CAPITULO 12

-No te dejaré ir hasta que lo prometas. –Brent me sostenía del brazo y no me dejaba salir para regresar a casa.

Pongo los ojos en blanco histérica por el comportamiento de mi amigo.

-Si sigues jalándolo así, me dislocarás el hombro.

-Lo lamento. –Me suelta, cierra la puerta a sus espaldas y nos quedamos conversando en el corredor.

-Escucha, entiendo que te preocupes por mí, pero sé cuidarme y te consta, no soy ninguna damisela en apuros.
–Apunto a mi favor.

-Taba, el hecho que sepas defenderte no implica que él no pueda hacerte daño.

Recordé el día que me arrinconó en los corredores de la escuela, la fuerza con la que me precipitó contra los casilleros, y que por más que lo intenté, no pude hacer nada a mi favor. Pensándolo bien quizás y solo quizás Brent tuviera razón, pero conociéndome eso no sería ningún obstáculo en lograr mi cometido: Averiguar todo sobre Ben Johnson.

-Taba conozco es mirada. –Me enfrenta.

-¿Cuál mirada? –Contesto con tono inocente.

-Taba. –Me llama mi amigo achicando sus ojos.

-Brent. –Lo imito y me cruzo de brazos.

Al menos ha parado de llover, pero los charcos inundan por doquier.

-Te iré a dejar a tu casa, es tarde.

-¿Qué? eso es todo ¿No más amenazas?

-Para qué, contigo es gastar saliva.

-Vaya que me conoces, y no tienes que hacerlo, conozco la ruta a mis aposentos, gracias.

-Insisto.-Abre la puerta y grita:
-Mamá iré a acompañar a Taba a su casa.

-Está bien, cuídense. –Se escucha desde adentro.

Comenzamos a caminar, la noche está fría y una brisa helada me cala hasta los huesos. Brent mete las manos en las bolsas de su pantalón para entrar en calor.

-Te vas a resfriar y luego no me culpes. –Le advierto.

-Eso no sucederá, soy un roble, nunca me enfermo y si así fuera, te pasaría la factura del doctor.

Lo fulmino con la mirada y sonríe, me alegro que hayamos limado asperezas no me gusta estar enojada con ninguno de los dos mucho tiempo, ahora solo me falta Juli.

-Me pregunto si Jul parará por nosotros mañana. -Inquiero.

-Hazte a la idea de tomar el autobús.

-Intentaré llamarla.

Brent se encoje de hombros y nos detenemos mientras marco su número. Lo pongo en altavoz. Si estaba enfadada aún, no contestaría, pero el sonido de su voz al otro lado de la línea me hizo suspirar del alivio.

-Hola, ¿Todavía estás molesta?

-No tanto, pero sí resentida.

-Lo sentimos Juli, de verdad.

-Sí lo sentimos. –Repite Brent.

-Claro, el dúo dinámico tenía que estar junto. –Sonríe y Brent y yo nos miramos intercambiando una sonrisa también.

-No lo volveremos a hacer, lo prometemos. –Continuo.

-Hirieron mis sentimientos.
–Agrega Jul.

-¿Nos perdonas? –Mi amigo pide redención por ambos.

-Obvio, sé que no pueden vivir sin mí par de tontos.

-Auch ¿Nos acabas de llamar tontos? –Le reclamo en broma.

-Por supuesto, porque es lo que son.

-Está bien, lo aceptamos ¿Verdad Brent?

-Sí, en definitiva. –Responde el aludido.

-Nos vemos mañana en la escuela, estoy terminando la estúpida tarea de historia.

-¿Había tarea? –Me quedé petrificada.

-Tabatha. –Pronuncian al mismo tiempo mis amigos.

-¿Qué? ya saben cómo soy, odio historia, ¿Y sobre qué es?

-Un ensayo de todos los presidentes que han habido a través de la historia en los Estados Unidos.

-¿Díganme qué es broma?

-No. –vuelven a contestar al unísono.

-¡Maldición! Amaneceré haciéndola.

-Creo que alguien no dormirá hoy. –Me ve Brent divertido.

-No le veo la gracia. Buenas noches Jul.

-Buenas noches chicos, besitos.

La comunicación se corta y me dirijo a Brent: -Desde aquí voy sola, necesito correr para llegar con mayor rapidez.

-No corras, podrías caerte.

-No lo haré, soy atlética.

Sin dejar que mi amigo añadiera algo, muevo mis piernas, alcanzando la velocidad deseada pero una cáscara de banano que no tengo idea de dónde salió, se me atraviesa y por más que intento esquivarla no puedo, la piso, me voy resbalada y caigo aparatosamente sobre el frío y mojado pavimento.

-Tabatha. –Grita Brent, aproximándose a mí.

No podía moverme, ya que en mi vuelo en picada me clavé la rodilla en el estómago y me saqué el aire.

-¡Por Dios Tabatha! ¿Cuándo será el día que obedezcas?

Intenté contestar pero solo abrí la boca y salió un ruido gutural, como un quejido mezclado con agonía pura. Brent me sentó al borde de la acera, y valoramos los daños, el pantalón se rompió en ambas rodillas, codos raspados, y una buena parte de mi cara recibió el golpe.

-¿Puedes caminar?

Asentí con la cabeza, coloco mi mano sobre su hombro y despacio nos incorporamos, avanzamos al paso de la tortuga, pero por fin divisamos mi hogar. Tocamos el timbre varias veces sin respuesta, saqué la llave de mi chaqueta y abrimos. Fue toda una odisea llegar a mi habitación, entre chillidos de dolor y lamentaciones, terminamos la peregrinación.

Me senté en mi cama, Brent me miraba con las manos colocadas a cada lado de su cadera.

-Puedes irte, sobreviviré. –Digo pausado.

-Me gustaría ser Julissa en este momento, te ayudaría a quitarte esa ropa y curarte, porque de antemano sé que no me permitirás hacerlo.

-Que comes que adivinas.

Pone los ojos en blanco y se dirige a la puerta.

-Atiéndete eso ¿Quieres?

-Lo haré.

-Bien, adiós.

-Adiós y gracias.

-Siempre. –Me sonríe y lo escuchó alejarse.

Entré al baño y con muchísimo cuidado, retiro las prendas, en la cadera tengo un moretón, la cara empieza a inflamarse, y retiro dos piedrecillas adheridas a mi piel. Entro a la ducha y dejo que el agua limpie los residuos de sangre, pasando el jabón con delicadeza.

Salgo envuelta en una toalla y me miro al espejo, voy con dirección al baño de mis padres donde sé, está el botiquín, cuando me encuentro con papá, va terminando de subir las gradas y nos topamos de frente. El grito que vociferé pudo haber despertado a los muertos, él por su parte, exclamó un "Santo Dios" mientras colocaba la mano sobre su pecho.

-Tabatha ¿Quieres matarme de un infarto?

-Lo lamento, bien puedo decir lo mismo de ti, ¿Qué haces aquí? ¿Qué no estás de turno de noche?

-Sí, pero el Doctor Sanz me cubrió por hoy, necesito descansar hija, estoy agotado. ¿Qué tienes en la cara?

-Oh me caí.

-Oh vaya. –Toca mi cara revisándola para luego poner su vista en mis rodillas. –Veo que la caída ha sido desafortunada.

-No tienes idea cuánto, debiste verme, una gimnasta no hubiera hecho los olímpicos movimientos de los que fui capaz antes de recibirme el suelo.

-Ve a tu cuarto, ponte algo cómodo para curarte eso, llego en unos segundos.

Me devolví poniéndome unos pantalones cortos de algodón y una camiseta de tirantes, papá no tarda en llegar con el botiquín.

-Hay hija, eso no se ve bien. –Me dice tocando mi cara.

-Me duele mucho, bueno en realidad todo, pero más esa parte.

-Cariño ¿Cómo sucedió?

-Corría.

-¿Y por qué corrías? ¿Te perseguía alguien?

-No. –Respondo desentendida.

-¿Te acordaste que no habías hecho tus deberes?

-Puede ser. –Lo miro con el rabillo del ojo.

Dejó ir un suspiro y se dedicó a curar las heridas, ardió mucho cuando las desinfectó, me quejé como una nena.

-Lo siento.-Me sonríe, sus ojos cansados me miraron con consideración.

-Está bien papá, no te preocupes.

Luego de la curación me vendó con gaza y me dio a tomar un analgésico.

-Te ayudará a aliviar un poco el dolor.

-Ve a dormir papá, luces horrible.

-Lo sé, descansa cariño. –Se acerca a mí y me besa en la frente.

-Te amo papá.

-También te amo Tabi. –Trató de sonreír pero no logró completarse, me dejó sola, a los pocos minutos escuché ruido abajo, de seguro que mamá ya estaba en casa. No tardó mucho tiempo antes de que la puerta de mi cuarto se abriera y ella se asomara.

-¡Oh por Dios qué te ocurrió! –Exclamó entrando y cerrando al paso.

-Me caí. –Repetí con cierto aburrimiento de tener que volver a contar los detalles.

-Tabatha, parece que naciste con dos pies izquierdos.

-No es del todo mi culpa, una estúpida cáscara de banano salió de la nada.

-Salió de la nada o no la viste.

-Correcto, no la vi. –Pongo los ojos en blanco.

-Es mejor que no vayas a la escuela mañana, te justificaré la ausencia.

-¿Qué? no, de verdad, me siento de maravilla, mírame caminar. –Me paseo de un lado al otro, contrayendo mis labios para que el grito de dolor se quedara adentro y sonriendo a mis anchas, cuando en realidad lo que quería era llorar.

-¿Desde cuándo pierdes una oportunidad para no ir a la escuela?

-Soy una chica muy aplicada.

-¿La verdad? –Se cruza de brazos.

-Tengo que entregar una tarea de historia y ni siquiera la he empezado. Sabes lo mal que voy en esa materia.

Mamá me mira severo para luego agregar: -Te auxiliaré solo por esta vez.

-¿En serio? –Frunzo el ceño

-No quiero malas calificaciones, pero no te acostumbres, lo hago por tu actual condición.

-Debería caerme más seguido.
–Digo a modo de broma pero ella me fulmina con la mirada, lo que me indica, que no le hizo ni gota de gracia.

Trajo su laptop y entre las dos buscamos información, para mi vergüenza ella es más rápida digitando, así que se encargó de pasar los apuntes en limpio, terminamos cerca de la 1:00 a.m.

-Listo. –Toma las hojas y las mete en un folder. -Tabatha, tienes que ser más responsable, ya no eres una niña, si quieres llegar a la universidad, necesitas buenas notas.

-Lo sé, lo lamento. –Contesto cabizbaja.

-Bien, es tarde y muero de sueño.

-Oh se me olvidó mencionarte que papá está aquí.

-Sí, tengo conocimiento, me llamó para avisarme.

-Buenas noches. –Se despide.

-Buenas noches. –Me acuesto y me cobijo con la sábana, apagando la luz. El analgésico hace su parte, me duermo sin ningún dolor, pero dentro de cinco horas tendría que levantarme ¿Por qué demonios no era viernes? El último pensamiento que tengo antes de perder el conocimiento es Ben Johnson.

*******
Hola, les cuento que seguiré actualizando los lunes.

Feliz inicio de semana 😊

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top