Too much on my mind

A su capricho

brota la hierba joven

en el campo invernal

Tan Taigi, Haiku

Yugo casi se queda dormido encima del techo. No fue nada muy extraño, de hecho, una vez se quedó dormido en el techo del orfanato. Solo que esa vez, era porque estaba distraído imaginando como sería competir en una Friendship Cup. Ahora, solo estaba triste y no quería que los demás se preocuparan de más por algo tonto. Claro, aceptar por fin que una amiga tuya se había ido para siempre era algo realmente tonto. Deseaba que las cosas fueran un poco más simples.

La taza de Chocolate fue lo que lo mantuvo despierto, el pensar que no debía dejarlo por allí, fue lo que le dio la fuerza de voluntad para bajar de ese aislamiento. Cuando lo hizo, lavó la taza con desgano, escuchando algo de movimiento en la sala. No se alarmó. De hecho, apenas y lo notó. Dejó el pocillo encima del mesón y se dirigió a la habitación casi como un Zombie. Pasó por alto la sección de besos que pasaba en la sala, les deseaba silenciosamente que lo disfrutaran y se acostó en el futón al lado de Yuri. No lo notó al entrar, pero sabía que solía hacerse allí. Así que solo se acostó a su lado y cerró los ojos.

—¿No vas a saludar? —preguntó Yuri en un murmuro—¿O siquiera decirme al menos "buenas noches bebe"? —Yugo abrió los ojos y lo miró.

—¿Por qué te diría bebe? —preguntó en tono suave. Realmente confuso, sin seguirle el juego a Yuti.

—Porque apuesto a que soy menor que menor —escuchó, la oscuridad no lo dejaba ver caramente—. Te ves mayor —dijo no tan serio como debería. Ese detalle, se le escapó al chico de ojos esmeraldas

—Agh, como si eso importara —rodó los ojos—. No tengo que llamarte bebé de todos modos.

—Te llamaré bebe entonces —Yugo abrió los ojos un poco más—, ya que tu no quieres...

—¿Tenemos que darnos ese apodo mutuamente? Pues no me gusta, y no lo quiero —refunfuñó. Yuri pareció por un momento sonreír descaradamente.

—Lo que digas bebe —dijo sonriendo—, creo que es hasta mejor que el dichoso Yugou.

—Es Yugo —bufó suavemente—, no Yugou, no bebé —se cruzó de brazos.

—En fin, ¿cómo les fue? —preguntó Yuri. Yugo no estaba seguro, pero parecía que el otro le estaba mirando. Pero no podía estar seguro—¿Ya podrías dejar de alardear sobre tu dichosa Neo Domino City?

—Me gusta mi ciudad —suspiró en la oscuridad—, y si, nos fue bien. Y... umm... vimos a Rin —Yuri arrugó su ceño. Sabía quien era la dichosa chica—. Y creo que logramos despistarlos un poco, hice que... umm... ella... nosotros...

—¿Qué pasó Yugo? —preguntó. Yugo tomó aire. Pensó en que quizá debería saberlo. No quería que fuera como en los programas que veía antiguamente Martha en sus ratos libres, donde la mentira terminaba por destruir relaciones.

—Nosotros nos despedimos —soltó. Yuri pareció tomárselo con calma, pues esperó a que la explicación llegara—. Yo, yo le pedí el favor a Yuto y Yuya que me ayudaran. Me despedí de ella, le dije un par de cosas para que estuviera tranquila y entendiera que no teníamos nada que ver contigo —suspiró de nuevo—. Me despedí de ella, le pedí que no me buscara... nunca más. Creo que es lo más sano para... nosotros y que así al menos...

—Yugo —dijo firme el otro—. Tranquilízate, estás hablando demasiado rápido. Es molesto.

—No me reclames por esto —le enfrentó. Tomó algo de aire—. Me acabo de despedir de la amiga de toda mi vida, ¿cómo esperas que reaccione? ¿Bien?

—Te digo que te tranquilices, actúas como si estuvieras haciendo algo malo —Yugo se puso ambas manos en el rostro—. No has hecho nada. Te despediste, es todo, no tienes porque alterarte.

—Si tengo, sí que tengo —asintió mientras aún respiraba—. Ella era...

—Cálmate de una buena vez, no tienes que darme explicaciones de nada —dijo el otro algo duro.

—Ella, ella no...

—Deja de llorar también —suspiró—, tu no me dejarías ver tus lágrimas, así que no hagas que las vea.

—¡Como si lo fuera a controlar! —exclamó con la voz suavemente rota—También soy sensible, no como tú, que eres una piedra... —se limpiaba las lágrimas. Yuri rodó los ojos y se salió de su futón solo para acercarse al del otro. Se metió allí y lo abrazó, a pesar de las protestas—Pero ¿qué haces? ¡No te acuestes en mi futón idiota!

—No quiero más sollozos, bebé —rodó los ojos—. Además, creo que esta es la única forma de calmarte, ya que Yuya está algo ocupado esta noche.

—Suéltame —dijo intentando retirarlo, pero Yuri lo apretó más contra si—. Suéltame...

—Cálmate primero y después te suelto —le ofreció el otro. Yugo negó con ganas.

—Como si fueras a hacerlo, a ti solo te gusta molestarme —Yuri bufó sonoramente, e intencionalmente pellizcó la cadera del otro—. ¡Eh!

—Puede, pero no me gusta que te pongas a llorar —declaró—. Así que más te vale calmarte.

Yugo bufó un poco más y refunfuñó, pero al final se quedó dormido en los brazos de Yuri, calmado y con las mejillas empapadas. La carga se había aligerado un poco.

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Yuya se aferró a Yuto en la mañana, de manera casi inconsciente y bastante adormilado, pero lo hizo. Apretó sus pieles y ropa, ansiando algo del calor que desprendía. La mañana era fría. Y Yuto era demasiado cómodo como para dejarlo. Cómodo y cálido. Esa era la forma de describirle. Tenían una sábana, dada por Yuri muy temprano en la mañana, para que no se murieran de frio en el otoño temprano que se aproximaba.

—Yuya —oyó una voz susurrarle. Era la del chico que abrazaba—, Yuya hay que despertarse...

—No... —dijo en un murmuro. Yuto negó suavemente. No quería moverlo, pero sabía que debían levantarse. Yuri le había hecho ojos hace rato. Hoy era su turno de ayudar a cocinar. Aun si no le gustara demasiado—No quiero...

Yuto no podía culparlo, la verdad era que la luz que se filtraba de las ventanas era poca. Daba a entender que no era una mañana nada calurosa. Él ya ni notaba exactamente la diferencia entre una mañana fría o cálida, así que solo pudo suponer. Yuya solo se quería apresar a su lado para tener algo de calor humano, como si el fuera alguna especie de almohada térmica o algo por el estilo. Sonrió ampliamente. Al demonio, odiaba no cumplir con sus obligaciones. Pero el chico de ojos rojos era a ratos su mayor adoración. Quería consentirle todo lo posible, abrazarle, besarle, hacerlo feliz.

Porque él también era feliz de ese modo.

—Está bien, está bien... Solo un poco más —sonreía y se puso a acomodarle el cabello casi hebra por hebra. Quería tomarse su tiempo mientras se acurrucaban más en su pecho. Debió de darle algo de vergüenza el hecho de haber dormido en un monte sin cobijas ni nada. La verdad era que no sabía porque no tenían hipotermia. Bueno, quizá no tan exagerado. Apenas comenzarían otoño en un par de semanas. Casi se le sale una risita al pensar en que quizá en invierno, todos se juntarían para dar y recibir calor humano. El pensamiento solo le emocionaba un poco.

—Oh, bien —murmuró Yuri desde atrás, mirándolos de nuevo. Vino a ver porque Yuto se tardaba y lo entendió al ver a Yuya aun más acurrucado. Parecía demasiado cómodo. Aunque internamente le dieron unos pequeños celos porque él también quería que se le abrazara así, lo esfumó rápido. Quizá no se estaba perdiendo de demasiado, si Yuto se sentía como él cuando despertó con Yugo, no se perdía de nada—, ¡bebé! —llamó al otro por ese apodo que le había hecho en la noche, dirigiéndose a los dormitorios— ¡Despierta bebé! —hubo algo de movimiento.

—¡A mi no me llames así! —le reclamó saliendo de su habitación. Yuya se acurrucó más al lado del otro y murmuró algo. Yuto solo pudo apretarlo más contra sí, esperando poder dormir un poco más—¡Tengo nombre por si no lo sabías!

—Pensé que te gustaba un apodo más cariñoso... puedo buscar otro si quieres —sonrió mientras le ponía una mano en la espalda y lo empujaba hacía la cocina—. Lindo, pastelito, biscocho... Juguito porque combina con tu nombre...

—¡Eso no combina! ¡Eres pésimo eligiendo apodos! —se oyó a lo lejos. Se lo llevaban de allí con rapidez para que Yuya no tuviera que escuchar esa pelea sin sentido—Preferiría que me siguieras llamando bebe.

—Tranquilo Yuya —murmuró en el oído del otro—, puedes dormir un poco más —Yuya apretó suavemente sus manos. No tardó en ponerse a temblar suavemente. Yuto lo apegó más a sí, pensando que quizá el frio mañanero hacía de las suyas. El chico murmuró un par de cosas.

—Yuto... —fue de lo poco audible que escuchó. El aludido sonrió, creyendo que quizá el sueño fuera ameno.

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—Supongo que ya te has acostumbrado a estar aquí —oyó en su cabeza. Yuya no se asustó exactamente, sabía quién era. Así que se quedó quieto, esperando a que todo terminara—, has ido un poco más allá y esperas que las cosas sean mejores. No sé porque te has relajado tanto, si sabes que tienes cosas por terminar.

Zarc, no tengo nada por terminar —dijo seguro, sin moverse y sin alterar sus emociones—. Estoy bien aquí.

—No me convences —negó con la cabeza, estaba justo detrás de él, casi hablándole al oído, con su cuerpo de humano de nuevo, arrebatado del demonio ahora repartido en sus cuatro vestigios. Pero solo podía hablar y escucharse en la cabeza del otro. No tenía cuerpo y solo podía hablar por medio de la mente del otro. A veces sentía que moriría solo por estar solo cerca de una mente que no lo escuchaba, y que no le hacía caso en lo que quería, ni en lo más mínimo—, si no te convences a ti, no lo harás conmigo.

—No tengo que convencerte de nada—negó sin moverse casi. No miró atrás, no sabía que estaba atrás. Quizá pensaba que estaba en frente, en el interior de esa perla negra, esperando por asecharle o consumirle. Quitarle esa pureza en sus ojos, la poca que quedaba—. Tú no puedes hacer nada.

—No es como si necesitara hacer algo, tu mismo te has puesto en esta situación —sonrió con suavidad—. Tú mismo te fuiste de casa, abandonaste a tu madre y amigos para venirte a vivir con otros que son como tú, pero que no son tú. Sin explicarle a nadie, sin decirle a nadie.

—No podría —apretó los puños suavemente y tragó saliva—. Cambiaría mi pensamiento respecto a esto, me tiraría para atrás. No quiero pensar en mí antes de ellos.

—Vaya cosa, porque yo creo que no lo hacerlos sufrir más buscándote sea ayudarlos—se tomó una pausa—. Piénsalo, ¿qué creerías que harías si uno de tus amigos se hubiera ido sin explicación alguna? ¿Es que acaso has olvidado lo que sentiste cuando Sora se fue? ¿Todo el dolor que sentiste? ¿Todo lo que negaste que Sora era malvado? ¿Tanto que lo defendiste y creíste hasta el final que no era malvado? —casi se vio tentado a abrazarle de la espalda, a llenarlo más de esos pensamientos—¿No recuerdas acaso como se escuchaba de desesperada su voz cuando vino? Si tu obtuviste una respuesta, ¿qué es lo que hace que él no sea merecedor de una?

—Sé lo que haces —dijo en tono algo desafiante—, quieres tentarme a devolverme. Y volver a ellos.

—¿Y tu no lo has pensado también? —preguntó sonriendo. Yuya se removió suavemente—¿No has pensado que quizá ellos no se merecían esto? ¿Qué tu madre, tu querida madre, se ha quedado sola de nuevo?

—No me vas a convencer.

—Pero es la verdad, solo repito tus pensamientos. Una y otra vez. Hasta que entiendas que lo que has hecho, es un error. Tú has...

—Yo no he hecho nada malo.

—¿Tan sesgado estás por el amor que los otros te demuestran que te olvidas de la que te dio amor antes? —sonrió suavemente. Yuya pareció helarse—Ella fue incondicional contigo. Siempre, incluso se esforzó en ocultar su propia tristeza para que tu pudieras ser feliz —sonrió más, se atrevió a atraparlo entre sus brazos ponerle la boca en la oreja y hablarle—. No creo que ninguno de ellos haya hecho esto.

—Ellos me siguieron hasta aquí, ellos podrían haber vuelto con sus familias —casi sintió el miedo de Yuya al darse cuenta de esto como si fuera propio. Como si remotamente se hubiera conectado con él—. Todos pudieron haber vuelto, pero pensaron que lo mejor sería venir aquí, tener otra vida. ¿Es que no lo vez como yo lo veo? Para cualquiera de los tres volver a donde estaban sería un suplicio, aquí es un alivio. Yugo venía de un mundo tan injusto que cualquier salida a este sería fantástica para él, ¿quién desearía volver a un lugar donde tienes que vivir en un orfanato? Su única salida, su D-Wheel está destruida, para siempre. Años de trabajo en la basura. Yuri no tenía nada, si venía podría tener algo más que solo un montón de gente que lo juzgaba y no lo entendía. ¿Qué haría con una marca tan grande como la que tiene? Nada, nada porque él vivió para la guerra por años, tres años preparándose para su gran momento con el profesor, pero recordemos, ¿quién lo puso en esa celda de nuevo? ¿No era ese el mismo que lo preparó por años? —Yuya arrugó la frente. Quizá pensando en que podría tener razón de manera remota.

Eso no quiere decir que no haya sido difícil para ellos venir aquí —negó y se cruzó de brazos.

Yo creo que sí, yo creo que ellos no han sacrificado nada por venir aquí, lo de Yugo fue solo para que los dejarán en paz y él no tuviera que volver a ese molesto orfanato. Yuri solo ha hecho las cosas más fáciles porque ahora que lo tiene todo a su favor y a su alcance, no va a dejar que otros vengan a quitárselo.

Yuto...

—Yuto viene de un mundo destruido —Zarc sintió que lo tenía en la palma de su mano—, arreglaste la relación entre Academia y XYZ, hiciste que aquellos que destruyeron ese lugar fueran voluntarios para construirlo de nuevo. No cualquiera hace eso por un hogar que ni siquiera es suyo, ¿qué más quisiera Yuto que agradecerte de alguna manera lo que hiciste por él? ¿Por sus compañeros? ¿Por su mundo? ¿Crees que el no siente que le debes algo? A él no le gusta deber cosas así, lo sé, él es de ese tipo de personas que le estresa saber que le debe a alguien más de lo que cree poder entregar de vuelta —se tomó una pausa—. Ellos vinieron por eso, porque te deben algo. Y como has hecho más por ellos de lo que nadie más ha hecho, ¿cómo crees que no van a querer pagártelo de alguna manera?

—No, ellos no harían eso.

—¿Cómo estás tan seguro? ¿No crees que a cualquiera de ellos les molestaría la idea de deberte algo? Yuto morirá algún día y pensará todavía que está en deuda contigo, o pobre alma atormentada...

—Suficiente —se separó de él, negó rotundamente y se alejó saliendo de la sala de la perla negra. Aquella en la que vio por primera vez como todos se unían en uno. Como unos ojos se abrían en el centro, ojos amarillos, hambrientos de poder. Hace unos dos meses había sentido tanto alivio por verlo. Ahora su recuerdo le provocaba miedo, casi terror. Ahora no quería saber qué consecuencias de que esos ojos se abrieran—, suficiente. Sé lo que haces, no me convencerás de esto. No voy a volver a pensar en esto. No dejaré que me convenzas —le dio la espalda a la perla, a Zarc y miró hacia otra parte de la habitación, hacia la puerta.

Es una lástima... —dijo Zarc mirando la espalda de Yuya. Su sonrisa seguía allí—Quería hablar más contigo de esta manera, hasta preparé todo este discurso durante las semanas que han estado aquí, tanto que busqué en tu mente sobre ellos —Yuya abrió la puerta y se dispuso a irse de allí, alejarse de esos pensamientos y de esa mala vibra que había—. Calmadamente y sin tener que recurrir a la fuerza para convencerte, creí que sería un buen camino —El de ojos rojos puso un pie afuera y se paralizó totalmente—. Pero supongo que las cosas contigo siempre serán distintas, ¿verdad?

Había una especie de lazo en su estómago. Pronto sintió que una mano más fuerte le tapaba los ojos y otro brazo lo abrazaba del pecho. El agarre era posesivo. Lo arrastraron hacia adentro de la habitación una vez más. Con fuerza y decisión. Una de la que no podía librarse. Sintió que le mordían el cuello con fuerza y apretaban la piel en su pecho. Quiso gemir de dolor, pero nada salió de su boca. Solo podía sentir como lo llevaban a los más profundo de su mente y él no podía hacer nada.

Y entonces Yuya lo supo.

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—¡Presta atención! —gritó Yuri después de que empezara a oler a quemado—¡Se te quema!

—¡Ah! ¡Ah! —exclamó Yugo mientras corría a voltear los panqueques. Los dos que hacía en su pequeña estufa estaban terriblemente quemados y negros—¡Lo siento!

—No te disculpes —bufó Yuri mientras batía un poco más de masa para los panqueques que faltaban. Yugo estaba un desastre en la cocina y apenas había podido hacer 2 buenos. El de ojos fucsias había pensado seriamente en él encargarse de todo, pero no quería empezar una discusión más fuerte en la mañana, prefería solo regañarlo en cosas en las que sabía que tenía la razón—, más bien hazlo bien la próxima.

—Me comeré estos quemados —prometió. Yuri rodó los ojos—, ¡no miento!

—Eres tú el que se comerá seis quemados, no yo —volvió a batir un poco más antes de dejar las cosas sobre el mesón y acercarse a la estufa—. Voy a revisar como va el café si me disculpas.

Yugo se movió a un lado apenas. Yuri hizo lo que dijo y además lo dio por hecho. Retiró el envase del fuego y se fue a servirlo en otra parte del mesón

—No puedo creer que en serio te guste el café —señaló Yugo para cambiar un poco el mabiente—, para mi es demasiado amargo.

—Lo es —dijo Yuri encogiéndose de hombros. Sirvió las dos tazas con cuidado de no regar nada. Con la delicadeza con la que tocaría a una porcelana—, pero me gusta lo amargo en las mañanas, nada que hacer. Además, no estoy solo, a Yuya también.

De hecho, esa era de las cosas que había aprendido tanto Yuri como Yugo. Si se ponían a hablar, las aguas se calmaban un poco y no peleaban en nada. Simplemente convivían y eso era bueno, además, en el otro solían encontrar algo que no tenían.

—Cierto, Yuya te compaña —sacó los panqueques que tenía, agregó más aceite a los sartenes y un poco de masa en cada uno con cuidado. Yuri lo miraba atentamente—. Pero es de todos modos muy raro que les guste. Siempre lo toma solo los que son, bueno, adultos y así. O algo más grandes.

—Supongo, pero en Academia no había demasiado para desayunar, ¿sabes? Digo, solían variar con algo de jugo, pero cuando tienes 13 te empiezan a obligar a tomar café con leche, porque no hay suficiente jugo para todos —contó mirando al otro. Yugo arrugó un poco la cara.

—¿Y te sigue gustando?

—Es irónico, supongo —se encogió de hombros—. Pero creo que muy en mi interior no soy como los demás —tomó su taza y dio un pequeño sorbo—. Por eso fui el primero y el único que toma café sin leche. Al menos de la generación en la que estaba —revolvió un poco su taza, la dejó sobre el mesón. Tuvo el impulso de ir a buscar algo de azúcar, pero se contuvo—. Así que soy un raro.

—Como todos —Yugo subió los hombros. Yuri asintió suavemente. Empezó a cortar un poco de queso en lonchas que tenían—. A mí también me gustaban algunas cosas que a los demás no les gustaba demasiado, no tengo problema con la cebolla, por ejemplo. Nunca lo tuve tampoco. Mis amigos no soportaban tampoco el sabor, así que detestaban comerla yo era el único que terminaba rápido.

—Supe que Yuya no tenía problema con las aceitunas tampoco... —Yuri arrugó un poco el rostro, algo lo dejaba pensando. Solo que no estaba muy seguro—. Supongo que somos muy parecidos todos.

—¡Ja! —exclamó Yugo negando un poco—No lo creo, no tengo ningún parecido contigo. Menos mal...

Yuri rodó los ojos.

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Yuya terminó apretando fuertemente las ropas de Yuto. Este apenas se sorprendió, se había estado removiendo desde hacía un rato y era claro que tenía una pesadilla. Por ello, solo le tomó de las mejillas y trató de calmarlo. El de ojos rojos se acurrucó incluso más en el otro. Ocultó su rostro. El otro solo pudo ponerle una mano en la espalda y acariciarle suavemente la espalda, intentado calmarlo.

—Tranquilo, tranquilo —le susurró suavemente—. No era real, nada de eso era real.

—Lo sé... —respiró fuertemente—Sé que no es real. No, no lo es... —negó un poco, como su quisiera convérsense a sí mismo de que estaba a salvo, en los brazos de Yuto, sin la asquerosa sensación de estar siendo tocado por Zarc, ignorando el hecho de que sentía parte de su cuerpo no ser suyo. Cosas que no eran suyas.

—No lo pienses más —negó suavemente—, piensa en otra cosa, como el aquí y el ahora. Si vuelves a lo que viste la pesadilla no se irá en mucho tiempo —le besó con mimo el cuello. Un suave tacto, más para que el otro dejara de temblar—. Piensa en que Yugo y Yuri están haciendo el desayuno, que nos quedamos dormidos en la sala sin querer. Olvida lo que hayas visto en la pesadilla —Yuya poco a poco dejaba de tiritar tanto, pasaba a simplemente dejar de moverse de a poco—. Yo estoy aquí, no dejaré que nada malo te pase.

—No te vayas —dijo, casi lo exigió. Yuto asintió detenidamente.

—No lo haría —le dio un par de palmaditas en la espalda—. Te amo Yuya, no te dejaría por nada.

El de ojos rojos fue algo tímido, soltó un poco la ropa de Yuto y agarró de otra parte tela, antes de responder tímidamente.

—Te amo...

Yuto sonrió, sintiéndose afortunado. El silencio se expandió un poco. La conciencia de la cabeza de Yuya lo golpeaba por todas partes, exigiéndole que hiciera algo para dejar de pensar tanto, porque era demasiado lo que lo miraba a los ojos. Era demasiado lo que le decía que debía enfrentarlo. Era simplemente demasiado para él. Así que se separó un poco del de ojos grises, lo miró a los ojos y le besó. Era lindo para ambos tener a alguien a quien besar en las mañanas y con quien despertar. Quizá más para Yuto, que venía de un hogar desolado y destruido. Quizá más para Yuya, cuyo hogar siempre tuvo esa terrible sensación de estar incompleto.

—¡Oe! —exclamó Yugo. Ambos se separaron de inmediato y lo miraron desde su lugar—No se queden toda la mañana allí, hay que comer. Es hora de desayunar —se puso un pulgar en el pecho mientras sonreía suavemente—. Yo cociné y espero que les guste —dijo con cierto tono orgulloso.

—¡Si les gusta la comida quemada! —gritó Yuri desde la cocina—¡Y deja de alardear! ¡Aún tenemos que servir!

Yugo rodó los ojos.

—¡Ya voy! —suspiró suavemente—No deja de mandarme.

—¡Lo necesitas bebe!

—¡No me llames con ese apodo! —gritó Yugo, mientras volvía al comedor. Yuya se limpiaba un poco los ojos con los puños. Yuto se levantó, no sin antes darle un beso en los labios al de ojos rojos de nuevo. Agarró la sábana que tenían, la dobló decentemente y la puso sobre el sofá.

—Vamos a comer, ya es hora.

—Sí —sacudió un poco su cabeza. Yuto le ofreció su mano, Yuya la tomó con gentileza y lo levantaron con algo de fuerza. El de ojos rojos se mantuvo sonriente, besó al de ojos grises en la mejilla—. Que caballero —Yuto soltó una leve risa mientras guiado por el gentil apretón de manos de Yuya se dirigían al comedor.

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—So, ¿alguno de ustedes ha tenido sueños recientemente? —preguntó Yugo de repente. Después de el silencio tan prolongado que había, era de esperar. Algún tema al azar tenía que salir de su cabeza después de comerse un poco menos de 5 panqueques quemados, penas pudiéndolos pasar con leche.

—¿Qué clase de pregunta es esa? —se apresuró a contradecir Yuri, casi bufando y rodando los ojos. Yugo hizo caso omiso.

—Yo al menos no mucho —sonrió con algo de nostalgia—, antes, en el orfanato y en los días en la Friendship Cup, tenía sueños con frecuencia. Casi todos eran demasiado extraños, pero desde que llegué aquí, nada de nada. Como si mi mente hubiese cambiado o algo.

—Quizá no los recuerdas —sugirió Yuri queriendo acabar el tema, tachándolo de tonto. Yuto levantó una ceja, extrañado; había terminado hacía un rato su comida, solo que había dejado a la mitad, sin demasiada hambre en realidad. Yuya había sido el que se había abalanzado sobre la comida restante, comiéndola con gusto, llenándola de miel de abeja o de mermelada casera (cortesía de Yuri)—, ¿cómo este lugar te haría tener menos sueños?

—No lo sé, quizá tiene que ver con que nuestras mentes... ¿se unieron? —aproximó. Yuto, para evitar hacer cualquier expresión, tomó un poco más de café con leche. Yuya los miraba atento, masticando—¿O se reunieron?

—Quizá queda mejor eso —dijo Yuya a medio tragar. Yugo asintió.

—¡Exacto! Desde entonces no he soñado con nada de nada.

—Bueno... ahora que lo mencionas, yo también solía tener pesadillas cuando estaba en XYZ —Yuto arrugó un poco su ceño. Yugo le dirigió la mirada, Yuri lo miró a él también, Yuya se quedó concentrado en terminar de comer su panqueque con algo menos de entusiasmo—. Incluso las pocas noches que estuve en Standard me llegó una o dos pesadillas.

—¿Eran mayormente pesadillas? —preguntó Yuri levantado un poco la ceja.

—Sí, bueno, después de la invasión —tomó su taza un poco fuertemente—, nunca pude dormir tranquilo siquiera. Así que si soñaba eran pesadillas, si no, no era nada —se detuvo un momento a tomar aire y luego siguió, se rascó la nuca un poco—. En estos días no he soñado nada por suerte.

—Eso ya son dos coincidencias —dijo Yugo pensativo. Se volvió a mirar a Yuri, que estaba pensativo—, ¡eso son dos coincidencias!

—Tres de hecho —soltó, aún pensativo—, solo que no con pesadillas, con sueños. Solía soñar mucho en Academia.

—Yo no —negó un poco Yuya jugaba un poco con sus dedos —solía soñar mucho antes, pero sigo teniendo sueños ahora. No tienen mucho sentido, pero son sueños.

—Se queda en tres coincidencias —sentenció Yugo—, lo cual es más que suficiente para saber que algo no pasó a todos tres.

—Yuya entró en nuestra mente, ¿no? —dijo Yuri volviendo su mirada a Yuya. Se mordió un poco los labios.

—¿Supongo? Aún no sé que hice en ese momento —arrugó un poco su cara—. Pero esto de los sueños se me hace extraño, ¿por qué dejarían de tener sueños? No es como si todo esto estuviera conectado, ¿verdad?

—No debería —dijo Yuto.

—No creo, no es como si los cuatro fuéramos dependientes el uno del otro, porque podemos vivir independientemente del otro —todos se volvieron a Yugo, el cual se apresuró en agregar—, ¿verdad?

—Nunca lo había pensado —dijo Yuya en voz baja.

—Los cuatro podemos vivir en cuatro dimensiones diferente, así que creo que sí podríamos.

—Pero si uno muere... ¿los otros también? —preguntó de repente Yugo—Porque, hacerse daño es una cosa, pero la muerte...

—Está esa vez en la que me conecté con Yuya, cuando estábamos en la Friendship Cup —recordó Yuto.

—¿Cuándo Roger me... electrocutó? —preguntó el de ojos rojos recordando un poco de la experiencia. Cuando el maldito y desgraciado chip en su casco lo llevó a los límites del dolor y la agresividad. Cuando despertó de lanada sin recordar nada, cuando se fue acordando poco a poco de ello en las horas siguientes, en su encierro. No olvidaba esa sensación, esa de que había algo más allá de sí mismo. A veces se regañaba el por qué no había puesto cuidado a eso antes—Es raro, porque estaba recibiendo mucho dolor.

—Quizá solo está para dolores fuertes —saltó a decir Yugo.

—O a emociones fuertes —analizó Yuri—y los dragones claro, pero creo que las emociones son importantes.

—Claro —dijo Yuya pensativo.

Todos se quedaron en silencio. Ya sin saber que decir. Todos habían terminado de comer y ya nadie tenía ganas de seguir hablando. Era como si, de la nada, todos hubieran llegado a un punto en que cual no querían pensar. Uno que nadie quisiera pensar, uno que, quizá, hacía que se cuestionaran hasta que punto habían hecho lo posible.

—Bueno... —Yugo dio para interrumpir un poco el ambiente—, con esto ya puedo ser buen cocinero, ¿no?

Como si lo hubiesen acordado, Yuto y Yuri se levantaron y empezaron a llevar la losa. Yuya ayudó un poco poniendo cubiertos sobre los platos.

—Así que... ¿qué deberíamos hacer para almorzar? —dijo Yuya con suavidad.

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