jeff, me imagine su gran y perfecto trasero, sus senos redondos y blandos, acariciándole el pecho, mojándola con una buena exploración que mis dedos podían hacer en esa apretada vagina, la haría más que gemir mi nombre, la haría gritarlo hasta que no le quedara voz posible ni para hablar.

Y ahí, imaginándola a mi merced fue que me vine, escurriendo en el suelo  mi semen viscoso, caliente  y transparente, me recorrió parte de las piernas e incluso moje un poco el cubre camas, hice un desastre pero valió la pena.

Me dejé caer con un largo suspiro, limpie el sudor de mi cuerpo, asimilando el gran calor que subía como calentura de resfriado por toda mi anatomía, estaba agotado pero satisfecho, no quería imaginar cómo era en verdad sentir a Nina, hacer el amor juntos debía ser algo que no estaba seguro si podría pasar aunque no era un imposible, eso era una buena forma de verlo  pero de lo que si estaba seguro es que ahora esto era  un gran y poderoso deseo que iba  luchar para ya no mantenerse callado. 


Baia baia aqui vemos a un Damien que ya andaba de caliente otra vez jajaja no es cierto, es que de ahí en adelante ni Damien ni Nina van a poder estar conteniendose esa atracción bastante fuerte, yo se lo que les digo. Andan como burro en primavera, así es, bien calientes jajajaj 

El siguiente capítulo ni yo me esperaba lo que va a pasar  jajaja.

Los amooooo mucho y mil gracias por las 9k leídas Son los mejores lectores del mundo!!!!!!



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