La verdad siempre sale a la luz: Santiago García

Con todo mi cariño para: _TheWinterV_

Era un día de verano normal y tranquilo. Esa tarde tú y tus amigos habían quedado para preparar una parrillada y convivir un poco, ya que no se habían visto en meses.

Eran tus amigos de la infancia, con los que habías compartido momentos inolvidables desde siempre: Santiago García o "Pope", tu mejor amigo; Frankie Morales, el mejor amigo de tu mejor amigo y Samanta Méndez, la esposa de Frankie y con quién habías hecho las travesuras más divertidas cuando tenían diez años.

Era algo muy curioso, por lo menos a ti te lo parecía: el hecho de que Sam y Frankie hayan terminado casados. Era muy tierno, dado que se conocían desde que eran niños y aunque hubo un tiempo en que intentaron algo con otras personas, al final terminaron juntos. Siempre tuvieron una química palpable, una que incluso ellos decían (y hasta la fecha), que tú tenías con Santi, sin embargo, eso jamás avanzó hacia ningún lado, no habían corrido con la misma suerte que Sam y Frankie.

Santi y tú siempre se llevaron de maravilla y aunque hubo días en los que habías estado confundida respecto a tus sentimientos hacia él, eso se fue desvaneciendo poco a poco cuando te diste cuenta que él solo te veía como lo que siempre habías sido, su mejor amiga.

Bueno, por lo menos esa había sido tu idea; aquellas malas costumbres de pensar por los demás y hacerse ideas que no son ciertas... Pero, tampoco había mucho en qué pensar dado que, Santi había estado incluso en relaciones con otras mujeres y aunque ahora él estaba soltero, tú te casaste. Grave error.

Cuando conociste a Hank, él parecía ser un hombre dulce, amable y divertido, atento y romántico pero con el paso del tiempo, te diste cuenta de su verdadera naturaleza, la cual era cruel y fría y que tristemente, ya habías experimentado a través de golpes en más de una ocasión y la más reciente, había sido hace un mes, todavía había marcas y moretones en tus brazos que habías tratado de ocultar con maquillaje para que nadie los viera durante la comida a la que afortunadamente, no te acompañaría porque había salido a un viaje de negocios llevándose a su despampanante secretaria rubia de largas piernas, quien estabas un 90% segura de que era su amante, esa chica no tenía idea de en lo que se estaba metiendo.

Solo una vez intentaste huir de la casa, pero él te descubrió y cuando lo hizo, te amenazó con dañar a tu familia si lo abandonabas y con hacerte más daño cuando te encontrara si te ibas. Después de ese breve y fatídico intento de salir de ese infierno, decidiste ya no arriesgarte, no querías poner en riesgo a las personas que amabas por un error que tú habías cometido al casarte con ese hombre; no había nada más que hacer, solo soportar, resistir y esperar el día en que uno de sus ataques terminara por arrebatarte la vida.

Resignación pura y total. Después de todo, cuando alguien crece dentro de una familia disfuncional y violenta, esos mismos escenarios parecen ser de lo más común. Pero, a pesar de ser parte de esta estadística afectada, tú sabías que esto estaba mal, muy mal, porque siempre huías cuando tu padre golpeaba a tu madre con su cinturón, buscando refugio, buscando un escondite y ahora que la historia se estaba repitiendo contigo y a pesar de que sabías que todo estaba mal, no había escape alguno.

Pero de nuevo, eso era lo que pensabas, esa parrillada fue una bendición disfrazada de simple monotonía, solo que todavía no lo sabías.

***
—¿Quieres poner un poco más de carbón al asador, por favor? —Santi llamó a Frankie, mientras extendía los trozos de carne sobre la mesa, sazonándolos. En un momento más los pondría a cocinarse.

—Claro, hazte a un lado, el costal de carbón está cerca de tus pies —él río, haciendo a Santi a un lado, provocando risas en ambos porque estuvieron a punto de caer al césped cuando a Santi por poco se le dobla el pie.

—Ten más cuidado, tarado —con un puñetazo amistoso, Santi golpeó a Frankie en el brazo y ambos volvieron a sus tareas: él a sazonar la carne y Frankie comenzó a esparcir el carbón—. Por cierto, ¿has visto a ____________? Vi que llegó hace diez minutos pero, no ha salido al jardín...

—Seguro está con Sam, ella estaba en la cocina preparando puré de papa cuando ___________ llegó, tal vez la llamo y se quedaron conversando —añadió Frankie, sin darle mucha importancia al asunto.

—Hummmm, si, seguro fue eso... —Santi se quedó unos momentos pensativo, viendo la carne—...Voy a ir por una cerveza a la cocina, ¿quieres una?

—Por favor —contestó Frankie al instante.

Santi asintió, y comenzado a trotar suavemente, entro a la casa en dirección a la cocina.

***
—Es que ya no sé qué más hacer Sam... Estoy desesperada... Quiero divorciarme, solo quiero estar lejos de él, pero me da miedo lo que pueda hacer cuando sepa de la demanda. ¿Qué tal si intenta lastimar a mi madre? Se supone que su infierno acabaría cuando el idiota de mi padre murió, pero aquí estoy yo, cometiendo estupideces al casarme con Hank, otro imbécil mal nacido... —te llevaste las manos al pelo y te apoyaste en la barra de la cocina, ya no logrando contener las lágrimas.

Sam se acercó a ti, abrazándote fuerte para intentar calmarte.

—Soy una idiota... —murmuraste entre sollozos.

—No, no eres idiota, _________ —Sam acunó tu rostro entre sus manos y te hizo mirarla a los ojos—. Esto no es tu culpa, entiéndelo. Encontraremos una forma, te lo juro, no vas a estar sola en esto.

Lloraste amargamente en los brazos de tu mejor amiga, sin saber que Santiago había escuchado todo al estar escondido detrás de la puerta que daba acceso a la cocina. Se dio cuenta que estaban hablando y no quiso ser imprudente pero, cuando escuchó lo que dijiste, quiso golpear la pared hasta romperla. Apretó los dientes y los puños, sintiéndose completamente enfurecido.

¿Cómo había podido ser tan ciego? Ahora tenía sentido todas las veces que no habías querido verlo cuando te llamaba para invitarte a comer con él o con Frankie y Sam. Cobró sentido el hecho de que no respondías sus llamadas y sus mensajes y también, que cuando las pocas veces que se veían, tú siempre estaba nerviosa, asustada y temblorosa.

Ese desgraciado hijo de perra estaba abusandote.Y seguro te tenía amenazada, a ti, su dulce ______________, a su pequeña y preciosa flor.

No, él no iba a permitir eso, en ese momento tomó una decisión sin importar nada más: a partir de ese instante, iba a hacer uso de todos sus conocimientos como ex agente especial militar y nadie, absolutamente nadie iba a tocarte, ese imbécil de Hank iba a pagar muy caro por haber lastimado y herido los pétalos de su preciada flor.

Se sentía tan idiota por no haberse dado cuenta antes y tan mal por pensar en todo el dolor que habías estado sufriendo. Esto tenía que parar ya.

***

La parrillada había trascurrido bastante normal, aunque en medio de las conversaciones y las risas, sentías que Santi parecía poder ver a través de la forma en que estabas fingiendo estar bien.

Se estaba portando tan atento y amable, te acercaba cada cosa que necesitabas, te dejaba suaves besos en las mejillas y en la frente y cada vez que tenía oportunidad, rozaba tu mano con la de él y en momentos más específicos, tomaba tu mano en la suya y te acariciaba el dorso con el pulgar mientras te miraba con ojos brillantes, destellantes de lo que parecía ser, ¿preocupación?

Santi siempre se había portado así de dulce contigo, así que no te parecieron extraños todos sus gestos cariñosos y los aceptaste con gusto, eran un cambio muy agradable, para variar un poco de la asquerosa vida que llevabas. Si tan solo pudieras contarle todo...

Entre charlas divertidas, risas, comida deliciosa, cerveza, limonada y los besos de Santi que intercalaba entre tus manos, tus mejillas y tu frente, la noche cayó y con ella, llegó el fin de la reunión.

Ciertamente no querías que acabara, el deseo de parar el tiempo y quedarte en ese instante por siempre era un anhelo profundo pero, la realidad aguardaba: tendrías que volver a esa casa infernal y seguramente, por la mañana, Hank ya estaría ahí exigiéndote una explicación del por qué habías salido de la casa sin su permiso. Con suerte, solo te gritaría hasta quedarse sin voz y no te golpearía. La idea te puso enferma.

Pero entonces, la bendición hizo su aparición.

—___________, preciosa, ya es algo tarde para que te vayas sola a casa... Ejem, ¿puedo invitarte un café en mi departamento? Y si quieres, solo si quieres, puedo llevarte a tu casa. Después de todo, no nos hemos visto en un tiempo, ¿vienes conmigo? —Santi te sonrió suavemente, extendiendo tu mano hacia ti y para su dicha, no dudaste ni un segundo en aceptar su invitación, tomando su grande y cálida mano que envolvió la tuya con suavidad.

—Un café contigo sería maravilloso, gracias —lo miraste sonriendo, sonrojándote un poco, ya que esa forma de llamarte jamás había sido propia de Santi. Obviamente aceptaste, cualquier situación que te mantuviera alejada de tu vida real era bienvenida y más aun, si la invitación era por parte de Pope.

Ambos se despidieron de Frankie y Sam y una vez que llegaron al auto de Santi, él se sentó frente al volante y tú tomaste tu lugar en el asiento del copiloto. Una vez que ambos se colocaron sus cinturones de seguridad, Santi condujo hasta su departamento.

***

—Entonces, ¿café expresso o latte? —Santi te lanzó la pregunta, encendiendo la máquina que preparaba las bebidas.

Tú estabas sentada frente a la barra de la cocina, sobre un banquito alto bastante cómodo, mirándolo con admiración. Esos sentimientos que tuviste por él no habían desaparecido, al contrario, ahora se habían reforzado más después del cómo te había tratado en la parrillada. Y él no ayudaba, no ayudaba para nada con esa sonrisa preciosa adornando sus precisos labios que por el amor de Dios, habían sido hechos para pecar y con esa dulce mirada brillante que te observaba fijamente desde unos cuantos metros de distancia.

Latte, por favor. —sonreíste tímidamente, con el corazón latiendo como loco en tu pecho. Joder, esto no estaba bien, porque claro que Santi no se sentía de la misma manera... ¿cierto?

Santi asintió, guiñándote un ojo mientras volvía a la tarea de preparar el café. Sacando dos tazas de la repisa frente a él, las usó para servir la bebida humeante, concentrándose en no derramar nada. Sabía que tenía que hablar contigo y decirte que lo que había escuchado, pero tenía que encontrar una forma que no fuera imprudente. Tuvo una idea.

—Muñeca, ¿puedo hacerte una pregunta personal?

¿Muñeca? ¿Cómo que muñeca? Santi jamás te había llamado así. Sentiste una punzada en el vientre pero dijiste que si con la cabeza al instante.

—Claro, ¿qué pasa? —Lo miraste, rogando a Dios porque no se diera cuenta de tus mejillas calientes.

—¿Te has preguntado qué habría pasado con nosotros si nuestra amistad hubiera evolucionado como la de Frankie y Sam? —Te miró, alzando una ceja y cruzándose de brazos mientras el sonido de la máquina de café en acción resonaba por la cocina.

Frunciste el ceño y parpadeaste, tratando de fingir que el aire no te faltaba y trataste de evadirlo.

—Hummm, ¿a qué te refieres? —Comenzaste a jugar con tus manos, bajando la vista a tus dedos, no siendo capaz de verlo a los ojos.

Santi sonrió con ternura, mirándote actuar un poco nerviosa y cuando iba a decir algo, la maquina hizo un sonido, indicando que las bebidas ya estaban listas. Él se giró para empezar a servir las tazas.

—Bueno, me refiero a que tal vez nosotros también hubiésemos podido terminar como ellos, juntos, como pareja, ¿por qué no pasó? —Preguntó suavemente, mirando las tazas que recibían el líquido caliente.

—No lo sé... —dijiste en voz baja, suspirando—. Pero siempre me gustaste... —eso último, solo fue un murmullo.

Santi quiso asegurarse de que había oído bien, porque si era así, esta era la oportunidad que había estado esperando toda su jodida vida. Decidió actuar un poco más.

—¿Disculpa? Eso último que dijiste no lo escuché —volvió hacia ti, llevando las dos tazas de café en la mano y se sentó a tu lado, acercándote la cálida bebida que desprendía un aroma delicioso.

—Santi... ¿qué quieres que te diga? —Suspiraste, mirando el café y luego a él.

—Lo que dijiste hace un momento, pero en voz alta...

Lo miraste a los ojos, sintiendo que se te olvidaba cómo respirar, perdiéndote en esos ojos de avellana divinos, de los que siempre habías estado enamorada pero jamás tuviste el valor de confesarlo y ahora, se habían vuelto más irresistibles con las suaves marcas que se le formaban a los costados al sonreír, justo como en ese momento.

Al ver que no respondías, él trato de hacerte sentir más cómoda. Tomó tu mano en la suya y con ceremonial calma, la llevó de viaje hasta sus labios donde con suavidad, dejó un beso en cada uno de tus nudillos. Eso te hizo estremecer y no lograste apartar la mirada.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntaste, a un paso de perder la compostura.

—Tratando de hacer que me digas la verdad... Por favor, repite lo que dijiste... —ahora, el beso fue depositado en tu muñeca. Sus labios se sentían tan bien tocando tu piel. Era mucho mejor de cómo se habían sentido en tus sueños.

Ese era el momento de la verdad. Ya no podías ocultarlo más. Mientras Santi seguía acariciando y besando y mano, reuniste toda la fuerza sobrehumana que pudiste para poder hablar, y lo miraste.

—Dije que... siempre me gustaste pero, ahora que lo pienso, eso no es del todo cierto... —Santi te miró intrigado, ahora llevando tus dedos a su boca para besarlos con calma, uno a uno, eso te indicó que quería seguir escuchando—...Digo que no es cierto, porque más que gustarme, la verdad es que, nunca he querido a nadie más... Toda mi vida has sido tú, siempre fuiste tú, ahora lo sé...

—Eso es lo que quería escuchar —Santi soltó tu mano con cuidado y acercándose a ti, hundió sus dedos entre tu cabello para poder tomarte de la nuca y acercarte a él y con dulzura y paciencia, te besó por primera vez.

Al inicio, te sorprendió su gesto pero no lo rechazaste, era lo que habías añorado siempre, así que solo te enfocaste en disfrutar de su boca llenando de amor la tuya. El beso fue lento, sin prisa y cargado de un amor tan tierno como jamás sentiste en tu vida. Santi atendía tus labios con delicadeza, tomándose su tiempo en explorar cada rincón en un frágil vaivén. Tardó unos minutos en bajar su mano de tu nuca hasta tu hombro y unos pocos más en bajar ambas manos hasta tu cintura y cuando lo hizo, te acercó imposiblemente más a él, bebiéndose tus labios por primera vez y tú, estabas perdidamente encantada. Era mejor de lo que siempre imaginaste. Solo te dejaste llevar, dejando que te envolviera en sus brazos, entregándote a él en ese primer beso que compartían con sus labios conociéndose al fin.

Cuando al fin se separaron, Santi pegó su frente a la tuya y con ternura, sus pulgares te acariciaron las mejillas. —Yo tampoco he querido a nadie más, nunca.

Ese dulce primer encuentro bastó para que le contaras todo. Ahora, Santi ya sabía todo de Hank: donde trabajaba, a qué se dedicaba, la dirección de su oficina, incluso la matrícula de su auto. Le hablaste de las veces que te había golpeado, de sus amenazas y de tu deseo de divorciarte. Él te escuchó atentamente, limpiando cada lágrima que resbalara por tu rostro, a veces con el pulgar, a veces con un beso, pero la secaba.

En medio de una charla llena de más besos, él te prometió que te iba a protegerte de Hank, de cualquier amenaza que pudiera hacerte y también, de cualquiera que se atreviese a tan solo pensar en hacerte daño.

Esa noche, te quedaste a dormir con Santi. Pasaste toda la noche en sus brazos mientras él te susurraba promesas dulces, acompañadas de besos tiernos en todo el rostro, sobre todo en los labios, repitiéndote que a partir de ese momento, todo sería diferente. Fue la noche que mejor dormiste en años.

Y vaya que tenía razón...

***

6 meses después

—Amor, ¿podrías poner esta caja sobre la mesa, por favor? —Le preguntaste a tu novio, y él sonrió gustoso ayudándote.

Santi tomo la caja de entre tus manos, la cual contenía varias de tus pertenencias. De hecho, era solo una de las varias cajas que estaban descargando del camión de mudanzas. Te estabas mudando con él. Y es que después de todo lo que había pasado, era obvio que eso tenía que pasar.

—Frankie, ten cuidado con esa, ahí vienen mis tazas coleccionables —le advertiste y él solo rodo los ojos riendo y caminó hasta el interior del departamento de Santi.

Ya habían pasado seis meses desde que habías levantado la demanda de divorcio contra Hank. Como era de esperarse, él había reaccionado mal y afortunadamente, eso ocurrió en medio de la oficina de tu abogado, con Santi y Frankie a tu lado, por lo que lo arrestaron de inmediato bajo la acusación de violencia física, psicológica y emocional.

Santi quería hacer uso de toda su experiencia como militar en contra de Hank, pero lograste convencerlo de que no valía la pena y no querías que se metiera en problemas, aunque el día que el juez dictaminó que Hank iría a la cárcel por diez años, Santi pidió permiso para darle un par de puñetazos en la cara, se lo permitieron y solo bastaron un par de golpes para que le fracturara la quijada. Había sido tan reconfortante presenciar eso.

Con Hank en la cárcel, ya podías iniciar una nueva vida, una al lado del hombre que habías amado toda tu existencia. Y ese hombre, estaba llegando frente a ti, dejo sus manos en tu cintura y te dio un beso largo en los labios para después, ponerte su gorra en la cabeza.

—Supongo que vas a querer redecorar la casa, ¿verdad? —Te preguntó con una sonrisa, robándote otro beso.

—Primero hay que terminar de desempacar todo y ya vemos eso —reíste, abrazándolo por los hombros— Jamás voy a poder pagarte lo que hiciste por mí... Me salvaste la vida —confesaste, mirándolo a los ojos.

—La verdad, ya lo haces, corazón... —murmuró, dándote un beso en la nariz.

—¿Y cómo? —Reíste.

—Dejándome amarte para siempre —entonces, Santi se inclinó volviendo a besarte, sosteniendo tu rostro en sus manos y tú, suspiraste, dándole todo de ti una vez más en ese beso que era como el cielo mismo.

***

Nota de la autora:

Es increíble que 3194 palabras hayan salido de repente mientras escuchaba mi lista de reproducción de Spotify en aleatorio, pasando de Luis Miguel a Rammnstein y de Imagine Dragons a Michael Jackson de la nada. JAJSAJSJAJJS.

No saben cómo ame escribir esto, me encanta hacer drama que termine de estas formas, con una especie de venganza dulcemente inofensiva. Y no había nadie mejor para esto que Santi. Y también me encanta ponerlo todo romántico y tierno. ASDFGHJKLÑ. Papi. :3

Espero les haya gustado. Recuerden que este libro se actualiza poco a poco cuando no puedo escribir mis historias largas, así que ténganme un poco de paciencia.

Tal vez se venga otro con Blue Jones, la segunda parte de Acaríciame con Jonathan Levy, la continuación del sueño de Abel Morales en donde le da a su esposa (nosotras) como cajón que no cierra sobre su escritorio mientras usamos tacones... Alguno con Oscar, ya hace falta... Si tienen ideas, pueden dejármelas aquí y con gusto, trataré de hacerlas realidad, solo repito, ténganme paciencia. :3

Y por cierto, solo es un aviso, estos escritos, también estarán en papel en el futuro, como un compilado de historias cortas, románticas, dramáticas y eróticas. Serán varios volúmenes. Ya veré... Jjejeje. <3 

Gracias por estar aquí. ¡Laters, gators!

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