Capítulo 13
La luna resplandece reluciente en lo alto del cielo, acompañada por un par de estrellas que apenas se dejan ver.
Y más abajo, mucho más, un joven científico intenta ahogar su dolor con alcohol.
Y no sólo el dolor de su cuello, precisamente. También el de su alma.
Porque por una vez en toda su vida, acaba de darse cuenta de que a veces es mejor mantener la boca cerrada.
O pueden suceder cosas muy malas.
Barry sabe que fué culpa suya, aquella noche en la que vió la vida abandonar su cuerpo y a la reina del hielo caminar lejos de allí.
Sabe que no debió presionarla tanto.
No fué por otra cosa si no por la muerte de su familia que ella pasó de ser una adorable chica a una asesina en potencia.
Y aunque hayan pasado veinte años, el joven sabe muy bien que hay heridas que nunca terminan de cerrarse.
No debió hurgar, ni siquiera debió contarle lo que sabía. Y mucho menos llamarla Caitlin, por dios... Eso sin duda fué la peor parte.
Deja caer su cabeza sobre la barra y se tapa con las manos, alejando el vaso de él. Apenas ha bebido un trago y casi vomita, que asco.
Pero no le vendría mal beber hasta perder el control y olvidar su terrible error.
Y sobre todo, intentar dejar de pensar en ello.
Porque todo lo que su cabeza hace es pensar en ello. En ella, más bien.
Y en como su mirada antes de casi matarlo estaba llena de expresión pura. De nostalgia, de tristeza. De dolor.
Interrumpiendo sus pensamientos, alguien se sienta a su lado en esa tasca barata de carretera.
Cuando Barry le dirige una mirada y observa de quien se trata, bufa.
El imbécil de Brad, como no.
—¡Allen, amigo mío! —Exclama y pone su brazo alrededor de los hombros de Barry. Éste no tarda en quitárselo de encima.
Brad tan sólo suelta una sonrisa burlona y alza el brazo para pedir una copa al camarero.
Sus ojos vuelven al científico y éste sabe que a continuación viene algún chiste patético sobre su profesión.
—¿Sabes? Ahora que estamos aquí solos... El otro día sí que dejé pasar a ese metahumano a la sala donde estabas tú. Pero eso no podía decirlo delante del jefe. —Se lleva el vaso a los labios y lo traga de un sólo sorbo.
Barry suspira y niega.
—Ahora no, Brad. No estoy de humor. —Le corta.
—¿Qué te pasa, Allen? ¿Alguno de tus trucos de magia te ha transformado en una tía? ¿Te van a crecer tetas? —Bromea y ríe.
El ojiverde no quiere entrar al trapo pero no está en su mejor momento y sólo quiere que cierre el pico.
—Dices muchas idioteces, Brad. Encajas bien en el ejército. —Éste asiente con plenitud.
—Mi abuelo fué soldado, mi padre también y aquí estoy yo. —Barry no soporta ni un minuto más y rueda los ojos justo antes de ponerse de pie.
Pero parece que Brad está aburrido y Barry siempre es su pasatiempos favorito.
—¡Espera, Allen! Voy a quitarte esa cara de amargado, anda. Te contaré una de las historias de mi padre. —Palmea el sitio donde se encontraba antes el castaño y éste lo medita durante algunos segundos.
Y no sabe muy bien porqué pero al final, vuelve a sentarse.
Probablemente crea que si escucha ladrar a Brad un rato más, evitará pensar en Frost.
—Verás, Allen. Cuando era pequeño, mi padre solía contarme sus aventuras con sus colegas. Me hubiera gustado trabajar a su lado pero alguien se lo cargó siendo joven. —Gesticula con las manos mientras habla y Barry comienza a aburrirse.
«Una vez, mi padre conoció a un tipo muy cobarde. Era un pacifista o eso decía él. La verdad es que no tenía huevos para meterse en el ejército.
Así que un día, mi padre y sus colegas le hicieron una visita en su casa.
Mientras relata, Barry escucha con atención y su ceño se va frunciendo más y más según habla.
«El caso es que el cobarde tenía una familia. Dos enanos recién hechos y una bonita mujer...— Se toma un segundo para reírse y cuando lo hace, Barry casi se atraganta con su propia saliva.
No puede ser. No puede estar hablando de ellos... ¿Verdad?
No puede estar hablando de la familia Snow.
«Así que mi padre hizo lo que tenía que hacer, como buen soldado. Se cargó a ese cobarde y de paso a su familia. Y luego provocaron un incendio para taparlo.»
Al castaño se le detiene el corazón.
Y de repente siente frío. Un frío que le cala hasta los huesos y que ni todo el calor de una noche de Verano puede remediar.
La familia Snow no murió por accidente. Les asesinaron.
Barry no puede reaccionar, se ha quedado estático en su sitio, mirando a Brad.
No puede pensar y tampoco decir una sola palabra.
Y lo que más le hiela la sangre es ver el orgullo en los ojos de su compañero.
Brad se termina la segunda copa y vuelve a soltar una risa al ver la cara de asombro del ojiverde.
—¿Pero sabes cuál fué la mejor parte, Allen? Dejó a la mujer para el final. Se cargó a los bebés y le pegó un tiro en el pecho.
Pero esa zorra se lo merecía, por casarse con un cobarde.
Y entonces, ocurre.
Algo se acciona dentro de Barry.
Sus ojos se llenan de lágrimas y nota una electricidad caliente recorrer cada centímetro de su cuerpo.
Y lo hace.
Se levanta tan rápido que el taburete cae y se tira encima de Brad, cayendole al suelo junto con el otro taburete.
Forcejean y Brad consigue agarrarle los brazos, casi sonríe egocéntrico.
Pero hay algo en el pecho de Barry que le hace más fuerte de lo que alguna vez ha sido.
Así que no tarda en zafarse con brusquedad y rodar hasta quedar encima de Brad.
Y le golpea. Por David.
Le golpea otra vez. Por los bebés.
Y sus puñetazos siguen impactando en el rostro del soldado mientras el el bar se causa un revuelo.
Le destroza la nariz y ésta comienza a emanar sangre.
Los labios, la ceja, los ojos.
Barry no puede parar, no puede controlarse a sí mismo. Nunca había sentido tanta furia.
Detrás de él, un hombre intenta quitarlo de encima de Brad.
Pero Barry mide metro noventa y la ira nace directamente desde su corazón. No hay forma de pararlo.
Le golpea tantas veces que pierde la cuenta. Tantas que ya no le ve la cara, sólo sangre.
Y antes de detenerse, le golpea una vez más. Con todas sus fuerzas.
Con toda la fuerza que nunca supo que tenía.
Por Caitlin.
Venga va, Señores... Capitulazo o qué? 😍
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