CAPÍTULO 15
POV ARTEM ROMANOV
—¿Y esa sonrisa? —Sergei arqueó una ceja, su mirada penetrante clavada en mí.
Encogí los hombros, tratando de aparentar indiferencia.
—¿Acaso no puedo sonreír? —mi voz resonó con una nota desafiante, aunque sabía que él era capaz de percibir la falsedad en mis palabras.
—Rara vez lo haces, y siempre que lo haces, tiene un nombre y empieza por la L.
Una risa apenas audible escapó de mis labios. Había pasado una noche placentera durmiendo junto a mio fiore (mi flor), y estaba claro que eso influía en mi buen humor ese día.
—Si ya lo sabes, ¿para qué preguntas? —Intenté desviar la conversación, centrando mi atención en el reporte de la nueva mercancía de armas que había llegado. Pero la mirada de Sergei sobre mí era como una losa pesada que impedía cualquier intento de concentración—. Habla.
—Creo que deberían de ser cuidadosos. No estamos en un buen momento ahora que Vladik murió, y tuviste suerte de que Lia no recordara lo que le dijiste. Nadie puede saber que hay algo entre ustedes, ni mucho menos tu condición.
—No haría nada que pudiera afectar aún más la salud de mi padre. Sé cuáles son mis límites, Sergei —mis palabras salieron más firmes de lo que me sentía, tratando de demostrarle que estaba en control de la situación.
—Pero no Lia, ella no conoce de límites, y no queremos que la bratva se fracture desde adentro cuando tenemos una guerra en la puerta de entrada.
La seriedad en su tono me hizo apartar el informe y obsérvalo fijamente. Quería golpearlo por ser tan malditamente sincero, pero sabía que sus palabras eran un recordatorio necesario de las consecuencias que tendrían mis acciones.
—Esperaré a que papá esté bien y que esta guerra con los yakuza haya terminado para revelarlo —declaré con determinación.
—El ganarla hará que nadie cuestione y te seguirán sin pensarlo.
—Por esa razón ganaremos. Con la información que la Cosa Nostra tiene sobre ellos, podremos golpearlos en varios frentes sin darles tiempo para reaccionar.
Sergei asintió, pero su preocupación no disminuyó.
—Creo que la boda de Aleksey con Vittoria debería ser lo más pronto posible. Aleksey es impredecible.
—Ya dio su palabra y yo la mía. Nuestro padre le ha enseñado el valor de ella, así que estamos bien por ese lado, pero tienes razón —inhalé hondo mientras pensaba en mi hermano.
—Supe que no vive solo en Rusia, tiene compañía y al parecer es su pareja. ¿Qué piensa hacer cuando se case? ¿Vivir con ambas mujeres?
Maldición. Sabía que tenía que abordar ese tema con él.
Había prometido al Don que su hija sería tratada con respeto y cuidado, pero lo que veía venir no auguraba nada bueno.
—Vittoria es... una mujer diferente, inocente. Empiezo a temer que haya cometido un error al proponer a Aleksey como su esposo, pero en realidad no había muchas opciones.
Froté mi sien con frustración mientras Sergei continuaba con su evaluación.
—Si tanto te preocupa, podrías haberte casado con ella —sugirió, dejándome perplejo ante sus palabras.
—La veo como una hermana, no como mujer —aclaré.
—Ahora él tiene que responder por ella. Tú ya tienes demasiados problemas como para sumar las responsabilidades de Aleksey a tus hombros, y yo ahora tengo más responsabilidades. Sabes que siempre te apoyo en todo, pero no tengo tiempo para Verónica. No es mía, es tuya, y si estás cansado de ella, simplemente envíala lejos, lejos de ti... de todo esto.
—¿Sí estoy cansado? Que mierda te sucede a ti, ¿Qué está pasando? —quise saber, no podía creer que hablara enserio.
—Ella no es lo que crees, es envidiosa, celosa, no eres su puta propiedad.
—Tiene razones para ser envidiosa y celosa, pero no volveré a darle más razones para serlo.
Asintió para nada convencido y frunció su ceño.
—Y para que ella crea que no eres su propiedad?
Jodida mierda.
—Sergei, Verónica no se ira de mi vida, no lo hizo en estos cuatro años que llevamos juntos y menos será ahora.
—Entiendo muy bien el amor que le tienes a ella, es justificable, pero no la conocemos muy bien y eso será un problema.
Negué levemente, sabiendo que no llegaríamos a ningún punto en esta conversación de Vero.
—Si sabes algo que yo no sé, dímelo —dije, observándolo fijamente—. Porque siento que a esta conversación le falta algo.
—No, Artem, no sé nada —respondió—. Pero incluso si lo supiera, no te lo diría. Tienes una venda en los ojos cuando se trata de Verónica. No pienso perder mi tiempo hablando o ayudándote cuando se trata de ella.
Sergei se marchó sin decir una palabra más, dejándome sumido en mis propios pensamientos. Conocía demasiado bien a Sergei para dudar de su sinceridad. Si él pensaba que algo andaba mal con Verónica, era así. Ahora necesitaba averiguar qué era exactamente.
Saqué mi teléfono y marqué rápidamente el número de Yarik.
—Pakhan —respondió al otro lado de la línea.
—No es necesario ser formal, Yarik. Artem está bien.
—¿A qué debo tu llamada... Artem?
—Necesito espiar a una persona. Necesito saber a dónde va, con quién habla, sus llamadas... todo. Sé que conoces personas eficientes en ese campo.
—Lo haré. Inmediatamente me pondré en contacto con alguien de confianza.
—Esto queda entre nosotros. Nadie más lo sabrá —aseguré antes de colgar.
Me recosté en mi asiento y cerré los ojos por un momento, tratando de organizar mis pensamientos y preocupaciones. No podía dejar que todo me abrumara al mismo tiempo. Solo esperaba que todo estuviera listo en mi nueva casa; necesitaba privacidad y seguir viviendo en la casa familiar no me otorgaría nada de lo que deseaba.
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos, y me enderecé en mi silla.
—¿Quién es? —pregunté.
—Akin —respondió desde el otro lado.
—Pasa —indiqué, sorprendido de que viniera a verme—. ¿Qué sucede?
Lucía un poco alterado, algo poco común en él, ya que solía mantener sus emociones bajo control.
—Mamá sigue insistiendo en que Adrik y yo vayamos a la universidad, y tú eres el Pakhan, así que podrías... —comenzó, pero lo interrumpí de inmediato.
—No —respondí tajante, sin darle oportunidad de terminar su sugerencia. Cruce los brazos sobre mi pecho, mi expresión firme, mientras lo observaba con incredulidad—. ¿Crees que papá, siendo el Pakhan, le impuso algo a ella?
Vaciló por un momento. Sus ojos se desviaron por un instante antes de volver a encontrarse con los míos.
—No, claro que no, pero... podrías sugerir, es algo muy diferente —insistió él.
—¿Qué sugeriría? —pregunté con escepticismo.
Akin pareció reflexionar por un momento antes de proponer su idea.
—Déjame ir a Rusia con Aleksey —propuso, y fruncí el ceño mientras negué con la cabeza.
—Te necesito a mi lado.
—Adrik se quedará contigo, pero yo necesito irme... necesito estar en Rusia cuanto antes —insistió con urgencia, sus palabras saliendo casi como un susurro desesperado.
Lo observé en silencio durante varios segundos, intentando procesar lo que acababa de decir. Miles de pensamientos cruzaron mi mente, pero no lograba identificar el problema.
—¿Qué sucede? —pregunté finalmente—. Puedes decirme cualquier cosa.
Respiró hondo antes de responder.
—Necesito estar solo. Hay demasiadas personas a mi alrededor, y en la universidad habrá aún más —explicó. Alcancé a percibir cómo sus ojos, que estaban normales segundos antes, se dilataban un poco—. Antes de ayer, maté a cinco personas. Ayer fueron quince, y hoy... —se rió suavemente y asintió—. Bueno, aún es muy temprano.
Mis ojos se abrieron ligeramente ante su confesión, pero rápidamente recuperé mi compostura, aunque por dentro una alarma sonaba con fuerza.
Solo unas pocas personas eran conscientes de la condición de mis hermanos y de lo difícil que fue para mis padres criarlos con esas desventajas en diferentes aspectos, tan distintos a un niño normal. La mente de los gemelos, sus emociones, su forma de aprender, todo era muy diferente a los de una persona común. Por esa razón, cada uno de ellos buscó un pasatiempo para canalizar todo.
—¿Por qué?
—Ansiedad y estrés. También Mamá me ha obligado a acompañarla a eventos, he conocido más gente de la que me gustaría y no puedo rechazarla. No quiero que se sienta mal, más cuando piensa que está todo bien conmigo —explicó, apretando los puños con fuerza, aunque su rostro seguía inexpresivo—. Si se entera, pensará que es su maldita culpa, cuando no lo es.
—¿Quiénes eran esas personas?
—Cinco de ellos eran mis guardaespaldas, y los otros, personas comunes —respondió, y su voz se volvió aún más fría y distante.
—¿Quieres ver a un psicólogo? Podría buscar uno discreto y tal vez te ayude —propuse rápidamente, sintiendo la necesidad de hacer algo, aunque fuera un intento débil por resolver aquel problema—. Es la única condición para que permita que vayas a Rusia.
—Está bien —aceptó, y sentí un ligero alivio ante su respuesta.
—Dos meses, ¿será suficiente tiempo? —pregunté, buscando confirmación, aunque en realidad no tenía idea de cuánto tiempo necesitaría para resolver sus problemas.
—Lo será —Nos pusimos de pie. Me acerqué a él rodeando la mesa—. No me mires así.
—¿Cómo te estoy mirando? —pregunté confundido.
—Como si fuera un problema que resolver —explicó, y lo abracé.
—No es así. Solo te miro como mi hermanito menor que necesita ayuda —aseguré, y lo solté—. ¿Podrías intentar no matar a más personas del común? Puedo realizar algunas peleas clandestinas y allí podrías matar a tus oponentes.
—Sí, seguro...estará muy bien.
[...]
—¿A dónde piensas llevarme? —preguntó Lia por quinta vez, su voz cargada de curiosidad y anticipación.
—Voy a ver algo y quiero que estés presente —respondí simplemente, abriendo la puerta del copiloto para ella y ofreciéndole mi mano para ayudarla a entrar—. Es algo para los dos.
Vi la emoción brillar en sus ojos, y una sonrisa se curvó en mis labios al contemplar la belleza que emanaba de su expresión.
—¿Qué pasa? —frunció el ceño, comenzando a tocarse el rostro nerviosamente—. ¿Tengo algo?
Sin decir una palabra, tomé su mano y la aparté suavemente de su rostro.
—Solo estaba admirando tu belleza —susurré, inclinándome ligeramente hacia ella y depositando un rápido beso en sus labios—. Eres perfecta.
Me aparté rápidamente y cerré la puerta, asegurándome de que no hubiera nadie alrededor. Todo estaba perfectamente.
Cuando entré al automóvil, noté que Lia aún estaba sonrojada y trataba torpemente de ocultarlo.
Encendí el automóvil y nos alejamos de la casa con calma. No tardaríamos mucho en llegar; la casa estaba a solo diez minutos de distancia, en el mismo vecindario. Esta proximidad era una precaución sabia en caso de que surgiera algún problema con cualquier miembro de la familia.
—La salida está del otro lado —señaló, visiblemente confundida por la dirección que estaba tomando.
—Sé dónde está la salida —respondí con firmeza, sin apartar la mirada de la carretera.
—¿Entonces...? —preguntó, sin comprender del todo mi decisión.
Giré rápidamente para mirarla y bufé con frustración.
—¿Puedes esperar unos minutos?
—No —respondió de manera rotunda, cruzando los brazos frente a ella—. Odio esperar, odio ser paciente.
—Aprenderás conmigo —dije, sabiendo que mis palabras no cambiarían su opinión.
—Sí, claro —rió entre dientes, con un dejo de sarcasmo—. ¿Sabes dónde está Aleksey? No lo he visto desde que llegamos.
—De fiesta con Aleksander y Adrik.
—Entiendo, andan cogiendo como conejos —comentó con cierta envidia, lo que me hizo soltar una breve risa.
—¿Cuál es el animal que más coge en el mundo? —pregunté de repente, cambiando abruptamente el tema de conversación.
Vi de reojo cómo su ceño se fruncía completamente desconcertada por mi pregunta inesperada.
—¿Por qué debería saberlo? —respondió, con una expresión de confusión evidente en su rostro.
—Porque esos seremos tú y yo en un par de días.
—No me acostaré con alguien que no es mi novio —declaró de manera firme, y la miré de inmediato—. ¿Qué? ¿Mis principios pueden cambiar? —añadió con una sonrisa traviesa, como si estuviera bromeando.
No pude evitar soltar una risa ante su comentario. La espontaneidad de Lia siempre lograba sacarme una sonrisa, incluso en los momentos más inesperados.
No dije nada más mientras continuábamos nuestro camino. Habíamos llegado a nuestro destino, así que estacioné el automóvil y me apresuré a salir para abrirle la puerta y ayudarla a bajar.
—¿De quién es esta casa? —preguntó, mientras caminábamos hacia la entrada a su ritmo pausado.
—Es mía —respondí con calma, sintiendo su sorpresa al lado mío—. Y tuya.
Abrí la puerta y la dejé pasar antes de seguir detrás de ella. Observé cómo recorría la casa con asombro, notando cada detalle cuidadosamente seleccionado. Había contado con la ayuda de Ana para asegurarme de que todo encajara con los gustos y las preferencias de Lia.
—¿Cómo que mía y tuya? —preguntó, volviéndose hacia mí con una expresión de confusión en su rostro.
Sin decir una palabra, simplemente entrelacé nuestras manos y la conduje hacia el comedor, donde nos esperaba un almuerzo.
—Espero que la comida sea de tu agrado —comenté mientras sostenía la silla para ella y luego me sentaba a su lado.
Lia miró a su alrededor, sus ojos vidriosos reflejaban la emoción que sentía.
—Esto... es lindo —susurró, un nudo en su garganta dificultando sus palabras—. No sé qué decir.
—No tienes que decir nada.
—Gracias, es lindo. Pero... no me has respondido —insistió, buscando una respuesta a su pregunta anterior.
Miré a mi alrededor, luego la miré a ella directamente, reuniendo valor para expresar lo que había estado guardando en mi corazón durante tanto tiempo.
—Esta casa es mía y tuya —comencé, tomando su mano entre las mías—. La compré y la arreglé para nosotros.
—¿Nosotros? —susurró Lia, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y esperanza.
—Intenté sofocar mis sentimientos por ti, pero la distancia que puse entre nosotros solo los alimentó. Me engañé a mí mismo, creyendo que ya no sentía nada, que podía volver y todo sería normal, como debería ser. Pero fue una gran mentira. Has sido una constante en mi vida, y mi corazón solo reconoce un nombre, el tuyo. Así que sí, quiero un nosotros, ahora y en el futuro. Por eso quiero que me permitas ser tu novio.
Me levanté rápidamente de la silla al ver cómo las lágrimas caían de sus ojos. Con delicadeza, limpié su rostro, sintiendo el creciente estrés al no obtener una respuesta inmediata.
—No... tú no sabes cuánto yo... yo soñé con este momento —murmuró, su voz entrecortada por la emoción—. Y claro que también quiero que seas mi novio.
Al escuchar esas palabras, algo dentro de mí se desató. Un torrente de alivio y felicidad inundó mi ser, disipando el nudo de preocupación que había estado creciendo en mi pecho. Me acerqué aún más a Lia y la abracé.
Por un momento, sentí el impulso abrumador de contarle todo a Lia, de revelarle la verdad y liberarla del peso de lo prohibido que había estado cargando. Sin embargo, sabía que antes debía arreglar algunas cosas con Verónica.
Respiré profundamente, conteniendo mis emociones mientras trataba de encontrar la mejor manera de abordar la situación. No podía permitir que el secreto y la mentira se interpusieran entre Lia y yo, pero tampoco podía ignorar las complicaciones que se avecinaban si decidía revelar la verdad en ese momento.
VOTEN Y COMENTEN
No puedo creer que ya estemos en las cuarenta y dos mil palabras y que esto sea solo el principio del libro. Dependiendo de cómo vaya llevando los próximos capítulos, tomaré la decisión de dividir el libro o no. Aunque, de hacerlo, la segunda parte la subiría aquí mismo.
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