Entre disfraces y confesiones: Jonathan Levy

✨🧡🍂🍁🎃👻🕷️🕸️Especial de octubre 1/10🕸️🕷️👻🎃🍁🍂🧡✨

"...I know that it's wrong but I want to have fun. Mmh, yeah. Mmh, yeah. Oh my God, I can't believe it. Out of all the people in the world, what is the likelihood of jumping out of my life and into your arms? Maybe, baby, I'm just losing my mind 'cause this is trouble, but it feels right. Teetering on the edge of heaven and hell, is a battle that I cannot fight..."

"...Sé que está mal pero quiero divertirme. Mmh, sí. Mmh, sí. Dios mío, no puedo creerlo. De todas las personas en el mundo, ¿cuál es la probabilidad de saltar fuera de mi vida y en tus brazos? Tal vez, cariño, estoy perdiendo la cabeza porque esto es un problema, pero se siente bien. Tambaleándose al borde del cielo y el infierno, es una batalla que no puedo pelear..."

-Oh my God/Adele.

El mes de octubre era el que se encontraba en curso y con su llegada, daba inicio la temporada del festival de otoño y de la tan esperada fiesta de disfraces que ya había provocado un intenso revuelo entre los alumnos de la universidad de New York, pero no en sus profesores y entre esos profesores te encontrabas tú.

Recientemente te habías mudado a la cuidad luego de haber culminado tu maestría en historia del arte y cuando la oportunidad de enseñar en la universidad de la cuidad se te presentó, no dudaste ni un momento en tomarla y hasta ese punto, tu vida marchaba mejor; ya que también uno de los motivos por los que habías decido mudarte de tu antigua cuidad fue para dejar atrás una relación que se había ido a la basura luego de cinco años y justo después de que tu ex pareja te había propuesto matrimonio ya que, habías descubierto que te era infiel con una persona de su pasado.

Y sí, todo iba bien, las cosas funcionaban, te gustaba tu trabajo, habías conocido nuevas personas y compañeros de trabajo pero también a él, al recocido y ridículamente sexy profesor de filosofía de la facultad de ciencias y humanidades: Jonathan Levy.

Y es que la verdad, jamás ibas a olvidar el día que lo conociste en la sala de maestros de la facultad: con ese holgado suéter color café que hacía resaltar sus ojos a través de los cristales de sus gafas como dulces chispas de chocolate. Esos rizos platinados cayendo por toda su frente de una forma tan excepcionalmente perfecta que, combinados con la barba arreglada que combinaba a la perfección y decoraba su mandíbula y mentón, simplemente te hicieron pensar que se veía demasiado bien para tener la edad que dijo que tenía: 45 años.

Para ti, esa fue una clara advertencia de que debías mantener tu distancia con él porque, cuando sumaste su voz grave, la sonrisa que adornó su boca cuando le dijiste cómo te llamabas, el delicioso sonido de su voz repitiendo tu nombre y la forma en que rozo el dorso de tu mano cuando te saludó, todo tu cuerpo sintió un cosquilleo que terminó acumulándose en la zona de tu vientre y en ese momento y sin poder evitarlo, mordiste ligeramente tu labio, acción que para Jonathan no pasó desapercibida, absorbiendo tu gesto al mismo tiempo que él mojaba sus labios con su lengua y viste su mandíbula tensarse.

Había sido demasiada tensión sexual para un par de personas que se acaban de conocer, para un par de personas que se llevaban 20 años de diferencia y de forma casi inmediata, pesaste que no podía ser tan bueno para ser cierto, por lo que en ese mismo momento, buscaste con mirada fugaz un anillo en su dedo anular izquierdo pero, no había nada, ni siquiera una marca y eso claro que llamó tu atención, aunque poco después y en medio de una charla casual con él en donde le hablaste un poco de tu pasado, él te contó que estaba divorciado.

Hubiera sido mentira decir que esa información era indiscutiblemente valiosa y que al escucharlo, tus ojos se iluminaron como dos faros de luz en medio del océano, reacción que para él, tampoco dejo pasar como un hecho obvio, sonriendo gentilmente y mirándote a los ojos mientras ambos compartían un rico almuerzo a la hora del receso.

Sí, habías fallado brutalmente en tu plan de mantenerte alejada de él.

Había pasado ya un año desde que te habías vuelto parte del gremio de profesores de la facultad y en efecto, esta era tu primera fiesta de disfraces universitaria, siendo profesora (aunque no es que hubieses asistido a muchas cuando eras alumna) y sin embargo, ahí estabas, porque tu jefa, la directora de la facultad te había pedido que asistieras y trataras de convivir un poco.

Y como jamás fuiste muy apegada a este tipo de fiestas, lo único que pudiste conseguir a última hora en una tienda cercana a tu casa fue una diadema con un par de cuernos de diablo y que además, tenían luces, un vestido negro de terciopelo que cubría hasta un poco más debajo de tu rodilla se ceñía a tu cuerpo y era obvio que estabas incómoda en medio de todos esos estudiantes ebrios de diversión y alcohol; afortunadamente los zapatos que llevabas eran cómodos.

Habían pasado apenas 30 minutos y tú ya estabas tomando tus cosas para huir del lugar cuando, al levantar la vista, lograste ver en medio del patio de la facultad y atravesando por el jardín a ese hombre que siempre te robaba el aliento cada vez que lo veías tomando café en la sala de profesores leyendo sus libros, tomando notas y ajustando sus gafas.

Jonathan Levy venía caminando entre la multitud, ajustando los botones de las muñecas de su camisa, observando con cuidado de un lado a otro para no chocar con nadie que pudiera atravesarse en su camino.

Cuando terminó de arreglar su camisa, llevo su mano derecha hasta su cabello, en donde con sumo cuidado, paso sus dedos entre sus rizos, peinándolos hacia atrás mientras su ceja derecha de alzaba suavemente cuando su vista se giró a la izquierda para ver al DJ de la fiesta cambiar de pista. Cuando su vista se volvió hacia el frente, con sus dos manos ajusto el cuello de su camisa, la cual tenía un par de botones abiertos y luego, la solapa de su saco.

Y justo cuando creíste que estabas por derretirte, se le ocurre sacar de la bolsa de su saco una diadema igual a la tuya: con cuernos de diablo y luces de colores. Una vez que la colocó en su cabeza, acomodó sus gafas y en ese momento, su vista se posó en ti, que estabas en la barra de bebidas luchando por no caer de rodillas al piso luego, sonrió. Una maldita sonrisa exquisitamente encantadora. Con un gesto sutil, paso su dedo pulgar e índice por su mentón, acariciando su barba en el proceso y sus pasos siguieron su camino hacia ti. Eso fue todo lo que necesitaste para sentir tus rodillas débiles y con urgencia, buscaste un lugar donde sentarte, sintiéndote abrumadoramente acalorada.

—Hola. —te habló suavemente cuando llegó hasta ti, con esa imborrable sonrisa en sus labios que te hacía sentir que el mundo daba vueltas a tu alrededor. Tú estabas haciéndote un poco de aire con una servilleta de papel.

—Hola. —le respondiste tratando de que tu voz no sonara temblorosa mientras sentiste tus mejillas arder y no te atreviste a mirarlo a los ojos.

Jonathan suspiro y sonrió, recargando su codo en la barra de madera frente a ustedes y luego hizo un gesto a la persona que servía las bebidas para que le pasara una cerveza, sentiste su mirada sobre ti.

—Veo que a ninguno de los dos se le ocurrió una mejor idea para el disfraz. —habló riendo para después, darle un sorbo a su cerveza.

Por primera vez en esos minutos, te atreviste a verlo a la cara, ya que te había hecho reír con su comentario. Cuando lo miraste a los ojos, pudiste ver el reflejo de tu diadema y las luces en sus gafas.

—Ya sé a lo que te refieres. —reíste ligeramente y suspiraste, intentando no perder la batalla contra los nervios que ese hombre te generaba al estar cerca de ti—. Creo que ninguno de los dos tuvo suerte al encontrar un buen disfraz. —lo miraste alzando una ceja y al igual que él, pediste una cerveza.

—No tienes idea de lo mucho que me costó venir aquí. —mencionó en un susurro.

Tú alzaste ambas cejas y lo miraste atenta. —Sinceramente, tengo que decir lo mismo. Jamás he sido muy aficionada a las fiestas y menos, a las de disfraces. —suspiraste—. De no haber sido porque ahora estás aquí, me hubiese ido hace 20 segundos.

Jonathan dejo escapar una carcajada por lo bajo y con cuidado, se acercó a ti y pudo notar al aroma de tu perfume y tu lindo vestido negro, además de la manera en que las luces de sus diademas brillaban en tus ojos.

—Eso es interesante. ¿Te refieres a qué sigues aquí, por mí? —preguntó visiblemente interesado.

Enseguida de arrepentiste de lo que dijiste y sentiste tu rostro en llamas. Creíste que por la música no iba a poder escucharte. Grave error.

—Hummm, bueno yo, no sé si quise decir eso exactamente. —reíste un poco nerviosa y volviste a tomar un sorbo de tu cerveza, volviendo a evitar el contacto con sus ojos. Era una gran ventaja que todos los presentes estuvieran distraídos en la fiesta o de otra forma, podrían haber visto que dos profesores estaban ¿coqueteando?

—¿Y por qué no me explicas lo que quisiste decir entonces? —el tono de Jonathan se volvió de pronto más suave y sentiste un suave cosquilleo en tu cuerpo, pero no debías de hacerte ideas erróneas—. Pero, vamos a un lugar más tranquilo, aquí hay demasiado ruido. —te dijo, dejando su envase de cerveza en la barra y con un discreto gesto de su cabeza, te invito que lo siguieras, suspiraste algo indecisa, pero aceptaste y al dar algunos pasos, te diste cuenta que iban camino a su oficina.

Cuando llegaron, la música y el estruendo de la fiesta ya era más bajo en ese lugar y para su buena suerte, no había nadie en los pasillos y corredores. Jonathan sacó la llave de su oficina y abrió la puerta, dejándote pasar primero, algo que no te pareció extraño viniendo de él, ya que siempre era muy cortés, sin embargo, su siguiente acción fue la que no esperabas pero, muy en el fondo, anhelabas que pasara.

Cuando ambos estuvieron dentro de su oficina, Jonathan cerró con llave tras él haber entrado y sin perder más tiempo, llevo sus manos hasta tu cadera y antes de que pudieras decir algo, te llevó hasta una de las paredes de la oficina, donde te acorraló entre su propio cuerpo y la pared en tu espalda y él, aprovechando que tu vestido dejaba al descubierto tu cuello, llevo su atención hasta esa zona, empezando a dejar besos desde tu oreja hasta los huesos de tu clavícula.

—¿Crees que ahora si podrías decirme por qué no te fuiste de la fiesta? —preguntó en medio de un beso, pasando su lengua por la piel de tu cuello, su barba te hacía cosquillas pero, se sentía bien.

—Jonathan, ¿qué estás haciendo? —le preguntaste jadeando y dejando tus manos en sus hombros, pero no lo alejaste: literalmente, estaba volviendo realidad una de tus mayores fantasías.

—Mmmm, algo que tú y yo sabemos que queremos desde hace mucho, nena. —su voz era un suave ronroneo, mientras sus labios se paseaban por tu cuello y sus manos delineaban las curvas de tu cadera y tu cintura—. Sé que eres consciente de que hay algo entre los dos desde el día en que nos conocimos... Sé qué te gusto y tú, me gustas a mí. —susurró en tu cuello, pero después, llevó su boca hasta encontrar tus labios, en donde los rozo delicadamente con los suyos—. ¿O me equivoco? —te preguntó mirándote a los ojos.

Tú jadeaste, envolviendo tus brazos en su cuello y también seguiste su juego, acariciando tus labios con los suyos, pero aún sin besarse. —No... no te equivocas. —hablaste suavemente, mirándolo a los ojos mientras sentías como él subía y bajaba sus manos por tu espalda.

—Buena chica. —sonrió en tus labios y pudiste sentir su cálido aliento chocar con tu boca—. ¿Entonces vamos a dejar de fingir que no estamos sintiendo cosas el uno por el otro? —aún no te besaba, y tú estabas ya ardiendo en deseos de que lo hiciera, habías soñado tantas veces con este momento.

—Creo que es momento de dejar de fingir... —sonreíste, acariciando los rizos de su cabello que descansaban en su nuca y mordiste tus labios, desesperada por que diera el siguiente paso—. Jonathan... —susurraste con tus labios a milímetros de los de él.

—¿Qué pasa? —preguntó con un tono juguetón, sabiendo que al fin estaba consiguiendo lo que llevaba soñando desde hace un año.

—Necesito que me beses. —le dijiste en apenas un susurro, sintiendo como todo tu deseo por él se acumulaba en esa solicitud.

Jonathan sonrió, volviendo a provocar que sus labios se rozaran. —Ay, preciosa, si supieras cuantas veces en este año he imaginado que me decías eso... Y yo no pienso perder más el tiempo...

Y fue cuando, sin nada más que le importara más que sentir tus labios en los de él, Jonathan te besó, probando tu boca después de tanto tiempo, después de 365 días en los cuales había soñado con poder hacerlo, desde que llegaste, desde que te conoció, desde que su mano toco la tuya. Y para ti, fue el paraíso mismo. Sus labios encajaban a la perfección con los tuyos y cuando su lengua empezó a explorar tu boca, sus manos bajaron hasta tus muslos, los cuales empezó a acariciar por encima de tu vestido, aunque, no tardó mucho en subirlo hasta tu cadera y comenzar a mover sus manos sobre la piel de tus piernas.

Su tacto era suave, pero dominante al mismo tiempo. Entre más te besaba, sentías sus manos apretar tus muslos y tú, comenzaste a pasar tus dedos por sus rizos plateados, los mismos que tantas veces habías soñado con acariciar, se sentían mejor de lo que jamás pudiste imaginar.

Jonathan se rio en tus labios cuando tu acariciaste su cabello y encontraste su diadema de cuernos de diablo en el camino.

—Creo que te quedan bien, Levy. —sonreíste, mordiendo su labio y rompiendo el beso solo por unos segundos.

—Igual que a ti. —te dijo con una sonrisa divertida, llevando sus manos hasta tu diadema, para deslizarla por tu cabello y retirarla, tú hiciste lo mismo—. Pero ahora, no quiero que me estorbe, preciosa. —habló alzando una ceja, ahora dejando sus manos sobre tus pechos, cubiertos por tu suave vestido.

Gemiste al sentir sus caricias y levantaste una de tus piernas, enredándola en su cintura y el jadeo al darse cuenta de eso, pero su expresión era de total fascinación.

—¿Con que eres una chica traviesa? Eso me encanta, no pensé que lo fueras hace un año pero ahora, quiero descubrir todo de ti. —apenas podía hablar, su mente estaba nublada y solo podía pensar en el calor que irradiaba tu cuerpo contra el suyo mientras el masajeaba tus senos acunados en sus manos y volvía la atención de sus labios ahora a tu oreja, mordisqueando lentamente el lóbulo de tu oído derecho.

—Oh, Jonathan... —gemiste suavemente, tratando de contenerte porque a pesar de que la fiesta estuviera afuera en todo su esplendor, seguían estando en las instalaciones de plantel—. ¿Tienes idea de lo mucho que deseaba que algo así sucediera?

—No creo que más que yo. —te respondió él, mordiendo tu oreja y susurrante dulcemente al oído, sus manos habían vuelto a acariciar tu cintura y ahora su mano derecha descansaba en tu trasero, acariciándolo de arriaba abajo. —Desde que te conocí, hay algo en ti que no puedo dejar de desear... o quizá eres tú, total y completamente tú... —Jonathan habló con voz suave y dulce en tu oído, mientras sus manos seguían sus caricias, mientras sus labios volvían a viajar por tu cuello—. ¿Y si eres tú lo que más quiero? —te preguntó mirándote a los ojos a través de sus gafas.

Tu corazón iba a mil por hora y sentiste que el de él también al tenerlo tan cerca de ti. Tus mejillas estaban llenas de color y tus labios estaban rojos y ligeramente inflamados por sus besos.

—Jonathan, Sé que está mal pero, Dios mío, de todas las personas en el mundo, ¿cuál es la probabilidad de saltar fuera de mi vida y en tus brazos? Tal vez, estoy perdiendo la cabeza porque esto es un grave problema, pero, se siente bien... Y justo ahora podría estar balanceándome al borde del cielo y el infierno y esta es una batalla que no puedo pelear... No contigo... —le hablaste con total sinceridad, sinceridad que él pudo ver en tus ojos, en tus hermosos ojos brillantes.

—Cariño, ¿a quién le importa la probabilidad? ¿A quién le importa si está mal? —te preguntó con esa sonrisa sexy en sus labios, adornada bellamente por su barba pintada con ligeros destellos plateados—. Si quieres saltar a mis brazos, hazlo, por favor, que voy a atraparte. —Jonathan sonrió, acariciando tus labios con su pulgar—. Déjate llevar por mí, déjate llevar por lo que sientes... Te lo imploro, llevó soportando un año no poder estar cerca de ti, ya no puedo más... —confesó, moviendo sus dedos por tu cadera, cada toque enviaba un placentero cosquilleo a tu cuerpo—. Yo también quiero perder la cabeza, pero por ti... —habló con dulzura, besando de nuevo tus labios.

Tú reíste y le devolviste el beso. —¿Y qué hay de la escuela? ¿No habría problema si tú y yo pues, empezáramos... algo?

Jonathan rio. —¿Y eso qué importa? No lo creo pero, en dado caso de que así fuera, que me despidan, de todas formas, yo soy el más viejo de los dos. —dijo riendo, acariciando tu espalda y también un poco más abajo en donde dejo más de un par de apretones.

—No digas eso. —reíste y le diste un suave golpe en el pecho mientras él te mantenía envuelta en sus brazos—. Hagamos algo, invítame a una primera cita y luego, hablamos con nuestra jefa para ver qué podemos hacer, ¿está bien? Tal vez si somos discretos aquí, podemos seguir trabajando juntos sin ningún problema. —sugeriste mientras lo besabas una y otra vez en los labios.

—Mmmmm sí, una primera cita. —murmuró, distraído por tus besos—. Pero, estoy de acuerdo. Aunque en dado caso de que eso no funcione, yo puedo buscar otro trabajo.

—Cállate y deja de hablar de eso por ahora, lo hablamos el lunes. —le dijiste sonriendo, dejando tu dedo en sus labios y él, plantó un beso en el—. Mejor concentremos en el hecho de que me gustaría que mañana fuéramos a cenar y que esa sea nuestra primera cita. ¿Te parece bien? —le preguntaste alzando una ceja y él te abrazó más por la cintura.

—Me parece perfecto y me encanta que seas tú quien toma la iniciativa, una mujer con determinación me hace perder la razón. —te dijo, mordiendo suavemente, volviendo a pasar sus manos por tus piernas y en el interior de tus muslos.

—Entonces esto va comenzando bien. —le dijiste con una sonrisa, volviendo a abrazarlo por el cuello para besarlo de nuevo.

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Nota de la autora:

Solo quiero decir que Jonathan y ustedes fueron muy felices y ninguno de los dos tuvo que dejar su trabajo como docente en la universidad porque son profesionales y saben separar su relación de su trabajo. nwn

Bueno little moons, este es el primer especial de octubre y simplemente no me pude resistir a empezar con Jonathan porque, escuché esa canción de Adele y él fue el primero que me llegó a la mente. Ahhhh, papi, ¿cómo decirle que no a ese sexy profesor? Imposible. 7u7

Recuerden, este es el 1/10. Acá les dejo la lista de los que siguen:

1. Jonathan Levy

2. Rydal Keener

3. Steven Grant

4. Marc Spector

5. Jake Lockley

6. Blue Jones

7. Poe Dameron

8. Santiago "Pope" García

9. Abel Morales

10. Oscar Isaac

Por cierto: mis historias largas estarán en pausa hasta que termine con estos especiales, gracias por su paciencia por adelantado. <3

Espero que les haya gustado, y prepárense porque el que sigue, es el guapísimo Rydal Keener y nos llevará a un pequeño paseo por Atenas, Grecia en otoño... 7u7 :3 <3

Nos leemos pronto, little moons, laters, gators. <3 

En conclusión, bendito sea el momento en que Oscar aceptó interpretar a Jonathan, gracias por apendejarme tanto con este personaje, mi amor. Te amo. 🥺❤️✨🔥😩

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