CAPÍTULO 13


POV ISABELLA ROMANOVA

—¿Qué pudiste averiguar, Lyonya? —pregunté, observando su expresión con detenimiento.

Su mirada no me gustó para nada, y me preparé mentalmente para lo que vendría a continuación.

—Está bien que desconfiara, Vladik se ha reunido con tres de los brigadieres más antiguos de la bratva. Han intercambiado llamadas, pero aún no tengo claro qué están tramando. Puede que sea alguna estupidez —informó.

Fruncí el ceño mientras procesaba la información y negué levemente con la cabeza, comprendiendo la gravedad de la situación.

Mientras permanecí unos minutos más escuchando la conversación entre Lia y Artem, me di cuenta de la habilidad de Vladik para manipular la situación a su favor, sembrando la semilla de confianza en la mente de Artem.

—No, no es una estupidez. Quieren arrebatar el poder a mi hijo y ni siquiera ha pasado un mes desde que lo asumió. —Fijé mi mirada en él con determinación y emití una orden clara—. Nadie debe enterarse de esto, queda entre nosotros dos.

—Le soy leal, usted lo sabe.

Asentí con aprobación. Sabía que podía confiar en él; se había convertido en algo así como un hermano para mí, lo quería mucho.

—Quiero que los traigas ante mí, a los tres. Necesito hablar con ellos hoy mismo.

—¿Puedo preguntar qué pretende hacer? —indagó antes de que me marchara.

Antes de salir del estudio, respondí sin detenerme.

—Lo necesario para evitar que mi hijo salga herido y para proteger los intereses de la bratva.

Salí de la habitación y me encaminé hacia la cocina, sintiendo la necesidad imperiosa de tomar una taza de café para relajarme y pensar con claridad.

—¡Aléjate de mí! —escuché el grito de Alina y me alarmé al instante. Estaba a punto de doblar por el pasillo y dejarme al descubierto, pero entonces escuché la voz de mi hijo Adrik y me detuve un momento.

—Es mi maldita casa, ¿cómo demonios quieres que lo haga? —se defendió él, con un tono desafiante.

Alcé una ceja y crucé mis brazos, escuchando la escena con atención.

—No tienes por qué venir a la cocina, solo... pide lo que quieras y se te será llevado —propuso, tratando de calmar la situación.

—¿Por quién? ¿Por ti? —la pregunta de Adrik dejó un silencio denso en el aire, y me atreví asomarme, sorprendiéndome nuevamente por lo que estaba empezando a descubrir en la cocina—. No te conviene entrar a mi habitación, no prometo que salgas igual que como entres.

—¿Cómo entre? —su dulce voz temblaba.

—Virgen. —Su hermoso rostro se encendió por completo—. Tranquila, no follo con niñas asustadizas y menos niñas que tengan dieciséis años.

Alina lo empujó y al ver la sonrisa de Adrik, me recordó a su padre; a veces eran tan parecidos.

—Aléjate de mí, Adrik, o le diré a tu padre. —Lo amenazó, pero se encogió de hombros—. Entonces a tu madre.

—Hazlo y te juro... —advirtió, pero lo interrumpí antes de que continuara.

—Alina, ve con tu madre, cariño —la llamé, cruzando el umbral de la puerta.

—S-Sí, Isa —respondió saliendo de la cocina con rapidez.

Observé a mi hijo, quien comenzaba a acercarse con los brazos extendidos.

—Adrik —advertí, pero hizo caso omiso y me abrazó—. No evitaras que te regañe por uno de tus dulces abrazos.

—Pero si son únicos y solamente dirigidos a ti —lo rodeé también, notando lo pequeña que ya era a su lado.

—No quiero que vuelvas a molestar a Alina, es muy tranquila, dedicada y dulce, mantente alejada de ella.

Me alejé lentamente y esperé a que respondiera.

—Mamá, solo me gusta joder su existencia, pero si quieres que no lo haga...entonces no lo volveré hacer. —Alce una ceja y bufó—. Lo prometo, joder.

Sonreí y agarré sus cachetes apretándolos mientras me empinaba para dejar un beso en cada uno de ellos.

—Ese es mi niño.

—Tu niño esta triste porque su malvado padre aun no activa sus tarjetas. —Sacó su teléfono y tecleo unas cosas antes de mostrarme una foto de un automóvil—. ¿Me lo podrías comprar, mamma? Te lo pagaría después de unos trabajitos que tengo a final de mes.

—¿Qué trabajos? —Me observó como diciendo "no quieres saberlo"—. Adrik.

—No puedo depender siempre de papá, ni de ti así que...me llegó una oferta de trabajo y la acepte. Personas quieren ver a personas muertas, yo hago que ese deseo se cumpla.

—Un asesino. —Hizo una mueca y asintió—. Y si son personas inocentes, ¿te has puesto a pensar en ello?

—Para mí son un blanco mamá, no me interesa si son inocentes, son un nombre en una lista y ya.

—No, solo trabajaras para la bratva y punto. —Observé que quería responder, pero negué para que se mantuviera callado—. Hablaré con tu padre para que se les asigne trabajos y mantengan activos. Ahora ve y coge una de mis tarjetas y compra ese automóvil y de paso uno a Akin, por favor.

Sus ojos brillaron y empezó a besarme por todo el rostro.

—Puta mierda, tuve suerte con esta hermosa mujer que me tocó como madre. Grazie.

—Pensavo che tu avessi la lingua arrugginita per l'italiano, non lo parli quasi mai. (Pensé que tenías oxidado el italiano, casi nunca lo hablas)

—È la lingua dell'amore, mamma. La parlo solo nei momenti speciali con te. (es el idioma del amor mamá, lo hablo solo en momentos especiales contigo)

Rodeé los ojos y fui hasta la cafetera para hacerme una taza de café.

—Ve antes de que cambié de opinión. —Me giré para verlo—. Por lo que vi esos dos automóviles saldrán caros.

—Jamás lo harías —me tiró un beso y se fue.

Inhalé hondo, mientras sentía las lágrimas a punto de salir. Mis hijos eran mi debilidad, haría cualquier cosa por ellos que ni siquiera pudieran imaginar.

Me preparé mi café y empecé a trazar un plan, esos viejos no podían hablar, pero antes tenía que saber que tanto Vladik les había dicho y si ellos habían hablado con alguien más sobre el tema. Cuando terminaba, unos brazos me rodearon e inmediatamente mi pulso se disparó, aun lograba tantas emociones en mi cuerpo a pesar de los años que era una locura.

—Café a esta hora —susurro—. ¿Qué ha pasado?

Odiaba que me conociera tan bien. Tranquilice mi cuerpo y mis expresiones, porque era difícil mentirle, siempre sabía absolutamente todo y en ocasiones como esta, era complicado.

Volteé a verlo, con mi taza en mis manos y negué levemente.

—Solo se me antojó, mi amor. —Alcé mi taza y la acerqué a sus labios—. ¿Quieres?

—Si quieres que te desvele hoy, está bien. —Una sonrisa torcida se abrió pasó y bajé lentamente mi taza—. Eso pensé.

—¿Lia? —pregunté, bebiendo un poco.

—Quedó con Akin, van a ver una película. —Asentí lentamente—. Está bien, mejorará y te prometo que nada malo le sucederá.

—Tienes que acabar con esa mafia, mátalos a todos, que no quede nadie vivo. —Mordí mi labio inferior para evitar el temblor—. No puedo soportar pensar que no están a salvo, tengo miedo de perderlos.

—No Zayka. —Agarró mi rostro entre sus manos y negó—. No pasará. Nadie volverá a tocar a mis hijos, haré lo necesario.

—Yo también haré lo necesario —confesé, viéndolo fijamente.

—Lo sé, amor —me besó y un suspiró salió de entre mis labios. Como amaba ser besada por él.

—¿Has sabido algo de los niños? —pregunté ansiosa.

Darko me miró con ternura antes de responder.

—Artem y Aleksey ya no son niños —corrigió suavemente, dejando un beso en mi nariz—. La reunión salió tan bien como cabía esperar, Alek se comportó adecuadamente.

Bebí todo el contenido de mi taza y negué con la cabeza, sintiendo una mezcla de frustración y descontento.

—Esa decisión sigue sin gustarme. Artem no debió hacerlo, sabiendo lo que eso significaría para Alek. Andrea me llamó y está furiosa, y tiene toda la razón.

Me observó con seriedad, considerando mis palabras.

—¿Quién crees que hubiera sido la mejor opción? —preguntó, con una expresión de genuina curiosidad en su rostro.

—Las únicas opciones eran Akin y Aleksey, porque no puedo quitarles a mis otros hijos la oportunidad de encontrar el amor, como yo lo encontré contigo —respondí con firmeza—. Akin no habría sido una opción confiable, y Aleksey... podría ignorarla y no hacerle daño.

Asintió.

—Sé que este tema ha sido difícil, pero es bueno ver que lo respetas y lo aceptas.

—Solo no quería que ninguno de los dos saliera herido, porque lo harán, y tú lo sabes.

—El amor es incierto, tendremos que evitar entrometernos.

—Pero si ella se entera de lo de Artem, si descubre lo que hiciste, la perderemos... su corazón no lo soportaría —susurré, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de mí

—No lo sabrá, tranquila, nena —intentó calmarme—. Estás muy preocupada, por favor, cuéntame. Lo arreglaré, como siempre lo hago.

Me solté de su agarre y dejé la taza en la encimera, luego salí de la cocina, caminando rápidamente hacia nuestra habitación. Escuchaba sus pasos detrás de mí, pero cuando comencé a subir las escaleras, Pasha llegó corriendo.

—Atrapamos a unos hombres de Hernandez, acababan de llegar a la ciudad.

—Aun no entiendo porque no le he matado —el ceño de mi esposo se frunció y me observó—. No me tardaré amor.

Asentí lentamente y me dio un beso de despedida.

—¿Cuántos hombres necesitamos para ir a matarlo? —escuché su pregunta antes de que se alejaran.

Tres horas después

Me encontraba en mi despacho, luego de recibir un mensaje de Lyonya anunciando que llegaría a la mansión con mi pedido en cuestión de minutos. Estaba sentada detrás de mi imponente escritorio.

Con una mirada gélida fija en la puerta, aguardaba su entrada, preparada para enfrentar a los bastardos que planeaban causar daño a mi familia.

—Señora Romanova —resonó la voz de Lyonya, utilizando el formalismo que siempre empleaba en presencia de terceros—. Están aquí.

—Entren —ordené con voz firme, mientras indicaba a Lyonya con un gesto que se retirara.

Con paso cauteloso, Vasily, Ivan y Maksim ingresaron a la habitación, escudriñando cada rincón con recelo.

Les indiqué con un gesto que tomaran asiento frente a mi escritorio, mientras observaba sus reacciones con detenimiento. Maksim fue el primero en romper el silencio.

—Es un honor que podamos servir de ayuda, señora Romanova —declaró con una mezcla de cortesía y cautela.

—Sé que Vladik ha hablado con ustedes, sé lo que pretenden hacer y estoy de acuerdo —afirmé con calma, aunque en mi interior ardía un fuego que quería consumir todo—. Lo entiendo, es confuso, pero es lo correcto.

A pesar de mi aparente confianza, no sabía exactamente cómo iba a manejar la situación, pero confiaba en mi habilidad para engañar a hombres como ellos.

—Pero... Vladik nos advirtió que ustedes estarían en contra y teníamos que evitar ser descubiertos —aclaró Vasily, mientras sus ojos escudriñaban el ambiente en busca de peligro.

—Sé lo que les dijo Vladik, yo misma le dije que se los dijera —respondí con tranquilidad—. Al salir de aquí pueden rectificarlo.

Sus cuerpos se relajaron ligeramente, aliviados por mis palabras. Ivan tomó la palabra, elevando su mentón con arrogancia.

—Entendemos que lo haya criado como un hijo, pero no puede ser nuestro Pakhan. Es una burla lo que el señor Romanov hizo.

—¿Qué proponen ustedes que hagamos? —inquirí, manteniendo mi semblante imperturbable.

—Su hijo confesara que es adoptado ante todos —respondió Vasily—. Y solo así podremos convencer a todos para deshacerlo del puesto. Nadie querrá que lo lidere alguien que no sea de los nuestros.

—Tiene razón, señor Vasily —asentí con una sonrisa de complicidad fingida—. Pero para deshacerlo del puesto hay una sola manera.

Me levanté de mi escritorio y caminé con gracia hacia mi pequeño bar, donde serví tres vasos y coloqué una botella de whisky frente a ellos, invitándolos a servirse.

—Hay que matarlo, para que uno de los gemelos lidere —proclamó con frialdad.

Luché por mantener la máscara de indiferencia en mi rostro.

—¿Quién lo hará? ¿Vladik? —los tres asintieron, y tragué con dificultad, luchando por mantener la compostura—. Está bien.

La tensión en la habitación era palpable mientras los tres hombres absorbían mis palabras. Observé atentamente cada uno de sus gestos, tratando de mantener la compostura mientras esperaba su reacción.

Vasily, Ivan y Maksim intercambiaron miradas entre ellos, evidentemente sorprendidos por mi respuesta.

Maksim frunció el ceño, observándome con una mezcla de incredulidad y sospecha. Era el más astuto de los tres, y podía ver la duda en sus ojos. Finalmente, rompió el silencio con una expresión de incredulidad en su rostro.

—¿Está bien? ¿Así de fácil? Es su hijo después de todo, no lo entiendo —cuestionó, con una dosis de escepticismo en su voz.

Mantuve mi mirada firme y decidida, pero por dentro sentía un torbellino de emociones. Tenía que seguir con la farsa, no podía permitir que descubrieran la farsa.

Señalé las bebidas sobre el escritorio, invitándolos a servirse mientras consideraban mi respuesta.

—Está bien —repetí, con una frialdad calculada en mi tono—. Así de fácil, Maksim.

Su ceño se frunció aún más, y su mirada penetrante se clavó en la mía, como si intentara descifrar mis verdaderas intenciones.

—Entiendo —murmuró finalmente, tomando un trago del whisky con una mezcla de resignación y cautela.

Los otros dos hombres asintieron en acuerdo, aparentemente conformes con la dirección que estaba tomando la conversación.

—Puedo preguntar algo —asentí hacia Ivan—. ¿Nunca quiso a Artem? Es extraño que esto esté sucediendo.

Abrí el cajón a mi derecha lentamente, mientras continuaba observándolos.

—¿Quererlo? —inhalé hondo y suspiré—. Es más que eso, lo amo, fue la persona que me hizo mamá por primera vez, es mi primogénito. —Sonreí ante sus rostros de desconcierto—. Quererlo no es la palabra adecuada para lo que siento por él.

Se hizo un silencio sepulcral en la habitación, y yo solo esperaba, conteniendo la respiración mientras observaba atentamente. Sabía que el efecto del fármaco no tardaría en manifestarse; había sido una dosis potente, suficiente para doblegar a los hombres frente a mí.

Cuando vi la alerta en la mirada de Maksim y cómo su vaso se deslizaba de sus manos, una sonrisa siniestra se curvó en mis labios involuntariamente. Los otros dos intentaron levantarse, pero sus cuerpos se negaron a obedecer, cayendo impotentes de nuevo sobre las sillas.

—¿Q...Que mie...rda? —cuestionó Vasily, su voz temblorosa revelando su desconcierto y miedo.

Me erguí con una mezcla de poder y ferocidad, mis ojos destellaban una intensidad amenazante mientras agarraba el cuchillo de mi cajón.

—Ahora aprenderán a no meterse con mi familia —declaré con voz firme y fría—. ¿Con quién debería empezar?

Abrí otro cajón y saqué una cinta industrial y unas tijeras, con movimientos precisos corté tres pedazos de cinta con el suficiente largo para asegurar que no pudieran liberarse fácilmente. Cada pedazo lo adherí a cada silla.

—Nunca pensé que podría llegar a estos extremos. Soy médico cirujano, mi deber es salvar vidas, no arrebatarlas. Pero cuando eres madre, haces lo que sea por tus hijos —mi voz resonó con un tono imperturbable, aunque en mi interior había un torbellino de emociones. El terror en sus ojos no me hizo retroceder, sino que me fortaleció—. Sus familias son inocentes, pero... no lo sé.

Con un gesto decidido, abrí la boca de Ivan y saqué su lengua con firmeza, mientras mis manos temblaban ligeramente por la mezcla de adrenalina y determinación que fluía a través de mí. Era una situación que nunca había enfrentado antes, pero estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para proteger a los míos.

—Tengo que quitar la raíz. —Corté su lengua después del segundo corte e inmediatamente la introduje en su boca. Con un golpe fuerte la cerré y la sellé con la cinta, asegurándome de que no pudiera escapar—. Les di un paralizante muscular, así que poco a poco dejarán de respirar. Será una muerte lenta y agonizante, pero mientras eso pasa... sufrirán, lo prometo.

Después de acabar con Ivan y dejarlo ahogarse con su propia sangre, caminé hasta Vasily y realicé el mismo acto, esta vez cortando su lengua con un solo corte preciso y certero. El silencio pesado en la habitación se mezclaba con los sonidos de su agonía.

Mis manos y mi pecho estaban cubiertas de sangre. Sentí el peso de cada gota, como una carga que se adhería a mi piel y se hundía en lo más profundo de mi ser.

Cuando alcé mi mirada, me sorprendí al verlo en el umbral de la puerta, observándome con atención. Había estado tan sumergida en mi tarea que ni siquiera me había percatado de su presencia, aunque su aura siempre era tan imponente que debería haberlo sentido desde el primer momento.

—Yo... yo —tragué duro, luchando por encontrar las palabras adecuadas para explicar lo que acababa de ocurrir.

Asintió lentamente, como si entendiera el peso de mis acciones sin necesidad de que lo expresara con palabras. Un clic sonó en el aire y se alejó de la puerta, caminando lentamente hacia mí.

—¿Era eso lo que ibas a decirme? —su voz resonó con un tono grueso y escalofriante, envolviéndome en un escalofrío que recorrió mi espalda.

—Harían que Artem hablara, convencerían a todos, lo matarían, y tu amigo, tu maldito mejor amigo, inició todo esto. —Lo señalé con el cuchillo en mi mano, la rabia pulsando a través de cada palabra—. Él es el siguiente, y lo haré sufrir aún más. Su muerte tendrá que ser dolorosa.

Cuando se acercó a mí, tomó el cuchillo de mi mano y lo lanzó al pecho de Maksim con una precisión letal.

—Eres una leona, Isabella, no esperaba menos de ti —sus palabras resonaron llenas de admiración.

—Darko.

Agarró mis manos y besó cada una.

—Míralas, manchadas de sangre, ensuciadas.

—¿Vladik? —pregunté.

—Para mañana no estará respirando. —Sus palabras cortaron el aire con una finalidad inquebrantable. Luego, agarró mi rostro con firmeza y me besó, dejando el rastro carmesí de la sangre en mis labios y en mi piel—. Dime que sí.

—¿A qué? —gemí.

—A follarte aquí mismo, mi amor. —Sus manos descendieron por mi cuerpo y empezó a desabrochar mi pantalón—. Por favor. 



Necesitaba escribir un capítulo desde la perspectiva de Isa. 

En mi Instagram, tengo el árbol genealógico con una foto de cada uno de los Romanov. Les servirá un montón. También hay unos videos increíbles; uno de ellos muestra la escena donde Darko proclama a Artem como Pakhan.

Instagram: Luztorres07

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