❀Snowflake❀

Parte única.

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Hay una niña en sus ojos, es bonita y rota, colorida y a la vez, muy sosa. Sus orbes están quebrados, quizás y piensa que su cuerpo también, pero aún así, no puede evitar querer protegerla, aunque ella lo termine odiando.

Es una venta sucia y ella está allí, con la mirada perdida, fuera de aquel cruel mundo donde nació y sin misericordia, la rompió cual cristal. El hombre que la jalonea como si se tratase de un animal tiene una mirada asquerosa, y la fémina no pone esfuerzo alguno en protegerse, quizás una vez lo intentó, pero nada terminó bien.


— ¿Quién da más por esta mujer?- escucha fuertemente la oferta, y el joven tan solo aprieta con todas sus fuerzas los puños, a tal grado que siente perforar su piel.

Cómo te atreves. — masculla rencoroso, sintiendo como el odio crece y arde como la flama de justicia que lleva en su pecho con fervor. Vincent, su guardaespaldas, lo ve de reojo y posa su mano en el hombro del chico, captando esa mirada de mil océanos furiosos.

— ¿La compro? — interroga con serenidad, y Norman asiente sin dejar de mirar con resentimiento al hombre quien expone a la niña con prendas búlgaras, mostrando sin vergüenza alguna su pobre piel magullada.

Compramos a la niña. — habla el moreno con calma, y el hombre de asqueroso tacto sonríe ante aquello, jalando a la niña de forma brusca. Norman no puede más, y se acerca con la mirada baja, tratando de no explotar en el instante, porque el viejo que tironea a la chica de ojitos rotos le sonríe con picardía.


— Ya veo... Entonces esta mujer es para ti. — comenta con perversión, relamiéndose los labios de forma repugnante — Hay más muñecas que le puedo vender a hombres de... Su clase, muñecas hermosas y que sirven para este trabajo, no deberías quedarte con esta, ella es una completa ramera, ya no es virgen y... Debe ser asqueroso para alguien como... — sus palabras se cortan con violencia, y aunque sus nudillos le duelan y ardan con horror, Norman seguirá golpeando la cara de ese ser tan repulsivo cuantas veces se le de la gana.

— Jefe... Creo que ya es suficiente. — murmura el moreno, quitándole con cuidado las cuerdas que lleva la jovencita de cabellos rojos.

— Mañana llevaremos a todos los delincuentes que podamos a la horca, y las mujeres de aquí serán liberadas. Envía ese mensaje al general Lucas. — ordena con voz gélida, arrojando el cuerpo del hombre que había golpeado.

— Entendido, jefe.

Y ahora tú...— comenta con suavidad, acercándose a la mujer que compró por querer liberarla de las cadenas que apresaban su ser indefenso y vívido.

La observa con dolor.

La fémina tiembla ante el invierno asotador, y la ventisca de hielo que lastima su frágil piel lo vuelve frustrante. Observa al chico que está ante ella, él la toma con delicadeza por los hombros, sonriendo con pena ante sus ojos.

— Estás fría... Eso no es bueno, te llevaremos con nosotros. — alega con dulzura, cubriendo su pequeño cuerpo con su blanca capa. Ella no habla, y el albino no se molesta por aquel detalle, tan sólo se limita a sonreír.

Los copos de nieve caen, tan delicados y tiernos sobre su rostro sucio. El joven que toma su mano es cálido, por ende, no desea soltarlo.

Entonces mira sus cabellos y...

— Copos de nieve... — murmura bajito, haciendo que el chico le sonría encantado.

«Pobre niña... Pobre y bella niña de cristal»

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Estaba rota, tirada en la cama donde una vez más, su cuerpo le había sido arrebatado, junto a su dignidad y pureza. Levanta débilmente su mirada, las ventanas están enrejadas y el cristal enpañado de polvo. Se retuerce de dolor en la sábanas manchadas, cubriendo su cuerpo y esperando que sea el último hombre que vea ese día.

— Ayuda... — susurra inconsciente y con fuertes ganas de vomitar, tiritando ante el gélido viento que tortura cada parte de su piel expuesta — Ayuda... Por favor. — suplica silenciosa, ahogada en la miseria y rechazo.

Escucha las puertas de la entrada principal cerrarse, todo colma en silencio. No puede evitar sentirse alegre.

«Ya no hay más clientes» piensa esperanzada, torciendo sus labios míseramente. Se levanta con una punzada de dolor en sus partes bajas, sus piernas, su sexo y... También, su pobre alma de niña soñadora. Todo está quebrado.

Se apoya en la pared y trata de arratrarse hasta llegar a la ventana de falsas esperanzas. Limpia el polvo con sus manos, la ciudad es blanca y los copos de nieve danzan al tocar el piso con suavidad.

Ella quiere uno, amaría tocar uno y limpiar su cuerpo mancillado, que se impregnen en cada parte suya y arranquen cada mancha.

Sonríe con más fuerza, tiene un sueño, uno nuevo y entonces...

Aquí está la chica, puedes hacer lo que desees, el pago ya está dado.

Todos rompen su ser.

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— Este será tu cuarto, ¿te gusta? Porque si no lo podemos cambiar. — habla suavemente Norman, posándose al lado de la chica y sonriendo con ansias de saber su respuesta. Ella asiente, tomando delicadamente su mano.

— Está bien así. — susurra con cuidado, mientras lo lleva a su lado de la cama, mirándolo con vacío.

Llamaré a las mucamas para que te vistan, así estarás me...

La chica toma su rostro, hace que vea sus ojos con detenimiento y calla ante tal accionar. Ella suspira y se quita sin más la polera que lleva puesta. Norman la observa sorprendido, tragando con pesar su saliva y tratando de desviar la mirada ante la niña que tiene enfrente.

— ¿Quieres que alguien como yo viva contigo? — interroga con calma, entonces el muchacho no lo puede evitar y observa su cuerpo, cada parte de ella lleva marcas que parecen arder, junto a cicatrices que cuentan historias que nadie debería escuchar, que nadie debería vivir.

Pero que ella vivió.

Él siente su corazón quebrarse, porque ella es tan pequeña y frágil, tan cálida y, a la vez, no puede evitar pensar que está rota. Y no porque ella quizo, sino porque la rompieron sin piedad alguna, hasta que su cuerpo no aguante más.

Ya no importa... — murmura con suavidad, acariciando su mejilla fría y sintiendo como de su rostro caen lágrimas que arden. Es muy triste, así que es libre de llorar frente a ella, que tan sólo disfruta del dulce tacto Nadie te lastimará, no más. — afirma con dolor, mientras abraza con delicadeza a la pelirroja y ella, con ingenuidad, entrelaza sus dedos en los cabellos blancos del chico.

Copos de nieve. — habla con vaga alegría, disfrutando de un sueño recién cumplido.

Los años pasaron.

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Norman... — murmura con la voz entrecortada, sintiendo sus labios bajar delicadamente por su cuello, dejando un cálido camino hasta el escote de su vestido blanco — Mmm, continúa susurra, acariciando sus cabellos ante el repentino placer que se acumula en su cuerpo. El nombrado alza su rostro, el cual se encuentra teñido en dulce carmín, mientras sus orbes de cielo la miran con asombro y deseo juntos.

— No quiero obligarte a nada. — suspira cerca a su sensible piel, Emma sonríe cariñosa ante ello, tomando sus mejillas y juntando sus labios de forma deseosa. Siente las manos de él posándose en su pequeña cintura, subiendo con cuidado el vestido y acariciando por debajo su piel desnuda, acercándola más a su cuerpo.


Los suspiros son ardientes, y las prendas poco a poco desaparecen y quedan ellos, con caricias que sobrepasan los límites y jadeos involuntarios que hacen eco en su habitación. Norman no puede evitar querer tocar cada parte de ella, y sus labios recorren todo, mientras ella suspira ante aquello, con rubor decorando sus mejillas y labios húmedos. Siente como la caliente boca de Norman apresa uno de sus senos con delicadeza, y ante ello, el cuerpo de la pelirroja tiembla, haciendo de sus piernas abrirse y sus uñas arañar la amplia espalda del muchacho.


— Emma... — suspira él al unirse con ella, juntando sus labios lentamente y disfrutando de la calidez que abraza su intimidad, disfrutando del cuerpo ajeno y esperando que sus traumas dejen de atormentarla.

Por su parte, la pelirroja está sumida en las sensaciones nuevas que se forman con tan solo una caricia de Norman, volviéndolo todo tan pasional, que el dolor de ella unión queda en el olvido y solo se enfoca en los gemidos que el libera contra su piel.

— ¡Norman! — un gemido gutural sale de sus labios al sentir que sus perennes embestidas tocan un punto especial en ella, él la observa y deja que las suaves manos de Emma acomoden sus mechones empapados de sudor.

— Lo siento... — murmura apenado, y la inexperiencia de su primera vez realmente le aturde, porque desea tanto complacerla.

Está bien... Norman, tan solo noboares. — jadea con una pequeña sonrisa, mirando esa expresión tan inocente y asustada. A él, por su parte, le encanta que ella diga su nombre de tal forma, y continúa con ella y el vaivén de sus caderas junto a la sensación satisfacción.

— Emma, te amo. — murmura de forma quebrada, mientras entre gemidos ella también le dice lo mismo, uniendo sus labios y arañando con más brusquedad su espalda fornida antes las olas de placer.

— También.... También te amo. — susurra con cariño, sintiendo los movimientos más rápidos y bruscos, por lo que ya no puede aguantar. Los ojos de Norman la llevan a otro mundo, y el éxtasis está llegando.

Entre suspiros y cabellos despeinados, cuerpos cansados y sonrisas cómplices, llenas de amor profundo, ambos llegan, y un beso los une de nuevo, es cálido y lleno de amor, de protección y cuidado. Él se acurruca en su pecho, con el cuerpo temblando y respiración agitada.

Emma...realmente eres hermosa. — murmura dulce, haciendo que ella acaricie su rostro y deposite un dulce beso en su mejilla, tratando de calmar su respiración.

Suelta risas sutiles y todo en esa habitación parece arder.

Gracias, Norman... — murmura ella con cariño, captando la mirada cielo de él.

— ¿Por qué? — pregunta.

— Por salvarme.

Desvía su mirar esmeralda hacia el cristal, sintiendo los labios de Norman bajar por su cuello con suavidad, acurrucándose en su pecho y sintiendo su corazón palpitar.

Suspira con calidez y sus ojos pueden ver con ternura, como los copos de nieve caen dulcemente.

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🌻¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho!🌻

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