salvador
Los recuerdos de su infancia no eran especialmente agradables. Su familia estaba experimentando una crisis demasiado fuerte y su único refugio eran sus mejores amigos, Tomo y Gorou.
Kazuha pasaba poco tiempo en casa. Tanta tensión no era buena para su afligido corazón, ya agotado de escuchar a su padre quejándose de su situación económica y tratando de encontrar una solución a todos los problemas que habían comenzado a acumularse recientemente.
—¿Otra vez leyendo? —Tomo se apoderó del asiento a su lado. A pesar de que su espacio personal estaba siendo invadido, a Kaedehara no le importó en absoluto.
De hecho, en algún momento, realmente comenzó a disfrutar de esta actitud. La cercanía de Tomo le brindaba calidez, la locuacidad de Gorou le transmitía paz.
Debido a todos sus problemas familiares, Kazuha tardó en darse cuenta de que había quedado atrapado en una espiral de sentimientos que cada vez se volvió más confusa y compleja. Ahora que era consciente de su realidad, cada vez que estiraba sus manos para sujetar los hilos dorados decisivos, la imagen frente a él se desvanecía y una nueva duda aparecía. ¿Estaba enamorado de Tomo? ¿O estaba enamorado de Gorou?
¿Acaso estaba mal si no podía aclararse? Ambos fueron su motivo para seguir adelante. Su deseo de florecer y encontrar su propio camino brotó de la amabilidad y el amor de ambos. ¿Por qué debía elegir a cuál de los dos quería más?
Sin embargo, mientras su mente seguía confusa, la vida quiso arruinar todos sus planes y lanzarlo nuevamente al abismo de la soledad. Un abismo cuya salida parecía lejana, inexistente.
Apenas tenían dieciséis años. Un día, Tomo dejó de asistir al instituto. Cada vez que Kazuha pasaba por su casa, la única respuesta que obtenía era el silencio. Por cada visita, una decepción.
—Está bien, chicos —la clase fue interrumpida repentinamente por el escandaloso sonido de la sirena. Kazuha se preguntó qué estaba sucediendo. El recreo había terminado hacía media hora y ese patrón de sonidos no era el mismo que cuando había un incendio—. Como mucho sabréis, uno de nuestros compañeros de clase sufrió un accidente hace tan solo una semana —punzada en el pecho. En su clase, solo una persona había estado faltando durante esta última semana. Y esa persona era Tomo—. Los médicos dieron lo mejor de sí para salvar su vida, pero sus esfuerzos fueron en vano —todos guardaban silencio. Kazuha observó ansioso a su alrededor, el sudor frío recorriendo su rostro. Esto debía ser una broma de mal gusto. Esto debía ser una pesadilla—. Anoche en la madrugada, Tomo abandonó este mundo —la confirmación le fue lanzada como un balde de agua helada. Los sonidos a su alrededor se vieron enturbiados, la sangre agolpándose a torrentes en su corazón. Las palabras de su profesor fueron transformadas en un zumbido ininteligible.
En la salida, tras golpearlo por haberle mentido, el joven se lanzó a los brazos de su único amigo restante. Gorou dejó escapar un suspiro mientras envolvía a Kaedehara entre sus brazos, tan consternado como su mejor amigo.
Aún sin poder asimilar estas noticias, el joven dejó que Gorou lo llevase a donde quisiera. No tenía hambre, pero podía hacer el esfuerzo. No quería hacer nada, pero sabía que incluso si Tomo ahora no estaba con ellos, la Tierra iba a seguir su curso. Y mientras esto siguiera sucediendo, su vida seguiría.
—Sospechan que fue un homicidio —comentó su mejor amigo. Tras haberle dado un sorbo a su bebida, observó con atención a Kazuha—. Kazu, si quieres, puedes pasar esta noche en mi casa. No quiero que estés solo.
Y aunque en ese preciso momento no hubo respuesta, esa misma noche, Kaedehara permaneció en la casa de su mejor amigo. Dentro de una habitación cálida, sobre la cómoda cama de Gorou, mientras sus brazos lo envolvían con cariño y lo aislaban del mundo a su alrededor.
Mientras su rostro todavía tenía un rastro de lágrimas.
—Gorou, yo... No sé qué voy a hacer ahora. Eres la única persona que me queda. Y sé que no podrás estar a mi lado por siempre —las manos que limpiaban su rostro estaban calientes. La mirada que lo observaba había perdido su habitual vitalidad.
—Yo también me siento... Algo perdido —acarició el rostro de Kazuha con lástima. Gorou sabía mejor que nadie que Tomo y él eran un lugar seguro para Kaedehara, cuya infancia fue triste y solitaria. Ahora, Kazuha había perdido un lugar seguro en el que permanecer.
Su mundo se redujo. Ahora eran solo ellos dos.
Tras la muerte de Tomo y el misterioso caso sin resolver, Kazuha decidió que se convertiría en un detective. Para así poder ayudar a todas las personas que viviesen una situación similar a la suya a conocer la verdad. O al menos, a las que pudiese.
El motivo de su existencia de repente se convirtió en hacer feliz a otras personas.
—En realidad, ha sido una buena elección —su novio apoyó su cabeza sobre su hombro. Algunas personas frente a ellos observaron de reojo antes de seguir a lo suyo—. Eres inteligente. Te irá bien —Kazuha sonrió.
—¿Y tú? ¿Estás seguro de que quieres ser arqueólogo? —Gorou asintió con su cabeza. Bueno, como pudo.
La sonrisa de Kazuha adquirió un matiz de tristeza. Este trabajo iba a alejar a su novio de él y lo sabía mejor que nadie.
—Este mundo es enorme. Hay tantos misterios sin resolver. Quiero conocer todo lo que pueda —silencio—. Aunque... Bueno, separarme de ti será duro.
Al llegar a su parada, Gorou besó a su novio y bajó del autobús, dispuesto a regresar solo a su hogar. Sin embargo, una mano sujetó la suya y lo acompañó hasta su destino.
—A-ah, Kazuha... Espera... —cuando finalmente llegaron a la habitación de Gorou y cerraron la puerta, Kazuha se lanzó a besarlo sin restricción alguna. Su lengua buscaba cada vez más, sus manos apretaban las holgadas prendas de su novio con desesperación.
—¿Sucede algo?
—¿A-a qué viene todo esto de repente? —el de menor estatura ladeó la cabeza.
—¿Acaso es algo malo? —Gorou negó reiteradas veces con su cabeza, sin saber exactamente qué decir. El rubor probablemente ya había aflorado en su rostro.
—¡No, no, no! Es s-solo que... —desvió su mirada, avergonzado. Una sonrisa juguetona apareció en el rostro de su novio mientras volvía a lanzarse a su cuello para besarlo y lamerlo.
Aunque fue una noche algo torpe, Kazuha jamás olvidaría su primera vez. Él de verdad amó a Gorou, lo amó tanto que incluso dudó al verlo marcharse. De verdad quería detenerlo, hablar las cosas. Convencerlo de que se quedara, o tal vez marcharse con él.
Sin embargo, ambos trazaron dos caminos distintos. Dos que jamás volverían a cruzarse para volver a ser lo que alguna vez fueron. Gorou no podía permanecer en un lugar por mucho tiempo y Kazuha no podía darse el lujo de viajar junto a él.
El último beso fue amargo, mezclado con saladas lágrimas y dolorosos sentimientos.
♡
—Las normas son simples. Me traes dulces y te dejo venir a mi oficina cada vez que necesites un consejo —su compañero era un joven de su misma edad, con un rostro bastante lindo y dos llamativos lunares bajo cada astro esmeralda. Pero además de ser lindo, tenía una personalidad compleja.
Kazuha sentía una extraña atracción por este joven. Quería convertirse en su amigo, y aunque resultase difícil, nada iba a detenerlo ahora.
Hacía tan solo dos años que Gorou había abandonado Japón para empezar a trabajar en un lugar lejano. Desde entonces, Kaedehara había estado relativamente solo, más interesado en prepararse su último examen que en establecer cualquier relación con otras personas.
Ahora, se encontraba frente a un compañero de la universidad a quien no había prestado especial atención durante sus años de estudiante. De vez en cuando charlaban o discutían acerca de algún libro. De hecho, una vez estuvieron debatiendo durante casi toda una clase gracias a “Crimen y Castigo”, sacando una conclusión algo ambigua debido a las opiniones opuestas que ambos tenían.
El día del examen, ambos se encontraron en la entrada del edificio. Tras intercambiar unas sonrisas, Kazuha transmitió tácitamente sus preocupaciones.
No eran especialmente unidos. Pero claro, en algún momento, la curiosidad tenía que surgir.
—Sigo sin creerme que con tan solo unos meses trabajando hayas conseguido un ascenso —comentó Kazuha mientras tomaba asiento frente a él. Heizou soltó una carcajada, sus pies prestándole la fuerza para hacer girar su silla.
—Este lugar necesitaba a alguien como yo —evitó parecer excesivamente confiado y orgulloso. Aunque lo fuese, todavía podía considerarse una persona modesta—. Mi ascenso no es de extrañar —y aunque sus ideales pudieron haberlo dejado en un puesto más bajo, su necesidad de conseguir más dinero lo forzó a aceptar este ascenso. Además, el dinero no fue su único motivo para seguir subiendo.
—Eso es... Bastante arrogante.
—Puede que lo sea —cruzó sus brazos sobre su pecho—. Pero, ¿sabes? Cuando era pequeño, mi mejor amigo solía decirme que era el mejor de todos. Ambos disfrutábamos al intentar resolver casos. En aquel entonces, mi sueño era convertirme en un profesor —detuvo la silla y tomó una piruleta que tenía guardada en el interior del lapicero—. Sin embargo, un día, mi mejor amigo fue asesinado. Y yo tuve que verlo morir —llevó el dulce a su boca—. Como puedes imaginar, mis aspiraciones cambiaron. Y dado que él siempre me decía que yo era el mejor, entonces yo debía ser el mejor. No por mí, sino por él.
Su compañero lo observó en silencio, sin saber exactamente qué decir. Él también cambió sus aspiraciones tras la muerte de Tomo. Su único deseo siempre fue estudiar bellas artes y convertirse en un restaurador. Tal vez en profesor o escultor. Cualquier cosa relacionada con el arte hubiese estado bien.
Sin embargo, la negligencia de los adultos en aquel entonces cambió su futuro. Jamás descubrieron qué sucedió con Tomo. Dijeron que pudo haber sido un asesinato, pero jamás encontraron las suficientes pistas para corroborar esta teoría.
—¿Y tú, Kaedehara? ¿Por qué decidiste ser un detective? —Kazuha sonrió.
—¿Por qué no trata de adivinarlo el mejor detective de Japón? —ladeó su cabeza con diversión. Shikanoin sonrió ante esa actitud juguetona.
Desde aquel día, su relación comenzó a ser cada vez mejor. Kazuha comenzó a buscar cada vez más a Heizou, siempre llevando algunos dulces para él en los bolsillos de su gabardina. Ciertamente, era extraño que alguien como él se tomase tantas molestias por una persona con una personalidad como la de su compañero.
Sin embargo, ahora que estaba solo y había encontrado a alguien que podía salvarlo, no iba a dejarlo ir.
—¡Kazuha, Kazuha! Ahora que la investigación finalmente ha terminado, ¿qué te parece si nos pasamos por un bar y lo celebramos? —Heizou palmeó su espalda amistosamente. Ambos se encontraban en su oficina, donde habían estado revisando unos papeles antes de marcharse.
—No suelo beber —respondió su compañero mientras pasaba sus brazos por las mangas de su gabardina—. Además, vivimos lejos. Si te pones a beber a estas horas, te quedarás sin forma de regresar a ru casa.
—Entonces me quedaré en la tuya. ¡Hay solución para todo! Venga, venga. Vamos a divertirnos un poco, que vidas solo hay una —y lo arrastró hacia el exterior de su oficina.
A pesar de haber estado todo el camino quejándose, Kazuha acabó bebiendo. Y bebió como nunca antes en su vida lo había hecho.
Honestamente, no era el mejor amigo del alcohol. Y de entre todas las bebidas alcohólicas existentes, su organismo solo era capaz de soportar el vino.
Shikanoin, por otro lado, no tomó tanto como Kazuha había imaginado. Además, su resistencia al alcohol era mucho más buena que la de su compañero. Al final, él mismo tuvo que ayudar a Kaedehara a regresar a su hogar, invitándose él solito a entrar.
Al levantarse al día siguiente, Kazuha apenas podía recordar lo sucedido la noche anterior. Su cabeza le dolía como el infierno y su cuerpo parecía en su límite.
—Veo que una vez borracho, Kaedehara no tiene ni un poquito de autocontrol. ¿Cuántas copas tomaste? Ni siquiera yo lo recuerdo —la inesperada aparición de su compañero de trabajo logró hacerlo dar un bote en su cama—. Hasta vomitaste varias veces. Me da que no voy a volver a invitarte a beber —chasqueó su lengua. Entonces, dejó un vaso de zumo sobre la mesita de noche junto a la cama de Kazuha—. Te recomiendo que te tomes esto y te des una ducha. No aseguro que te ayude a sentirte mejor, pero al menos te ayudará a relajarte.
—Gracias... —el joven tomó el vaso de zumo que había sido dejado sobre su mesita de noche y le dio un sorbo. La mirada de Heizou seguía puesta sobre él—. ¿Necesitas algo?
—No... Simplemente pensaba en lo mucho que hablas cuando estás borracho —Kazuha sintió algo de miedo. Ahora que lo pensaba, ¿qué cosas pudo haber dicho la noche anterior?
—¿Acaso dije algo que no debía? —Heizou negó con su cabeza.
—Simplemente es interesante. Teniendo en cuenta lo callado que eres.
Aunque Shikanoin estaba ocultando algo y Kazuha era consciente de ello, no quiso preguntar más. Tal vez, a veces era mejor no saber ciertas cosas.
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