Lunes.

Martes.

Viernes.

Domingo.

Cuatro.

Cinco.

Ocho días, quizás.

No llevaba la cuenta; pero hacía ya bastante tiempo que estaba encerrado en mi habitación sin querer hacer cualquier tipo de contacto con el mundo exterior, o contigo.

Mi mente jugaba conmigo, como siempre, y mis sentimientos cada vez estaban más... ¿cómo decirlo? Sensibles y quebrantables. Con cualquier estupidez me ponía a pensar y a pensar por horas.

Pero siempre llegaba a la misma y trágica conclusión.

Ni tú, ni yo, ni nuestra relación, merecía la pena.

Nada de nosotros valía todo este dolor y aislamiento por el que estaba pasando.

Y quizás, este era el mejor momento para empezar de nuevo.

Olvidándote.

Ignorándote.

Buscándome a alguien más.

El único gran problema que frustraba mi plan; era que lo único que quería hacer, era verte.

Y besarte.

Y quizás acuchillarte.