❀Sin donde parar❀
Parte 1 de 6
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Era como un carrusel.
Uno el cual subía y bajaba con las más dulce lentitud, mientras la pintoresca melodía resonaba en sus oídos y los cálidos colores abundaban por doquier, bañando cada recoveco, cada recuerdo suyo.
Con parsimonia, sus orbes se observan mutuamente, y la respiración agitada es lo único que resuena en aquella habitación (entre esas sábanas blancas). Ambos cuerpos se hayan totalmente complacidos después de aquel acto apasionante, donde solo importaban ellos y nadie más. Un espacio al cual podían recurrir y salir satisfechos, por lo tanto...lo que ellos empezaron solamente podían acabarlo ellos, mas no sucedería mañana, ni al día siguiente, incluso ni siquiera en años.
— Norman. — susurra suavemente, y él de orbes cielo le observa con leve curiosidad, recorriendo con su mano su espalda desnuda y sonriendo ante la bonita reacción que aquello a provocado en su cuerpo.
— ¿Si, Emma? — es lo único que dice.
— ¿Te cansarías de mí? — pregunta, y el albino no puede evitar alterarse por tal incógnita, para luego de unos segundos, sonreír con ternura. Une más aquel cuerpo a su pecho para sentir la calidez ajena, hundiendo su rostro en su hombro y suspirando en este.
— No, Emma, nunca me cansaría de ti. — sincera con calma, y la fémina tan solo se acurruca para disfrutar del roce de piel.
— ¿Por qué? — pregunta insistente
— Porque te amo, Emma. — ella lo mira velozmente, con el ceño fruncido y alejando un poco su cuerpo, mirándolo como si fuese por unos segundos de sus palabras, sin embargo, aquello era estúpido. Incluso dudar de ello parecía un chiste, porque aquel amante nocturno nunca le mentiría para lastimarla. Porque Norman nunca le haría daño, incluso Emma está consciente que pisotea cada noche la dignidad Ratri que él posee, y a pesar de ello, él le sonríe cada día, cada noche, cada segundo.
Eso duele, ella lo sabe bien.
— Buenas noches, Norman. — finaliza cortante, girando su cuerpo para alejarse más de lo que estaba antes, y aunque Norman en un frustrante intento, quiso evitar aquello rodeándola con sus brazos, Emma simplemente lo apartó de forma brusca. No le quería, Emma jamás lo vería de aquella forma y eso dolía como el mismísimo infierno.
— Realmente te amo, Emma. — admite nuevamente, sin embargo, ella no responde, lo que causa una herida profunda en el pecho del chico, quien roza con la yema de sus dedos la tersa piel expuesta de su compañera de cama para caer ante el sueño.
Entonces, en las noches Norman soñaba y ella... Emma tan solo dormía.
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La luz solar logra filtrarse en su, antes, acompañada habitación. Sus ojos azules divisan el lugar donde ella había dormido y lo acaricia con dolor. Respira hondo y la culpa recae en él, nunca en ella, no podría después de haberla amado durante 19 años, Emma siempre estaría absuelta de todo mal, y está bien si lo lastima (porque algunas flores traen consigo espinas).
La consoladora fragancia aún impregnada en sus blancas sábanas realmente era una vulgar burla a sus torpes, mas permanentes, sentimientos, porque da a entender que ella sí estuvo allí, junto a él y su ardiente piel pálida; aunque miserablemente todos aquellos momentos eran como hojas en una mañana de fuerte ventisca, las cuales, con sencillez eran llevadas muy lejos de donde algún día estuvieron.
Entonces su dolido corazón padece el daño de aquella flor tan hermosa e inocente, junto a espinas que sobrepasan tal belleza.
Suspira con ternura, inhalando el perfume de ella impregnado aún en las sábanas. Su mirar azul apagado divisa su mesita de noche, donde está ella junto a Ray y él.
Emma es tan feliz, tan hermosa que le mortifica el hecho de no poder tenerla, y extraña a aquella niña que siempre se preocupaba por todos (por él).
— Ya debemos parar... — susurra con ahogado dolor, bajo aquella sonrisa amable .
Una lágrima amarga se desliza por su pálida mejilla.
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— ¿Qué le pasó a tu cuello? — interroga Ray, caminando a su par con tranquilidad.
— Oh~ Bueno... anoche tuve una aventura con una chica ¿por? — contesta sereno, enfocando su mirada azul con gracia al joven azabache.
Y las carcajadas ajenas salen sin control.
— ¡Oh, vamos! La verdad, Norman. — admite entre risas, y el joven de blanco sonríe con gentileza.
— La verdad no interesa, fue solo una estupidez que me inventé. — miente, y cada palabra sin peso es llevada con sutileza por la brisa.
Ingresan al salón de blanco color y decoración formal, desde allí divisan a su amiga de toda la vida, quien los saluda alegremente.
Norman no sabe si estar feliz de verla de aquella forma o triste por tan solo ser su consuelo de noche, y que ella lo tome tan normal.
«Definitivamente la primera» es lo que piensa, es lo que más anhela creer; y avanza a donde corresponde su lugar.
Una vista perfecta para verla... siempre desde atrás.
Está dispuesto a parar, al menos ver si puede evitar tenerla una sola noche entre sus sábanas, besando su tersa piel y haciéndole sentir tan complacida.
«Hoy no podré verte, necesito realizar un trabajo y llegaré tarde» El mensaje se envía con éxito, y el corazón del joven de ojitos cielo de alguna forma u otra siente confort al observar como ella lee aquel texto y frunce el ceño levemente.
Sonríe con primor, ama verla así, pero ya debían parar.
«Lo harás, ya sea la hora que sea, estaré en tu departamento»
Inhala profundo y no puede evitar sentirse asqueado de sí mismo por ser tan cobarde, esa noche la volvería a ver, a tocar y decirle lo mucho que la ama, mas tan solo recibiría dolor y rechazo, lo sabe muy bien.
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— Norman. — susurra con voz aterciopelada, tan suave y gentil; mientras él besa sus labios con ternura, evitando que ella siguiera; mas no lo puede evitar y la jovencita de hermosos orbes esmeralda intensifica el beso, es tan desesperado, tan peligroso para el control del albino quien acaricia bajo el polo que lleva puesto su piel con extrema delicadeza.
Un leve suspiro sale de los labios de ella, quien desabrocha la camisa de él sin cuidado alguno.
— No, Emma ¿podrías tan solo quedarte a mi lado sin llegar a estos extremos? — pide con dulzura, acariciando con ternura su mejilla sonrosada y caliente.
Ella entra en crisis...simplemente no está bien
— ¿Tanto asco te doy? Por eso Oliver tampoco me quiere, ni me mira; soy un asco ante sus ojos, tú...tú me decías que me amabas, Norman, Norman ¿ es que te doy asco? — su voz es quebradiza, mientras lleva sus manos a su cabellera, jalándola levemente mientras la histeria invade su ser, y a Norman le hiere tanto verla así, sacando el tema de Oliver una vez más, como casi cada día cuando demuestra su amorío ante aquel joven.
La rodea con sus brazos, estrechándola contra su cuerpo el cual le brinda calor.
— ¿Quién dice eso? No eres un asco, eres hermosa Emma, pero esto está mal. — el llanto de la chica de cabellos naranjas se presenta, y él suspira entre tristeza y amabilidad.
Toma su rostro y besa sus labios con dulzura, y todo va intensificando el calor de sus cuerpos. Deposita besos por su cuello, y el aroma lo embriaga, a tal grado que pierde la razón hasta que jadeos pequeños salen de los labios de Emma.
No sabe en qué momento ella está sobre su cama, con las mejillas pintadas de carmín y una sonrisa pícara surca su rostro.
— Ven, Norman. — suplica dulcemente, mientras él tan solo admira su belleza sin aquella polera, acariciando su piel.
Allí estaba nuevamente él, cediendo ante sus deseos y los de ella.
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— Emma. — la llama con sutileza, a la vez que la jovencita de respiración agitada se acurruca en el pecho de él con ternura, después de haber llegado al clímax.
— ¿Si? — contesta suavemente, pasando su dedo índice en el pecho de él.
— Emma, yo sé que amas a Olvier, soy el más consciente de todos en ello pero...
— Pero tú también me amas, me amas de tal forma que no te interesa que te lastime o te humille cada noche; Norman, eres tan solo un pasatiempo ¿aún así me amas, después de todo lo que te he dicho y tengo por decir?
Norman tan solo calla, con expresión triste mientras continúa acariciando el rostro de Emma, quien luce una sonrisa que le saca en cara muchas cosas, y entre todas, el que él simplemente no la pueda odiar ni gritar, mucho menos lastimar.
— Te amo, Emma, di lo que desees; siempre me quedaré a tu lado, me odies o no, estés con Oliver o no.
— Norman, yo no te amo. — admite sin anestesia, mientras deposita un suave beso en sus labios, cerrando sus párpados con suavidad.
El de cabellera nívea la observa descansando plácidamente, mientras van cayendo una y otra lágrima de sus orbes cielo, respira con amargura, odiándose tanto a sí mismo, porque Emma es lo único que ama, lo único que necesita pero...
Pero ella no a él.
Y es como un carrusel, que gira y gira con lentitud mientras cristalinas gotas caen de sus orbes de destrozado zafiro, y a su lado está ella con una mirada vacía, que a veces cambia radicalmente por la líbida relación que llevan.
Y sí.
En ello se asimilaba su relación, a un tierno y pintoresco carrusel.
Porque sabe que aunque nunca llegarán a ningún lado y no tienen exactamente donde parar, aún con todo ello en cuenta...sabe que están bien, están seguros ya que ninguno cae y siempre se tendrán a sí mismos
— Lo siento tanto, Norman. — susurra con tristeza, y él simplemente ya está soñando.
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🌻¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho!🌻
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