Capítulo 4

Capítulo 4: Celeste Brown.

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Celeste comenzó a abrir sus dorados orbes lentamente, aunque no le fue tarea fácil puesto que sus párpados eran pesados. Estaba tan cansada; a pesar de estar acostada en el frío suelo sentía que su cuerpo le pesaba una tonelada, se encontraba adolorida. Entre abrió su boca —buscando un poco de oxígeno, porque hasta respirar le costaba un poco— y dió una ojeada rápida a todo a su alrededor. Tenía las manos amarradas en su espalda, las paredes eran oscuras, cubiertas de moho y mugre, delante de ella habían unos barrotes, a través de los cuales sólo se podía ver un gran pasillo, que se dividía en varios caminos subyacentes

Debía estar en alguna clase de almacén abandonado.

Intentó ponerse en pié, sin embargo, cuando se había logrado colocar de cuclillas la debilidad de su cuerpo le impidió llegar más lejos. Se tambaleó y cayó contra el piso, golpeando su frente con la dura loza, eso definitivamente le dejaría marca. Chilló molesta y frustrada por su acción fallida y el dolor que la azotaba. Era consciente de que así no podía emplear sus poderes, pero de forma casi estúpida lo intentó y el resultado fue el esperado, ninguno.

Suspiró con desgane y dejó todo su cuerpo relajarse, quedando acostada. Un mechón travieso de su cabello cayó sobre su frente, así que soplando con su boca trató de apartarlo, pero el susodicho se resistía.

Justo en medio de una mortal batalla contra su propio pelo sintió el arrastre de un objeto de metal, el cual hacía un sonido bastante espantoso al rozar contra el suelo, parecía salido de una película de terror. Se alarmó grandemente, ¿Tratarían de torturarla para sacarle información de Kate? Había visto demasiados filmes y series, la mafia no se caracterizaba por métodos rosas, ellos eran más de emplear la fuerza para su cometido, sacar información brutalmente y luego asesinar a su proveedor. Ella estaba consciente de que no hablaría, jamás haría algo que perjudicara a su amada prima, pero sin duda no quería sufrir, desde pequeña le había tenido un miedo poco común al dolor.

Aquel ruido aumentaba su intencidad a cada segundo que pasaba, como una tortura lenta.

Cuando creía que su inminente final había llegado, cerró sus ojos fuertemente, rezando a todo dios una segunda oportunidad de vida. No quería morir ahí, tenía demasiadas cosas que hacer en su vida, demaciados mangas que leer, demasiadas aventuras por vivir. Esto no podía ser la meta, el camino no podía terminar ahí.

Pasaron unos minutos en los que maldeció su suerte y la de su familia, condenados todos por culpa de ese par de escoria que en su momento vendió el poder de Kate para hacerse ricos; largos minutos en los cuales no había ocurrido nada y eso que el sonido había cesado.

Primero abrió el ojo derecho y al comprobar que no había peligro el izquierdo. Frente a ella, sentado en una silla, se encontraba el mismo chico que había atacado su casa hacía unos días, aquel poderoso joven que fue capaz de vencerlas a las dos juntas, el que intimidaba solo con una mirada.

Tenía las manos ocultas en los bolsillos de su largo abrigo negro. Era portador de un semblante no muy agradable, para ser claros parecía bastante enfadado, con la rabia aflorando en su rostro, era como si no deseara estar ahí. Subía y bajaba una y otra vez su pie, como uno de esos tics nerviosos que poseía la mayoría de la población mundial, ansioso por algo.

—¿Disculpa? —llamó la muchacha, esperanzada de recibir alguna explicación. La distancia era poca así que ella sabía que él la escucharía.

—No hablo con los prisioneros —respondió sin más, con voz tosca y ronca, apartando la mirada con lo que parecía un movimiento de un niño pequeño cuando sus padres no le regalaban lo que él quería. Otra clara muestra de que odiaba esa situación.

La chica ató cabos y sonrió malisiosa al comprender el panorama. Estaba más que claro que a alguien no le gustaba pasar su tiempo haciendo de niñera, aprovecharía eso para molestarlo un poco, porque en aquel silencio aburrido, cualquier cosa era mejor que solo callar.

Con cuidado se arrastró hasta estar un poco más cerca de las rejillas. Una vez frente a ellas volvió a mirarlo examinadora.

—Eres un guerrero y te tienen vigilando un prisionero —comentó cantarina, trazando dibujos en el aire con uno de sus dedos. Sabía, sin necesidad de verlo, que aquello realmente lo había molestado—. Menuda decepción, no debes ser tan fuerte si te hacen perder el tiempo aquí.

—Cállate carnada —siseó entre dientes, tratando de contener su ira, mas el tono que estaba usando aquella prisionera era bastante peculiar y osado. Se creía valiente por retarlo de ese modo, esa estúpida mujer no sabía que simplemente se estaba comportando como una suicida.

—Al menos me vigila un chico guapo —dijo aliviada. En su rostro se formó una gran sonrisa juguetona—, que decepción hubiera sido que un viejo verde estuviera mirándome todo el tiempo.

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Dazai parecía disfrutar molestar e irritar a la castaña, cada palabra que decía y cada acción arremetida parecía ir dirigida a lograr ese cometido, inclusive aquel fructífero y forzado abrazo. La chica, completamente ridiculizada, intentó ponerse en pié, cosa que él no le permitió; la jaló nuevamente, obligándola a caer sobre sus piernas, otra vez.

—¿A dónde crees que vas, Rina-chan? —preguntó risueño.

Ella formuló mil maldiciones por lo bajo—. ¡Deja de llamarme así! —soltó completamente exaltada, volviendo a intentar levantarse, siendo detenida en el acto por el hombre—. Te ordeno que me sueltes.

—Tus órdenes no funcionarán conmigo, Ri-na-chan —Hizo una divertida y peculiar división de sílabas en su nombre, como insitándola. Había descubierto que llamarla de ese modo era más divertido de lo que esperó.

—A la mierda la ley —masculló, acomodándose para quedar frente a él, dejándola en una posición mucha más comprometedora, pero ahora mismo eso no le interesaba. Lo tomó de los dos mechones de pelo que tenía a los lados de su rostro y los jaló con desdén. La expresión en su cara era maléfica y traía una sonrisa forzada, parecía un Demonio invocado del más allá—. Yo hoy te asesino.

En respuesta, Dazai tomó las muñecas de ambas manos de la chica para comenzar un gracioso forcejeo, él trataba de que lo soltara y ella se aferraba con fuerza inverosímil.

Los demás —que no habían desaparecido, aunque esos dos pensaran lo contrario— observaron la escena incrédulos. Eran increíbles, actuar de ese modo despreocupado cuando claramente la situación era de vida o muerte, habían demasiadas cosas en peligro y la seguridad de más de uno estaba en juego.

—Cuanta química —comentó Tanizaki neutral.

Atsushi sólo asintió rápidamente en respuesta, completamente de acuerdo con lo dicho por su amigo.

La discusión parecía tener un claro ganador cuando Dazai sonreía victoroso mientras sujetaba las manos de la fémina lejos de sí, había conseguido librarse de la terrible condena de quedarse calvo. Ella lo miraba con rabia, sabiendo que le estaba dando el gusto, estaba consiguiendo lo que él quería, y eso era molestarla en demasía.

Margaret suspiró y luego soltó un carraspido para llamar su atención, la de Dazai y Ekatererina. Ambos se detuvieron en seco, buscando la dirección de la que provenía aquella distracción. Habiendo conseguido su cometido, prosiguió a hablar.

—Kate escucha lo que ellos tienen que decir —sugirió al fin. Sonrió cortez a Dazai y agradeció internamente que su sobrina no hubiera puesto un pero todavía—. Hay una regla de Yokohama que los de los barrios pobres conocemos —Hizo una pequeña pausa—, y esa es: Nunca hacer enfadar a la Port Mafia o la Agencia Armada de Detectives.

Atsushi, Tanizaki y Osamu asistieron con una sonrisa sincera ante sus palabras.

—¿Agencia de Detectives? —Ekaterina posó su vista en el suicida para doblar su rostro ligeramente, esperando una explicación de su parte.

—Has hecho que un monstruo voraz despierte, necesitarás la ayuda de otro para detenerlo —contestó, misterioso, como de costumbre. Decidió soltar a la joven, y ella, solo por ahora, también pararía.

—Te mataré —advirtió apuntándolo—, pero no quiero que mi tía presencie un asesinato, así que lo dejaré para después.

Dazai alzó sus manos simulando una derrota—. Que sea una cita, Rina-chan.

Otra vez el tic nervioso en su ojo hizo acto de presencia-. ¡Que no me llames así, maldita sea!

—Dazai-san —protestó Atsushi, acto seguido se giró para ver a Kate—. A él le gusta molestar a las personas...

—Y se le da muy bien —aseguró, corriendo su labio inferior hacia afuera, simulando un puchero.

—¿Qué puedo decir? —el susodicho se apuntó a sí mismo, en un gesto de superioridad—. Es un talento nato.

—Encima engreído. —Tomó sus cachetes para apretarlos—. Eres una cajita de buenas cualidades —Pellizcó con fuerza su piel.

—Muchas gracias —dijo como pudo, puesto que la acción de ella tenía consecuencias, no podía hablar casi.

—¡No era un halago! ¿Acaso no sabes lo que es el sarcasmo? —Empleó más fuerza.

En respuesta a esto, él abrazó su cintura con sus grandes extremidades, tensándola, haciendo que se detuviera en seco.

—¿Qué? ¿Te dejé sin habla? —Una sonrisa totalmente distinta surcó sus labios, esta era sexy, masculina, empoderada. El brillo en sus ojos era peculiar y su expresión realmente atractiva. Osamu era un hombre apuesto cuando quería; lo peor es que lo sabía y lo empleaba en su contra—. Eres tan predecible Rina-chan.

La muchacha se encontraba estática, buscando su autocontrol por alguna parte, pero no lo encontraba y cada vez estaba teniendo más ganas de golpearlo. Chorreó sus dientes una y otra vez sin apartar su mirada de aquel suicida, asesinándolo de mil formas distintas en su mente.

—Cuanta química —repitió Tanizaki. Otra vez habían sido olvidados, él y los demás.

Graciosamente Atsushi volvió a asentir.

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Palabras del autor:

Bueno, el capítulo 4 ha sido corregido por primera vez, se le añadieron un total de casi 700 palabras. Este me gustó bastante, en realidad su principal problema era (y siguen siendo) las faltas ortográficas y los guiones, pero en lo general estaba mejor que los anteriores, casi no cambié nada.

Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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