CAPITULO 8

El ruido de la puerta siendo tocada me despertó, abrí los ojos lentamente y visualicé una figura que ingresaba, cuando pude enfocar bien, noté que era mi madre. Pulgoso saltó de la cama y se acercó a olfatearla.

-Aleja a esta bola de pelos de mí.
-Pidió rígida como una tabla.

-Ven muchacho. -Lo llamé, para luego llevarlo a mi regazo.

-¿Dormiste bien? -Consultó mamá manteniendo su distancia de mí.

-Como un bebé. -Contesté acariciando detrás de la oreja de mi fiel amigo.

Su rostro se ensombreció por unos segundos, un remedo de sonrisa trató de formarse sin éxito.

-¿Pasa algo mamá?

-No, no es nada. Te espero abajo para desayunar.

Mentir no se le daba bien, algo me ocultaba, pero no la presionaría por el momento, tenía otras cosas divagando por mi cabeza.

-¿Sabes cuándo es el funeral del padre de Mildred? -Pregunté

-Oh sí, ya fue cariño, lo enterraron hoy en la mañana.

-¡Oh! -Exclamé con decepción.
-Quiero ir al cementerio ¿Me llevas?

Me miró analizando mi solicitud.

-Por favor, ya me siento mejor. Además me gustaría ir a su casa a dar el pésame.

-Está bien. -Me sonrió sin ganas.

Me puse un vestido negro, con calzado del mismo color, recogí mi cabello en un perfecto moño. Una vez lista bajé con Pulgoso en carrera olímpica para que lo sacara, aunque tenía dos cajas de arena, él prefería ir al patio del vecino ¿Y quién soy yo para negarle algo que lo hace tan feliz?

Le abrí la puerta y la dejé entreabierta para que entrara cuando terminara su fechoría. Mamá se había cambiado de ropa, llevaba una enagua negra con una blusa de seda gris, un collar de perlas y unos aretes a juego color negros también.

Desayunamos en silencio, pero no era un silencio incómodo, me dio tiempo de meditar lo que me sucedió ayer, miré a mamá pensando en sí decirle lo que me había ocurrido, tenía que contárselo a alguien. Abrí la boca con la intención de decirle cuando el teléfono sonó.

-Sí. -Respondió ella con voz cansada. -Entiendo-Continuó.
-Cuídate cariño, iremos a la casa de los Ford. Sí le daremos las condolencias a su familia. Claro se los diré. -Era tu padre. -Agregó.
-Tiene que cubrir a un colega a última hora, no regresará hasta tarde.

-Pobre. -Expresé más para mí misma que para ella, ya llevaba doce horas trabajando, esto de ser médico, resultaba agotador.

Una vez que alimenté a mi perro, lo encerré en mi cuarto, quedó aullando, se me rompía el corazón, pero era eso, o devolverlo a la veterinaria, así que la primera opción no era tan mala, si lo mirabas desde esa perspectiva.

Primero fuimos al cementerio, antes pasamos por una floristería, odiaba las flores tradicionales que se utilizaban en estas ocasiones,  por mí hubiera comprado de otra clase, pero mamá no me secundó, y se decidió por unas pomas blancas. Al llegar al Campo Santo, preguntamos al sepulturero donde lo habían enterrado y él no guió donde una cruz reposaba en frente de un tumulto de tierra recién cavado. Sentí un escalofrío que me recorrió la columna, aunque era verano. Una sensación de ser observada me envolvió, pero al volver a ver a mi redonda, solo estábamos mamá y yo.

-¿Sucede algo cariño?

-No. -Contesté tratando de mantener la compostura. Por mi cuenta, compré una simple rosa roja, al colocarla junto al resto de flores que ya decoraban el cimiento, mis dedos tocaron la tierra y otra vez sucedió, vi a los familiares y amigos de Mildred rodeando la tumba, caras tristes y otras llenas de lágrimas. Sentí como una apuñalada en el corazón, no pude evitar exclamar del dolor, toqué mi pecho y caí de rodillas, faltándome el aire.

-Tabatha. -Me llamó mamá asustada.

Veía sus caras, las de todos, y a Mildred llorando, me dolía la pérdida aunque no era mía y comencé a llorar.

-Amor ¿Qué tienes? Dime.

La voz de mamá apenas era audible, me levanté como pude y salí corriendo, escuchándola llamarme. Me perdí en el mar de sepulcros y cada uno que tocaba, era lo mismo, dolor por todos lados ¿Qué me estaba ocurriendo? Tropecé y caí, mirando a todos lados y lo vi, un hombre con traje negro, lo reconocí de inmediato, el papá de mi compañera de clase.

-No. -Traté de enderezarme quedando sentada y recostada sobre una bóveda, cuyo ángel extendía sus alas al cielo.

Él se acercó más y quedó de cuclillas frente a mí, me sonrió de una forma amable, me habló pero no con palabras, sino en mi mente: -Tengo un mensaje para tí, vienen tiempos difíciles pero debes ser fuerte, la verdad pronto será revelada.

-Hija. -Mamá estaba junto a mí ayudándome a levantarme.

-Sácame de aquí. -Le pedí temblando de pies a cabeza.

-Vamos. -Me apoyé en ella y nos dirigimos a la salida, entré al auto y mi cabeza quedó en mi regazo con las manos sobre mi nuca. Mamá condujo de prisa, cuando llegamos a la casa, escuché que telefoneaba a papá y le contaba lo acontecido, no quería preocuparlos. Cuando él llegó en horas de la tarde, me encontraba recostada con Pulgoso a mi lado, mamá me dio un té de tilo para los nervios, lo sucedido en el cementerio, me afectó emocionalmente.

La puerta se abrió, yo estaba de espaldas, sentí como la cama se hundió de un extremo al sentarse alguien, y luego unas manos acariciaban mi cabello. Pulgoso brincaba contento por lo que imaginé de quién se trataba. Me voltee despacio y unos cansados ojos me observaron debajo de aquellas pronunciadas ojeras.

-Hola papi. -Lo saludé acurrucándome en su regazo como cuando era niña.

-Hola hermosa. -Se inclinó un poco para besarme la cabeza. -Quieres contarme qué pasó allá.

-Una crisis de pánico creo, no lo tengo muy claro aún.

-"Pánico". -Repitió

-No lo sé pa, algo me está sucediendo. -Las lágrimas comenzaron a desbordarse.

-Cuéntame. -Me pidió.

-No me creerías. -Dije entre sollozos, odiaba llorar, pero a veces, el llanto liberaba.

-Pruébame. -Me incitó.

Lo miré y ambos nos acomodamos al respaldar de la cama, le conté todo, desde la premonición de ayer hasta lo que pasó cuando toqué la tierra y la visión con el padre de Mildred, cuando terminé él guardaba silencio.

-No estoy loca papá.

-No, no lo estás. -Su mirada se perdió en la pared.

-¿Qué es entonces? -Titubeé con temor de oír la respuesta.

-Descansa, estás bien acompañada. -Sujeta a Pulgoso y lo levanta a la altura de su cara, mi traviesa mascota, lame su nariz y ambos sonreímos.

-Qué asco un beso de perro. -Lo vuelve a dejar sobre la cama y procede a limpiarse con la manga de su camiseta.

-Te amo papá. -No sé porque lo dije, yo no era muy abierta para expresar mis sentimientos, pero me nació hacerlo.

-Yo también te amo hermosa.

Me sonrió antes de irse, dejándome con una creciente incertidumbre, no sé porque tenía el presentimiento que él sabía algo, de lo cual yo no era partícipe, pero por ahora necesitaba descansar, no pude ir donde Mildred, no me encontraba en condiciones apropiadas para darle el pésame, luego la llamaría.

Los párpados se fueron cerrando, sentía el aliento de mi compañero de cuarto sobre mi hombro, al menos alguien velaría por mis sueños.

**********

Me desperté sobresaltada, me extrañó ver claridad colándose por la ventana, cuando papá vino a verme eran cerca de las 4:00 p.m. me fijé en el reloj y casi me da un infarto al ver que era la 1:00 p.m. del día siguiente. Me levanté un poco mareada y me estiré a las anchas, me extrañó que Pulgoso no estuviera conmigo.

-Ven aquí amigo. -Lo llamé sin respuesta. Me fijé debajo de la cama pero no estaba. Que extraño, decidí buscar a mamá, los encontré a ambos en la sala de estar, mamá lloraba y papá la abrazaba.

-¿Qué ocurre? -Pregunté restregándome los ojos. Pero ellos no parecieron notar mi presencia.

-Papá, mamá. -Los llamé, pero ninguno de los dos se volteó.

-Cómo se lo diremos. -Mamá jugaba con sus dedos nerviosa.

-Déjame a mí. -Papá acuna su rostro entre sus manos.

-Oigan qué sucede, estoy aquí saben.

Me acerqué a ellos y al intentar tocarlos mi mano pasó directo, atravesándolos.

Me quedé observando mi mano unos segundos, volví a tratar de tocarlos pero pasó lo mismo.

-Papi. -Ellos seguían hablando sin percatarse de mi presencia, es cuando me di cuenta que mamá sostenía la correa de Pulgoso.
-¿Dónde está mi perro? Pulgoso.
-Lo busqué pero no se veía por ninguna parte.

Un terrible presentimiento me oprimió el pecho. No, no, él está bien. El aire me faltaba otra vez y es cuando desperté.

Me enderecé de golpe y volví a ver la hora, la 1:00 p.m. y mi fiel amigo no estaba conmigo.

-Pulgoso, Pulgoso.

Abrí la puerta del baño y la del armario, debajo de la cama. El corazón martilleaba con fuerza, salí al pasillo y luego a la sala y encontré a mis padres tal y como lo había soñado.

-Tabatha. -Dijo mamá sollozando con la correa de mi perro en sus manos.

-¿Dónde está?, ¿Dónde está?
-Repetí.

Mamá dirigió su mirada hacia otro lado, fue papá el que se acercó a mí.

-Hija hay algo que debes saber.

Moví la cabeza hacia los lados conociendo lo que me iba a decir.

-No. -Comencé a llorar, tapando mi boca para ahogar los sollozos.
-¿Dónde está mi perro? -Casi grité.

-Hubo un accidente cariño.
-Empezó papá.

-¿Qué clase de accidente? -Apenas fui capaz de preguntar.

-Le abrimos la puerta para que saliera como todas las mañanas, yo venía llegando del hospital y.... -No terminó la frase.

-¿Y? -Consulté con la voz temblorosa.

-No lo vi, quedó debajo del automóvil.

-¿Qué me estás tratando de decir?

-Cariño lo lamento, yo...

No lo deje terminar, salí de la casa con dirección en donde papá parquea el carro y en una parte de la acera había una mancha oscura que trataron de lavar, quedando aun así residuos. Me arrodillé y coloqué mi mano encima y sucedió, lo vi todo. Mamá abriéndole la puerta a Pulgoso para que saliera, el auto de papá acercándose, a mi inquieto sabueso persiguiendo una ardilla y quedando debajo de las ruedas sin que papá lo supiera,  y luego un quejido, un dolor se apoderó de mis entrañas, sentí el vehículo sobre mi cuerpo, el miedo, todo lo que Pulgoso experimentó antes de morir.

El copioso llanto se desbordaba por mis mejillas sin darme tregua de recuperarme. Tome mi cabeza con ambas manos sin entender cómo era posible que pudiera ver su muerte. "Su muerte" Pulgoso murió atropellado por mi padre.

-Taba. -Él intentó acercarse, pero pareció arrepentirse. -Lo siento tanto, yo, no lo vi. -Sus cristalinos ojos me indicaban que lo lamentaba, pero no podía culparlo, no lo hizo adrede.

Le extendí la mano y él me ayudó a colocarme de pie, las piernas me flaquearon y papá tuvo que sostenerme para no caer. Sus brazos me alzaron y cargaron hasta un sillón donde me recostó.

-Cariño ¿Qué tienes? -Mamá deambulaba a mi alrededor preocupada. -Rick, ¿Qué le pasa a nuestra hija?

Papá me examinaba, me tomó el pulso, la temperatura, la presión, incluso controló los latidos del corazón con el estetoscopio, él siempre tenía un maletín en casa con todo lo necesario, de vez en cuando, hacía visitas a domicilio cuando lo llamaban.

-¿La llevamos al hospital? -Mamá inquiere. -Está muy pálida.

-No creo que sea necesario, ¿Cómo te sientes hermosa?

-Mejor. -Mentí, la verdad no deseaba volver al hospital.

-Taba, con respecto a Pulgoso.

No lo deje terminar. -No, sé que fue un accidente, no estoy enfadada contigo. -Las palabras salieron agónicas, tratando de evitar que el llanto volviera a mis ya irritados ojos.

-Pediré permiso en el hospital para cuidarte.

-No papá, debes ir, solo me dio una crisis, es todo.

-¿Estás segura?

-Ve, mamá velará por mí ¿Cierto?
-La volví a ver.

Ella asintió con la cabeza, pude leer su expresión, aunque no quería a Pulgoso, estaba dolida por su pérdida, porque sabía que a mí me afectaba, y el dolor de los hijos, es compartido por sus padres, de eso no me cabe la menor duda.

-Descansa unos minutos y come algo. -Me recomendó mi padre.

Asentí para luego preguntar:
-¿Dónde lo enterraron?

-Afuera, cerca del jardín del señor O' Neil, pensé que sería el lugar perfecto.

No contesté, él besó mi frente y se fue a descansar, entraría a trabajar dentro de unas cuantas horas.

-Tabatha, tu papa se siente terrible, gracias por no enfadarte con él.

-No tengo porqué, solo voy a extrañarlo.

-Quizás podamos adoptar a otra mascota ¿Qué te parece?

Para que mamá sugiriera tal cosa, realmente se encontraba angustiada por la muerte de mi perro, pero ningún otro animal llenaría el vacío que él estaba dejando.

-Ya veremos. -Contesté sin ganas.

-¿Quieres algo especial para comer?

-No tengo apetito. -Mi mirada se perdió en el cielo raso.

-¿Jugo de naranja tal vez?

-Sí, jugo de naranja está bien.

Lo necesitaba, tenía mi garganta seca. Cerré los ojos pero los abrí de inmediato, la imagen de la muerte de mi cachorro se repetía en mi mente y el dolor regresaba. ¿Qué demonios me pasa? Aquí hay gato encerrado, hay algo que mis padres no me dicen, creo que cuando me sienta mejor, ellos y yo tendremos una larga y amena charla.

*******

Pobre Tabatha, perder a Pulgoso, es extraño lo que se sucede ¿No creen?

Besos y abrazos.

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