CASO 6: LA VENGANZA 1/2

Narra: Nuria Alarcón 

(...) ¿Qué es lo que no te gusta? El no poder tocarte. Tú disfrutando mi dolor, el dolor del cinturón. La amenaza de un castigo cruel e inusual.

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"Este frío de carajo me va a matar", pensé. Ya había llegado el mes de diciembre y estaba en mi oficina hacía mucho frío, estaba revisando algunos papeles de casos ya resueltos y ordenando algunas facturas, había terminado un caso de estafa agravadacon éxito contra una entida bancaria y me disponía a descansar hasta después de las navidades, pero otra cosa piensa en destino, sonó el timbre de la puerta de la agencia y como la secretaria no estaba fui a abrir yo. Era una mujer de unos 40 años, aproximadamente, era de un metro setenta más o menos, su cabello era castaño oscuro, no tenía mucho busto y su cara era de rasgos duros... me hacía recordar a alguien, pero no sabía con quién, su nombre era Adriana.

—(...) Detective Alarcón, necesito de sus servicios. En octubre de este año heredé por parte de un pariente una casa grandísima en San Juan de los Morros, es una casa con varias plantas y tiene cerca de 90 años, es toda una reliquia la cual quiero arreglar y transformar en un hotel, pero tengo un problema— la mujer se paró de la silla que le dispuse para sentarse y con toda su arrogancia empezó a relatar el problema.

—Según las voces de la gente del pueblo, esa casa en otro tiempo fue dedicada a la prostitución; es decir, fue un burdel y otras actividades delictivas, ahora lleva muchos años abandonada por una absurda creencia en la que se creen hay fantasmas y otras entidades de bajo astral. Entonces, necesito un informe serio y formal de una empresa como la suya en la que diga y se demuestre que eso son solo inventos y supersticiones estúpidas de la gente— finalizó.

—Ok. Y una pregunta, ¿Por qué no solicita los servicios de parapsicólogos o cazafantasmas de esos que salen en la televisión? 

—Detective Alarcón, este es un caso serio y quiero mantenerlo en silencio y por eso quiero a alguien sería y profesional, no quiero que se convierta en un show en redes sociales. Voy a invertir mucho dinero detective— dijo muy convencida la posible cliente.

—Está bien. ¿Y qué es con exactitud lo que quiere que haga? 

—Necesito que usted pase una semana allí, saqué fotos y tome videos e impresiones personales para que mis inversores crean en el proyecto. Además, si tuviera usted algún amigo o amiga abogado o médico podría llevarle, ya que la opinión de alguien de esa profesión siempre es muy valorada.

—Bueno para ser sincera este caso me atrae mucho, es como tener un caso tipo expediente X, y además unas vacaciones pagadas no vienen mal— me levanté de mi silla y fui hasta dónde ella estaba. —Por favor, envíe toda la información sobre la casa y la semana que viene iré a pasarla allí, ¿Entonces no le importa qué llevé a alguien? — pregunté.

—No, en absoluto... usted haga lo que crea conveniente, el asunto es que cuanto antes tenga el informe, mejor para todos— le estreché la mano y salió del despacho.

Me puse en contacto con Rosa, la doctora que me ayudó con el caso de la prisión (Leer Caso 4) y le propuse que viniera conmigo, aceptó encantada, cosa que me alegro muchísimo, hacía tiempo que no la veía y era una compañía muy agradable.

El informe hablaba de una casa de más de 500 metros cuadrados de tres plantas y sótano, varias habitaciones y baños, gran cocina y enorme salón, terreno de más de 1000 metros cuadrados a las afuera de San Juan de los Morros, según y las informaciones, primero la mansión fue de una gran potentado hombre de la zona, pero con el tiempo pasó la propiedad a una dama de sociedad casada con otro hombre de dinero, la cual según creencias populares lo transformó en un burdel donde se realizaban todo tipo de experiencias sexuales y actos ilícitos. Para el año 1980 se cerró por la trágica y extraña muerte de la dueña de la casa y luego, pasó la Mansión a una subasta y fue comprada por el tío de mi cliente, quién la heredó hace apenas dos meses.

Pues con toda esta información me hice una maleta ligera, puse algo de ropa de abrigo ya que para esta época el frío estaba pegando, también metí algo de lencería fina por si, saben, Rosa y yo... Y por supuesto mi cámara de video, cámara fotográfica, grabadora y mi pistola. Quedé en recoger a la doctora en su casa un lunes y partimos en mi carro rumbo a San Juan de los Morros.

Rosa estaba tan linda cómo siempre, pero desde que salió de trabajar de esa maldita prisión su semblante había mejorado un montón. Y después del escándalo que destapamos ella montó un consultorio privado. Habíamos quedado varias veces como muy buenas amigas, hemos compartido momentos muy intimos e intensos. Seguía con esa melena negra y lacia que me volvía loca y su sonrisa era mortal.

El viaje duró unas tres horas por autopista, el último tramo fue un tanto complicado, ya que todo eran curvas, cuando llegamos al atardecer casi oscureciendo, Adriana ya nos esperaba en la puerta de la Mansión, —¡Joder! Esto parece realmente la casa de la serie "La maldición de Bly Manor"— le dije a Rosa mientras nos acercamos en el carro. Esta era impresionante, estaba en el medio de un bosque, a unos 7 kilómetros del pueblo más cercano, la casa era grandísima se veía deteriorada, se nota que el musgo creció y prácticamente se estaba comiendo la infraestructura. Cuándo nos estacionamos y antes de bajarnos Rosa me tomó de la mano y me preguntó.

 —Nuria, ¿Estás segura en tomar este caso? — mirándome a los ojos. —¡Claro! Tranquila, todo estará bien, ¿Ok? — le respondí con una sonrisa tímida y besé su mano.

Y es que claro que entendía el miedo de mi doctora, la casa daba miedo, pero era un caso nada común para investigar y eso era lo que me atraía mucho. Adriana nos enseñó la casa, solo estaba habitable la primera planta y segunda planta, la tercera estaba olvidada, y el sótano hacía tiempo que se había abandonado. Teníamos luz y agua caliente gracias a unos termos que había mandado Adriana colocar, nos dejó comida de sobra para una semana y dijo que la gente decía que alguna noche la torre estaba encendida, de ahí la creencia de fantasmas. Acto seguido nos instalamos en la única parte de la casa donde había cobertura para llamar por teléfono, nuestros celulares estaban muertos así que nuestra única conexión era el teléfono. La habitación de la segunda planta estaba cerca de la ventana... "Curioso, ¿No?", pensé. La dueña de la casa nos dejó un número de contacto y se marchó deseándonos suerte y despidiéndose hasta el Domingo.

—¿Tienes hambre? — le pregunté a Rosa para sacarla de su mezcla de asombro y miedo que podía oler hasta aquí.

—¿Cómo? — preguntó despistada.

—¿Qué si tienes hambre? — le volví a preguntar esta vez acercándome a ella para abrazarla y colocar mis manos sobre sus caderas.

—Sí, la verdad es que sí— respondió.

Me quedé mirándola a sus ojos, no quería que se sentirá incómoda.

—Rosa, si te sientes incómoda puedo hacer que mañana vengan a buscarte, no quiero que te sientas mal— le comenté. Ella me abrazo fuertemente, como si su vida dependiera de ese abrazo.

—No, no me quiero ir porque sé que contigo estoy a salvó, mi detective— sellando el momento con un tierno beso.

Después de cenar, Rosa y yo, cansadas nos fuimos a dormir, escogimos una habitación con dos camas enormes en la primera planta. La doctora, se colocó para dormir una pijamita de chaqueta y pantalón que le hacía ver un culito muy sensual, su tanguita se adivinaba a través de el, y por efecto del frío sus pezones erectos se notaban a través de la camiseta de la muy fina. Yo en cambio me gustaba dormir con una camiseta y braguitas, nos acostamos en la misma cama para darnos calor, pues, aunque había la noche estaba fría. Después de un dulce beso en los labios nos dormimos.

A eso de las cinco de la mañana me despertó un ruido que parecía venir de la planta de abajo, me levanté y tomé mi pistola y linterna diciéndole a Rosa que no se moviera, bajé las escaleras muy despacio enfocando hacia todos los sitios, cuando llegué al salón no vi nada, pero volví a escuchar un ruido que parecía como si los muebles se estuviesen moviendo. Debo confesar que estaba asustada y por un momento arrepintiéndome de haber aceptado el caso, la noche estaba muy oscura y no se oía ni un susurro. Lo único que me llamó la atención fue un tronco que estaba caído al lado de la chimenea en desuso y que no recordaba haber visto ahí antes, así que sin más novedad volví a subir a mi habitación, me acosté tranquilizando a Rosa.

 —¿Qué fue ese ruido? — preguntó.

—Nada, tranquila, ha de ser algún crujido de la madera— la abracé y nos quedamos dormidas así hasta que amaneció.

En las primeras horas del día mientras la doctora se duchaba se me dio investigar un poco más sobre ese tronco que pertenecía a una pila de troncos colocados dentro de la chimenea, era sumamente extraño que se cayera solo, pero estaba a medio metro del resto, o se había caído solo o alguien había tocado por ahí. Después del desayuno recorrimos toda la casa, la tercera planta daba a la torre, en ella no había luz eléctrica, era grande y seguramente se usaría como mirador en sus tiempos, lo único extraño era un orificio en el suelo, del diámetro de un plato más o menos y que se perdía en la profundidad, tomé un pedazo de madera que encontré y lo dejé caer, a los pocos segundos escuché cuando aterrizó así que intuí que a lo mejor era una entrada de aire para el sótano.

Luego llegamos al sótano y era como una bodega y estaba muy descuidado, se notaba que los años habían pasado por él, de pronto, una especie de escalofrío recorrió mi cuerpo y por lo que notaba a Rosa le había pasado lo mismo, —¿Estás bien? — le pregunté, ella asintió. Seguí en mi caminata y me resultaba curioso que era pequeño para la superficie que tenía la casa. Saqué fotos y Rosa me ayudó con la Cámara a grabar video y no solamente en el sótano, sino todo lo que pasó en el día. Realicé un par de llamadas desde el único punto donde funcionaba el teléfono.

Después de cenar, Rosa y yo pusimos un poco calientes y en esa enorme cama me deje llevar por sus suaves caricias, ella me acariciaba mis senos como nadie, jugando con sus dedos a atrapar mis pezones mientras su lengua penetraba mi boca, era una chica sumamente dulce, me encantaba hacerlo con la doctora, sus labios eran muy suaves y sus besos parecían no tocar mi piel, me recorrió el cuerpo con ellos hasta llegar a mi sexo, y como si me besara en la boca beso mis labios vaginales, succionándolos y con su lengua estimulando mi clítoris el cual se hincho por efecto de la excitación, así siguió por incontables minutos, volviéndome loca de placer hasta que mis jugos inundaron su boca y ella los bebió con ansia.

—Ahhhh Rosa me lo haces como nadie— le dije en una visible excitación.

La correspondí masturbándola con mis dedos, abriendo su rajita para penetrarla con ellos y explorar sus entrañas, devoré sus senos redondos y firmes, mordí con dulzura sus pezones grandes... acabamos juntando nuestras vaginas en tijera, rozando nuestros labios vaginales y mezclando nuestros orgasmos, dándonos placer una a la otra, nos tirábamos fuerte de las piernas como queriendo meter nuestros sexos de una dentro de la otra, aquello se convirtió en una fiesta de flujos, jadeábamos y gritábamos libremente a sabiendas que nadie nos podía escuchar pero que equivocada estaba, alguien nos observaba a través de un hueco oculto en la habitación contigua, pero esto no lo supe hasta después del acto.

Rosa y yo acabamos agotadas, lo hicimos como nunca, le dimos rienda suelta a nuestras pasiones y caímos desnudas en un profundo sueño.

Al día siguiente Rosa me preguntó si había visto sus bragas, —Tengo rato buscándola Nuria y no la encuentro— decía mientras buscaba en su maleta y en algunos lugares de la habitación.

—Mi vida probablemente no las trajiste— no le dimos mayor importancia. Ya llevábamos tres días y aparte del ruido de la primera noche no habíamos notado nada más. Luego decidimos dar un paseo por el lugar y por detrás de la casa sacando fotos, el celular me sonó, cosa que me sorprendió ya que desde que llegué aquí casi estaba muerto, no entraban llamadas, era Adriana, le conté que todo estaba bien, ella con su típico tono arisco me dijo que se alegraba y que la llamara en un par de días, colgué con una sensación extraña había algo extraño en esa mujer que no terminaba de encajar, pero pagaba bien.

Los ruidos extraños no se hicieron esperar, alrededor de las cuatro de la mañana me despertó un ruido parecido al del primer día, me giré y vi que Rosa no estaba a mi lado me desesperé y rápidamente busqué mi pistola, no estaba y tal como iba, con mi camiseta y en braguitas bajé la escalera hasta el salón llamando a la doctora, pero no contestaba, ya esto me estaba empezando a poner los pelos de punta, —Rosa si esto es una broma, no tiene gracia... Así que aparece— grité esta última frase. Salí a la puerta del exterior y volví a grité otra vez llamando a Rosa, —¡Rosa! ¿Dónde estás? — pero de nada sirvió, no recibí respuesta, todo estaba callado y oscuro, estaba viviendo la perfecta película de terror. Entonces me di cuenta de las ventanas de la torre salía algo de luz... y se oían muy lejanos unos susurros intermitentes. —Pero ¿Qué clase de juego macabro es éste? — me pregunté. Miraba y miraba la torre hasta que me armé de valor y fui hasta la cocina tomé varios cuchillos, de los filosos y subí hasta la torre, la luz provenía del orificio del suelo... se suponía que, de la bodega, bajé corriendo, pero en la bodega no había nada... estaba empezando a pensar que algo muy raro estaba pasando, seguía escuchando como unos malditos gemidos lejanos y subí hasta el salón, pegué la oreja a las paredes, cerca de la chimenea los gemidos se hacían más presentes y cercanos.

—¡Claro! Ahora entiendo, esto tiene que tener una entrada secreta cerca, por eso el tronco estaba caído el primer día, seguramente bajaría hasta un sótano secreto cuya entrada de aire comunicaba con la torre y por eso se reflejaba la luz a través de él. Eso explicaría porque el sótano original me parecía tan pequeño, porque en verdad se dividía en dos— ese fue el único razonamiento que tenía para esto.

Así que tantee por dentro de la chimenea buscando alguna palanca, hasta que toque una especie de mango, tiré de el y ¡Bingo!, el fondo de la chimenea se abrió como una puerta, el ruido coincidía con el que yo había oído, al pasar hacia dentro tiré un par de troncos con los pies, "Todo empezaba a encajar", pensé. Había unas escaleras de piedra iluminadas con unas pequeñas antorchas, los gemidos se hacían más cercanos, parecía la voz de ¿Rosa? pero se sentía como apagada. Bajé las escaleras y llegué hasta una sala estilo medieval, había dos lámparas forjadas en negro que iluminaban la estancia, de las paredes de piedras colgaban cadenas y grilletes, había algunas mesas de madera con correas de cuero, divisé una estantería llena de artilugios de índole sexual. Al final del sótano vi algo que me impactó, allí estaba Rosa, tenía las manos atadas por una muñequeras de cuero y salían dos cadenas hacia una argolla en el techo que la obligaban a estar de pie, tenía una especie de pelota con una correa metida en la boca y atada alrededor de la cabeza, estaba totalmente desnuda, tenía como una especie de sujetador de cuero y hierro que remarcaba las base de sus pechos pero las dejaba libres al igual que los pezones, tenía las piernas abiertas también como un potro de madera cuya parte superior acababa en cuña redondeada pero sin filo, y con gran esfuerzo se mantenía en puntillas, ya que si bajaba las plantas de los pies su vagina se metía en dicha cuña y le producía una mezcla de dolor y placer que se reflejaba en sus ojos y en sus gemidos. Me disponía a liberarla cuando noté un pinchazo en el brazo, enseguida me sentí mareada y no pude ni siquiera ver a mi atacante, la vista se me nublo y perdí el conocimiento.

CONTINUA...

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