Capítulo 2

La enorme mesa en la sala de concilios de Minas Tirith estaba llena de rostros solemnes. Todos los señores de Gondor estaban allí, al igual que Gandalf el mago, Gimli el enano, Legolas con el comandante Jaden del Bosque Negro, los hijos gemelos de Elrond de Rivendell, el Rey Éomer de Rohan y el Príncipe Imrahil de Dol Amroth. Aragorn sintió una oleada de tristeza ante la ausencia de Halbarad, pues el Dunedain había muerto en la batalla de los Campos de Pelennor.

Todos observaban en silencio cuando Gandalf se puso en pie.

"Una gran fuerza resiste en Mordor y casi no hemos podido defendernos contra el primer asalto. Puede que no haya esperanza, como dijo Denethor. No la habrá si nos sentamos aquí."

"¿Entonces qué sugieres, Gandalf? ¿No propondrás que nos rindamos, verdad? –dijo el Príncipe Imrahil.

"¡Eso está fuera de cuestión! –interrumpió Gimli-. ¡No he viajado cientos de leguas solo para rendirme cuando ya saboreamos la victoria!"

"Enanos... Siempre tan presumidos" –bromeó Elrohir, para diversión de Legolas y Elladan. Los demás no pudieron evitar sonreír ante la impaciencia del enano.

"Estoy de acuerdo contigo, Gimli. Rendirse no es una opción –le dijo Gandalf al enano-. Todavía tenemos esperanza, pero ésta no está en las armas. Mientras estamos aquí, dos hobbits se dirigen al Monte del Destino para destruir el anillo de poder. Ahí es donde yace nuestra esperanza. Si Sauron recupera el anillo, nuestro valor será en vano y la victoria no será posible. Seremos derrotados. Sauron sabe que la destrucción del anillo será su fin, pero no sabe dónde se encuentra, así que todavía hay esperanza."

Todos esperaron, ansiosos, las siguientes palabras de Gandalf.

"No tenemos el anillo y no podemos conseguir la victoria por la fuerza, pero luchando podremos darle una oportunidad al portador del anillo. Debemos ir y hacer que Sauron dé la cara. Tenemos que desafiar su fuerza, debemos vaciar su territorio y darle acceso a los hobbits al Monte del Destino. Mantendremos a Sauron ocupado hasta que sea demasiado tarde para que se dé cuenta de lo que intentamos."

Se produjo un tenso silencio mientras se observaban con intranquilidad.

"¿Quieres decir que marchemos directos al desastre y luchemos tanto como podamos?" –añadió Gimli.

Gandalf asintió.

"Sí, Gimli. Tenemos que distraer al enemigo."

Tras un momento, Gimli exclamó:

"¡Bien! ¡Es la mejor sugerencia que he escuchado en siglos!"

Legolas, Éomer y los gemelos se rieron por el entusiasmo del enano, mientras que los demás comenzaban a murmurar con emociones encontradas. Al ver el ambiente, el nuevo rey de Gondor se puso en pie y alzó una mano.

Cuando el ruido disminuyó, Aragorn comenzó:

"No debemos hacer oídos sordos al consejo de Gandalf. Si no fuera por él, ya habríamos perdido. Hemos llegado al final, señores. Esta batalla podría ser la última. Así que a sabiendas de esto, no le ordenaré a nadie que venga en lo que podría ser un vano esfuerzo. Tomen su decisión y elijan su destino."

Tras sus palabras, el Príncipe Imrahil se puso en pie.

"¡Mis hombres y yo no retrocederemos ahora! ¡Sauron caerá!"

"Yo pienso lo mismo –dijo Éomer-. Aragorn ayudó a mi gente cuando lo necesitamos, así que nosotros haremos lo mismo por él. Además, esto no es solo un problema de Gondor, sino de todos."

Enseguida la sala se llenó de voces acordando unir fuerzas. Tras asentir, Gandalf volvió a llamar la atención.

"Esa es la convicción que necesitamos para vencer a Sauron. Pero no podemos dejar la ciudad desprotegida."

"¡Y no lo estará!" –dijo de repente una voz desde la puerta. Todos se dieron la vuelta y vieron a Faramir allí de pie, tembloroso.

Aragorn abrió los ojos como platos.

"¡Faramir! ¿No te dije que descansaras?"

"Sí, su alteza."

El hombre se acercó a la mesa.

"¿Entonces por qué estás aquí?"

"Ya he descansado. Ahora estoy aquí para servirte. No seré de ayuda enfrentándome al enemigo, pero puedo serlo cuidando de la Ciudad Blanca hasta tu regreso, mi rey. Mi padre se negó a ser tu senescal, pero yo no cometeré el mismo error" –dijo Faramir, con firmeza, observando fijamente a Aragorn.

La muerte de Denethor le había entristecido, pero lo que más le había afectado fue escuchar que su padre pretendía quemarlo vivo. Faramir juró hacer honor a sus ancestros, pues los Ecthelion eran fuertes y nobles, y él era uno de ellos.

Aragorn asintió, agradecido por la determinación y lealtad del joven.

"Entonces me enorgullecería que fueras mi senescal."

El Príncipe Imrahil le sonrió a su sobrino.

"Siéntate a mi lado antes de que te caigas, Faramir."

Faramir obedeció y se sentó al lado de su tío. Antes de que el concilio comenzara a hablar de la estrategia, Aragorn miró a Faramir y le preguntó:

"Dime, Faramir. ¿Cómo escapaste de los estrictos ojos de lady Ioreth?"

Lady Ioreth estaba furiosa. Su paciente había escapado de su cama y la otra estaba poniendo excusas para hacer lo mismo.

"¡Por décima vez, lady Éowyn, NO PUEDO dejarte salir de la habitación!"

Éowyn suspiró.

"¡Pero si estoy bien!"

"¡No, no lo estás! ¡Ese golpe fue tan fuerte que estuviste inconsciente un día entero! ¡Además, a tu hermano no le gustaría verte por ahí tras darme órdenes estrictas de no dejarte salir de la cama!"

"¿Cómo que Éomer dio estrictas órdenes? –exclamó Éowyn-. ¿Es esto por venganza?"

"¡Precisamente, hermana! –Éomer entró de repente en la habitación-. ¡Y espero que cumplas las órdenes!"

Legolas y Gimli, que habían seguido al hombre, ocultaron sus sonrisas al ver cómo los hermanos se mataban con la mirada.

"¡Te dije que te quedaras en Édoras! –gritó Éomer.

"¡No! ¡Esperabas que me quedara en Édoras!" –exclamó también Éowyn.

"¿Por qué demonios te colaste en la batalla?"

"¡Porque soy una escudera de Rohan!"

"¡Sí, y fuiste herida por eso!"

"Si no querías que esto pasara, ¿entonces por qué me enseñaste a luchar?"

"¡Porque no quería que fueras una mujer indefensa!"

"¿Te parezco indefensa?"

"¡No, pero sí una mujer mandona!"

"¡Mandona! –abrió mucho los ojos iracundos-. ¡Bárbaro!"

Éowyn alzó un puño para golpear a su hermano en el pecho, pero Éomer la detuvo.

"¡Detente, Éowyn! ¡Solo conseguirás hacerte más daño!"

Ella se quedó completamente inmóvil, y entonces estalló en lágrimas.

"Tío Théoden..." -sollozó, colapsando contra el pecho de Éomer.

El hombre suspiró y la abrazó más fuerte.

"Lo sé, hermana. Lo sé" –dijo, acariciándole el cabello y teniendo cuidado con el vendaje.

Durante un rato, lo único que se escuchó en la habitación eran los sollozos de Éowyn. Poco después, Legolas carraspeó.

"Err... ¿es seguro ya para que entremos?"

Éowyn alzó la mirada y se le alegró el rostro.

"¡Legolas! ¡No estás herido!" –alargó los brazos y lo abrazó.

Gimli arrugó el ceño.

"¿Por qué el elfo recibe toda tu atención, mi señora? ¿Qué pasa conmigo?"

Éowyn se rio suavemente y luego se inclinó para besar al enano en la mejilla.

"También me alegro de que estés bien, maestro Gimli."

El enano se sonrojó, provocando que Legolas y Éomer se rieran. Para ocultar su vergüenza, el enano gruñó:

"Vayamos a ver a Merry y Pippin antes de irnos."

"¿Irse? –la sonrisa de Éowyn flaqueó-. ¿Qué quieres decir? ¿A dónde van?"

Éomer sujetó a su hermana por los hombros y la ayudó a sentarse en la cama. Entonces le contó a Éowyn lo que planeaban hacer. Ella palidecía un poco más tras cada palabra suya.

"¿M... Mordor? ¿Van a ir a Mordor?"

Cuando Éomer asintió con seriedad, Éowyn se lanzó a sus brazos y se negó a soltarlo.

"¡Prométeme que volverás!"

"Lo prometo, hermana. Así que no llores. Y solo estaremos fuera dos días."

"No quiero quedarme sola. ¡Tú eres todo lo que me queda ahora que tío Théoden ha muerto!"

Éomer se separó un poco de ella.

"No estarás sola. La ciudad estará bien protegida y yo volveré, Éowyn. Nunca rompo mis promesas –entonces asintió hacia Ioreth, que lo había escuchado todo en silencio-. Y ahora hazle caso a lady Ioreth. No salgas de la cama hasta que ella te lo diga."

Ioreth sonrió mientras se acercaba.

"Cuidaré de ella, mi señor. Y no te preocupes, lady Éowyn se recuperará... ¡si no decide escaparse y abandonar esta habitación como uno de mis pacientes hizo hace poco!"

"¿Me buscabas, mi señora?" –Faramir apareció en la puerta como si lo hubieran llamado. Aragorn y el príncipe Imrahil estaban justo detrás de él.

Aragorn se rio.

"Lady Ioreth, te devuelvo a mi senescal. Me parece que se ha escapado."

Lady Ioreth taladró a Faramir con la mirada.

"Me parece que 'huir' es más correcto."

Faramir gimió y puso los ojos en blanco.

"No hui. ¡Tenía cosas que hacer!"

"Deberías atender tus responsabilidades, Faramir, después de que Ioreth te declare sano" –amonestó suavemente Imrahil a su sobrino.

Pero Faramir ya no estaba escuchando. Su mirada había aterrizado en Éowyn, que estaba sentada al lado de Éomer en la cama. Y Éowyn también lo observaba fijamente.

"¡De acuerdo, mis señores! ¡Fuera! ¡Todo el mundo fuera! Dejen que lady Éowyn descanse. Y tú, lord Faramir, vuelve a tu habitación y espérame allí. Te vigilaré."

Tras besar a su hermana en la cabeza, Éomer siguió a los demás. Legolas se fijó en cómo Faramir seguía mirando hacia atrás en dirección a la habitación de Éowyn. El elfo sonrió ampliamente y le dio un codazo a Éomer.

"No te preocupes, Éomer. Tu hermana no estará sola mientras estemos fuera."

Éomer se puso rígido.

"¿Qué quieres decir?"

"Tú eres su hermano. ¡Adivínalo!" –contestó Legolas, señalando a Faramir con la cabeza.

El rey de Rohan miró al senescal y abrió los ojos como platos al comprenderlo. Entonces se giró hacia Legolas y susurró:

"¡Si es capaz de doblegar a mi hermana no diré más! ¡Además, pega más con ella que cierto príncipe elfo que conozco!"

Aragorn, que caminaba a su lado, estalló en carcajadas.

¡Bien! ¡Vamos a Mordor! ¿Qué pasará allí?

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