❀Oh~lonely heart❀
Parte 1 de 2
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Para Norman, todo carece de consistencia, cada cosa, cada acto y cada suspiro suyo, lanzado al espacio y que se pierde en este. Todo simplemente no tenía sentido, y con sus orbes marchitos, de un cielo roto y perdido, miran un punto en su techo sin saber qué hacer.
Ya no sabe si el tiempo es un aliado o enemigo, se cansó de matarse queriendo descifrar aquello y cedió ante la monstruosa fuerza de su cama, la cual lo llamaba a gritos.
— ¿En qué consiste la vida exactamente? — susurra a su desolada habitación, con la mirada clavada al pulcro techo, tratando de hallar respuesta a su incógnita... Y tan solo queda en espera.
Definitivamente, no se le cruza la idea del suicidio o drogarse por la cabeza, es un Ratri al fin y al cabo, puede tener todo lo que desee con tan solo chasquear los dedos sin problema alguno, sin embargo, no hay algo que le llame la atención, y eso es lo que le molesta. Sentirse así, perdido y desorientado de nuevo, como si su mundo estuviese sumido en hórrido gris, que hasta sus orbes cielo probablemente se tornen del mismo color. Así como los de su reciente madre fallecida, aquella sería la gota que rebalsó el vaso, y con amargura traga saliva y cierra con fuerza sus ojos, porque le es tan doloroso el hecho de no tenerla. La soledad recorre toda su piel, es gélida y siente que se cristaliza para que, cuando caiga, este se rompa a pedazos.
Es allí cuando se ve obligado a salir de su asfixiante habitación de una buena vez, aunque internamente rechaza la idea, sabe que lo debe hacer antes de que Bárbara, con aquel traje escotado que tanto le irrita, vuelva a aparecer como en días anteriores.
Al salir, Norman admite que aunque el día ilumine y pinte con su luz la ciudad entera, de forma extraña, él siente que hace falta algo, y no encuentra palabras como tampoco razonamiento para saber el qué es. Para no poder disfrutar como los demás, y siente tanta envidia en aquellos momentos.
— Entonces... ¿Qué diablos hago ahora? — suspira tan cansado, que sus ojos no divisan exactamente por dónde iba, y la consecuencia a esto es un golpe, uno de esos dolorosos en la frente, dejándole algo aturdido y haciendo que su cuerpo caiga con fuerza hacía atrás, sintiendo un peso encima suyo.
— ¡Auch! — es lo único que sale de sus labios, mientras frota con suavidad la zona golpeada que probablemente luzca morada la mañana siguiente.
— ¡Ah! ¡Lo siento muchísimo! No fue mi intención, bueno... La verdad no te vi, pero no es porque seas invisible, en realidad eres muy alto y... — la fémina tan solo arroja un suspiro y calla, antes de que cualquier estupidez salga de su boca — Perdóname... — libera penosa, para socorrer a su desdichada víctima, quien apoya su espalda contra la pared para así, levantarse.
— No... No te preocupes, yo... Yo estoy bien. — alega, sin saber a cuál de las tres muchachas pelirrojas dirigirse, pero de algo puede estar totalmente seguro, y es del suave y gentil tacto que siente en sus manos lastimadas, entonces por su cabeza gira la palabra mamá, pero aquella idea tan orate la desecha al instante, pues el bello verde esmeralda es lo único que, con poca claridad, puede admirar.
Y el gris desaparece por momentos.
Entonces, la joven de cabellera rojiza comienza a llorar cual niña pequeña, porque con genuina inocencia cree haberlo dejado agonizante, casi al borde de la muerte, ya que el albino le hablaba a la pared y no a ella.
— ¡Soy una criminal! ¡La peor persona del mundo! ¡Lo siento tanto! — exclama, causando las risas del joven aturdido, quien parpadea con fuerza y toma su cuerpo, tratando de callarla.
— ¿Por qué lloras? Haha... Auch, realmente eres alguien con una gran imagina...
— ¡Sigues cuerdo! — casi grita, abalanzándose sobre el pobre chico de ojos azules que, definitivamente, ahora quedaría agonizante y no daría ninguna señal de vida para calmarla.
Pero qué mala idea.
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— ¡Yūgo! — grita la de orbes verdes, aturdiendo al adulto que estaba centrado en su lectura, mientras cuidaba la tienda y devoraba las galletas especiales de su esposa.
— ¡Yūgo! — repite ella, más fuerte y con lágrimas exageradas cayendo de sus ojos, pero él sigue en lo suyo, ignorando sus llamados.
— ¡Papá, creo que maté a alguien! — así, definitivamente, el nombrado terminó por escupir sus exquisitas galletas para mirar con sobresalto a su AMADA hija.
— ¿De qué tamaño es el cadáver?
— ¡Papá!
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Con tenue dolor, sus ojos se abren con lentitud y, aunque aquello le tomó por sorpresa, el dolor en su cuerpo lo distrae, haciendo que se haga bolita en la sábanas blancas, dispuesto a cerrar sus ojos opacos nuevamente, pensando que aquel sueño tan divertido sólo era eso, un sueño que nunca pasará. Pero de pronto, siente con extrañeza cómo su abdomen es aplastado levemente por algo suavecito y tan cálido, que le reconforta, a lo que alza un poco su cabeza. Al verla a ella, recostada sin problema alguno sobre él, no puede evitar sentir su piel arder, coloreándose de un bonito carmín, mientras las sensaciones más espléndidas recorren todo en su ser. Y le sonríe con ternura, sin saber exactamente porqué.
Quizás por la adorable forma en la que su rostro se encuentra en su abdomen, brindando calidez.
Quizás por la fragancia que su pequeño cuerpo es capaz de liberar, pudiendo inundar sus pulmones del dulce aroma a flores y fresas silvestres.
O por la forma como sus párpados, que antes cerrados estaban, comienzan a abrirse, mostrando las dos esmeraldas que lleva como ojos.
— Despertaste. — pronuncia aún aletargada la pelirroja, alzando sus bracitos y estirando su cuerpo — Realmente me alegra que estés bien. — admite, tomando el pequeño paño húmedo para pasarlo por la sonrosada cara del albino.
— ¿Dónde estoy? — es lo único que articula luego de salir de aquel agradable trance, y solo escucha la risa de ella, la cual admitiría con orgullo, es la mejor melodía oída en su vida.
— Estás en mi habitación, es lo mínimo que podía hacer, al fin y al cabo... Casi te mato. — revela de forma avergonzada, y no es para menos, si el pobre muchacho tenía más de una herida, pero nada que llevase a su muerte, quizás a una fractura, mas no su muerte.
Entonces, el de cabellera incolora cubre sus labios con su mano, mirándola por un momento; y esto le preocupa a ella hasta que logra oír, extrañamente, las risas de él salir poco a poco, y la de ojos verdes queda en confusión total.
— ¿En serio? Hahaha... Realmente eres increíble. — afirma, secándose las lágrimas de los ojos, pero sintiendo leve dolor en sus músculos.
— ¿Eh? ¿Por qué te ríes? — pregunta, esperando recibir respuesta, mas solo lo ve de la misma forma, y no puede negar que es raro, pero adorable — Quizás eres masoquista... — aventura en un susurro que logra ser escuchado por el joven de ojos azules, que abandonaron el gris para ser teñidos nuevamente por un cielo veraniego, sin dolor ni penas.
— Gracias. — pronuncia, viéndole con amabilidad y tomando de su mano.
— ¿Por qué?
— Por todo. — la de cabellera naranja tan solo ladea la cabeza, sin saber el verdadero significado de ello, pero está bien con verlo feliz, y reír a su lado
Entonces a Norman ya no le da igual todo, porque su mundo es colorido y consistente como antes. Porque de pronto no está dispuesto a perderle... Porque está seguro que tiene a su cálida respuesta frente a sus ojos.
Porque la tiene a ella.
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🌻¡Muchas gracias por leer, los quiero mucho!🌻
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