LA PROFECIA
Busqué por la habitación, no era cuestión de andar desnuda por el bosque. Cogí las tijeras que estaban en la mesita y corté parte de la sábana que me envolvía. La enrosqué en mi cuerpo a modo de túnica. Mi pelo parecía un estropajo, con restos de tierra y sangre pero corté otro trozo de sábana y lo até en una coleta improvisada.
Ahora saldría de allí con cuidado, sin ruido, debía de asegurarme que ninguno de mis rescatadores iban a impedir mi huida. No sabía qué era lo que querían de mí y no tenía pensamientos de averiguarlo.
Aún me encontraba débil. Me acerqué a la puerta, no oía nada, nadie hablaba, ningún paso, debía de estar sola. Giré el pomo de la puerta rezándole a todos los Santos para que estuviese abierta.
Alguien por allí arriba me escuchó. No tenía pestillo.
Sin apenas hacer ruido me deslicé hacia fuera.
Ya estaba fuera de la habitación. Ahora podía ver una sala de estar rústica pero encantadora, todo en madera, parecía una cabaña de fin de semana. Había telares adornando las paredes y diversos muebles tallados de madera. La chimenea estaba encendida y daba a la sala una sensación muy agradable de calidez.
Mis ojos buscaban desesperadamente la salida. Creo reconocer la puerta de entrada, al lado colgaban unas puntas con un montón de llaves. ¡Ojalá hubiese un coche!, lo cogería prestado y...
Mi mente ya estaba planeando la huida cuando sentí un golpe desde atrás que me aplasta hacia la puerta por donde yo ansiósamente deseaba escapar.
_¿Qué tenemos aquí?_ dice una voz susurrando en mi oído.
Me huele, olfatea mis hombros desnudos, mi pelo y parte de la cara. No he podido moverme ni un milímetro, estoy atrapada contra la puerta. Tiemblo, esa voz... Me recuerda a la noche del bosque, me recuerda algo que no puede ser. Logro ladear la cara lo suficiente para ver que es un hombre alto y fuerte el que me tiene presa de su cuerpo.
_¿Así pagas nuestra hospitalidad, marchándote como una ladrona? Esto no esta bien _Vuelve a olerme y gruñe, sí , esa es la palabra, gruñe como un animal. Un gruñido de enfado y descontento.
_Yo, yo...solo quería salir de la habitación_ intenté que la excusa sonara lo suficientemente convincente.
Chasqueó la lengua en señal de desaprobación. _Nos ha salido mentirosilla, puedo oír tus pensamientos. No pensabas volver.
_¡Jam, déjala tranquila! ¡Tiene derecho a una explicación!
En el momento que oí esa voz de mujer, se aflojó mi agarre, en cuestión de segundos estaba con cara de pasmo mirando a una señora mayor, con el pelo canoso y pinta de abuelita de cuento infantil. Pero por el tono de su voz yo no sería la que enfadase a esa encantadora mujer, sus ojos me decían que era tan fiera como la que más defendiendo lo suyo.
Busqué a mi carcelero con la mirada. Se encontraba al otro lado de la sala, como si mi presencia le molestase. Estaba claro que por algún motivo no le caía simpática. Le miré con disimulo. Alto, fuerte, su pelo era oscuro como la noche.
Este hombre tenía todos los requisitos para que la alarma de mi gustómetro se pusiese en el 10. Su mirada era penetrante, sus ojos azules como el mar... ¿O eran violetas? rasgos duros, vestía vaqueros y jersey negro ... ¿Se puede ser más sexy?
¿De dónde salía este hombre? Si no me mirase con esa cara de querer asesinarme sería muy, pero que muy atractivo.
El hombre en cuestión se acercó lentamente a mí, sus pasos eran seguros, sus caderas se movían bailando con sus pies... No podía dejar de admirar esa forma felina de moverse.
Me tomó de las manos, calientes y me cerró la boca con un dedo, que en ese momento estaba abierta y babeando.
_Te repito, muñequita, que puedo leer lo que piensas, todo lo que piensas _Su sonrisa de medio lado me dio la certeza de que decía la verdad. Había estado oyendo como me lo comía con la mirada. Me ruboricé igual que una colegiala. No pude pronunciar ni una sola palabra. Sólo suspiré.
_Jam, deja a la chica. Creo que es el momento de reunirnos los cuatro y contarle porqué está aquí y quién es ella en realidad.
Me dejé guiar por ese espécimen de hombre al centro de la sala y me sentó en unos sofás, la señora trajo té y unas tazas, platos, unas pastas... Como si fuese una visita y lo que ocurriese allí fuese lo más normal del mundo. Pero ¿Qué iba a hacer? Escucharía sus explicaciones y me marcharía después agradeciendo todo lo que habían hecho por mí.
Una vez más ese hombre se acercó a mí y negó con la cabeza. _No podrás dejarnos, muñequita .
Su sonrisa de sabelotodo ya me estaba cansando.
Entró en la habitación Liam, él si había sido atento conmigo. Le sonreí ampliamente y él me correspondió con un guiño. Pero nuestro intercambio se vio interrumpido por un gruñido animal. A mi lado Jam, enseñaba los dientes a Liam, los dos se habían puesto a la defensiva.
Dientes largos... Como los de el lobo... El sueño en el bosque... Mi cabeza daba vueltas. Aquello que estaba pensando debía ser un error. Tenía que serlo.
_¡Dejaros de fanfarronerías, vais a asustarla! _les increpó. La señora se dirigió a mí con una amplia sonrisa _¡Querida, prueba una pastita de té!
Era mi heroína, allí tan tranquila, sentada en su saloncito como si no acabase de ver a dos hombres con los ojos enrojecidos de ira y unos dientes que crecían en sus bocas.
Tomé una pasta y el té que me ofrecieron, estaba hambrienta.
_Jam, acércame el libro.
Con una sonrisa de suficiencia en su mirada se acercó a una estantería y tomó en sus manos lo que parecía un pesado libro antiguo. Ya los cuatro de nuevo sentados alrededor de la mesa de centro, la mujer posó allí el libro. Lo miraba con veneración.
_Lo primero de todo es presentarnos. Las circunstancias han hecho que adelantásemos nuestro encuentro. Pero así son las cosas del destino. Vivimos tiempos peligrosos. Me llamo Beca y estos son mis dos hijos: Jam y Liam. Pertenecemos a un clan de licántropos.
Ella siguió las explicaciones.
_Según la leyenda, el primer hombre lobo reconocido fue Licaón, rey de Arcadia, Grecia . En la mitología griega , Licaón era un rey sabio y culto y una persona muy religiosa que había sacado a su pueblo de las condiciones salvajes en que vivían originariamente. No obstante, parece que él mismo continuó siendo un salvaje, pues a pesar de todo siguió sacrificando seres humanos en honor a Zeus , e incluso se dijo que asesinaba a todo forastero que llegara a su reino pidiendo hospitalidad.
Al enterarse, el dios Zeus quiso comprobar los rumores y se disfrazó de vagabundo para hacer una visita a Licaón. Este inmediatamente pensó en matar a su visitante, pero se enteró a tiempo de que se trataba de Zeus y lo invitó a participar en un suntuoso banquete. Todo habría salido bien de no ser porque Licaón no pudo resistir la tentación de gastar una horrible broma; ordenó que le sirvieran la carne de un niño (presuntamente un hijo suyo). Zeus se dio cuenta, por supuesto y encolerizado, condeno a Licaón a convertirse en lobo. Y a que todos sus descendientes fuesen también hombres lobo.
Y esta es nuestra historia, los varones están condenados a transformarse en hombres lobo. Pero a lo largo de los años muchos han sido los licántropos que han hecho más bien que mal, han salvado a personas perdidas en el bosque, hemos ayudado a curar enfermedades, pues de todos es sabido nuestra habilidad como curanderos...Han tenido que pasar miles de siglos para que los dioses hayan perdonado la ofensa de Licaón . Me mira, sonríe y suspira.
Abre el libro por el final y me enseña un dibujo que conozco bien. _Aquí es donde tú tendrás tu sitio en la historia. Liberarás a nuestro clan de esa maldición.
Con mis ojos abiertos y sin casi respiración observo el dibujo de una mujer desnuda, con el pelo largo frente a una luna llena. A su lado un lobo hermoso gris. Pero lo que llama mi atención es la espalda de la muchacha. En el centro de la misma está mi marca de nacimiento.
Yo soy ella.
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