Persuasión: Jonathan Levy (Parte 1)
El ambiente en la cafetería era cálido, lo suficiente como para alejar a cualquiera del frío exterior cuando se aventuraba a salir esa noche lluviosa de febrero. Te encontrabas sentada en una mesa al fondo, con el café casi olvidado junto a tu computadora portátil en donde escribías sin ningún tipo de distracción. El lugar estaba en silencio, aunque hacía ya bastante tiempo que había dejado de escuchar a los otros clientes al enfocarte en el ritmo de las notas de las melodías de Bach.
-¿______________? ¿En serio eres tú? -la voz llena de sorpresa provino de un hombre con una sonrisa cautelosa aunque curiosa detrás de su barba y gafas.
Al escuchar tu nombre, levantaste la vista curiosa hacia la voz que te llamaba aunque, al notar de quién prevenía, casi terminas en el piso. Era nada y más y nada menos que Jonathan Levy, tu ex profesor de filosofía en la universidad, a quien no habías visto hace ya dos años desde que te habías graduado.
La sonrisa en tu rostro se hizo presente. No podías creer que realmente fuera él quien estuviera ahí e inmediatamente y sin que pudieras evitarlo, esos sentimientos extraños que creíste olvidados volvieron a aparecer pero, había que enfocarse, no tendría por qué haber alguna diferencia en su trato a cuando eran profesor y alumna, incluso cuando te enteraste que justo unos meses después de la graduación él se había divorciado. No podías pensar que algo podría pasar, no después de tanto tiempo.
Trataste de parecer lo más calmada posible y lo saludaste con una sonrisa amable. -¿Profesor Levy? -lo miraste sorprendida. Gratamente sorprendida. Tu corazón estaba latiendo como desquiciado, otra vez, como en el salón de clases durante sus sesiones. Mierda.
Jonathan sonrió de forma agradable aunque, su sonrisa estaba algo teñida de timidez. Eso te causó ternura. -Sí, s-soy yo -murmuró conservando su sonrisa, pasando una mano por su rizado cabello oscuro salpicado de hebras plateadas y ajustándose las gafas-. Tú, pues, te ves... bien -añadió, tragando un poco de saliva, sintiéndose algo incómodo.
Reíste un poco apenada, recordando que Jonathan siempre había sido así, de pronto los encuentros de más de un minuto le parecían abrumadores pero, trataste de devolverle la sonrisa de forma gentil y ¿a quién querías engañar? Te había encantado su comentario, dados los sentimientos que todavía tenías por él aunque, decidiste no pensar en eso, por ahora. -Muchas gracias. Yo, pues, también soy yo... -pero ¿qué acababas de decir? - Usted también se ve muy bien... -fue lo único coherente que pudiste formar con palabras antes de suspirar y mirarlo de nuevo a los ojos. Seguían igual de preciosos que la última vez que los viste.
Al inicio, él se rio entre dientes; pensando que era extraño que lo felicitaran por ser él mismo, pero cuando ambos mantuvieron contacto con sus miradas, tuvo una sensación extraña. Una especie de emoción al saber que estabas ahí, en su campo de visión, otra vez; como aquellos días en la universidad cuando pasaban tiempo juntos mientras él te ayudaba con tu tesis. Sin embargo, ¿por qué? ¿De dónde surgieron esos sentimientos y por qué se hicieron más fuertes cuanto más se miraban el uno al otro?
Jonathan se aclaró la garganta y tomó por primera vez en esos largos minutos un sorbo del su café. No quería sonar inapropiado. -Entonces, en serio, ¿cómo has estado? Ha pasado un tiempo.
-¿Quiere sentarse conmigo? Estoy trabajando en las correcciones del manuscrito de la primer novela que voy a publicar pero, por usted, podría hacer una pausa o cualquier cosa... -suspiraste, mirándolo y sin dejar de sonreír. Habías hablado sin pensar, sin darte cuenta de la intensidad de tus últimas palabras.
Hubo una clara tentación al final de Jonathan, tanto un impulso de querer sentarse junto a ti. Hizo una pausa para poder pensar y procesar la última frase que dijiste, antes de responder.
-Oh, ¿¡estás... escribiendo una novela!? -sus cejas prácticamente se alzaron, genuinamente sorprendido e impresionado. Jonathan siempre había sido una persona que disfrutaba leer y tener algo para disfrutar su lectura escrito por ti era algo emocionante, por decir lo menos. Lo habías tomado con la guardia baja. Tosió suavemente-. Eso es bastante ambicioso -sonrió de lado y te miro con ojos brillantes-. Y por favor, deja de hablarme de usted, ya no soy tu profesor y no estamos en la universidad para eso. Somos solo dos personas normales hablando en una cafetería. Creo que podemos acoplarnos al nuevo escenario.
Reíste ante su petición pero accediste inmediatamente, concentrándote en responder a su reacción sobre la novela. -Sí, sé que es ambicioso pero, estoy harta de pensar que no soy capaz de hacer las cosas y de que los demás me digan que es lo que sí y lo que no tengo que hacer. Y esta novela es la prueba a mí misma de que soy capaz de hacer todo lo que me proponga y mucho más -sonreíste orgullosa y lo miraste de nuevo, con las mejillas ligeramente rojas-. Pero ven, siéntate conmigo, hace tanto que no nos veíamos y es maravilloso para mí encontrarte de nuevo -te hiciste a un lado para que se sentara junto a ti, dándole unas suaves palmadas al asiento.
Jonathan respiró hondo y, a pesar de la sensación de excitación nerviosa que tenía decidió hacer lo que le dijiste. Tu entusiasmo lo había hecho sonreír. Siempre habías sido así: valiente y audaz y él siempre respeto y admiró ese lado tuyo. Te regaló una dulce sonrisa mientras expresabas el porqué de la creación de tu historia y un momento después, el profesor se sentó a tu lado con las cejas arqueadas en evidente emoción e interés.
Esto era lo más alejado de una conversación en una cafetería: si uno de sus actuales estudiantes estuviera ahí, probablemente asumirían que estaba en una cita.
-Entonces, una novela... -comentó con cuidado, una suave sonrisa en sus rasgos que marcaba ligeramente las arrugas al lado de sus ojos-. ¿Es ficción o no ficción?
-Sip, una novela. -sonreíste cerrando tu laptop para darle toda tu atención, dirigiendo ahora tu vista a él, provocando que los rizos de tu cabello se movieran y cayeran sobre tu frente, enmarcando tu rostro de una forma que para él fue celestial-. Y es no ficción. ¿te gustaría saber de qué se trata?
Jonathan asintió, con los ojos enfocados en ti en particular y en tu cabello; esos rizos realmente lo estaba llamando a extender su mano y pasar sus dedos por ellos. Se aclaró la garganta y tomó otro sorbo de café. -Me encantaría saber, si te parece bien. Ya me tienes intrigado.
-De acuerdo. -sonreíste y comenzaste a contarle a tu antiguo y todavía sexy profesor la trama de tu historia, con lujo de detalles.
Él se sentó más cómodamente, escuchando atentamente, con los ojos fijos en ti mientras le dabas los detalles de tu novela. Le había parecido una historia interesante, con buenos giros de trama y personajes con un trasfondo bien desarrollado y argumentado que además, desde su perspectiva, se desarrollaban muy bien durante todo el transcurso de la novela. Ya estaba enganchado, esperando a que continuaras. La idea de que escribieras una novela ya era algo fantástico pero, el mero concepto detrás de ella lo era aún más. Y si tenía que ser honesto con él mismo, estaba más entusiasmado con la idea de verte que con tu historia.
-Y claro que todo va a estar lleno de mucho drama, momentos divertidos, tiernos, algunos no tanto... Pero también algunos momentos picantes entre mis protagonistas y de hecho, hay bastantes de esos -dejaste escapar una risita que te hizo sonrojar y Jonathan lo notó al instante-. Pero, no te contaré más de eso si no, ya sabrás todo el libro y después, ya no querrás leerlo cuando esté publicado -reíste de nuevo pero esta vez, de una forma más divertida, contagiando a Jonathan al instante.
Los ojos de él se abrieron un poco y se rio junto contigo, sorbiendo otro poco más de su café, buscando ocultar lo mucho que tus palabras lo habían intrigado.
-Oh, ¿en serio vas a dejarme así? Bueno, de todas formas diré que lo que me acabas de decir es todo un adelanto. Supongo que estás haciendo un gran trabajo si eres capaz de excitarme tanto con solo contarme algo de la trama, ¿hmm? -él te sonrió y captó tus ojos por un segundo, fijándolos y concentrándose solo en ellos. Eran tan bonitos... Pero, ¿en qué estaba pensando? ¿De dónde vino ese sentimiento tan repentino?
-Bueno, el hecho de que mi profesor favorito me diga esto ya es todo un regalo para mí -volviste a sonreír, bebiendo un poco más de tu café y mirándolo a los ojos. Esos ojos color chocolate que siempre te habían encantado cubiertos por esas gafas preciosas.
-Ah... B-bueno... -la voz de Jonathan se apagó, sus ojos ahora estaban completamente fijos en ti. Su boca se secó un poco, la cafeína en su bebida era casi demasiado para que pudiera soportarla. Sus labios se separaron, pero las palabras no salían; se quedó sin palabras y por primera vez en muchos años, conseguiste que se quedara así. Sus cejas estaba ligeramente arqueadas, pero esos ojos café intenso seguían sosteniendo tu mirada.
-Jonathan, ¿estás bien? -le preguntaste preocupada, dejando tu mano sobre su hombro, sin dejar tu mirada de la de él, era como un sueño y es que, lo cierto era que tu mente ya se había ido a vagar por la idea de lanzarte a sus labios y besarlo como siempre habías querido pero, tenías que contenerte.
Jonathan miró tu mano mientras descansaba sobre su hombro, captando cada sensación, cada sentimiento. Solo pudo asentir levemente. Tragó, cerrando los ojos mientras su pulso aumentaba, su corazón latía cada vez más rápido. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué sentía tal... sensación íntima? Esto parecía ser más que un simple reencuentro de un profesor con su antigua estudiante... Necesitaba hablar, romper la tensión antes de que llegara al punto en que uno de los dos hiciera algo irreversible. Sin embargo, las palabras continuaron eludiendo su lengua.
-Hummm, ¿seguro que te encuentras bien? -lo miraste arrugando las cejas, juntando tus manos entre sí con un gesto de preocupación.
Él respiró hondo y abrió lentamente los ojos mientras te contemplaba. Tenía que hablar, decir algo, de lo contrario esto seguiría siendo un silencio incómodo. Su boca finalmente se abrió y pudo hablar en voz baja.
-S-sí... estoy bien, lo prometo -murmuró-. Solo estoy... -hizo una larga pausa, tratando de encontrar las palabras correctas pero, no salió nada y no quería permanecer en silencio por más tiempo. Después de todo, el silencio acababa con la conversación, ¿verdad?
-¿Solo estás...? -inquiriste confundida, aunque una leve sonrisa apareció en tus labios. Este escenario los habías imaginado una y otra vez cuando estabas en la universidad y ahora, se estaba haciendo realidad.
Esa sonrisa, la sonrisa que le diste envió una descarga eléctrica a través del cuerpo de Jonathan, mientras se sentía excitado y reconfortado al mismo tiempo. No había nada que quisiera más en ese momento que a ti. Había pensado en un millón de situaciones diferentes, pero nunca había considerado que estaría sentado frente a ti en este mismo momento, no después de tanto tiempo. Jonathan no se dio cuenta pero, había un ligero sonrojo que se había extendido por sus mejillas. Era un desastre, un desastre que tú habías hecho.
Volviste a reír un poco y sentiste el valor de hacer algo que siempre quisiste hacer durante la universidad pero que por obvias razones, no podías. Te acercaste y le diste un fugaz y tierno beso en la mejilla. Ahora, ya nada te lo impedía y cuando te alejaste, sentiste tu cara roja y caliente, por lo que búscate refugio de nuevo en tu taza de café, bebiendo lentamente de ella, tratando de esconder tu sonrojo. ¿De verdad acabas de hacer lo que acababas de hacer?
Tu beso, indudablemente, lo tomó por sorpresa y su reacción fue... inmediata pero tímida. Jonathan te miró una vez más, casi como si no pudiera creer lo que acaba de suceder. Tu cara se había puesto roja como la suya, y por un momento, todo lo que hizo fue mirarte fijamente, observando tus labios un poco más del tiempo del que debería. La idea de tus labios contra los suyos era un pensamiento tentador.
-¿E-Eh? Acabas... tú acabas de... -apenas logró hablar.
-Sí, lo siento -suspiraste tomando un poco más de café y luego bajaste tu taza-. Lo admito, es algo que siempre quise hacer desde el primer momento que te vi en el salón de clases pero si lo hacía, seguro que me expulsaban -tallaste uno de tus ojos algo apenada y agachaste la mirada-. Lo siento, fue un impulso tonto y yo entiendo si quieres irte...
-No -él respondió al instante, con una pequeña y suave sonrisa asomándose de nuevo por sus labios. No se iba a ir ahora, no cuando te estaba disfrutando así por primera vez-. Me gustó, fue agradable. ¿Y sabes qué? Creo... creo que tenía la sensación de que algún día harías algo así -Jonathan habló con un poco más de confianza que antes, sus ojos nunca dejaron los tuyos ni por un segundo. El beso, aunque dulce y tierno, lo había vigorizado, una sensación de consuelo mezclada con una sensación de excitación. Él siempre había sentido algo por ti y esto pues, lo acaba de confirmar.
Tú le devolviste la sonrisa, suspirando aliviada ante su respuesta y te pusiste a jugar con una pulsera en tu muñeca. -¿Y qué te hacía pensar eso? -le preguntaste divertida y sin darte cuenta, empezaste a morder tu labio.
Jonathan te observó, con los labios ligeramente abiertos, casi como si no pudiera creer que estabas haciendo algo tan atractivo ante sus ojos. Y tus labios eran tan irresistibles, tenía tantas ganas de besarlos, desde hace años. Sintió que se excitaba de nuevo, aunque tenía suficiente control sobre su cuerpo por ahora. Definitivamente no era un hombre impulsivo. Sabía esperar y tener paciencia. -Hmmm, veamos... -su sonrisa era juguetona y te miró de una forma dulce y traviesa-. Siempre me sonreías cuando hacíamos contacto visual, solo un poquito...
-¿Solo un poquito? Dios mío, pero sí para mí el mundo se iluminaba cuando tú me mirabas en el salón de clases. Siempre sentí que era muy obvia -reíste de nuevo, bebiendo más café.
La sonrisa de Jonathan se hizo aún más grande. Él te estaba necesitando más de lo que podía imaginar, quería tomarte en tus brazos y besarte por primera vez. Nunca antes se había sentido así por nadie, ni siquiera por su ex esposa. Esta vez te quería toda para él: era una sensación más embriagadora que cualquier bebida fuerte. -Quizás simplemente estaba un poco ajeno -su sonrisa era traviesa, disfrutando de verte así.
-Sí, llegué a pesar eso pero, tampoco quería pasar los límites de profesor-estudiante. Y tampoco quería perder mi lugar en la universidad por un impulso... -sonreíste a manera de disculpa, sintiendo tu mejillas calentarse debido a la nueva cercanía que Jonathan estaba teniendo contigo-. Pero siempre pensé en ti, más de lo que debía...
-Mmm... -él murmuró, y la media luna en su boca poco a poco se convirtió en una sonrisa de entera satisfacción. Le gustó ver cómo te estabas abriendo a él y no iba a negarlo, estaba disfrutando la sensación de saberse así de deseado. Una ola de confianza lo invadió mientras acortaba todavía más la distancia entre ambos-. Lo admito, también he pensado mucho en ti. Mucho más de lo que probablemente debería de haberlo hecho.
-Oh, ¿y eso fue durante o después de la universidad? -le cuestionaste curiosa, la conversación se estaba volviendo interesante. Tú voz era más dulce y un poco más aguda, algo que para Jonathan no pasó desapercibido. Cuando lanzaste tu pregunta, dejaste tus manos sobre tu regazo, disfrutando del aroma del perfume de tu ex catedrático. Solo querías lanzarte a sus brazos y besarlo como siempre habías deseado.
Tu pregunta le provocó escalofríos por la espalda y no pudo controlar el sonrojo que subió por sus mejillas, su mirada no dejó la tuya ni por equivocación. Estaba disfrutando del sonido de tu voz y del movimiento de tus labios mientras hablabas. Jonathan Levy lo iba a admitir: estabas encantadora, mucho más que cuando fuiste su alumna. -Ambos. Nunca dejaste mi mente ni una sola vez -tu perfume también era embriagador para él, tan tentador y seductor. La tentación de simplemente lanzarse hacia adelante y besarte estaba siendo ya demasiado grande para resistirla.
-Tú tampoco dejaste la mía. Ni durante la universidad, ni aún después de haberme graduado. He pensado en ti durante tanto, tanto tiempo... -suspiraste lentamente y con cautela, buscaste su mano para acariciarla. Querías que sintiera todo lo que había dentro de ti por él pero si había que ir lento, no tenías problema.
Jonathan respondió a tu gesto y tomó tu mano, sosteniéndola suave y gentilmente, mientras el mundo a su alrededor parecía detenerse. Tu toque fue como una descarga eléctrica y tu suave caricia envió una sensación erótica por todo su cuerpo. Su boca se abrió ligeramente, la idea de lo que desearas tanto, hizo que su corazón se acelerara a un nivel que no era normal. -B-bueno, debo admitir que, todavía me tienes controlado hasta el día de hoy -confesó con von lenta y suave, sus ojos escudriñándote con tanto deseo, como si quisiera poseerte en ese mismo momento.
Disfrutaste de su mano tomando la tuya, un roce que habías añorado hace años, la sostuviste, y acariciaste sus dedos. -Sabes que eso no es cierto, ¿cómo pude haberte controlado? -reíste un poco otra vez, recargándote en la pared-. Solo quiero que sepas que, ya no tengo otro lugar a donde moverme. Me tienes acorralada. -mordiste tu labio, alzando una ceja en el proceso y con tu mano libre, acomodaste tus gafas.
El sentimiento entre ambos ya era palpable y Jonathan sintió que casi se perdía en el. Sus ojos se entrecerraron con lujuria al observarte, su mente solo deseando una cosa: tú. Su respiración comenzó a ser corta y superficial, al igual que la tuya, el sonido era apenas audible para ambos.
-¿Dirías que eso es alfo malo? -su voz estaba tan llena de deseo y necesidad, casi como la de un hombre pidiendo agua en el desierto. Él te deseaba, quien sabe desde hace cuánto tiempo. Solo el sonido de tu voz, hizo temblar todo su cuerpo.
-No, al contrario... -le sonreíste de nuevo, haciendo suaves círculos sobre el dorso de su mano con tu dedo índice-. Es algo que siempre quise que pasara. ¿Sabes cuántas veces lo soñé? -suspiraste, murándolo a los ojos.
Jonathan te devolvió la mirada y sus pensamientos se aceleraron. Pensar en ti, deseándolo por tanto tiempo, pensar en él, deseándote por tanto tiempo, en ambos deseándose el uno al otro... Era embriagador. Su respiración se volvió corta una vez más, superficial, sintiendo una descarga de adrenalina recorriendo su cuerpo, los latidos de su corazón aumentando a cada segundo. No iba a durar mucho tiempo más resistiendo si esto seguía así.
-Eso es muy... sexy. No tenía idea de que estabas fantaseando conmigo desde entonces -él respondió, inclinándose un poco más en tu dirección, acortando cada vez más la distancia final entre ustedes.
-Mmmmm, la verdad es que tuve fantasías contigo muchas veces... E incluso, tuve que arreglármelas sola para poder sobrevivir a ello -le confesaste de una manera coqueta y dulce. La verdad es que, no estabas segura de dónde estaba saliendo la valentía para hablarle sobre algo tan íntimo y secreto-. Y puede que, las siga teniendo -concluiste, tomando su mano en la tuya, suspirando ante su dulce cercanía.
El aliento de Jonathan quedó atrapado en su garganta y, casi saltó hacia adelante para besarte en ese mismo momento. La idea de que lo imaginaras de esa manera era algo para lo que no estaba preparado y sintió su sangre correr con más fuerza a lo largo de sus venas. Tu sonrojo, hizo que él también se sonrojara y el calor entre ustedes se hacía más intenso con cada minuto que pasaba.
-Oh Dios, ¿en serio? Quieres decir que todavía lo imaginas... -él tragó saliva y una ligera risa nerviosa escapó de sus labios. Ya se había quedado sin palabras de nuevo; si esto continuaba, ya no iba a ser capaz de formar ni un solo pensamiento racional.
-Así es profesor, eres tan brillante como siempre. Y eso solo te sigue volviendo tan sexy como antes... -le sonreíste volviendo a morder tu labio, lo cierto es que, ya ni te dabas cuenta de ese sutil gesto, aunque a él le encantaba. Sus manos todavía seguían juntas.
-Yo, desearía que pudieras ver cuánto me estás afectando en este momento -su voz era ronca y quebrada, pero mientras hablaba, se acercaba más y más a ti. Tus labios le parecían tan suaves y sus ojos bailaban entre los tuyos y tu boca, una y otra vez. No sabía porque no se arriesgaba a avanzar. Una de sus manos todavía sostenía la tuya y la otra se movió hacia tu barbilla, Jonathan inclinó ligeramente tu cabeza hacia arriba, tus ojos seguían en los de él. Estaba perdiendo el control.
Tu corazón estaba casi saliendo de tu pecho. Esta posición era sin lugar a dudas algo que siempre quisiste que pasara con él y ahora, estaba sucediendo. Tu piel se erizó y requeriste de toda tu fuerza de voluntad para no desmayarte en ese mismo momento. -¿Te gustaría saber las cosas que pensaba y las que aún siguen en mi mente cada vez que pienso en ti? -le preguntaste con voz dulce, disfrutando del toque de su mano en tu barbilla.
La respiración en él se hizo más corta y su rostro volvió a enrojecer de solo pensar en esos detalles. Nunca antes se había sentido así por nadie: quería oírlo todo. Quería escuchar cada pensamiento sucio de tu mente, porque cada pensamiento sobre ti era tan... exquisito. -Sí, Dios, por favor dime...
Ya no había marcha atrás, este era el momento, por lo que decidiste seguir hablando. -Bueno, para empezar, cuando estábamos en la universidad, siempre me imaginé a ti y a mí en el salón de clases. Yo sobre tu escritorio y tú, empujándote dentro de mí una y otra vez... Dios, no sé cómo es posible que te esté diciendo esto. -reíste apenada, cubriendo tu boca con tu mano, y el calor en tu rostro bueno, era ya de lo más evidente-. Hace mucho calor aquí, ¿no crees? -comentaste suspirando, tratando de abanicarte con una mano e intentando no encontrar su mirada tan rápidamente.
Jonathan tragó saliva de nuevo y se mordió el labio inferior para ocultar su sonrisa. Lo admitía, lo cierto es que le encantaba escuchar tus pensamientos traviesos, especialmente por lo vívidos que eran. La imagen mental de ti sobre su escritorio con tus piernas envueltas en sus caderas fue suficiente para volverlo loco y se preguntó cuánto tiempo más iba a poder mantener la compostura. -¿Y ese es el único escenario que te ha acompañado a lo largo de los años? -preguntó, deslizando su índice a lo largo de tu mentón. Sus ojos buscando los tuyos.
-No, hay más, muchos más. Algunos más tiernos que otros, claro está -un jadeo escapó de tus labios, aunque tu mano seguía sosteniendo la suya.
El corazón del Jonathan latía a un ritmo alarmante y podías ver en sus ojos cuánto lo estabas afectando. N este punto, el café de ambos ya había quedado en el olvido y estaba a punto de caer en la locura: verte era demasiado para resistir, tus palabras, tu voz, tu tacto, tu sola presencia. -Cuéntame más entonces, necesito escuchar todas y cada una de tus fantasías -él siguió acariciando la piel de tu rostro, quería buscar el momento adecuado para poder besarte y que fuera perfecto.
-Pues, también pensé en todas las cosas que pudimos haber hecho en tu oficina cuando nos quedamos hasta tarde en el plantel porque me estabas ayudando con mi tesis. ¿Recuerdas? Y esas veces que me llevaste a casa después de la escuela. Lo que pudo haber pasado en el auto... Pensar que pude haberte llevado hasta mi casa y lanzarme en tus brazos... -suspiraste cerrando los ojos, enfocándote en su tacto en su aliento con aroma a café que chocaba en tus labios. Unos segundos después, volviste a mirarlo-. Siempre que llegaba a casa pensando en todo eso, necesitaba aliviar mi necesidad con algo más... -le sonreíste traviesa, si quitar tus ojos de los suyos.
La tensión entre ambos se hizo más intensa y la respiración de Jonathan se hizo más temblorosa mientras escuchaba con atención tus descripciones. La imágenes mentales lo estaban sacando de sus casillas y su cuerpo ahora hormigueaba de deseo. Tus palabras no estaban ayudando. -Dios mío, ¿qué más? ¿Qué hiciste después? -su voz era temblorosa y sus ojos no se iban de ti. Nunca antes se había sentido tan atraído por alguien.
-Tuve que aliviar mi necesidad pensando en ti -te encogiste de hombros, mirándolo sonrojada.
Todo el cuerpo de él tembló. Una ola de emoción lo recorrió cuando tus palabras pintaron una imagen en su mente. Era una imagen traviesa pero, no hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que hacías para satisfacer esos deseos. La idea de que te tocaras pensando en él hizo que su mente explotara de la mejor manera.
-Me estás matando, ¿la sabías? -había un leve destello de luz en su mirada mientras hablaba y te miraba y una sonrisa juguetona invadió su boca. Su cuerpo te estaba rogando, gritándote que fueras hacia él.
Tú tomaste su respuesta como algo positivo y seguiste narrándole tu pequeña historia. -Muchas, muchas veces a menudo me iba a la cama y la necesidad era mucho más grande que nada y yo, terminaba tocándome, pensando en ti. Imaginando que eras tú quien estaba ahí conmigo. Si cerraba los ojos, podía imaginarlo todo -le regalaste una sonrisa tímida, pero en este momento estabas segura de confesarle todo esto.
Tus descripciones eran suficientes para volver loco a cualquiera pero cuando hablabas tan íntimamente, oh Dios, él estaba tan agradecido de poder escucharte. Sentía como si el lugar donde estaban hubiera empezado a dar vueltas. Su mandíbula empezó a temblar por el shock y todavía no sabía muy bien cómo reaccionar. Tus palabras fueron tan... ardientes, tan hermosas, tan descriptivas. -¿Esa era la única manera de encontrar alivio? -preguntó, sintiendo su boca secarse por un instante. El calor que sentía se volvía más y más primario con cada pregunta lanzada.
-Sí, la única -respondiste al instante-. Solo pensando en ti e imaginando que eras tú quien me tocaba y me hacía llegar a esa deliciosa sensación de placer. Y luego, al día siguiente volvía a verte y mi necesidad crecía de nuevo -sonreíste de lado, conservando el calor en tu rostro, acomodando tus gafas con cuidado.
Jonathan tragó su aliento, apenas capaz de ocultar la forma en que tus palabras le estaban impactando. La imagen era tan vívida, tan real, casi como si la estuviera viendo desarrollarse frente a él. Cerró los ojos un segundo para tratar de calmarse pero al volver a abrirlos, solo se encontró con un deseo mucho mayor.
-No... no me di cuenta de que teníamos ese tipo de impacto el uno en el otro -susurró y su voz se quebró en un intento de formar palabras. En este punto su mano se había alejado de tu rostro pero su otra mano seguía en la tuya.
Tú lo miraste a los ojos, decidida a averiguar mucho más. -¿Es que tú también pensaste en mí de esta forma?
Él se mordió el labio inferior, tomándose un momento antes de responder. Sabía que ya había llegado la hora de ser honesto contigo: no tenía sentido mentir. -Oh Dios, no tienes idea de cuántas veces... Estabas y todavía estás, siempre en mi mente. ¿Sabes cuánto te deseaba? -en ese momento se inclinó más cerca otra vez y se le cortó el aliento en la garganta.
Viste la oportunidad y era el momento de usarla. -¿Y por qué no me lo dices ahora? -sonreíste, subiendo tu mano por su brazo hasta su hombro y luego, acariciaste sus rizos en su cabello-. Siempre había querido hacer esto...
Jonathan levantó una ceja mirándote mientras pasabas tus dedos por su cabello. No quería nada más que atraerte hacia él, agarrar tu rostro y plantarte un beso en los labios pero, resistió un poco más, tenía miedo de abrumarte pero su resistencia ya no estaba siendo suficiente. -No puedo... no puedo comenzar a describir cuánto deseaba que hicieras esto...
Sonreíste de nuevo mirando sus labios y luego volviste tu vista a sus ojos. -¿Llegaste a pensar en esto cuando estábamos en clases o cuando me quedaba en tu oficina mientras me ayudabas a argumentar mi tesis? -le preguntaste dulcemente, acariciando su barba con tu mano que no estaba hundida en sus rizos plateados.
Su respiración se detuvo unos instantes mientras pensaba en esos momentos. Estar de nuevo tan cerca de ti estaba provocando que su deseo estallara aún más. Lo deseaba muchísimo, el poder besarte finalmente y todo lo que tenía que hacer era dar ese salto de fe. -Lo hice... Yo, cada vez que estábamos solos tenía tantas ganas de besarte... -la lujuria en su voz era palpable, su cuerpo ya estaba prácticamente derritiéndose de deseo y su respiración se volvió más urgente.
-Me pasaba lo mismo -le respondiste con sinceridad-. Cada vez que me mirabas y me sonreías; cada vez que te acercabas a mí para explicarme cualquier cosa... Lo único que quería era sentarme en tu regazo y devorar tus hermosos labios -suspiraste, llevando tu pulgar hasta su boca, acariciando sus labios con cuidado, sintiendo su cercanía y rogando al cielo porque ya te besara en ese mismo momento.
El corazón de Jonathan prácticamente se salía de su pecho ahora. No pudo evitar que sus ojos se abrieran de par en par mientras tu pulgar trazaba y frotaba su boca. Sus ojos se cerraron y su boca se abrió, anticipando tu beso. -Dios, te quiero... Te quiero muchísimo -confesó, respirando profundamente, no iba a resistir más.
-Yo también te quiero, te quiero demasiado... -sonreíste acercándote un poco más a sus labios, casi rozando su boca con la tuya-. Siempre te quise, y aún lo hago, más de lo que puedas imaginar. No hay día en que no piense en ti... -tu aliento chocaba contra sus labios, solo deseabas que diera el pasó y finalmente te diera ese beso anhelado.
Los latidos del corazón de Jonathan se aceleraron exponencialmente a medida que acercabas tus labios a los suyos. El aire entre ustedes ya estaba totalmente cargado de electricidad y la lujuria y el deseo irradiaba en ambos. Tu aliento era embriagador y cada momento que pasaba hacía a su cuerpo sentir más calor y más necesidad de ti.
Sin dudar más, Jonathan empujó hacia adelante su boca y sus labios finalmente encontraron los tuyos. El toque de tu lengua en la suya envió escalofríos por su columna, su respiración se volvió más aguda con cada movimiento y su mente se nubló con placer. Finalmente... finalmente el beso con el que ambos habían soñado estaba sucediendo.
Suspiraste cuando al fin sentiste sus labios en los tuyos y sin dudarlo, seguiste el beso. Cuando llegaste aquí es anoche, lo menos que te esperabas era encontrarte con tu antiguo profesor de filosofía y besarlo pero, aquí estaban.
Llevaste tus manos hasta sus rizos, acercándolo más a ti, devorando su boca como siempre habías soñado e imaginado. Esto era mejor que eso, mucho mejor. Sus labios sabían a cielo. Dejaste que tomara el control de beso y dejaste que su lengua bailara con la tuya. Era maravilloso.
Tu beso fue todo lo que Jonathan podría haber pedido. Tu lengua danzó con la suya, tus labios presionando contra los suyos, tus manos masajeando su cabello. Le cediste el deseo, permitiéndole tomar la iniciativa y controlar el beso y eso fue maravilloso para él. Estaba más allá de lo que pudo haber imaginado, tus labios se sentían suaves como nubes. Cada momento que ustedes dos estuvieron compartiendo ese beso, encerrados de esa manera, era como tocar el cielo con las manos. Te acercó más, negándose a soltarte todavía, no podía tener suficiente.
La forma es que te acercó a él solo te hizo querer quedarte a su lado para siempre y sin darte cuenta, sonreíste en medio del beso, acomodando sus gafas mientras ambos se separan un momento para recuperarse un poco de las fuertes emociones que están sintiendo en ese momento. -Se te van a caer las gafas -reíste un poco, también tratando de acomodar las tuyas.
El corazón de Jonathan latía todavía con fuerza en su pecho cuando se separaron, su respiración todavía era áspera por el beso compartido y tus palabras trajeron una sonrisa juguetona a su rostro, en medio de todo eso, soltó una risita suave. -Sí, supongo que la adrenalina se apoderó mucho más de lo que esperaba. No creo haber besado a nadie con tanto entusiasmo antes -él estaba en las nubes pero, cuando vio la forma en que le acomodaste los lentes, su sonrisa se amplió aún más. Parecías más hermosa que nunca.
-Yo menos... No había besado a nadie desde hace un buen tiempo. -sonreíste, juntando tus labios en una línea delgada y terminando de ajustar tus gafas aunque, en medio de un acto de valentía, volviste a acercarte a él, dándole otro beso en los labios, aunque, más corto que el primero-. Mmmmm, hace tanto tiempo que, deseaba hacer esto...
Tu beso fue tan tierno y dulce como el anterior, pero esta vez Jonathan no si permitió ningún tipo de restricción y aunque este segundo beso fue más corto que el anterior, te acercó un poco más a él, besando tus labios febrilmente, con una de sus manos en tu nuca y la otra en tu cadera. -Tus labios son... Dios, son tan jodidamente dulces y saben mejor de lo que siempre pensé -el beso duró apenas unos segundos pero para él, fue como toda una vida. Su respiración aún no había vuelto a la normalidad y ahora, quería más.
-Y tú me haces cosquillas con tu barba -le comentaste de forma divertida, acariciando sus labios con los tuyos-. Siempre me imaginé un momento así pero esto, esto es otra cosa... -suspiraste, robándole otro suave beso, dejando que te acercara a él todo lo que quisiera.
Tus elogios y risas provocaron que Jonathan riera complacido. Te atrajo hacia él una vez más, tomando el control y besándote como si su vida dependiera de ello, una mano recorría tu cabello y la otra, ahora acariciaba la cuerva de tu cuello. -Nunca hubiera imaginado que nos estaríamos besando así, pero, no creo que quiera que esto termine -confesó, después de finalmente tomar un respiro de los besos, aunque su respiración era temblorosa e irregular, igual que la tuya.
-Yo si lo imaginé muchas veces -sonreíste de nuevo en su boca, dejando que tus dedos vagaran otra vez por su cabello suave y tibio-. Pero no creí que fuera a volverse realidad...
Para Jonathan fue una dulzura escuchar tus palabras y mientras pasabas tus dedos por su cabello, la sensación hizo que su piel se erizara y temblara bajo tu toque. Era algo que siempre había querido sentir, tus manos recorriéndolo y al fin estaba pasando. Parecía como si con cualquier toque, por más pequeño que fuera, hacía que su cuerpo se calentara más de deseo.
-No quiero que esto termine, podría besarte durante horas -ronroneó en tu boca.
-Me alegra saber eso -lo miraste y volviste a robarle un beso, permitiendo que tus dedos se hundieran más y más en su cabello.
Tu beso fue tan apasionado y, aunque ustedes dos apenas habían comenzado, se sentía como si ya se hubiesen estado besando durante horas. Él envolvió sus brazos a tu alrededor con sus manos descansando en tus caderas, acercándote de nuevo. -Es curioso porque, suena demasiado cliché pero, encajamos tan bien -habló, tomando otro respiro en medio de su beso-. No nos hemos visto en años y sin embargo, esto se siente tan natural.
-¿Tú crees que podamos recuperar el tiempo perdido? -suspiraste al preguntarle, mirándolo a los ojos, acariciando ahora su nariz con la tuya-. No me importa que sea un cliché, yo, te quiero Jonathan, siempre te he querido, desde la primera vez que te vi, desde la primera vez que escuché tu voz... Y ya nada nos detiene. Dejaste de ser mi profesor hace dos años. Yo, te quiero de verdad -sonreíste y lo mistaste, mientras trazabas su rostro con tu pulgar.
El toque de tu dedo en su mejilla fue suficiente para volverlo loco. La forma en que hablaste de quererlo tanto, hizo que su corazón latiera más rápido que antes y sintió que el calor ahora era abrumador. -Creo que yo nunca antes había deseado y querido tanto a nadie -respondió, con una de sus manos deslizándose arriba y abajo por tu espalda-. Te quiero más de lo que jamás sabrás, _________, tanto. No quiero pensar en haber desperdiciado estos últimos dos años lejos de ti...
Tú sonreíste, mirándolo a los ojos con un brillo en tu mirada. -¿Entonces eso es un sí? -preguntaste emocionada, mordiendo tu labio.
-Sí, sí, ¡es un sí enorme! Maldita sea, debí haberte contactado hace tanto tiempo... -la forma en que te sostenía era más fuerte con cada frase que salía de sus labios.
-¿Y eso a quién le importa ya? Estamos juntos ahora... -sonreíste y lo abrazaste por el cuello, pasando tus manos por sus hombros, acercándote imposiblemente más a él-. Siempre quise decirte esto: te quiero, como no te imaginas -al decir esto, recargaste tu cabeza en su pecho, esto hizo que tu cabello se esparciera por su brazo y él sonrió.
Tus palabras fueron como música para sus oídos. Tu cabeza cayendo sobre su pecho fue el sentimiento más acogedor que pudo imaginar. Podía sentir tu aliento en su cuello mientras seguías hablando y tus palabras lo envolvían cada vez más. La forma en que te inclinaste hacia él lo hizo sentir en el cielo.
-Es imposible expresar con palabras cuánto... cuánto te quiero. Cuánto te necesito -Jonathan besó tu cabello, deseando poder simplemente quedarse dormido en tu abrazo.
Tú suspiraste al sentir su beso y hundiste tu rostro en su pecho, dejando que su aroma entrara por tu nariz. -Sabes que no tienes que decirlo con palabras, al fin puedes hacerlo con más que eso -volviste a suspirar, sintiendo su perfume-. Mmmm, Dios, hueles delicioso... Como siempre.
-Yo recuerdo que amaba como olías en nuestras clases, todo el tiempo... -él respiró profundamente, tratando de capturar tu aroma y retenerlo tanto tiempo como le fuera posible-. Siempre me pregunté sí así es como terminarían las cosas: con nosotros besándonos y finalmente estando juntos... -te apretó un poco más fuerte contra él en un abrazo tierno, tu calidez le brindó consuelo como ninguna otra cosa.
-Yo recuerdo que una vez derramaste tu perfume obre mí y mi suéter favorito tuvo el aroma de tu colonia durante casi dos semanas -reíste, dejando tu cabeza ahora sobre su hombro, mientras volvías a tomar un sorbo de tu café-. Y fueron las mismas dos semanas que me dormí con ese suéter todas las noches, pensando que estabas ahí conmigo... -sonreíste cuando te abrazó fuerte-. Y sobre eso, yo también me lo preguntaba pero, lo veía totalmente imposible -levantaste los hombros con una mueca divertida, alzando su brazo para que te abrazara de mejor manera.
Una vez más, tus dulces palabras y gestos lo hicieron sonreír y el pensar en ti durmiendo con ese suéter que tenía el aroma a su perfume durante tantas noches solo hizo que quisiera acercarte mucho más. Él suspiró, cerrando los ojos, abrazándote.
-Si pudiera volver atrás y hacer las cosas diferentes contigo... lo haría sin dudarlo -él te miró y tu sonrisa iluminó todo su rostro-. Dios, fui un idiota al dudar de esto, un idiota al haber dejado que pasara tanto tiempo hasta ahora... -estaba siendo bastante cruel con él, como siempre lo habías recordado, decidiste actuar.
-Oye, tranquilo -lo miraste dulcemente aún recostada en su hombro y alcanzaste a acariciar su mejilla con ternura, también llegando hasta sus labios para besarlo con cariño-. No importa que el tiempo haya pasado. Las cosas suceden por algo. Quizás, ese no era nuestro momento y por eso no pasó nada pero ahora, ahora es diferente y estamos aquí, disfrutando de este momento. Deja de preocuparte por eso, por favor...
Jonathan respiró hondo lentamente y te sonrió. Tenías una manera de calmarlo tan fácilmente que era casi mágica. Él sonrió al sentir tu mano en su mejilla y la acarició suavemente, devolviendo tu beso con cariño.
-Sabes... tienes razón. Estamos aquí, finalmente. No hay razón para preocuparse del pasado o por el futuro, nada de eso -su voz sonó suave y sincera-. Simplemente disfrutemos del presente.
-Te quiero.., Muchísimo -sonreíste acariciando su mejilla mientras él hacía lo mismo con tu mano.
-Y yo te quiero muchísimo también -eras tan jodidamente hermosa ante sus ojos. La mano de Jonathan había encontrado el camino de regreso a tu barbilla y te sonría con cariño. Tus palabras hicieron poco para ocultar lo genuino que sentía por ti-. Nunca pensé que alguien pudiera hacerme sentir tan amado... tan deseado...
-Oye, hay muchas cosas que todavía tenemos que descubrir de ambos -le sonreíste-. Y eso me emociona demasiado. Quiero llegar hasta aquí -hablaste, señalando su corazón en su pecho-. Esa es mi meta y juro por mi vida que voy a cumplirla. Te lo prometo -le dijiste, mirándolo a los ojos.
-Me emociona tanto el pensar que tengo tanto por conocer de ti -sonrió, acariciando tu mano en su pecho y luego, él extendió su mano sonriendo, tocando ligeramente tu nariz de forma juguetona-. Y mi meta es hacer que seas la mujer más feliz de mundo. Acompañarte, guiarte, ayudarte donde pueda... Y lo voy a cumplir -sonrió y besó tu nariz, haciéndote reír.
-Dios... Siempre creí que eras maravilloso, ahora lo estoy comprobando.
-Y ahora yo estoy comprobando que mis teorías de que eras deslumbrante siempre fueron ciertas y, podría quedarme aquí contigo para siempre, en tus brazos, en esta cafetería, en cualquier lugar, no importa, mientras esté contigo.
-Jonathan, estar aquí contigo es lo que siempre quise pero, no imaginaba que esto fuera a pasar hoy... Yo, solo quiero estar a tu lado, en cualquier lugar. Cómo y dónde sea, pero contigo... -sonreíste, acurrucándote mejor en su abrazo.
Tus palabras lo tranquilizaron e incluso así, no podía dejar de sonreír. Esto finalmente estaba sucediendo. Todo se sentía tan bien con solo estar en tus brazos, ya no podía pedir nada más. -Eso es todo lo que quiero, _________, solo esto, solo tú... -te apretó un poco más fuerte y sus labios se encontraron con los tuyos en un beso más. Solo probarte más era todo lo que él, su mente y su corazón anhelaban en ese momento.
Sonreíste devolviendo su beso de forma dulce y gentil, acariciando sus dedos mientras juntabas su mano de nuevo con la tuya. -¿Tienes algo que hacer ahora? -le preguntaste con ternura, moviendo tu mano por su palma.
Él sonrió al escuchar tu pregunta y tu toque le nublaba la mente mientras le quitaba el aliento. -Nada que importe. Nada que se interponga en mi forma de estar contigo ahora -él apretó la mano que estaba dentro de la tuya, acariciando el dorso de tu mano con su pulgar, dejando que ese suave contacto enviara chispas por su cuerpo.
Sonreíste disfrutando de su caricia y su toque y te atreviste a preguntarle lo que siempre habías querido. -¿Entonces, te gustaría que fuéramos a mi casa? Me acabo de mudar y me encantaría que vieras mi nuevo hogar. Es totalmente diferente al departamento que tenía cuando estaba en la universidad... -le dijiste un poco nerviosa al hacer esa propuesta y el sonrojo en tus mejillas te había delatado brutalmente-. Oh vaya, siempre quise decirte eso y sonó más extraño de lo que imaginaba...
Jonathan se sorprendió pero también se emocionó cuando le sugeriste ir tu nuevo hogar. Se dio cuenta de que estabas nerviosa pero algo en la forma en que lo dijiste y le preguntaste hizo que casi sonara poético en sus oídos. -Tu nuevo hogar... ¡me encantaría verlo! Y no, no sonó extraño, sonó maravilloso. Solo estamos poniéndonos al día con todas las cosas que debimos haber hecho antes -te dijo con una sonrisa tierna, guiñándote un ojo, haciéndote reír.
-Supongo que sí. Incluso, tengo en la sala la foto que nos tomamos juntos el día de mi graduación. Creo que sería divertido que la vieras y puedo prepararte algo de cenar si quieres -le sonreíste con ternura, mientras te inclinabas para darle un beso en la nariz.
-La verdad es que, me encantaría volver a ver esa foto. Te vas fantástica y hermosa en ella... -Jonathan sonrió cálidamente, cuidando de no mover la cabeza ni un poco en dado caso de que decidieras besarlo de nuevo-. ¿Y quieres cocinas algo para mí? Eso sería encantador... -explicó, sonando un poco abrumado. Nunca había esperado que este día lo condujera a un momento tan íntimo.
Té negaste con una sonrisa sobre la foto. -Tampoco es para tanto, apenas si me arreglé ese día. Tú eras el que se veía guapísimo. Y ¿de verdad te gustaría ir? -le sonreíste tiernamente, mirándolo a los ojos, jugando con tus dedos.
Él también se rio, pero sus labios se calentaban de solo pensar en ti. Tu naturaleza juguetona y tu dulce actitud solo te hicieron más hermosa para él. Miro sus manos y las suyas juntas, admirando y sintiendo el tacto. Ese suave toque estaba haciendo derretir su corazón.
-Dios, estoy tan preparado para esto como no tienes idea. -sus manos se curvaron entre las tuyas y su pulgar trazó los pliegues entre tus dedos, acariciándote tan profundamente como pudo.
-Entonces ven conmigo. -sonreíste dándole otro beso en los labios, para después tomar tus cosas, él las suyas y salir de la cafetería tan rápido como pudieron.
***
Nota de la autora:
Gente, esto quedó demasiado largo, fueron como 35 páginas, tuve que dividirlo en dos partes, ¿me acompañan a ver qué pasa en la segunda parte? :3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top