Capítulo 11. Tormento

Damien Westermann

Apenas pude tragar saliva, Nina me miraba con los ojos un poco sobresaltados porque seguramente me vio muy mal, debí haberla asustado ya que no me moví en absoluto. Tuvo que acercarse a mí para que mis ojos que estaban en un punto inexistente se encontraran con ella y pudiera reaccionar. Parpadee, justo cuando volví a la realidad me aferré a la madera de mi escritorio para no derribarme sobre la silla detrás de mí.

—¿Damien, estás bien? —me preguntó con la preocupación evidente que mostraba su rostro.

Asentí a como pude, por supuesto tuve que darme un momento para recuperarme y darle estabilidad a mi cuerpo, fue la primera situación en la que no pude manejar mis miedos, estaba tan aterrorizado que miré por todos los rincones de la oficina para encontrar una vía de escape, estaba aturdido como un conejo alumbrado o más bien cegado por una luz cegadora, impidiéndole huir, estaba atrapado y debía enfrentarme a lo que mi padre hubiera venido a buscar.

—Hazlo pasar —susurré con un hilo de voz, todas las fuerzas realmente se había desintegrado de mi cuerpo, comenzó a dolerme la espalda, la tensión sobre mis omóplatos era tan pesada que ningún masaje era efectivo, ni sacudiendo mis hombros pude quitármelo.

Nina antes de irse me echo una mirada cautelosa, tal vez esperaba a que me desmayara ahí mismo y correr por ayuda, cerró la puerta y aproveche para tranquilizarme, hice las respiraciones que me había recomendado Scott en esta clase de situaciones, aproveche el tiempo a solas para que el efecto fuera rápido pero escuche los tacones de Nina acercándose. Me contuve el aliento cuando abrió la puerta y dejó entrar primero a mi padre, me estremecí al encontrarme con su mirada punzante y al mismo tiempo vacía, nunca en la vida me había sentido tan amenazado a excepción de ahora, me intimidó, me hizo sentir vulnerable, su expresión era neutra, no reflejaba nada, era igual a la de una estatua, estaba ocultando algo tras esa seriedad tan callada.

No pude huir de esa mirada que me apuñalaba y por supuesto no lo intenté, me enfrenté a ella y él lo notó, no quise acobardarme así que luché contra el miedo de su presencia. Nina lo hizo avanzar hacia el centro de la oficina y al tenerlo cerca vi los evidentes cambios que causaron estos años sin vernos, su cabello era más delgado y de un blanco total, antes conservaba un poco del tono de su cabello castaño claro pero hoy su cabeza estaba llena de canas, las arrugas en las esquinas de sus ojos eran bolsas grandes iguales a los que estaban debajo de sus ojos, su rostro se había transformado por antas arrugas que la piel le colgaba del cuello, su piel estaba tan deshidratada y pálida que cualquier imperfección como manchas de la edad eran muy prominentes, ahora lucía cansado, como si hubiera pasado meses sin dormir bien.

Su estatura seguía igual, era tan alto como yo y delgado pero la edad lo había encorvado un poco, a excepción de lo demás lucía intacto.

—Los dejaré a solas —anunció Nina, viéndonos a los dos, cerró la puerta y hasta que no escuche el repiqueteo de sus tacones no me decidí a hablar.

No supe que decir, ¿Qué podía decir después de tantos años? Sabía la razón de su visita, era lógico e igual que Katherine también merecía todas las respuestas posibles.

—¿Quieres sentarte? —susurré con mi voz que se desvanecía cada vez más.

Me seguía estudiando con esos ojos tan endurecidos, nunca había visto a mi padre con esa postura tan rígida, inclusive llegaba a emanar tan fuerte esa incomodidad que rodeó toda la habitación, manteniendo una línea tensa en el ambiente.

—No —respondió con voz ronca, escucharlo tan frío e indiferente me hizo estremecer otra vez. —Porque no pienso quedarme mucho tiempo.

Asentí con discreción, volví a debatirme entre ser yo quien hablara del tema o dejarlo hacerlo para que comenzara con sus preguntas. De vez en cuando tuve que bajar la mirada para quitarme de la cabeza esa imagen suya cargada de indignación, coraje y decepción.

—¿Cuándo te van a llevar? —preguntó de repente, rompiendo con el silencio de una vez.

Inmóvil pero con aspecto solemne le respondí:

—En dos días, quizá mañana, es lo que están arreglando mis abogados.

Resopló para si mismo, meneó la cabeza como si deseara quitarse de encima algún pensamiento.

—No entiendo porque vine hasta aquí pero tenía que hacerlo —me explicó con risas incrédulas, se veía que sufría ahora —Tenía que hacerme a la idea de lo que veía en televisión acerca de ti era verdad, que pudieras decirme algo y con esa amnesia que dicen que tienes y que no recuerdas nada, ¿Es verdad todo eso? Porque en verdad no podía creerlo, necesito que expliques las cosas.

—Es verdad, no recuerdo las cosas que hice hace cuatro años, aun estoy tratando de recuperar recuerdos con un terapeuta mediante la hipnosis.

Arrugó tanto el ceño que el rostro se le desfiguró.

—¿Estás hablando en serio?

Su incredulidad iba cada vez más en aumento, se pasaba la mano por el cabello y volvía a resoplar, estaba equilibrando el frenesí de sentimientos que debían estar torturándolo.

—Es todo cierto —le aseguré con aplomo, no podía estar mintiendo, ya no había necesidad de hacerlo.

—¿Es todo cierto lo que dicen? ¿Eso quieres decir? —seguía arrugando el ceño y entonces dio unos pasos hacia mí para tenerme más de cerca, después de tantos años al ver a mi padre acercarse a mí como un animal salvaje tan rabioso dispuesto a atacarme me di cuenta que no podía ser peor toda esta situación, ya no me veía más como a su hijo, no había más que desprecio en sus ojos, me juzgaba mucho peor de lo que había imaginado.

—No quiero, me refiero a...—me frené, no quería negarlo pero tampoco podía afirmarlo realmente porque no recordaba nada, era obligarme a aceptar una acusación que para mi no tenía fundamento. —Yo no recuerdo nada, es lo que te puedo decir pero tampoco digo que sea inocente.

—Y lo de tu madre si fue verdad, eso si lo debes recordar. Dímelo, ¿Es verdad? Quiero oírlo de tu propia boca.

Fue inevitable no sentirme avergonzado, era imposible negarlo pero no tenía manera de aceptarlo, de nueva cuenta me acobarde al tenerlo frente a mí, acusándome con tanta prepotencia, creí estar preparado para enfrentarlo pero me equivoque, estaba sufriendo tanto que lo poco que podía tener era sensatez.

Sabía que no iba a poder ocultar la única verdad en la que si quedaba claro mi culpabilidad, no iba a fingir, sería evidente si lo hacía.

—¿De verdad quieres saberlo? —lo cuestioné, observándolo muy pensativo.

Pareció darse cuenta a que me refería con preguntárselo, oí el rechinido de sus dientes cuando se apretó tan fuerte la mandíbula, esta vez supe que había dado cuerda para que mi padre frente a mis ojos perdiera los estribos.

Su pecho se inflamaba tanto al tomar aire con desesperación, luego se acercó a mi escritorio y tiró todo lo que había, estrellando el teléfono contra la pared y quebrando los portarretratos de vidrio.

—¡Fuiste tú quien la mató! ¡Tuve en mi casa todo el tiempo al maldito asesino! —gritó a todo pulmón, su rostro se puso tan rojo y los ojos se llenaron de lágrimas que apenas era una muestra de su rabia frustrada. —¡¿Cómo pudiste maldita sea?! ¡Mataste a tu madre!

No quise decir nada, quería que descargara todo lo que seguramente en años jamás pudo quitarse de encima, deje que me insultara y si era posible que también me golpeara.

—¡¿Qué clase de mente retorcida tienes para matar a tu propia madre?! ¿Qué te hizo hacerlo?

No respondí y eso lo hizo explotar a un más, mi silencio lo impacientaba.

—¡CONTESTA!

Aunque podía responder me dio miedo hacerlo, quizá porque lo que iba a decirle no iba a hacer suficiente.

—Ella te engañó, uso tu dinero con su amante...Se burló de nosotros no pude quedarme de brazos cruzados.

—¿Qué? —escupió con voz indignada, se mostró ofendido y al mismo tiempo incrédulo —¿De qué estás hablando?

No estaba preparado para decírselo, de hecho jamás lo estuve, siempre tuve la idea de que jamás en la vida iba a decirle lo que había pasado, ni tampoco justifique porque desde ese momento la relación con mi madre empeoro aunque en sí nunca había sido muy buena.

Convertí mi respiración en mi fuente de valor para poder decírselo, me repetí a mi mismo que ya no había nada que perder, la verdad era lo único que podía darle a todos.

—Te engañó por más de tres años, nunca supiste nada porque lo ocultó bastante bien hasta que yo la descubrí, la enfrenté pero lo negó todo, nunca nos quiso, jamás me quiso como a un hijo porque sabía que tú siempre verías primero por mi que por ella.

Sus ojos frívolos me apuntaban con más carácter que antes, por supuesto que el sentimiento de traición ardía en su mirada y la culpabilidad que no me había cobrado la cuenta hace años lo hizo justo ahora, mi silencio y mi encubrimiento me descompuso, no merecía que yo mantuviera este engaño conmigo por muchos años.

—¿Por eso la mataste? —preguntó todavía incrédulo pero con esa expresión torturada —¿Esa es la excusa para decirme que la mataste?

—No tienes idea del coraje que sentí al descubrirlo, mis impulsos son diferentes a los tuyos, los míos son incontrolables, me dominan y no puedo detenerme. Estoy enfermo, debes saberlo, hace poco lo supe pero estoy dispuesto a aceptar cualquier consecuencia que mis actos hayan ocasionado.

—¡¿Cómo puedes hablar así?! —replicó con una fuerte impresión —¡Mataste a personas, Damien! No puedo creer que estés tan tranquilo, ¡Maldita sea que clase de monstruo eres tú! ¿Estás consciente de que mataste a tu madre y me lo dices como si nada de esto te estuviera importando?

La sangre le hervía tanto debajo de la piel que su tono era un rojo violeta que lo hacía lucir asfixiado, de nueva cuenta me negué a intentar calmarlo, no iba a servir de nada.

—¡Estoy enfermo, papá! —le recordé con un tono de voz más elevado del que estaba usando en todo este tiempo —¡No tienes idea de cómo me he esforzado en tratar de arreglar lo que he destruido en el pasado! ¡Se que es tarde pero lo intento! ¡Y tú como vas a saberlo si te desapareciste hace más de diez años!

—¡Ahora me estás echando la culpa a mí de que seas un jodido asesino! ¡¿Eso estás haciendo?! Entonces déjame preguntarte en que maldita manera te perjudique porque desde que naciste te di todo, Damien ¡Todo! Nunca te faltó nada, mi atención estaba en ti y lo sabes, te hice alguien importante pero ya veo que fue una de las más grandes estupideces el haberlo hecho por que ahora todo se ha ido a la mierda, la empresa, nuestro legado, ¡Lo mandaste al carajo!

Sus palabras eran las mismas a las que siempre temí, que se decepcionara de mí fue lo que terminó por romper la poca motivación que todavía albergaba mi cuerpo, había destruido lo único a lo que de verdad él amaba mucho, su legado, la empresa, el renombre que tanto le había costado a mi bisabuelo, había quedado enterrado, maldito.

Deje que se enfadara conmigo, yo trataba de procesar lo crudo que fueron sus palabras tan hirientes.

—No viene aquí para hacer las paces de padre a hijo, tampoco vine a darte un hombro donde llorar, Damien, porque al final de todo espero que de verdad pagues por lo que hiciste. Me decepcionaste y si no nos vimos durante diez años fue porque tu me mantuviste lejos.

Baje la cabeza, cuanto dolía la verdad, no podía creerlo, eran espinas clavándose en mi cuerpo haciendo reaccionar a esta injusta realidad, siempre fui yo quien estuvo mal, nunca lo vi, me negué a hacerlo, estaba cegado por todo lo que tenía o más bien por lo que podía hacer gracias al poder.

—Sí, lo sé —susurré con debilidad —Te alejé pero no porque no te quisiera, al contrario, lo que soy era mejor tenerlo muy lejos de ti. Tú nunca fuiste el culpable, quiero que lo sepas y yo ya estoy pagando mis crímenes aunque no lo parezca.

—¿Es por ella, verdad? ¿Por Katherine Weber? Sí, ya se que está esperando un hijo tuyo, es más que obvio que no tendrás la oportunidad de verlo crecer, serás un cero a la izquierda en su vida. Lo mejor es que te mantengas alejado de ella, déjala en paz, ella no te necesita y tampoco el bebé, ella también tuvo suficiente con lo que le hiciste.

Tuve que hacerlo, tenía que decírselo, él no entendía nada por lo que debía ponerlo al tanto.

—Yo la amo, mantenerme alejado será difícil, no puedo hacerlo.

—Pues lo vas a hacer —refutó, encarándome —No te vas a acercar a ella nunca más, de eso me voy a encargar, ¿Entendiste? Se acabó, Damien, ya no tienes el poder de hacer lo que tú quieres.

Enfurecido, rodee todo el escritorio para llegar hasta él, mi acercamiento no lo perturbó en absoluto, de todas maneras ese no era mi propósito, lo único que quería era enfrentarme a él por querer apoderarse de lo único que para mí era importante.

—Tú no vas a prohibirme acercarme a Katherine, esto es entre ella y yo, no permito que se metan en este asunto porque no les concierne a ti ni a nadie.

—¿Asunto? ¿Entre ella y tú? —rió con sarcasmo, ese humor ácido que me enfurecía más —No hay ningún asunto, Damien, deja de hacerte esa estúpida ilusión, no habrá nada que puedas hacer para que ella regrese, te odia, todo el mundo justo ahora quiere que termines en la cárcel por el resto de tus días, mejor hazte a la idea de que estos días serán los últimos que podrás tener para hacer contacto con el mundo porque no lo verás en un largo tiempo.

—Crees que me duele asimilarlo pero no es así —admití en voz tajante, muy seguro y decidido de mi mismo —Siempre he estado solo, ¿Recuerdas? La soledad no es algo nuevo para mí y se manejar cada parte de ella. No intentes herirme con eso porque de nada sirve.

—Por supuesto que no —añadió con una sonrisa fingida —No vine a recordarte el precio que vas a pagar por tus crímenes, sé que sabes muy bien a lo que te vas a enfrentar, solo quería ver cómo es que lo estás procesando.

Y en seguida me echo una mirada de pies a cabeza con la boca fruncida, desagradándole lo que estaba viendo, después volvió hacia mi cara donde tuvo que borrar ese gesto para poder hablarme.

—Y al final creo que no conseguí mucho, imaginé que estarías suplicándome perdón de rodillas y arrastrándote pero te tomo la palabra, si estás enfermo, no veo ningún resentimiento respecto a ninguna de las cosas que hiciste. Justo ahora te pido que hoy me olvides, no existo para ti, no quiero volver a verte, no puedo vivir con la culpa de tener un hijo como tú, no solo has dañado a extraños, me has dañado a mí.

Ahí estaba de nuevo, la ansiedad, el sentimiento de culpabilidad, me lastimaba, sus palabras eran cortantes, podía sentirme sangrar desde adentro por su decepción, me gané lo que menos quise tener, esta vida miserable, perder lo poco humano que tenía en mi vida, mi familia, mi padre y mis primos.

—No quise hacerlo —susurré con debilidad, con sus ojos turbios que reflejaban todo una mezcla de emociones hirientes e inquietantes —Sé que no puedo pedirte perdón pero créeme que mi intención jamás fue hacerte daño, fue lo último que hubiera deseado porque eras la única persona a la que me importaba dar una buena impresión.

De todos mis palabras no había aligerado la tensión en la habitación, ninguna de mis palabras ceremoniosas iban a quitarle esa expresión mordaz, incisiva, seguía respetando todo lo que tuviera que decirme, inclusive sus reacciones, dejaría que se descargara conmigo y si era necesario golpearme igual lo permitiría.

—Solo quiero dejarte en claro una cosa y quiero que la respetes —dio solo un minúsculo paso para acercarse, su distancia era otro factor que me hacía sentir muy mal, que le provocara asco, repulsión pero más que nada miedo, eso no iba a perdonármelo jamás. —Desde hoy quiero que le digas a todos que estoy muerto, no quiero tener nada que ver contigo, no quiero tu reputación detrás de mí como a una sombra, destruyéndome la vida, no viviré los pocos años que me quedan siendo señalado por tu culpa. Quiero una vida en paz y quiero que me borres de esto, ¿Lo has entendido?

Fue difícil hacerlo pero acepté, asentí con lentitud, no quería procesar lo me estaba pidiendo, pretendí que no escuchaba y que solo diría que sí a todo lo que me dijera.

—Díselos a tus abogados, a quien quieras, publica un comunicado, no volveremos a vernos y con suerte será para siempre.

No hubo nada que decir de su parte pero por parte de la mía aun existía la posibilidad de decírselo, tenía que hacerlo porque que no iba a poder sobrevivir con ello si este era nuestro último contacto.

—Perdóname —le rogué, no quise mirarlo a los ojos, me acobarde, no iba a soportar ver la impresión que le iba a ocasionar mis palabras.

Esperé en silencio, apretándome el pecho y la respiración, no escuche más que una risa seca y sus pasos yendo hacia la puerta, no quiso gastar palabras en negarme su perdón y solo así resultaba ser peor, no merecía ninguna de sus palabras, ni esfuerzo, mucho menos su importancia. La puerta se cerró de golpe cuando salió, me perdí en un punto ciego donde solo me sumí en mis pensamientos, había ignorado todo a mi alrededor porque no me percaté de que Nina había entrado.

Fui consciente de su presencia sin querer, estaba ahí parada frente a mi escritorio, tenía la boca caída en un gesto de tristeza, sus cejas casi al punto de tocarse por la preocupación y las manos echas un puño sobre su pecho.

—Está bien —articuló con los labios para que pudiera leerlo.

No quería que se acercara pero de todos modos lo hizo, no pude detenerla o quizá no quise hacerlo, caminó hasta a mí y se detuvo justo en frente, donde vaciló para darme un pequeño abrazo, apoyó su cabeza en mi pecho y rodeo sus brazos a mi cintura, no respondí pero si repose mi barbilla sobre su cabeza, a los pocos segundos me acostumbre a ello que pasaron los minutos en donde ninguno de los dos parecía querer terminar este contacto.

Katherine Weber.

—¡¿Katherine?! ¿Estás bien?

Aferré mis dedos al sofá, estaban dándome unos calambres horribles en el estomago, apenas podía respirar, no sabía que Nora había corrido hasta a mí si no fuese porque había tardado en responder una de las preguntas que por supuesto yo había ignorado por el infernal dolor que estaba quitándome el aliento.

No pude decirle nada, mi mandíbula desencajada emanaba un silencio doloroso, el mismo que me estaba sofocando, apunté mi barriga, respiré una y otra vez hasta que pude tener la fuerza para hablar.

—Dios...mi vientre, está doliéndome mucho —jade de dolor cuando un estrujamiento volvió a incapacitarme a hablar. —Contracciones, son contracciones...

Alarmada apunté todavía a mi vientre, los calambres eran una tortura, estaban partiéndome en dos, inhale profundamente pero de nada servía, quería abandonar este cuerpo, el sufrimiento era un tormento eterno, el cuerpo me temblaba, no pude hacer nada, quise levantarme pero sabía que resultaría peor.

—No puede ser, no puede ser —se repetía Nora exaltada —¡Debo llevarte al hospital! ¡Vas a tener al bebé!

Estaba justo a punto de contradecirla cuando una calidez recorrió mis piernas, sentí exactamente como si alguien hubiera reventado un globo de entre mis muslos, las dos vimos correr un líquido transparente que hizo un charco en el suelo. Con los rostros pintados en horror coincidimos en que esa era la fuente.

—No puede ser, ¡Nora, no puede ser! —jadee, asfixiándome todavía en el dolor, en la contracción que se estaba llevando toda mi fuerza, el miedo, el pánico me estaba debilitando —¡Tengo solo siete meses! ¡No puede ser!

Por supuesto que no podía ser, no podía perder este bebé, negando que este sería el momento en que este bebé vendría al mundo traté de respirar con más profundidad, debía se una falsa alarma, en algún momento dejaría de dolerme el vientre, dejaría de estar sudando, de que mi cuerpo temblara, de que los latidos de mi corazón estuvieran llegando hasta mi garganta, ardiéndome, estrangulándome.

—¡Debemos irnos ya!

No por favor, no podía perderte ahora, no estaba lista para dejarte ir, me había aferrado tanto la esperanza que traerías conmigo que justo ahora no podía decirle adiós, ¿Qué sería de mí si desapareciera la única muestra de amor queme había dado la vida? Este bebé tenía que estar conmigo, solo así mantendría las ganas de vivir para poder cuidarlo, protegerlo, daría lo que fuera para que cualquiera me diera por asegurado que él o ella iba a sobrevivir y si era necesario dar mi vida lo haría sin pensarlo dos veces, mi lucha, mi sacrificio valdría la pena porque él o ella tenía que estar a salvo. 


Siguiente capítulo...Se va a saber si el bebé de Katherine es niño o niña, será sorpresa :D Yo sé que les va a encantar, quizá les diga a las chicas que están unidas al grupo de whatssapp.

Gracias por su apoyo chicas!!! Les mando un besote enorme y espero disfruten el capítulo. ¿Que les pareció? Yo se que a la mejor ustedes van a estar odiando a Nina pero pongalo de esta manera, es la única persona que tiene Damien ahora, no la odien tanto, o bueno sí, puede que este buscando algo de él jajaja.

Nos seguimos leyendo chicas!!!



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