Único.
El cantar de los pájaros en el árbol fuera del lujoso departamento de Park Jimin es lo primero que el chico de cabellos rubios escucha al empezar a despertar. Su aspecto se muestra tan limpio que parece se ha levantado muy temprano solo para asegurarse de que cuando salga el sol sus cabellos rubios deslumbren aún más con los primeros rayos del sol.
Las pocas personas que conocen a Jimin saben que su apariencia es una de las cosas más importantes para él, ya que su madre le enseñó desde muy pequeño que eso es una parte fundamental sobre el cómo la gente le trate.
Posando sus ojos cafés oscuro en el techo de la habitación, Jimin suspira y estira muy lentamente sus brazos y piernas en un intento por despejar su mente que por el momento solo se encuentra concentrada en la mancha rojiza sobre el techo, misma que dejar de admirar al momento de sentarse sobre su cama.
Observando todo a su alrededor, Jimin se siente algo abrumado al ver lo vacío que está la habitación, al igual en que un gran silencio no tarda demasiado en inundar la misma, haciendo que rápidamente aquello le incomode al chico de cabellos rubios, que desde que era un niño de seis años había vivido entre gritos, regaños y una que otras risas que eran totalmente ajenas a él y para él, puesto que Park Jimin nunca había sido el centro de atención de su padre y mucho menos de su madrastra que durante nueve años se había encargado de hacerle su niñez y adolescencia lo más dura y difícil que podía, todo con la intención de deshacerse del único hijo de su esposo. Claro que con lo que la madrastra de Jimin no contó fue que aquel dulce y tierno niño se convertiría en el juez, jurado y verdugo que le terminaría arrebatando todo.
Esbozando una sonrisa más que traviesa al hacer a su mente volver a aquella tarde en donde tan solo tenía dieciséis años, Jimin fija su vista en las palmas de sus manos, dejando que una sensación de total y completa satisfacción aborde el inicio de su espina dorsal que conforme va avanzando le permite volver a sentir la suave y hermosa piel blanca del cuello de su madrastra.
—¿Qué es eso que te hace sonreír de manera tan linda? —Una calmada pero sensual voz a su lado, hace a Jimin salir de su mente y mirar al dueño de tan angelical voz.
Jeon Jungkook es el nombre del chico con tan encantadora voz, que sin darse cuenta a esfumado de nueva cuenta aquellos oscuros deseos y recuerdos en la mente de Jimin. Aunque ha sido el encargado también de crear unos nuevos pero que sin duda son muy diferentes a los anteriores, pues Jimin sería incapaz de siquiera tocar de mala manera uno solo de los cabellos de su guapo y coqueto Kookie que además de ser su medio hermano es su novio.
—Estaba pensando en lo atractivo que te vez por la mañana. —responde sonriente mientras se acerca a Jungkook con nada más que la intención de ser besado.
—Pero mira quién lo dice, el chico de cabellos dorados que parece haber salido de un cuento de hadas. —El cabello negro con mechones rojos en la persona de Jungkook resaltan inmediatamente al hacer el mismo chico, un lindo puchero.
—Cuando dices esas cosas me dan ganas de morder tus esponjosos labios. —Jimin sabe que aquello que le ha dicho a su novio, le ha provocado.
Jungkook sonríe travieso al ver lo atrevido que es el sensual rubio frente a él, y sin pensarlo dos veces rompe la poca distancia entre ellos. Sintiendo velozmente los labios de ambos vibrar por el dulce contacto, Jungkook siente como Jimin va rompiendo el espacio entre ellos y una vez que se encuentra entre sus fuertes y largo brazos, el menor de los dos se derrite por las suaves caricias proporcionadas a su cuerpo, acción que no hace más que encantarle a Jungkook.
—¿Me quieres como el primer día? —pregunta de pronto y con voz sería el mayor de los dos al sentir al pelirrubio enfrente suyo sonreír a mitad de su beso como un completo enamorado.
—Te quiero más que el primer día. —confiesa el menor de los dos, sintiendo una fuerte punzada en su pecho al estarle mintiendo de cierta forma al mayor.
Con su mirada color miel sobre Jimin, Jungkook se separa del pelirrubio.
La culpa no tarda demasiado en instalarse en el pecho de Jungkook y hacer al mismo levantarse de la cama para enseguida encaminarse hasta el gran ventanal corredizo al lado izquierdo de la habitación, con solo una pregunta corriendo por su mente, misma que pide día y noche el cielo le pueda responder pronto, y es que no importa si suena muy tonto, el mayor de los dos desea con todas sus fuerzas que su madre este arrepentida de todo lo que le hizo a Jimin y demás personas que había conocido y que de esa forma ella se encontrará en un lugar mejor que en dónde ella decía todos eran castigados por sus malas acciones en vida.
—¿Qué piensas? —indaga Jimin al levantarse por completo de la cama y caminar silenciosamente hasta donde Jungkook se encuentra, abrazándolo sin más por la cintura mientras está de espaldas.
Estremeciéndose por el delicado tacto de los brazos de Jimin alrededor suyo, Jungkook permanece en silencio recordando inevitablemente cada vez que su madre le decía lo desagradable y insignificante que consideraba a Jimin, algo que por mucho tiempo Jungkook vio más que cruel, pues no entendía cómo su madre decía algo de tal magnitud de un chico tan lindo que no hacía otra cosa más que pasar gran parte de su tiempo sumergido entre libros.
—En lo culpable que aún me siento por las acciones de mi madre. En lo dura e inconsciente que fue con tu familia especialmente.
—No tienes porque.
Proporcionándole un par de caricias en su espalda, Jungkook voltea a ver a Jimin y la tierna sonrisa sobre su rostro le dice de vuelta que él no tiene la culpa de nada de lo que su madre le hizo cuando niño y adolescente. Al contrario, le agradece mucho por haberle hecho saber que su madre no había muerto a causa del cáncer precisamente como su doctor de cabecera les había dicho a su tío Moon Namjoon y a él aquella fría y lluviosa tarde de octubre en donde sin poder parar de llorar, un Jimin de cinco años deseo con toda su alma morir para así poder irse con su madre.
Park Jimin nunca imaginó realmente lo qué era capaz de hacer. Es más, ni siquiera sabía que quería en verdad hacer de su vida. A él solo le llamaba la atención leer y gracias a la buena influencia de su tío Namjoon, la escritura rápidamente también captó su atención y lo hizo escribir novelas.
Por supuesto que así como Jimin había tenido una buena influencia conforme iba creciendo, también había tenido una mala, llamada, Baek Sunni, que para su mala suerte veía y oía todos los días debido al ser ésta nada más y nada menos que su madrastra. Al pequeño Jimin no le molestó en absoluto que su padre no tardará casi nada en volver a casarse, sin embargo, si le desagrado con quién lo había hecho. No obstante, ese desagrado no era sólo para aquella mujer sino también para el hijo con el que ella había llegado a su casa.
La felicidad reflejada en el rostro de su padre al estar con su nueva esposa e hijo poco tiempo después de fallecer su madre, le había hecho pensar día con día a Jimin por qué su madre y él nunca habían sido suficientes para su padre. La respuesta a su gran pregunta no llegó hasta que cumplió quince años y se enteró de la propia boca de su hermanastro, que la mujer que vivía en su casa bajo el dulce nombre de
Sunni no había descansado ni un solo momento hasta poder meterse en la mente de su padre, aún sabiendo que estaba casado, detalle que hizo al hijo de aquella mujer sentir demasiada vergüenza.
Investigando con nada de experiencia tanto el pasado como el presente de aquella mujer en su casa, Jimin se sintió terriblemente mal al descubrir lo que muy probablemente le terminaría pasando a su padre por ser un hombre poco controlable, es decir, varias veces había escuchado a su padre discutir con su esposa por cosas tan banales y absurdas como una innecesaria decoración de la sala, comedor o recámaras, algo que obviamente su padre consideraba una pérdida de dinero mientras que su madrastra hacía berrinches como una niña pequeña al no poder gastar el dinero que quisiera en sus caprichos.
Al inicio del feliz matrimonio del padre de Jimin con la madre de Jungkook, todo fue amor y nada más, hasta que pasaban horas, días e incluso semanas discutiendo y maldiciendo al otro, culminando sus peleas con frases como “ojalá no me hubiera casado contigo” o “ojalá estuvieras muerto”. Todo se tornaba ridículo para Jimin y Jungkook en esos instantes al ver a sus supuestas figuras paternas de aparente edad adulta hacer berrinches como unos niños de kinder.
Con el paso del tiempo y mientras Jungkook y Jimin iban creciendo en la misma casa pero con reglas muy distintas, el mayor de los dos chicos se volvió un tanto rebelde y empezó a hacer la única cosa que no podía hacer en presencia de su madre; acercarse y hablarle a su hermanastro.
Claro que, la acción desinteresada del mayor fue rápidamente malinterpretada por el menor, puesto que no sabía el aparente motivo por el que le hablaba su supuesto hermano, al que su madrastra siempre había mantenido lejos suyo, eso sin mencionar el miedo constante con el que en un principio vivía Jimin a su madrastra que al recién mudarse a su casa le había regañado y pegado por haber intentado jugar o siquiera entablar una conversación con su nuevo hermano.
Por alguna razón cuando la castaña se encontraba molesta, la única persona con la que desquitaba todo su coraje era Jimin, un lindo niño de diez años que tan pronto como el primer tirón de sus hermosos cabellos rubios o el primer golpe con algún tacón en alguna parte de su cuerpo se le daba, sus ojitos de color café oscuro se llenaban de lágrimas, opacando el brillo que tanto le caracterizaba al menor, por lo menos hasta que los tirones o golpees paraban.
Jungkook al tener doce años muy rápido se dio cuenta que debía proteger a Jimin pues él para nada se podía defender de una mujer que tenía prácticamente la mitad de su tamaño, y así lo hizo el mayor al ya no despejarse del pequeño Jimin mientras este estaba en casa durante la semana, porque desde luego cuando iba a casa de su tío desde el viernes por la tarde hasta el lunes por la tarde sabía que estaría a salvó de su madre. Sin embargo, algo que el pelinegro de Jungkook no imaginó fue que su madre empezaría a desquitarse con él pero en definitiva valía el precio si con eso veía a Jimin sonreír de nuevo todos los días en cada momento del día al encontrarselo por la casa.
Tiempo después en que los golpes sobre el cuerpo de Jimin habían desaparecido en su totalidad, ahora no dejaban de abordar el cuerpo de Jungkook que cada vez se veía más y más cansado, detalle que por supuesto no pasó por alto Jimin, pues hacía tiempo que veía al mayor diferente, exactamente desde que la madre del mismo lo había dejado de golpear a él, algo que le hizo al menor unir más rápido los hilos del porque su madrastra ya no se enojaba cuando Jungkook y él hablaban en cualquier parte de la casa a cualquier hora. La respuesta salía a la luz sola, y exactamente como el mayor estaba dispuesto a recibir los golpes de su madre para mantener a Jimin a salvó, Jimin también estaba dispuesto a hacer lo mismo por Jungkook.
—Cuando dejó de golpearme, ¿empezó a golpear a Jungkook? —habló de repente el menor, haciendo una pregunta demasiado directa a la mujer frente a él.
No tardando demasiado en responder, la madrastra de Jimin posó su vista en las manos entrelazadas de su hijastro y con furia tomó las mismas acercándolo a él de un fuerte tirón.
—Eso no debería de importarte, dejé de golpearte, ¿no?
Sonriéndole su madrastra de manera más que burlona, Jimin obtuvo la respuesta a su pregunta y un gran coraje comenzó a correr por todo su cuerpo.
Jimin no lograba entender como es que la madre de Jungkook estaba haciendo tal cosa como golpear a su hijo, cuando tan pronto como habían llegado a su casa ésta no dejaba de protegerlo y cuidarlo de todo y de todos.
Jeon Jungkook nunca imaginó de qué era realmente capaz su madre, al menos no cuando había dinero de por medio que le podía hacer conseguir todo aquello que no había obtenido de joven. Su sueño constante de querer todo para ella la había convertido en una mujer déspota y cruel, eso sin mencionar lo ambiociosa que se había vuelto, generándole un gran problema por gastar todo el dinero que caía entre sus manos. Él entendía que su vida años atrás no había sido sencilla, más no entendía cómo es que eso le había hecho ser una mujer sin escrúpulos.
La gente decía constantemente que el dinero cambiaba a la gente y Jungkook lo parecía haberlo comprobado con su madre que desde que podía recordar era muy hábil para conseguir todo lo que quería sin importar nada, ni nadie. En la vida de ambos al menos un par de hombres los habían sacado de una cantidad increíble de problemas y el padre de Jimin no fue la excepción. El señor Park era el quinto matrimonio de la madre de Jungkook y con lo que a ella respectaba su más difícil sacrificio.
Los exesposos de la madre de Jungkook le habían dado cantidades ridículas de dinero a la misma mujer con tal de que la misma estuviera siempre feliz, sin embargo, eso mismo no había pasado con su último esposo, quien siempre tenía cuidado de todo el dinero que gastaba, pues aunque no lo pareciera en absoluto se encontraba cuidando el patrimonio de sus hijos, algo que para nada le agrado a su esposa al menos por incluir éste a su hijo de sangre del cuál ella había intentado deshacerse por años con regaños, golpes, gritos que siempre se había asegurado no llegarán a oídos de su esposo o su imagen de esposa perfecta se arruinaría.
La mirada de Sunni está puesta en el gran cuadro del despacho en donde su esposo, su hijastro y la madre de éste están sonrientemente posando en lo que parece ser la foto familiar perfecta. Sunni está molesta de que en los nueve años de casada con Eunjin no haya podido convencerlo de quitar ese espantoso cuadro de ahí y de esa forma evitar ver todo lo ella no tenía; felicidad.
—Lo siento, no pensé que en el despacho hubiera alguien —mintió Jimin, pues segundos antes le había visto perfectamente bien a la mujer entrar al despacho.
—No importa, ya me iba.
—¿Puedo preguntarle algo? —preguntó seguro de sí el menor, pues sentía ya no podía seguir guardando aquello que había descubierto hacía unos meses.
“Que fastidio”, fue el primer pensamiento de su madrastra antes de salir del despacho y dejar con la palabra en la boca a Jimin que sin dudar fue trás de ella, no sin antes sonreírle al cuadro de su madre.
—¿Por qué contrato un seguro de vida para mi padre y para mí por tres millones de dólares cada uno? —habló sin rodeos el pelirrubio.
—Cállate. —ordenó la castaña mientras se acercaba a su hijastro y lo tomaba por el brazo jalándolo hasta una de las habitaciones en donde sabía bien nadie del servicio podría oírlos.
A Jimin no le sorprendía que su madrastra lo jalará por el brazo y lo llevará hasta una de las habitaciones, pues en el pasado cuando iba a golpearlo hacía exactamente lo mismo. Aunque en ese preciso momento el rubio sabía que todo sería diferente, sabía que quería decir y hacer.
—¡¿No quieres que mi padre escuché todo lo que tengo que decir?! —cuestionó en voz alta el menor mientras subían rápidamente las escaleras hasta adentrarse en la habitación principal.
Tapándole la boca rápidamente, Sunni amenazó por primera vez en mucho tiempo a Jimin con algo que sabía le dolería. El tiempo mirando a su hijastro e hijo no había sido en vano porque ahora sabía que al menor le importaba su hijo y viceversa.
—Guarda silencio o no sólo desapareceré a tu padre sino a Jungkook también y sé que te interesa, así que no hagas que su vida acabé tan joven.
Oyendo con total atención la voz despiadada de su madrastra a la altura de su oído, el cuerpo de Jimin vibró por el miedo siendo velozmente reemplazado por un ruido estruendoso de vidrio rompiéndose seguido de el peso inerte de la masa muscular de su madrastra que al estar inconsciente era todavía más denso sobre él.
Apartando al menor de aquella mujer de temple frío, Namjoon y Jimin contemplaron como dicha mujer se iba desplazando hasta el suelo frío —Jimin, ¿estás bien? ¿te hizo algo ésta mujer? —interrogó sumamente preocupado Namjoon al ver a su sobrino pálido del rostro. —Debemos ir con tu padre y decirle todo esto.
—Tío...
—¿Tú papá está en la casa?
—Sal de la habitación, por favor. —pidió en un susurro ahogado Jimin, mientras que se iba acercando despacio hasta su madrastra.
—No lo haré.
Dudando por unos segundos, Namjoon miró a Jimin y luego a dónde la vista de su sobrino se encontraba fija.
Namjoon quería saber exactamente lo que estaba pasando en esos momentos por la mente del rubio que pese hasta hace unos segundos verse medianamente sorprendido, ahora se veía sonrojado y con la mirada más brillante que nunca antes. La adrenalina que corría por gran parte de su cuerpo era algo que le hacía a Jimin acercarse cada vez más hasta su madrastra que seguía aparentemente inconsciente. Colocándose en cuclillas, Jimin miró lo hermosa que era la mujer frente a él y sin querer evitarlo apartó cada mechón castaño de su rostro y cuello hasta poder tomar sin problema alguno el cuello blanco y suave de la misma que al sentir poco a poco la opresión en su fino cuello, despertó enseguida y admiró lo que su hijastro estaba haciendo con una extensa sonrisa sobre su rostro.
Logrando así, despertar oscuros deseos por primera vez en él.
Sin saber que hacer, Namjoon sujetó a Jimin por los hombros y le pidió que parará, que luchará con ese instinto que había muy dentro de él, que no arruinará su vida por una persona que no valía nada, detalle que hizo a la misma mujer usar a su favor y que con las pocas fuerzas que le quedaban incentivar al menor a quitarle la vida, dejando muy en claro que sí sobrevivía le diría a su hijo todo lo que había pasado, al grado de hacer que ese mismo nunca más le volviera a hablar.
—No la escuches, por favor. Quiere arruinarte la vida y tú y yo sabemos que eres un chico brillante que no merece terminar en la cárcel por causa de ella.
Suavizando Jimin el agarre de sus manos en el cuello de su madrastra, el pelirrubio volteó a ver a su tío y entendió por fin lo que estaba haciendo.
Sonriendo totalmente desquiciada, Sunni sacó un arma de la parte trasera de su ropa y sin darle tiempo ni a Namjoon o a Jimin de reaccionar, disparó dicha arma.
Los gritos en el departamento de Jimin y Jungkook rápidamente inundan el lugar y sin darles tiempo a vestirse descentemente, ambos chicos sonríen divertidos al solo poder colocar una sábana en la parte baja de sus cuerpos.
—¡Tíos...! —exclaman con total felicidad los hijos de Namjoon al entrar a la habitación principal del vacío departamento.
—¡Soojin, Soojun!
—¿Están enfermos o por qué siguen en cama? —indagan curiosos ambos niños frente a ellos, antes de siquiera irrumpir en su espacio personal.
—No están enfermos. Lo que pasa es que sus tíos son muy flojos. —Guiñando un ojo y sonriendoles de manera divertida, Namjoon toma a sus niños por los hombros y los saca de la habitación para que así se pudieran vestir sus ahora dos sobrinos, aunque tíos para sus hijos. —No se tarden mucho en bajar, haremos el desayuno y si no se apuran también nos lo comeremos.
Divertidos totalmente, Jimin y Jungkook se levantan de la cama y se deslizan hasta el gran armario de su recámara por ropa interior, pantalones y playeras que quién sabe dónde habían quedado tirados la noche anterior.
Saliendo diez minutos después de la habitación entre juegos y risas, Namjoon mandó a sus niños con el tío Jungkook para que así pudiera hablar con Jimin en la terraza de la sala antes de decirle que su padre estaba por llegar.
—Ayúdanos a hacer hot cakes, tío. —Arrastrando consigo a Jungkook, Jimin sonrió enternecido por sus lindos sobrinos de cinco y seis años que no hacían más que endulzar la vida de todos aquellos que los conocían.
—Hablemos —dice Namjoon a Jimin mientras se encaminan hasta la terraza en donde la ropa de su lindo novio está mezclada con la suya.
—Oh, aquí está nuestra ropa. —Sonríe, antes de que su tío se muestre algo avergonzado en lugar de ser al contrario.
—¿En verdad Jimin? ¿Aquí en la terraza?
—Lo siento, justo ayer llegó de Busán y lo extrañaba, me extrañaba y la ropa nos estorbaba. —rimaba.
—Oye, oye, no necesito detalles. —Ríe, suspirando poco después y haciendo la pregunta de todas las semanas. —¿Volvió el oscuro recuerdo?
Mirando por un momento el cielo azul, Jimin sonríe y asiente. —En la mañana volvió, y sentí claramente la piel de su cuello en mis manos.
—¿Sigues con el tratamiento?
—Por supuesto, no lo he dejado desde ese día en que todo en nuestra vida cambió.
—Perfecto, ¿y cómo te sientes?
Sonriendo, Jimin mira a Namjoon y bufa algo histérico.
—Fuera del hecho de que está condición no se me va a quitar nunca, bien. Odio que ese recuerdo oscuro vuelva a mí cuando mejor me encuentro, odio tener aún la sensación de su piel en mis manos y querer repetir aquel día.
—¿Odias el hecho de no haberla matado cuando pudiste? —pregunta el mayor de los dos, a lo que Jimin guarda silencio. —Bien, recuérdame, ¿cómo reprimes todos los oscuros deseos y recuerdos? —interpela con calma mientras analiza todos los movimientos y gestos de su sobrino.
—Escribiendo novelas de homicidios o novelas despistes en dónde el protagonista en realidad es malo y termina matando a personas que los demás nunca pensaron que mataría.
—¿Cómo te hace sentir eso?
—Muy bien. —responde, sabiendo que aquello le ha funcionado excelentemente, pues está por publicar su tercer libro de misterio y suspenso que a las personas tanto les encanta comprar. —Me hace sentir mejor conmigo mismo, con el oscuro deseo que hay dentro de mí. Lo reprime de cierta forma.
—Eso es bueno, ¿algo más? —Mirando los ojos pequeños pero lindos de Jimin, Namjoon puede sentir que su hermana estaría orgullosa de su tierno niño, a pesar de todo.
—Sí. Te quiero mucho.
—No tanto como yo.
—Pero un poco menos que yo.
Entrometiéndose en la conversación, Jungkook se acerca hasta Jimin y lo besa dulcemente como todos los días desde que son novios.
—Te quiero, pero te amo mucho más y siempre lo haré, Jimin.
Historia escrita para el concurso de nyx_fanfic
Shipp: Kookmin
One shot: 3993 palabras.
🏆 Historia ganadora de la fase “Luna Creciente” de nyx_fanfic
✨ Divina portada y banner realizados por nyx_fanfic 💗
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top