Parte 3
Apenas cruzo la entraba no puedo evitar arrugar la nariz, el olor a cigarrillo es innegable. Es una casa bastante lujosa pero algo desordenada ¿acaso vivirá solo? Miro todo el lugar tratando de encontrar alguna fotografía o algún objeto que denote la presencia de alguien más en esta casa, entonces pienso en la chica con la que follaba hace un rato pero no hay señal de ella, ¿estará durmiendo? Borré la idea de mi cabeza ¿Qué hacía yo pensando en esas cosas?
—¿Te vas a quedar ahí de pie? — me pregunta Orión desde la cocina.
Me siento en un sofá y observo como prepara algo, espero que sea algo caliente porque está haciendo un frío insoportable. Poco tiempo después Orión aparece con una taza de chocolate caliente, una sola y es para él.
—¿Y mis chocolates? —dice dando un sorbo a su bebida caliente.
Que tipo más insoportable.
—Ya te lo has comido— le digo mientras tomo de la bolsa un chocolate y abriéndolo me lo llevo a la boca — y este era el último— digo con la boca llena.
Orión sonríe.
—Pareces una cría, ¿Cuántos años tienes? — pregunta divertido.
—Diecisiete— respondo terminando de masticar.
La cara de Orión hace una mueca de sorpresa, ¿pensaría que tengo más? Ya me habían dicho que aparentaba unos años más pero nunca lo he creído.
—Eres una baby— dice y luego toma de su chocolate.
¿Una baby? Que tipejo más tonto, mi estómago empieza a pedir comida y abro unos paquetes de papas sabor a tomate, Orión se recuesta sobre la encimera de la cocina y me mira.
—Es de mala educación comer sola ¿no te enseñan eso en el kínder? —dice acercándose y sentándose a mi lado, sin pedir permiso me arrebata el paquete y empieza a comer.
Será...
—Es de mala educación invitar a alguien a tú casa y no brindarle chocolate caliente— digo arrebatándole el paquete, mi comentario causa risa en él.
—¿Querías? No lo sabía— la sonrisa en su rostro no se borra.
—Cómo iba a saberlo sino preguntaste.
—Cómo iba a preguntarte cuando aún ni siquiera me has dicho tú nombre.
—Sofía— digo finalmente.
Orión se pone de pie y se dirige nuevamente a la cocina, luego me pregunta.
—¿Quieres chocolate caliente, Sofía?
Asiento, amo el chocolate caliente y más cuando el frío es tan insoportable.
Orión de nuevo aparece y se sienta a mi lado.
—¿Y tú cuantos tienes? —le pregunto.
—¿Cuántos qué? — dice divertido.
Me regaño internamente por esa bendita costumbre de hablar sin pensar.
—Años— aclaro.
—Veintitrés— me responde.
—Ah.
Para tener esa edad es bastante infantil, bueno, puede que no sea tan viejo, es una persona joven pero debería actuar un poco más maduro, cuando yo tenga veintitrés ya me habré graduado de la universidad y supongo que con todas las responsabilidad que adquiriré cambiaré un poco, si este es su lado maduro no quiero ni imaginar cómo era cuando tenía mi edad.
—¿A qué te dedicas? — me atreví a preguntarle.
—Trabajo.
—¿En qué?
—En un trabajo.
Sin ganas de comenzar un juego de palabras, miro el reloj, son casi las doce de la noche, faltaran unas cuantas horas para que Ivan despierte y me permita entrar a la casa, luego de un rato en silencio Orión se pone de pie y camina hasta una de las ventanas levanta un poco la cortina y mira a través de ella.
—Esos horribles perros — dice en tono bajo.
Mi instinto curioso hace que me ponga de pie, me da mucha curiosidad el ver a perros furiosos pasearse sin cuidado alguno por las calles y así mismo me sorprende y enoja la responsabilidad del dueño, ¿Cómo es que nadie se ha quejado?
Me ubico al lado de Orión y levanto una parte de la cortina y observo la calle, cinco chihuahuas negros salen de la casa de al frente, miro a Orión enojado.
—¿Esos son los aterradores y salvajes perros de los que me hablaste?
Orión me mira sonriendo.
—No use esas palabras, dije horribles y negros, lo interpretaste a tu manera — Verlo hablar tan despreocupado me enoja, sino fuera por el hecho de estar en su casa ya le hubiera dicho lo mal que me cae pero no puedo ser tan mal educada, no cuando él ha sido amable conmigo, bueno, más o menos.
Orión mira otro rato a través de la ventana y yo me siento nuevamente en el sofá observando mi mano, noto que está un poco inflamada, después él sube al segundo piso de su casa y minutos después baja con una sábana en brazos y la deja a un lado del sofá.
—Ya dormiré— dice y sin más retira — en la nevera hay un poco de hielo— agrega antes de desaparecer.
—Buenas noches— digo en tono bajo, no estoy segura de que me escuchara.
Me ha ofrecido hielo ¿se habrá dado cuenta de lo sucedido con mi mano? No lo creo pues ha estado mirando todo el tiempo por la ventana, después de todo, aunque se lo agradezco no veo conveniente aplicarme hielo, cansada me quito los zapatos, no es la primera vez que duermo fuera de casa aunque si es la primera vez que lo hago en casa de un desconocido, he configurado el reloj para que suene justo a tiempo para alcanzar a Ivan antes de que se marche, espero que el ruido que emite el pequeño reloj sea suficiente para despertarme, tomo la sabana que orión ha traído para mí y veo sobre está una de esas vendas elásticas usadas para esguinces de muñeca, como no sé usarla la hago a un lado e intento dormir.
En mis vanos intentos por conciliar el sueño imagino un millón de escenarios sobre asesinatos y las posibilidades de que estos ocurran, aunque Orión no parece peligroso no deja de ser un desconocido y yo una irresponsable por venirme a meter a la casa de mi nuevo vecino sin siquiera tener referencias de él, llevo uno de los cojines a mi cara quedando totalmente a oscuras, definitivamente no seré capaz de dormir pero por lo menos no estoy afuera muriendo de frío.
Falta media hora para las cinco, va siendo hora de salir y esperar a Ivan afuera quien a veces sale minutos antes de las cinco, me pongo mis zapatos y siento pasos bajar por las escaleras, termino de ajustar los cordones y al mirar me encuentro con una chica de melena alborotada, lleva unos short y una blusa corta que deja ver un piercing en su ombligo.
—¿Y tú quién eres? —me dice en tono brusco y mirándome con superioridad, su semblante arrogante hace que la odie al instante.
—Pregúntale a Orión — digo poniéndome de pie, ella dice algo más pero debido a que no he dormido nada manejo un pésimo humor y no estoy para rendirle explicaciones a nadie, si él me ha dejado pasar la noche en su casa él deberá explicárselo a su novia.
Salgo de la casa dejándola con la palabra en la boca, me sitúo frente a mi puerta esperando a Ivan, aun hace bastante frío, ojala hubiera esperado un poco antes de salir, miro desesperada el reloj, hoy ha demorado más de lo normal, en la antigua casa siempre era puntual, ya me empieza a preocupar el hecho de que por todo esto de la mudanza Ivan rompa su estricta rutina de ejercicio.
Mientras espero un auto negro pasa por la calle y se estaciona al frente de la casa de al lado, poco después la chica arrogante de hace un momento sale y se sube a él, de inmediato el auto se pone en marcha.
—¿Pero que mierda? — Dice Ivan sorprendido abriendo de golpe la puerta — casi me matas de un infarto— habla mientras se lleva la mano al pecho —¿Qué rayos haces aquí?
Miro a mi hermano mayor con dulzura, lo convenceré para que no diga nada a mis padres.
—Me debes una grande — dice después de que logro mi objetivo.
NOTA: ¡HOLA! Hasta aquí el capítulo tres, comenten si quieren seguir leyendo y si les ha parecido interesante la historia, los leo.
Saludos.
Max Skygge.
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