CAPITULO 33

Narra Ben:

Llego a casa, abro la puerta y me dirijo a mi recámara, caigo de espaldas sobre la cama, estoy tan cansado que me quedo dormido casi de inmediato.

-Ben, hijo. –Siento que me zarandean, abro los ojos y veo a mi papá en frente de  mí.

-¿Ya amaneció? –Bostezo y me estiro a mis anchas.

-¿Dónde estuviste? –Se cruza de brazos.

-Donde Tabatha. –Me restriego los ojos tratando de desperezarme.

-¿Quién? –Arquea una ceja.

Me acordé lo dicho por Camile, todos aquellos que tuvieron relación con ella, la olvidaron.

-Papá, escucha, estoy aquí, me encuentro bien, y no sufrí el cambio.

El semblante de mi padre quedó perplejo, sin poder creer mis palabras.

-No te estoy mintiendo, lo pude controlar.

-¿Cómo es eso posible?

-No lo sé papá, pero es la primera vez desde que fui mordido que sucede.

-¡Increíble! –Exclama aturdido.

-Me iré a duchar.

-No creas que te librarás de mí, hay muchas cosas que requiero me aclares. –Se cruza de brazos. -¿Vas a ir a la escuela? –Consulta.

-La escuela es el menor de mis problemas ahora. -Dejo ir un pronunciado suspiro.

-Hijo ¿Qué ocurre? Y quiero la verdad.

-No te gustara escucharla. –Me quito la camiseta, dispuesto a entrar al baño.

-Entre nosotros nunca ha habido secretos.

-Está bien, hablaremos cuando regreses del trabajo.

-Me alegra saber que estarás aquí.

-No iré a ningún lado.

Papá se marcha no muy convencido, se sintió reconfortante el agua fría sobre mi cuerpo. No puedo dejar de pensar en Tabatha, abarca por completo mi pensamiento. Me visto y le hago caso a papá, me alisto para ir a clases, la verdad tal vez sea bueno despejarme.

Subo en el autobús y Mildred me sonríe, sé que me está guardando campo, últimamente lo hace. Como todos los días el silencio prevalece, las miradas se clavan en mí, una vez que tomo asiento el cuchilleo inicia otra vez.

-¿Por qué faltaste a clases? –Inquiere jugando con una de sus trenzas.

-Estuve enfermo. –Mentí.

-Ummm ¿Qué tenías?

-Un resfriado.

-Ya veo. ¿Hiciste la tarea de física?

-¿Había tarea? –Arqueo una ceja.

-Respuesta incorrecta. –Convierte su boca en una línea.

-¡Demonios! –Digo contrariado.

-Tenemos la primera lección libre, el profesor de gramática no vino, varios profesores no lo hicieron, los mandaron a una capacitación, podemos ir a la biblioteca, te ayudo a hacerla.

-Gracias Mildred, lo apreciaría.

-Con gusto. –Me sonríe.

En la biblioteca ocupamos una mesa, y con el libro de física abierto, la pelirroja comenzó a explicarme los ejercicios, luego esperaba que los resolviera para revisarlos. Al final, terminamos apenas sonó el timbre de cambio.

En el receso vi a Brent y a Julissa, con su compañera Yenuen el chico llamado Josué, que a veces los acompañaba en la hora del almuerzo. Julissa me miró y se acercó a mí ante la asombrada mirada de sus amigos. Me tomó del brazo y me haló fuera de la cafetería.

-¿Qué demonios está ocurriendo? –Se cruza de brazos, se nota que está nerviosa.

-¿A qué te refieres? –No entendía su acusación.

-Dime que tú si recuerdas a Tabatha, porque estoy a punto de volverme loca.

-¿Tú sabes quién es ella? –Frunzo mi entrecejo.

-¿Qué pregunta es esa? –Se toma la cabeza entre ambas manos y cierra los ojos.

-Ayer desperté, pasé por Brent como siempre lo hago, entablé conversación y cuando hablé de ella, tuvimos una fuerte discusión ya que sostuvo que no sabía quién era Tabatha. Lo hice caminar hasta la escuela como castigo por jugarme esa broma, y conforme el día prosiguió, me di cuenta que nadie la conocía. Es como estar en la maldita Dimensión Desconocida. Dime que no estoy loca, por favor.

-Julissa, no estás loca, pero el hecho de que no olvidaras a Taba, significa que Sam se equivocó y eres una hechicera como él.

-¿Qué? No entiendo nada.

-Escucha búscame después de la escuela, te llevaré donde está Tabatha.

-Gracias, por un momento pensé que pararía en el manicomio.

-No, es complicado pero prefiero que Jamie te lo diga.

-¿Jamie?

-Una hechicera igual que tu hermano.

-Si me hubieras dicho que no sabías quién era Taba, te juro que me hubiera tirado del puente más cercano.

-Pues bueno, ya no tendrás que hacerlo.

-Jul. –Brent la llama con cara de pocos amigos.

-Tendrás que librarte de él. –Le advierto.

-Veré la forma, hasta pronto.

-Adiós.

Las clases transcurrieron normales, a la salida me quedé esperando a Julissa como habíamos quedado, pero un olor en específico me alertó. Entre la multitud de estudiantes, lo vi, con las manos metidas en su chaqueta, era él, no me cabe la menor duda. Cuando enfoqué mejor, ya no estaba.

-Ben. –Julissa me toca por detrás y pego un brinco.

-Lo lamento no quise asustarte.

-No es eso ¿Y Brent?

-Ya me deshice de él, nos vamos,

Asiento con la cabeza, mirando a mis espaldas, sé que era él, es eso, o estoy de los nervios y veo alucinaciones.

-Primero debo parar en mi casa. –Observo.

Juli frunció el ceño pero no agregó nada. Suspiré con desaliento, ¿Qué le diría a papá? Con esta incertidumbre entré, dejando a Jul en el coche.

-Papá ya llegué-. –Coloco mi mochila sobre la mesa.

-Creí que ya no vendrías.

-Te di mi palabra.

-Me explicaras de qué va todo esto.

-Sí, pero temo que no me creas.

-Ponme a prueba.

Tomamos asiento en las sillas del comedor, estoy nervioso, decido contarle la verdad. Le narro los hechos sin omitir un solo detalle, cuando finalizo, su mirada se clava en mí.

-Sé cuando mientes, y no lo estás haciendo ahora, es una locura que deba admitir lo que me cuentas. –Sonríe para sus adentros.

-Lo sé. -Añado.

-El guardián de una princesa ¿Qué se supone que eres? ¿Un príncipe azul?

-Estoy lejos de ser eso, mi relación con Tabatha es complicada.

-¿Qué sientes por ella?

-No lo sé con exactitud, la mayoría del tiempo me irrita, pero cuando no estoy con ella, la extraño.

-Ummm te enamoraste.

Asiento con la cabeza y cabizbajo entrelazo mis manos.

-Papá tengo que irme, me marcharé algunos días, prometo venir apenas pueda y reportarme ¿De acuerdo?

-No, pero ve, presiento que haces lo correcto.

Más tranquilo, abandono mi hogar, Jul luce impaciente.

-Te tardaste toda una eternidad. –Me reclama.

Me encojo de hombros, restándole importancia a su comentario, enciendo el motor y me dirijo a la residencia de Penélope, parqueo a las afueras del lote en apariencia baldío y espero, pronto la puerta se abre y aparece Camile.

-Hola ¿Quién es la chica? –Le sonríe.

-Julissa, mucho gusto. –Le extiende la mano. Camile la toma y la besa con sutileza, haciendo que la joven se ruborice.

-Pasen. –Se hace a un lado.

-¿Qué ahora traes extraños? –Jamie me encara no muy contenta.

-Es la hermana de Sam.

-¿Y qué hace aquí? –Inquiere.

Tabatha aparece y mira a Julissa, sus ojos reflejan sorpresa.

-Taba. –Julissa corre hacia ella y la abraza.

-¿No me olvidaste? –Mi chica luce contrariada.

-No, y no entiendo lo que sucede.

-Esto es extraño, tu mente debió ser borrada como la de los demás. –Señala Camile frotándose el mentón con el dedo pulgar.

-A menos que Sam se equivocará y si fueras una hechicera. –Jamie se le acerca. –Te haré una prueba.

-¿Dolerá? –El semblante de Julissa se descompone.

-No, ven conmigo.

-Todos la seguimos, de una vitrina ubicada en el centro de las escaleras, sacó lo que parecía ser una corona de hojas de laurel.

-Este es el laurintius, si eres un ser mágico, la corona lo reconocerá. Jamie la coloca sobre la cabeza de la joven y de inmediato su color verde cambia a dorado.

-Interesante. –Replica Jamie.

-¿Qué es interesante? –Tabatha está tan confundida como todos nosotros.

-Si Sam dijo que su hermana era normal, no tiene por qué suceder esto.

-Jamie, el poder de un ser mágico puede pasar a su consaguíneo más cercano cuando muere. - Expresa Camila.

-Sí, pero de ser así, él debería estar.... –No termina la frase.

Jamie y el tío de Tabatha comparten una mirada poco alentadora.

-Me van a informar qué demonios ocurre. –Jul se quita la corona y la entrega a Jamie.

-Tu familia es de ascendencia de hechiceros por parte de tu padre, él no heredó el don, pero tu hermano sí. Si un ser mágico muere, su poder es transferido al siguiente, y en este caso, serías tú.

-Espera, si estoy entendiendo bien, me estás afirmando que Sam está muerto.

-No hay otra explicación, lo siento.

-Debe haber un error. –Julissa solloza, dejando correr las primeras lágrimas.

-Me temo que no lo hay. –Le confirma Camile que abrazaba a Tabatha, conmocionada con la noticia.

-No, mi hermano no está muerto, se equivocan. –Su voz se quiebra, ninguno nos esperábamos tal revelación.

Juli nos observa a todos, Tabatha también lloraba, siendo consolada por su tío. La chica corre fuera de nuestro alcance, me voy detrás de ella. Se dirige hacia la puerta, la detengo antes que pueda abrir.

-Déjame ir. –Me golpea el pecho, intentando zafarse de mi agarre, pero por el contrario, la abrazo. Rendida corresponde y hunde su rostro en mi camiseta, mojándola a los pocos minutos con su llanto.

¿Cómo es posible que Sam esté muerto? Si hace tan solo unas cuantas horas se marchó. Tenemos que averiguar cómo pasó, si resulta ser cierto, algunos de nuestros enemigos lo hizo.

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Hola, linda semana. Sí lo sé, quedo corto el capítulo pero de verdad apenas y tengo tiempo para escribir y no quedarles mal.

Un abrazo.

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