❀Brillo❀
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«Aquellos ojos tan tontos y azules, ¿Algún día brillarían por ver algo más que no sea Emma?»
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Existe una niña.
Un angelito de suaves rizos teñidos del cielo por la tarde, que tiene los orbes pintados de precioso verde y una sonrisa tan pura, que realza su belleza con descaro, causando que su corazoncito de niño frágil lata con ímpetu al tan solo verla frente a sus ojos de cielo encantado.
— ¡Juguemos de nuevo a las traes! — exclama divertido Don, sacándolo de sus pensamientos y causando que todos los niños rodeen a la fémina de hebras naranjas, quien no duda en complacer a sus hermanos y hermanas.
— ¡Vale! — grita sonriente, buscando de pronto su mirada azul con entusiasmo.
¿Desde cuándo había empezado a amarla?
— Norman, ahora tú debes atraparnos a todos — habla con sonrisa maliciosa el moreno, causando que el nombrado, calmado y sonriente ante la traviesa petición, mire a Emma, quien únicamente sonríe y espera ansiosa su respuesta. Norman, al verla más enérgica de lo usual, amablemente asiente, ocasionando los leves saltos de la niña, quien ha celebrado inocente a su lado.
Conmovido por la reacción de la pelirroja, no la hace esperar y se acerca a Ray, quien sentado en un árbol lo observa aburrido, mientras mira su reloj de mano para tomar la hora y comenzar el juego.
Los niños corren y corren con efusiva alegría, y entre todos, Norman solo visualiza una antenita naranja moviéndose al son del viento y su cuerpo agitado.
— Ve ya, Norman — habla el azabache, retomando su lectura con una sonrisa ladina decorando su rostro, Norman ganaría como de costumbre, no tenía dudas de ello, y ante el aviso que ya liberado con calma, el de hebras platinadas empieza su corrido con tranquilidad, adentrándose al verdoso bosque para comenzar a buscar niño por niño, atrapando y a veces asustando a uno que otro con gracia. Su sonrisa amable no se borra ni exaspera, pues sabe que lo mejor viene al final.
Ray mira de reojo su reloj, para posar su mirada luego a todos los niños ya atrapados, y algunos que estaban viniendo con caritas rojas y agotadas.
— Ya veo... Nuevamente es Emma contra Norman.
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La fémina velozmente corre, y a su par, está Norman viéndola con tranquilidad; la niña sonríe con confianza, mientras en su pecho crece el deseo de ganarle por primera vez, por lo cual, salta un pequeño abismo y Norman para, calmando su respiración al verla cruzar sana de allí. Arroja un largo suspiro, tocando con ambas manos su pecho, Emma estaba bien, así que no pierde tiempo y toma otro camino.
La de cabellos naranjas, astuta, sube con rapidez a un árbol al sentir que Norman se acercaba, botando unas cuantas hojas de este. El albino sonríe en sus adentros, ya la vio, pero sabe cómo atraparla de una forma distinta.
— Ups — suelta sencillo, cayendo de golpe en la tierra. Emma abre sus ojos sorprendida para cambiar a una expresión de preocupación pura, gritando su nombre y cayendo del árbol con facilidad para ayudarlo.
— ¡Norman! ¿Estás bien? ¿Te hiciste daño?— pregunta alarmada, sin embargo, Norman sonríe por lo bajo, con ambas mejillas pintadas de carmín al ver a la niña de sus sueños tan cerca de él, ayudando siempre y sin dudar. Eternamente bella y risueña.
— Era fingido — comenta, viéndola con leve gracia, y más aún al ver su nueva expresión molesta.
— ¡¿Eh?! ¡No es justo, me preocupe mucho por ti, Norman! — se queja, pero él simplemente sonríe y admite que verla en esa faceta le es fascinante.
— Tu debilidad es ser extremadamente buena, Emma, pero admito que es lo bello de ti — sus orbes verdes se enfocan en él con interés, y es que en momentos como ese, es cuando el corazón de Norman late más rápido (y siente que el suyo danza al mismo compás).
— No me asustes así — le reclama, rodeándolo con sus finos y cálidos brazos. Norman sonríe cariñoso.
«Ella es tan noble, tan pura y bella... Que pinta mi mundo de sueños y me sumerge en ellos»
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El tiempo ha pasado sin piedad, y el cielo que antes celeste y adornado con blancas nubes era, se transformó en un manto de colores fríos, iluminado por la radiante luna de plata y las diminutas estrellas en tintineo, que daban un idílico espectáculo en los orbes azules de Norman.
— Ahh, que hermoso es el cie...
— ¡Boo! — grita la de ojos esmeralda con gracia, causando definitivamente lo que quería, asustar a Norman y hacerlo caer en el frío pastizal.
— ¡Emma! — pronuncia su nombre con asombro, mientras calma su corazón y dibuja en su rostro una sonrisa amble — Me asustaste.
— Lo siento, lo siento, pero te vi solo aquí y era inevitable — sincera con suave reír, haciendo que él imite su gesto. Ambos se recuestan al verde pasto iluminado por la luz de aquella piedra pálida que adornaba el cielo nocturno, mientras la brisa fría lleva sueños de hermoso color y sentimientos que luchan por ser liberados.
— ¡Waa, esto es hermoso, Norman! ¿ya viste la luna? — exclama con alegría la fémina de cabellos naranjas, enfocando su mirar únicamente al firmamento, mas los ojos de Norman la miran sólo a ella, como dos estrellas tintineando. Sus labios se curvan, definitivamente para él, no existía nada más bello que la sonrisa de Emma (tan pura, tan mágica).
«Lo siento luna, pero ella supera con creces tu belleza»
— Sí, ya la vi Emma.
— ¿No crees que es bellísima?
— Lo es, Emma — pronuncia sin quitarle la mirada de encima, pero ella no se da cuenta, pues anda distraída con la mirada al frente.
— ¿Qué es lo que te gusta más?
— Mmm, todo.
— ¿Todo?
— Todo en ella simplemente es hermoso.
— Ahh, hablas de la luna.
— No exactamente.
— ¿Eh? — dice entonces, algo confundida y ladeando su cabeza, topándose con la mirada de él sobre ella. Las mejillas de Norman se tornan de un dulce carmesí, mientras sus orbes se abrían sorprendidos antes el choque de sus miradas.
Se quedan así un buen tiempo, son esmeraldas y zafiros fijamente clavados en sí, el silencio abunda y una suave brisa revuelve sus cabellos sutilmente.
El de hebras blancas sonríe confiado y se levanta del pasto, a pesar de que en su interior, una tormenta de nervios se desataba. Emma, por su parte, se le queda viendo atónita, mientras Norman tan sólo acerca su mano a ella para ayudarla a levantarse.
— Bueno, ya es hora de ir a dormir.
— Espera, Norman...
— Vamos, Emma, no queremos enojar a mamá — no le permite hablar, toma su mano y camina, ella va tras de él y una diminuta sonrisa se forma en su rostro, extrañamente, se siente bien.
Pasados unos minutos, ya están frente a la puerta de madera y entran como si nada hubiese pasado, subiendo las escaleras para ir a sus habitaciones, mientras Isabella los observa con curiosidad y sólo se limita a sonreír, sintiendo los recuerdos del pasado invadir con dolor y tragedia su corazón marchito.
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— Buenas noches, Norman.
— Buenas noches, Emma, descansa bien — se despide veloz, dando pasos con apuro y sin mirar atrás, ocultando su sonrojado rostro. Estaba apunto de conseguirlo, de alcanzar el pomo de su puerta, sin embargo, todo estaba en su contra.
— ¡Norman! — la escucha llamarle, lo que causa un temblor en sus piernas — Ey, Norman... Mírame — murmura, y aquello le cautiva tanto, que gira su rostro para verla.
La de cabellos naranjas sonríe ante ello y toma el rostro de él entre sus manos, sus ojos cielo se abren con asombro, imagina miles de cosas incoherentes, alucina y alucina, mas todo se confirma por ella, quien deposita un tierno beso en la mejilla de él y sonríe enternecida ante el coloreo que se formó inmediatamente.
— Ahora sí, ¡buenas noches! — exclama feliz, para alejarse dando pequeños saltitos hacia la habitación de las niñas. Norman se queda parado, acariciando la mejilla en la cual se depositaron los finos labios de su amiga por un instante, tratando de salir de aquel trance tan maravilloso.
De pronto, aparece Ray con pura burla en su mirar, cogiendo de su camisa blanca y arrastrándolo hacia su habitación para así burlarse libremente de su incomprensible expresión, lejos de los regalos constantes de Isabella. Lo sienta en su cama, y admite que está un poco preocupado al no ver reaccionar a su pobre, paralizado y sonrojado amigo, por lo que agita su mano con rudeza frente a sus ojos, sin obtener respuesta alguna.
— Oh, no — murmura asustado, ¿Cómo explicaría esa situación?
— Ey, Ray, dime... ¿qué debería hacer? — el mencionado se exalta ante abrupto accionar de Norman, mas se calma con rapidez para arquear una ceja, algo confundido.
— Yo que sé, no es que estos temas me interesen, ¿estás bien?
— No podría estar mejor.
— Tu cara está realmente roja.
— Son sólo detalles, Ray — confiesa calmado, mas no seguiría así por mucho tiempo — ¡Ah! Si este sería el resultado, lo hubiese hecho hace mucho tiempo ¡Emma me besó en la mejilla! — exclama con alegría, y Ray sólo le observa y da pequeñas palmaditas en la espalda, orgulloso por el logro de su amigo.
— Ese es mi chico.
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«Y es que en definitiva, aquellos ojos tan tontos y azules nunca brillarían por nada más que Emma»
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