❀Flor de desamor❀

El hanahaki es una enfermedad nacida de un amor no correspondido, donde el paciente, por consecuencia, tose pétalos de flores. La infección puede ser eliminada a través de la cirugía, pero los sentimientos desaparecen junto con los pétalos.

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«No sabe cómo exactamente pasó, quizás por tener el destino ya marcado... El amar sin ser amado»

El mal que padece empieza con inocencia, como si se tratase de la garganta seca, no le da importancia porque su cuerpo es tan frágil cual cristal, al igual que sus defensas. Así que lo ignora, le gusta mucho ignorar las cosas hermosas que lo lastimen, porque él es feliz así.

Pero todo cambió radicalmente al toser y por primera vez, observar los pétalos celestes caídos en su cuaderno, los mira con terror y su cuerpo tiembla sin consuelo al saber de qué se trata, intentando negarlo sin cesar, sintiendo un nudo en su garganta junto a las intensas ganas de llorar y agrietarse nuevamente. Porque Norman sabe lo que va a pasar, y aún así, torpe y tan fuera de él, no lo quiere aceptar.


Lo llevan con los mejores doctores y todos le dan los mismos resultados, sus palabras y recetas son duras apuñaladas en su pecho, en lo profundo de su débil corazón. No quiere ninguna cirugía, no quiere que lo toquen para solucionar aquel problema de pesadilla.

Porque Norman no está dispuesto a someterse a un tratamiento si la consecuencia es esa.

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Con dolor, soporta el vuelo sutil y constante de los pétalos en sus pulmones cada que respira, pero eso no le detiene, y sonríe aunque todo duela, esparciendo pétalos por el frío piso marcando su camino, son las pequeñas nomeolvides tiradas con sutileza, llenando de celeste cielo sus manos.


Durante las clases la aprecia con ternura y gran cariño en su mirar celeste, tan similar como aquellas flores que vomita, y suspira tan evidente para todos por ella, y aún así, la fémina era la única en no darse cuenta.

Entonces tose con violencia pétalos de mayor tamaño, pero de la misma flor, observándolos con pena en sus hojas de apuntes. Ray, quien se sienta a su lado, observa la escena de forma aburrida, a pesar de estar totalmente preocupado por el estado de su amigo, dándole unas palmadas en su espalda, tratando de subirle el ánimo y recibiendo por parte de él una sonrisa forzada. 


Admite que el temor de ver aquellos pétalos celestes se ha vuelto leve, pero aun así está presente como su dolor de garganta, y esas escasas ganas de llorar que antes sentía se volvieron en su contra, porque cada que sus ojos lo traicionaban, comienzan a cristalizarse.

Norman sabe que necesita ayuda, y al mismo tiempo, le teme tanto.

Así, sin prestar total atención a la clase, saca su libreta, una donde ella aparece en cada página, no piensa en nada más que dibujarla mientras mira su bonita nuca cubierta apenas por su corto cabello rojizo.

Repentinamente, y con más esfuerzo, su garganta se siente arañada y completamente adolorida, liberando de esta una flor que debería ser celeste, pero está ensangrentada y cubierta de saliva. Con su pálida mano cubre sus labios bañados del mismo fluido, llamando la atención tanto de Ray como de la docente, y Norman no se explica en qué momento llegó tan rápido para posar su temblorosa mano en su espalda, pronunciando palabras tan vacías.

— Todo estará bien, solo es cuestión de someterte al tratamiento. — sus ojos lucen opacos al oír ello, mirando a sus compañeros murmurando hipótesis de lo que pudo haber ocurrido, y admite que hoy más que nunca le desespera ello, porque el problema y quien padecía hanahaki era él y solo de él.

Norman no está dispuesto a que le extirpen aquella flor que tanto dolor causa.

Pero entre todos, allí está ella, quien de prisa va tras él con preocupación y pena en su mirar. La mujer mayor, aún temblorosa, retira su mano arrugada de la espalda de él y con suavidad, la niña de orbes verdes retira la pálida y frágil mano de él, observando sus labios coloreados del fluido carmesí.

Norman tan sólo le sonríe con dulzura, mientras siente su corazón sangrar.

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Aceptando lo recomendado por los maestros, regresa a la mansión Ratri antes de acabar las clases con desánimo, porque si por él fuera, se hubiese quedado el tiempo necesario mientras ella esté cerca, y suspira botando pétalos celestes por la entrada de rosales. Vincent lo recibe, mas ni una palabra suelta, sabe que no es debido y así lo imitan Bárbara, Cislo y Zazie.


¿Y mi madre? — tan solo llega a decir eso, estremeciendo con su voz a los presentes, quienes hace tanto tiempo no le oían.

— Está en su recámara. — responde el de tes morena, con tenue pena en su tonalidad. El albino asiente tratando de curvar sus labios y se retira directamente, dejando su maleta encargada a la única mujer de allí.


Entonces, no puede evitar sentir sus ojos arder, y cada suspiro que libera al subir las escaleras le cuesta demasiado reprimir, mas aún estando así, ansía como nunca ver una vez más a la primera mujer de su vida, su madre... Quien está tan frágil, o peor que él. 

Abre la puerta con los ojos cristalinos, quedando petrificado, y la de cabellos tan blancos como los de él le regala una sonrisa comprensiva, y con debilidad y sutileza abre sus brazos para que su hijo busque refugio en ellos.

Norman por primera vez en todos sus 16 años vuelve a llorar, y llora de manera tan desconsolada que su madre se siente impotente al no abrazarlo con la fuerza necesaria, mas su hijo es feliz con eso.

Norman, eres un buen niño, has crecido mucho y ahora... el menor da gritos ahogados en el regazo de la mujer quien le dio la vida, y ella solo se limita a tratar de acariciar su cabellera con dificultad, sonriendo tristemente — Ya sabes lo que es amar, lo siento tanto, mi niño.

Es lo último que oye de ella, para arrodillarse y sin piedad liberar el llanto prisionero y rencoroso, junto con algunos pétalos celestes, mientras arruga las blancas sábanas de la cama.

Y Norman heredó la sonrisa de su madre, junto a su forma de amar.



Con ojos inflamados, pasea por el jardín de rosales y margaritas durante la noche y el cielo de fríos colores, tomando asiento en el banco de madera, iluminado por la ambarina luz del farol. Su mirada enfoca a lo lejos, la silueta pequeña de Anna, quien lo observa con pena y se sienta a su lado. Ella siempre había sido así de frágil.


Norman...

Buenas noches, Anna. pronuncia con débil voz, soltando pétalos con cada palabra. La respiración de la menor para un momento, temerosa ante la sangre que se escapa de su boca.

— Hanahaki... Que enfermedad tan cruel. — revela, tratando de no quebrarse antes de tiempo.

— No te preocupes, con el tiempo te acostumbras. — miente.

— Norman, lo siento tanto, realmente... — la rubia, con los orbes enrojecidos y la voz quebrada, tomando las manos cálidas de su amigo — Ella aún puede verte de otra forma si ayudamos, pero por favor, no elijas esto.

Lo siento, Anna, no puedo

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Norman no está dispuesto a olvidar ni dejar de amar a esa flor, y está consciente que tiene dos curas, más no quiere tomar ni una

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— Por favor, por favor por favor. — desespera ella, mientras inmensas lágrimas caen al suelo — Esa flor te esta matando, debes vivir, ¿acaso no quieres vivir con ella? ¿Estar a su lado? Extirpa esa flor, esa raíz de una vez.

— Anna... No quiero salvación a costo de que muera esa flor, como tampoco quiero vivir no sintiendo nada por ella, como si sea una más, ella no.

— Pero puedes, puedes salvarte si ella... — la rubia tapa su boca, y más lágrimas caen por el error cometido — Lo siento tanto, perdón.


Norman no necesita analizar las palabras para entender las disculpas de ella.


Norman conoce la otra cura, una la cual es beneficiosa para todos... Una tan imposible, y sabe al igual que Anna de ello.


Porque Norman ama perdidamente a Emma Nevermind... Y ella lo desconoce tan imperdonablemente


Pero aunque Norman sufra los daños de aquella torpeza... Su amor se mantiene en pie hasta el día que muera por desamor total.


Y nunca le echará la culpa a ella.

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El mañana llego con dolor punzante, deslizando la blanca puerta del salón de prácticas, y con delicadeza, el de cabellera incolora trata con cuidado el ramillete de flores naranjas y celestes que lleva en mano.

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~Porque Norman desea salvarse de Hanahaki, aunque ello le cueste un rechazo tan miserable, pero a pesar de ello...

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Norman quiere que sus sentimientos sean oídos~


El de ojos cielo siente su corazón palpitar con descontrol, y suspira tirando pétalos ensangrentados los cuales mira con pena.

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~Norman ya no ve los tiernos celestes~

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Entonces su garganta sufre un dolor incomparable, totalmente desgarrador junto a sus vías respiratorias.

Emma posa su verde mirar con preocupación y velozmente se acerca, mientras los labios del albino lucen manchados con abundante sangre.

— ¡Norman!

— Emma... — susurra suavemente mientras cubre su boca coloreada de carmín — Emma, siempre fuiste alguien infantil, tan ingenua, despistada e imprudente, pero... También eres noble, honesta y cariñosa con todos, esparciendo amor hasta a las personas que no lo merecen, tan pura que hasta siento como mis ojos quieren cegarse — el albino sonríe por lo bajo, sintiendo como sus ojos cielo lo traicionan sin rencor alguno y las lágrimas caen directamente al suelo, porque no desea ser visto así. Pero todo lo dicho y hecho se contradice al fin, dándole la cara a ella, quien siente su corazón estrujarse al ver al de cabellera incolora de aquel modo, porque ve como el desea acariciar su rostro, mas su mano pálida tiembla —. Emma, es por eso que yo...

Su frágil cuerpo cae junto al lindo ramillete, y las palabras que anhelaban ser liberadas tan solo quedaron ilusionadas vilmente.

~Norman experimenta lo peor del Hanahaki~
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Con pesadez y dificultad sus ojos se abren, inhala profundo y se topa con el desagradable aroma a hospital y para en seco, porque ya no siente los pétalos revolotear en sus pulmones e inconscientemente siente como en su pálido rostro se desliza una lágrima. Mas no siente pena ni tristeza.

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~Porque Norman ya no padece de Hanahaki y la consecuencia es...

 que Norman ya no siente nada por Emma~

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Entonces algo fastidiado al sentir el raro cosquilleo en su rostro, comienza a limpiar con cuidado las interminables lagrimas cristalinas, y no puede evitar preguntarse ¿cual es la razón extraña de tal lagrimeo?

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~Porque Norman ya no siente nada~

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Es así como sus ojos cristalinos se abren con algo de asombro al recordar los cortos recuerdos antes de desmayarse, y mira las blancas sabanas sin expresión alguna mientras puede escuchar la voz de su padre tras la puerta junto con , quizás, el doctor.

Ahora Norman no sabía si estar molesto, triste o feliz; tan solo se limitó a recostarse de lado cubierto por sábanas hasta la mitad de su rostro, percatándose del pequeño ramillete de flores naranjas con celestes.

— ¿Qué tenía de especial? — susurra mientras se deslizaba la última lágrima.

Y si bien Norman estaba dispuesto a morir gustoso de Hanahaki mientras sea por ella, sus padres no podrían dejarlo morir.

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Los días de descanso mandados por el doctor se basaron simplemente en tirar a la basura todo lo que alguna vez el de ojos azules atesoraba con todas sus fuerzas.

Podía escuchar los gritos de Ray junto a la chica de cabellos naranjas llamarle durante esos cuatro días y admitía que no le molestaba, pero tampoco significa que deseaba hablar o verlos en esos momentos a ellos por el simple hecho de tener tantas preguntas en la cabeza, a tal punto de causar severos dolores.

Y se desesperaba aún más con tan solo recordárselo... ¡Todas las preguntas eran sobre ella!

— Maldición ¿Que tiene de especial? - 

~Norman no ve su mundo colorido de antes~

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¡Ey Norman! — oye el llamado de quien supone, es Ray, a la vez que su blanco cabello se agita levemente por la brisa matinal, Norman volvió al fin a sus días de estudio.

Ray — lo nombra sonriendo amablemente, pues aun ello es una costumbre que se impide borrar- Buenos días.

¡Eh! No te espere cuatro días para recibir un jodido y estúpidamente cordial "Buenos días". — se queja mientras con las manos en los bolsillos camina a su par, y el albino no puede lucir más confundido y divertido a la vez.

— Entonces ¿exactamente que deseas de...

Sus palabras son interrumpidas por el asombro, y es que el azabache puede ser todas las cosas en el mundo menos alguien afectivo y cariñoso, pero todo ello se fue directamente a la basura y para Norman, es una anomalía total el sentir el abrazo de aquel frío niño que conoció alguna vez.

— No vuelvas a hacer algo tan estúpido. — tan solo eso pudo articular, pues las palabras no son su fuerte; y el de cabellera incolora sonríe mientras ladea la cabeza negando.

— Es más de ti un golpe, ya estaba lista mi mejilla.

— No me tientes, aún lo puedo hacer.

— De acuerdo, de acuerdo. Sin golpes, así es mejor.

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Con aburrimiento, no puede evitar el observar, y sentir envidia a la vez, como todos sus amigos de estudio recorren una y otra y otra vez el gran patio verde, pues su cuerpo es tan débil que a la primera vuelta podría colapsar.

Suspira con pesadez y se centra en la labor que le corresponde, regar las flores. Y no es que aquello le desagrade, en lo absoluto; el disfruta junto a Anna regar las flores de la mansión Ratri, pero aquí no estaba ni la rubia de lindas trenzas como tampoco su color favorito.

Naranja. susurra sin ser consciente en lo que acaba de decir, mientras termina de regar la ultima maceta. 

Norman se recuesta en la pared y escucha pasos veloces por el pasillo, definitivamente aquella persona estaba llegando tarde.

Es allí cuando observa la naranja melena de la fémina causante de sus anteriores males, la cual para al instante, quedándose quieta por un momento. Con lentitud ella gira, y aquellas esmeraldas que porta como ojos brillan cual estrellas tintineantes.

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~Norman jura el apreciar las piedras más hermosas por primera vez en el rostro humano ~

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La fémina sonríe con dulce mirar, y sin esperar más corre directamente hacia él de cabellera incolora, abalanzándose sobre su frágil cuerpo.

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~Pero Norman es feliz aunque el dolor le sea insoportable~

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Siente la calidez que solo Emma puede emanar, como también sus tiernas lágrimas que estaría dispuesto a limpiar una por una y coleccionarlas para volverlas hermosas flores naranjas.

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~Porque Emma frente a aquellos ojos azules se volvió completamente hermosa~

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Norman siente sus mejillas arder mientras observa el rostro de la pelinaranja teñido de dulce rosa, y no puede evitar sonreír y acariciar al fin aquella suave piel de porcelana.

— Norman, bienvenido. — dice ella con tonalidad alegre mientras se acurruca, quien diablos sabe porque, en su pecho.

— Estoy de vuelta Emma.

.

Norman siente su corazón vivo de nuevo

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