But I'm forever missing her
Werd' dich für immer vermissen. Ich werd' dich nie vergessen. Jeden goldenen Tag, werd' ich für immer vermissen. Egal was wir getan haben, was wir gesagt haben, vergess ich nicht, Ich vergess dich nicht.
„Nie vergessen" - Glasperlenspiel
—¡Yugo! —volvió a gritar Rin al chico encapuchado que corría y se escabullía en callejones que conocía desde niña. El aludido no se volvió a ella en ninguno de los llamados. Solo cuando por fin paró, en un callejón sin salida. Uno elegido por la aparente soledad y la fácil vigilancia que podían tener—Yugo... —dijo ella algo cansada, con el cuerpo recargado sobre sus rodillas. El chico siempre había sido mejor para correr que ella y, sin embargo, su corazón volaba. Aprovechó el momento para mirar a su D-Pad y ver si tenía algún mensaje de sus dos amantes/acompañantes.
Yuto: Todo despejado, nadie la siguió. Suerte
Yuya: Buena suerte Yugo, todo libre por aquí -w-
Yugo soltó una ligera sonrisa por el mensaje de Yuya. Pero cuando levantó su mirada a Rin nuevamente no reaccionó a la cercanía de la chica ni al golpe tan severo en el estómago que le proporcionó. Le sacó todo el aire en muy poco tiempo y algo de saliva.
—¿¡Por qué saliste huyendo de mí!? —exclamó notablemente enojada, aún el sudor le perlaba el rostro, pero su expresión era de temer. Yuya, desde su limitado punto de vista, se llevó una mano al estómago, deseando que no fuera tan doloroso como se veía—¡Eso no se hace! ¡Y menos conmigo!
—Rin... —logró articular Yugo levantando una mano hacia ella.
—¡¿Cómo te atreves a hacerlo una segunda vez!? —reclamó directa. Yuto se percató en el detalle de que estaba temblando suavemente—¡¿Cómo te atreves a hacerme esto de nuevo?! ¡Todo este tiempo que estado aquí de nuevo te he extrañado! ¡Te he esperado cada día! —se puso una mano en el pecho, con los ojos llorosos—¡He estado ansiosa, asustada, enojada e impotente! ¡Sobre todo impotente! ¡Tienes que disculparte por todo lo que me has hecho! —sollozó sonoramente mientras el otro lo veía con un solo ojo, pues el otro no podía abrirlo por el dolor—¡Yugo! ¡Eres... Eres... un imbécil! —y se lanzó a los brazos del otro, envuelta en lágrimas. Lo abrazó del cuello apretándolo fuertemente contra sí.
Yugo solo la rodeó con los brazos después de que el dolor se le pasara un poco. Si había algo bueno en esos espacios de silencio, era que había podido reconstruir todo ese momento en su mente. A veces pensaba durante las noches en ello, quedándose despierto, imaginando que tal sería volverse a ver, después de tanto tiempo. Ya se esperaba la patada, ya se esperaba los gritos, hasta el mismo abrazo. Era Rin, era su amiga de la infancia, por supuesto que la iba a conocer bien. Aunque, no podía negar que el dolor sobraba en cierta forma.
—Rin, tranquila —dijo después de unos momentos, le acarició el cabello suavemente—, todo estará bien ahora —ella asintió mientras humedecía el hombro de Yugo.
Se quedaron allí, quietos durante un largo rato. Ella teniendo un par de espasmos y lloriqueando entre feliz, enojada y aliviada. Cuando de separó y se puso a verlo a la cara, con esa sonrisa que casi se conocía de memoria, tuvo serias ganas de pegarle una cachetada. O al menos golpearle.
—¿Dónde diablos has estado? —preguntó en cambio. No quería dejarlo lleno de golpes, no cuando la chica del orfanato también lo iba a regañar feo y los niños se le iban a ir encima. Al menos eso podría respetarlo—¡Eres muy malo! ¿Sabes? ¡Estas semanas que nos has dejado! ¡Eres lo peor! —Yugo pareció tener una expresión afligida. Cosa que no solía tener. Rin, esperando la reacción explosiva de su amigo, se extrañó—¿Yugo?
—¡No tienes paciencia! —resultó por decir. Se cruzó de brazos—¿Es que no creías que iba a terminar viniendo aquí? —negó suavemente—¡Y dices que no confío en ti!
—¡¿Pero que dices!? —Yuya, desde lejos, tenía una pequeña gotita de sudor. Yuto solo los mirada, expectante—¡Yo siempre confié en ti! ¡Pero ese un lento!
—¡Lo dice la que siempre terminaba de ultima en la clase de Educación Física! —contraatacó algo nervioso. Pero, casi después de soltar la ultima palabra, notó un poco la figura de Yuto en la distancia.
—¡Eso es mentira! ¡Y lo sabes! —exclamó. Yugo de nuevo se tardó en responder.
—Sobre donde he estado —se rascó la nunca inconscientemente—, bueno, no he viajado de dimensión hasta ahora. Todo el tiempo he estado en fusión —frunció los labios—. Oculto. Busqué una manera de venir.
—¿Oculto? —preguntó arrugando el ceño—¿Es por eso por lo que huías en ese bote? ¿Por qué te estabas ocultando? —Yugo asintió. Rin apretó los puños—¿A quién tengo que partirle la madre? Porque si te estás ocultando de algo, debe de ser grave.
—A mi —dijo y luego inconscientemente se puso una mano en el estómago—, aunque creo que ya lo has hecho y no quiero más —negó suavemente. Tenía cierta actitud humorística.
—¿A ti? —Rin no—¿Te estás ocultando de ti mismo?
—Eh... ¿no? —dijo sin saberse explicar. No se reprochaba el no haber pensado más en esta conversación, principalmente porque no podía hacer muchas cosas al tiempo, y Yuto ya le reprochaba con la mirada—Bueno, sí, quiero decir... ¿es complicado?
—¿Yugo? ¿Qué me estás diciendo? —preguntó entonces. El de ojos esmeraldas miró a su alrededor en busca de ojos ayudantes, pero no se encontró mucho, Yuto que estaba en una situación similar, o que lo estaría. Y Yuya, quien directamente había decidido no pasar por ello.
—¿Qué es lo que recuerdas de Academia? —preguntó después de morderse los labios—Cuando me viste irme en el bote, ¿qué es lo que pasó antes? —Rin pareció analizar la pregunta un poco antes de responder.
—Desperté en medio de varios escombros —dijo pensado un poco—, Estaba dentro de un recipiente de vidrio, lo rompí un poco para salir, pero fue difícil, había demasiado a mi alrededor —arrugó el ceño—. Todo estaba demasiado destruido.
—Yo cree esa destrucción —le dijo. Rin se quedó muy quieta. Yugo suspiró—, yo y los otros chicos, Yuya, Yuto... y ese tipo rosa del que no recuerdo el nombre —dijo ese último con un fingido disgusto. Rin lo miraba atenta—. Todos hicimos toda esa destrucción. No sabemos porque, no sabemos cómo. Solo sabemos que los cuatro somos... peligrosos —se mordió el labio—. Por ello no podíamos volver, por eso... umm... no puedo volver. No puedo estar tranquilo aquí, sabiendo que tipo de peligro soy para ti, para los demás —miró hacia arriba, a las vías de Neo Domino City—. Para esta ciudad —sonrió suavemente, con tristeza—. Así que decidí que no puedo, ni debo volver.
—¿Qué? —soltó Rin. Era demasiado para ella en poco tiempo. Yugo se tensó un poco. Esa voz era quebradiza. Temía que el también se pusiera así y no dijera lo mucho que no quería que eso les pasara, pero que ya estaba pasando y que por más que quisiera, aquella decisión, por muy influenciada que estuviera, ya estaba tomada—¿Qué estás diciéndome Yugo?
—Somos... Somos una bestia —miró inconscientemente a la dirección donde estaban los otros dos—. Una Bestia que por alguna razón quiere destruirlo todo y no dejar una sola alma en pie —una nueva pausa mientras Rin se ponía una mano en el rostro. Yugo no sabía, ni siquiera sospechaba porque el mismo no estaba también en ese estado. Quizá porque sabía que no era el momento, que sufrir, era para después. O quizá era porque desde hacía algún tiempo atrás había aceptado su destino—. Así que decidimos no estar cerca de nuestras ciudades —miró a otro parte rascándose un hombro—Bueno, al menos tres de nosotros lo decidieron.
—¿No puedes...? —se acercó un poco. Esperanzada, que la respuesta fuera que sí, que volvería, que podrían seguir siendo ellos una vez más. Que todo eso quedaría en el pasado para siempre. Realmente la esperanza no le ayudaba en nada ahora mismo—¿No puedes...?
—Rin... —él suspiró con tristeza—No puedo quedarme. Lo siento.
—Pero... —Yuya bajó un poco la mirada. Sabiendo y esperando que las cosas terminarán bien.
—Rin yo... umm... sé que lo que más quería, la Friendship Cup, esta ciudad, y... y tú, lo dejo muy atrás —negó suavemente poniéndole las manos en los hombros—. Pero, no sé qué es lo que es esta bestia, no sé cómo combatirla, no puedo contra ella —negó suavemente—. Solo puedo alejarme.
—¿Vas a dejar las cosas de esta manera? —preguntó ella con la cabeza baja—¿Vas a irte? ¿Para siempre? —Yugo no supo que decir. De alguna manera, conectó con ese antiguo miedo infantil, aquel que le decía que a alguno de ellos lo adoptaran y el otro se quedara en el orfanato, para siempre, sin poder saber del otro nunca más—¿Y qué pasa con todo lo que planeamos juntos? ¿Todo lo que estuvimos soñando por años? —se dio una pausa—¿¡Vas a dejarlo todo atrás!? —gritó con los puños apretados—¡No puedes! ¡Todo esto que hemos trabajado no puedes tirarlo como si fuera basura! —tenía la tentación de empujarlo—¡Tu no puedes hacerlo! ¡Jamás!
—Rin... —cerró los ojos para serenarse un poco—Rin, sé que es lo que sacrifico, pero...
—¡Pero nada! —bufó—¡No puedo permitírtelo! ¡jamás! ¡Le prometimos a Martha que venceríamos a Jack Atlas! ¡Se lo prometimos a Yusei! ¡¿Siquiera te acuerdas de ellos? —lo miraba atenta. Él asintió suavemente.
—Sí, me acuerdo de ellos —dijo sonriendo un poco—. Por ello es que ese sueño ahora es tuyo —Rin negó—. Tu puedes vencer a Jack Atlas.
—No...
—Tu puedes ganar la Friendship Cup —su sonrisa se mostró algo más radiante—, ¡tu eres la duelista más fuerte que conozco! —sonrió olvidando a Serena casi por completo. Aunque, no era momento de recordarlo.
—¡No!
—Tu puedes lograrlo Rin —y él la abrazó de nuevo. Ella no quería aceptarlo, ese sueño era de los dos, construido por los dos, luchado por los dos. ¿Cómo iba a seguir ella sola con eso? ¿Cómo iba a olvidarse del otro? ¿Cómo siquiera iba a pensar en seguir sin el otro?—Yo confío en ti.
—¡No puedes! ¡Tu...! Tu... —ella también lo abrazó fuertemente, sin ganas de soltarlo.
—Voy a estar bien —murmuró en el oído de la chica. Rin solo podía sollozar algo fuerte, apretando su cuerpo contra el del otro. Teniendo pequeños espasmos—, tengo buena compañía. Ellos no me dejarán solo, tu tampoco estarás sola, estoy seguro de que encontrarás a alguien.
—Yugo... —no podía decir nada. Él solo acarició su cabello suavemente.
—Te extrañaré mucho, te he extrañado mucho —Yuya sonrió suavemente. Las cosas estaban yendo aparentemente bien—. Siempre me harás falta, pero eso no quita que esto es algo que tenga que hacer.
—Lamento haberme dejado capturar... hubiéramos ido a la copa de este año —se aferró más a las ropas de la otra. Llorando como pocas veces lo había hecho, solo recordaba algo así, el día en el que Martha falleció y le hicieron un entierro—. Lamento no haber sido tan fuerte en ese entonces...
—No te preocupes Rin —sonrió el otro—, ese maldito no volverá a molestarte nunca más —dijo convencido.
—Yo... yo... por ello... —se tomó una pausa para que sus lágrimas no le impidieran hablar—Por ello... nos hemos separado demasiado tiempo...
—No es tu culpa Rin —dijo él, triste—, nada de esto es tu culpa. No tienes nada que ver con todo esto, ¿lo entiendes? Nada de nada —tomó aire y lo dejó salir—. Solo... Solo no quiero que tengas que ver nada más con esto, ¿sí?
Se separaron. Ella lo miró confundida.
—¿Cómo...?
—No me busques Rin —negó suavemente, sin poder mirarla a ella a la cara—. No quiero involucrarte más en lo que pueda ser, no sé si pasará algo o no pasará nada —cerró los ojos—. Pero no quiero arriesgarme, no contigo. No con ustedes. Espero que lo puedas entender.
—Yo... Yo... —tragó saliva. El corazón se le encogió suavemente, su vida de niña volvió a pasar por su mente. Cuando se le pasó por la cabeza que ese niño al que tanto quería podría irse en algún momento, recordó todo el dolor y todo lo que sufrió solo pensando en ello. Pero, ya no era una niña—Está bien... Pero tienes que prometerme que no morirás antes que yo. No quiero ver tu cuerpo caer antes que el mío. No podría... —Ahora entendía más cosas.
—Está bien —sonrió—. Solo espero que no te burles de mi por llorar —le dijo sonriéndole—, sería vergonzoso.
—¡Cómo si eso fuera lo que importara en un funeral idiota! —exclamó aún con su nudo en la garganta. Ella esperó que él dijera algo más, algo relacionado con ellos. Pero, quizá era demasiado ilusa.
—Cuéntale a los del orfanato que decidí irme —dijo con tristeza—y que no puedo volver. Ni siquiera a despedirme. Que les deseo una linda vida —sonrió con ganas—. Ya es hora.
—Cuídate... ¿quieres? —sonrió un poco, solo por él—Eso lo tienes que hacer tu solo, espero que nadie lo esté haciendo por ti.
—Eh... —soltó una risita nerviosa—Yuya se encarga de eso —se rascaba la nuca.
—¿Yuya está contigo? —preguntó ella dándose cuenta. Yugo no tuvo problema en decírselo. De todos modos, eso era parte de lo que tenía que dar a entender.
—Yuto también —sonrió suavemente—, ellos me cuidan, de alguna manera —ella tenía la boca abierta de la impresión—. Pero eso no es importante, ya es hora. Gracias por la mejor infancia de todas Rin —sonrió. Hizo algo que no pensó que iba a hacer, le retiró el pelo de la frente y la besó allí. Cosa que no había hecho nunca. La chica se quedó helada y suavemente sonrojada—. Adiós, Rin.
Y se volteó hacia la salida del callejón. Dejándola a ella atrás.
—¡Yugo! ¡Lo siento por la D-Wheel! —soltó por fin, era ahora o nunca. Yugo se volvió a la otra—¡Yo...! ¡Yo la destruí! ¡Lo siento!
—Está bien —dijo con suavidad—, ahora ya sabes como construir una, de seguro harás otra con facilidad —y volvió a su camino. Yuto se encontró con el saliendo de detrás de un basurero. Yuya, que estaba en los tejados, bajó con mucho cuidado. Ambos miraron a Rin, Yuto no pudo hacer nada. Pero el de ojos rojos le sonreía y le levantó la mano en señal de saludo.
—¿Ustedes? —murmuró suavemente.
Y lo ultimo que vio, Fue como Yugo levantaba un poco su rostro y se ponía la mano en los ojos. Después de eso, ellos activaron sus discos de duelo y metieron una carta. Rin se quedaría allí, en medio del callejón, viendo como los chicos se perdían en la luz. Mientras ella lloraba más, sin consuelo alguno.
Pero al menos, después de eso, entendió que las cosas tenían que seguir adelante.
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—¡Volvimos! —gritó Yuya cuando pusieron un pie en la casa. Yuto puso cara de reproche, no sabían si Dennis seguía allí o algo—¡Yuri! —dijo de nuevo animado. Yugo no estaba con ellos, se había subido al tejado únicamente para pensar—¡Yuri!
—A veces eres bastante imprudente —negó un poco Yuto. Yuya infló una mejilla.
—Quiero saber donde está Yuri —y caminó por los pasillos. Yuto negó suavemente y le siguió en silencio a sus espaldas. Solo sus pasos se escuchaban en toda la casa. No parecía que hubiera más vida en la casa—. Esto es demasiado silencio... ¿Tú crees...? —se volvió suavemente al otro. Yuto negó sin pensarlo. No creía que Yuri fuese capaz. De hecho, no consideraba a ninguno capaz.
—No, no creo que se haya ido —dijo seguro de si—, quizá se fue al pueblo. Iré a su cuarto a ver si dejó alguna nota —le avisó mientras tomaba un rumbo diferente en la casa. Yuya asintió sin ideas de que responder. Continuó su camino a la cocina, revisando la pequeña sala con rapidez y poco detenimiento. Cuando llegó a su destino, miró a los platos usados, eran dos a lados opuestos de la mesa. Yuya hizo una mueca de preocupación.
Sí había entrado a la casa después de todo.
Como no pudo sino tragar saliva, se dispuso a recoger la losa y lavarla. La casa era de todos, así que mantenerla limpia era algo que debía ser responsabilidad de todos. Los dos platos y el pocillo fueron levantados. Quizá también limpiaba un poco para evitar pensar, quizá en ese momento lo hacía para evitar pensar en la posibilidad de que Yuri... negó con la cabeza. No era posibilidad. Fregó todo al menos dos veces antes de dejarlo en paz, incluyendo una hervidora y unos artefactos que usaba Yuri para su té. Quizá se hubiera ido con los demás, solo porque creyó que... bueno, que era mejor opción que quedarse con dos chicos que en el fondo lo detestaban. Se mordió el labio muestras se restregaba las manos en el lavadero. Suspiró suavemente, vagando un poco en su mente. Derivando entre una cosa y la otra. De una a otra.
Como un tornado de cosas que no para.
Yuto lo paró, con su suave tacto sobre el hombro. Se volvió a él, que le dio una pequeña indicación de que lo siguiera. Sin palabra alguna, como solía hacer cuando estaban en algún ataque contra Academia, solo que ahora, era para caminar en su propia casa con sigilo. El de ojos grises lo guio hasta la habitación que compartían todos. Y allí vio a Yuri, recostado sobre el futón, descansando y respirando suavemente. No se había percatado de lo tarde que era. En realidad, no era tarde, solo se había tardado lo suyo en Syncro. Verlo en paz, durmiendo en la actitud más calmada que había, le dio tranquilidad de que todo había salido bien ese día.
—Vamos —le dijo Yuto a susurros después de que lo contemplaran un poco.
—Me alegra que todo haya salido bien —susurró Yuya sonriendo abiertamente. Yuto también le sonrió tenuemente y le agarró la mano para que se retirarán un poco y pudiera cerrar la puerta movediza. Caminaron de nuevo a la cocina.
—A mí también Yuya.
—Oye —dijo apretándole suavemente la mano—, ¿quiere chocolate? Creo que no parecemos muy cansados —comentó aun sonriendo. Yuto arrugó un poco la cara—. ¿Ah? ¿No quieres?
—Está algo tarde Yuya —la voz algo insegura, le abrió al menos un pequeño hueco a Yuya para actuar—, además, no creo que tengamos chocolate aún.
—Si que tenemos, lo revisé esta mañana —sonrió suavemente—. Además, estoy seguro de que algunas bebidas calientes ayudan a dormir —Yuto volvió a negar, no demasiado convencido—. No quiero que tengas problemas de insomnio
—No creo que el chocolate sea una de esas bebidas —estaba en una actitud algo madura para lo que parecía—, da bastante energía.
—Siempre tomé cuando era pequeño —sonrió Yuya halándole de la mano un poco más, parecía un niño pequeño consentido—. Mi madre siempre me hacía cuando tenia alguna pesadilla o no podía dormir. No era muy seguido, pero cuando había me hacía —sus ojos reflejaban una suave nostalgia. Yuto, con la palabra "no" en su boca, calló—. Además, estoy seguro de que Yugo querrá un poco, la noche es algo helada y creo que en su orfanato también le hacían.
Yuto meditó unos instantes.
—Bien —accedió por fin—, pero tú lavas todo —Yuya le guiñó un ojo, y con emoción se puso a buscar lo que iba a usar para preparar el chocolate. No había malvaviscos, pero eso no era ningún impedimento.
Yuto se sentó a verle hacerlo, al principio, Yuya era muy torpe con cuestiones de cocina, solo con el tiempo y con lo que recordaba de Yoko, era que había mejorado. Aprendía rápido, aunque con un maestro como Yuri quien no. El chico tampoco era experto, pero leía mucho y practicaba bastante. Yuto creía que debería el hacer algo así también, leer y aprender, pero pensó que la cocina no era lo suyo, que lo único con lo que podría hacer algo, era un caldo apenas bien cocinado. Ni siquiera con pollo, con verduras, papas que se encontraba por allí que no habían perecido. Si salvación siempre había sido ese refugio que habían hecho, donde el colaboraba para que no se viniera abajo y le ayudaban con comida.
Desde ese entonces, se había negado a no hacer mucho más que té cuando le apetecía (que no iba a ser tan descarado y pedírselo a Yuya) o quizá fritar un huevo (solo uno, ni siquiera dos). Además, consideraba que dos personas que supieran de la materia bastaban para la casa. O eso esperaba, porque Yugo tampoco tenía demasiado ánimo por la materia.
—¿Crees que haya sido muy complicado? —preguntó Yuya de la nada. Yuto lo miró y negó un poco.
—Yuri sabe como manejar las cosas que no le gustan —dijo convencido—, es bueno en eso.
—¿Crees que lo haya dejado por la paz? —no lo miraba al hablar—Digo, sé que Dennis puede llegar a ser algo... intenso... así que...
—¿Dennis? —preguntó Yuto—¿Qué quieres decir con Dennis?
—¿No lo habías pensado? —preguntó algo confundido—Es, bueno, él único que se me ocurre que pudo venir y tocar la puerta para llamar a Yuri —se mordió suavemente los labios—y también el único que se me ocurre que Yuri pueda dejar pasar.
—¿Por qué crees que pasó? —preguntó Yuto aún confundido. Yuya parecía estar haciéndose ideas en su mente.
—Porque cuando vine aquí al llegar había dos platos de té en la mesa —se volvió a mirarlo—. Por eso.
—¿Dennis? —Yuto se puso a pensarlo un poco. No encontró algún punto en el que su mente le dijera que no era una posibilidad.
—Sí, bueno. Ya lo conocemos, ¿no? No sé porque creo que sería bastante insistente si viniera.
Bueno, sí había una cosa.
—¿Desde cuando Yuri y él son amigos? —preguntó. No recordaba ningún momento en concreto en el que ellos fueran camaradas siquiera. Yuya se quedó helado.
—¿Él no lo ha mencionado? —preguntó con un tono algo tétrico.
—No que yo recuerde —arrugó el rostro y después alzó una ceja al ver que Yuya se volvía al chocolate y se rascaba la nuca.
—Debe de ser mi imaginación —dijo suavemente—. Pero, de todos modos, creo que lo logró. Creo que no se volverá a acercar. O al menos eso espero.
—Sí, esperemos que así sea —dijo finalmente, y se sumieron en un silencio. Yuto quería respetar lo que Yuya tuviera en su mente, lo que sea que fuera, lo que sea que pensara. No quería meterse a forzarle y sacarle que era lo que le escondía. ¿Por qué debería siguiera? Confiaba en Yuya. Creía que decía la verdad. Creía que de verdad se había imaginado eso. No era difícil crear una conexión. Era de los pocos que se habían mantenido fieles a Academia hasta el final. Los otros habían traicionado o no tenía tanto sentido que vinieran. Lo dejó pasar mientras el otro terminaba el chocolate. Cosa que no tardó demasiado. Yuya fue a servir en los diferentes pocillos que había y se encontró con una nota en medio de las piezas de porcelana de Yuto y Yuto.
—¿Qué es esto? —preguntó muy para sus adentros. Yuto miró con curiosidad mientras Yuya miraba al pequeño trozo de papel que había. Lo leyó para sus adentros, se sonrojó suavemente y guardó la carta en alguna otra carta. Miró al de ojos grises, que, aunque no lo manifestara, estaba deseoso de saber que era—Es... Yuri —y se volteó de nuevo a los pocillos bajando los que había—, se está disculpando porque dejó caer mi Mug, dice que después lo compensará.
—Um... —asintió. No explicaba el porque del sonrojo, pero suposo que no debería—, ¿quieres compartir chocolate conmigo?
—Está bien —asintió aun con las mejillas algo rojas, Yuya se puso de manera cuidadosa a servir. Yuto se levantó por fin y se fue a su lado. Lo abrazó con un brazo de la cadera y po apegó un poco a hacia sí.
—Yo le llevo el chocolate a Yugo, ¿está bien? —le afirmó. El sonrojo del otro estaba un poco más intensificado—. No olvides darle uno a Yuri, así no lo vaya a tomar —le dio un suave beso en la frente y se llevó la taza de Yugo. Dejó a Yuya allí, parado en medio de la cocina.
Volvería más tarde. Cuando Yuya hubiera dejado una taza de chocolate al lado del futón de Yuri y hubiera ido a la sala. Cuando no se escuchará más que los grillos a las afueras, solo los iluminara la tenue luz de un bombillo viejo y ellos pudieran disfrutar de la bebida, mientras se besaban con suavidad. O mientras se tocaban, explorando el cuerpo del otro, sintiendo mariposas en el estómago y pensando que así, y solo así, se sentían algo más completos que antes.
—Yuya —dijo suavemente sobre los labios del otro, embragado por los mismos—, me gusta besarte —y le dio un beso casto. Yuya tenía las mejillas aún más rojas que antes. Sobre todo, cuando las manos del otro se pusieron sobre estas—, demasiado.
—Se suponía que solo tomaríamos el chocolate —murmuró apretando un poco las ropas del otro. La taza estaba en el suelo, a más o menos un metro alejada de ellos—. Aún está a la mitad...
Yuto no quiso responder a nada, Estaba muy entretenido mirando las facciones del otro y acariciando suavemente sus mejillas como para importarle el chocolate.
—Eres hermoso —eso encendió más el rojo del otro que apartó la mirada. Solo consiguió por respuesta un suave beso en la frente y de nuevo en los labios. Como si no se cansaran de los mismo—. De verdad eres hermoso.
—Yuto... —Yuya tuvo el impulso de taparse la cara o la del otro. Era mucha vergüenza para él. Aunque a veces era un niño que buscaba más atención de la que se merecía, eso quería decir que estuviera acostumbrado a ella—, el chocolate...
—Lo calentarás mañana o lo tomamos frio —le volvieron a besar mientras bajaban sus manos a las mejillas y lo apretaban contra el otro. El de ojos rojos, aún no queriendo que parte de su trabajo se echara a perder, desistió. Aún no se imaginaba haciendo algo así en frente de los otros dos.
—Está bien —y le metió las manos en la camiseta para sentir la piel fría del otro—, pero tu eres el responsable —hizo un suave puchero. Yuto sonrió, le besó de nuevo los labios.
No era como si pudiera negarse de todos modos.
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