Capítulo 1


"¡De todas las locuras que ha hecho, esta se lleva la palma! –exclamó Éomer, hijo de Éomund, mientras se paseaba por la habitación-. Le dije que se quedara en Édoras, ¿y qué hace ella? ¡Se disfraza y nos sigue a la guerra! ¡Estúpida e insolente enana!"

Al lado de la puerta, Legolas casi se echó a reír. Estúpido e insolente enano. Mi hermano solía llamarme así. Éomer se parece tanto a Kel a veces... El príncipe del Bosque Negro sacudió la cabeza mientras el hombre continuaba con su diatriba. Sabía muy bien por lo que pasaba Éomer. Era la ansiedad y el terror lo que llevaban al hombre normalmente tranquilo a comportarse así.

Éomer todavía llevaba puesta su armadura plateada, cubierta de barro y sangre por la reciente batalla de los Campos de Pelennor. De vez en cuando, se acercaba a la cama y observaba a la doncella inconsciente que yacía sobre ella. Entonces se desordenaba el pelo con las manos y volvía a empezar con su diatriba.

Lady Ioreth, la dama que supervisaba las Casas de Curación de la Ciudad Blanca le lanzó una mirada exasperada al rey de Rohan.

"Mi señor, si es tan amable me gustaría que bajara la voz. Intento concentrarme en su hermana."

Éomer se detuvo y miró con una mezcla de sentimientos a la mujer que atendía la herida de Éowyn. Ahora limpiaba gentilmente la sangre de la herida en la cabeza de su hermana. Entonces palideció al ver la cantidad de sangre que manchaba la tela.

Tras arrodillarse al lado de la cama, Éomer cogió la mano de Éowyn y la besó.

"Por favor, Éowyn, despierta. Despierta, hermana. No me dejes. Eres lo único que me queda ahora –susurró, con la voz tomada y con lágrimas de frustración en sus ojos verdes. Esos ojos volvieron a dirigirse a Ioreth-. ¿Por qué no responde? ¡No ha recuperado el sentido desde que cayó en el campo de batalla! ¡¿Va a estar bien o no?!"

Ioreth suspiró.

"¡No puedo trabajar así! –exclamó, dejando de mover las manos al mirar al guerrero Rohirrim-. ¡Salga de la habitación y deje de molestar! ¡Intento salvar la vida de su hermana y rezo para que me lo permita, mi señor!"

Legolas cogió la indirecta, así que sujetó a Éomer por el brazo.

"Éomer, ven conmigo. Deja que lady Ioreth se encargue de Éowyn."

El hombre se resistió.

"¡No puedo abandonar a Éowyn! ¡No quiero perderla!"

"Entonces dale espacio a lady Ioreth para trabajar. Agobiarla así no ayuda" –la voz calmada de Legolas hizo que se relajara.

Tocado por las palabras del elfo, Éomer bajó la cabeza. Entonces se inclinó y besó a Éowyn en la frente.

"Cuando vuelva quiero verte despierta, ¿me oyes?"

Seguía sin obtener respuesta de su hermana herida. Reticente, Éomer se enderezó y dejó que Legolas se lo llevara.

Ioreth no pudo evitar suspirar de alivio cuando la puerta se cerró tras ellos. Y entonces, volvió a ocuparse de lo que tenía entre manos.

"Debería haber imaginado que Éowyn haría algo así" –dijo Éomer en voz baja cuando salieron al patio de la casa. Legolas pensó que algo de aire fresco ayudaría al joven rey a despejarse la mente.

Desde el alto lugar veían claramente los vastos Campos de Pelennor. El príncipe elfo lo observó todo, devastado. Cadáveres de orcos, hombres y caballos cubrían el suelo. Los guerreros de Gondor y los Rohirrim trabajaban juntos para limpiar el desastre. Los montaraces del norte y los guerreros que quedaban del Bosque Negro ayudaban con la tarea. Los heridos estaban en las Casas de Curación. La batalla había terminado hacía horas, pero la intranquilidad todavía se notaba en el ambiente.

"Ahora entiendo por qué no dijo nada cuando la dejé en Édoras. ¡Desde el principio planeaba infiltrarse en nuestra tropa! –Éomer seguía hablando-. ¡Debería haberlo visto venir! ¡Esa chica estará en problemas cuando despierte!"

Legolas sonrió al oír eso.

"Es valiente, Éomer."

El hombre lo taladró con la mirada.

"¡Ya lo sé, pero no se lo digas! –luego suspiró-. Espero que esté bien. No puedo perderla, no después de perder al tío Théoden."

El elfo asintió. El rey Théoden, el último rey de Rohan, había muerto el día anterior en la batalla. El dolor de Éomer todavía era reciente y la angustia se reflejaba en sus ojos. Al ser el heredero de Théoden, los Rohirrim lo habían reconocido al instante como su nuevo rey, y ahora acababa de enterarse de que su hermana había caído en combate, la hermana que no sabía que los había seguido a Gondor en secreto.

Legolas le apretó el hombro para calmarlo. Confiaba en Éomer como un hermano desde la batalla del Abismo de Helm.

"Estará bien. Es como tú. Fuerte y testaruda."

Éomer lo miró de soslayo.

"Espero que eso sea un cumplido."

"Lo es."

El hombre sonrió. Entonces se fijó en la corona sobre la cabeza del elfo y su sonrisa se ensanchó.

"A mí también me gustaría hacerte un cumplido, pues estás radiante a pesar de la batalla. ¡Me sorprende que esa cosa no se caiga nunca!"

Legolas le lanzó una mirada asesina.

"Bueno, como veo que ya haces chistes malos supongo que puedes volver con tu hermana."

Éomer asintió.

"Sí. No puedo esperar para ver si ha despertado."

"Bien. Volvamos. ¡Pero con una condición!"

"¿Qué pasa ahora?"

"Quítate primero el barro y la sangre que tienes encima. No querrás matar a tu hermana de un susto, ¿verdad? ¡Podría confundirte con un orco!"

Éowyn no había despertado, pero su condición mejoraba. Parece que no tenía más heridas aparte de la que tenía en la cabeza y seguía profundamente dormida. Éomer había acercado una silla a la cama para vigilar a su hermana, acariciándole el cabello con cariño y llamándola en voz baja.

Legolas dejó a los hermanos a solas y entró en la habitación de al lado. Pippin y Gimli roncaban en sus sillas mientras le hacían compañía a Merry, quien también había sido herido durante la batalla. Se habían encontrado al nuevo caballero de Rohan cerca de Éowyn. Su herida no era muy grave, solo tenía un brazo roto y algunos cortes.

Sonriendo, Legolas se retiró en silencio y se dirigió a otra habitación. Abrió la puerta y se encontró con que Aragorn y Gandalf seguían allí, alrededor de un hombre que yacía en la cama. Lady Ioreth, que acababa de dejar el lado de Éowyn, también estaba presente.

"¿Cómo está?" –preguntó Legolas en voz baja, temeroso de romper el silencio.

Aragorn no dejó de mirar lo que hacía. El aroma de las athelas llenaba la habitación.

"Se recuperará. Su fiebre ha disminuido."

Legolas suspiró, aliviado.

"Me alegro de oír eso. Y pensar que su padre estuvo a punto de quemarlo vivo..."

Todos asintieron con seriedad. Si hubieran llegado un minuto después, el hombre llamado Faramir habría muerto sobre la pira de madera. Lord Denethor, Senescal de Gondor, estaba a punto de prenderle fuego cuando ellos entraban en la tumba real, pero él les gritó que no interfirieran.

"¡Mi hijo Boromir está muerto! ¡Y también este! ¡La Ciudad Blanca se derrumba y no queda esperanza! ¡Prefiero morir!"

Pippin, que llevaba en Minas Tirith un tiempo, sabía que Faramir todavía respiraba. El hobbit había convencido de ello a Gandalf y los demás, diciéndoles que Denethor había enloquecido e intentaba quemar a su hijo vivo. Pippin estaba allí cuando habían traído a Faramir desde el campo de batalla hacía tres días y vio cómo luchaba contra el veneno de los Nazgûl. El hijo más joven de Denethor era fuerte, a pesar de estar siempre bajo el yugo de su padre. Sobreviviría a la herida si le daban la oportunidad, pero Denethor, egoísta, solo pensaba en escapar tras perder a su heredero y ser destronado.

Ignorando los gritos y maldiciones del senescal, entre todos habían bajado a Faramir de la pira y lo habían llevado rápidamente a las Casas de Curación. Lo último que vieron de Denethor era cómo se encerraba en la tumba. Poco después, el lugar sucumbía ante las llamas.

Legolas y los demás vieron cómo Aragorn tomaba la mano de Faramir y se inclinaba para hablarle al oído.

"Faramir, escúchame. Sigue mi voz. Abandona la sombra, Faramir. Vuelve a nosotros."

Legolas sonrió involuntariamente. ¿Cuántas veces me han dicho esas mismas palabras? Aragorn, Keldarion, mi padre... Si Faramir es tan fuerte como su hermano seguro que sobrevivirá. Su rey lo llama.

El príncipe miró a su amigo, orgulloso, al hombre llamado Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de Isildur, y ahora conocido como el Rey Elessar por la gente de Gondor. Denethor pedía esperanza y ésta había llegado en la forma del hombre al que Legolas llamaba Estel, el hermano al que había jurado proteger hasta la muerte. Tras la caída de Saruman en Isengard, Gandalf los había llevado apresuradamente hacia Gondor. El Mago Blanco les había hablado del peligro que se acercaba a la Ciudad Blanca de Minas Tirith. El ejército de Sauron, formado por Nazgûl, hombres del este y del sur, orcos y Haradrim con sus mùmakil rodeaban el reino de los hombres, intentando acabar con la línea de los reyes de Númenor.

Mientras que los Rohirrim volvían a Édoras en busca de más guerreros, Aragorn y sus dos compañeros habían viajado a Gondor, encontrándose afortunadamente con los hijos gemelos de Elrond por el camino. Pero Elladan y Elrohir no estaban solos. Llevaban con ellos una tropa de montaraces del norte, dirigidos por Halbarad, el jefe de Aragorn durante sus días pasados de montaraz.

"¿Qué hacen aquí?" –habían gritado Legolas y Aragorn a la vez al ver a los gemelos, abrazándolos.

"¿No esperarían que nos quedáramos sentados en casa mientras se divierten, verdad?" –habían respondido los gemelos.

Y, tras eso, habían ido juntos al Sendero de los Muertos, se habían enfrentado a la maldición y les hicieron cumplir la promesa que le habían hecho a Isildur para vencer a Sauron. Cuando los guerreros los vieron llegar a la batalla con los barcos, supieron que la profecía se estaba volviendo realidad. El rey de Gondor había vuelto.

Pero en ese momento, solo habían tenido tiempo de luchar para defender Minas Tirith. La ciudad estaba a punto de caer, a pesar de la defensa de los Rohirrim y el Bosque Negro. Aragorn y su compañía habían llegado justo a tiempo para evitar que Gondor cayera en manos enemigas.

Legolas salió de sus pensamientos cuando Faramir se movió de repente. Sus ojos se abrieron y se fijó en el hombre preocupado que estaba a su lado. Un brillo de devoción brilló en sus ojos y dijo en voz baja:

"Mi señor Aragorn. Me has llamado."

Aragorn sonrió, aliviado y tranquilizador.

"Sí, lo hice."

Faramir intentó incorporarse, pero Aragorn lo empujó suavemente para que no se moviera.

"Nada de eso, Faramir. Descansa. Sigues débil y te necesitarán pronto. Pero descansa por ahora."

El nuevo senescal de Gondor asintió débilmente.

"Como ordenes, alteza."

Aragorn se enderezó y miró a Ioreth.

"Yo cuidaré de él, mi señor –dijo antes de que Aragorn pudiera hablar y lo miró, pensativa-. Supongo que parte de la profecía es verdad: las manos del rey son las manos de un sanador. Eres un verdadero rey, y uno muy guapo, he de decir."

Gandalf y Legolas se miraron, divertidos, cuando Aragorn se sonrojó.

"Gracias, mi señora –contestó el hombre, inclinándose ligeramente-. Me alegra saber que te agrada mi apariencia."

Con una sonrisa torcida, Legolas añadió:

"Y es muy modesto, también."

Mientras Aragorn taladraba a su amigo con la mirada, Ioreth se giró hacia él.

"Y tú, maestro elfo, siempre supe que los elfos eran atractivos, ¡pero nunca pensé que fueran tan espléndidos como tú!"

Ahora fue el turno de Legolas de sonrojarse. Aragorn rugió de la risa, al lado de Gandalf.

"Lady Ioreth, creo que vas a caerme bien. ¡Mucho!"

Entonces escucharon una risa desde la cama.

"Un rey muy guapo, un elfo atractivo y una bonita señora de las Casas de Curación. ¡Me alegro de haber sobrevivido!"

La mujer se arrodilló al lado de la cama.

"¡Silencio, Lord Faramir! Ya estás delirando. Bébete esta poción que ha hecho su alteza y vete a dormir."

Faramir arrugó la nariz al olerlo.

"¡Huele horrible!"

"¡Y sabe aún peor, créeme!" –exclamó Legolas, ganándose una mirada asesina de Aragorn.

"¡No estás ayudando en nada, idiota!"

Legolas puso cara de inocencia.

"¿Qué? ¡Solo decía la verdad!"

Sacudiendo la cabeza ante la pelea de los dos amigos, Gandalf dijo:

"Dejemos que el paciente se tome su medicina. Tenemos que planear nuestro próximo movimiento."

Cuando Faramir dejó de notar el sabor desagradable, se fijó en cómo Legolas y Aragorn salían de la habitación con el mago. Entonces se giró hacia Ioreth.

"¿Dónde está mi padre?"

Ella se quedó inmóvil. Ioreth sabía que no había amor entre Denethor y su hijo menor, pero Faramir respetaba a su padre. Sabía que le produciría algo de dolor, sobre todo después de perder recientemente a su amado hermano.

"¿Qué ocurre, mi señora? ¿Qué pasó mientras estaba indispuesto?"

Ella le sujetó una mano y se la apretó. Y finalmente se lo dijo.

Ya tenemos a Faramir por aquí :) Un capítulo tranquilo para ir empezando, pero ¿qué pasará en el siguiente? Solo digo que esta historia me encanta, así que ya se imaginarán jejeje

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