Capítulo 2. Culpable
A D V E R T E N C I A: Esta novela puede contener lenguaje fuerte, escenas violentas así como contenido sexual explicito.
No estoy a favor de este tipo de relaciones y tampoco las promuevo. Todo lo que se lee es simple ficción
Damien Westermann
Conservaba conmigo la única fotografía de Katherine en una pequeña caja de madera gastada que apenas y podía cerrarse, la había encontrado sin querer en un armario viejo de mi casa —que estaba bajo custodia del departamento de investigación—y la utilice para tener asegurada el único retrato de Katherine como un tesoro valioso para mí. No podía imaginar cuanto podría haber cambiado en estos seis meses, era seguro que con lo del embarazo ahora luciera diferente pero no podía saberlo, solo podía darme una escena creada por mi y ni siquiera se acercaba por mucho a como pudiera verse.
Siempre me encerraba en mi habitación, en ese estrecho espacio de cuatro paredes sin ventanas donde me tenían como al animal salvaje y sin corazón que ellos decían que era, cuando me sacaron de mi casa con el documento para desalojarme no dejaron que me llevara nada, ahora todo se iba a utilizar para la investigación del caso y para ser sinceros no me importó, no quería llevarme nada ni tampoco iba a necesitarlo porque nada de eso tenía valor, hasta que le suplique a Scott que pudiera conseguirme una fotografía de Katherine y yo hablaría de lo que quisiera, así fue como empecé a abrirme en las sesiones hace pocas semanas porque siempre y cuando él cumpliera con mi petición yo le daría lo que quisiera.
Alguien tocó a la puerta, en acto reflejo guardé la fotografía en la cajita de madera y la deslice debajo de la cama, ahí pasaría desapercibida por la gran cantidad de basura y cosas rotas que había.
—Pase —dije en voz neutra, acomodando mi posición lo más natural posible.
Harold, mi abogado entró junto con su asistente, un joven alto, debilucho, muy delgado y pálido que aun así su apariencia reflejaba mucha rudeza, sus facciones muy marcadas y sus ojos muy hundidos le daban la seriedad que necesitaba para el trabajo.
—Señor —saludó Harold, con un asentimiento leve, llevaba en las manos una carpeta, por el tono de su voz tan formal me decía que traía noticias —Hay novedades y necesitó hablar con usted.
Me levanté de la cama y avancé hacia él, si traía noticias siempre me gustaba que las dijera de una buena vez, no me gustaba andar con rodeos, si todo era bueno o malo debía saberse ya,
—¿Y de que se trata?—quise saber, poniéndome frente a frente, examinándolo.
—Bien, señor, podríamos ir a la sala de estar para hablarlo con más calma, son dos noticias —me invitó a ir hacia la puerta haciéndose a un lado para darme el camino libre.
Avancé con impaciencia hacia la sala de estar, lazando un ligero gruñido al pasar a su lado, ya sabía que no me gustaba andar con rodeos y de todos modos era a lo primero que recurría cuando me daba noticias de cualquier tipo. Escuche que iba detrás de mí junto con su asistente, tomé asiento al azar y él se puso justo frente a mí, el foco fluorescente que estaba sobre nuestras cabezas empezó a pestañear por unos segundos, Harold no dijo nada hasta que la luz volviera a la normalidad.
—¿Y entonces? —lo apresuré a hablar —¿Cuáles son las noticias?.
Carraspeo, moviendo sus hombros para liberar tensión y abrió la carpeta, debajo del reflejo de la luz podía ver la capa ligera del sudor en su frente y su asistente también lo notó pero no dijo nada, solo se limitó a mirarme de reojo para ver si yo lo había visto.
—Señor, tengo que ser sincero con usted, está primera noticia no es de su agrado —volvió a carraspear sin necesidad de hacerlo pues su voz era ya clara, se remojaba los labios resecos una y otra vez y cuando me miró lo hizo un poco intimidado—Esta mañana recibí la demanda de divorcio de la señorita Weber y ya se autorizó, no se requirió de su firma ya que lo solicitó por todos los daños sufridos durante su aislamiento y le dieron la justificación para no requerir de su permiso. Es oficial.
Cerré los ojos, escucharlo me dolía, era vencerme en todo sentido, la decepción tenía una magnitud tan inmensa que me invadía hasta el punto de hacerme sentir enfermo y el coraje se propagaba en mi cuerpo como un virus letal.
—Eso ya lo sabíamos —mascullé, todavía manteniendo mis ojos cerrados, formando mis manos en puños de acero sobre la mesa, quería dar un golpe justo ahí mismo provocando un hueco en la madera.
—Lo sé, señor pero recién nos enviaron toda la papelería oficial y como su abogado es mi obligación darle todas las noticias —su tono de voz fue bajando cada vez más —Sean buenas o malas, es necesario hacerlo.
Abrí los ojos, el hombre estaba un poco asustado y su frente ya estaba bañada en sudor que brillaba muy pronunciada en su frente, su asistente tenía los ojos hacia abajo, apenas moviéndose. Clavé mis ojos en Harold con demasiada fuerza que aumentó la ansiedad en él, desvió su mirada de la mía intentando tomar una vía de escape.
—No quiero que vuelvas a tocar el tema del divorcio —le advertí con rudeza, inmovilizando mi cuerpo o más bien el impulso por descargar mi furia justo aquí mismo —¿Me oíste? No quiero que vuelvas a decirlo y cualquier jodida noticia que tengas al respecto consérvala para ti mismo. ¿Entendiste?
Harold asintió dos veces y con timidez volvió a observarme.
—Claro, señor, no se volver a tocar el tema.
—¿Ese es? —apunté con la barbilla la carpeta que estaba sobre la mesa.
Al principio no entendió que era lo que estaba preguntándole hasta luego de varios segundos.
—Sí, este es.
Quitó sus manos de la carpeta y entonces la tome, con indiferencia la rompí en pedazos y los eche al piso, dejando que bailaran sobre el aire hasta caer al suelo uno por uno. Comprendía sus expresiones de confusión pero las ignoré, no necesitaba dar explicaciones aunque sabía que rompiéndolo no se iba a deshacer el divorcio yo no quería que aquel papel estuviera entero, era como tener a Katherine riéndose en mi cara todo el tiempo.
—¿Cuál es la siguiente noticia? —pregunté, intentando que olvidaran la escena, examinándolos con desesperación —Estoy esperándola.
Harold volvió a carraspear y puso sus manos otra vez sobre la mesa, al parecer la noticia siguiente lo hacía sentir cómodo porque su postura fue diferente, estaba relajado y parecía que no tenía ningún problema en mirarme la cara, eso siempre sucedía cuando las cosas iban por buen rumbo.
—Acabo de recibir la noticia, el juicio será en unas tres semanas pero además su culpabilidad será difícil de comprobar. Podemos lograr que la condena sea menor, quizá con el caso de la señorita Weber no se pueda hacer mucho ya que existen pruebas, fotografías, declaraciones pero en el juzgado no se podrá comprobar las acusaciones por las muertes de las otras cuatro mujeres.
—¿A que te refieres con eso?
—Señor, no pueden culparlo de tales muertes sin cuerpos que lo puedan demostrar, nadie puede decir que las mató, el hecho de que hayan encontrado las fotografías en su casa no quiere decir que se haya encontrado una prueba de ello.
Todo hizo click en mi cabeza, podía lograr que me condenaran por menos tiempo y yo no tendría que pasar toda mi vida en una cárcel, nadie podría decir lo contrario porque yo sabía que no había conocido a Emma, Miranda o Sara y de Elissa solo recordaba fragmentos cortos donde nos veíamos en un restaurante comiendo, todo recobraba sentido.
—¿Puede pasar, entonces? ¿Una condena baja? ¿De cuántos años?
—No lo sé todavía pero estoy preparando todo lo necesario para lograr la mínima, no se preocupe, está en mis manos —admitió con aplomo, se limpió el sudor de su frente con un pañuelo que sacó de su bolsillo, tosió un poco y volvió a limpiarse el sudor que parecía que nunca terminaba de emanar, lo veía un poco pálido pero no quería preguntar que era lo que le sucedía.
—¿Scott también podrá testificar? —pregunté, ignorando la tos áspera que intentaba amortiguar poniéndose el pañuelo en la mano.
Puse mala cara cuando tardó en responder, su asistente lo hizo por él.
—Así es, señor Westermann, se le citará para que de su declaración en el juzgado, dirá cada avance y todo lo que sepa de usted delante del jurado.
Pensé en automático todo lo que le había platicado a Scott, muchas de esas cosas eran para mí muy importantes y otras las había dicho para mi propia conveniencia, de todas formas sabía que él sería un arma importante que el juzgado usaría para determinar mi sentencia. Había pasado por muchos interrogatorios, el de policías y detectives, todos obligándome a recordar lo que pudiera saber de aquellas cuatro mujeres.
El cuarto era oscuro, a excepción de una pequeña lámpara que descansaba sobre la mesa, todo era tan pequeño, podía sentirse sofocante porque no había ninguna ventana, solamente una media pared de cristal que seguro era donde los otros detectives me observaban, yo no quise ser evidente así que jugué con la bolsita de té que estaba adentro de mi taza, lo sacaba y lo metía, midiendo lo concentrado que se ponía el agua. Pasaron diez minutos cuando el detective que se había ido regresó con una carpeta roja, su expresión era de pocos amigos, me miraba malhumorado, queriéndome intimidar pero no iba a lograrlo.
Hizo rechinar la silla a propósito mientras tomaba asiento y echo sobre la mesa la carpeta con rudeza.
—¿Ya lo pensó bien, señor Westermann?
Solté un suspiro ligero y me encogí de hombros, no sabía de que manera podía hacerle entender que no recordaba a ninguna de ellas a excepción de Elissa.
—Ya se lo dije, no reconozco a ninguna, a excepción de Elissa.
Abrió la carpeta y acomodó foto por foto para que quedaran alineadas, dejó las cuatro fotografías a mi vista, quería que las volviera a analizar, lo hice y por todo el esfuerzo del mundo yo sabía que no tenía relación con ellas. Hubo un desafió de miradas, él esperaba que confesara y yo lo obligaba a entender que no habría manera de que eso sucediera.
—No las recuerdo, en absoluto, a ninguna de ellas. —le recordé con malhumor, propenso a explotar si seguía insistiendo en ello.
—¿Y que recuerdas de ella? —apuntó a Elissa.
Exhale aire y recargue mi espalda sobre la silla, iba a resultar difícil hacerlo entender, era obstinado, tanto como yo y eso representaba un problema.
—Tengo fragmentos poco claros pero puedo decirle que solo la recuerdo conmigo en un restaurante, estábamos comiendo, ella me platicaba algo de su vida, sobre que era huérfana pero que tenía una familia adoptiva que luego murió, me dedique a escucharla y de ahí ya no se nada más.
El detective era extraño, me contemplaba con firmeza como si yo no hubiera terminado de hablar, quizá estaba queriendo que yo dijera algo más pero no lo hice y ese desafío entre los dos volvió, la mezcla de su expresión frívola y sus ojos desconfiados era de lo que menos me preocupaba, debía ser fácil para él que muchos sospechosos se doblegaran por el hecho de solo verlo pero yo no, debía ser el primer caso donde su intimidación no funcionaba.
—¿Y que hay de la señorita Katherine Weber? ¿Tampoco la recuerda?
Dio una sonrisa cínica, por supuesto que entendía su juego, no era idiota. Sacó un cigarrillo de su cajetilla y lo fumó delante de mí, no me molestaba que lo hiciera, quería darle el gusto por un momento.
—No recuerdo nada de ella, en absoluto, todo lo que se es por la gente que me ha estado hablando de ella.
—¿Tampoco recuerda nada de lo que le hizo?
Trague saliva con dificultad, el nudo en mi garganta era intolerable.
—No, nada de eso, señor —remarqué la última palabra con énfasis —Ya le dije, todo lo que se de ella lo sé por otras personas.
Fumó un poco más pero el humo esta vez lo dejo escapar hacia otro lado, lejos de mi cara.
—Ya vuelvo. —se levantó y salió de la sala.
Esperé sin moverme pero sin quitar la vista del gran cristal que estaba delante de mí, no fue mucho lo que esperé esta vez, llegó y lo hizo con otra carpeta más, su color era diferente, era azul, volvió a tirarla sobre la mesa para que se deslizara hacia el centro, me extrañó que él no retomara asiento.
—Ábrelo —me ordeno con voz seca —Tal vez esto te refresque la memoria.
Sin cobardía tomé la carpeta y la abrí, eran fotografías, al principio no entendí de que se trataban pero encontré sentido cuando vi de donde provenían, reconocía la habitación, eran de mi casa, las fotografías mostraban ángulos diferentes de la habitación y el desastre que había por todas partes, en una de ellas mostraban la cama deshecha con manchas amarillentas de orina y fluidos como también deshechos humanos, en otro aparecía una botella de vodka rota y manchas en la alfombra de sangre seca que llegaban hasta el colchón como también colillas de cigarrillos y un par de esposas colgando en la cabecera de la cama.
Las otras eran de Katherine, eran de partes de su cuerpo que mostraban signos de maltrato como quemaduras, rasguños, cortadas, otras era de su cara, su nariz rota, sus pómulos hinchados, su labio partido, hematomas en sus ojos y heridas mal cicatrizadas. Tiré las fotografías lejos de mí, no quería seguir viéndolo, una pesadez me cayó directo al estómago y me dio indigestión.
Lo encaré con violencia, sintiendo mis ojos arder, quería provocarme, dar el espectáculo ante los espectadores que estaban al otro lado del cristal.
—No vuelva a mostrarme esto. ¿Entendió? —lo reté al levantarme de la silla, acumulando la ira que iba a emerger en cualquier momento.
—¿Qué no lo recuerdas? La mantuviste ahí por semanas, la torturaste y eso fue lo que hiciste con las demás, lo hiciste, lo sabes y debes entender que eres culpable.
—¡Entender que! —tiré la silla hacia un lado y justo iba a hacer lo mismo con la mesa —¡Que soy un monstruo! ¡Un asesino! ¡Todo el mundo lo dice y no necesito recordatorios!
—Siéntate, ahora —me ordenó con los dientes apretados, manteniendo distancia, quería calcular mis movimientos por si le lanzaba un golpe —No quieras provocar algo que lamentaras.
Respiré una y otra vez, calmando mi cuerpo que se agitaba a cada inhalación, resoplaba como un animal salvaje, iracundo, fuera de control, me aferré al borde de la mesa, apretando mis nudillos hasta restirar la piel, con lentitud tomé asiento otra vez y él hizo lo mismo.
Me echó una mirada envenenada y su tono fue tajante, aclarando que no quería contradicción.
—Serás mejor que controles tu enojo porque habrá más preguntas y quiero que las respondas aunque no lo quieras.
Rebuscó en el bolsillo interior de su saco y dejo ver una grabadora que puso en la mesa, desde ahí supe que esta vez no iba a poder huir de la verdad que todos querían que supiera.
¡Volví! Espero no les moleste que suba capítulos después de muchos días pero crean que de verdad estoy escribiendo varios para no estar subiendo cuando lo termino.
Así que prepárense...Porque ese Damien viene recargado
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