CAPÍTULO 2
Les dejo foto de Tabatha.
-Se especializa en llegar tarde señorita Arlington. –Me reprende mi apuesto profesor de gramática. Metro ochenta de estatura, cuerpo de infarto, soltero, cabello castaño cobrizo, ojos azules, peinado a la moda, sonrisa cautivadora. Sí, el sueño americano de toda adolescente. Su clase es la única que tolero, exclusivamente por él y llevo buenas notas.
-Disculpe profesor Meyer, no volverá a pasar.
-Quisiera creerle, pero sus palabras se las lleva el viento. –Todos rieron pero no me importó. -Tome asiento Tabatha. –Me sonrió.
¡Dios que adorable sonrisa! hasta puedo escuchar pajaritos cantando a mi alrededor, es el único por el que traicionaría a Sam. Robó mi corazón desde el momento en que ingresó por esa puerta hace dos años.
-¡Por Dios al menos disimula! –Exclama Juli codeándome.
-Auch. –Me quejo en voz alta.
-Señorita Arlington y Tanner, ¿Tienen algo que compartir con la clase?
-No profesor Meyer, disculpe.
Julissa me fulmina con la mirada, yo le saco la lengua como la persona madura que soy.
Mi adorado Sven, sigue con la clase, me deleito contemplándolo hasta que el cruel timbre anuncia el término y principio de mi siguiente calvario. Me tocaba Música, la odiaba como cada una de las materias de la escuela. La señora Davis me obligaba a tocar el Saxofón, sonaba como un pato agónico, pero ella persistía que yo podía lograrlo y que tenía el don escondido. Lo que no mencionó es cuán escondido estaba, de seguro en el mismísimo núcleo del planeta Tierra.
Brent topó con suerte, a él le asignaron una flauta y a Julissa un simple triángulo, con dos "tin" "tin" sonaba genial. ¿Por qué a mí el estúpido saxofón? No tenía interés en aprender así que no practicaba, por lo tanto, cada clase era una tortura para mí y para mis acompañantes, ya que debo admitir, soy terrible.
-Señorita Arlington, si se motivara lo tocaría mejor. –Me gruñe la señora Davis.
-Sí, como usted diga. –Pongo los ojos en blanco.
Suspiró exasperada y continuó con Nancy que es una joya con el violín, cuando toca parece que los ángeles bajan del cielo y la rodean, me fastidia aceptar que es buena.
Este es el tercer instrumento con el que batallaba. Primero fue el trombón, lo cual resultó en rotundo fracaso, más cuando en un ensayo, el director de nuestro honorable centro educativo, estaba presente para ver nuestro avance, se acercó demasiado a mí y en un intento de impresionarlo, saqué demasiado la vara y me llevé su peluquín. Ese día nos dimos cuenta que el director era calvo y fue la comidilla de los pasillos, tengo que admitir que aún lamento la situación, y más por el hecho que no paré de reírme en su cara y fui suspendida dos días.
Luego fue la batería, con este instrumento me sentía más familiarizada, llevaba el rock en mis venas, pero mis sueños se troncaron cuando una de las varillas salió disparada de mi mano y le pegó a la señora Davis en la frente, le quedó un redondo punto rojo que luego se tornó morado, la hacía verse como las hindúes.
Sí, soy un fiasco como músico, pero mi querida profesora sigue creyendo en mí y no pararía hasta encontrar el instrumento acorde conmigo. Es decir, perdería inevitablemente su tiempo, pero convencerla de lo contrario, es misión imposible.
Las tortuosas clases por fin finalizaron, segundo día de clases asimilado. Casi me olvido del Sr. Gruñón, no lo he visto por los alrededores ni en el comedor. No es que lo estuviera buscando, ni para parecido, simplemente me extraña no haberlo visto ya que la escuela es pequeña e inevitable toparte con todo el mundo.
He sido una de las últimas en salir ya que trataba de convencer al profesor de francés que me diera unos puntos que me faltaban para aprobar su estúpida materia. Idiomas no es lo mío, e intenté persuadirlo, me dejó una tarea para presentarla al día siguiente, y si no lo hacía, estoy frita, pero al menos se apiadó de mí de alguna manera.
Corrí por los ahora vacíos pasillos, me imagino a Julissa con cara de chucky, por hacerla esperar. Voy tan sumida en mis pensamientos que no veo a la persona que tengo en frente, pego contra una pared de concreto o al menos me da esa impresión pero ha sido su pecho. Reboté cayendo sentada, masajeando mi nariz y pompis.
Levanté mi vista y ahí estaba él, Ben Johnson de pie mirándome con ojos de ninja asesino, bufó para sus adentros e intentó seguir caminando.
-Heyyyy alto ahí. –Le grité. Torpemente me levanté sintiéndome un poco mareada. –Al menos ten la cortesía de disculparte, o a lo sumo, ayudarme a ponerme de pie. –Lo fulminé con la mirada.
-No tengo la culpa que seas torpe. –Me dijo con tono de voz áspero.
-"Torpe" me acabas de llamar "Torpe". –Reclamé.
-Si no lo entiendes te lo puedo dar por escrito. –Unió sus cejas en una V, y tensó su mandíbula.
-¡Oye qué te crees! –Exclamé encendida como un cerillo. –A mí no me hablas de esa forma.
-Te hablo como me venga en gana. –Me responde altanero.
-Eres un maldito cretino. –Levanté la voz más de la cuenta.
Noté como sus manos se convirtieron en puños, los apretaba tanto que sus nudillos se pusieron blancos. Parecía controlarse para no lanzarse contra mí y estrangularme.
-No perderé mi tiempo con chiquillas temperamentales. –Se dio media vuelta, dándome la espalda, Pero ¿Qué se creía?
Lo tome del brazo y él me volvió a ver incrédulo de que me atreviera a tocarlo, o al menos me dio esa impresión, ya que observó mi mano sosteniendo su brazo y contrajo sus labios en una línea.
-Te recomiendo que me sueltes ahora. –Añadió con voz tajante.
Su mirada no me intimidó en lo absoluto, por lo que no lo solté. Algo en lo que me caracterizo es en no hacer lo que los demás me dicen, me encanta llevar la contraria.
-No digas que no te lo advertí. –Se zafó de mi agarre con facilidad y con rapidez me tomo de la cintura y me estampó contra los casilleros aprisionándome con sus robustos brazos.
-Mantente alejada de mí, y nos seas tan altanera, no te gustará verme de verdad enojado. –Lo tengo tan cerca que su aliento a anís me golpea el rostro.
Lo observé en estado de shock, se alejó con paso presuroso y esta vez dejé que se marchara. Llegué hasta donde se encontraban Brent y Juli que al verme los ojos le bailaron como una danza india, totalmente fuera de sus órbitas pero al ver mi estado, abrió y cerró la boca analizando mi expresión. Me encontraba ida, sin tener noción de mi alrededor. Caminé hacia ellos por inercia, tratando de asimilar lo ocurrido.
-Taba ¿Estás bien? –Preguntó mi amiga con preocupación. -Asentí. -Cariño estás pálida. –Juli me examina y es cuando al fin reacciono. Salgó de mi momento de sorpresa y es sustituido por un creciente enojo.
-Maldito mal nacido, esta me la paga. –Le digo a nadie en particular.
-Es oficial, enloqueció. –Agrega Brent cruzado de brazos, recostado sobre el vehículo.
-No te atrevas a llamarme loca. –Lo señalo con el dedo índice.
-Deja de comportarte como una. –Sujeta mi dedo y me sonríe pero lo suelta cuando nota que no estoy para bromas.
-¿Nos vas a contar de que va esto? –Juli arquea su ceja y yo me debato si contarles o no, al final decido omitirlo.
-Me topé con un chico en el pasillo y tropezamos, ni siquiera se disculpó y siguió su camino como si nada. –Dije la verdad a medias.
-Oh sí, "Maldito mal nacido". –Repite Brent imitando mi tono de voz.
-No es gracioso. –Lo encaro.
-Perdona. –Levanta las manos en señal de rendición. –Pero no veo porque el rollo.
-Déjala en paz. –Julissa salió en mi defensa. -¿Te lastimaste?
-Sólo mi orgullo, podemos irnos ya por favor, el profesor de francés me dejó un trabajo que tengo que entregar mañana si quiero aprobar su estúpido curso.
-Bien. –Contesta agradeciendo no le diera más vueltas al asunto porque Juli resultaba ser una piedra en el zapato cuando quería averiguar algo y yo no se lo decía. Por ahora estoy a salvo, me creyó.
El camino de regreso fue silencioso, demasiado para mi gusto. Sabía que Juli estaba molesta conmigo, pero no podía contarle ni a ella ni a Brent lo sucedido, conociéndolos irían a hacerle un pequeño-gran escándalo a Ben, y algo me dice que ellos serían los que salieran mal librados, y no al revés.
Me pasé toda la noche haciendo el trabajo de francés, me dieron las dos de la mañana terminándolo. Cuando la alarma sonó me desperté desorientada y me di cuenta que me había dormido sobre la tarea, se encontraba toda babeada y esto hizo que las letras se corrieran ya que lo hice con lapicero. ¡Maldita sea mi suerte! No me daría tiempo de pasarla en limpio al menos que me saltara la clase de historia.
Ummm sí, haría eso, así no tendría que ver al loco de Ben alias Sr. Gruñón-agresor por este día. Me alisté en lo que reconocí como un nuevo record, pero como es usual no pude desayunar, salí volando sin siquiera despedirme y antes que Julissa me dejara sorda con su ruidosa bocina ya estaba afuera esperándola.
Hice que iba a clases pero me escabullí en la biblioteca y pasé todos los apuntes usando prestada la computadora de Arelis, la bibliotecaria, por alguna razón que sigo sin entender, yo le caí en gracia y es muy condescendiente conmigo, sabe que he faltado a una clase pero no indagó nada, después de Sven, ella es realmente de mi agrado. Quizás nos llevábamos bien, por el hecho que es joven, le calculo que no llega a los treinta, cuando cumpla la mayoría de edad, deseo verme como ella, tiene todo en su lugar sin ser exagerado, me refiero a que cada parte de su cuerpo parece estar bien distribuido.
Terminé a tiempo para el cambio de lección, corrí como si mi vida dependiera de eso y fui una de las primeras en estar sentada, cuando el profesor de francés ingresó, mi trabajo ya estaba sobre su escritorio. Lo miró y me sonrió, guardándolo en su portafolio.
Bien, el resto del día transcurrió sin contratiempos, los chicos se adelantaron, ya que para variar, olvidé mi libro de biología, no quería tener otro encuentro del tercer tipo con el señor Johnson, así que me fijé bien por donde iba y sonreí al salir invicta, pero un ruido llamó mi atención. Una chica inteligente hubiera seguido su camino pero yo no, a veces me odio por actuar de manera tan imprudente, pero ni al caso, me aburrí después de un tiempo de regañarme a mí misma y no lograr ningún resultado positivo.
Salí por el lado de atrás de la escuela donde lo que parecían ser aullidos lastimeros de algún animal se incrementaba, al dar la vuelta me quedé perpleja, un perro, posiblemente callejero está atado, se ve andrajoso y flaco, unos chicos le tiran piedras como si jugaran tiro al blanco y reían cuando lograban atinarle. Algo en mí surgió, la adrenalina se disparó al punto que la sangre me hervía como lava ardiente.
-Heyyy ustedes. –Les grité aproximándome muy decidida. -¿Qué demonios creen que hacen?
-Vete de aquí Arlington, no es tu problema. –Contestó al que reconocí como Mathew, nada más y nada menos que el hijo del pastor de la comunidad, me pregunto si su padre sabrá la clase de persona que es.
-Mathew Harris, si no quieres que tu papá se entere, te recomiendo que dejes a ese animal tranquilo y lo sueltes.
-Escucha Arlington, no me importa que seas mujer, si intervienes te irá mal, así que da media vuelta y olvida lo que viste.
Me crucé de brazos y arquee mi ceja, estos tipos no tenían idea con quién se estaban metiendo. Me acerqué al perro y noté que presentaba heridas leves sobre su piel y la sangre manchaba su pelaje. Curiosamente la sangre de animales no me afecta, es específicamente la de humano.
-¿Por qué están maltratándolo? –Quise saber.
-Mordió a Jackson. –Alega Mathew.
Jackson es un papanatas, bueno para nada, matón qué pasa molestando a los demás y se aprovecha de ellos.
-Te felicito perro. –Le hable al canino que se encontraba pegado a la pared mirándome con temor.
-¿Qué dijiste? –Jackson pronuncia molesto.
-Lo que escuchaste, si te mordió es porque posiblemente lo provocaste.
-Déjamela a mí.-Dijo el tercer chico, ¡vaya sorpresa! No lo había reconocido, Alex Coleman, el niño al que le patee las bolas y su orgullo, me amenazaba. –Me debes una Tabatha.
Lo que ellos no saben es que soy buena en kickboxing, recibo clases desde los trece años, así que esperaba que alguno hiciera un movimiento en falso para patearles el trasero.
-Bien caballeros, tenemos aquí un verdadero dilema porque no me moveré, y Alex, será un placer volverte hacer comer polvo.
El aludido dio dos pasos al frente. Creo que he visto muchas películas porque con el dedo índice lo invite a acercarse y sonreí.
-Tú te lo buscaste Arlington, y esta vez seré yo el que te rompa la boca.
Se vino contra mí como un búfalo, lo esperé, y cuando estuvo cerca tomé impulso y mi pie terminó en su estómago, lo patee tan fuerte que su gordo cuerpo cayó como un tronco, a un metro de nosotros. Quiso levantarse pero le faltaba el aire y se quedó tendido como el mastodonte que es.
-Quién más. –Insinué sonriendo de una forma inocente. –Oh vamos no le tendrán miedo a una niña ¿O sí?
-Quédate con el estúpido pulgoso. Pero me quejaré y haré que lo sacrifiquen. –Me grita Jackson, enseñándome donde lo mordió.
Ambos le ayudan a ponerse de pie a Alex y se alejan, no sin antes fulminarme con la mirada.
-Cobardes. –Expreso mientras me acerco al perro y me inclino frente a él.
-No temas, no te haré daño. –Intento calmarlo porque su cuerpo temblaba. No sé mucho de razas, pero parece ser un Beagle, muy fino para que viva en la calle. –Ven. –Saqué de mi mochila un pedazo de pizza que me sobró y se lo tiré. Con desconfianza lo olfateó y se lo comió de buen agrado. Despacio me moví más cerca y estiré mi mano para tocarlo, me gruñó advirtiéndome. Me vino a la mente César Millán, no les demuestres miedo, así que lo miré directo a los ojos y le sonreí. –Te prometo que no te lastimaré, déjame ayudarte.
Con cautela retiré la cuerda con que lo habían amarrado, de su cuello, creí que correría al sentirse libre pero por el contrario, se aproximó a mí y chupo mi mano.
-Buen perro. –Acaricié su cabeza y lo levanté acunándolo en mi regazo. Está sucio y una saltarina pulga brincó a mi brazo, la maté de inmediato. No se ve bien así que tendré que llevarlo para que papá lo revise, no es veterinario pero sí doctor.
Cuando llegué con pulgoso al parqueo de la escuela, Julissa abrió los ojos como platos, no le gustan los animales, a diferencia de Brent que apenas lo vio fue a tocarlo, recibiendo otro gruñido por parte de mi nuevo amigo.
-No es muy sociable ¿Verdad? –Preguntó Brent, rascándose la nuca.
-Ha sido maltratado. Es normal que muestre recelo con quién no conoce.
-Pero contigo es diferente. –Añade.
-Sí bueno, nos entendimos bien.
-Ni creas que meterás a esa bola de pelos en mi auto.
-Juli, por favor, te contaré toda la triste historia de su vida. Míralo. –Tomo una de sus patitas y hago que habla con ella: -Por favor Julissa. –Cambio mi tono de voz a uno más chillón y chineado. –Llévame contigo. –Hice pucheros. –Mírame soy adorable.
Juli dejó escapar una sonrisa y agregó: -Bien, pero si hace algo desagradable como pipí o popo o se vomita, tú tendrás que limpiar el asiento.
-Entendido. –Me subí en la parte de atrás y esta vez Brent viajó adelante.
Durante el trayecto les conté lo que había sucedido y estaban indignados.
-No me gustan los animales, pero lo que esos chicos le estaban haciendo es injustificable. –Replica Julissa molesta.
-Y mejor vacúnalo contra la rabia, mordió a Jackson. –Habla Brent, y todos compartimos una cómplice risa.
Me despedí de los chicos y tomé una gran bocanada de aire, se que mi madre alegará hasta por los codos, en mis dieciséis años, jamás me permitió tener un sabueso. Entré y me asomé a la cocina donde mamá se encontraba.
-Mamá ¿Papá está? –Consulté.
-Sí, duerme, no lo molestes. ¿Cómo te fue en la escuela?
-Bien. –Me limité a contestar yéndome con dirección a la recámara de mis padres. Abrí la puerta con cuidado y puse a pulgoso en el suelo, creo que ése sería su nombre oficial si me permitían quedármelo. Papá esta de lado, con el brazo afuera y su rostro casi saliéndose de la cama. Pulgoso se arrimó y lamió su mano varias veces.
-Pulgoso no. –Susurré pero es tarde, papá tiene un sueño muy liviano y despertó. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fue al canino y reaccionó sentándose de inmediato en la cama. –Tranquilo papá, no te hará nada.
-¡Pero qué demonios Tabatha! –Me miró con reproche.
-Unos tontos en la escuela lo agredieron, no podía dejarlo ahí nada más. Requiere atención médica y pensé que talvez tú podrías ayudarlo.
-Ya le contaste a tu madre. –Consultó.
Negué con la cabeza.
-Él no tiene a nadie, está solo, además míralo. –Recalco en esto último.
-¿Qué voy a hacer contigo? –Me sonrió.
-Quererme mucho. –Le sonreí de regreso con exageración.
Frotó su rostro con sus manos como terminando de despertarse y se enderezó abriendo las cortinas. Para mi sorpresa Pulgoso se dejó revisar, papá le hizo un análisis completo y movió la cabeza a los lados.
-¿Cuál es el veredicto? –Lo observé angustiada.
-Además de las heridas superficiales y la desnutrición, parece estar bien, pero es recomendable llevarlo al veterinario. Espérame abajo, me cambiaré.
-Lo siento pá. –Me disculpé.
-No hay cuidado, después de todo tenía que levantarme en un par de horas.
Mamá cocinaba y el delicioso aroma a estofado inunda todas las estancias de la casa, de seguro Pulgoso estaba hambriento porque escapó de la protección de mis brazos y corrió en busca de comida.
-Pulgoso no. –Llamé su atención, pero es tarde, escuché los gritos de mi madre y supe que lo había visto.
Cuando entré tuve que contenerme para no soltar la carcajada, mamá estaba subida en una silla amenazándolo con un cucharón. Cuando era niña la mordió un perro y desde entonces les tiene pánico.
-Tabatha Arlington, ¿Eres tú la responsable de esa cosa? –Me señala con el cucharón.
-Ven perrito. –Me incliné y él corrió a mi encuentro, porque ya lo había revisado y era macho.
Papá llegó a la cocina unos minutos después y miró extrañado a mamá.
-Grace ¿Qué haces subida en esa silla? –Le preguntó frunciendo el ceño.
-Saca esa cosa de mi casa. –Alegó molesta.
-Vamos hija. –Me indicó mi padre y ambos lo seguimos, y digo ambos porque Pulgoso se fue detrás de nosotros.
-Espero no volverlo a ver. –Escuché a mamá gritar, nada más lejos de la verdad, por alguna razón siento que este perrito llegó a mi vida, para quedarse conmigo.
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Bien segunda historia publicada ¿Qué tal les parece? Espero sus comentarios y votos si les gusta.
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