𝕰𝖘𝖕𝖊𝖈𝖎𝖆𝖑 3
Feliz San Valentin
Los párpados de Kate se fueron abriendo lentamente por la claridad, el sol que se colaba por las blancas cortinas de su cuarto era insoportable. La chica se talló los ojos con las manos media adormilada, bostezó y se sentó lentamente en la cama. Acababa de despertar, por tanto no procesaba nada. Primero que nada se estiró, eso la ayudaba a hubiecarse en espacio-tiempo; después tomó, con mucha torpeza, su teléfono, cuando lo encendió y vio la hora se espabiló del tiro.
-¡Osamu! -exclamó irritada, para pararse, ponerse sus pantuflas y echar a correr hacia la cocina.
Era tardisimo, llegaría atrasada al trabajo y seguramente recibiría un regaño por parte de su jefe, aquel maniático no le perdonaría una falta tan grave como esa. Alguien había cancelado la alarma de su móvil y ella sabía perfectamente de quién se trataba, su problemático y retorcido esposo debía estar detrás de eso.
Llegó a la cocina-comedor dispuesta a comérselo vivo, ardía de rabia, pero toda la sangre se le bajó a los pies cuando observó la escena:
El castaño traía puesto su delantal marrón, se encontraba tarareando una canción frente a la meseta mientras movía sus caderas, y por supuesto, cocinaba. Al parecer estaba terminando de preparar el desayuno. Sobre la mesa estaba colocado un mantel bonito, habían dos platos con tortas, un pote con miel, dos con glaseado de fresa y chocolate, un recipiente con panes y al lado mantequilla, además de que ahora Dazai trasportaba en sus manos dos bandejas más con huevo y beicon. ¿Qué bicho le había picado? ¿Tendeía fiebre? ¿Por qué tanta comida?
¿¡La estaba llamando gorda?!
-Buenos días, amor -le dijo cuando sus vistas se encontraron.
Afortunadamente le había dado tiempo a preparar todo aquello, su sorpresa no había sido arruinada.
-Cariño -el detalle de él pudo más que su enfado y terminó por relajarse -¿has visto la hora? -le mostró su móvil, eran las diez de la mañana.
-Si -contestó tranquilo mientras colocaba todo con mucho cuidado sobre la mesa. Sus mejillas se pusieron rojas mientras aplaudía su obra maestra ya culminada -¿Ya olvidaste que es San Valentin?
-Lo sé, por eso hoy sólo tenía media jornada -alegó para cruzarse de brazos y alzar una ceja -, media jornada que termina en dos horas.
-No seas aguafiestas, ya quédate en casa conmigo -le lloriqueó -, hagamos cosas malas. Hace mucho que no hacemos cosas malas... quiero hacer cosas malas por todas las partes de la casa.
-Ya -rio por lo alto mientras pasaba por su lado para llegar al cuarto de sus hijos -¿Y qué hacemos con los niños? ¿Nos los comemos con el desayuno o los tiramos por el balcón hacia abajo?
Inquirió sarcástica para abrir la puerta del cuarto de las dos bombas. Estaba preparanda para despertarlos y provocar el conflicto familiar; cuando las dos bestias estaban despiertas, la paz se acababa y comenzaba una guerra constante, era agotador.
La sorpresa fue grande, ¿y por qué negarlo?, también grata, al descubrir que en el interior sólo había dos camas vacías y bien arregladas. La habitación estaba dividida a la mitad, el lado de Margaret estaba recogido, intacto, limpio, el color que predominaba era el café, tenía un toque maduro; además de su cama, una mesita donde estudiaba, un closet y una alfombra negra, también poseía varios libreros y estantes, en los que guardaba sus cuadernos, colección de bichos raros y diarios de investigación, la chica había sacado todo el lado inteligente de su padre. El de Lucien, por otro lado era un desastre total, lleno de juguetes esparcidos por el piso, cajones de colores azules y dorados, su armario desorganizado y varios cuadros y pósters de súper héroes, en fin, Lucien había sacado todo el lado juguetón e hiperactivo de su padre. ¿Y de ella que tenían?
Instintivamente llevó una mano a su vientre... <Al menos tú podrías sacar algo de tu madre>, pensó.
-Los dejé esta mañana con Fukuzawa -le susurró Osamu, desde atrás, tomándola por sorpresa.
Ella se sobresaltó cuando él rodeó su cintura con una mano para atrerala a sí, quedando de espaldas al hombre, pero siendo abrazada con fuerza. Sus pelos se pusieron de punta al sentir el cálido aliento de su esposo sobre su piel, estaba jugando con ella, quería calentarla y lo peor es que lo estaba consiguiendo.
El castaño se deshizo de algunos mechones molestos que obstruían su paso empujándolos hacia otro lado. Detalló el tersa piel de su amada antes de sonreír complacido, segundos más tarde comenzó a dejar un rastro de besos, lentos pero fugaces, partiendo desde el cuello hasta llegar a su hombro, mientras que con una de sus manos acariciaba su vientre, ya abultado por el tiempo de embarazo.
-T-tú -balbuceó excitada.
Era increíble, el mero tacto de aquel in
fantil pero atractivo hombre provocaba una serie de mariposas intranquilas en su estómago, había que admitir que a pesar de tener su lado frustrante, le encantaba. Aquello le daba el poder a Osamu de hacer lo que quisiera con ella, como si Orden de la Reina lo tuviera él.
-Señorita Dazai, me siento muy solo y es el día del amor -le dijo con voz ronca mientras se acercaba a su oído.
-Ya que... tom-tomaste tantas... molestias -suspiro tras suspiro salían de su boca, con mucho cuidado llevó una mano hacia la cabeza del chico, colocándola sobre su cabello, aferrándose con fuerza a él, e invitándolo a no detenerse.
-Esto me sobra -soltó para comenzar a juguetear con la caída manga del pijama de Kate -, exijo mi regalo.
-¡Tu regalo! -exclamó la chica, para escabullirse de entre sus brazos y pasar por la puerta agachazada, esquivando de este modo el intento de detenerla por parte del castaño.
-Rina-chan, no es justo que me dejes así -hizo un puchero y señaló su entrepierna, obviamente el culto era evidente. Hacía bastante que no tenían sexo, y no era que no quisieran, porque en realidad se morían de ganas, no, se trataba de sus revoltosos hijos, que entraban y salían a la habitación de los mayores como si fuera la suya propia, y con aquella incertidumbre, Kate se negaba a realizar el acto sexual.
La mencionada le guiñó un ojo con una sornisa triunfante. Dos que dormían en el mismo colchón terminan de la misma opinión. Con el tiempo juntos, Ekaterina había sufrido mucho por las bromas pesadas de su esposo, a ver, ella amaba cada parte de él, pero el orgullo iba primero, era alguien un tanto rencorosa.
-El karma es una mierda, Dazai-san -se despidió con la mano burlescamente, para irse lejos de ahí.
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Esa mañana...
Dazai caminaba por la gran acera con sus dos hijos de la mano, no es que fueran muy niños y estuviera preocupado porque ellos hicieran alguna locura como lanzarse a la calle, no, lo que pasaba es que si los soltaba se matarían mutuamente. Desde que los había despertado estaban peleando, esta vez fue porque Lucien mató a uno de los insectos de la colección de Margaret, aquello había alterado mucho a la pequeña, que tomó la escoba de la casa para comenzar a perseguir a su hermano menor. Obviamente Dazai tuvo que intervenir para que el ruido no levantara a su madre. Bueno, pues desde entonces Lucien le dice monstruo a su hermana y ella lo ofende con mil adjetivos, tal parecía que buscaba palabras en la Real Academia.
-Monstruo -zanjó el niño sacándole la lengua.
Osamu suspiró tras aquello.
-Enclenque -la niña trató de safarse de su padre para poder ir a ahorcarlo.
-¡No uses palabras inteligentes en mi contra! -exigió molesto para intentar de llegar a ella.
-Es una palabra de dominio básico -le contestó obvia -, tú lo que eres es un burro.
-Y tu una amargada -soltó hastiado.
Los dos niños dieron la vuelta al padre, aún con las manos tomadas se adelantaron y chocaron sus cabezas por delante de Dazai. Sus ojos chispeaban, parecía que había una llama encendida en ellos, ambos murmuraron cosas entre dientes y no se pegaron porque el castaño mayor soltó primeramente sus manos y luego los separó.
-Por mi cumpleaños sólo les voy a pedir un día sin discusiones -les dijo para agacharse y ponerse a su altura -. Escuchen, papá ama demasiado a mamá, puede que sea un poco molesto con ella, pero él la ama de verdad, la idolatra, ella es su todo, ella le enseñó a amar la vida y a atesorar cada segundo, mamá es la luz de papá. Hoy es un día muy especial, quiero hacer algo por su madre, para pagarle todo lo que me ha dado, entre ello, ustedes dos, que son mis tesoros; pero para eso necesito cooperación. No voy a poder lograr llegar a casa a tiempo si no ponen de su parte -negó con una expresión triste, totalmente fingida -¿ayudarían a papá?
<Que manipulador eres, cielo>, casi que pudo oírla decir aquello. Pues si, tenía razón, Dazai usaría todas sus armas de ser necesario.
Los gemelos se miraron unos segundos y ambos asintieron a la vez apenados. Como si fueron cómplices ambos abrazaron por el cuello de imprevisto a su padre. El varón tardó un segundo en contestar a sus dos hijos con una sornisa. Así que aún estando agachado, él se dejó arropar, casi llora en aquel momento, su familia era la mejor del mundo, y por momentos como aquel, él podía esperar toda la vida.
-Lo sentimos papá -confesaron los dos niños a la vez aún aferrados a él.
Tras unos minutos en esa posición, Margaret y Lucien se separaron, por hoy tratarían de no pelear más y de ser hermanos comunes. Así fue como, los tres seguieron su camino hacia la casa del abuelo.
Ya casi llegaban a su destino, solo se trataba de abrir la pequeña puerta de reja, cuando los tres divisaron justo al frente a Akutagawa y su hijo en manos. Dazai y el bicolor se dedicaron una mirada cómplice.
-¿Tú también? -cuestionaron los dos a la vez mientras se apuntaban, ganándose la mirada dudosa de los niños.
-¿Tú también que? -interrogó Lucien.
Su hermana se carcajeó -. Es obvio, pendejo.
-No todos tenemos un súper cerebro como tú ¿sabes? -el pequeño hizo un puño su mano, tratando de controlarse.
-Bien, hasta aquí -Osamu tapó la boca de su hija impidiéndole contestar, ella se revolvió incómoda, deseando salir de su agarre.
La cargó aún con la mano en su boca para caminar dentro, los otros tres le siguieron el paso sin decir nada, Dazai enojado daba miedo.
Un toque de timbre, ninguna respuesta, dos toques del timbre y ninguna respuesta, justo cuando iba a tocar por tercera vez la puerta se abrió mostrando a Yukichi del otro lado. La expresión en su rostro era neutral, como siempre, entre sus brazos cargaba un gato, al cual acariciaba mientras esperaba de los labios de su subordinado una explicación del por qué aquella visita.
-Feliz San Valentin -le dijo el castaño extendiéndole a su hija, a la que por fin le había liberado la boca.
-¡Papá! -gritó enfadada, aún en esa posición se cruzó de brazos y puso los ojos en blanco.
-Tienes que estar bromeando -Fukusawa alzó una ceja.
-¿No querías muchos gatos? Los niños son igual de problemáticos, sólo que no maullan -depsoitó a su hija en el suelo y la empujó a ella y a Lucien adentro de la casa, sin importarle no recibir una respuesta -, puedes hacer con ellos lo que quieras, menos colocarles un collar y ponerlos a beber leche del suelo.
-Celeste también te encarga a Noah -se excusó Akutagawa cuando su antiguo tutor le dio paso libre.
-¿Algo más que se les ofrezca? -preguntó y al verlos negar sonrió -, feliz San Valentin.
La puerta se les fue cerrada en las narices a los hombres, Yukichi los había dejado solos. Ellos pensaron que sería más difícil pero agradecieron que no lo fuera.
Aprovecho que no había almas inocentes ahí, Osamu miró a Ryunosuke, y al parecer el entendió porque rápidamente habló
-No preguntes, Celeste me pidió que lo dejara con él mientras preparaba el desayuno -explicó brevemente.
-Pero si Celeste no sabe cocinar -razonó y una mirada divertida atravesó el rostro del castaño -. ¡Tú lo que vas a comerte es otra cosa!
Akutagawa no supo si estar feliz por la posible relación que tendía hoy, o echar a correr con todas sus fuerzas para evitar que su linda esposa quemara la casa.
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-Venga Osamu -lo llamó entre risas desde la cama. Se encontraba sentada recostada al espaldar, entre sus manos tenía una una gran caja bien decorada.
El mencionado se asomó por la puerta e hizo un puchero, había planeado todo para poder tener tiempo a solas con ella, lo tenía todo tan fríamente calculado, pero la castaña era un hueso duro de roer. Al observar la sonrisa sincera de su mujer y un llamado de su mano, se resignó y aceptó ir en su dirección, caminó hacia ella con los hombros caídos y arrastrando los pies.
-Me duele tu indiferencia -comentó antes de sentarse frente a ella.
La chica le extendió la caja.
-Ábrelo -le pidió amablemente.
-¿Qué me habrás comprado? Nada superará el regalo de Navidad, pero gracias por esforzarte -ejecutó la orden y quitó la tapa para observar lo que había adentro.
Con mucho cuidado sacó su regalo para examinarlo. Era un osito de peluche, de color café, bastante normalucho, no tenían nada de especial, salvo una copia delbbroche que él solía llevar en su vestimenta, eso lo hacía parecer un mini Dazai de peluche. La miró curioso.
-Pasé mucho tiempo pensando que regalarte, le pedí ayuda a Celeste, pero nada parecía complacerme, ¿qué le regalas a alguien que lo tiene todo? -comenzó a jugar con un mechón de su cabello, estaba sonrojada -. Entonces recordé esto: Hace más de diez años, cuando aún tenía pesadillas en las noches, tenía un peluche idéntico a este, era mi mejor amigo y lo único que tenía para aferrarme cuando recibía el maltrato de mis padres, mi único compañero; era el reflejo de mi amor hacia a ti en mis sueños, estabas conmigo aún sin estarlo, siempre a mi lado, salvándome de mis demonios o acompañandome con ellos, tú eras el reflejo de mi presente en mi pasado, mi chispa de esperanza, todo eso y ni siquiera sabía que estaba enamorada de ti. Pensé que sería bonito que lo supieras, desde que lo vi por primera vez pensé "es esto lo que quiero trasmitirle".
-Eres tan fría a veces -Dazai llevó una mano a su mejilla para acariciarla con dulzura -, pero cuando haces algo como esto mi corazón se derrite. Encontré mi luz en ti.
-Ojo -acurrucó su rostro contra la mano de su esposo -, esta luz te encontró a ti, y luego te obligó a ladrar.
-Me pongo romántico y tu arruinas el momento -soltó una risilla por lo bajo, apartó la caja y el peluche para acercarse más a ella. Ahora se paseó por todo su rostro con ambas manos, peinó algunos cabellos, estaba absorto en su belleza, detallándola, no se cansaba ni un solo día de hacerlo.
-Este momento no lo puede arruinar nada.
-Lamento ser yo quien lo arruine, pero llegó la hora de tu regalo -se separó para aplaudir como foca mientras sonría. Se veía muy confiado y feliz.
-¿Tan maravilloso es? -cuestionó la chica. La verdad es que había tratado de hallarlo, le picaba la curiosidad desde hacía una semana y buscaba todos los días por cada rincón de la casa con la esperanza de poder encontrarlo, pero nuevamente su esposo siempre iba un paso por delante de ella. Seguramente él sabía todo aquello y lo había escondido en un lugar inimaginado -. Tengo miedo.
-No seas cruel -le dijo decaído para ponerse en pie -, me esforcé.
-Por favor, nada sexual, que estoy embarazada -suplicó neutral.
-Me ofende que pienses eso de mi -llevó una mano a su pecho fingiendo incredulidad.
-Osamu, el año pasado me regalaste un juego de lencería -recordó con una sornisa de medio lado.
-Eso fue un pequeño desliz -la señaló, segundos antes de salir de la habitación, solo sabía Dios y él donde estaba el regalo.
-El antepasado querías hacer una habitación roja -suspiró, rememorado.
Para aquellos tiempos ambos se pusieron a ver "50 Sombras de Grey" juntos, Osamu ya la conocía, pero la repitió por Kate. Resumen: tras terminar las tres películas él sugirió que por San Valentin debían hacer una habitación como las de las pelis, obviamente ella le metió un cocotazo y como si nada hubiera pasado.
-Niégame que a ti no te hubiera encantado -la desafío, cuando por fin se encontraba dentro. Traía consigo una caja vieja grande, que seguramente había sacado del trastero. Claro, a ella jamás se le ocurriría buscar ahí, bien jugado Dazai.
-Una remodelación en el cuarto de los niños y hubiera quedado fantástico -le contestó sarcástica para erguirse.
-Te amo así de frívola, calculadora e irónica -fue lo último que dijo antes de colocar la caja sobre la cama.
Su esposa observó como él se embarcaba en un arduo combate contra la pobre caja de cartón, no quería abrirse, estaba revolucionaria. Tanto dio, que terminó por romperla. Eso fue el karma, por ocultarle su regalo.
Con mucho cuidado el castaño comenzó a sacar pequeñas figuras de porcelana con forma de pájaros, las cuales colocó sobre la mesita de noche del lado de Kate, ella lo veía ir y venir sin decir una palabra. Dos grandes y tres pequeñas, una más diminuta que las otras dos. Cuando ya estuvieron colocadas se posicionó frente a ella, a un metro y sonrió orgulloso.
-Me hago a una idea de lo que significan -comenzó la mujer tocando una con mucho cuidado -¿pero por qué aves?
-Porque somos libres de nuestros domonios -se acercó para agacharse frente a ella y tomar sus manos -, porque podemos volar donde quiera, pero siempre tendremos un nido a donde regresar, a nuestro hogar.
-Eso es demasiado profundo para que se te haya ocurrido a ti solo. Celeste te ayudó -la chica, trató de ocultar con aquella broma tonta sus ojos cristalizados, era demasiado orgullosa como para mostrárselo.
-Déjame el trabajo de detective a mi, amor -Dazai trató de mantener la compostura, a ella le encantaba romper sus momentos cursis -Tengo algo más.
-¿Más? -alzó una ceja -¿Quién eres y qué has hecho con mi marido?
-Que cruel eres, yo siempre te estoy llenando de amor -soltó en un mar de lágrimas, para volver a salir corriendo de la habitación.
-Literalmente -sonrió pervertida, afortunadamente Osamu andaba más concentrado en buscar en la cocina algo que en escucharla.
Minutos más tarde el joven regresó con una manzana roja -Mira.
-¿Una manzana? -inquirió, estupefacta.
-Es la fruta prohibida, la tentación, el color rojo representa la pasión -enumeró, con esperanza, esperando que su linda esposa captará la indirecta -, el peca-
-Osamu -lo cortó, y le hizo un gesto con su mano para que se acercara -, ya ven aquí.
Él hizo caso omiso y lanzó la manzana hacia atrás sin importarle contra que chocara, ya no la necesitaba. Tenían todo el día para ellos, libres de niños, libres de responsabilidades, con una cama y un deseo fogozo de Kate que no se iba a apagar en Dazai jamás.
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Celeste y Akutagawa
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Ryunosuke cerró a sus espaldas la puerta de su apartamento. Había silencio, y eso era preocupante. ¿Dónde se había metido su problemática esposa?. Ella estuviera de un lado a otro haciendo ruido o provocando problemas Él pensó que cuando llegara iba a encontrar la cocina en llamas o a Celeste llorando en una esquina por su intento fallido de "buena esposa".
Con un poco de terror se dispuso a quitarse los zapatos para adentrarse en su hogar, sin embargo, no soltó el ramo de rosas blancas que había comprado esa misma mañana. Con cada paso que daba la incertidumbre lo aplastaba cada vez más. Su linda mujer no estaba en la cocina, ni había señales de trabajo por ahí, todo estaba limpio, tal y como lo dejó.
Todo estaba oscuro y no había ni rastro de Celeste. Entonces se percató de que justo en la entrada del pasillo principal, sobre el suelo, había una vela prendida, la cual aromatizaba la casa con un exquisito olor a vainilla.
Se acercó...
La vela se transformó en dos, y dos en un largo camino que lo guiaba al cuarto. Ah, él ya sabía por dónde iba aquello. La conocía hace más de diez años, pero también amaba ese lado, negarlo sería imposible, así que terminó por seguir el juego de su esposa.
El humbral de la puerta de su habitación fue dejado atrás; ahora se encontraban frente a frente, ella lo esperaba acostada a lo ancho en la cama, ni siquiera se quitó la camisa de él que siempre usaba para dormri, su sonrisa era tan cálida como siempre, pero había un toque de lujura en el brillo de sus ojos.
-Que amable Kuta-kun, me compraste rosas -sonaba emocionada. Cada gesto por parte del bicolor representaba el cielo para ella, no era un hombre muy expresivo y no solía hacerle regalos, pero cuando lo hacía eran demasiado especiales.
-Algún día deberás dejar de llamarme así, tú también eres una Akutagawa -soltó calmado, mientras se aproximaba.
-No, me gusta llamarte así -infló un cachete -, me recuerda a cuando nos conocimos, es como viajar en el tiempo. Además, también te digo: cielito, amor, cariño y mi esposo cuando alguna perra se te acerca.
Él negó ligeramente -. La señora que me las vendió dijo que doce representaban el amor eterno -señaló las flores.
Celeste se puso en pie y tomó las rosas para dejarlas a un lado, justo sobre la silla de su cómoda. Tomó a su esposo del cuello de la camisa para hacerlo retroceder bruscamente, callendo ambos sobre la cama. Ryunosuke se encontraba apollado en sus codos mientras la observaba. La fémina se apresuró en comenzar a desabrochar los botones de la molesta camisa de su esposo, cuando lo hubo hecho y logró quitarla, se deshizo de ella lanzándola lejos.
-¿Ni siquiera vamos a darnos los regalos? -cuestinó él, al ver lo emocionada que estaba.
En respuesta ella llevó ambas manos a sus hombros e hizo un puchero.
-Este es parte del mío -le sornió cálida -. Kuta-kun, quiero otro hijo.
-¿Ahora qué mosca te picó? -inquirió alzando una ceja.
-Me dan envidia Kate y Zai Zai, tienen dos y ya van por el tercero. ¡No quiero perder! -hizo un puchero.
-Esto no es una competencia -le reprochó, rapidmante.
-Solo... -acarició su pecho desnudo, gentilmente -, simplemente quiero hacerlo, quiero todo lo que pueda tener de ti, tantos hijos como podamos, dejar un gran árbol familiar, tener que asistir a 20 bodas, no quiero que en nuestra casa falten las risas de nuestra familia, que nos vengan a visitar por turnos o todos juntos cuando seamos viejos, quiero ver muchos futuros distintos que provengan de nosotros, quiero crear vida conitgo. También quiero que Noah tenga hermanitos, tal ves una niña a la que deba proteger, o un varón al que le enseñe sus trucos, que se apoyen mutuamente cuando ya no estemos, es muy egoísta tener un solo hijo. ¿Cómo sabrá nuestro hijo lo que es hecharle la culpa a alguien más, llegar todo golpeado por tener qur protegerlo, aliarse con alguien contra nosotros, correr alrededor de la mesa mientras discuten?
-Quieres muchas cosas Celeste -sonrió de medio lado, a él también le agradaba la idea. Antes esas eran cosas insignificantes, pero ella le mostró un mundo nuevo, donde todo aquello era imprescindible -, y yo solo quiero que seas feliz.
Esa era su respuesta, la cual era más que suficiente, el tiempo podía detenerse ahí y encerrar ese momento en un bucle para siempre.
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Celeste y Kate se pusieron de acuerdo para ir a recoger a sus hijos a la misma hora. La tarde ya estaba cayendo, y el San Valentín había sido maravilloso de todas las formas posibles. Las dos chicas se miraron, diciéndose sin palabras que la habían pasado fenomenal y tenían muchas cosas de las que hablar. Entonces, la castaña tocó el timbre, esperando ver en el interior la mismísima segunda Guerra mundial; pero cunado el presidente de la Agencia les abrió la puerta y no se escuchó ningún grito, ruido o extruendo, ambas volvieron a mirarse.
¿Se habían muerto sus hijos o solo estaban noqueados?
Adentrarse sin preguntar no fue ningún problema, puesto que las dos tenían la confianza suficiente con el hombre.
Casi les da un infarto al verlos a los tres, sentados en el suelo de la sala, recostados al sofá, riendo y comentando mientras observaban un programa de televisión. ¿Un tregua? Imposible.
Las dos protagonistas se giraron automáticamente, para observar con ojos llorosos al albino.
-¡Por favor cuídalos más! -pidió Celeste.
-Deme su secreto, majestad -Kate casi le hace una reverencia.
Yukichi imponía tanto respeto, que había logrado una igualdad de términos entre Alemania, Portugal y Rusia; Margaret, Noah y Lucien.
Feliz San Valentín atrasado...
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